—Pero, ¿por qué no? Candy, piensa bien tu respuesta porque puede que no tengas otra oportunidad como esta.
—Ten por seguro que, aunque no me case nunca, no me arrepentiré de esta decisión.
La vi salir con su naricita en alto, orgullosa de dejarme como a una cucaracha aplastada. Quede devastado con el orgullo herido, porque una huérfana se atrevió a rechazarme. Tragué grueso para deshacer el nudo en mi garganta, me senté pensativo en la silla del tío abuelo, atrapé mi cara con ambas manos y me quede así viendo el suelo, no sé cuánto tiempo. Los últimos rayos del sol iluminaban la estancia cuando me dije que ya era suficiente de sentirme miserable por la insípida de Candice.
—El cambio de clima te caerá muy bien, hay mujeres muy bellas acá. Verás que alguien como tú no tardará en encontrar a una dama para cortejarla o una chica de cascos ligeros para pasar el rato. Ánimo, hijo, que el mundo no se acaba porque una mujer te rechazó.
Le di una mirada fría a mi padre, ¿acaso se estaba burlando de mí? En efecto, Florida era un buen lugar para empezar de cero, me dedicaría al negocio familiar, sería un hombre ejemplar para que esa hospiciana viera lo que se había perdido.
No pasó mucho tiempo para que estuviera rodeado de amigos, iba a fiestas todos los fines de semana. Tenía mujeres hermosas a mi disposición de distintas clases sociales y empecé a pasar más tiempo con mi padre, debido a que los hoteles requerían ser supervisados frecuentemente, pero a donde quiera que yo iba la fiesta venía conmigo.
—Neil, necesito que visites a estas personas, trata de negociar con ellos para que nos vendan esas casas. Están en una excelente ubicación, las derribaremos y construiremos otro hotel en esa zona.
Manejé hasta la casona que era flanqueada por una línea de palmeras a cada lado. Ya había logrado que me vendieran cuatro de las seis casas que mi padre me indicó. Sin embargo, esta casa en particular ya la habían intentado comprar dos meses antes y la persona se negó rotundamente, no era la primera vez que me tocaba negociar con personas que se negaban a vender su propiedad. Bajé las propuestas que usaría, era el precio más elevado que habíamos ofertado, observé alrededor, realmente es un buen lugar. Ahora entiendo por qué mi padre tiene tanto interés en estas casas. Golpeé la puerta y nadie contestó, me asomé por una ventana, pegué mi cara al cristal intentando ver a alguien, pero la casa estaba sola.
—¿Quién es usted? —habló alguien detrás de mí.
—Oh, lo siento usted es… —me sorprendió ver a la amiga de Candy, la que fue novia de Stear —¿Patricia O´brian?
—Neil Legan —respondió sin ganas.
—A mí también me da gusto verte, Paty —dije sarcástico.
—¿Se te ofrece algo? O te equivocaste de dirección —agregó abriendo la puerta.
—¿Vives aquí? —inquirí
—Sí, esta es mi casa.
—¿Puedo pasar? —ella extendió su mano invitándome a pasar, la casa está bellamente decorada, no es muy ostentosa por dentro, pero se siente la calidez de un hogar.
—Toma asiento, ¿gustas una limonada?
El calor en Florida es intenso, casi infernal, en verdad agradecí ese vaso de agua fresca.
—Sí, gracias. Patricia, hace dos meses mi padre estuvo aquí también, está interesado en comprar esta propiedad, ya ha comprado casi todas las de la zona.
—No sabía que era tu padre, sin embargo, Neil, lamento que hayas venido hasta acá porque mi respuesta sigue siendo no. No tengo pensado vender.
—¿Puedo saber por qué? ¿Esta casa es tuya o de tus padres?
—Era de mi abuela, en la época de la guerra nos establecimos aquí en Florida, hace siete meses mis padres regresaron a Londres y mi abuela falleció hace un año y me heredó la casa. Como comprenderás tengo muchos recuerdos aquí, sobre todo de mi abuela en esta casa. No podría venderla, hay mucho valor sentimental en estos muros.
Observé la pared cubierta por algunos cuadros, la ancianita aventurera aparecía en casi todos. Vaya que la recuerdo bien, todo mundo hablaba de ella cuando tuvo la osadía de visitar el Real Colegio San Pablo, sonreí por todo lo que escuché de ella. También hay una repisa con una foto de Stear, Candy, Annie, Archie y Patty y a lado una de la anciana con una tortuga.
—Si eso era todo Neil —la escucho decir con voz suave, se ve cansada, tiene marcadas unas ojeras que demuestran la mala noche que pasó.
—¿Ni siquiera lo considerarás? Te dejaré estas propuestas, honestamente es una gran oportunidad, es la oferta más alta que hemos hecho, deberías aceptar.
—No necesito el dinero —esboza una débil sonrisa.
—Oh, yo lo sé. Sé perfectamente que no lo necesitas, pero piénsalo, eres joven y por lo que me dices vives sola. ¿No crees que esta casa es muy grande para ti? Puedes adquirir un departamento en una de las zonas más exclusivas de la ciudad, si gustas puedo ayudarte con eso.
—Gracias, pero no voy a vender.
—Bien, de todas maneras, te dejo esto —agité los papeles y salí, no me daría por vencido.
De regreso al hotel medité la situación, me sentí muy cómodo platicando con Patricia, es una persona agradable, yo no acostumbro a tener amigas como ella. Siempre son mujeres vanidosas o de la vida alegre, a los dos días regresé y su respuesta fue la misma. Estuve visitándola por al menos un mes, era la misma rutina, me invitaba a pasar y me invitaba un vaso de limonada; con los días empezamos a entablar conversaciones más largas, de todo un poco, entre ellos me dijo que estaba estudiando literatura.
En ocasiones Albert la invita a Lakewood, Patty es muy querida por la familia Ardlay. Hasta la tía abuela le ha tomado aprecio, por eso a veces hacía viajes cortos a Chicago. Candy ahora vive en Nueva York con el arrogante de Granchester, pero Patricia me dijo que pronto viajarán juntas a Lakewood, en esta ocasión para llevar un donativo al Hogar de Pony, entre todas sus virtudes Patty también hace obras benéficas.
Me siento un tanto impresionado con mi excompañera de colegio, una simple chica que no figura en mi prototipo de mujeres. Sacudo mi cabeza y me digo que solo siento admiración por su nobleza.
—Neil, ¿cómo estás? Empezaba a extrañarte, ¿quieres pasar a tomar un vaso de limonada?
Sonrió y esta vez le enseñó la botella de vino que traigo en mi mano.
—No, señorita, esta vez no será limonada.
—Oh, ¿y eso es… vino? —se le colorean las mejillas.
—¿No te gusta?
—En realidad, no tomo mucho vino. No se me da muy bien tomarlo.
—Ah, ya entiendo, eres una alcohólica reprimida, ja, ja, ja. Patty no me hagas el desaire, hoy es mi cumpleaños y nadie se acordó de mí. Ni siquiera mi hermana.
Digo recordando a mi querida hermana que amaneció de mal humor porque discutió con su novio. Mi madre estaba más preocupada por contentar a Eliza que en felicitarme y papá, bueno, él tiene mil asuntos en la cabeza, en realidad lo comprendo.
—Siendo así, no me puedo negar —responde con una amplia sonrisa.
Ha dejado sus gafas en la mesa, su cabello está más largo cada día, lo está dejando crecer y se le ve bastante bien. De nuevo sacudo mi cabeza, creo que necesito sexo desesperado, no he estado con ninguna mujer desde hace mucho, siento que la carga de trabajo me está matando.
—Sigues pensando en él —pregunto tomando la fotografía de Stear, ya hemos bebido media botella.
—Cada día, no hay uno solo que no piense en él —me quita el retrato y lo acaricia con sus dedos. Ese acto me incomoda, no sé por qué.
—Ya deberías superarlo, sal con chicos, conoce más gente. Estoy seguro de que hay alguien que muere por salir contigo.
—Ja, ja, ja ¿En verdad lo crees? Quisiera conocerlo, porque salgo todos los días, visito muchos lugares después de las clases y créeme, los hombres parecen huirme.
—Eso es porque son unos tontos —digo acercándome a ella— eres hermosa Paty, una mujer admirable —inclino mi cabeza y le doy un beso en los labios, ella retrocede asustada— Discúlpame —digo avergonzado y desconcertado por haberla besado.
Salgo sintiendo que el aire me falta, qué diablos acabo de hacer… la asusté, ¿por qué la besé? Me voy al bar de uno de los hoteles, allí está Ernesto, un amigo con el que me he negado a salir porque mi padre dice que no me conviene su amistad, ya que puede pasar tomando todo el fin de semana hasta perder la conciencia.
—Neil, amigo. ¿Cuánto tiempo sin verte? Quieres pasarla bien, hay una fiesta en casa de Demian, habrá chicas. ¿Quieres ir?
Sí, ese es el tipo de fiestas en las que se pierde Ernesto, pero acepto, porque necesito quitarme las ganas de regresar a la casa de Patricia y pedirle que no me tenga miedo y besarla, besarla hasta quedarnos sin aliento. La fiesta es casi como estar en un burdel, mujeres semidesnudas, olor a tabaco y humo llenando el ambiente, botellas y botellas de alcohol. En una de las esquinas hay unos cuantos hombres con unas mujeres aspirando un polvo colorido, sé que es, hasta acá puedo sentir el olor del opio.
—¿Quieres? Puedo conseguirte un poco —ofrece Ernesto siguiendo mi mirada.
—No, gracias, busco otra cosa —camino evadiendo mujeres que se acercan a mí, hasta llegar a una en específico, no es muy alta, tiene el cabello castaño, ojos marrones, tez blanca y tiene un aire de inocencia.
La siento sobre mis piernas y ella se sienta ahorcajadas restregándose en mi pelvis, me desata la corbata y algunos botones de la camisa, cuando quiere hacer lo mismo con mi pantalón detengo su mano.
—Vamos a otra parte.
Ella asiente y me toma de la mano, nos perdemos en la casa hasta llegar a una de las habitaciones, cierro la puerta y en seguida la tengo pegada a mí, besándome y deshaciéndose de mi cinturón. Desabotona mi pantalón, baja mi bragueta y se arrodilla frente a mí, saca mi miembro y lo empieza a succionar, siento la oleada de placer y me dejo hacer lo que ella desea, se para dejándome insatisfecho y entonces levanta su vestido, se pega a la pared quedando de espaldas a mí, separando sus piernas. Me posiciono detrás de ella, entrando salvajemente en su feminidad.
—Te deseo tanto, Patricia —digo después de embestirla con fuerza. Cuando mi liberación llega la escucho hablar.
—Oh, sí, soy Patricia, follame más fuerte papi.
Su voz chillona me molesta, no es la dulce voz de mi Paty, abro los ojos y la suelto. Me acomodo mi ropa y le tiro unos billetes.
—¿Ya te vas? Pero si esto a penas empieza, quieres que te monte en la cama.
—No, esto ha sido todo.
Salgo peinando mi cabello con mis dedos, me voy sin despedirme de Ernesto y de nuevo tengo la misma sensación que cuando dejé a Paty, un vacío en mi interior y la falta de aire. En otros tiempos esto hubiera bastado para calmar mi ansiedad por una mujer, pero me siento aún peor.
En las siguientes semanas no voy a visitarla, hemos comprado todas las casas a excepción de la de ella.
—¿Has ido a ver a la señorita que se niega a vender su casa? —cuestiona mi padre— Duplica el precio, necesitamos que desalojen pronto, no quiero que por una simple muchacha obstinada mi proyecto se venga abajo.
—No es una simple muchacha obstinada —respondo furioso— es una amiga, papá. No venderá, me lo ha dicho mil veces.
—Pues tiene que hacerlo, no me detendré solo por ella, si no lo hace buscaré la forma de desalojarla.
—No puedes hacer eso…
—Entonces haz que te firme el contrato de compra venta.
Doy vueltas antes de llegar a su casa, no me atrevo a bajar, los nervios me carcomen. Es ridículo que me sienta así por Patricia O´brian.
—Paty —saludo cuando abre la puerta.
—Neil —dice con voz cansina.
—¿Puedo pasar?
—Pasa, pero si has venido para pedirme que venda, mi respuesta es no.
Me quedo parado, golpeando con mis dedos el folder con las propuestas. Intento persuadirla, pero ella sigue en su postura, regreso al auto, saboreando mi fracaso y con un humor de los mil demonios, no por su negativa, sino por la frustración de sentir esto por ella. Esa noche Eliza me invita a cenar, algo que hacemos de vez en cuando, pero al llegar al restaurante la veo con su novio y una de sus amigas, pongo los ojos en blanco, pues otra vez la está haciendo de casamentera.
—Neil, ella es Paulette, es una amiga que viene de Francia —menciona emocionada.
La mujer es preciosa, alta, de ojos grises, con un cabello negro en ondas que le llega hasta los hombros, unos labios carnosos pintados de rojo. Pero solo hizo falta que abriera la boca para que su voz nasal me provocara jaqueca, estoy aburrido escuchando como fanfarronea de sus múltiples viajes, su séquito de pretendientes y sus costosas joyas.
—Si me disculpan, voy al tocador.
Me excuso para escapar y salir de una maldita vez. Mientras camino apresurado a la salida, veo a Patty en una de las mesas, sola, como siempre. Luce muy bella, con un vestido negro discreto, pero que la hace ver atractiva y un sutil color frambuesa en sus labios.
—Patty, ¿puedo acompañarte? —se sobresalta con mi voz y me invita asentarme— Vienes sola o esperas a alguien —examino su cara, ella se muerde el labio inferior.
—Vine sola, tenía ganas de comer un buen filete… Hoy me gradué —baja su mirada y unas lágrimas se asoman a sus ojos.
—Bueno, entonces déjame celebrar contigo. Mesero —llamo a un joven que pasa y le pido una botella de champaña.
—No es necesario, estoy acostumbrada a comer sola, de verdad.
—Sí, pero no es una simple cena, estamos celebrando un acontecimiento importante, no todos los días te gradúas, ¿o sí?
La cena transcurre muy amena, la hago reír y eso me da una satisfacción que no creía que podía sentir.
—¡Neil! Oh chérie, aquí estás —la francesa se sienta a mi lado y acaricia mi brazo, ni siquiera voltea a ver a Patty.
—Lo siento Paulette, pero estoy con una amiga —la mira despectivamente y sonríe de mala gana.
—Mucho gusto, lamento decirte que me llevaré a mi cita de nuevo a mi mesa.
Patty me ve abochornada, asiente y pega su copa a sus labios.
—Patty, yo… me dio gusto saludarte.
Antes de regresar a la mesa con Eliza y la francesa, le pido a un mesero la cuenta de la mesa de Patty y la pago, a lo lejos veo cuando Patty va a pagar y el mesero le dice que ya está pagado, ella ve hacia donde estoy y yo levanto mi copa de vino.
—Lo siento, pero debo retirarme, fue un placer conocerte Francesca
—Me llamo Paulette —corrige indignada.
—Oh, sí. Paulette, encantado.
Salgo corriendo en busca de Patty, pero llego demasiado tarde, ella se ha ido en un taxi. Me quedo parado sopesando la idea de ir a su casa, pero no lo hago.
—Neil, es bueno verte —esta vez Patty va al resort.
—Hola Patty, ¿todo bien?
—Sí, vine porque he decidido vender la casa.
Me levanto de la silla, incrédulo, no esperaba que dijera eso.
—¿Estás segura?
—Completamente, me mudaré a Chicago, Candy dice que no es bueno que esté sola.
—Ajá… pero que harás en Chicago, ¿no se supone que ella está en Nueva York? —digo molesto, por alguna razón pienso que la huérfana quiere emparejar a Patty con Albert.
—Sí, pero me iré al Hogar de Ponny. Ayudaré a la señorita Ponny y a la hermana María con los niños, la maestra que había se ha casado y la hermana María ha estado enferma. Necesitan ayuda y yo me ofrecí.
Siento que mi mandíbula cae al suelo, acaso piensa recluirse como si fuese una monja. Ir al Hogar de Ponny con ese par de mujeres me resulta deprimente.
—¿Al Hogar de Ponny? ¿Y dónde vivirás? Ese lugar no está en condiciones para albergar a nadie más, mucho menos a alguien como tú que estás acostumbrada a otra vida.
—No comprendo por qué lo dices, a mí me gusta convivir con ellos. Viviré allí, hace un par de años el señor Albert mandó a remodelar e hicieron una habitación para huéspedes. La señora Elroy igual me ha ofrecido hospedaje en la mansión, pero yo prefiero estar con Miss Ponny.
—No es lugar para ti —repito buscando en el cajón del escritorio algún contacto que pueda ser útil para acomodar a trabajar a Patty—. Puedo ayudarte a conseguir empleo en algún colegio, tengo unos amigos…
—Te lo agradezco Neil, pero mi decisión está tomada. ¿Dónde firmo?
—Patty, espera… yo… —ella me ve fijamente— buena suerte —digo resignado, pero en cuanto la veo salir, siento esa desesperación que se aloja en mi pecho desde el día que la besé, no hemos tocado ese tema, ni siquiera estoy seguro de que ella se acuerde, estaba un poco ebria esa noche. Pero yo tengo su sabor tan fresco en mis labios, que no me atrevo a admitir que en verdad siento algo por ella.
Oficialmente, iniciamos el proyecto del nuevo hotel. Hoy comienzan tirando una de las casas, conduzco hasta la casa que fue de Patty, hace tres semanas que ella se fue a Chicago, le mande una carta, pero aún no recibo respuesta. Entro a la casa con la esperanza de verla, algo estúpido lo sé, observo todo en orden como si no se hubiera ido, solo se ha llevado las fotografías, dejó todos los muebles y decoraciones, el que creo que es su cuarto sigue intacto como si esperara por ella, ha quedado impregnado su perfume y su esencia aún se puede sentir. Sus sábanas huelen a ella todavía, me acuesto en la cama y cierro los ojos, los momentos que pasamos juntos que no fueron pocos llegan a mi mente, me había acostumbrado a platicar con ella casi todos los días y acompañarla con un vaso de limonada. Rememoro ese único beso y siento un vuelco en mi alma.
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POV Patty
—¡Miss Patty, miss Patty! tenemos visita.
Uno de los niños sube corriendo la colina, estoy recogiendo el material que utilizo para dar las clases. Una vez a la semana imparto las clases debajo del padre árbol, al terminar juego con los niños y disfruto la agradable caricia que el viento me da en la cara y sonrío con nostalgia.
Hace tiempo que ya no pienso en Stear, ahora el recuerdo de Neil es el que ocupa mis pensamientos, me toco los labios siempre que recuerdo el beso que él me dio. Nunca le dije nada. Alguien como Neil no es precisamente lo que yo esperaba de un hombre, ese hombre le hizo imposible la vida a Candy, no puedo imaginar si quiera convivir con la pesada de Eliza, sin embargo, mi cuerpo entero vibraba cuando lo veía parado en el umbral de la puerta y un aleteo de mariposas se esparcía por mi estómago cuando escuchaba su voz.
Muchas veces creí ver un interés en él por mí o tal vez, era solo amabilidad, me convencí de lo segundo el día que lo vi en el restaurante con esa mujer. Porque quién era yo para compararme con una belleza como esa francesa, somos absolutamente diferentes, una mujer como esa queda muy bien del brazo de Neil Legan, en cambio, yo…
—Patricia —mi corazón se detuvo por un instante, un jadeo se escapa de mis labios y al girarme él está aquí, sonriéndome, con el cabello agitándose con el suave viento.
—Neil, ¿qué haces aquí?
—Mi querida Patty, a mí también me da gusto verte —evocó aquella frase que me dijo tiempo atrás y yo sonrió avergonzada.
—Claro que me da gusto verte, solo que no creí volver hacerlo.
—¿Tan mal te caigo? —enmudezco cuando lo tengo frente a mí— vine porque tengo algo pendiente contigo.
—¿Conmigo? —doy un paso atrás atemorizada y él avanza un paso adelante.
El sol se estaba ocultando, la luna apenas se divisaba en el cielo coloreado de franjas anaranjadas y violetas.
—Vine a decirte que… —las palabras no parecen fluir como él acostumbra, se ve nervioso. Yo lo miró desconcertada— extraño el vaso de limonada que me dabas.
Se me escapa una carcajada, es esa faceta divertida de Neil la que me ha cautivado, una que no todos conocen. Esa espontaneidad y esa sonrisa de niño travieso es la que me encanta.
—Bueno, pues… puedo prepararte un barril para que estés abastecido por algún tiempo.
—No es mala idea. Patty, la verdad es que no puedo dejar de pensar en ti. Desde que dejaste Florida no he podido dormir lamentándome por no haberte dicho que… me gustas.
—Pero tu novia, la francesa —susurro
—Esa mujer no es nada mío. Dime si tengo una oportunidad
—Neil, no sé qué decir…
Entonces Neil hizo lo impensable, dramatizando un poco, se agachó y luego flexionó una de sus rodillas, los niños desde la distancia empezaron a gritar al ver esa posición algo romántica como cuando alguien está a punto de pedir matrimonio.
—¿Quieres ser mi novia?
No digo nada, parpadeo un par de veces, alzo la vista y saludo a los niños que gritan a lo lejos.
—¡Por Dios, Patty! Di algo, que las rodillas se me están entumiendo. Dime que aceptas ser mi novia.
—No estoy segura si esto funcionará —musito— pero sí, si acepto ser tu novia.
Neil se puso de pie y me envolvió en sus brazos, me dio un casto beso en la frente, pues teníamos público detrás, bajamos tomados de las manos iniciando así una relación que nadie podía creer, pero que con el tiempo aceptaron con bien al ver la felicidad pintada en la cara del caprichoso señorito Neil Legan. El noviazgo lo hizo cambiar de forma positiva, ahora llevaba una mejor relación con Albert, incluso hasta con Terry. Neil no dejó que derribaran la casa que mi abuela me heredó, cuando nos casamos ese fue el lugar que elegimos para que fuera nuestro hogar.
Fin