Capítulo 4
—¿Por qué tío? ¡porque me hiciste esto! cómo pudiste permitir que tu amiga, novia o lo que sea jugará conmigo. Más bien yo soy el estupido nuevamente, ella nunca puso ni una sola frase romántica en esas cartas yo soy el que se ilusionó de la nada —continuó con su soliloquio hasta llegar a la estación del Ferrocarril.
El tren anunciaba su llegada con el silbido de la máquina de vapor. Neil miró su reloj había llegado puntual al andén, buscaba que su tío bajara del tren miraba de un lado a otro hasta que lo vislumbro a lo lejos.
—¡Albert…! ¡Albert! —gritó haciendo que volteara su tío mirándolo a lo lejos. Camino hasta el.
—Neil ¿Qué haces aquí? Se suponía que vendría George por mi.
—Le dije que yo vendría por ti, me urge hablar contigo, de hecho estaba por ir a Chicago, necesito una explicación.
—¿Explicación? —le sorprendió el tono en que Neil se estaba dirigiendo a él.
—Creo que esta plática la podemos dejar para un poco más tarde.
—No, no yo necesito que me des… —No termino la frase al ver quien baja del tren también. «Lo que me faltaba» —¿Y él qué hace aquí?
—Es por eso que te digo que podemos hablar más tarde si tú quieres, yo invite a Terry a venir conmigo unos días.
A Neil no le hizo mucha gracia ver a Terry Granchester, claramente era un estupido por haber lastimado y dejado ir a una chica como Candy, no es que la amara eso lo tenía claro desde hace mucho tiempo, pero estaba muy de acuerdo con su primo Archie, él había sido un imbécil al dejar ir a una chica como Candy y sobre todo si sabía que la había lastimado al gritar a los cuatro vientos su matrimonio con la actriz Susana Marlow, pero si no le fallaba su memoria recordó ver semanas atrás en las esquelas de defunción que aquella actriz había fallecido.
—Hola Neil, un gusto volver a verte —mencionó Terry sinceramente.
—Pues no puedo decir lo mismo —Respondió molesto.
—¡Neil! —¿Por qué esa actitud? Terry no te ha hecho nada.
—No a mi no, pero a Candy si, fue un cobarde que no luchó por ella.
—No lo voy a negar —mencionó Terry, me merezco eso y más, dejé pasar el tiempo y pensé que ella tal vez… —No acabó la frase pues Neil lo interrumpió.
—No me van a venir a hablar del tiempo, estoy harto de esas estupideces, y esas tontas frases.
—Trató de entender tu actitud sobrino, pero no se que te pasa.
—Es lo mismo que me gustaría decir, quiero entender porque has permitido todo lo que hizo Blair, cuando ella claramente es algo tuyo.
—Neil, has pedido el juicio, no entiendo nada de lo que estás diciendo ¿que tiene que ver en todo esto Blair? ella está en…
—No me interesa saber, imagine esta broma de cualquiera, menos de ti tío
—Vamos a la casa ahí hablaremos con calma.
—¡No! atiende a tu invitado, no me interesa hablar nada más contigo que estrictamente trabajo, al final me doy cuenta que no se puede confiar en nada ni nadie. —se dio la media vuelta en sus talones y se alejó con paso firme.
—¡Neil! Trato de llamarle Albert por última vez —Terry lo tomó del brazo y movió la cabeza en negación.
—Solo déjalo, en estos momentos no vas a razonar con él, está muy enojado por lo que se puede ver, parece que me miró en él dos años atrás, ¡Que hiciste abuelo William Ardlay! si Neil tuviera el poder de abrir la tierra créeme estarias en el infierno. —soltó una carcajada.
—Muy chistoso Terry, pues ahí estaríamos los dos si no mal recuerdo estás aquí porque Robert Hathaway, te dio unas forzadas vacaciones.
—Ay por favor tenías que decirlo, se que le di motivos de sobra, abandone la obra de teatro en media función pero es que te juro que mire a Candy en los balcones más altos estoy seguro de eso, solo quería verla.
—Ya te dije que eso no puede ser cierto, Candy ha estado trabajando en el hospital St Vincent, fue inaugurado hace poco aquí en la Florida y Paty la convenció de venir a ser parte del personal. De hecho en la portada del periódico sobre la noticia ahí está ella pensé que en algún momento tal vez tú la verías. Yo cumplí mi cometido de convencerte de venir; ahora como la vas a buscar es tu tarea. Pero mucha platica vayamos a mi casa seguramente ella estará ahí por la tarde.
—Eso es algo que acabo de reconsiderar en este momento creo que no quiero sorprenderla de ese modo, mejor llévame a tu hotel Palm Beach.
—¿Estás seguro? Ahí está Neil, mi sobrino está a cargo de él desde hace más de un año y tú acabas de ver cómo está nos dejó aquí tirados necesitamos buscar un carro de alquiler. Además Neil te vio tal vez le cuente a Candy.
—Déjame hablar con él, creo comprender que es lo que está pasando con él, más bien el que podría echar a perder todo es el elegante.
—¿El elegante? ¿De quien hablas no te entiendo?
Terry rió y mencionó: —Es Archie, se que para él no soy nada de su gracia, siempre lo recuerdo tan vanidoso cuidado cómo se ve. Albert soltó una carcajada —Ay Terry solo tú tienes esas ocurrencias, y aunque quiera negarlo es imposible, si mi sobrino Archie es toda elegancia y porte. Créeme que si estoy a la tendencia según él es por que él elige mucha de mi ropa.
Ambos se dirigieron al hotel, Terry se instaló en su suite, realmente era un hermoso lugar con bellas habitaciones pero lo mejor era el balcón con vista al mar. Salió y se quedó admirando el bello paisaje del atardecer.
«No sé ni cómo lo voy hacer, pero estoy dispuesto a ganarme tu corazón otra vez» pero creo que antes de eso tengo que ayudar a alguien más.
****
Sus pies descalzos caminaban por la arena, las olas del mar golpeaban contra ella mojándose, el olor a sal y algas secas se había convertido en su cosa favorita desde que llegara a la Florida. Desde niña siempre había anhelado vivir en un lugar cálido y con un mar tibio en el que se pudiera meter a nadar, algo muy diferente al lugar donde creció Escocia.
Las noticias que le diera su padre le hizo tomar la decisión de abandonar todo lo que creyó su hogar por mucho tiempo.
Desde niña le encantaba ver el reloj de su madre colgado en la pared, el sonido que él emitía en su tic toc, tic toc, era como si algo en su interior le llamara en hacerse pequeña como pulgarcita cuento que le contara muchas veces a la que creyó por mucho tiempo su madre biológica. Fue ahí donde empezó a dibujar todo el tiempo relojes, su familia era creadora de ellos desde 1897, pero un día convenció a su padre de dejar a la vista la máquina de los relojes de muñeca de los caballeros. La idea fue un rotundo éxito haciéndose conocidos en el extranjero.
Ella pensó que como mujer con ideas propias y ser partícipe del éxito familiar, la dejarían enamorarse, elegir a su esposo; no fue así.
Blair detuvo su caminar y se sentó en la arena recordando cómo había llegado ahí.
****
—Padre no me quiero casar con ese hombre, no lo amo.
—No te lo estoy preguntando, es una decisión tomada desde que ustedes eran niños.
—Si pero mi madre me contó antes de morir que eso era por que él clan Campbell era uno de los más poderosos, pero ahora tú eres rico, no necesitas nada de ellos, mi madre me dijo que su último deseo era que aprovechara el tiempo de mi vida enamorándome verdaderamente de alguien.
Su padre enojado al escuchar sus palabras le hizo decirle dura confesión.
—¡Alba no era tu verdadera madre!
Ella se quedó sin palabras y empezó a llorar
—Estás mintiendo ¿verdad? Lo haces para lastimarme.
Su padre se dio cuenta que era demasiado tarde, había dicho una verdad que prometió a su esposa nunca revelar. “Las palabras son como un vaso derramado de agua nunca volverás a llenarlo, si tú le confiesas esa verdad o la lastimas con tus palabras difícilmente te perdonará, yo conozco a mi pequeña Blair” recordó las palabras de su esposa.
—Ahora comprendo todo —declaró Blair—. Al principio entendí que el nombre de tu compañía Arnold & Son, era así por que esta hipócrita sociedad nos hace menos como mujeres y lo comprendía; también al no decir ante los medios quién creó tus relojes más conocidos supongo solo estás orgulloso de mi hermano. Trate de comprender y calle por respeto a ti, pero hoy con la verdad se que no significó nada para ti, solo una niña recogida.
—Quienes fueron mis verdaderos padres si has revelado esto, exijo que me lo digas.
Él sabía que debía decírselo al menos eso era lo que le debía después de abrir su bocota.
—¡Perdóname hija! Yo no quise…
—No soy tu hija, ¡ahora habla! dime cuál es mi origen.
—Está bien te lo diré, hace varias décadas algunos Escoceses se marcharon a América a buscar fortuna, uno de ellos fue mi mejor amigo Angus William Ardlay, el encontró lo que buscaba la fortuna y el amor y hace veinte años fuimos a la ciudad de Chicago para visitarlo, en nuestra estadía en ese lugar cuando caminábamos en un parque había una mujer en deplorables condiciones que tenía una hija recién nacida en brazos y otra de cuatro años nos contó que estaba a punto de llevarlas a un orfanato y tú madre Alba, le dijo que ella cuidaría de ti te amo desde el primer momento que vio, te daríamos todo lo que tú merecías, esa mujer no lo pensó en darte a nosotros para criarte, eras muy pequeña esos recuerdos difícilmente estén en tu mente y no me digas que mi querida Alba no es tu madre eso si no lo permitiré ella te amo como nadie en el mundo.
Blair salió corriendo de su casa, no supo cuánto lo hizo hasta que llegó a uno de los acantilados de los bellos valles de Escocia que le encantaba visitar con su madre y en un pequeño susurro le pareció escuchar lo que le dijera una vez su madre Alba.
“Si amas tu vida, no malgastes el tiempo y vive siendo feliz para que el tiempo te regale lo que mejor sabe hacer que son los bellos y felices recuerdos”
En esos instantes supo lo que debía hacer. Esa noche empaco lo que pudo y salió rumbo América, su padre se enteró en que trasatlántico viajaba y mandó un telegrama al hijo del que fuese su mejor amigo para que de algún modo cuidase de su hija. De ese modo Albert había estado esperando por ella en el puerto de New York, trató de ayudarla a investigar sobre sus orígenes pero fue imposible encontrar algo. Era como buscar una aguja en un pajar. La convenció de partir a la Florida y así es como había llegado a ese lugar. Tuvo la idea de grabar inscripciones en los relojes que ella había diseñado, Albert le ayudó en su idea y eso aumentó las ventas. El mantenía al tanto a Arnold de los pasos de su hija. Es de ese modo que Blair y Albert terminaron siendo buenos amigos.
Su padre decidió darle su espacio y libertad apoyándola en secreto por medio de Albert. Y reveló el origen de su hija al Clan Campbell en Escocia, ellos la repudiaron al no ser una auténtica escocesa.
Continuará…
El tren anunciaba su llegada con el silbido de la máquina de vapor. Neil miró su reloj había llegado puntual al andén, buscaba que su tío bajara del tren miraba de un lado a otro hasta que lo vislumbro a lo lejos.
—¡Albert…! ¡Albert! —gritó haciendo que volteara su tío mirándolo a lo lejos. Camino hasta el.
—Neil ¿Qué haces aquí? Se suponía que vendría George por mi.
—Le dije que yo vendría por ti, me urge hablar contigo, de hecho estaba por ir a Chicago, necesito una explicación.
—¿Explicación? —le sorprendió el tono en que Neil se estaba dirigiendo a él.
—Creo que esta plática la podemos dejar para un poco más tarde.
—No, no yo necesito que me des… —No termino la frase al ver quien baja del tren también. «Lo que me faltaba» —¿Y él qué hace aquí?
—Es por eso que te digo que podemos hablar más tarde si tú quieres, yo invite a Terry a venir conmigo unos días.
A Neil no le hizo mucha gracia ver a Terry Granchester, claramente era un estupido por haber lastimado y dejado ir a una chica como Candy, no es que la amara eso lo tenía claro desde hace mucho tiempo, pero estaba muy de acuerdo con su primo Archie, él había sido un imbécil al dejar ir a una chica como Candy y sobre todo si sabía que la había lastimado al gritar a los cuatro vientos su matrimonio con la actriz Susana Marlow, pero si no le fallaba su memoria recordó ver semanas atrás en las esquelas de defunción que aquella actriz había fallecido.
—Hola Neil, un gusto volver a verte —mencionó Terry sinceramente.
—Pues no puedo decir lo mismo —Respondió molesto.
—¡Neil! —¿Por qué esa actitud? Terry no te ha hecho nada.
—No a mi no, pero a Candy si, fue un cobarde que no luchó por ella.
—No lo voy a negar —mencionó Terry, me merezco eso y más, dejé pasar el tiempo y pensé que ella tal vez… —No acabó la frase pues Neil lo interrumpió.
—No me van a venir a hablar del tiempo, estoy harto de esas estupideces, y esas tontas frases.
—Trató de entender tu actitud sobrino, pero no se que te pasa.
—Es lo mismo que me gustaría decir, quiero entender porque has permitido todo lo que hizo Blair, cuando ella claramente es algo tuyo.
—Neil, has pedido el juicio, no entiendo nada de lo que estás diciendo ¿que tiene que ver en todo esto Blair? ella está en…
—No me interesa saber, imagine esta broma de cualquiera, menos de ti tío
—Vamos a la casa ahí hablaremos con calma.
—¡No! atiende a tu invitado, no me interesa hablar nada más contigo que estrictamente trabajo, al final me doy cuenta que no se puede confiar en nada ni nadie. —se dio la media vuelta en sus talones y se alejó con paso firme.
—¡Neil! Trato de llamarle Albert por última vez —Terry lo tomó del brazo y movió la cabeza en negación.
—Solo déjalo, en estos momentos no vas a razonar con él, está muy enojado por lo que se puede ver, parece que me miró en él dos años atrás, ¡Que hiciste abuelo William Ardlay! si Neil tuviera el poder de abrir la tierra créeme estarias en el infierno. —soltó una carcajada.
—Muy chistoso Terry, pues ahí estaríamos los dos si no mal recuerdo estás aquí porque Robert Hathaway, te dio unas forzadas vacaciones.
—Ay por favor tenías que decirlo, se que le di motivos de sobra, abandone la obra de teatro en media función pero es que te juro que mire a Candy en los balcones más altos estoy seguro de eso, solo quería verla.
—Ya te dije que eso no puede ser cierto, Candy ha estado trabajando en el hospital St Vincent, fue inaugurado hace poco aquí en la Florida y Paty la convenció de venir a ser parte del personal. De hecho en la portada del periódico sobre la noticia ahí está ella pensé que en algún momento tal vez tú la verías. Yo cumplí mi cometido de convencerte de venir; ahora como la vas a buscar es tu tarea. Pero mucha platica vayamos a mi casa seguramente ella estará ahí por la tarde.
—Eso es algo que acabo de reconsiderar en este momento creo que no quiero sorprenderla de ese modo, mejor llévame a tu hotel Palm Beach.
—¿Estás seguro? Ahí está Neil, mi sobrino está a cargo de él desde hace más de un año y tú acabas de ver cómo está nos dejó aquí tirados necesitamos buscar un carro de alquiler. Además Neil te vio tal vez le cuente a Candy.
—Déjame hablar con él, creo comprender que es lo que está pasando con él, más bien el que podría echar a perder todo es el elegante.
—¿El elegante? ¿De quien hablas no te entiendo?
Terry rió y mencionó: —Es Archie, se que para él no soy nada de su gracia, siempre lo recuerdo tan vanidoso cuidado cómo se ve. Albert soltó una carcajada —Ay Terry solo tú tienes esas ocurrencias, y aunque quiera negarlo es imposible, si mi sobrino Archie es toda elegancia y porte. Créeme que si estoy a la tendencia según él es por que él elige mucha de mi ropa.
Ambos se dirigieron al hotel, Terry se instaló en su suite, realmente era un hermoso lugar con bellas habitaciones pero lo mejor era el balcón con vista al mar. Salió y se quedó admirando el bello paisaje del atardecer.
«No sé ni cómo lo voy hacer, pero estoy dispuesto a ganarme tu corazón otra vez» pero creo que antes de eso tengo que ayudar a alguien más.
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Sus pies descalzos caminaban por la arena, las olas del mar golpeaban contra ella mojándose, el olor a sal y algas secas se había convertido en su cosa favorita desde que llegara a la Florida. Desde niña siempre había anhelado vivir en un lugar cálido y con un mar tibio en el que se pudiera meter a nadar, algo muy diferente al lugar donde creció Escocia.
Las noticias que le diera su padre le hizo tomar la decisión de abandonar todo lo que creyó su hogar por mucho tiempo.
Desde niña le encantaba ver el reloj de su madre colgado en la pared, el sonido que él emitía en su tic toc, tic toc, era como si algo en su interior le llamara en hacerse pequeña como pulgarcita cuento que le contara muchas veces a la que creyó por mucho tiempo su madre biológica. Fue ahí donde empezó a dibujar todo el tiempo relojes, su familia era creadora de ellos desde 1897, pero un día convenció a su padre de dejar a la vista la máquina de los relojes de muñeca de los caballeros. La idea fue un rotundo éxito haciéndose conocidos en el extranjero.
Ella pensó que como mujer con ideas propias y ser partícipe del éxito familiar, la dejarían enamorarse, elegir a su esposo; no fue así.
Blair detuvo su caminar y se sentó en la arena recordando cómo había llegado ahí.
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—Padre no me quiero casar con ese hombre, no lo amo.
—No te lo estoy preguntando, es una decisión tomada desde que ustedes eran niños.
—Si pero mi madre me contó antes de morir que eso era por que él clan Campbell era uno de los más poderosos, pero ahora tú eres rico, no necesitas nada de ellos, mi madre me dijo que su último deseo era que aprovechara el tiempo de mi vida enamorándome verdaderamente de alguien.
Su padre enojado al escuchar sus palabras le hizo decirle dura confesión.
—¡Alba no era tu verdadera madre!
Ella se quedó sin palabras y empezó a llorar
—Estás mintiendo ¿verdad? Lo haces para lastimarme.
Su padre se dio cuenta que era demasiado tarde, había dicho una verdad que prometió a su esposa nunca revelar. “Las palabras son como un vaso derramado de agua nunca volverás a llenarlo, si tú le confiesas esa verdad o la lastimas con tus palabras difícilmente te perdonará, yo conozco a mi pequeña Blair” recordó las palabras de su esposa.
—Ahora comprendo todo —declaró Blair—. Al principio entendí que el nombre de tu compañía Arnold & Son, era así por que esta hipócrita sociedad nos hace menos como mujeres y lo comprendía; también al no decir ante los medios quién creó tus relojes más conocidos supongo solo estás orgulloso de mi hermano. Trate de comprender y calle por respeto a ti, pero hoy con la verdad se que no significó nada para ti, solo una niña recogida.
—Quienes fueron mis verdaderos padres si has revelado esto, exijo que me lo digas.
Él sabía que debía decírselo al menos eso era lo que le debía después de abrir su bocota.
—¡Perdóname hija! Yo no quise…
—No soy tu hija, ¡ahora habla! dime cuál es mi origen.
—Está bien te lo diré, hace varias décadas algunos Escoceses se marcharon a América a buscar fortuna, uno de ellos fue mi mejor amigo Angus William Ardlay, el encontró lo que buscaba la fortuna y el amor y hace veinte años fuimos a la ciudad de Chicago para visitarlo, en nuestra estadía en ese lugar cuando caminábamos en un parque había una mujer en deplorables condiciones que tenía una hija recién nacida en brazos y otra de cuatro años nos contó que estaba a punto de llevarlas a un orfanato y tú madre Alba, le dijo que ella cuidaría de ti te amo desde el primer momento que vio, te daríamos todo lo que tú merecías, esa mujer no lo pensó en darte a nosotros para criarte, eras muy pequeña esos recuerdos difícilmente estén en tu mente y no me digas que mi querida Alba no es tu madre eso si no lo permitiré ella te amo como nadie en el mundo.
Blair salió corriendo de su casa, no supo cuánto lo hizo hasta que llegó a uno de los acantilados de los bellos valles de Escocia que le encantaba visitar con su madre y en un pequeño susurro le pareció escuchar lo que le dijera una vez su madre Alba.
“Si amas tu vida, no malgastes el tiempo y vive siendo feliz para que el tiempo te regale lo que mejor sabe hacer que son los bellos y felices recuerdos”
En esos instantes supo lo que debía hacer. Esa noche empaco lo que pudo y salió rumbo América, su padre se enteró en que trasatlántico viajaba y mandó un telegrama al hijo del que fuese su mejor amigo para que de algún modo cuidase de su hija. De ese modo Albert había estado esperando por ella en el puerto de New York, trató de ayudarla a investigar sobre sus orígenes pero fue imposible encontrar algo. Era como buscar una aguja en un pajar. La convenció de partir a la Florida y así es como había llegado a ese lugar. Tuvo la idea de grabar inscripciones en los relojes que ella había diseñado, Albert le ayudó en su idea y eso aumentó las ventas. El mantenía al tanto a Arnold de los pasos de su hija. Es de ese modo que Blair y Albert terminaron siendo buenos amigos.
Su padre decidió darle su espacio y libertad apoyándola en secreto por medio de Albert. Y reveló el origen de su hija al Clan Campbell en Escocia, ellos la repudiaron al no ser una auténtica escocesa.
Continuará…