En lo alto de una colina bañada por la luz del alba, se alza una majestuosa mansión, un símbolo imponente de la riqueza y el estatus de sus habitantes. Sus paredes de piedra, adornadas con hiedra trepadora, sus ventanales de cristal tallado y su majestuoso portón de hierro forjado, hablan de un mundo de sofisticación y exclusividad.
Al adentrarse en su interior, la grandiosidad se intensifica. Pisos de mármol pulido reflejan la luz como un espejo, mientras que tapices de seda y brocado adornan las paredes. Muebles tallados a mano, obras de arte invaluables y alfombras orientales de intrincados diseños completan la decoración, creando un ambiente de opulencia sin igual.
Sin embargo, en medio de este reino de exuberantes lujos, una figura discreta se mueve con sigilo y eficiencia. Su trabajo, aunque esencial, a menudo pasa desapercibido. Ella es la sombra silenciosa en este mundo de abundancia, la guardiana invisible que garantiza que la belleza y el lujo de la mansión perduren.
La joven, fantasma entre la magnificencia, vaga por los salones con una mirada melancólica. Sus grandes y tristes ojos observan con anhelo a Albert, el señor de la casa. Un hombre apuesto, amable y compasivo que, a pesar de su posición privilegiada, irradia una sencillez que la cautiva.
Cada noche, en la soledad de su habitación, susurra la melodía "Immortality". La canción resuena como un eco de su fervor destinado a nada. La canta en voz baja y temblorosa, imaginando que Albert la nota como algo más y que la ama.
No puede evitar sentir una inmensa alegría cada vez que él la trata con amabilidad o le dirige un bondadoso gesto. Su corazón se llena de una dulce esperanza, soñando con un mundo donde no es solo una sencilla empleada , sino una mujer amada, una compañera para el enigmático hombre. En sus fantasías más íntimas, bailan bajo la luz de la luna, uniendo sus cuerpos en una danza prohibida.
Pero la realidad la golpea sin piedad, devolviéndola a su lugar como una sombra, una figura invisible en la vida del joven patriarca. Sus ilusiones se desvanecen como el humo de una vela, dejando tras de sí un sabor amargo de soledad y frustración.
Un día, mientras limpiaba el ático, encuentra un viejo retrato de una hermosa chica con una mirada melancólica similar a la suya. Sus manos rozan el marco brocado del porta-foto, y junto a él, descubre una carta amarillenta que revela el amor trágico y secreto de la mujer de baja cuna de la imagen con el abuelo del magnate. Las frases escritas con tinta descolorida abruman su alma, pues resuenan en su corazón como un eco de su propio dolor. Se siente identificada con esa historia, una analogía a su propio sentir irrealizable.
Ahora todo cobra sentido. Ella es la sombra enamorada, la reencarnación de ese amor imposible del pasado. Esa es la razón por la que nunca antes encontró su lugar en este mundo. Su espíritu se llena de una profunda tristeza, pero también de una extraña sensación de paz, liberándola de la carga de sus ilusiones inalcanzables. Ya no hay lucha interna, ha encontrado su propósito, con la aceptación de un amor que, aunque inacccesible en el plano terrenal, es eterno y trascendente.
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En una fría noche de tormenta, mientras la lluvia golpeaba los ventanales con furia, Dorothy tomó una decisión. Se vistió como la mujer del retrato, con una sencilla prenda de encajes negros que resaltaba su oculta belleza. Su corazón latía con una mezcla de determinación y nerviosismo.
Se dirigió al estudio del magnate, donde él la esperaba con su acostumbrado té nocturno, ajeno al torbellino de emociones que la invadía.
se acercó a él, con una firmeza que nunca antes había mostrado. En silencio, le entregó un sobre, revelando el secreto que había estado guardando en su corazón.
Susurró la letra de la canción "Immortality", una melodía que expresaba parte de su deseo más profundo: "...And a wish to hold on too, He saw the trapdoor in the sun..." extendió su mano hacia él, esperando una respuesta que nunca llegó.
En ese instante, un rayo iluminó la habitación, cegando al rubio por un instante. Aprovechando la confusión,con un movimiento rápido y decidido, Dorothy se asestó una puñalada mortal. Un dolor agudo recorrió su cuerpo, pero una sonrisa se dibujó en sus labios.
Al apagarse la llama de su vida, ella inició un viaje liberador hacia las sombras inmortales, convertida en la guardiana invisible de la mansión. Su amor se transformó en una devoción eterna, velando por él desde las tinieblas.
En la soledad de la noche, su espíritu vagaría por los pasillos, un susurro en el viento, una presencia fugaz en los espejos. Dorothy, la sombra enamorada, viviría para siempre, protegiendo a su amado desde el otro lado.
“…Algunos mueren sólo para vivir ...”
FIN
Última edición por ambar graham el Dom Mayo 05, 2024 9:50 pm, editado 8 veces