Fic. Un Rayito De Esperanza
Art. Betty Graha
— Te dejo o llegaré tarde. —Dijo mirando la hora en su reloj de muñeca — Tengo una reunión a primera hora. Termina tu desayuno y túmbate en la cama. Te amo. —La besó rápidamente y cogiendo la chaqueta y ajustando la corbata que se había anudado minutos antes comenzó a andar hacia la salida.
—¡Terry! —Lo llamó antes de que cerrase la puerta — Yo también, te amo.
Terry le sonrió, le hizo un guiño de ojos y lanzándole un beso al aire se marchó.
Llegó a la oficina de reuniones situada en la planta treita y seis de la torre sur, relativamente pronto. Aun así, cuando las puertas del ascensor se abrieron el sonido de los teléfonos sonando inundaron la estancia.
—¡Buenos días, señor Grandchester! —Saludó su secretaria.
—Buenos días, Fabiola. ¿Todo listo?
—La sala de juntas está preparada y el señor Robert Johnson y el Señor Bensanden le están esperando.
—Va a ser un martes movidito. —Bromeó él.
—Eso parece, señor.
Terry entró en la sala de juntas donde los dos inversionistas le estaban esperando y sin más dilación comenzaron la reunión.
Estaba inmerso exponiendo los pros y contras del proyecto en el cual querían invertir cuando una sombra acompañada de un ruido ensordecedor cruzó la estancia. Los tres hombres sorprendidos miraron hacia la ventana para ver qué podía haber sido, pero no vieron nada.
De pronto, el edificio tembló con una sacudida, haciendo que las luces se apagaran y que Terry tuviera que buscar apoyo en una de las paredes.
—¿Qué diablos ha sido eso? —Preguntó confundido.
—No sé, ha temblado como si fuese un terremoto. ¿Hay terremotos en Nueva York? —Preguntó el Señor Bensanden.
— Desde que yo vivo aquí, nunca he sentido uno. —Respondió Robert Johnson — ¿Y tú Terry?
—No. — Examinó con rostro serio y sombrío todo su alrededor, tenía un mal presentimiento y no sabía la razón — Se han encendido las luces de emergencia, no hay corriente.
— Puede que sea un fallo eléctrico. Podemos continuar sin ordenador, ¿Verdad? Probablemente lo solucionen rápido. ¿Continuamos? —Sugirió Señor Bensanden.
Terry y Robert se miraron sin estar muy convencidos, iban a sentarse para proseguir cuando algo en la ventana llamó su atención de nuevo.
—¿Qué es eso que está cayendo? —Preguntó Robert acercándose para verlo mejor — Es...ceniza.
La puerta de la sala se abrió de golpe dando paso a su asustada secretaria. Parecía que fuera se había desatado el caos.
—¿Qué ocurre Fabiola? — Terry se aproximó hasta ella preocupado al ver como sus ojos estaban rojos por el llanto.
—Hay...hay que salir de aquí.... Algo ha ocurrido arriba. Di...Dicen que hay fuego y... Hubo una explosión y... ¡Todos están saliendo! ¡Hay que marcharse de aquí pronto!
—Está bien, tranquila Fabiola. ¡Vámonos de aquí!
Los tres hombres salieron de la sala de juntas acompañados por Fabiola que no paraba de llorar y el resto de los trabajadores estaban como en shock. Terry intentaba mantener la compostura, pero había algo raro en todo aquello. La gente corría de un lado para otro demasiado confusa.
— No podemos usar los elevadores, deberemos bajar por las escaleras. —Dijo dirigiéndose hasta ellas.
Mucha gente bajaba junto a ellos. Nadie sabía con exactitud qué había ocurrido, pero todos hablaban de fuego y humo.
—¿Crees que ha podido ser una bomba como la que pusieron en el atentado de 1993? —Le preguntó Robert.
—No lo sé, y no quiero ni pensarlo lo único que me importa es que salgamos de este maldito edificio de una vez.
Una nueva sacudida hizo temblar toda la estructura, haciendo que algunas personas cayeran al suelo. La gente gritó asustada y empezó a correr de nuevo.
Terry se acercó hasta una señora que permanecía tirada en el suelo para ayudarla a levantarse.
—¡Me duele la cabeza! —Se quejó la mujer.
1Tranquila, continúe caminando.
Charlie, el informático de su planta, que se había acercado hasta ellos para ayudar a la señora miró a Terry y le dijo:
—Hay que darse prisa, amigo. Esto no ha sido ningún accidente. Un hombre ha gritado que un avión se ha estrellado contra la otra torre, y alguien ha dicho eso mismo sobre la explosión que ha ocurrido aquí antes. Esto no me gusta nada, Terry.
—¿Un avión? ¿Estás seguro?
—Te lo juro, es lo que he oído.
—¡Vámonos de aquí cuanto antes.! — Terry reemprendió la marcha para abandonar el edificio.
Necesitaba salir de allí, todo aquello se estaba convirtiendo en una pesadilla. Tenía que llegar a casa, abrazar a su pecosa y reclamarle por decir que no le gustaba el lugar donde realizaba las reuniones de trabajo, al final él también iba a odiarlo.
Iban por la vigésima planta cuando todo se precipitó. Las paredes empezaron a resquebrajarse, los cristales de las ventanas estallaron y las escaleras empezaron a tambalearse...
—¡Vamos, vamos, vamos! —Alentaba Robert incitando a la gente para que bajara más deprisa.
De pronto el techo que había delante de él cedió golpeando al Señor Bensanden que iba delante de él. Las escaleras cedieron haciendo que aquellos que estaban bajando por ellas cayeran, incluido Terry que sintió como algo aplastaba su pierna. Su cabeza golpeó contra el suelo, los gritos de pánico le envolvieron y una luz le cegó.
Cerró los ojos y vio ante él a Candy, hermosa, vestida con un vaporoso vestido blanco y dos pequeños bultos envueltos en una manta rosa y azul en sus brazos. Le estaba sonriendo.
—Ven con nosotros, mi amor. —Pidió extendiendo su mano.
— Candy... —Susurró intentando alcanzar su mano.
La imagen de ellos cada vez era más borrosa, menos nítida. Parpadeó un par de veces ante la luz que le estaba cegando y después...La oscuridad le envolvió.
Continúa