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AMOR PROHIBIDO
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CAPÍTULO 3
DECISIONES
Mientras su esposo despotricaba contra ella, la joven ocultaba su lloroso rostro con las manos. De repente, lo inesperado pasó. Un fuerte estruendo se hizo presente y la oscuridad terminó por envolverlos.
Las ambulancias rodeaban a los cuerpos inertes, parecía que la sombra de la muerte les había arrancado de un solo tajo la vida; más sin embargo los quejidos de una débil voz alertaron a los socorristas.
—¡Por allá! La voz que escuché está en medio del fango, hay que sacarla ¡Vamos!
Sus manos buscaban apoyo, pero le resultaba casi imposible. El terreno donde se encontraba parecía querer tragarla, pero su instinto de supervivencia pudo más. No sentía mayormente dolor, pero su aturdimiento era tenaz. ¿dónde estaba? —se preguntó—
La visión borrosa de todo a su alrededor no la dejaba percatarse de su situación real. Candice se encontraba a un costado de la carretera envuelta en un enorme lodazal que había amortiguado su caída. Estaba aturdida por el ruido y las luces de las ambulancias, apenas si podía escuchar unas voces que le hablaban sin que ella pudiera entender claramente lo que le decían; sin embargo, atinó a distinguir que su marido era llevado en una camilla totalmente ensangrentado.
—¡William…!
Fue lo último que pudo decir antes de caer desmayada en brazos de los socorristas que ya estaban a su lado.
—¡Rápido! Ella aún está viva, ¡apurémonos!
Luego de varias horas de aquel espantoso accidente, la rubia mujer ya se encontraba en la unidad de cuidados intermedios del hospital siendo revisada por un doctor, el cual le informaba sobre su estado de salud. Aunque aún se encontraba en estado de shock y con varios rasguños sobre sus brazos, milagrosamente estaba fuera de peligro.
—Señora Ardlay, ha sido un verdadero milagro que usted haya salido con pocas lesiones de tan terrible accidente. Debe permanecer en observación por 24 horas más para descartar cualquier lesión interna.
—Doctor…¿Y mi esposo? ¿qué le pasó a mi esposo?
—Lamentablemente, su esposo no tuvo tanta suerte como usted. El golpe que recibieron fue del lado del conductor. Tendremos que realizar más estudios por su delicado estado de salud; pero no se preocupe, él es un hombre joven y fuerte, estamos seguros que evolucionará de manera satisfactoria. Regresaré más tarde para revisar cómo sigue usted. Por ahora descanse. Ya llamamos a sus familiares para informarles sobre lo ocurrido, pronto tendrá compañía que la reconforte.
—Está bien. Gracias…por todo, doctor.
Candice se sentía devastada. Un gran sentimiento de culpabilidad la invadió al recordar que William dejó de prestar atención a la carretera debido a la discusión que venían manteniendo. Se reprochaba así misma haber topado el tema del divorcio en ese momento, pero le fue imposible no hablar de ello. Jamás pensó que después de tener varios años de amargo matrimonio él le propondría tener un hijo.
—¿A qué se debía esa repentina proposición? ¿Acaso quería reconciliarse con ella? ¿o era una burla de él? —se cuestionaba—
Y para ahondar en su triste situación, la matriarca de la familia Ardlay llegó para interrogarla.
La anciana de aspecto rígido y mirada ceñuda entró en la habitación sin tan siquiera saludar ni preguntar por la salud de la ojiverde.
—Candice ¿qué pasó entre ustedes como para que William perdiera el control del vehículo?
[suspiro]—Señora Elroy, su hijo y yo veníamos hablando de temas personales que solo nos conciernen a los dos. Le pido por favor que no intervenga en nuestros asuntos.
Una vez más, la anciana mujer levantaba su bastón en señal de advertencia.
—Escúchame muy bien lo que te diré, mujercita. Si yo me entero que tú causaste este accidente, me encargaré que lo pagues el resto de tus días. Ruégale a Dios que William salga bien de todo esto.
La anciana le dio la espalda y se marchó. Ni siquiera había tenido la amabilidad de traerle algo de ropa, pues ella solo estaba vestida con una bata de hospital.
Candice se encogió de hombros, la actitud áspera de Elroy ya no le llamaba la atención en lo absoluto, pues siempre la había tratado con la punta del pie. Lo que ahora le preocupaba era el estado de William. Luego de varias horas, la puerta se abrió y un rostro conocido por la ojiverde apareció.
—¿Se puede pasar?
—¡Dorothy!
Por fin un rostro amigable venía en su ayuda y consuelo. Las lágrimas de la mujer no se hicieron esperar y los brazos de su mucama le sirvieron para desahogar todo ese llanto reprimido.
Los días pasaron y Candice fue declarada fuera de peligro; más no así su esposo que aún se encontraba sin recobrar el conocimiento. La rubia mujer se pasaba todos los días al pie de la cama de su marido a la espera de ver en él alguna mejora.
Fue en uno de esos días donde sentía que el sentimiento de pesar no la dejaría continuar, decidió relajarse un poco e ir a la cafetería del hospital. Aquel encierro y las contínuas acusaciones de parte de la señora Elroy la tenían al punto del colapso.. Mientras se encontraba en la cafetería, una mano se posó sobre su hombro asustándola en el acto.
—Hola.
—¡Terry! ¡Dios! qué susto me has dado. ¿Qué… que haces aquí?
—He intentado ubicarte por varios medios, pero me ha sido imposible. Cuando me enteré de lo del accidente me quedé petrificado, pues la noticia ha sido manejada de manera hermética por parte de los Ardlay. Te he llamado por reiteradas ocasiones, pero tu celular solo me enviaba al buzón. En el bufete nos enteramos que uno de los socios del corporativo estaba grave mas no así su esposa y averiguando con mi tío llegué hasta aquí. Dime, ¿te encuentras mejor? Aún veo raspones en tu rostro y brazos.
El joven trató de tocar el rostro de la mujer; pero ella esquivó su caricia .
—Estoy bien Terry, yo no sufrí lesiones mayores ya que el golpe fue del lado en el que se encontraba William —solo con mencionar lo del accidente, sus ojos se entristecieron..
Terry presintió lo que estaba por ocurrir, así que prefirió retirarse sin hacer mayores preguntas.
—Espero que William mejore y salgan de una buena vez de este hospital, nos hablamos luego, Candy. Cuídate por favor.
—No Terry. Ya no nos hablaremos más. He decidido que mi lugar está a lado de mi esposo.
El joven castaño solo asintió, algo en su interior le gritaba que esto tarde o temprano ocurriría. Sabía que después de ese aparatoso accidente, ella se replantería su situación y así había ocurrido. Candice había decidido quedarse al lado de William y no daría marcha atrás en su decisión, así que sin decir una sola palabra, se retiró del lugar sin mirar atrás.
Ella solo pudo ver como su espigada figura se perdía por las puertas del hospital; sin embargo no pudo ser testigo de cómo la azul mirada se fue apagando entre ligeras lágrimas de tristeza.
Candice quedó devastada, su alma estaba rota sin poder creer como el amor de su vida salía por la puerta de aquel enorme hospital sin que ella pudiera hacer nada. Su cuerpo empezó a temblar tanto que se desvaneció en medio de la cafetería teniendo que ser auxiliada por las enfermeras del lugar.
—¡Señora Ardlay! ¡Señora Ardlay!
Pasaron seis semanas desde aquella fatídica despedida en el umbral de la puerta del nosocomio. Candice se encontraba sentada al pie de la ventana de aquel cuarto de hospital mirando sin mirar a la gente pasar. Como siempre lo hacía, llevaba enrollada en la mano derecha su más preciado tesoro, la corbata de él, la cual acariciaba dulcemente contra su mejilla.
A esas alturas ya no lloraba, solo se había resignado a vivir de los dulces recuerdos de aquel amor furtivo terminando por aceptar su destino, que era estar a lado de William
Ella pensaba que no era observada por nadie; pero una mirada celeste no había perdido detalle de su comportamiento por días. Con voz cansada, la llamó
—Candy… ven por favor
—Si William, enseguida. ¿Te sientes bien? ¿Necesitas que llame a una enfermera?
—No necesito que llames a nadie. Solo… quiero hablar contigo.
—William, por favor, el doctor Martin dijo que no debes de agitarte. Mejor descansa un poco más.
—Por favor… necesito hablar. Si no lo hago ahora que he reunido el valor para hacerlo, no sé cuando lo podré hacer. Yo… no merezco que tu pases por esto, Candy. Si de algo me ha servido estar al borde de la muerte, ha sido para… darme cuenta de cuán egoísta he sido.
Las palabras que salían de la boca de William eran dolorosas; y no solo por su estado de salud, sino por la sinceridad que éstas encerraban. Aspirando hondamente, prosiguió.
—Mírame y date cuenta de la ironía de la vida. Del poderoso hombre que siempre había estado rodeado de mujeres, ya no queda nada. Tan solo soy una piltrafa, una sombra, y la única persona que está a mi lado es la mujer que nunca valoré. Y eso no es justo.
Candice no sabía qué decir ante aquellas palabras. Mirando el lecho en el que se hallaba su esposo, solo podía sentir lástima por aquel hombre que un dia fue su “príncipe”
Aunque le costaba hablar, el hombre de bellos ojos celestes, continuó con su confesión.
.
—Yo… yo quiero que seas libre. Te lo mereces. Además, de nada me sirve que te quedes a mi lado, si ya no volveré a tener nunca más tu dulce mirada, ni tu corazón. Por más que yo me esfuerce, tu corazón ya le pertenece a otro; y sin duda alguna es al dueño de esa corbata que siempre llevas contigo. Aunque tú te quedes a mi lado, sé perfectamente que tu alma se fue con él.
Su voz sonaba cansada; pero haciendo un último esfuerzo, le dijo.
—Necesito que lleves este sobre al corporativo; ahí están mis instrucciones para que los abogados gestionen nuestro divorcio por común acuerdo, además doy indicaciones para que tú no quedes desamparada. Podrás disponer de dinero las veces que así lo desees sin que eso… signifique que tu me debas algo.
Candice lloraba. No podía creer que precisamente fuera él quien hablara de un divorcio en buenos términos. Con una débil sonrisa miró a William y le gustó ver la persona en la que se había convertido. De aquel hombre que un día fue déspota y egocéntrico ya no quedaba nada; es más, delante de él estaba otro totalmente diferente, hasta en su forma de mirar.
Por irónico que pareciese, fue gracias a aquel fatal accidente que el poderoso William Ardlay se había humanizado. Con el corazón estrujado, ella contestó.
— William, yo no sé qué decirte. De verdad me alegro que tu corazón se haya ablandado y quiero darte las gracias por este gesto tuyo, pero creo que ya para mí es demasiado tarde.
—Candice, si de verdad ese hombre te quiere como tú lo quieres a él, te aseguro que esperará por tí todo el tiempo que necesites.
—Pero William… ¿y tú?
—Yo estoy fuera de peligro, el doctor Martin así me lo dijo; y si ese doctor no puede con mis dolencias, pues tengo los recursos necesarios para ocupar al mejor médico del país. No faltarán enfermeras que me atiendan y tarde que temprano regresaré al lugar que me corresponde. Además, creo que no querrás que tu hijo nazca sin un padre ¿no es así?
Los ojos de la rubia se abrieron como si fueran un par de canicas. «¿De qué hablaba William?» —pensó—. Con la boca seca y sin casi poder hablar, preguntó
—¿U…Un…un…hijo?
Aunque ya estaba agotado, William decidió hablar.
—¿Te das cuenta que por estar pendiente de mí, no te has percatado de tu maternidad? El doctor me lo dijo hoy. Que fue un verdadero milagro que no perdieras a tu bebé en el accidente. Y eso fue para mí la señal de que tu lugar estaba al lado del dueño de la corbata. Ahora ve y sigue tu camino; y por mi madre no te preocupes, yo sé cómo tratar con ella. Tarde o temprano comprenderá que tu lugar no está a mi lado.
La rubia salió nerviosa del hospital abrazando su estómago. Tanta era su turbación que no sintió el frío que azotaba ni fue consciente de que no llevaba abrigo alguno para cubrirla. ¿Cómo era posible que estuviese embarazada y ella ni cuenta se había dado? Confió en las palabras de William y se dirigió al corporativo Ardlay , una vez que el sobre fue entregado salió de aquel lugar y se fue con rumbo al bufete de Jhon Mckenzie abrigando la esperanza de encontrar ahí a Terence.
Jhon Mckenzie era un hombre audaz para los negocios. La vida no le había dado hijos a su matrimonio, por tal motivo él adora a Terence como si fuera su propio hijo. Si en sus manos hubiese estado, le hubiera prodigado toda ayuda económica al joven; no obstante, el necio muchacho se había empeñado en no aceptar un solo centavo que no lo hubiera trabajado.
Y fue justamente esa actitud impetuosa de su sobrino la que lo hizo sentir admiración por el muchacho.
—[toc] [toc]
—Adelante
—Buenas tardes, señor Mckenzie.
—¡Señora Ardlay, es un placer volverla a ver! Eso significa que usted ya está totalmente recuperada. Espero que William se encuentre mejorando.
—Gracias por preguntar, William ya está mucho mejor. El doctor tiene buenas expectativas con su recuperación.
—Que buena noticia; pero creo que su presencia aquí se debe a algo más que las dolencias de William. Dígame señora Ardlay, ¿a qué debo su visita?
La rubia mujer dudó un poco en hablar, pero se armó de valor y habló.
—Por favor señor Mckenzie, necesito que me diga donde puedo ubicar a su sobrino Terence Graham; yo… necesito hablar con él.
El señor Mckenzie miró fijamente los ojos de la mujer que estaba en su delante. Al momento en que vio ese brillo especial en la verde mirada supo el motivo exacto por el que su sobrino había pedido ese inesperado traslado.
—Querida señora, mi sobrino está atendiendo un caso en el exterior, por lo que tuvo que viajar. Se encuentra en Londres. Si no soy inoportuno, ¿Me permite llamarla Candice?
La mujer se quedó estupefacta, aquella noticias le había caído como balde de agua fría dejándola estática, como si fuera de piedra. Sin poder emitir una sola palabra, asintió ante el pedido del señor Mckenzie.
—Candice, ¿sabe por qué yo adoro a mi sobrino?
—Me imagino que por los lazos de sangre que los une.
—Bueno, usted sabe que eso no es suficiente. Le soy sincero al decirle que muchas veces uno tiene de parientes a verdaderos alacranes; pero el caso de Terence es diferente. Ese muchacho, a pesar de contar con todo mi apoyo económico, decidió valerse por él mismo y costearse sus estudios sin importar en lo que tuviera que trabajar, ni el tiempo que esto le tomaría. Yo hubiese podido pagar su carrera completa en un abrir y cerrar de ojos, pero él decidió el camino del trabajo y esfuerzo propio.
Jamás me ha pedido un favor, salvo éste. Solicitó su traslado al otro lado del mundo para arrancar desde cero y yo he aceptado su petitorio. Pero al verla a usted aquí preguntado por él, pues no me queda más que suponer que usted tiene mucho que ver en esa decisión.
El hombre de aspecto bonachón y sonrisa sincera, se paró de su magno sillón y comenzó a caminar por su oficina pensando en cuáles serían las palabras adecuadas que usaría para tocar un tema delicado.
—¿Le digo algo mi bella señora? Él es un buen joven; así que le pido de favor que solo lo busque cuando su situación con William esté totalmente arreglada. Sé perfectamente que Terence ya es un hombre hecho y derecho y que yo no debo intervenir en sus decisiones, pero honestamente mi sobrino no merece un amor a medias.
—Gracias señor Mckenzie por sus palabras. No se preocupe, yo jamás podría perjudicar a Terence.
—Por favor Candice, vaya con cuidado y tenga este abrigo; por lo visto se ha olvidado de salir con el suyo.
—Una vez más, gracias señor Mckenzie.
Ligeros copos de nieve caían sobre la rubia que ajustando el enorme abrigo se marchó con el corazón en la mano.
***********
En Londres, un guapo joven de cabellos castaños salía con las manos cargadas de documentos de los juzgados. Había tenido un día agotador trabajando en su primer caso para el bufete en el cual su tío lo había recomendado. La responsabilidad era grande ya que el bufete estaba comenzando a tener reconocimiento internacional y no podía fallarle.
Su taxi de alquiler ya lo estaba esperando a las afueras de los Reales Tribunales de Justicia. El joven lo abordó con premura y sin esperar más le dio la dirección al chofer.
— Al Brook Green Hotel, por favor
El joven estaba concentrado revisando los documentos del juicio que llevaba a cuestas, hasta que se percató que la ruta que el taxi había tomado era la más larga.
— Esta ruta es incorrecta. ¡Ha tomado la más larga!
Al no tener contestación, volvió a increpar al chofer. —¿No escucho? ¡Le dije el Brook Green Hotel ! ¿¡Qué clase de servicio es este !?
El joven castaño comenzó a molestarse al ver que su chofer seguía sin responder nada, pero todo cambió cuando el imprudente chofer se giró y se quitó la gorra que cubría su rubia cabellera. El rostro de una hermosa mujer de brillantes ojos verdes, contestó.
—Este es un servicio que trabaja para personas serias. Me han contratado para una carrera de media hora y la ruta hacia su hotel es de 50 minutos. Los viajes de mis demás pasajeros han tenido que ser reprogramados a un nuevo conductor, debido a que este chofer acaba de renunciar porque desea pasar el resto de su vida con el hombre que ama. ¿Quieres ser ese hombre?.
El joven sonrió ante la mujer que lo miraba con ojos expectantes en espera de su respuesta. Acarició tiernamente su mejilla y con voz sensual le respondió.
—Si hubieses tomado la ruta A40 ya habríamos llegado a mi hotel y no tendría necesidad de contestar nada porque a esta hora ya estarías entre mis sábanas.
Terry no esperó más y salió del taxi de alquiler para tomar a Candy entre sus brazos y besarla con todo el amor que había guardado en su corazón. Ella estaba rebosante de felicidad, entre beso y beso susurraba…
—Tengo que contarte tantas cosas mi amor… tienes que saber que…
Más él solo atinó a responder —Shhhh… Cuando estemos en casa, mi amor.
La pareja estaba envuelta en un dulce abrazo de bienvenida queriendo vivir al máximo su amor; sin embargo ignoraban la cruel condena que sobre sus cabezas se cernía del otro lado del mundo.
En la mansión Ardlay, una acalorada conversación se daba entre la señora Elroy y el fiel sirviente de su hijo,
—¿¡Qué me estás diciendo, Georges!?
—Me temo que la señora Candice se ha marchado de la mansión, mi señora.
—¡Maldita arribista! ¿Como que se largó dejando solo a mi hijo? ¡Dorothy no me ha dicho nada!
—Señora Elroy, me temo que la señora Candice se ha llevado muy pocas pertenencias; además, tiene varios días que no aparece por el hospital y lo más extraño fue cuando los abogados del corporativo me indicaron que ella personalmente les había entregado unos documentos importantes que debían de ser revisados. Cuando vi de qué se trataba decidí de inmediato traerlos a usted antes de que sean devueltos a los abogados. Será mejor que los lea, antes de que estos documentos sigan el trámite correspondiente.
La anciana mujer no daba crédito a lo que sus ojos veían. William estaba firmando el divorcio de común acuerdo con Candice, y encima le daba una generosa cantidad de dinero para su manutención perpetua.
—¿Pero qué diablos le ocurre a William? ¿Cómo se le ocurre firmar un divorcio con esa estúpida mujer arribista? ¿Acaso no sabe que si se divorcia su puesto como cabeza de familia peligra?
—Señora Elroy, honestamente el señor William está… algo cambiado.
—¿A qué te refieres con eso?
—Bueno…solo le puedo decir que el señor William está muy cambiado desde el accidente; cuando le informé sobre mis sospechas de que la señora Candice se había marchado de la mansión me contestó que eso ya lo sabía y que era lo mejor. Creo que el señor William no está evaluando cuánto puede perder con el divorcio. El señor Neal no hace otra cosa que presionar a la junta para que se cite a una reunión extraordinaria y se elija otro presidente debido a la ausencia del señor William.
—¿Y por qué razón no me han comunicado nada?
—Porque el señor Neal está haciendo todo el movimiento de forma secreta. Según me enteré está poniendo a cada socio en contra del señor William.
La anciana mujer daba vueltas por toda la biblioteca, el bastón golpeaba de manera furiosa el piso por donde ella caminaba denotando así su cólera. En otras circunstancias la huída de Candice le hubiese llenado de satisfacción, pero con el panorama actual, las cosas cambiaban. Elroy Ardlay había tomado una drástica decisión, a como diera lugar ella traería de vuelta a la maldita arribista.
Continuará…
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CAPÍTULO 4 AQUÍ
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Última edición por SHALOVA el Dom Abr 16, 2023 3:22 pm, editado 2 veces
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