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AMOR PROHIBIDO
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CAPÍTULO 2
PROBLEMA DE TRES
Un guapo hombre de cabellera castaña y de hermosos ojos azules miraban con tristeza el dije plateado en forma de estrellas conjuntas que colgaba de una sencilla cadena. El precioso colgante pendía de uno de sus dedos como si se tratase de un hipnotizante artilugio. Aquel movimiento ondulante le hacía meditar en cuán lejos había llegado esa relación amorosa en la que estaba metido de cabeza, la misma que nació justamente en una noche de cielo estrellado.
Sobre sus varoniles labios descansaba un cigarrillo, que se hacía más pequeño con cada profunda calada que él le daba. Mientras fumaba, el brillo del dije llamaba más su atención. Como si el cigarro fuera su amigo entrañable de aventuras pasadas, le habló.
—Viejo amigo, ¿te das cuenta de lo imbécil que he sido?
Luego de varios minutos en silencio, su boca soltó una amarga carcajada.
[carcajada] —Tonto— murmuró.
Con cada nueva calada que le daba al cigarro, un nuevo reproche salía de sus labios.
—Así es Graham, has sido un soberano tonto. Sin darte cuenta caíste en tu propia espiral de seducción. Lo que inició como un juego de incitación al pecado, terminó siendo una atrapante red de suaves caricias. ¡Vamos, Graham! ¿Cómo saldrás de todo esto sin ser lastimado? Como un idiota te fuiste a enamorar de la mujer que no debías, y ahora no sabes cómo hacer para que ella se quede a tu lado. Has comprado esta cadena para demostrarle cuánto significa ella para tí, sin embargo no has tenido el valor de dársela ni mucho menos de pedirle que te elija a tí por sobre su poderoso marido. ¿A qué le temes, Graham? ¿A que no te ame tanto como para dejar el amparo del apellido Ardlay?
Los reproches que Terence se auto infringía tenían su justificativo; pues a sus 27 años, con estudios superiores a punto de culminar y con una carrera de abogado en despegue, no era dable que estuviese en ese estado de congoja por una mujer. Él era un hombre que se sentía orgulloso de sus logros, pues se había labrado su futuro a pulso y sin la ayuda de su acaudalado tío. Sin embargo ahora se sentía totalmente estúpido al estar en medio de un triángulo amoroso.
Sin darse cuenta, el hombre empuñó fuertemente la cadena, al punto de que el colgante en forma de estrellas terminó por lastimar la palma de su mano.
—¡Demonios! Si creyera en esas tonterías de las premoniciones pensaría que ésta herida es una clara señal del destino. [suspiro] En fin, si Candy está en mi camino, este dije de estrellas colgará de su cuello como señal de que ella es la mujer de mi vida.
Mientras el guapo hombre se debatía con sus pensamientos, otro capítulo por demás escandaloso se suscitaba al otro lado de la ciudad.
Una anciana mujer avanzaba de manera furiosa por el largo pasillo que conducía hasta las oficinas principales del corporativo Ardlay. Todos los presentes que la veían pasar inmediatamente hacían una reverencia; pues dicha mujer era nada más y nada menos que la matriarca de la familia, la señora Elroy Ardlay.
Sin esperar que la asistente de presidencia anunciara su presencia, la anciana mujer entró de golpe en la oficina de su hijo. El espectáculo que vió solo la llenó de más cólera.
Al sentirse burdamente ignorada, tomó con molestia su fino bastón cuya empuñadura era de plata pura; y con toda su ira asestó un fuerte golpe sobre el fino escritorio de caoba. El estruendo que provocó aquel golpe hizo que los presentes brincaran espantados.
Una voluptuosa mujer de cabellos rojizos a medio vestir se bajó de forma apresurada del regazo del señor William Ardlay. Al reconocer a la persona que los miraba de manera furiosa, su rostro se desencajó, comenzó a tartamudear y a temblar del susto. El hombre con semblante más calmado, realizó un movimiento de cabeza a su bella acompañante para indicarle que se retirara del lugar
La mujer trataba erróneamente de arreglar sus ropas, estando a punto de abandonar la oficina vio como la molesta anciana la señalaba con la punta del bastón; con ojos llenos de furia, le increpó
—¡Tú! ¡Mujerzuela descarada, será mejor que no te vuelva a ver por estas oficinas! ¡largo de aquí!
El hombre detrás del escritorio rodó sus ojos ante el espectáculo de ira que su madre derrochaba, se acomodó su camisa; con gesto de fastidio y voz cansina se dirigió a su interlocutora.
—Cálmate madre, este no es el lugar para que hagas un show barato de tus cursilerías de épocas pasadas.
—¿Un show barato? ¿¡Y cómo diantres llamas a este bochornoso acto que acabo de presenciar!? ¡Te has vuelto un descarado!
Con marcado desdén en sus palabras, William contestó
—Madre, ¿qué haces aquí? ¿Has venido a inspeccionar lo que hago en el corporativo?
El hombre se paró de su asiento y caminó alrededor de su escritorio de manera despreocupada sin importarle un ápice el estado furibundo de su madre. Cruzado de brazos, habló
—Te recuerdo que ahora yo soy la cabeza de la familia y del corporativo, por lo tanto no tengo que dar explicaciones de mis actos a nadie, y eso te incluye a ti, madre.
Al ver el gesto por demás despreocupado de su hijo, la señora Elroy aventó un sobre amarillo al escritorio para que éste lo vea.
—¿Crees que no tienes que rendirle cuentas a nadie? ¡Pues mira! Este es el último informe que están queriendo presentar en la junta general de accionistas; y ¡Neal Lagan pide tu cabeza! Te acusa de no mantener los niveles de confianza que antes poseía el corporativo. Sostiene que nuestros clientes ya no confían en nosotros como antes y que eso tarde o temprano terminará por perjudicarnos. ¡Ese sujeto planea presentar estas fotos a la Junta! ¡Mírate! En todas estás de parranda con diferentes mujeres.
William tomó las fotos y su gesto desinteresado cambió en un segundo a ser molesto. ¿Acaso lo habían estado siguiendo? ¿¡Cómo se atrevía esa rata de Lagan a señalarlo, cuando él mismo tenía dos mujeres!?
Al ver que su hijo no emitía ningún comentario, se atrevió a lanzar la respuesta que ella ya tenía planeada para dar solución a ese problema.
—Veo que te has quedado mudo y sin ideas; has pensado que eras un dios todopoderoso a quien nadie debe de juzgar; pero la realidad es diferente. A pesar de tu descuido, yo tengo la solución a este problemita tuyo llamado “bragueta caliente”
—Madre…por favor…
Alzando su bastón en alto como si estuviera a punto de emitir una orden sagrada, manifestó.
—¡Tenemos que limpiar tu imagen a como dé lugar! ¡Es ahora donde necesitamos que tu esposa sirva para algo! Debes usar tus dotes de “Don Juan” con tu mujer y lograr que quede embarazada.
William miraba incrédulo a su madre, no podía creer lo que ella le estaba sugiriendo. Su madre había pasado los últimos 5 años restregándole en la cara que su esposa era una “oportunista trepadora” y que no merecía ser una Ardlay; mucho menos engendrar un heredero. Y ahora resultaba que le proponía hacer todo lo contrario. ¡tener una familia propia!
— ¿Y que tiene que ver Candice en todo esto? ¿Cómo me servirá un hijo de ella? ¡Vamos madre!… siempre la has odiado y ahora ¿quieres ser abuela? ¿acaso afloró en tí un tardío sentimiento maternal? ¡No me hagas reír, madre!
— ¡Deja de hablar tonterías William! Todo esto está ocurriendo porque no prestas atención a lo que ocurre a tu alrededor. Últimamente he visto a Candice muy liberal, ya casi no pasa en la mansión porque ha retomado sus estudios. Eso no nos conviene para nada a nuestra imagen de familia de bien y correcta. Necesitamos que ella refleje una imagen más hogareña ante la sociedad. ¡Qué mejor carta de presentación que una estampa familiar!. Ante los ojos de la sociedad, tú debes verte como el padre amoroso y protector; y ella debe ser la madre entregada por completo a su familia. Con eso callaremos los estúpidos rumores que Lagan quiere esparcir sobre tu actuar y seguiremos manteniendo la confianza de la junta en tí para dirigir el corporativo..
La fúrica anciana dejaba bien en claro su postura; y no estaba dispuesta a admitir una negativa de parte de su vástago. William movía negativamente su cabeza, no le agradaba para nada perder su mundo de libertinaje al cual estaba acostumbrado. La astuta mujer le dio la válvula de escape que él necesitaba para que le diera cabida a la idea del hijo..
—Piénsalo bien, William. Si tú quieres, puedes seguir con tus mujeres, tal como lo has venido haciendo, pero de manera más discreta; para eso está Georges, él es un experto en cubrirte las espaldas. Sin embargo, para la sociedad tienes que dar esa imagen de padre amoroso y hombre de familia. Aunque tú no lo creas, eso genera credibilidad a los accionistas.
Dicho esto, dió la espalda a su hijo y se retiró del lugar dejando a William sumido en un mar de dudas. Luego de largos minutos analizando la situación, el guapo hombre de negocios tomó entre sus manos el retrato del día de su boda que reposaba sobre su estantería; mirando a la bella rubia que ahí estaba fotografía con una enorme sonrisa, se puso a meditar.
«Candice… eras tan inocente cuando te hice mi esposa… Tú estabas tan llena de sueños e ilusiones que no viste lo que ocurría a tu alrededor…[suspiro] Yo… yo realmente no estaba enamorado de tí. Solo te usé como instrumento para alejarme de la opresión de mi madre. Quería escapar del yugo matriarcal, y la única manera que se me ocurrió fue tomar mi puesto como cabeza de familia para que nadie me dijera cómo vivir mi vida; lastimosamente existía esa estúpida cláusula matrimonial; y ahora… ahora estamos atrapados en este matrimonio sin amor»
La espalda ancha de aquel hombre estaba tan rígida como una enorme pared. Por primera vez desde que se había casado, estaba siendo honesto consigo mismo. Mirando el retrato de su boda, no pudo evitar seguir con los cuestionamientos.
—Tenía pensado tramitar el divorcio, Candice; honestamente no soporto más este matrimonio donde yo no gozo de mi libertad y tú estás … vaya... ni siquiera sé cómo estás o cómo te sientes con esta patraña de matrimonio; y ahora resulta que mi madre quiere un nieto.
El tiempo transcurrió analizando los pro y los contra de la alternativa que la anciana le había planteado. El hombre pasó su mano por su impecable cabellera rubia tratando de encontrarle lógica a la propuesta de un hijo en su vida libertina
—Mmm. Tal vez mi madre tenga razón y un hijo pueda solucionar todo este problema, después de todo, las mujeres ansían ser madres y les encanta andar limpiando mocos de muchachitos que corretean por todos lados. ¡Por supuesto que mi madre tiene razón! Un bebé mejorará mi imagen ante la sociedad; es como matar dos pájaros de una sola pedrada. Por un lado compensaré mis pequeñas faltas extramaritales; y por el otro ella será feliz. Estoy seguro que Candice aún me ama, y con lo románticas que son las mujeres es seguro que un hijo lo verá como una bendición.
.
Quien sabe y me termine por gustar esto de tener una familia. Puedo mostrar a la sociedad que soy confiable y responsable. Luego veré cómo y cuándo me daré mis escapadas. Esta es la solución perfecta para terminar definitivamente con los planes de Lagan y mantener feliz a Candice.
William estaba visiblemente satisfecho con su decisión, estaba más que seguro que era la mejor decisión que había tomado. Se puso su sobretodo y salió dispuesto a cumplir con su objetivo. Lamentablemente y sin tan siquiera imaginarlo, los planes de su esposa ya eran otros.
******
Candy se hallaba en su recámara. Entre sus manos se encontraba su preciada corbata negra la cual acariciaba con devoción. Sus ojos tristes denotaban su enorme preocupación por la última conversación que había tenido con Terrence hace dos semanas atrás, y ese hecho la había empujado a tomar una decisión contundente. Solo esperaba la oportunidad idónea para hablar con su esposo.
Mientras la corbata negra rozaba su mejilla para luego terminar tocando sus labios, recordó.
******flashback*******
Tenía su mirada baja, no quería enfrentar la penetrante mirada azul ni la pregunta que el castaño había lanzado. Con voz débil, casi llorosa, preguntó.
— ¿Por qué me haces esa pregunta Terry? ¿Qué quieres escuchar de mí? ¡Tú sabes lo que significas para mí!
— Te equivocas, Candy. Honestamente no sé qué soy en tu vida. [suspiro] A veces me siento como si fuera un títere a la voluntad de otros.
El joven desvió su mirada para fijarla en un punto perdido del techo de la habitación en la que se hallaban. Luego de varios minutos de un incómodo silencio, él se atrevió a decir.
— Sé que fuí yo quien planteó desde un inicio que esta relación duraría hasta que tú decidieras lo contrario; pero debo ser honesto y las cosas se han salido fuera de mi control, ahora mis sentimientos por tí han cambiado y es algo que ya no puedo negar. Yo no deseo agobiarte con esto; pero tampoco quiero salir lastimado. Necesito saber ¿qué diablos significo para tí?
Candy tenía miedo de lo que ella pudiera decir. Tenía tantas cosas para hablar; pero no sabía cómo decirlo. Ella era consciente de su actual situación y sabía de antemano que a pesar de que entre ellos había nacido un hermoso sentimiento, no tenía para ofrecerle más que solo unas horas de amor.
Terry, al ver la angustia reflejada en los verdes ojos de Candice ante su cuestionamiento, prefirió guardar en uno de los bolsillos de su pantalón aquel sencillo regalo que había comprado para ella para luego girarse y acuñarla entre sus brazos. Tomó con dulzura el bello rostro de la joven para besarlo con delicadeza y amor
—Candy...Mi Candy, ven acá. No quiero verte así. Lo siento.si con mis preguntas te abrumo.. Olvidemos que topé este tema.
De manera inesperada, la rubia abrazó fuertemente al castaño. Sintió un profundo vacío anidarse en su pecho al pensar que su mutismo podría ser malinterpretado. Temblaba de tan solo pensar que tal vez él podría finalizar la relación de ellos en cualquier momento. Con un hilo de voz, habló.
— Terry, yo… yo te amo. Esto que siento por tí es tan grande que siento mi pecho arder cada vez que estoy a tu lado. Sé que por el momento solo te puedo dar migajas de amor; pero si me das tiempo, sé que puedo solucionar mi situación con William.
Candy lloraba sobre el pecho de su amante al ver que la realidad la golpeaba. Aferrada fuertemente a la solapa de su camisa derramaba lágrimas desesperadas. Se había enamorado de Terry sin poderlo detener; pero para su desgracia estaba atrapada en un matrimonio que le resultaba muy difícil terminar. A pesar de que en esa unión ya había muerto el amor hace tiempo, no era menos cierto que el peso del apellido Ardlay era más fuerte que los lazos matrimoniales..
El castaño al escuchar aquella confesión de los labios de la rubia, la tomó entre sus brazos y la levantó como si fuera una pluma. Con la mayor delicadeza que pudo la llevó hasta el cuarto de baño donde la desvistió como si se tratase de una tierna rosa para luego colocarla en la enorme tina de baño.
Por unos minutos se sintió abandonada al sentir el frió en su espalda, no obstante miró como él se iba despojando poco a poco de sus prendas para luego entrar en la misma tina de baño. Como si fuera una muñeca de porcelana la colocó en su regazo para acariciarla con la mayor ternura posible.
Con una de sus manos retiró los cabellos del cuello de la rubia para proporcionarle ligeros besos que recorrieron el seductor camino. Al sentir que aún estaba algo tensa, procedió a besar sus mejillas para borrar ese rastro de lágrimas del cual se sentía inmensamente culpable. Con cuidado mojó sus rubios cabellos para luego tomar la esponja y pasarla suavemente por todo el cuerpo de ella. No pudo evitar una sonrisa de satisfacción al sentir como el suave cuerpo femenino terminaba por acomodarse suavemente en su regazo..
Poco a poco Candice logró calmar su angustia y consiguió relajarse con las suaves caricias que la esponja le daba a su cuerpo. Con los ojos cerrados podía sentir como la boca de Terry recorría su piel y dejaba un camino de besos que viajaban desde el lóbulo de su oreja hasta su hombro desnudo. Las sensaciones de apoco se fueron acrecentando cuando el joven la pegó hacia su entrepierna y comenzó a acariciar la voluptuosa anatomía femenina; la misma que no tardó en reaccionar a su dulce contacto. Atrás quedaban los miedos al mañana, la pareja de amantes secretos solo querían vivir esos pequeños momentos que el “ahora” les regalaba.
Candice sentía que ardía por dentro; aunque su piel estaba húmeda por el agua de la bañera, su cuerpo buscaba el calor del pecho masculino. Sin que pudiera detener ese fuego en su interior, pegó su espalda al torso desnudo del castaño y sin miramientos se ofreció entera y desvergonzadamente a él.
Sus labios entreabiertos emitían unos leves quejidos, mezcla de satisfacción y ansias que lograron provocar en el castaño un torrente de emociones. Las caricias suaves y sutiles se fueron intensificando, tornándose hambrientas y descaradas.
Entre jadeos y besos, el ojiazul le habló muy cerca de su oído.
—Has sido mía muchas veces, nuestro sexo es fantástico y abasayador, pero hoy quiero que sientas todo mi amor por tí. Hoy quiero hacerte mía con el amor más profundo de mi corazón. Hoy quiero hacerte el amor.
Su entrega fue total, no solo unieron sus cuerpos como tantas otras veces; en ese día habían llevado sus esencias al punto sin retorno, donde solo las almas que verdaderamente se pertenecen logran complementarse y hacerse una sola.
Pero a la ruleta de la fortuna poco o nada le importa las almas de los enamorados, a la vuelta de la esquina una mala jugada del destino les esperaba. Esa tarde, la pareja de enamorados se despidió con el corazón en la mano, sabiendo que debían tomar decisiones que cambiarían el rumbo de sus vidas.
********fin del flashback*********
La rubia mujer, sumida en sus recuerdos seguía sin escuchar que llamaban a la puerta de su habitación. Al no recibir respuesta, William entró en la misma y de un solo grito sacó del letargo en el que se encontraba su esposa.
—¡Candice! ¡Con un demonio! He llamado varias veces a tu puerta; pero no respondes. ¿Te sucede algo? ¿Y… esa corbata? ¡Siempre que te veo estás con esa estúpida corbata entre tus manos!
— ¿Eh? ¡Oh! Esto no es nada William, solo estaba un poco distraída. Pero dime ¿a qué debo tu visita en mi recámara?
De forma nerviosa guardaba su valiosa corbata en su joyero.
— Hoy quiero invitarte a cenar. Deseo hablar contigo y quiero hacerlo fuera de la mansión. Vístete que tenemos reservación a las 8 pm. Por hoy, iremos solo los dos, sin chofer
Candy miró con extrañeza la petición de su esposo; tenían mucho tiempo que no salían a cenar los dos solos; sin embargo pensó que aceptar la invitación era lo mejor, y decidió que aprovecharía la ocasión para hablar sobre la idea de un posible divorcio entre ellos.
Los esposo Ardlay llegaron al lujoso restaurante donde William tenía pensado hablar de sus planes sobre extender la familia. Tratando de hacer gala de su galantería, le dijo.
—Te ves muy hermosa esta noche querida Candice.
Con fina coquetería digna de un casanova tomó la mano de su esposa para besar el dorso de la misma. Esta actitud romántica de William hizo que la rubia se pusiera en estado de alerta. Retirando discretamente su mano, le habló a su esposo.
—William, no sé a qué vienen tus halagos; pero igual te los agradezco. Me gustaría saber cuál es el motivo de esta velada, porque yo también tengo un tema muy importante que tratar contigo.
—¡Por dios, Candice! ¿Quién entiende a las mujeres?!.… Si el hombre no es romántico, se molestan; pero si uno decide ser galante ¡igual se molestan! ¡Vamos mujer! solo quiero pasar un momento agradable contigo. ¿acaso no eres mi esposa? Tenemos mucho tiempo que no pasamos una velada juntos; y de verdad creo que a nuestro matrimonio le hace falta algo de esa chispa, eso que llaman calor de hogar.
Candice no podía creer la desfachatez de su marido. Era irónico que él usara esa barata excusa de la “falta de tiempo juntos” para justificar la ausencia de “chispa o calor de hogar” en su matrimonio. Con todo el aplomo que pudo, le dijo.
—William, nosotros hace tiempo que ya no tenemos una relación de pareja; así es que, no veo por qué justo ahora extrañas el calor de un hogar cuando tú mismo te has encargado de apagar ese fuego.
—Lo sé cariño, lo sé. No quiero más recriminaciones cuando mi única intención es poner de mi parte para remediarlo. Sé perfectamente que tengo mucho que ver en nuestro distanciamiento; por eso quiero resolver ese pequeño problema y he pensado que la mejor manera de hacerlo es que tu y yo tengamos…un hijo.
Candice se levantó abruptamente de su puesto, con gesto fúrico le hizo saber a William que no iba a aceptar su loca propuesta bajo ningún concepto.
—¿Acaso te has vuelto loco, William? ¡Yo he venido aquí para plantearte una separación y tú me sales con que quieres tener un hijo! Los hijos no son adornos de escaparates ni mascotas como para que se te antoje tener uno cuando te da la gana. Será mejor que volvamos a la mansión para hablar seriamente de este asunto.
William estaba absorto ante la forma en la que su dulce esposa había reaccionado. No daba crédito a lo que ella había manifestado ¿acaso había hablado de una… separación?.
La tomó del brazo bruscamente y la sacó de aquel fino restaurante donde ya estaban siendo objeto de miradas curiosas que no dejaban de cuchichear el embarazoso momento. Estando ya solos en el auto, William increpó a su mujer.
—¿¡A qué te refieres con eso de que quieres separarte!? ¡Te digo de una vez que yo no estoy para estupideces de divorcios en estos momentos!
—William, por favor, cálmate. Este no es el sitio para hablarme de esa manera Prefiero hablar de este tema cuando hayamos llegado a casa.
La cólera se estaba apoderando del rubio magnate, pues al parecer ella sí estaba contemplando seriamente el tema del divorcio. Bruscamente la subió al auto y arrancó. Sin darse cuenta, su pie aplastaba el acelerador mientras que su mano golpeaba el volante con gesto amenazador.
—¿Por qué carajos quieres el divorcio? ¿Acaso has dejado de amarme? o peor aún ¿Acaso te estás viendo con otra persona? ¡Te juro Candice que si te has atrevido a comportarte como una vagabunda, te lo haré pagar!
Candice estaba asustada ante la velocidad con la que su esposo manejaba. Tratando de que la desgracia no cayera sobre ellos, trató de calmarlo.
—¡Por dios William! ¡Baja la velocidad! En la mansión podemos hablar tranquilamente del tema y verás que llegaremos a un acuerdo.
—¿Por qué estás asustada? ¡Dime carajo! ¿Por qué demonios estás asustada? ¡Por supuesto! Todo este tiempo he sido un soberano idiota. Toda la verdad siempre estuvo ante mis ojos y yo sin darme cuenta. ¡Hay alguien más en tu vida y por eso estás así, verdad! Por eso es que ya no pasas tiempo en la mansión.
—William…por favor
—Es que esto es de no creer. ¿Acaso mientras yo estaba trabajando, tú suspirabas con tus recuerdos? ¡Por favor! ¿Me has visto la cara de cornudo o de imbécil? Y al final de cuentas mi madre siempre supo que eras una arribista.
Gruesas lágrimas caían del rostro de Candy, sentía que su corazón explotaría de tanta amargura que llevaba adentro. Llena de rencor, habló.
— ¡Callate William! Tú eres el menos indicado para tratarme de esa manera. ¡Yo había dejado todo por tu amor! ¿Y qué hiciste tú? Solo me pagaste con olvido y engaños. ¡Así que cierra tu maldita boca!
— ¿Crees que soy un idiota? Para que tú pidas el divocio es porque seguramente ya hay alguien más en tu vida. Y me imagino que es el dueño de la estúpida corbata que siempre acaricias, ¿no es así?.
—¡Basta William! ¡Detén el auto, ya!
—¡Escúchame bien Candice! ¡JAMÁS! te daré el divorcio. ¡JAMÁS!
Continuará...
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Última edición por SHALOVA el Dom Abr 16, 2023 3:10 pm, editado 1 vez
linda la historia, siguiente capítulo por favor! 
