CAPÍTULO CINCO AQUÍ
CAPÍTULO SEIS:
FALSAS AMIGAS Y VERDADERAS RIVALES
Las mujeres subieron al taxi y acto seguido la ojiazul habló con el chofer.
—Por favor, llévenos a los Reales Tribunales de Justicia.
—Enseguida, señorita.
La mujer de larga y lacia cabellera rubia sonreía de manera afable; sin embargo, su falsedad era obvia a kilómetros.
—Y dime Candice ¿qué hacías por aquí?
—Salí a hacer las compras para el departamento, necesitaba los víveres para la cena de esta noche.
—¿Cena? Así que estás dedicada a las tareas domésticas. Caramba…Quién diría que un abogado con tanto futuro como Graham esté comprometido con una sencilla ama de casa…como tú. ¿Es que no tienes estudios superiores?
La ojiverde se descolocó ante aquel insidioso comentario —¿Perdón?
—¡Oh! No me mal entiendas, Candice, pero el círculo en el que nosotros nos desenvolvemos debemos mantener cierto… estatus. Eso eleva nuestra imagen ante los ojos de los clientes; y desde ya te digo que si la pareja que nos acompaña no está a nuestra altura, ciertamente nos termina perjudicando.
—Señorita Marlow, creo que está en un error.
—Cariño, seré franca contigo. Un bufete de prestigio como es el de mi padre, bien podría poner en duda la propuesta laboral que tiene pensado hacerle a Graham si es que se enteran que tiene de novia a alguien…como tú.
—¿A alguien como yo?
Candice apretó su puño para contener su molestia. Con una sonrisa igual de fingida que la de su interlocutora, tomó aire para decir las palabras que ya estaban atorándose en su garganta.
—Señorita Marlow ¿Usted cree que la relación de Terry con una sencilla ama de casa como yo, afecte su prestigio como abogado?
—Pues, honestamente sí.
—Sabes algo, creo que el enfoque de su carrera está erróneamente direccionado. Y si el bufete de su padre se maneja bajo ese criterio, pues tendré que hablar con Terry sobre esa propuesta laboral de la que habla. Sinceramente no le conviene
—¡Pero qué dices! Nadie que tenga dos dedos de cerebro rechaza una propuesta del bufete de mi padre. Es uno de los de mayor prestigio en Londres. El bufete en el que trabaja Terence no se puede comparar con Marlow & Asociados, incluso estamos a punto de fusionarnos con la firma DLA Piper.
—Pues yo confío plenamente en las capacidades de mi prometido y sé que su trabajo hará sobresalir la firma para la cual trabaja. Y le digo algo más, si yo fuera una cliente, no los contrataría a ustedes para mi defensa. Debe considerar que un cliente necesita de un abogado competente y completo, no de uno que solo tenga una apariencia aceptable y que muestre un mundo de fantasía. El abogado debe brindar confianza y honestidad, no juzgar a su cliente por las apariencias externas. Si ustedes como abogados no proyectan sinceridad, ¿cómo pretendes que tus clientes te crean?
La rubia ojiazul tenía el ceño fruncido, pensaba humillar a Candice, pero ésta resultó ser más astuta de lo que ella pensaba. Manejaba un vocabulario muy fino y estudiado para solo ser una simple ama de casa o alguien sin estudios. ¿Quién era en realidad esta Candice White que le hablaba con tanto aplomo? No era la rival fácil que ella imaginaba; por lo tanto, sus movimientos tendrían que ser más cautelosos y estudiados.
Quiso poner a prueba la paciencia de Candice, así que con palabras cargadas de sarcasmo, le dijo.
—Ya veo, tú eres de esas personas con carácter altruista. Cariño, déjame bajarte de esa nube rosada en la que estás. Los abogados de prestigio no regalamos nuestro trabajo a clientes sentimentales. Hacer eso nos pone como simples tinterillos de pacotilla. Tu humilde forma de pensar no dejará avanzar laboralmente a Terence. Esos detalles moralistas y altruistas no ayudan al momento de ganar un caso. Los moralismos y los sentimentalismos, no ganan juicios, peor dinero.
—Pues disentimos en los criterios que manejamos sobre la moral. Si necesitare un abogado y éste no es sincero conmigo, entonces no puedo esperar que pelee por mi caso con verdadera honestidad. Un abogado sin moral es capaz de venderse al mejor postor. Lo lamento si he sonado grosera, pero es lo que pienso.
La rubia ojiazul lanzó una risilla forzada para no dejarse ganar esa batalla verbal por parte de la ojiverde.
— Ji, ji, ji. Vamos, Candice, obvio que nosotros manejamos estándares de moralidad muy altos. Solo que nuestra apariencia debe ser impecable, incluso para causar una excelente impresión en el juez que dirime nuestros casos. Debes comprender que ahora que Terence está en otro nivel social, es impensable que se presente a las reuniones que nosotros manejamos de la mano de una sencilla mujer…una simple ama de casa, como tú.
No es por nada, pero ese vestidito que llevas puesto, es por demás… corriente.
—¿Le parece? Yo lo considero muy apropiado para la ocasión.
—Mmm, si es bonito; pero… sin ofender, se nota que es una copia barata de un modelo de diseñador.
—Agradezco su consejo, lo tendré presente para una próxima ocasión y no cometer el mismo error en la elección de mi guardarropa. Lo bueno de todo esto es que lo realmente importante es la persona en sí, como ser humano. y no los trapos que lo cubren.
Candice no perdió su sonrisa cordial por más que la ojiazul tratara de amilanarla con comentarios displicentes y tan fuera de lugar.
La ojiverde no emitió más comentarios; sin embargo, Susana no dejaba de querer averiguar más de ella y de Terence.
—Pero bueno, dejemos a un lado el tema de los vestidos, eso se soluciona con una salida de chicas entre tú y yo. Mejor cuéntame, ¿desde cuando Graham y tú son pareja? ¿cúando se conocieron?
—Nos conocimos hace más de un año. Tenemos varios meses juntos como pareja.
—Mmmm, que extraño. Jamás ha mencionado que tenga compromiso alguno, y mira que él y yo siempre estamos en contacto por nuestras profesiones. Por eso es que cuando los vi en el restaurante me causó gran sorpresa.
—Bueno, tanto él y yo hemos decidido mantener nuestra relación alejada de los ojos curiosos.
—¡Va! ¡Qué ridículo! De haber sabido que tú estabas en su vida, te habría invitado a nuestro círculo de amistades. Ciertas asociaciones de abogados tenemos nuestro club privado en donde concurrimos para desestresarnos de los agobiantes casos que llevamos, incluso en dos semanas tendremos la convención anual de las confraternidades y él está invitado ¿acaso no te lo ha dicho?
Candice se estaba hartando de esa conversación; pues a todas luces la mujer quería incomodarla. Haciendo aplomo de toda su educación, la ojiverde le respondió.
—Me imagino que esa invitación me la iba a comentar esta noche. Como ya le comenté, hoy tenemos una cena especial y justamente estoy llevando todo lo necesario; incluso he adquirido un nuevo juego de lencería. ¿Le gustaría verlo? Le aseguro que es de muy buen gusto y bastante atrevido, deja poco a la imaginación de un hombre..
Susana no pudo evitar sentir incomodidad ante ese comentario. Pensar en ellos haciendo el amor era algo que la estaba molestando sobremanera. Con algo de fastidio, respondió
—¡Eh! Por ahora no, mejor lo dejamos para otra ocasión.
Con un tono ya bastante molesto se dirigió al chofer
—Oiga usted, ¡Por favor, apúrese! No me puedo permitir llegar tarde. Una mujer como yo no se puede permitir perder el tiempo.
—Estamos a cinco minutos de llegar, señorita.
—¡Entonces acelere! Por cierto Candice, por el pago de tu carrera, no te preocupes, en esta ocasión te invito. Seguramente necesitas ahorrar algo de dinero para mejorar tu guardarropa.
—Si su deseo es pagar la cuenta, yo no me opongo. Para la próxima, yo invito.
El taxi aparcó y Susana se bajó presurosa sin poder evitar lanzar la puerta debido al creciente enojo que la estaba invadiendo. La imagen de Graham y esa rubia simplona, como había catalogado a Candice, besándose con pasión ya la estaba atormentando. Bufando entre dientes, la ojiazul se perdió por el enorme edificio de imponente imagen.
Candice se sorprendió con la grandiosa estructura de piedra gris de estilo victoriano que se alzaba en su delante.
—¡Woow, es fantástica esta estructura!
—¡Oh sí mi bella dama! Si me permite comentarle, este edificio fue construido en el año 1870. Los Reales Tribunales de Justicia fueron abiertos por la reina Victoria en diciembre de 1882. Está rodeado por cuatro Asociaciones de abogados y por la London School of Economics. Las estaciones de metro más cercanas son Chancery Lane y Temple.
Le comento que aquellos ciudadanos que no pueden costear una asistencia legal reciben asistencia dentro del edificio de los tribunales. La Oficina de Consejo al Ciudadano tiene una pequeña sucursal en el recibidor principal del edificio donde hay abogados que dan consejo gratuitamente. Por lo general siempre hay cola para recibir este servicio. También hay una Unidad de Apoyo Personal donde los litigantes en persona pueden recibir apoyo emocional e información práctica sobre lo que está pasando en el juicio.
—¡Caramba! Usted sí que está bien informado.
—Le comento esto como un ciudadano agradecido con los buenos abogados que me brindaron consejos gratuitos cuando fui con mi caso
—Qué bueno que pudieron ayudarlo
—No quiero que me considere un entrometido, señorita; pero pude escuchar lo que esa abogada le dijo; y usted tiene toda la razón. Créame cuando le digo que por abogadas como ella, casi pierdo a mi pequeña niña. Por ser un hombre de pocos recursos económicos no querían atender mi caso de custodia sobre mi hija, pero gracias a otra abogada con corazón noble como el suyo es que pude recuperar mis derechos de padre.
—Me alegro que todo se haya arreglado de manera favorable.
—Gracias, bella dama. Le puedo decir que hoy soy un padre feliz, pero bueno, ya no la abrumo más con mi historia. Dígame ¿A qué dirección la llevo?
—Usted es muy amable, por favor lléveme a la siguiente dirección.
Mientras el taxi continuaba con su recorrido, la rubia ojiverde meditaba en las palabras dichas por Susana. Era cierto que por la premura de su viaje había guardado prendas sencillas; pero no era menos cierto que sus vestidos eran de fino acabado. Y no es que a ella le molestara usar vestidos sencillos puesto que antes de ser la señora Ardlay, había sido una mujer común y sencilla. La verdadera molestia era la forma en que esa mujer se expresaba de las personas tan solo por su vestimenta.
“Bueno, tal vez y esa mujer tenga algo de razón. Terry está tratando de abrirse paso como un abogado de prestigio y necesita impresionar a las firmas más importantes de Londres, así que debo apoyarlo. De algo tiene que servir mi experiencia en los círculos sociales de Chicago. Para cuando él me lleve de su brazo como su novia formal, debe sentirse orgulloso de mí como su acompañante. [suspiro] Pero…falta mucho para mi primer sueldo, y todos mis vestidos son casuales….¿qué haré? “
Una vez en el departamento, la ojiverde ya no le dio mayor importancia a lo hablado con Susana. Pensó que lidiar con su vecina, la imprudente señora Robinson, tenía más que suficiente con personas así. Prefirió apresurarse a preparar una cena sorpresa para recibir a Terence; quería comunicarle sobre su nuevo trabajo y sobre su embarazo; no obstante se llevó una ingrata sorpresa cuando al llegar las 7:00 pm, él llamó.
—¡Terry! Pensé que algo te había pasado.
—Cariño, hoy llegaré tarde al departamento. El caso que estamos llevando se ha complicado un poco y los otros abogados desean revisarlo de manera exhaustiva antes de presentarlo a la corte.
—Oh…Está bien. No te preocupes.
Candice cortó la llamada. Con tristeza recogió la cena que estaba dispuesta sobre la mesa y la guardó. El hambre en ella se había esfumado, sin embargo se vio obligada a comer algo por su estado.
—Está bien , bebé, ya entendí todos esos giros que haces en mi vientre. Me alimentaré, aunque mi apetito se haya ido.
La mujer se dirigió al espejo de la recámara para ver su vientre. A pesar de estar cerca de cumplir los tres meses, su barriga seguía plana; tan solo era visible una ligera pancita que bien se podría camuflar como una indigestión estomacal. —¿Cuándo crecerás , bebé? —se preguntaba mientras fijaba su mirada en la imagen del espejo. Soñaba con que Terence por fin supiera sobre su embarazo y él también pudiera disfrutar de esa etapa tanto como ella lo estaba haciendo.
Guardó con cuidado la pequeña caja transparente que custodiaba un par de zapatitos de bebe que había puesto sobre la mesa para anunciar la llegada del nuevo integrante; no obstante, una vez más quedaba postergado dicho anuncio.
El reloj daba las 10:00 pm y la mujer era llevada en brazos hasta el dormitorio por Terence, que recién llegaba al departamento y la vió profundamente dormida sobre el sofá.
La ojiverde sintió el confort de una cama, apenas si podía abrir los ojos por el intenso sueño que tenía; pero entre parpadeos pudo ver la dulce sonrisa de bienvenida que su amado le obsequiaba.
[bostezo] —Terry…llegaste. Tu cena está…
—Shhh… tranquila, preciosa, solo vuelve a dormir. Yo me encargo de la cena.
La mujer sonrió y acto seguido volvió a quedarse profundamente dormida a consecuencia de su embarazo. A Terence le dio mucha tristeza el no haber podido llegar a la hora de la cena. A última hora Susana había llegado con un fajo de documentos para que sean analizados por la defensa. Aparentemente el cliente había cambiado varias partes de su declaración y eso ameritaba volver a revisar todo lo dicho por el cliente antes de que fuera llevado al estrado.
—¡Maldición! ¿Por qué carajos el cliente cambió de opinión a última hora? ¿acaso no se da cuenta que esto lo puede perjudicar? ¿Por qué Susana no le advirtió? Mañana tendré que hablar con él antes de que vuelva a cambiar de opinión y mande por la borda todo el alegato de la defensa.
El caso en cuestión era muy importante, por lo cual dos bufetes de abogados estaban involucrados en su defensa. Cuando Terence había pedido su traslado a su tío, el señor Mackenzie, lo hizo con la firme convicción de abrirse camino fuera de EEUU; y lo estaba logrando. Su tío lo había recomendado a un bufete que estaba en ascenso y teniendo un reconocimiento muy bueno en el exterior; por tal motivo litigios en extremo importantes estaban llegando a sus manos.
El prestigio de un importante magnate londinense estaba en juego y él no se podía dar el lujo de fallar. Mucho más cuando su actuar estaba siendo evaluado por la otra firma de abogados involucrada; y ésta sí era de mucho prestigio y poder.
El olor a café invadía el pequeño departamento. Candice se había despertado temprano y preparaba un suculento desayuno; pues el hambre matinal la estaba matando. En el umbral de la puerta ya se encontraba el castaño vistiendo tan solo su pantalón de dormir y una pequeña toalla que rodeaba su cuello.
—Buenos días señora Graham, veo que amaneció hambrienta el día de hoy.
—Buen día, señor Graham, pues honestamente sí, estoy muy hambrienta. El desayuno está listo, ¿me acompañas?
—¡Por supuesto! además, se ve muy delicioso. ¿Sabes? pensé que no sabías cocinar.
[risita] —Bueno, no soy una experta, pero me defiendo muy bien. Viví sola mientras estudiaba y eso me hizo aprender a cocinar a como diera lugar para no morir de hambre; luego con Dorothy en la mansión me daba mis escapadas y terminé por aprender más.
—Entonces será un placer probar tus creaciones
La pareja ya se encontraba envuelta entre mimos mientras degustaban el desayuno. Con una amplia sonrisa, la rubia habló.
—Tengo dos noticias muy importantes que darte.
—¿De eso era lo que querías hablarme ayer en la cena? Cariño, siento mucho no haber podido llegar más temprano. El caso que estamos llevando se complicó y tuve que quedarme a revisar las declaraciones. Preciosa…yo…
—No te preocupes por eso amor, sé que tu trabajo es muy importante y por eso quería contarte que ayer conseguí trabajo.
—¿De verdad? ¡Qué bien por tí amor!
—Por el momento es un trabajo de medio tiempo. Eso me ayudará mucho hasta que me sepa desenvolver mejor en esta ciudad. Espero hacerlo bien para luego buscar otro mucho mejor.
—Preciosa, sé que lo harás excelente. Y dime ¿dónde es?
—Trabajaré administrando una librería en la av. Principal. La dueña es la dulce señora Stewart y el horario es muy cómodo para mí.
—Me alegro por tí, preciosa. Y hoy iré contigo para conocer el lugar
—¿¡De verdad!? Sería estupendo presentarte a la señora Steward. Estoy segura que el lugar te encantará. Sé que no es el mejor sueldo del mundo, pero nos servirá. Y mucho más ahora
Aunque Terence no lo dijera, él sentía algo de culpa por su actual situación económica. Con el gasto imprevisto de un apartamento más grande y amoblado se le habían ido casi todos sus ahorros. Quería darle todos los lujos a los cuales ella había estado acostumbrada en su antigua vida, pero no quería colgarse del brazo de su tío millonario, él quería hacer su fortuna solo. Ver a Candice tan ilusionada con su nueva vida junto a él le daba la confianza de que ella era la mujer correcta para estar a su lado.
—Preciosa, te aseguro que pronto nuestra situación económica mejorará. Yo quiero ser digno de ti y que jamás te arrepientas de estar a mi lado.
—Pero Terry, yo me siento muy bien aquí.
[suspiro] —Amor, yo quiero darte todo lo que mereces. Este departamento no es ni la sombra de la mansión y no tengo la fortuna de William, pero quiero que nunca extrañes nada de las comodidades que ahí tenías.
—Terry… Sé que nuestro departamento es pequeño, pero yo lo adoro. No quisiera que sintieras culpa porque no vivimos en una enorme mansión y jamás me arrepentiría de la decisión que tomé al dejar a William por venir en tu búsqueda. Es más, soy yo la que a veces siente vergüenza por haber irrumpido de esta manera en tu vida. Soy consciente de que yo no estaba en tus planes cuando decidiste empezar desde cero aquí en Londres, pero yo estoy dispuesta a recorrer ese camino contigo.
Terence abrazó fuerte a su mujer. Sentía que cada día amaba más a Candice y que tenerla a su lado había sido la decisión adecuada. Besando dulcemente su frente, le dijo. —¿Sabes algo Candy? Creo que tarde o temprano yo hubiese ido en tu búsqueda para traerte a mi lado. Tú eres mi amor.
—Terry…
Candice estaba feliz con esas palabras, incluso la invadieron unas enormes ganas de llorar. Limpiando sus nacientes lágrimas dejó que él la besara. Sabía que Terence no le daría los lujos que ella había tenido con los Ardlay, pero eso era lo de menos. Ya no estaba en esa enorme jaula de oro que la asfixiaba; ahora estaba en los brazos de su verdadero amor.
Ella terminó el dulce beso para decirle la noticia más importante que tenía para darle en ese momento.
—Terry, amor, tengo algo más para ti.
—¿algo más?
—Si, espérame aquí.
Con la emoción invadiendo su corazón, la mujer fue al dormitorio en busca de aquella cajita transparente que guardaba los tiernos zapatitos de bebé que ella había comprado. Con la ilusión más grande los tomó entre sus manos dispuesta a enseñarlos, de pronto una estridente carcajada que ella ya conocía llegó hasta sus oídos provocando que ella se quedara de una sola pieza.
—JA, JA,JA.
—«¿Qué hace esa mujer en nuestro departamento?» —Se preguntaba Candice mientras volvía a colocar los zapatos de bebé en el cajón de su armario. Con pasos dudosos regresó hasta la sala para ver a la recién llegada. Con algo de reticencia vio como Terry le daba la bienvenida.
—Que tal Susana. Pensé que nos encontraríamos en el bufete, no en mi departamento.
—¡Por Dios, Graham! Aún estás en bata de dormir. Debes apurarte o no alcanzaremos al cliente. Necesito que vengas conmigo urgente. Siento mucho haber llegado en un momento poco adecuado, pero las obligaciones nos llaman
Candice se presentó en la sala buscando explicaciones.
—Buen día señorita Marlow ¿Qué sucede? ¿por qué ha venido tan temprano a nuestro departamento?
—Deja esas formalidades, Candice. Solo llámame Susana. Si he venido temprano aquí es porque me urge hablar con Graham. Necesitamos establecer nuestro alegato y coordinar con el cliente. Por eso he venido en su búsqueda.
Terence habló algo serio. —Lo siento Susana, la mañana la tengo algo ocupada. Iré con Candy a su nuevo trabajo.
—¡Pero Graham! ¡El cliente me ha pedido que hablemos con él ahora! No puede esperar hasta la tarde.
—Susana, solo me tomará aproximadamente una hora. No es que me vaya a ausentar toda la mañana.
La actitud de Terence se estaba tornando molesta ante la insistencia de Susana. Candice se percató de aquello y decidió intervenir.
—Terry, cariño, no te preocupes por mí, ya habrá más días en los que puedas acompañarme. Será mejor que te apresures y vayas con tu cliente.
Con una sonrisa de triunfo, Susana habló —¡Te das cuenta, Graham! ¡Hasta Candice se ha dado cuenta! Ya no hay más porqué discutir. ¡Apúrate!
Terence no dio importancia a lo que Susana mencionaba, solo quería asegurarse que su mujer estuviera bien. —¿Estás segura, Candy?
—Estoy segura, mi amor. Ve a arreglarte, nos vemos hoy en la cena.
—Ok.
Los abogados se marcharon y Candice se quedó pensando en la actitud de Susana. ¿Por qué esa mujer fingía una amistad con ella cuando realmente era su rival? ¿Qué pretendía esa mujer? Muchas preguntas le rondaban en la cabeza, sin embargo decidió hacerlas a un lado puesto que estaba más que claro el amor que Terry sentía por ella.
Continuará…
por seguir mis fantasías.
Pónganse al día con las lecturas de los capítulos, estaremos entregando unas bellas firmitas
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