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[b]lCapítulo II Reinado del mal [/b]
Narrado por Natalie
—Aquí está lo que me ha pedido señor Andley —le comunico a mi jefe que lo que él a ordenado ya está listo—. Las cuatro memorias USB dónde están todas las pruebas en contra de Richard Grandchester, los testimonios de los sobrevivientes y el vídeo que usted y yo hemos grabado.
—Gracias Natalie —agradece el señor Andley sonriendo y tomando las USB—. En estos años tú te has vuelto más que solo mi secretaria y asistente, tú te has vuelto mi incondicional.
—Desde que empecé a trabajar para usted, mi vida cambio, pude darle unos buenos momentos a mi papá en su lecho de muerte —aseguro recordando ese momento de mi vida el cual ha sido el más doloroso que he vivido—. Luego que él se fuera, mi vida no tenía sentido hasta que gracias a usted me di cuenta que allá afuera hay más personas que sufren mucho y todo gracias a un hombre llamado Richard Grandchester.
Empecé a trabajar con el señor Andley como su secretaria, poco a poco me reveló que tenía una misión importante la cual era desenmascarar y revelar al mundo al verdadero hombre que es Richard Grandchester.
El junto con su hermano John (padre adoptivo de mi jefe) heredaron la farmacéutica más grande de todo reino unido y una de las más factibles de Europa. La farmacéutica era un buen negocio hasta que Richard hizo una mala inversión, así que el poco dinero que le quedaba lo invirtió en uno de los peores negocios que pueda existir en el mundo; la trata de personas, más específicamente al de mujeres y niños.
Cuando Albert me comentó con pruebas de todas las fechorías y monstruosidades que ese hombre había cometido me horrorice, pero es mismo instante comprendí que mi vida no había acabado al quedarme huérfana.
Ahora tenía la ardua tarea de ayudar al señor Andley para que Richard Grandchester pagará por su crímenes aunque el intento perdiera la vida.
—¿Ya le comento a la señora Karen todo esto? —Pregunto mientras mi jefe voltea hacia un porta retratos dónde se encuentra una fotografía del cuando era más joven junto con una linda señorita.
—Mi Karen no tiene ni la más mínima idea de lo que su padre es capaz —responde sin quitarle la vista a la fotografía—. Las hermanas Grandchester están obsesionadas por complacer a su padre, por eso ambas se casaron con los hermanos Cornwell.
Y al pobre de mi jefe siempre lo he visto triste o reprochándose por la tristeza de la señora Karen la hija más pequeña de Grandchester.
—Aquel día debí de haber traído a Karen conmigo, debí explicarle que todo el embrollo con Helen fue gracias a Richard y sus ganas de separarnos a como diera lugar —reprocha cerrando ambos puños—. Pero debo de admitir que gracias a esa relación nació mi hija Alice, mi otro gran tesoro.
Albert toma otro portarretratos en el cual se encuentra la fotografía de una pequeña de cabello largo y rubio ojos cafés y la sonrisa enorme.
—Su madre no la quiere, pero Karen está de acuerdo y desea se la mamá que Alice necesita —asegura el jefe y yo no puedo sentirme más satisfecha y feliz de que el por fin encuentre la paz y la alegría que tanto merece—. Pero antes necesito que hagas una promesa Natalie.
—¿Qué se le ofrece jefe? ¿Qué quieres de mí?
El señor Andley toma una de las cuatro memorias USB y me la da a mí.
—Yo tendré una memoria y otras personas más y tú —coloca la memoria en mi mano y la cierra—, tú más que nadie merece tener una memoria.
—Gracias por la confianza señor, pero esta es información de gran valor y que evidencia a un criminal y un monstruo como lo es Richard. Yo no creo poder guardar esto bien sin en caso usted muera —lo digo con tanta normalidad ya que desde que entré a trabajar para él me hizo saber que la muerte siempre estaría asechándonos.
—Mi querida Natalie, eres muy inteligente y valiente y sé que con esa cualidades tú puedes hacer lo que sea incluso esconder perfectamente bien está memoria —asegura y mis ojos se llenan de lágrimas que una persona reconozca cualidades de cada una es sumamente conmovedor —, Además, si yo muriera quiero que entregues las cartas que escribí a Karen y Alice. —Ahora me tiende dos sobres los cuales me da.
—Gracias por la confianza, Albert. Y le aseguro que voy a cuidar que las cartas lleguen a sus destinatarios y que Richard Grandchester pague por todo el daño que ha causado. —Guardo ambas cosas en mi bolsillo, luego ambos nos sonreímos.
Nuestras sonrisas no duran mucho tiempo porque unos disparos se escuchan, Albert me dirá al suelo y yo grito.
Sé que hace mucho tiempo estaba consciente de lo peligroso que es trabajar para Albert Andley, sabía que en cualquier momento el poderoso Grandchester se iba a dar cuenta que nosotros lo estábamos investigando y que él nos atacaría e incluso nos mataría, pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo.
El jefe camina hasta su escritorio, y de una gaveta saca armas una me la entrega a mí y las otras se las queda él.
—¡Es Richard Grandchester! —Grito asustada—. ¡Es él y viene a matarnos!
—¡Tienes que calmarte Natalie! —Ordena Albert—. ¡Sabíamos que esto podía pasar, así que vete por el pasadizo secreto, dale la memoria a las autoridades ellos sabrán que hacer!
Y es cierto, siempre tuvimos un plan para cualquiera de nuestros movimientos, en los cuales yo siempre salía ilesa o por lo menos con vida, pero él y todos los demás del equipo estarían en un grave peligro.
—¡Pero, ¿Usted?! ¿Usted tiene que ponerse a salvó, Karen y Alice lo necesitan señor?! —Grito mientras los disparos se escuchan más cerca de nosotros.
Albert me voltea a ver con una tristeza eminente en sus ojos los cuales piden a súplicas aún no irse.
—Si yo muero, por favor hazles saber a la mujer que he amado siempre y a mi hija lo mucho que las amo —dice y no puedo evitar que el corazón se me haga pedazos. Estoy presenciando un sacrificio de amor—. Ahora vete Natalie, ¡Vete!
No hago caso, así que él decide por mí y me coloca detrás de una puerta la cual es secreta y el camino que toma va dar hasta las afueras del edificio justo en una de las tantas alcantarillas de Londres.
—Gracias —es lo único que logró decirle antes que cierre la puerta. Ambos sabemos que es el final y que esta es la última vez en la que nos miremos.
Aún así yo no puedo irme e intento abrir sin éxito la puerta, se escucha un golpe fuerte y el sonido de varias armas.
¡Lo han encontrado!
—Así que aquí te escondes —dice una voz que conozco a la perfección y la cual pertenece a Richard Grandchester—. Aún quitándote la mitad de tu herencia jamás te diste por vencido, ¿no es así, Albert?
—Viví los primeros seis años de mi vida sin mucho dinero —empieza a hablar mi jefe—. ¿Por qué no iba a ser lo mismo ahora?
—De todos los pobres con los que he convivido, tú has sido al que más he admirado —dice Grandchester—. Y al que más he odiado, ¿cómo se te ocurre poner tus asquerosos ojos en mi hija?
—El amor no tiene nada que ver con el dinero y la clase y el amor que Karen y yo nos tenemos es puro, verdadero e invencible —defiende Albert.
—Vamos a ver si ese amor es tan invencible ahora que dejes de existir Andley —dice una voz, voz a la cual yo reconozco de inmediato.
Se trata de Niel Legan, el hombre de confianza de Richard. Según Albert, Niel llegó a con los Grandchester cuando a penas era un niño de cuatro años, la esposa de Richard es muy caritativa y por eso motivo Niel se quedó a vivir ahí para siempre. Lo que no entiendo porqué es que Legan le es tan leal a Richard, ya que para ninguno de ahí es un secreto que el señor de la casa lo maltrataba y lo hacía de menos cada vez que podía y aún con los regaños por parte de su esposa.
—Van a matarme —dice seguro Albert y mi corazón se acelera—. Ahora sí vas separar a tu hija de mi lado, pero lo que no podrás hacer es que tu verdad, tu asquerosa verdad la sepa el mundo entero.
—¡Dios santo, Albert. ¿Qué es lo que pretendes? —Susurro aruñando las paredes. Estoy muy nerviosa y daría lo que fuera para abrir esta maldita puerta y ayudar a mi jefe.
—Si tengo que sacrificarme para que tú caigas, que así sea —asegura. Aún no lo comprendo, él tiene una hija y un amor por el cual vivir. Esto no puede ser así, esto no tiene que ser así—. Pero todos se van a enterar de la clase de hombre que es Richard Grandchester, tus nueros, tu esposa, tus hija y sobre todo Terry va a saber que su padre no es más que un vil traficante.
No oigo más palabras, porque lo que escucho a continuación es lo que tanto temía, muchos disparos y algunas de las balas que cayendo y algo lo cual sospecho es el cuerpo sin vida de mi jefe el que cae al suelo.
Con las manos me tapo la boca para tapar mis gritos, y hago todo lo más humanamente posible para calmarme.
—Ha muerto —dice alguien al cabo de unos minutos voz la cual no reconozco —. Andley está muerto, señor Grandchester.
«Dios mío, no. Acaban de asesinar a mi jefe y yo no pude hacer nada para salvarlo» pienso
—Debemos de llevarnos todo lo que Andley iba a usar en su contra señor.
—No podemos llevarnos nada porque el tiempo se nos acaba —dice Richard y escuchó como algo parecido al sonido del agua cae—. Debemos de irnos ya Alistar.
—Alistair también está metiendo en todo esto y es cómplice de Richard —afirmo a mí misma sorprendida porque las afirmaciones de mi difunto jefe siempre fueron verdaderas. Los Cornwell son culpables por ser cómplices.
—Cuando los peritos y las autoridades lleguen pensaran que esto es un incendio hacia que nadie toque nada y solo préndanle fuego a todo el edificio —El sonido de un encendedor de gas junto a una llamarada se escucha—. Lo único que quedará de Andley serán sus cenizas así nadie jamás sabrá que no murió en este desafortunado incendio si no que yo lo mate.
Vuelvo a colocar ambas manos en mi boca. No puedo creer tal grado de monstruosidad. Richard Grandchester no solo le quitó la vida a un hombre bueno e inocente, si no que ahora va a quemar el cadáver de Albert.
Oigo como el fuego arde y no sé si es mi imaginación o puedo sentir el humo y el olor a carne que se consume por ese fuego. Además no ayuda nada en saber que solo hay una pared que nos separa de ese psicópata y yo, ya que si él se llegase a enterar que yo estoy aquí y que escuche todo mi vida tendría el mismo fin que la vida de Albert.
—Apúrense recojan todas las balas y empiecen a quemar todo el edificio —ordena Richard—. Esto tiene que quedar hecho cenizas.
Esos malos hombres hacen lo que su jefe les dice y antes de dejar de oír la horrible voz de Richard oigo como se burla de Albert.
—Tanto tu amor invencible como tú van a quedar reducidos al polvo —declara y ya no vuelvo a escucharlo otra vez.
Espero unos segundos más aunque mi intuición me dice que debo de abandonar ya el edificio, pero no puedo no si antes hacerle una promesa a Albert.
—Albert, te prometo donde quiera que estés yo voy a decirle a todos quien es Richard Grandchester —digo entre lágrimas—. Lo siento tanto, tú no deberías de estar muerto. No debiste morir.
A veces pienso que la vida puede llegar a hacer muy injusta, al malo le va bien y al bueno siempre tiene dificultades, la pregunta es, ¿por qué? A caso el malo se merece la alegría y el bueno el dolor.
—Y voy a cuidar de Alice y de Karen ambas van a saber del sacrificio que tú has hecho. Lo prometo.
Ahora si corro hacia la salida agarrando la USB como si vida dependiera de ello. Y tan lejos de la realidad no estoy.
Tengo total seguridad que Richard Grandchester va a ir por las personas que le éramos fiel a Albert, nos va aplastar como si fuéramos unos insectos.
Tengo miedo y el corazón me sigue latiendo con mucha fuerza, no puedo dejar de llorar y solo puedo seguir corriendo y corriendo.
Cuando llegó a la salida del túnel mi respiración esta a niveles altos y ni que decir del corazón. Me siento en el suelo y lloro, lloro por la muerte de un buen amigo, por la injusticia del mundo y porque no tengo ni la más mínima idea de lo que haré ahora en adelante.
—Cálmate Natalie. Por amor de Dios —me digo a mí misma abrazando mis piernas—. Tienes que pensar con la cabeza fría.
Hago un intento sobre humano por calmarme, respiro hondo varias veces hasta que me siento mejor.
Pienso que lo más adecuado es ir a casa de la señora Pony, a ese lugar donde llegue hace poco a vivir gracias a la cercanía que había del edificio del señor Albert.
Camino despacio, ya que si camino rápido llegaría a correr y eso llamaría la atención a más de alguien y Dios no lo quiera, pero podría toparme con Richard Grandchester y ahí si mi fin sería inmediato.
Luego de algunos minutos que para mí parecen horas llegó a casa de Pony. Gracias al cielo y no hay nadie en casa. Voy directo a la cocina donde me sirvo un vaso de agua, me lo tomo enseguida sintiendo alivio en la garganta la cual la tenía seca, me vuelvo a servir otro vaso, pero este a diferencia del primero me lo tomo despacio mientras observó la cocina.
Es muy bonita con adornos y cuadros en cada esquina, hay un jarrón que me llama la atención, tiene una flores artificiales y una idea se me cruza por la cabeza.
—Este es un buen escondite —digo sacando la USB de la bolsa de mi falda.
—Definitivamente ese no es buen escondite —recrimina una voz la cual me asusta así que antes de colocar la USB el jarrón se me cae.
—Es una suerte que ese jarrón sea una imitación —dice la señora Eva quien no esta de más decir que me da miedo más ahora que tiene a esa serpiente en sus hombros —, si no Pony te mataría.
—Otra persona más a la lista de quienes me quieren matar —digo por los nervios ya que la señora en verdad me asusto.
—¿Matar? —Pregunta ella con recelo y desconfianza—. ¿De que hablas, muchacha?
Me quedo paralizada, le he dicho un gran secreto a esta mujer a la cual no sé si pueda confiar, y no sé me ocurre nada para inventarle.
—Puedes confiar en mí —asegura acercándose y yo me alejo a causa de su peculiar mascota—. Tienes miedo a causa de ella —asegura acariciando a su mascota—. La gente no comprende a las serpientes sin saber que en si la mayoría de humanos son peores que las víboras. Se pelean unos a otros y se hacen daño al aventar su veneno.
Respiro, parece que está mujer ha descrito muy bien a Richard Grandchester, yo lo veía como un monstruo, pero ahora lo veo más como una víbora.
—Tenme confianza, puedo ver que tu corazón sufre y tu alma llora.
Tiene razón, me corazón sufre y mi alma llora a causa de las injusticias y que otra vez ese hombre se haya salido con la suya. Aunque no del todo, aún estoy viva.
Me rindo y le cuento toda la historia a Eva. Conforme voy contando los puntos importantes sus expresiones cambian de tristeza a un gran enojo.
—Ese buen hombre y el destino te pusieron está gran tarea —indica señalando la USB—, tienes y debes que proteger toda esa información que pondrá fin a ese reinado del mal.
—Pero no tengo idea y no sé un buen lugar para esconderla —digo llorando—. Richard fue más inteligente que Albert y ahora él está muerto.
—¡Patrañas! —Exclama Eva—. La verdad siempre va a prevalecer sea tarde o temprano, así que si tú me lo permites yo voy a ayudarte a esconderte esta cosa.
—¿Qué? —Pregunto.
—Creo que es mejor esconder esto —señala la memoria—, y también que te escondas tú durante un buen tiempo, querida.
—¿Pero dónde? —Cuestionó desesperada.
—En la fuente, cerca de las rocas, haremos un agujero y enterraremos ese aparato ahí —propone y me agrada la idea, si Richard me encuentra tardaría un buen tiempo en encontrarla.
—Sí, señora Eva, es una idea excelente —digo alegre—. Pero antes de enterrarla quiero grabar un último video narrando lo que pasó hoy. También se tienen que saber que quien mató a mi amigo fue Richard Grandchester.
Vamos a mi cuarto y con ayuda de Eva grabamos el vídeo donde explico detalladamente cómo asesinaron a Albert y quien fue. Termino el vídeo y vamos hacia el jardín.
—Porque la verdad prevalezca —digo haciendo una especie de promesa luego de hacer escarbado un agujero profundo pongo la USB envuelta en muchos pedazos de tela.
—Así será hija —asegura Eva colocando su mano en mi hombro.
—Eva —digo lentamente—. Si me llega a pasar algo, si me muero o si me desaparecen, prometa que usted va a darle está USB a las personas adecuadas.
—Niña —susurra Eva y luego toma mi mano—. Sé que no será necesario llegar a esos extremos, pero para que te sientas tranquila, prometo que yo también ayudaré a que la verdad prevalezca.
Ambas nos damos unas sonrisas como queriendo sellar nuestra promesa, luego escuchamos muchos murmullos. Ambas vamos a ver qué sucede. Me sorprendo al ver que traen cargada e inconsciente a Karen Grandchester, la mujer que amaba Albert.
—Ella es Karen —le digo a Eva—, la mujer que mi jefe amaba. Seguramente se enteró de la muerte de Albert.
Una profunda tristeza se apodera de mi corazón, al pensar en lo mucho que mi amigo deseaba estar con Karen y con su hija, pero Richard le quitó la vida a Albert, dejo huérfana a una niña y a su propia hija le acaba de arrebatar al amor de su vida. Mis pensamientos de tristeza son opacados por una preocupación.
—Puede que alguien de la familia Grandchester venga a recoger a Karen y no deben de verme —le indicó a Eva—. Seguramente ellos ya saben quién soy yo y estarán buscándome. ¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer?
—Ve a mi cuarto y enciérrate ahí.
Espero por Eva muchos minutos, no se cuántos con exactitud ya que mi nerviosismo acompañado del miedo hacen que cada segundo se vuelva a una tortura.
Afortunadamente Eva regresa a su habitación.
—Un joven muy galán vino por la chica —responde luego de haberle preguntado que había pasado—. Cabellos castaños y ojos azules, se parece mucho a la pobre Karen.
—Terry Grandchester —aseguro ya que por el físico y su parecido con Karen me deja claro que es el mejor amigo de Albert de quién estamos hablando—. Es el mellizo de Karen, por eso su parecido.
—Comprendo, así como también comprendo que un amor llegó al final, pero otro a penas se está formando —dice y yo no le entiendo del todo, pero recuerdo que está mujer es una especie de adivinadora, bruja o no sé, solo sé que nada de eso me interesa.
—Bien muchacha, yo te aconsejo que te quedes un buen tiempo encerrada aquí en la casa —propone Eva y yo no puedo estar más de acuerdo con ella, pero hay algo que me preocupa—. No te preocupes si no trabajas, yo puedo ofrecerte pagar tu cuarto y tu comida.
—Muchísimas gracias Eva, pero no deseo incomodarla y hacer que gaste su dinero en mí —digo sintiéndome alegre porque alguien se preocupe por mi—. Pero no hace falta.
—Nada de peros, jovencita soy terca y ya decidí que voy a ayudarte en esta noble causa —asegura Eva—. Desde el momento en que decidiste confiar en mí me has hecho tu cómplice y créeme que mi conciencia no me dejará en paz si no hago algo y pongo mi granito de arena para que el mal muera y el bien prevalezca.
No tengo argumentos para negarme a Eva, y aunque los tuviera está señor ya decidió que me ayudara, para ser sincera debo de admitir que tener un aliado me hace sentir mejor.
Quizás Albert dónde quiera que este, estaré reprochándome porque he confiado en esta mujer, pero confío en mi intuición la cual me segura que Eva no me dejará solita y estará conmigo hasta el final.
Los días pasan y yo apenas salgo de mi habitación estoy tan asustada y ocupada en crear un buen plan para atacar a Grandchester de una vez y para siempre. Por el momento lo único que se me ocurre es escribir absolutamente todo lo que he vivido. No me quedo satisfecha con escribir solamente con un manuscrito así que hago tres copias exactas, una la dejo en mi computadora, otra la imprimí, una más las escribo a mano y por último coloco todo lo que he escrito en una USB.
Los días siguen pasando, a Pony y los demás les he dicho que me he quedado sin trabajo. Todos se han solidarizado conmigo y me ofrecen comidas, e incluso Tom me ha dado dinero, el cual rechace, pero el insistió mucho en que me lo quedará.
De los Grandchester no he sabido nada, más que Candice White y Dayana llamaban a la señorita Karen “la dama de negro” y que ella no ha regresado a la cafetería que Marian tiene.
—Gracias otra vez Eva. Por todo lo que ha hecho por mí y por guardar mi secreto —agradezco. Esta noche ha Sido algo diferente, por primera vez he comido en el comedor con todos.
Estas personas son realmente agradables y me queda claro que cualquiera puede llegar a sentirse en familia con ellos. También me ha llegado un sentimiento de agradecimiento hacia Eva, mi corazón está intranquilo y me dice que debo de decir todo lo que tengo en mi corazón.
—Eres una gran jovencita Natalie, valiente y con coraje para querer enfrentar a esa lacra —dice Eva refiriéndose a Grandchester—. Y con lo que respecta al secreto, debo admitir que si le cuento esto a cualquier persona que vive aquí todos lo sabrían en cuestión de segundos y se escandalizarían, y no queremos estresarlos.
—Tengo que pedirle un favor más, Eva —digo temerosa porque voy a hablar acerca de mi propia muerte—. Si yo muero, en mi cuarto hay varios documentos donde escribí mi testimonio y todas las pruebas en contra de Grandchester, así que le agradecería que las guardará bien. Entre más evidencia haya mejor.
—Espero que la muerte no venga por ti, mereces ser feliz por tu buen corazón y tus buenas acciones. —Eva me acaricia el cabello y yo siento este gesto tan familiar—. Pero no te preocupes niña, que si a ti te llega a ocurrir algo, yo voy seguir con la encomienda y te prometo que si yo no lo logro, dejaré encomendada está gran misión a alguien más que si será capaz de hacerlo y que derrotará el reinado del mal.
Después de platicar un rato más con Eva, salgo de su habitación y me voy a la mía. Ya son altas horas de la noche, por lo que me sorprende que la luz de la cocina este encendida y que Candice y Dayana se encuentren ahí riendo y cocinando.
Mi intención es pasar de largo, pero mi atención se pone alerta cuando las escucho nombrar un miembro de la familia Grandchester.
—El joven Therius es tan guapo —dice Dayana y hace ojitos—. Y creo que tú le gustas al igual que a ti te gusta él.
—¡Por Dios, Dayana! ¿Pero que cosas dices? —Pregunta Candy y escucho un leve nerviosismo en su voz—. ¡El joven Therius es incapaz de fijarse en mí!
—Pero tú si en él —repone Dayana—. De otra manera no veo porque te estás desvelando haciendo un pastel para su hermana. Quieres quedar bien con él y esta es la mejor manera para hacerlo.
Dios mío, Candy no tiene que involucrarse con el favorito de Grandchester ya que ese hombre odia a todo aquel que no sea de su clase social, y peor aún si intentan involucrarse con sus hijos.
Un claro ejemplo es Albert, él se enamoro de la hija más pequeña de Richard, y
ese hombre hizo de todo para separarlos, desde meter a una mujer para que se metiera en la cama de Albert hasta matarlo sin piedad.
—Bueno, sí hay algo en ese muchacho de ojos azules que me atrae —asegura Candy y mi temor porque ella termine con balazos dentro de su cuerpo y su cadáver calcinada se hace presente.
Candice es una chica extraordinaria, que obvio merece ser feliz y encontrar un buen muchacho que la ame, con quién se case y tenga una familia, pero estoy segura que esa felicidad no la va a encontrar con Terry Grandchester.
Así que sin que ella me lo pida, le daré un consejo.
—Por favor Candice aléjate de esa familia —pido alzando la voz, tengo que hacer que está muchacha entienda que si se involucra con Therius solo estará en un grave peligro y no podría perdonarme si otra persona más sea asesinada por Grandchester.
—¿Y tú de dónde has salido? —Me pregunta Dayana claramente enojada conmigo, desde que vivo aquí he notado que yo a ella no le caigo muy bien—. ¡¿Estabas escuchando conversaciones ajenas Natalie?! ¡Vaya, la señorita perfecta no es más que una chismosa!
—¿Por qué me dices eso Natalie? —Pregunta Candy—. ¿Conoces a la familia del joven Therius?
Demonios, mi impulso por querer que todas estas personas con las que he convivido estén a salvó y muy lejos de Grandchester me han hecho cometer un grave error. Nadie, absolutamente nadie (además de Eva) Tiene que saber que yo conozco a los Grandchester.
Pienso rápido en algo para salir del embrollo que yo misma me he metido.
—Lo leí en una revista —miento—. Dicen que Therius Grandchester no es más que un vago, picaflor e irresponsable. Por eso digo que no te conviene, pero si tanto te interesa nadie te impide que descubras por ti misma que tan cierto es lo que dicen y el precio a pagar sea un corazón roto —digo utilizando psicología inversa he escuchado que funciona a la perfección y espero que así sea—. Que tengan buenas noches.
—¡Si fuera un irresponsable no estaría tan interesado en ayudar a su hermana! —oigo que Dayana me grita—. No le hagas caso, Candy, esta seguramente está celosa de que alguien tan guapo como Therius se esté fijando en ti. Tú eres muy bonita y ella no.
Ya no escucho más insultos hacia mi persona, pero con los pocos que he escuchado son suficientes para llorar. Me siento tan sola, tan perdida. Con miedo a que Richard me encuentre y acabe con mi vida.
Pero aunque él me matará, he dejado en buenas manos todas las pruebas en contra suya. Puede que sea muy difícil que un “rey” como él caiga, pero estoy segura que la verdad prevalecerá y el bien ganará sobre el mal.
Luego de unos días más, descubro que Candy y Therius Grandchester tendrán una especie de cita, así que decido que lo mejor es seguirlos, por si acaso.
Me he puesto un disfraz, salgo de la casa minutos después de que Candy se haya ido. Al llegar a la esquina hay unos hombres que se acercan poco a poco a mí, yo me pongo en alerta y cambio de ruta.
Trato de parecer tranquila, pero esos hombres cada vez están más cerca de mí, así que corro y ellos también. No hay duda me están siguiendo y estoy segura que esos hombres son de Grandchester. Trato de llegar a un punto más concurrido, pero otro hombre que sale de la nada, me agarra y coloca un pañuelo, poco a poco pierdo la conciencia sabiendo que este será mi fin.
Abro los ojos sintiendo que mis manos y mis piernas están apretadas, me doy cuenta que estoy amarrada de manos, piernas y pies, también tengo una mordaza en la boca.
—Así que y despertó la bella asistente de Albert —dice la asquerosa voz que conozco muy bien; Richard Grandchester está delante de mí.
Es inevitable, voy a morir. Solo me consuela que mi muerte no será inútil, Eva me juro que ella continuará con la misión, pero no tiene porqué saberlo Richard Grandchester sino ella estaría en grave peligro.
—Hemos estado varias semanas como perros guardianes cuidando esa casa hasta que a la señorita se le diera la gana de salir de esa inmundicia —explica. Claro ahora sé porque me descubrieron a pesar de mi disfraz.
Todos salen de la casa a cada rato, supongo que fue de lo más fácil esperar que cualquiera persona no reconocida luego de semanas de constante vigilancia para saber de inmediato que se trataba de mí.
—¿Quién más sabe de esto Natalie? —Cuestiona Richard—. ¿Qué más malditas pruebas tienes en mi nombre?
—Nada más, todo se quemó cuando usted mato a mi jefe, maldito desgraciado—digo y no puedo con el impulso de escupirle en la cara, obviamente no le gusto y me ha dado una patada en el estómago que me ha dolido—. Lo único que queda de pruebas es mi testimonio.
—Y lamentablemente eso también quedará hasta el fondo del agua —asegura sonriendo el muy maldito y mostrándome una gran roca que está atada a mi cuerpo—. Muchachos.
Unos hombres me agarra, ahora entiendo va a matarme ahogada.
—¡No por favor, no! —Pido en un intento de salvarme, pero sé que es inútil, este hombre es incapaz de sentir compasión.
Al oír mis gritos otro hombre me vuelve a colocar la mordaza que Richard me había quitado, ahora solo emito pequeño ruidos.
—Hace un favor asistente, dile a tu querido jefe que siempre el que va a ganar soy yo —dice Richard—. Hasta nunca inútil.
Los hombres me tiran sin piedad al agua, y yo trato de zafarme de las ataduras, pero es inútil. Siento una gran desesperación ya que mis pulmones piden aire.
Hay un momento en el que ya no siento nada y teniendo en mi mente la imagen donde mis padres y yo somos felices, me entrego a la muerte…
Continuará…
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sin comentarios
Que Fue lo que acabé de leer? 
yo no se nada. 
