CORAZÓN VACÍO
Inmerso en mis pensamientos, afrontando sólo este momento, pensando en mil y un cosas y a la vez en nada, oyendo sin oír los anuncios hechos por los altavoces, un ligero movimiento capta mi atención, una persona deja al descuido la revista Time con mi cara en la portada “Archibald Cornwell Andraw el empresario que lo tiene todo en la vida” ¡Ja ja ja! ¡Todo en la vida! ¡¿De qué me sirve ahora?! ¡Absolutamente sólo en la sala de espera del UI Health en Chicago! En espera angustiante de alguna buena noticia, la boca me sabe amarga, no recuerdo cuando fue la última vez que me duché, mi mente da vueltas y se pierde en las sinuosas veredas del pasado…
No recuerdo cuando la vi por vez primera, tan insignificante fue para mí que ni siquiera valió la pena una presentación formal, tiempo después en alguna reunión de debutantes me la presentó mi prima Eliza, con fastidio pensé que no solo era muda, si no tonta con sus estúpidos sonrojos por nada y su mirada embelesada hacia mi persona; se sucedieron las fiestas, reuniones, paseos y en todos aquellos lugares se volvió una constante en mi vida al tiempo que empezaron a llegarme las cartas en sobres perfumados ¡Cartas! ¡En pleno siglo XXI! ¿Por qué no enviar un texto? ¡Esa niña estaba chiflada! Al no recibir respuesta mía, cada día aparecía un mensaje en mi WhatsApp deseándome los buenos días, ¡Insufrible y cursi! Fue cuando dejé de recibir esos mensajes que me percaté de cuánto los extrañaba y me preocupé por su autora, conseguí su número con mi prima Candy quién además me contó su historia: juntas en la orfandad hasta la adopción de la morena y separación con los siguientes años de mutismo para posteriormente unirse en una emotiva reconciliación producto de la perdida de miedo y prejuicios de aquella gracias a Candy, fue cuando caí en la cuenta que en esas fechas iniciaron los mensajes de buenos días en mi celular.
Con un poco de ayuda de mi rubia prima, Annie fue dejando de lado su actitud tímida y desenvolviéndose más conmigo, llenándome de mimos que, aunque al principio me atosigaban, poco a poco se fueron ganando mi corazón y descubrí que tras esos encajes y colores pastel se encontraba una mujer decidida a dar batalla a la vida que la había marcado con una salud frágil imposibilitando su vida diaria y la hacía recluirse en un mundo de libros románticos y de fantasía. Sin darme cuenta de cómo ni cuándo ¡Me enamoré perdidamente! Descubrimos muchas cosas en común y mutuamente aliviamos nuestros solitarios corazones, llegó el momento que cada día se hacía más difícil despedirme de ella y dejar de verla, aunque fuera por unas horas, fue cuando decidimos casarnos, ¡La más hermosa boda que jamás se haya visto! ¡Tantos parabienes y buenos deseos! ¡Ella la novia más radiante del mundo! ¡Nos disfrutamos tanto! Viajamos por todo el mundo hicimos el amor en diferentes países de cada continente, fue cuando nos dimos cuenta de que algo pasaba: dos años viajando sin cuidarnos y no poder concebir, preocupados regresamos a Chicago nos pusimos en manos del los doctores del prestigioso UI Health y al cabo de un tiempo después de algunas tristes experiencias pudimos gritar a los cuatro vientos ¡Estamos embarazados! ¡Annie se veía resplandeciente, nunca la vi más saludable y bella en todo el tiempo de conocerla! Ese bebé le daba un aura especial, desde el inicio se vistió con ropa de maternidad, acariciábamos su vientre, le hablábamos hicimos tatos planes…
Hasta que en una revisión de rutina, algo salió mal, inexplicablemente si presión arterial se elevó a niveles peligrosos para ambos y hubo que internarla varias veces para poder estabilizarla y dar más tiempo de gestación a nuestro hijo, mi Annie valientemente se sobrepuso a todo y luchó con todas sus fuerzas: una dieta estricta, reposo absoluto y aun así emanaba paz y felicidad, cualquier esfuerzo era poco por ver a nuestro bebe en el tiempo que debía ser y no antes, dejé los asuntos laborales en manos de mi gente de confianza para poder dedicarme en cuerpo y alma a mi mujer y mi hijo no nacido, no quisimos saber el género para tener la mejor de las sorpresas. Pero si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes, con tan solo 6 meses de embarazo, Annie tuvo tal descontrol de la presión que hubo que atenderla en el cuarto de choque preparados para todo, en cuanto pudieron estabilizarla subió a quirófano para una cesárea de emergencia.
Candy con su esposo Terry vinieron a visitarme, al igual que mi hermano Stear con Paty, casi la pandilla junta de nuevo y no por un grato motivo, el tío Albert, la tía abuela todos estuvieron aquí pero aun así, es un peso que yo cargo solo, que nadie puede entender hasta que no lo vie en carne propia y a la vez es algo que no se desea ni a tu por enemigo, las vidas que más amas dependen en cierta medida de tus decisiones, contemplas mil y un escenarios uno más aterrador que el otro y rezas a Dios o al destino que todo salga bien, que tarde o temprano puedas regresar a casa a seguir viviendo de manera normal, hasta que llega un doctor pulcramente vestido a darte la noticia de que es una niña, que la madre pudo verla y besarla antes de caer en la inconsciencia y aunque hicieron todo lo posible, el amor de tu vida no despertará nunca más y que debes seguir esperando un milagro para que ese pedacito de vida fruto del amor pueda crecer, superar sus adversidades y en algún momento llevarla a casa.
No sé cómo aguanté tal noticia, ¡Quise gritar, correr lo más lejos posible!, ¡Llorar con el corazón desgarrado!, ¡Mandar todo al infierno y llorar mi pena aislado del mundo!, ¡Mi vida, mi amor ha muerto! ¡Nunca más la besaré, ni sus manos acariciaran mi rostro después de hacer el amor!, aun así me quedé estoico, firmé los papeles de donación de órganos, desee que esas personas recibieran un pedacito de la luz y fuerza de Annie que su vida se prolongara un poco más después de la muerte, y sobre todo me quedé con las esperanzas puestas en mi niña que seguramente heredó el espíritu combativo de su madre, si no fuera por esa personita que necesita todo mi amor y esperanza, hubiera perdido el juicio y ya me hubiera dado un balazo.
Una enfermera me saca de mis pensamientos, me van a permitir verla, lavo mis manos a conciencia me pongo una bata, cofia y entro a la UCIN ahí justo en medio de la sala enfrente del módulo médico donde ubican a los bebés más graves está mi Anne en una incubadora, llena de cables, con sus ojos vendados, una sonda directa a su estomaguito, con un casquito de oxígeno en su cabeza y luchando con todas sus fuerzas para no dejar solo a papá, unas enfermeras me ayudan a descubrir mi pecho, me la acomodan para que pueda cargarla con sumo cuidado, como lo que es, mi más preciado y frágil tesoro, me explican que es la técnica canguro, los bebés prematuros reaccionan favorablemente al contacto piel con piel, pueden sentir el calor y amor de sus padres, me presento y le digo que debe echarle ganas, que papá la ama y la cuidará por siempre, le canto la tonta canción que inventó Annie y cantábamos en todo momento desde que nos enteramos de su presencia, pude sentir como su cuerpo se relaja y el monitor emite un ritmo acompasado que me llena de esperanza, al cabo de un buen rato, tengo que despedirme prometiéndole que regresaré a la visita de la tarde ya que deben hacer el cambio de turno y no se permite la presencia de nadie en el área. Salgo a la capilla, le pido a Dios con todas mis fuerzas que la deje conmigo, le prometo a Annie que cuidaré de nuestra Anne, lloro en silencio y me río al recordar la revista de la mañana ¡El empresario que lo tiene todo! ¡¿Qué es todo?! ¿Lo material? ¿De qué me sirve ahora? ¡Ni todo el dinero del mundo me regresará a Annie ni le dará salud a mi pequeña!
Han pasado pocos días, estoy nuevamente en la sala de espera que se ha convertido en mi hogar últimamente, intento no pensar más, no atormentarme con hubieras ni con porqués, no recordar que ni siquiera estuve presente en el funeral de mi esposa porque Anne requiere mi presencia 24/7 en la UCIN, aquí no se permiten familiares más que los padres de cada bebé, eso nos convierte en una especie de familia, unidos por el mismo dolor y angustia, al pasar de los días puedo distinguir claramente quienes son de nuevo ingreso, las madres en sus batas de hospital caminan con pasos dificultosos y la angustia reflejada en sus rostros, al pasar de los días caminan muy bien, aquí no hay recuperación que valga, deben estar listas y prestas a cuidar de sus pequeños, los padres están ahí como mudo apoyo, día con día se refleja menos preocupación en sus rostros por los avances de su retoños, a veces vemos sonrisas esperanzadoras y luego dejamos de verlos pero sabemos que han regresado felices a casa, a veces también el área está cerrada y vemos rostros angustiados, al reabrir UCIN observamos con dolor que faltan unos papás y hay un espacio libre entre las incubadoras, se siente una nube negra de tristeza que nos embarga a todos y aun así debemos seguir presentes para infundir animo a nuestros hijos, miro a mi Anne y me da fuerza para seguir en este mundo luchando junto a ella.
En la visita de la tarde, la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales está cerrado, ruego con todas mis fuerzas que solo sea una cirugía y todos los bebés estén bien, es entonces que me llama el doctor Sloan, me lleva a su despacho y me dice —En el cambio de turno hubo una desaturación importante, no sabemos por qué, pero el corazón de la pequeña Anne cayó en picada comprometiendo todos su órganos y finalmente colapso, lo siento mucho señor— mi corazón da un vuelco y se vacía, mis amores ya no están más conmigo, se ha roto el frágil hilo del cual pendía mi vida y me mantenía en este universo.