Estaba cansado, siempre en todo momento era asediado, nunca supo cómo sucedieron las cosas, simplemente pasaron. Lo que tenía perfectamente claro era que no permitiría ninguna intrusión en su vida personal. Rechazaba de manera contundente a todas aquellas que tuvieron la osadía de acosarlo, a su favor tenía toda la galanura y belleza que un hombre podía tener, pero ¡No! Eso no era suficiente para que fuese molestado a todo lugar donde se presentaba, ya fuera en restaurantes, hoteles, centros comerciales o afuera de su residencia. Y el colmo de su paciencia siempre era alcanzado por las preguntas morbosas que le hacían sus amigos, incluso Neil lo incitaba a tener un encuentro clandestino, fugaz, con cualquiera de esas bellas damas que se le ofrecían deliberadamente.
Siempre se supo guapo y muchas veces se divertía observando cómo las chicas se deshacían cuando lo veían, incluso aprovechaba su linda sonrisa para obtener algunas ventajas. Sus colegas envidiaban la suerte con la que él contaba. Sin embargo, un día el amor llamo a su puerta y una joven de cabellos rizados conquistó su corazón. La joven Candy es dulce, tierna y muchas cosas más, que hicieron a Terry determinar que con ella se deseaba casar.
Toda la energía y virilidad que había sido contenida esos años finalmente tuvieron rienda suelta en la intimidad con su querida esposa. Atrás quedaron los días que harto sacaba a las mujeres, que sin pudor se metían a su habitación para intentar seducirlo; no era fácil que él considerara a alguna de ellas lo suficientemente tentable como para compartir su lecho, porque él sólo compartiría su lado oscuro, perverso, ardiente y desenfrenado con la persona adecuada; dicha espera le había valido la pena.
Con su esposa, su sexualidad era plena y extrema. No solamente habían encuentros tiernos y derrochadores de ternura, también estallaba su lado pícaro donde probaban todas las posiciones y juguetes que elevaba su lívido al máximo. Penetrarla con su miembro insistentemente hasta que ella se derramaba y perdía las fuerzas por tanto placer.
Sus gemidos eran lo que le daba fuerza para volver a tomarla, sujetarla con esposas a las extremidades de la cama y poder saborear su nivea piel con su boca, mientras sus manos rozan su entrepierna; introducía un par de dedos para estimular ese punto mágico que para algunos hombres parece inalcanzable. Segundos después, tras haber logrado estimularla al máximo, retiraba la joya de adornaba ese culito que lo pone siempre a mil, y prepara su falo para poder embestirla. Las sensaciones que ambos experimentaban los volvía insaciables; su verga era acariciada por la estrechez de su trasero, encendía ese fuego que a ella le derretía las entrañas, la piel y la razón. Candy movía sus caderas para invitarle a hacer su empeñones más profundos y desbaratarla como muñeca hasta alcanzar otra vez ese orgasmo que los fundía en uno solo.
Cada noche los placeres carnales se repetían, ninguno de los dos hablaba,.no hacía falta. Las sábanas eran testigos mudos de tanto derroche energético de cada entrega. Nunca pensaron que tal dicha nuevamente a más de uno milestaria.
Ese día Candy tuvo una cirugía de emergencia, intentó llamar a Terrence, pero no tuvo suerte, no le pudo avisar que llegaría tarde. Él por su parte, había preparado una sorpresa para su pecosa. Alegre entró en su residencia, llamó a su esposa, pero no tuvo respuesta, no se preocupó, más bien se dedicó a preparar la noche romántica y sensual antes de que ella llegara. Tomó una ducha rápida, se perfumó y se colocó su bata de seda negra, esperó por algunos minutos la llegada de su amada, quien seguía retrasada y sin proponérselo terminó dando una cabezada.
Terry no fue consciente del movimiento que en su residencia se dio. La puerta principal un par de veces se abrió. En una de ella, la joven conqueta Leagan entró como tantas otras veces y a la habitación se dirigió; se desprendió de la ropa y entre sábanas se escondió esperando que el apuesto joven llegara y finalmente la penetrara.
De presto el sonido de unos pasos se oyeron quedamente, la tenue luz que se colaba bajo la puerta indicaba que finalmente ese hombre había llegado. Elisa Leagan sentía su vientre palpitar de sólo imaginar del placer que Terry le podía proporcionar, por lo que fingió estar dormida cuando el pomo de la puerta giró. Podía saber claramente cómo él se desvestia por el sonido que hacia su ropa al desprenderse de ésta. Finalmente el hombre se recostó en la cama y rodeo la cintura de la joven con su brazo.
Las caricias no se hicieron esperar y con su mano acaricio sus pechos mientras besaba su cuello, luego su diestra se dirigió a la entrepierna y con sus dedos entre abrió sus labios rozándolos con lujuriosa incitación a hacer el amor. Los gemidos no se hicieron esperar y como de una invitación se tratase bajo hasta su sexo y con su lengua comenzo a jugar, besar y mordisquear; el reclamo de la chica indicó que estaba lista para ser embestida, por lo que tomo su miembro entre sus manos y dio un par de movimientos firmes para consolidar la excitación, luego lo dejo justo en la entrada de su vagina para poder introducirse y colmarla por completo.
Las sensaciones eran ardientes, su verga rozaba cada centímetro de su centro; ella se abría de piernas para darle mejor acceso y sentir plenamente cada empeño que amenazaba con traspasarla. Elisa estaba tan excitada y emocionada porque por fin sus anhelos habían sido complacidos, tener a ese maravilloso ejemplar de hombre entre sus piernas para que la marque y haga suya. Él que no decía ninguna palabra alguna, simplemente se dedicaba en darle placer con diferentes ritmos y posiciones; Elisa gemía, quería cada vez más, suplicaba porque se derramará dentro sin tanta dilación, sin embargo, él todavía no quería.
Los sonidos de placer eran cada vez más fuertes que nadie se dio cuenta cuando una llave abrió la puerta para dar paso a la rubia de Candy, que había llegado. Un juego de pasos se dirigieron rápidamente hacia la alcoba principal tras reconocer que alguien estaba teniendo sexo. Grande fue la sorpresa de toparse con ese ojos azules que la observaba anidado, no terminaba de comprender lo que estaba pasando, por lo que rapidamente giro el pomo y encendió la luz de la habitación. La joven con determinación en sus grandes ojos verdes, accedió al interior y retiro las sábanas para encontrarse a Elisa Leagan retosando en su cama con Neil, el amigo de su esposo. Elisa sorprendida por todo lo que se había revelado trababa de soltarse de los brazos de ese hombre con el que había confundido a Terry, ese que le había estado proporcionando placer, la desesperación de la pelirroja iba en aumento, no podía creer que se había equivocado; intento expresar alguna excusa razonable pero su cerebro no terminaba de coordinar con ligereza y las lágrimas amenazaban con mostrarse ante la frustración y decepción.
Su mente seguía confundida y no daba crédito que los espasmos de placer intensos que había experimentado se los había proporcionado un extraño. Por su parte, Terry tenia la imperiosa necesidad de partirle la madre a quien había considerado su amigo, pero era evidente que él deseaba a su mujer y había irrumpido en su morada con la clara intención de abusar de Candy, su corazón latía a mil por hora. La rubia no daba credito a lo que sus ojos estaban viendo. una vez recuperada de la impresión tomo de los pelos a la intrusa y la saco de su casa, mientras que su marido tras propinarle un puñetazo que le reinicio la vida a Neil, también lo saco a patadas de la alcoba. Candy llamó a la policía e interpuso una demanda para poder manter alejados a ese par de descarados que fingían ser amigos de Terry.
Cabe decir que tras tal intromisión la pareja decidió mudarse y tener mayor seguridad en su nuevo hogar, y rápidamente se pusieron a bautizar cada estancia con encuentros sexuales ardientes y desenfrenados.Fin