Este es mi último aporte para este bello grupo Las Musas de Graham. Es un cortito de nuestra principal musa, la inspiradora y creadora de todo este mundo, nuestra querida Pecosa, espero les guste. ¡MUCHAS GRACIAS!
Lo siento llegar a mi lado, pero no me volteo a mirarlo porque hoy es uno de esos días donde la nostalgia me hace pensar en ellas, él lo sabe y me conforta rodeándome con sus brazos, descansando su barbilla en mi hombro.
—¿Estás pensando en tus madres?
Mi pecho se alza y un suspiro escapa de mis labios.
—Sabes que sí —contesto, subiendo mi mano para alcanzar la de él.
—Podemos traerlas acá si tú quieres, ahora que Albert les ha llevado a personas que las apoyan con los niños, quizás...
—No puedo hacerles eso, su vida entera, su corazón están en esa humilde casa —respondo de inmediato.
El Hogar de Pony tiene magia, una sin igual, sus prados, el aire, todo ello se filtra en tu alma y hace que te enamores con solo pararte en la cima de la colina y apreciar la fresca y pintoresca mañana, o el cálido atardecer con sus pinceladas multicolores.
Trepar al padre árbol y ver el paisaje sentada sobre sus ramas es como una mirada al pasado, a mi niñez. Caminar descalza sobre el pasto mojado, respirar el petricor después de una llovizna es como respirar paz.
—¿Desearías vivir allá? —pregunta pensativo— ¿Alguna vez te has arrepentido de aceptar vivir acá? En esta triste y grisácea ciudad.
Una palpitación en mi vientre me hace sonreír y voltearme para quedar frente a él. Agarro su mano y la llevo a mi vientre.
Amo el Hogar de Pony, pero te amo más a ti. Jamás me arrepentiré de dejar mi país para vivir en el tuyo. Te amo tanto mi mocoso engreído. Damos por zanjado el tema con un beso que empieza frente a la ventana y termina en el lecho.
Cuando nuestro hijo nació, mis bellas madres me visitaron. Fue una sorpresa que Terry me dio, la mejor que pudo darme. Reímos, lloramos, nos abrazamos, todo delante de los ojos satisfechos de mi amado.
Ahora con nuestro hijo de un año de edad, por fin viajamos a Illinois, al llegar a la pintoresca casa donde me críe, me bajo olvidando qué ahora soy una esposa y madre, corro para ser recibida por las bondadosas mujeres de mi corazón y los niños que me abrazan con amor.
Al caer la tarde, me quito los zapatos y siento el cosquilleo del pasto bajo mis pies, parezco una niña de nuevo corriendo y saltando rumbo a la colina, me siento bajo el padre árbol y cierro mis ojos disfrutando el atardecer.
Fin