Éste escrito fue inspirado por la canción "Last Chritsmas - Wham!" que hace mucho me lo quería sacar de la cabeza. Espero y lo disfruten.
Desde hace mucho que las navidades, el invierno, la blanca nieve ha perdido su encanto y placer.
Sí… desde aquel desastroso evento.
Finalmente, el chofer nos lleva hasta el lugar y los recuerdos vienen a mi mente constantemente, como lo son los copos de nieve que veo caer por la ventanilla. Mi mujer me toma de la mano, quizás para reconfortarme o porque tiene frío… la verdad que es muy evidente que tener que asistir a éste evento me tiene trastocado.
-Tranquilo cariño, verás que todo saldrá bien.
Con su tierna voz intenta apaciguarme, después de tanto tiempo juntos ya conoce cómo me pongo cuando se desata una tormenta en mi interior… aunque no se hace ni la más mínima idea de la verdadera razón.
Acerco mi mano para colocar un mechón de su cabellera dorada tras su oreja y luego acaricio tiernamente su mejilla. Ella se entrega en el gesto ladeando se cabeza, para hacerme ver que todo está bien.
-Tienes razón. Muchas gracias por acompañarme a éste festival.
-No tienes por qué agradecerme, estoy encantada de poder ayudarte. Sé que no es fácil volver a éste lugar después de todo lo que viviste ahí y de cómo salieron las cosas. Pero ahora eres todo un hombre, seguro de sí mismo y exitoso, bien puedes restregárselo en la cara a esas viejas y desagradables monjas.
-Ha, ha, ha. Puede que tengas razón.
Termino por darle un beso en su mano enguantada al momento que el vehículo se detiene en la entrada principal para poder permitirnos descender.
La ayudo a ella y luego la mantengo aferrada a mi brazo, quizás como una manera de poder aferrarme a la nueva realidad… a lo que es mi vida hoy y no a lo que pudo ser.
Tras unos minutos de haber entrado en el salón donde se realiza la fiesta empiezo a ver caras conocidas. Algunos son de viejos nobles que ayudan a mantener el internado con sus cuantiosas donaciones y de antiguos compañeros de clases, quienes ahora son padres y están ahí para poder compartir con sus hijos.
La estancia está llena de gente, y mi corazón se estremece, encoge o se acelera cada vez que ve la figura de una mujer con su atuendo oscuro de monja. Siento casi el instinto primario de esconderme, no sé cómo podría reaccionar si la llego a ver.
Sin darme cuenta he terminado solo en uno de los pasillos observando tras la ventana. Las imágenes de cuando era joven corriendo por esas tierras aparecen frente a mí… oh incluso los recuerdos que más persisten y he intentado evadir regresan a mi presente.
-Señor… la fiesta se está celebrando allá…
Esa voz… reconozco esa voz.
-… me temo que debo pedirle…
Me giro sobre mis talones para poder ver a la persona a la cara y confirmar mis sospechas. Ella igualmente se sorprende al verme.
-T-Terry ¿Eres tú?
-En carne y hueso.
Le respondo con sorna… inevitablemente a los dos se nos dibuja una sonrisa en los labios, pareciera que se alegra en verme. De presto siento una punzada en mi corazón.
-Santos cielos, no esperaba verte por aquí. Hace tanto tiempo.
-Así es… mi padre no podía venir por motivos de salud y me pidió el favor de venir para que mis hermanastros no pasaran solos su primer festival navideño en el San Pablo. ¡Qué irónico! ¿No le parece hermana Margaret?
-Oh Terry, no seas cruel con tu padre, estoy segura que él habría querido lo mismo para ti, sólo que no sabía cómo hacerlo.
-Tienes razón, gracias al “cielo” que entonces apareciste tú y me diste esa compañía que tanto necesitaba.
Asevero a la vez que dirijo mi mano al crucifijo que cuelga de su cuello, para después poder tocar la curva de su pecho camuflado en ese atroz atuendo oscuro. Ambos nos estremecemos, porque nuestras pieles recuerdan las caricias que una vez nos dimos sin reservas ni telas que lo impidieran.
Un gemino se escapa de su garganta… sí, todavía es un ser que recuerda lo que se siente ser mujer y amada por un hombre. Nuestras mentes se nublan por el deseo.
-Oh Terry, por favor ¡Para! Esto no está bien.
Me crispo e inmediatamente mi humor cambia… le doy una patada a la breve alegría que sentí por reencontrarme con ella para retomar el odio y dolor por la ruptura.
-Por supuesto… cómo sería si no… al final de cuentas después de usar mi cuerpo decidiste que no podías dejar tus hábitos para ser una mujer feliz a mi lado.
-¿Cómo puedes decir eso? Sabes perfectamente que lo que hicimos fue un error, un gravísimo error.
-¿Siente culpa hermana Margaret de haber abusado de un alma joven e inocente como yo?
-¡Shhh! No hables tan fuerte, por favor. Que alguien puede oírte.
-Claro… sería una pena que después de tantos años de silencio, todo mundo se dieran cuenta de tu gran secreto, estimada monja.
Las palabras salen en un tono grave por la mezcla de deseo y rabia. Instintivamente la arrastro a un rincón más oscuro apretando mi cuerpo contra el suyo. Le hablo cerca de su oído.
-Todos se decepcionarían de ti, pensando que eras una persona de fiar… alguien que cumple con sus palabras… pero solamente son artimañas para engañar a los insulsos padres que están más preocupados por sus negocios y placeres que en sus propios hijos… o esos jóvenes ineptos que no tienen ni la más mínima idea de cuán pusilánimes son bajo tus encantos, que buen uso haces para obtener lo que deseas.
-Terry, no te consiento que me hables de esa manera… sabes perfectamente que las cosas no son así. Mis sentimientos por ti fueron sinceros, pero…
-Ni se te ocurra que con ese vano intento conseguirás un beso, estoy seguro que si lo hago me volverás a engañar. Ya no soy tan tonto como para caer en ese juego. Te di mi corazón y tú lo que hiciste fue jugar con él. Sólo me querías para que te hiciera sentir mujer, como un juguete del cual echar mano a tu antojo en éste lugar.
-Terry…
-Dime ¿Ya has conseguido quién ocupe mi lugar? Al cual deslumbrar de tu sensual cuerpo y besos mortales. Recuerda bien Margaret que una vez fuiste mía y estoy seguro que nunca nadie te hará sentir como yo… te ofrecí una vida, un hogar, una salida de éste lugar, pero tú preferiste seguir aferrada a éste atuendo atroz para seguir fingiendo pureza y castidad. Pero no te preocupes, ha llegado el momento de que le entregué mi corazón a alguien especial y no seguir recordando esos días en los que fui un joven bobo y estúpido.
-Terry, me duelen tus palabras. Sabes perfectamente que mis sentimientos fueron sinceros, pero veo que después de tanto tiempo sigues sin poder ver la realidad. Ese no era nuestro momento.
-¿Qué insinúas? ¿Qué ahora sí lo es?
Nuestra conversación debe quedar interrumpida porque escuchamos unos pasos, seguro alguien se dirige en nuestra dirección. Aumentamos un poco más el espacio personal de cada uno para poder recomponer nuestras emociones y pensamientos. Unas monjas acompañas a sus alumnos al salón de fiesta, les hago un saludo con un movimiento de cabeza y decido hacer lo mismo.
Encuentro a mi mujer conversando tranquilamente con otras señoras; ni siquiera se imagina lo que acaba de pasar, pero mi mente no para de rumiar lo que Margaret me ha dicho. “No era nuestro momento”.
Puede que tenga la razón… si lo metido un poco no está tan equivocada. Aunque me hubiese gustado que fuese ella quien estuviese vestida tan elegante como mi mujer, que llevase mi apellido y disfrutase de una buena vida a mi lado, y no de esos asquerosos trapos negros. Pero nada de esto habría sido así, si me hubiese escapado del internado con ella.
Aunque sólo es mayor que mí por unos cuatro años, yo aún era un menor de edad ¿Con qué carajos la iba a mantener? Estoy seguro que le habría dado un infarto al duque cuando se enterase de la huida. Su hijo mayor con una monja que recién había entrada al servicio, sin un céntimo, ni trabajo, ni experiencia.
Por eso cuando le propuse que nos fugásemos y Margaret me dijo que no, y que lo mejor era dejar definitivamente esa “relación” lo primero que se me ocurrió fue ir en busca de mi madre… torpe de mí, pues tampoco fue algo que me saliera bien. Una cosa llevó a la otra y tuve que volver al internado con el rabo entre las piernas. En un principio pensé que ella se alegraba de mi desgracia, como si confirmase que no era lo suficiente hombre para poder ofrecerle una vida.
Sin embargo, todo ello me estuvo atormentando y sacando mi mal humor por mucho tiempo hasta que una atolondrada Candy apareció en mi vida. No puedo negar que gracias a ella pude cambiar y hacer muchos cambios, aunque con dificultad, pude tomar las riendas de mi vida y labrarme mi propio camino.
Puede que las cosas no salieran como lo había pensado, ahora me encuentro en una mejor posición, y una mujer que no es Margaret está a mi lado; ella se esfuerza por hacerme feliz y da lo mejor de sí… no puedo seguir aferrado a un viejo amor que nunca llegará a ningún lugar. Es hora de terminar de madurar y olvidar el pasado de una buena vez.
-Terry, cariño ¿Estás bien?
-Oh sí… cariño, perdona estaba pensando…
-Si tan incómodo estas, podemos marcharnos.
-Tranquila, todo está bien.
Así es… ahora todo irá bien.
Seguimos disfrutando un poco más de la velada, cuando de presto se acercan las personas que menos esperaba. Dos monjas que reconozco muy bien.
-Buenas noches señor Grandchester.
-Buenas noches hermana superior. Buenas noches hermana Margaret.
-Es un gusto verlo después de tanto tiempo Terry. Ahora todo un hombre serio y formal.
-Ha, ha, ha… hermana Gray, en el fondo siempre seguiré siendo yo. Pero permítame presentarles a alguien especial, mi señora. Susana Marlow.
-Un gusto conocerla señora, es un placer ver que uno de nuestros alumnos es todo un hombre realizado y que tiene una gran mujer a su lado. Por favor continúen disfrutando de la velada.
-Un placer hermanas. Gracias por todo.
Terminan de saludarse, y pude ver que haberle presentado a mi acompañante a Margaret no ha sido algo que se esperase, un destello de dolor y tristeza se reflejó en su mirada.
Pero es así… llegó el momento de dejarlo todo atrás y darle mi corazón a otra persona. En el pasado debe quedar ese amor imposible de una vez. Es algo que Margaret y yo asumiremos definitivamente.
Adiós a mi primer amor… una vez te entregué mi corazón y lo rechazaste. Es hora de que cada uno siga su camino.