En la mansión de los Andrew se están haciendo los preparativos para la fiesta, los sirvientes terminan de dar los últimos retoques siguiendo las instrucciones de la señora Candice Andrew, quien desea dejar todo al gusto de tía abuela Elroy, la agasajada del momento. En la planta superior un caballero de cabellos castaños y lentes sostiene en sus manos uno de sus antiguos inventos; en un principio la intención era que fuese un detector de mentira, pero sólo había logrado que el artilugio grabara las conversaciones. Lo había sacado del desván y ésta vez quería asegurarse que pudiese ser el detector que tanto deseaba pues esperaba con ello poder impresionar a su querida Candy.
Su camino fue interrumpido por su hermano Archibalt Corwell, quien venía a buscarle para que estuviese presente a la llegada de la tía:
-¡Stear! Se puede saber ¿Qué haces? Nuestro primo está por llegar junto a la tía abuela y tú aquí jugando como niño pequeño.
-Hermano, sólo quería…
-De querer ¡Nada! Anda que el auto está entrando a residencia y Candy nos está esperando.
-Espera que voy a…
-¡No! De eso nada… anda que sabes que a Candy no le gusta esperar… ¡Es una sargento como la tía Elroy!
-Voy… voy… voy
Exclama el joven mientras es arrastrado por su hermano, no le queda más remedio que dejar sobre una mesilla que se encuentra en el pasillo y bajar para encontrarse con su familia. Los hermanos Archibal y Alistear Corwell habían llegado hace dos días para poder estar presente en tal evento, pues su querida tía cumplía 80 años, y cada vez se quejaba más de lo poco que disfruta de la compañía de como cuando eran pequeños.
Ya eran todos unos hombres y cada uno se dedicaba a sus trabajos, mientras que Candice había sido una compañía adorable para la señora, desde que llegó a la familia después de haber perdido a sus padres en un accidente. Elroy la tomó bajo su tutela y la instruyó para que fuera una señora en todos los sentidos de la palabra, y no podía estar más orgullosa de ella tras verla vestida de novia y casarse con su adorado sobrino.
Hacía casi ya seis años de ello y lo único que esperaba la mujer era poder ver al primogénito de Candy con Anthony; quienes, para el gusto de ella parecían un poco reticentes en complacerla, pero bueno, estaba segura que tarde o temprano terminarían por hacerle caso.
Cuando el auto se detuvo, los tres fueron a saludar efusivos a la tía.
-Oh mis niños ¡Qué alegría verlos finalmente!
-Pero tía ¿Cómo puede seguir llamándonos niños? Ya somos todos unos adultos, hombres y derechos…
-De eso nada Archy, hasta que no te vea casado y con hijos, seguirás siendo mi pequeño. Deberían de aprender de Anthony, él sí que es un hombre honorable, sólo le falta complacerme en lo del nieto… aaahhh… qué disgusto me dan todo el tiempo ¿Cuánto más piensan que voy a durar? Estoy a un paso de la tumba y ustedes no tienen un descendiente.
-Tía, por favor no se altere. Y deje de decir esas cosas, sabe perfectamente que todavía le queda muchos años de vida, no olvide lo que dijo el doctor, que es una mujer lozana para su edad.
-¡Sí claro! Anthony, a este paso deberé durar hasta los doscientos años para ver cumplido mi deseo.
-Ya tía, por favor no se altere por eso, todo llegará a su momento. Por ahora será mejor que suba a descansar un par de horas antes de que empiece la fiesta.
-Oh querida, tú siempre tan atenta conmigo. Tienes razón, subamos que si sigo conversando con éstos tres cabezones terminaré con dolor de cabeza.
-¡John! Sube el equipaje de la tía a su habitación.
Ordena la joven rubia al mayordomo a la vez que todos entraban en la residencia. Acompañaron a la señora hasta su aposento y le ayudaron a que se acomodara, luego llegó Dorothy la dama de compañía de Candy con un poco de té. Tras una breve charla cada quien fue a su respectiva habitación para cambiarse y estar presentables en la fiesta.
Al evento llegaron las familias distinguidas de la alta sociedad de Chicago, inversionistas de imperio Andrew y demás familia y amigos. Todo se desarrolló con normalidad y placer de la tía Elroy; tras el brindis y baile se dio por concluido el evento y los invitados ya habían empezado a marchar dejando sólo a los más íntimos disfrutar de una que otra conversación.
Candy estaba por subir a su recamara, se sentía realmente cansada de todo el ajetreo cuando de presto un grito se dejó oír por todo el edificio. Cada quien salió del lugar de donde se encontraba para ir a las escaleras secundarias de donde había provenido el sonido, y darse cuenta del desastroso suceso.
En la planta superior se encuentra Annie Brither, la mejor amiga de Candy, al pie de la escalinata se encuentra el cuerpo inerte de una mujer.
-¡Oh no! ¡Dorothy! ¡Dorothy!
Chilló la rubia al reconocer a la persona, su dama de compañía. Su rostro palideció al imaginarse lo que había pasado. Tal parecía que se ha caído por las escaleras, dado un mal golpe y por lo visto:
-Se ha roto el cuello… muerta, Dorothy está muerta.
-No, no Nooooo
Lloró Candy, se sintió devastada al saber que su querida amiga y compañera hubiese fallecido de una manera tan terrible. No entendía muy bien qué es lo que había pasado. Archy se encargó de tapar el cuerpo mientras que su hermano ordenaba al mayordomo que llamara urgente a una ambulancia, o la policía… lo que fuera, pero rápido. Solamente Archy se dio cuenta que aparecía Anthony en la parte superior atraído por el escándalo e inmediatamente abrazar a Annie para consolarla. Frunce el ceño confundido, pues lo más lógico era que bajara hasta donde estaba su esposa y abrasara y consolarla, no a su amiga. Por ende, decide acercarse a Candy y abrazarla, llora desconsolada y tirita de los nervios.
Tras verla el médico y recetarle unos calmantes logran que la señora caiga en un sueño profundo, la tía se queda a su lado mientras que Anthony decide ir a dejar a la señorita Brither a su casa, pues también estaba conmocionada con todo y había sido la primera en ver el cadáver. Los hermanos Corwell son los que se encargan de hablar con la policía y explicar las cosas, organizarían el sepelio y entierro.
Según les había dicho el inspector, todo había sido un terrible accidente.
-De seguro se tropezó con éste aparato, perdió el equilibrio y rodó escaleras abajo rompiéndose el cuello. La autopsia confirmara la lesión. Lamento que hayan tenido que presenciar algo así.
-¿Está seguro inspector?
-No lo entiendo… fue mi culpa… yo… yo había sacado mi invento del desván antes de que llegara la tía, pero recuerdo que lo dejé sobre la mesa ¿Cómo pudo llegar eso al suelo?
-No se sienta culpable señor Corwell, ha sido un triste accidente. Probablemente algún niño se habrá colado a la planta superior en plena fiesta y pensó que su invento era un juguete, al ver que no funcionaba o al aburrirse de él lo dejó abandonado en el suelo.
-Cielos, me siento tan culpable… ha sido mi culpa ¡Qué irresponsable fui!
-No digas eso hermano, de ser así también es culpa mía por no haberte dejado guardar tu cachivache y llevarte a rastras a recibir a la tía.
-Lo repito, no fue culpa de nadie. Si me perdonan, volveré a la delegación para redactar el informe. Por favor, transmitan mi pésame con la señora Andrew, todo esto la ha dejado muy conmocionada.
-Muchas gracias por todo inspector. Hasta luego.
Tras despedirse del oficial, el sentimiento de culpa no desaparecía del pecho de los hermanos. Sabían el gran cariño y aprecio que Candy sentía por Dorothy, habían estado juntas desde que había llegado a esa mansión. Por lo que ambos prometieron silenciosamente que no dirían nada de eso para no causarle más dolor, y peor aún, que se termine alejando de ellos por creerlos culpable del terrible accidente que propició la muerte de la joven.