VENENO VIL IV
¡Otro quinto domingo encerrado en este maldito lugar! Pero esta vez es diferente, sé que Eliza está aquí, la hermana Margaret la escucho insultando a la chica rubia, no sé que afán por molestarla, es tan insignificante, pero en fin… han castigado a Eliza sin que ninguna de sus “amigas” pudiera ayudarla, no había marcha atrás, la sentencia había sido pronunciada y la señorita Lagan no disfrutaría del siguiente quinto domingo, así que aquí estamos ella y yo solos en esta enorme cárcel vacía.
Logró divisarla en la fuente ubicada en el ala sur justo metros antes del sendero que lleva a las caballerizas, está sentada en una banca, leyendo un libro y se ve de muy mal humor… ¡Excitante ver como sus ojos llamean de maldad y furia! Me acerco cautelosamente, no quiero ser el centro de desahogo de su frustración así que debo tener el mismo cuidado que tendría al manejar al más ponzoñoso animal.
—Buenos días…
—¡Bah! ¿Qué tienen de buenos? ¡Todos han salido a disfrutar la libertad y yo aquí consumiendo mi juventud encerrada!
—¡Huyyy que dramática! ¡No te exaltes!, solo fue una frase cortesía
Me mira con fastidio de arriba a abajo, sé perfectamente que no sabe quién soy, tan insignificante le resulto, pero estoy seguro de que eso cambiará a partir de hoy…
—¿Y tú quién eres? ¿Qué haces aquí? Dice despectivamente
—Jhon Vanner, a sus pies señorita Lagan. Digo mientras poso delicadamente mis labios en el dorso de su mano y aspiro su perfume sutilmente para que no se dé cuenta de mi adoración, en cuyo caso estaré perdido. —Nunca salgo en los quintos domingos, no me atrae visitar al Marqués de Vanner, si el no se interesa por su hijo, no tengo por qué interesarme por él.
Al escuchar el título nobiliario algo cambió en su expresión, sé que ahora tengo toda su atención y obtendré ventaja de eso…—¡No escaparas de mi Eliza!
Con una sonrisa bien estudiada, me da un ligero apretón en los dedos que sujetan su delicada mano y soltándose de mi agarre, palmea un poco el sitio vacío junto a ella en la banca de hierro forjado invitándome a sentar, cosa que hago de inmediato al tiempo que concentro toda mi atención en ella.
—¿Y dime Jhon nunca vas de visita a tu castillo? No necesariamente debes convivir con tu padre o tu familia, pero nunca está de más ir a disfrutar del trato amable de la servidumbre y dejarse consentir, si yo fuera tú, no saldría de ahí cada quinto domingo más que para asistir a los bailes y eventos de sociedad— dice con una mirada ensoñadora que esconde cierto mal sano anhelo bien disimulado.
—La siguiente vez que inviten a mi familia a un evento de esos, ten por seguro que pensaré en ti y serás mi acompañante.
— ¿De verdad Jhon? ¡Ohh eso sería tan magnifico!
Y así la plática sigue por varios minutos donde le hablo de los lujos y ventajas que conlleva el ser hijo de un marqués, mientras mis palabras seducen a su avaricia, discretamente tomo su mano y rozo con mi pulgar su tersa piel, veo su mirada embelesada supongo imaginándose una entrada triunfal en los eventos de la alta sociedad inglesa colgada de mi brazo y me dejo llevar un poco con su ensoñación, luego la miro tiernamente a los ojos y retiro un rebelde rizo rojizo que se había instalado travieso en su cara cerca de su deliciosa boca, al retirarlo paso delicadamente la yema de mi índice por su carnoso labio inferior, al contacto ella posa su lengua donde antes estuvo mi dedo y me ira seductoramente.
—¿Quieres dar un paseo por los alrededores Eliza? A esta hora todo el personal está encerrado en sus celdas, son dos horas de meditación seguidas de una misa larga en la capilla, podremos caminar a gusto sin interrupciones ni miradas molestas— digo tendiéndole mi mano la cual toma para iniciar a caminar juntos por las veredas del inmenso jardín circundante
Ahora es ella quien me cuenta de su vida en América de lo importante que es su familia, lo mucho que todos la adoran y la enorme fortuna que heredará al morir una tía bisabuela y sobre todo su tío abuelo, cabeza de los Andrew, la importante familia a la cual ella pertenece. Seguimos caminando aparentemente sin rumbo fijo hasta llegar al establo, quizá no sea el más romántico sitio de este maldito lugar pero al menos es más privado que estar en pleno bosque o arriesgarse a que nos vean entrar a los dormitorios a plena luz del día.
—¡A donde me has traído Jhon? ¡Este lugar está sucio!
—¡Tranquila Eliza, no te haré nada que tu no quieras! — Digo mientras jalo su mano, que nunca solté, hacia mí y rodeando su apetecible cintura le doy un beso sobre sus labios, beso que repito dos o tres veces hasta que ella responde a mis avances abriendo su deliciosa boca y dejándome probarla —¡Deleite de los dioses, sabe a maldad pura mezclada con canela! Subo la intensidad de mis besos, ahora asiéndome de su cara y probándola tan a fondo como me es posible, ella responde con el mismo ardor y sus manos rodean mi cuello rozando algunos mechones de mi cabellera, lentamente deslizo mi mano por su espalda provocándole ligeros espasmos al seguir su columna vertebral hasta donde termina y pierde su nombre, escucho sus suspiros en mi oído lo que me enardece más y me da luz verde para seguir con mi exploración del voluptuoso cuero que tengo entre los brazos, toco sus muslos a través de la falda y la alzo lentamente para tocarlos piel con piel mientras ella, de la misma manera que yo hace un instante, acaricia mi espalda metiendo sus manos bajo el saco y luego subiéndolas a los hombros para deshacerse del mismo y dejarme en mangas de camisa, solo por un breve instante por que hábilmente inicia a desabotonarla lentamente mientras seguimos besándonos obnubilados por a excitación. Siento la suavidad de la tela de sus bragas me doy gusto apretando sus nalgas atrayéndolas hacia mí para tocar su pelvis con la mía y pueda constatar lo rígido que me pone, eso la excita más por que escapa un jadeo se esfumada boca y se restriega contra mi suspirando a la vez que me quita la camisa, una de mis manos va de sus nalgas a acariciar su entrepierna por encima de su prenda femenina que ya empieza a humedecerse, la froto con soltura unos instantes para después meter mi mano en su braga y sentir ese monte ligeramente cubierto por un suave vello que me entretiene un rato acariciándolo y jalándolo suavemente hasta que decido aventurarme a repasar su línea del pecado, dejo mi mano ahí inmóvil, percibiendo el avance de su humedad mezclada con calor y oyendo sus gemidos que me indican lo dispuesta que está a seguir nuestros juegos.
Siento sus manos desabrochar mi pantalón y empujarlo hacia abajo, me concentro en sus ojos felinos llameantes de pasión que me observan ardientes mientras ella desciende lentamente hasta quedar hincada frente a mí. Aferrándose de mis nalgas cubre de besos mi pubis, enterrando su cara también en mi vellosidad y aspirando fuertemente antes de recorrer con su lengua cual si fuera una víbora sinuosa arrastrándose por su nuevos dominios, toda mi pelvis hasta rodear mi ya erecta espada siento su mojada lengua en mi base y luego bajar hasta mis joyas de la familia para metérselas a la boca primero una y luego otra mientras las chupa delicadamente al tiempo que acaricia mi virilidad en todo su esplendor, me tiemblan las piernas, necesito apoyarme en algo o perderé el equilibrio, recargo en un poste mi espalda mientras con mis manos tomo su cabeza y la presiono contra mi entrepierna, pensé que se resistiría pero le gusta y ahora introduce mi falo en su boca pecadora para chuparlo vigorosamente mientras de la misma manera que yo presiono su cabeza, ella presiona mis nalgas contra ella para dar mayor profundidad a nuestro contacto, siento que ya no puedo más, las señales con claras y de un momento a otro voy a correrme dentro de su boca, ella lo percibe también, corta de tajo toda succión y se retira, intento empujarla nuevamente pero aparta mi manos y se pone de pie, me besa salvajemente, puedo sentir mi sabor en su boca, ahora lleva hacia abajo mis hombros, me deslizo en el poste que tengo detrás de mi espalda hasta quedar sentado, es entonces que Eliza de pie frente a mi abre sus piernas por encima de donde estoy sentado y alza su falda lentamente, puedo ver sus piernas y voy subiendo mi mirada hasta ver las bragas —¡Quítamelas!— ordena, obedezco y puedo ver su triangulo invertido, se acerca más a mí y lo pone en mi cara, restregándose, su aroma almizclado me enciende y la tomo con la lengua, me hundo en su profundidad lamiendo, mordiendo y succionando, siento sus piernas temblar ante mis avances, tomo sus nalgas para darle más estabilidad y poder comerla más cómodamente, oigo sus jadeos intensificarse cada vez más conforme chupo su deliciosa cueva que derrama sus jugos cayendo en mi cara, un grito me anuncia que la lleve a la cima del éxtasis, siento su interior vibrar y recojo sus mieles ávidamente con mi lengua, ella con su apetito voraz se sienta sobre mi mástil empalándose de una, provocando mi sorpresa y aumentando mi excitación. Sus vigorosos brincos hacen que se empalme cada vez más induciendo que ahora ambos jadeemos fuertemente ya sin ningún cuidado, somos como animales en celo, como presos probando por primera vez la libertad de vivir al máximo nuestros más oscuros deseos, somos ahora un nudo de sudor, fluidos, caricias, gemidos y mordidas fogosas que nos transportan al ojo del huracán de la pasión, luego de un rato de perdernos en los intrincados caminos del sexo ardiente ambos terminamos y nos quedamos abrazados reposando de la actividad que acabamos de concluir, aun recuperando nuestro ritmo habitual de respiración le susurro en su oído —Esta noche no cierres tu ventana.