Felicito también a nuestra queridad jefa Gezabel, por su cumpleaños. Muchas felicidades y bendiciones para ti hoy y siempre
Este año vengo acompañada de unas bellas niñas "Las Musas de Graham" gracias por permitirnos ser parte del foro. Les comparto mi primer aporte, no es la primera vez que escribo de otros personajes, pero sí la primera vez que emparejo a este par Eliza y Albert, son como la tormenta y la calma. Espero les guste.
Parte I
—Vaya, quien lo diría, qué ese indigente es el patriarca de los Ardlay. Todo el tiempo se burló de nosotros… infeliz —dijo Neal.
Neal al igual que yo y que todos, estaba sorprendido, pero a diferencia mía él no se lo calló. Tenía razón, ese hombre jugó con nosotros y lo que más me preocupa es que él sabe cómo tratamos a la huérfana. Por otra parte, es un hombre muy atractivo, demasiado para ser el tío abuelo, solo de recordar su voz aterciopelada se me eriza la piel.
Una idea pasa por mi cabeza y una sonrisa maliciosa aparece en mis labios.
—De qué te ríes, Eliza. ¿Te hace gracia que fuimos la burla de la huérfana y el vagabundo? Porque casi puedo apostar que Candice siempre supo que el tal Albert, era su protector.
—Neil, qué dirías si el tío abuelo, de pronto se convierte en tu cuñado. Claro que sería un sacrificio de mi parte —un delicioso sacrificio, pensé.
—Estás loca, Eliza. No te da asco ese hombre, aunque ahora viste ropas finas, para mí sigue siendo un indigente.
Neil abanicó la mano frente a su nariz, haciendo una mueca de asco.
—Huele riquísimo —aclaré— sus camisas son de seda y sus trajes de alta costura, de mejor calidad que las tuyas y lo más importante, es la cabeza del clan Ardlay. ¿No te gustaría ser su mano derecha en un futuro?, hasta podemos quitar a Archibald del camino, porque te recuerdo que en unos años ese petulante puede ser el segundo al mando de la familia Ardlay.
Mi comentario acertado dejó pensando a mi hermano, levantó las cejas y admitió:
—Eres una eminencia, hermanita.
Desde ese día doblegué mi carácter con Candy, si sería su futura madrastra, tenía que llevarme bien con ella, por lo menos delante de su padre adoptivo.
Al principio Albert me trataba con indiferencia, evitando cruzar palabras conmigo, pero no me hizo desistir de mi plan; por el contrario, ahora visitaba con más frecuencia a la tía abuela y me quedaba a cenar, pues solo a esa hora podía ver a Albert. Una noche ella se disculpó conmigo, ya que no nos acompañaría a cenar, debido a una jaqueca que la tuvo en la cama todo el día. "bendita jaqueca" pensé con alegría, pero con el rostro marcado por una preocupación que no sentía, esa era la oportunidad que estaba esperando para estar a solas con él y no la dejaría pasar.
—Tío, —hablé en voz baja, con un poco de miedo, pues la imponente figura de ese hombre me hacía temblar por varias razones, la que menos me gustaba era que me hiciera sentir vulnerable ante su mirada— sé que no le agrado —agregué con inocencia—. Porque me he portado mal con Candice — él se irguió en la silla al escucharme y dejó de comer para mirarme.
—A qué viene eso Eliza, que yo recuerde, no te he reclamado nada. Estoy al tanto de lo que ha pasado entre Candy y tú, confío que es cosa del pasado y de ahora en más, no se repetirá.
—Y puede estar seguro de que así será —respondí viéndolo de forma sumisa y dándole una sonrisa inocente.
Es verdad que Candy no me simpatiza, pero ya estaba cansada de que hiciera lo que hiciera, ella siempre resultaba victoriosa, Albert me miró por primera vez con dulzura y sus labios poco a poco formaron la más bella sonrisa que un hombre puede poseer. Mi respiración se detuvo por una fracción de segundo, nunca nadie me había mirado así, estaba acostumbrada a las miradas de desprecio de Terry, las de fastidio de Archie y la de hipocresía de mis amistades.
—Te creo, Eli.
Me habló por mi diminutivo y eso me enterneció más, pues ni siquiera mi madre me llama así. Esa sensación de calidez qué él desprendía, se metió en mi corazón esa noche.
—¿Y cuáles son tus planes? —añadió retomando su comida— qué harás el resto del año —especificó al ver mi confusión.
—Qué... ¿Mis planes?
—Sí, qué piensas hacer, estudiar o casarte. Se acercan las fechas de fiestas y eventos, ya sabes, de esas que acostumbran hacer las familias importantes de Chicago. También hay un cantante de ópera italiano en la ciudad, llegó esta semana; deberías ir a escucharlo, es magnífico.
—Me lo imagino, pero yo… No tengo quien me acompañe. Ni siquiera tengo amigos —expresé con amargura, era la verdad, me sentía sola, nunca antes lo había pensado, pero mientras Candy estaba rodeada de muchas personas, yo solo tenía a Neal. Mi pecho dolió por esa realidad y sin ni siquiera planearlo, mis lágrimas brotaron, gruesas y abundantes, deslizándose por mi cara.
—Qué pasa, por qué estás llorando —Albert me vio con compasión y lo último que deseaba en ese momento era causar lástima, no era eso lo que yo quería de él.
Me odié por vez primera por ser como soy, una bruja malvada, que disfruta ver sufrir a otros, pero esa es mi naturaleza, para que negar que gocé con cada humillación que le hice a Candice y a los empleados de la casa.
No respondí, en lugar de hacerlo, me paré de inmediato y me fui dejando a Albert desconcertado. Caminé rápido hasta llegar a la habitación de huésped que estaba ocupando.
"Qué te pasa Eliza, nunca antes te había importado vivir así, sola. Recuerda que no necesitas a nadie para ser feliz, como dice mi madre, eres una reina"
Contrario a la tranquilidad que pensé que me darían mis propias palabras, el torrente salado qué mis ojos expulsaban se incrementó, hasta que se vaciaron por completo.
Al día siguiente reflexioné lo tonta que fui al dejar a Albert sin despedirme. Con qué cara lo vería, si habíamos avanzado en algo, yo misma lo revertí con mi actitud de debilidad.
Pasaba del mediodía, me desperté temprano, pero me sentía avergonzada por lo ocurrido la noche anterior que preferí quedarme en la cama y luego solo me paré a preparar mi maleta para irme a casa. Era lo mejor por ahora, después vería la manera de acercarme a él otra vez. Dos golpes secos se escucharon en la puerta.
—Adelante.
—Señorita, el señor William, le manda a preguntar si bajará a almorzar. En la mañana también preguntó por usted, le dije que se sentía mal y por eso pidió que le trajeran su desayuno a la recamara.
Medité si sería conveniente quedarme y retomar mi plan o irme y regresar la siguiente semana con más ímpetu.
—Dile que sí bajaré.
Cuando bajé, la tía Elroy ya estaba esperando, me dio una mirada rápida, pero se veía molesta por mi tardanza. Me tomé quince minutos más de la hora para almorzar, ya que no me decidía que vestido usar para agradarle al guapo tío. Al final elegí uno rojo que resaltaba mi piel, eso es lo que mi madre siempre dice, que el rojo es mi color.
—¿Ya te sientes mejor, Eliza? Me dijo Eloise, que en la mañana no quisiste bajar porque estabas indispuesta.
—Mucho mejor tía, no fue nada, solo un dolor de cabeza que se me quitó volviéndome a dormir.
—Deberías dormirte más temprano, últimamente te ves cansada.
—Lo haré tía —Albert me estaba observando, con esa mirada tierna que siempre tiene cuando está con Candy.
—Me alegra que estés mejor Eliza, nosotros vamos a ir a la ópera hoy, pensábamos decirte, pero si prefieres descansar lo entenderemos, mi tía tiene razón, te ves algo cansada.
¡Qué! Y ahora de dónde sacan que estoy enferma, me veré tan mal como dicen.
—No, en verdad me siento muy bien. Estoy segura de que en la noche ya ni lo recordaré.
—En ese caso, tendrás que estar lista antes de las siete.
Emocionada, saqué mis vestidos y me los probé uno a uno hasta elegir el que resaltaba mejor mi silueta. Mientras me arreglaba una extraña sensación se apoderó de mí, empecé a cantar y bailar con el vestido sobrepuesto, sorprendida por mi comportamiento me senté en la cama tocando mi pecho, sintiendo como el corazón me palpitaba de antelación por salir con Albert.
¿Y por qué no Eliza?, ya es tiempo de que sepas lo que es amar. Luisa dice que estar enamorada es algo sublime, ¿cómo se sentirá que alguien te ame?
Una de las empleadas me avisó que la tía Elroy y el tío abuelo me estaban esperando en la sala, casi bajé las escaleras corriendo, pues no me había sentido así de emocionada desde que era una niña. Al llegar al último peldaño escuché una risa femenina, una que no me era familiar.
Con sigilo llegué hasta la sala, mi tía me recibió con un asentimiento aprobando mi ropa y frente a ella estaba sentada una mujer a la que solo le veía la espalda. William me vio y se puso de pie indicándome que me sentara a su lado.
—Eliza, qué bien te ves.
—Gracias —le sonreí, aunque me decepcionó su cumplido, pues esperaba palabras más halagadoras.
—¿Recuerdas a Patty?
—¿A Patty?, no, no tengo el gusto…
La mujer se giró, tardé en reconocerla, con ese cabello largo y el rostro más afinado de como la recordaba. Era Patricia O´brien, que con un leve movimiento de cabeza me saludó.
—Ah, Patricia, eres tú. Te ves diferente… pero te ves muy bien —la saludé, esta vez mis palabras fueron sinceras, no podía dejar de verla. Se veía hasta más alta, supongo que es porque bajó de peso.
—Bien, ¿nos vamos? —preguntó Albert, yo miré a mi tía cuando él le ofreció el brazo a Paty.
En el auto la abuela se sentó a mi lado y Paty, en su versión de mujer atractiva intelectual, no dejaba de conversar con William. Pensé que en la ópera sería diferente, pero no. Ellos sonreían y se susurraban al oído, yo me sentía como una entrometida, fuera de lugar con ellos, soportando de vez en cuando los comentarios aburridos de mi tía; eso no era lo que imaginé que pasaría.
—Estuvo maravilloso, ya había tenido el gusto de escuchar al tenor Enrico Caruso —mencionó Patty.
—Es un deleite oírlo —respondió la tía abuela.
—Y a ti, Eliza, ¿qué te pareció? —Albert por fin recordó que yo también estaba con ellos.
—Es bueno, nada diferente a los otros tenores —respondí de malas ganas.
—Oh, no. Yo difiero con tu opinión Eliza. Me atrevo a decir que el señor Caruso es el mejor, y créeme cuando te digo que he asistido los dos últimos años a la ópera, mi abuela era una apasionada de esta música.
—Yo también lo creo, ya otras veces he escuchado excelentes críticas de este tenor, mucha gente me había recomendado sus conciertos, pero la oportunidad no se había dado.
Les devolví una sonrisa apretada y no volví a decir nada, era claro que la estrella de la noche era ella, no yo. Y además, no tenía ánimos de hablar de algo tan aburrido como la ópera. Al día siguiente ya con la cabeza fría, me dije que no dejaría que la amiga de la huérfana se interpusiera en mis planes. En el desayuno Albert nos invitó a cabalgar, hace mucho tiempo que no lo hago y con entusiasmo acepté.
—Agradezco su invitación, pero yo no podré acompañarlos.
—No sabes de lo que te pierdes, Patty. Nada mejor para despertar que una buena cabalgata.
—Eso me han dicho… la verdad es que no sé, siempre me han dado miedo los caballos y por eso nunca aprendí.
—Es una pena, Patty, mi tío tiene razón. A mí me gusta hacer equitación, deberías intentarlo, aquí todos los caballos son muy dóciles.
—Gracias, pero prefiero quedarme aquí. Daré un paseo por los jardines y por los portales de los chicos —mencionó con nostalgia.
—Entiendo.
Esa mañana llegamos hasta una vieja cabaña en medio del bosque. Nunca antes la había visto y eso que Neal y yo siempre nos adentrábamos a cabalgar por esa zona.
—Este fue mi hogar por mucho tiempo —Albert se paró frente a la vieja cabaña, estaba bastante deteriorada, la puerta apenas y se sostenía de una bisagra—. Hay tantos recuerdo allí adentro.
—Se ve que no la han ocupado en años —dije al ver las paredes deterioradas.
—En muchos años —respondió tocando la vieja madera de la puerta—. Mandaré a que la arreglen antes de que termine el año.
—¿Qué la arreglen?, esto más bien necesita que la tiren y la vuelvan a construir —dije asomándome por una ventana.
—Sí, creo que eso será lo mejor, pero como te digo hay tanto valor sentimental en lo que queda de este lugar.
Empujó la puerta y entró, yo le seguí, el olor a humedad y madera podrida era muy fuerte, que tuve que taparme la nariz con mi mano. Él pasó su mano por unos muebles viejos, se sacudió la capa de polvo que le quedó en la palma y recorrió el lugar en silencio. Regresamos a casa en una reñida competencia, la que naturalmente él ganó.
El imponente jefe de la familia, sonreía y hablaba con más soltura. Dejando ver a alguien más jovial con el cabello alborotado y sin la impecable ropa que acostumbra a vestir.
La equitación se volvió una rutina que repetíamos cada mañana. Había más confianza entre nosotros, él poseía una personalidad tan agradable y encantadora fuera del papel del tío abuelo y cabeza de la familia. Me hacía reír con sus anécdotas, y reflexionar con las aventuras que vivió cuando decidió dejar todo y ser él mismo, ahora lo entiendo, Albert buscaba libertad y aventuras y lo logró. Las mañanas eran mis horas favoritas del día, no así las tardes, que el bondadoso tío abuelo en ocasiones salía con Patty en el auto a recorrer el pueblo, para que la señorita no se aburriera.
Un día me dijo que había mandado a reparar la vieja cabaña. Ahora ese era su pasatiempo, ir a ver los avances de esa ruina, olvidándose de mí por las mañanas.
—Candy me dijo que hoy llegaba al Hogar de Pony, si no es mucha molestia de mi parte, ¿me puede prestar a George para que me lleve?, por favor.
—No es ninguna molestia Patty, yo también iré, hace tiempo que no veo a Candy. Ahora que retomó su relación con Terry, solo tiene cabeza para él.
—Es verdad, a mí para que me responda una carta pasan meses.
Ambos reían, no sé por qué les hace gracia.
—Tío, ¿puedo ir con ustedes? —Patty dejó de reír y me vio incrédula.
—¿Cómo dices, Eli?, ¿Has ido alguna vez al Hogar? Hay muchos niños, si no estás acostumbrada, te pueden abrumar —dijo él con voz suave y pausada.
—Nunca he ido, por eso me gustaría conocer, aunque no lo crean, me gustan los niños —afirmé, ellos no se veían convencidos, así que me sentí obligada a continuar, aunque realmente no era necesario, pero quería que me creyeran—. Algunas de mis amigas casadas llevan a sus hijos cuando nos reunimos, son un encanto —mentí, yo ni siquiera tengo amigas.
Continuará...
Última edición por Lady Ardlay el Mar Abr 23, 2024 10:21 pm, editado 5 veces (Razón : El título no se veía)