Fic. Un Rayito De Esperanza
Art. Betty Graham
— Candy, tenemos que llevarnos a los bebés a la incubadora. Estan bien, no te asustes, pero al ser prematuros tenemos que vigilarlos.
—Pero... No les ocurre nada, ¿Verdad?
—Estan perfectos, quédate tranquila ¿Sabes cómo se llamarán?
Candy negó con la cabeza. Aún no habían decidido los nombre. Terry tenía dudas. Ojalá estuviera allí para ayudarla a decidir.
—Está bien, por el momento serán los pequeños Grandchester . Vamos a terminar contigo para que puedas subir a planta.
Candy sintió como se llevaban a sus pequeños de entre sus brazos. Los metieron en una pequeña cuna de cristal y los sacaron de allí. Ella cerró los ojos y vencida por el agotamiento, el cansancio y el dolor se dejó ir.
El sonido amortiguado de las voces de los médicos le llegó como un ligero eco dentro de la nube de sopor que se estaba apoderando de ella.
—¿Crees que su marido esté vivo?
—Si salió antes de que los edificios se derrumbaran puede ser, si no ha sido así...
Candy despertó al sentir un pinchazo en su vientre. Notaba su mente embotada, le dolían los pechos y se notaba sin fuerzas. Una sucesión de imágenes llegó a su mente; sirenas, ambulancias, fuego y humo... ¡Sus bebés! ¡Su marido!
Llevó la mano a su ahora plano vientre y abrió los ojos de golpe. No había sido una pesadilla, todo absolutamente todo era real.
Intentó incorporarse en la cama y enfocar su vista borrosa pero una cálida mano en su hombro se lo impidió.
—Tranquila, amor mío o te harás daño.
Candy giró la cabeza para ver al dueño de esa voz que reconocería en cualquier parte. A través de las lágrimas vio como dos ojos azules la miraban intensamente. Su rostro estaba magullado, tenía un pequeño vendaje sobre su ceja izquierda y estaba sentado en una silla de rueda, pero estaba vivo. ¡Vivo!
— ¡Oh Dios mío, Terry! —Rompió a llorar incorporándose en la cama hasta abrazarlo, tarea que no resultó fácil debido al estado de ambos. Él se aproximó en la silla de ruedas para facilitarle el contacto y en cuanto lo tuvo cerca se aferró a su pecho con todas sus fuerzas; llorando, liberando todo el dolor y la angustia que la había embargado al no saber de él.
—Shhh, tranquila, mi amor.. —Intentó calmarla besando su pelo.
—¡Estás aquí! ¡Por un momento creí que...!
— Estoy aquí. Es lo único que importa, mi amor.
—¿Estás bien? —Preguntó observando la escayola en su pierna, escayola en la que no se había fijado antes.
—Sí, solo tengo una pierna rota y algunos golpes.
—¿Sólo una pierna rota? —Preguntó enarcando una ceja.
— Debo considerarme bendecido. Estoy vivo, es lo principal teniendo en cuenta todo lo ocurrido.
—¿De qué hablas? ¿Pudieron evacuar las torres?
Terry la miró sorprendido. Ella no tenía conocimiento del alcance de lo ocurrido.
— Cariño, el World Trade Center ya no existe. Es un amasijo de hierros. No sé sabe cuánta gente ha fallecido, pero... Es una desgracia. —Confesó sin ocultar el dolor que le invadía.
—¡Santos Dios, Terry! — Se llevó las manos a la boca horrorizada — ¡Menos mal que estás a salvo! Saber que estabas allí y qué podrías haber....
—Tranquila, puede decirse que he tenido suerte, lamentablemente para otra mucha gente no ha sido así. Incluso si me hubieran cortado una pierna me sentiría afortunado por estar contigo y con nuestros bebés.
Terry sintió como un pinchazo atravesaba su corazón al recordar todo lo ocurrido.
—¡Los bebés ! ¿Está bien? ¿Los has visto? — El impacto y la alegría de verle allí con ella hizo que se olvidará de dónde se encontraba.
— Están perfectos. — Dijo sin ocultar su emoción al hablar de su pequeños — He conseguido convencer a una enfermera para que me deje verlos ... Se parece a ti, aunque creo que tendrán mi cabello y el color de mis ojos.
Cuando Terry despertó estaba confuso, lo último que recordaba era ver como parte del techo se derrumbaban sobre él. Ver a George y a su padre a su lado, le hizo saber que no estaba muerto.
El destino había querido que al ser rescatado le llevarán al mismo hospital en el que su mujer estaba dando a luz, sin que él lo supiera.
Mientras que Albert esperaba noticias sobre la cesárea de su hermana vio como entraban una camilla y le reconoció. Llamó a Richard Grandchester para informarle que Candy, estaba ingresada en ese mismo hospital y se acercó hasta los médicos para ver qué ocurría con Terry.
Terry no supo que sus bebés habían nacido hasta que no despertó después de ser escayolado. Las enfermeras tuvieron que pelear con él para evitar que saltara de la cama y fuera en busca de su esposa, pero al final, comprendieron la situación y le dieron permiso para visitar a sus pequeños y a Candy cuando despertara.
Su hermana. No pudo evitar llorar al verlos en la incubadora. Según el equipo médico todo estaba bien, pero debían permanecer allí unas horas al ser prematuros. Afortunadamente serían pocas, al haber nacido al final del octavo mes y cumplir con el peso y la talla necesarias.
Era padre. Él había estado a punto de morir mientras que sus pequeños venían al mundo. Alguien debió mover los hilos del destino para que no fuera así. Sabía que el número de víctimas aumentaba a cada minuto que pasaba y aún era incapaz de asimilar todo lo ocurrido. No sabía nada de sus compañeros, si se habían salvado o no, pero no tenía fuerzas para preguntar. Del único que había tenido noticas era de Benssanden y lamentablemente había fallecido. Estaba a su lado cuando los rescataron, pero no se pudo hacer nada por él. Por eso quería permanecer en su pequeña nube de felicidad con su esposa y sus hijos, sabiendo que la dura realidad les golpearía en cuanto salieran del hospital. Puede que fuera egoísta, pero necesitaba protegerse de alguna manera del dolor.
—¿Estás bien? Tu mente se ha ido a otro lugar. — Preguntó Candy.
—Solo estaba pensando en lo afortunado que soy por tenerte a ti, a mis hijos y a esta vida. — Sonrió antes de besar sus labios.
Unos golpes en la puerta les interrumpieron. Una enfermera empujando una cunita entró saludándolos.
—¡Hola papá y mamá! Aquí les traigo a estos pequeños guerreros. Son unos campeones, están fuertes y sanos.!Así que ya es hora de que estén con sus padres. Puedes darle el pecho sin problemas. —Añadió la mujer colocando a los pequeños entre sus brazos — Aquí tienes mamá.
—¡Hola preciosos! —Saludó Candy sosteniendo a sus bebés emocionada besando sus cabecitas — ¡Son lo más bonito que he visto en mi vida! Terry, mira nuestros pequeños milagros.
Terry miró embobado la carita de sus bebés.
— Eres lo que más quiero en este mundo. Y ustedes..pequeños — Dijo acariciando las pequeñitas naricitas — Han sido muy impacientes, no has podido esperar a su hora para nacer y nos han dado un susto de muerte.
— En eso serán igualitos a ti, me has tenido muerta de miedo todo este tiempo.
—¿Cómo vamos a llamarlos? — Preguntó mirando a su esposa — Sé que no hablamos de nombres, pero
Terry esbozó una triste sonrisa al recordar todo lo vivido
— Creo que Hope y Eiddwen serían buenos nombre.
—¿Hope y Eiddwen? —Preguntó extrañado — Significan esperanza y deseo y esperanza ¿No es así?
— Sí. Ellos fueron un rayito de esperanza en el día de ayer.
—Hope y Eiddwen Grandchester Ardley. Me gusta cómo suenan. ¡Hola Hope y Eiddwen! ¿Les gustan sus nombres?
Ambos movieron sus pequeñas manitas ante las palabras de su padre.
—Parece que están de acuerdo.
Hope y Eiddwen Grandchester Ardley, nacieron un 11 de septiembre . Un día que marcó la historia de la humanidad, un día en el que el ser humano demostró lo vil y desalmado que puede llegar a ser. Hope y Eiddwen devolvieron la alegría y esperanza a sus padres y a sus emocionados abuelos y Tío . que babearon al conocerlos. Ojalá ese día hubiera sido un día feliz para todos, ojalá nadie tuviera en sus retinas las dolorosas imágenes que nos estremecieron. Ojalá que Hope y Eiddwen Grandchester Ardley y los niños que nacieron ese día traigan luz y esperanza al mundo.
F I N.
Pd. Muchas gracias a quienes leyeron en esta historia, y gracias por sus comentarios . Estaré compartiendo otra historia