—Mírame —le exige.
Candy abre los ojos y los clava en él, puede apreciar su mandíbula tensionada, y sus cerúleos ojos felinos mirándola, hechizándola. Puede apreciar como el esfuerzo físico se dibuja en el hermoso rostro de Terry, como su boca entreabierta la excita más, entonces se acerca a él y lo besa, lame sus labios entreabiertos, los mordisquea, y los lame de nuevo. El ritmo de las embestidas de Terry es furioso, la penetra una y otra vez empujando con todo su cuerpo, llenándola toda. Candy se estremece de placer a un nivel nunca alcanzado, y clava sus uñas en sus fuertes bíceps, su vagina se contrae y comienza una seguidilla de espasmos internos que él también percibe porque las contracciones femeninas provocan que su pene se sienta succionado de forma deliciosa.
—Oh sí pequeña así… córrete para mí... grita mi nombre... córrete nena...
Darle placer lo enloquece, lo llena de satisfacción y por eso acelera el ritmo... gruñe y también se corre profundizando su penetración por última vez, para caer rendido sobre ella y llenarla de besos.
—Candy, me encantas —confiesa mientras su respiración esta todavía acelerada.
Candy lo mira con los ojos cristalizados por las emociones que le provocan este estilo de sexo fuerte y desinhibido, uno que la lleva a lugares recónditos de placer.
—Nunca nadie me ha hecho el amor así —se atreve a decirle.
—Eres exquisita, es un pecado que no te hayan amado así antes...
Terry se conmueve por las palabras de Candy, y vuelve a atraparla con sus enormes y fuertes piernas, y la besa apasionadamente, bajando luego por su cuello, por la clavícula y hasta el nacimiento de los senos, regresando a su boca. Se separa de sus labios y le acaricia el rostro.
—Pediré champán —dice de pronto y se mueve hasta la mesa de noche para tomar el teléfono. No sólo pide champán, también ordena fresas, chocolates y macarons.
—¡Terry! ¿Por qué has pedido todo eso? —dice Candy cuando él regresa a su lado en la cama.
—Porque haremos un picnic en esta cama, no saldremos de aquí.
Una hora después, los dos desnudos, únicamente cubiertos por las sábanas, disfrutan de las copas de champán con fresas y el resto de los dulces que él ha pedido, mientras conversan de todo y de nada, ríen y se divierten juntos. Candy más seria le da a probar una fresa en la boca y atrevidamente lo besa, pasionalmente. Este gesto de ella lo excita al máximo, y Candy puede percibir casi de inmediato la potente erección de su miembro.
Terry vuelve a besar su cuello, bajando lentamente, dando lamidas a sus pezones y ombligo, estimulándola de nuevo. Sigue bajando deteniéndose en su sexo. Se deleita allí por unos segundos. Prosigue por sus muslos, hasta las piernas y los tobillos. Candy abre sus piernas y arquea su espalda invitándolo a continuar con sus caricias y él regresa a su sexo, acariciando primero sus pliegues y luego apoderándose del clítoris con la boca, succionando, y frotándolo, mientras la invade con dos dedos y la estimula internamente. Candy se retuerce en la cama, abre más las piernas y lo aprieta buscando más fricción. Terry se mete entre ellas y, tras decirle lo mojada que esta se pone un preservativo y la hace colocar sus piernas hacia arriba, hasta su cuello y así elevada la penetra y ella se arquea por la fuerza de la intromisión. La hace suya sin parar y ella grita de placer.
Rendido por el clímax se tiende a su lado y la abraza apoyando su cabeza sobre su pecho y Candy acaricia con delicadeza el largo cabello de Terry, de pronto siente que lágrimas salen de sus ojos descontroladas, él provoca esta y otras emociones en ella, es tan desconcertante y terriblemente placentero. Un hombre que la ha descolocado.
—Me gustaría que te quedaras conmigo, duerme conmigo —le escucha decir, y cierra los ojos pegándose más él.
—No creo que vayamos a dormir mucho.
Él se ríe con picardía y se acerca a ella para besarla. Me gusta tu franqueza, le dice y vuelve a reír ahora abrazándola.
Candy pensó en ese momento que aceptar esa cita con Terence había sido la mejor idea de su vida. Él era un hombre hermosamente cortés y agradable. Cuando llegó al restaurant con diez minutos de retraso creía que no lo encontraría. Sin embargo, él estaba allí esperándola con una despampanante sonrisa, vestido de traje inglés de tres piezas, perfectamente peinado con una coleta hacia atrás, elegante y sensual. Ella apenas podía respirar ante la imponente figura, el hermoso rostro afeitado, manos grandes pero delicadas, impoluto.
Para él, ella también era un hermoso descubrimiento, vestida con un traje de taller, lentes de pasta para corregir la miopía, con el cabello recogido en cola alta él podía apreciar más el bello y largo cuello, blanco y cremoso. Un cuello que él había probado la noche anterior y del que tenía aún deseos. Los enormes ojos verdes de Candy lo desconcertaban, admira sus labios carnosos y rosados mientras ella hablaba elocuente, esta prendado de su belleza.
—Así que eres una Ardlay —le dijo después de servirle una copa de champagne.
—Sí, cómo lo sabes.
Él sonrió.
—Está escrito en el gafete —le señaló entonces la identificación que usaba para el simposio y que llevaba colgando del cuello.
Candy también sonrió, había olvido quitárselo con lo apresurada que estaba para llegar al bistró para encontrarse con él.
—Conoces a mi familia...
—Le he vendido obras de arte a William Arlday —le contestó Terry.
—Él es mi hermano.
Candy siguió con el relato de la historia de su familia, le contó que trabaja para la farmacéutica de un pariente lejano, Alistair Corwell, y que el estúpido novio que la hacía llorar, como él lo apodó, era el hermano mayor de éste.
Luego del exquisito almuerzo caminaron hasta el Pont de l'Alma en el margen derecho del Sena para tomar allí una pequeña embarcación que los llevó por unas dos horas en un paseo desde el que pudieron apreciar el obelisco de la Concordia, el Museo de Orsay, el Louvre, los 37 puentes de París, y la joya gótica más preciada de la ciudad luz, la Catedral de Notre Dame, además de la Torre Eiffel. Por fin había ido a París y disfrutado de ella, pensó alegremente Candy. El arriendo del bote fue sólo para ellos dos. Durante el trayecto, no dejaron de besarse con la pasión volcánica que él imponía y de prodigarse caricias, también muy atrevidas.
De regreso al hotel no pudieron evitar seguir juntos hasta la habitación de Terry, y despojarse de todo cuanto les estorbaba para quedar desnudos y hacer el amor una vez más.
Ahora él dormía con su rostro sobre su pecho. Podía admirarlo relajado y tan hermoso, acariciaba su fuerte brazo. Candy sentía que era ya difícil escapar de él y de sus encantos. Lo vio bajo las sábanas. Verlo desnudo avivaba su fuego interior con una fuerza que no podía comprender, ella misma se desconocía. Se acercó a él, que permanecía boca abajo, besó sus anchos hombros, luego comenzó un recorrido por su espalda, deseaba probarlo, y también lo deseaba dentro de ella.
Sus besos y caricias lo despertaron, se dio media vuelta y ella sobre él fue en busca de su boca para devorarla con ansias, él respondió con la misma pasión. Candy se separó para comenzar a bajar sobre su cuerpo sin dejar de verlo. Se mojó los labios justo frente al pene ya erecto de Terry, e inicio un ritual de caricias con sus labios y lengua a lo largo de este. Él la tomó del cabello enloquecido con el contacto húmedo y cálido de la boca de ella, para apartarlo y poderla ver. Candy lo torturaba lamiendo y succionando el glande con pasmosa habilidad. Tal como había devorado sus labios minutos antes, así devoraba su pene, y él se contraía todo de placer. Candy apretaba con la boca arriba y abajo, en movimientos rítmicos llevándolo casi al clímax. Con toda su fuerza, sin soportar más, Terry la tomó por los brazos y la obligó a que se pusiera sobre él, y de un empujón la penetró.
—Házmelo —le dijo en un jadeo.
Candy comenzó a moverse lentamente en un movimiento en el que se alzaba para salir de él y volvía a empujarse hacia abajo para sentir como entraba de nuevo en ella hasta el fondo de sus entrañas, luego comenzó con movimientos más acelerados, se movía a placer buscando el roce de su clítoris con la pelvis de él, que pegó su cuerpo caliente al de ella, mientras la llenaba por completo. El calor aumentaba en sus cuerpos, y ella inicio un meneo acelerado con ímpetu, él la ayudaba empujando sus caderas, hasta que no pudieron más y se dejaron arrastrar entre fuertes jadeos por un intenso orgasmo.
Candy cayó rendida sobre él, entre sus respiraciones entrecortadas se besaban una y otra vez. Pensó si se podía morir de placer. Terry se lo daba a manos llenas, y era adictivo no podía apartar el deseo de su cuerpo de su mente. Había demostrado ser un hombre dulce, inteligente y un tigre en la cama... estaba perdida, no quería apartarse de él.
Se quedaron dormidos por algunas horas. Cuando despertó Terry la miraba, ella reconoció su mirada felina, llena de deseo, estaba excitado y esperaba por ella. Se acercó a su oído y le susurró.
—Quiero hacértelo, necesitó más de ti.
Candy abrió sus piernas sin más, y él encendido se colocó sobre ella. El apetito de Terry era voraz y ella le correspondía en la misma medida. Las ansias de estar de nuevo tan unidos les recorrió el cuerpo. Terry acarició su vagina para comprobar que sus dedos resbalaban por la humedad, se concentró en el clítoris, acariciando, y frotando. Luego acarició su interior... enloquecía al mirar cada gesto de ella y por sus gemidos. Acarició su pene recordando las recientes caricias de ella, moría por penetrarla, se puso el condón y suavemente entró. Comenzó a moverse con potencia, mientras ella se revolcaba en las sábanas y gemía sin parar. Rápido y fuerte le pidió ella, y sus movimientos intensos no pararon hasta que ambos gritaron rebosantes, saciados de placer.
Después de intensas entregas finamente se quedaron dormidos. Candy fue la primera en despertar en la mañana, lo llenó de besos y le advirtió que tenía que irse porque debía estar en el salón de convenciones donde se realizaba el congreso en menos de dos horas. Terry la demoró unos cuantos minutos rogándole que se quedará más. A ella le dolía dejarlo, era muy confortable tener su gran cuerpo junto a ella, pero debía salir de allí si quería llegar a tiempo a su compromiso.
—Quieres verme más tarde —le preguntó él.
—Sí, sí quiero.
—¿Cenamos?
—Está bien.
—Llámame cuando termines.
Candy prometió hacerlo y salió de la cama, no sin antes besarlo a gusto. Se vistió apresurada y se fue a su habitación. Terry se quedó un rato más durmiendo, al tiempo que Candy ya en su cuarto se daba un baño y se preparaba para asistir a su evento. Se encontraba a punto de vestir cuando escucho ruidos en su puerta, dos hombres conversaban y de pronto esta se abrió. Confundida corrió hasta la puerta para evitar que alguien extraño ingresará, debía tratarse de un mal entendido pensó. Pero no era así, el hombre en la puerta era Archie, su novio. Candy miraba atónita como el botones también ingresaba dejando la maleta en la alfombra.
A solas él se acercó a ella para tomarla por la cintura y abrazarla. Candy seguía estupefacta, no se movió ni un milímetro para corresponder el abrazo.
—¿Qué haces aquí? —apenas atinó a decir.
—Mi amor, estuviste riñendo conmigo porque decidí a última hora no acompañarte y ahora me riñes también porque vine...acaso no te gustó mi sorpresa.
—No es eso, es que me dijiste que no podías posponer tus compromisos, y ahora te apareces sin avisar.
—Te he estado llamando a tu celular desde que aterricé.
—¿Qué? No escuche mi celular —Candy recordó su celular y comenzó a buscarlo por el cuarto... aparentemente lo había perdido.
Archie volvió a acercarse a ella para besarla, Candy esquivo el beso, y fingió seguir buscando el aparato por la ropa sucia, y por los cajones. Él no se rindió y buscó de nuevo contacto con su novia, esta vez la tomó con fuerza y comenzó a besar su cuello, luego bajó sus manos para desatar el nudo de la bata de baño. Candy lo detuvo en ese punto y no se lo permitió.
—Archie tenemos que hablar.
Pero él no le hizo caso, y volvió a su cuello.
—Archie, por favor, debemos hablar —insistió Candy.
—Hablaremos después, te ves preciosa así... —Archie la deseaba y la arrimó hasta la cama para tenderse sobre ella.
Candy sintió que no podría, no después de las noches vividas con Terry, al contrario de Archie ella no lo deseaba ya, sus besos se sentían como puñales, era repulsivo. Era una sensación que no podía controlar, quería a Archibald, pero de pronto descubrió que no lo amaba, y posiblemente no lo hacía desde mucho tiempo atrás, y que sólo estaba con él por costumbre. Cuando fue consciente de que las manos de Archie estaban a punto de quitarles las bragas se levantó empujándolo.
—No puedo, por favor detente —le dijo comenzando a llorar.
—¿Qué pasa Candy? —le preguntó él confundido. —Acaso no es esto lo que querías, que viniera a París contigo... bueno estoy aquí por qué me rechazas.
—Porque las cosas han cambiado entre nosotros... yo he cambiado.
—De qué hablas.
—Conocí a alguien... —soltó ella sin pensar.
—A alguien... qué quieres decir —Archie comenzaba a sonar molesto.
—Que ya no sé si esto es lo que quiero, seguir en esta relación —le expresó Candy.
—No, no vas a jugar conmigo. Me estás diciendo que vine hasta aquí para que termináramos, es un chiste cierto...
—Lo siento Archie, en verdad lo siento —le confesó Candy entre sollozos.
Archie miró todo a su alrededor, había desorden en los muebles, pero la cama estaba perfectamente tendida, como si nadie la hubiese tocado la noche anterior. Para él fue evidente que ella no durmió en ella.
—¿Con quién pasaste la noche y dónde? —gritó Archie descontrolado, haciéndola brincar del miedo.
Sonaron dos golpes a la puerta, y ambos se quedaron congelados. Candy tuvo un presentimiento y cerró los ojos, esperando lo peor. Nadie había pedido nada a la habitación. Archie hizo un movimiento veloz, un brinco como un gato, y abrió la puerta sin dejarse ver, permitiendo que la imponente figura de Terry se asomará.
—Candy se te quedó tu celular...
Terry entró a la habitación con el celular de Candy en el mano dispuesto a devolverlo.
—Quién es este tipo... —preguntó apenas lo vio asomarse al resquicio de la puerta.
Candy guardó silencio, no sabía que decir, estaba asustada y confundida. Terry sólo pudo observar la bochornosa situación en la que ahora estaba.
—¡Eres una desvergonzada te acostaste con este hombre! —dijo de pronto Archie abalanzándose contra ella para tomarla por la muñeca.
—¡Ey cuida tus palabras o no respondo amigo! —fue la primera advertencia de Terry. Candy estaba llorosa, con los ojos hinchados, temblorosa, muerta de miedo, viéndola así él no estaba dispuesto a permitir que la lastimaran, ni Archie ni ningún ser humano sobre la tierra.
—¡¡Candy!! ¡¡Te pregunto a ti!!
—No le grites... —advirtió una vez más Terry decidido a protegerla.
—Ah entonces es cierto, esta ramera se revolcó...
El puño de Terry se estrelló con la mandíbula de Archie sin darle tiempo de reaccionar con una velocidad tal que no lo dejó terminar la desafortunada frase.
VIENE DE PARTE I
Última edición por LizziVillers el Jue Abr 27, 2023 7:06 pm, editado 4 veces