Esta canción tiene un significado muy especial para mí, por eso me he inspirado para realizar este songfic con mis rebeldes como los protagonistas.
Bendita tu luz
Maná
La luz del amor en la música de Maná.
La canción “Bendita tu luz”,
de la banda mexicana Maná, es una oda al amor y a esos momentos mágicos que marcan el inicio de una relación. La letra, escrita con un tono de gratitud y reverencia, celebra el encuentro fortuito con una persona especial y el impacto transformador que tiene en la vida del narrador.
La repetición de la palabra “bendita” enfatiza la sensación de que el encuentro y la conexión con la otra persona son casi un milagro, una bendición divina que ha iluminado su vida y disipado la soledad.
Maná, conocidos por su rock en español con influencias de pop y reggae, a menudo aborda temas de amor, sociedad y política en sus letras. En “Bendita Tu Luz”, se centran en el poder redentor del amor, utilizando metáforas religiosas y espirituales para expresar la profundidad de la gratitud y la alegría que siente el narrador.
La “luz” de la mirada de la persona amada se convierte en un símbolo de esperanza y guía, una luz que ilumina el alma y el camino de la vida del narrador.
La música acompaña perfectamente la letra con un ritmo suave y melodías acústicas que refuerzan la atmósfera íntima y cálida de la canción. 'Bendita Tu Luz' se ha convertido en un himno al amor verdadero y sincero, y es una de las canciones más emblemáticas de Maná, que ha sabido capturar el corazón de millones con su mensaje universal y su melodía conmovedora.
*Texto tomado de internet.
CRÉDITO DEL ARTE: CICI GRANDCHESTER
Nadar es uno de los deportes favoritos de Terence Granchester.
Era su costumbre, antes de ingresar a clases, ir hasta la piscina de su universidad y darse un chapuzón. Cualquier persona que lo mirase a distancia pensaría que estaba por ahogarse e iría al rescate.
Precisamente eso fue lo que hizo Candice White, que había quedado con sus amigas, puntualmente a las 10 de la mañana, para sus prácticas de natación. Ella nunca solía llegar temprano a ninguna cita, pero aquel día fue la excepción. La coincidencia, o el destino, le jugaron una buena pasada.
Terry cerró sus ojos y con las manos hacia arriba se dio un clavado. Candy, que lo veía todo, también se lanzó al agua, pensando que necesitaba ayuda; una vez en la superficie, ella pensó qqu el muchacho le agradecería su buen gesto del día, pero para su sorpresa él volvió a sumergirse, ya que nadie le habló.
Bendito el lugar, y el motivo de estar ahí.
Bendita la coincidencia.
Bendito el reloj, que nos puso puntual ahí.
Bendita sea tu presencia.
Bendito Dios por encontrarnos, en el camino.
Y de quitarme esta soledad, de mi destino.
—Chicas, “gracias”
—ironizó‐ por dejarme plantada hoy en la mañana.
—Lo sentimos mucho amiga, no fue nuestra intención, dijo una joven de cabello corto hasta la nuca que se llama Patricia O’Brien.
—Muy cierto, corroboró una pelinegra de ojos azules y piel muy blanca.
—Bueno. Debo contarles que hoy me sucedió algo súper que extraño en la piscina.
—¡Cuéntanos!, exclamaron las dos chicas en conjunto.
—Conocí al hombre con los ojos más bellos del mundo, de un azul verdoso que hacía juego con la piscina.
—¡En serio!, entonces tenemos galán a la vista, preguntó Annie Brighton.
—Mmm, no, no creo. De seguro ha de ser el típico hombre que por guapo se hace el interesante.
—¿Será? —le cuestionó Patty.
—Seguro que sí, tengo ojo clínico para eso —le respondió señalando con el dedo índice uno de sus bellos ojos verdes.
—Por cierto
—dijo Annie— puedes ir a checar el listado de las materias que estudiaremos este año y el salón de clases por nosotras mientras vamos por unas bebidas.
A pedido de sus amigas, la rubia revisaba lo encomendado cuando de repente un joven tropieza con ella y se hace a un lado, ignorándola.
—De nuevo tú, pensó mientras lo miraba marcharse.
Bendita la luz, bendita la luz de tu mirada
Bendita la luz, bendita la luz de tu mirada
Desde el alma.
Candy y sus amigas junto al novio de Annie platicaban sobre el césped, cuando de repente sostuvo la mirada hacia el frente y miró fijo al mismo chico de los ojos azules.
Él estaba junto a sus amigos, se movía como si estuviese bailando, Candy sonrió porque esos movimientos le parecieron graciosos.
Benditos ojos, que me esquivaban.
Simulaban desdén, que me ignoraban.
Y de repente, sostienes la mirada.
Mientras Terry nadaba, Candy lo observaba desde las gradas del área de la piscina, pero esta vez se había puesto unas enormes gafas negras por si acaso él estuviese mirando para hacer como si nada.
—Candy, últimamente te has vuelto una chica madrugadora, no me digas que nuevamente volviste a encontrar a ojitos bellos.
—Pues, al parecer, a quienes se les está haciendo costumbre llegar tarde es a ustedes, si hubiesen estado aquí cinco minutos antes lo conocerían.
—Huy, ¿ya hablaron?, preguntó entusiasmada Patty.
—No, para nada, si él no me da ni la hora.
Terry había quedado con su elegante madre para tomar un café antes de ir a la universidad.
—Hijo, cómo vas con los estudios, con tus amigos y por si acaso alguna novia por ahí.
—Todo muy bien, excepto con la novia. Quién se va a fijar en una persona como yo.
—Terry, sabes muy bien que no me gusta que hables así de ti mismo. Eres un hombre que, como todos, sin importar su condición, también tiene cualidades, defectos y virtudes porque tú los tienes.
—SÍ, SÍ, SÍ, todo ese discurso me lo sé de memoria y no quiero hablar más del tema, por favor, madre. Aunque, sabes, en estos últimos días siento que alguien me está siguiendo.
—Y por qué sientes eso, dijo la mujer preocupada.
—Porque la encuentro por todas partes a donde voy.
—“La encuentras”, o sea, eso significa que es una mujer la que te sigue y cómo lo sabes.
—Por el inconfundible olor de su perfume a rosas.
—Eso no me ha gustado nada, hablaré con tu padre para que retomes los estudios desde casa.
—No, no lo hagas, porque fuiste tú quien me motivó a tomar las terapias y he decidido no retroceder, Eleanor.
—Entiendo, me has llamado por mi nombre de pila, eso significa que no darás marcha atrás por mucho que hable con Richard.
—Así es
— pronunció con determinación, Terry.
Era el destino el que se encargaba de poner siempre a estos dos jóvenes en el mismo camino. Candy lo vio bajarse de un lujoso vehículo, acompañado por una hermosa mujer mayor. Su rutina de todas las tardes era esperar a sus amigos, sentado en la hierba fresca. Pero esta vez, ella decidió tomar el toro por los cuernos, se sacó el lazo rojo que sostenía su larga cabellera rubia ondulada, peinada en cola de caballo, y lanzándolo hacia su cabeza esperaba una reacción que no llegó porque el muchacho se levantó y se fue de ahí.
Ella corrió detrás de él para alcanzarlo, el joven percibió su perfume a rosas y le sonrió.
—Espera, por qué siempre me esquivas y te haces el que no me ves.
—Porque no veo na... —iba a concluir la frase cuando ella lo interrumpió.
—Cómo que no ves.
—Soy ciego —el joven le enseñó su bastón y siguió caminando.
Por varios segundos, Candy se quedó con la boca abierta hasta que corrió tras él nuevamente.
—Por favor, discúlpame creí que eres de esos hombres que se hacen los interesantes para conquistar a las chicas.
—¿Yo? —se carcajeó Terry— No. Pero lo voy a tomar como un cumplido.
—Soy Candy y tú eres...
—Terry.
—Candy, voy a realizarte una pregunta y espero que me respondas con sinceridad.
—Sí, dime.
—¿Has sido tú quien ha estado siguiéndome en estos últimos días?
La joven esperaba cualquier pregunta menos esa, cómo es que lo podía saber si no veía nada, le estaría tomando el pelo y sería un estudiante de artes dramáticas, por un momento pensó en negarlo, pero cambió de opinión.
—Sí he sido yo, pero ¿cómo sabes que te seguían, o mejor dicho que era yo quien lo hacía?
—Por tu perfume, era el mismo olor siempre.
—Pero no puedo ser la única que use la misma fragancia.
—Es válido, lo sé, pero aunque no me lo creas, te sentía muy cerca de mí y hoy confirmo que eres tú. ¿Te puedo conocer?
—¿Cómo? —preguntó ella.
Terry le pidió que cerrara sus ojos por un momento. Con la yema de su dedo índice fue recorriendo su rostro, su perfil de arriba hacia abajo.
—Tienes facciones finas, tus ojos son grandes, tus pestañas largas y espesas, tus cejas son pobladas. Tu nariz es... —quedó en silencio y empezó a reírse— tu nariz es chata, muy pequeña.
Candy al escuchar aquellas palabras se echó para atrás.
–¿Acaso estás burlándote de mí?
—No, por favor, no lo tomes como una burla simplemente nunca había conocido a alguien con una naricita tan pequeña, déjame seguir conociéndote.
—Tu cabello es largo y rizado —lo mencionó mientras enredaba sus dedos en él. ¿De qué color son tus ojos y tu cabello, Candy?
—Mis ojos son verdes y mi cabello es rubio rojizo.
—Verdes como una esmeralda.
—Sí, y los tuyos son azules como un zafiro.
—Acerté en mi descripción facial?
–Sí y también tengo pecas en mi na—ri—ci—ta —enfatizó.
—¿Eres, pecosa? Qué chica para más guapa, has de tener muchos pretendientes.
—¿Pecosa yo?, ja, ja, ja, bueno sí lo soy. Y en cuanto a los pretendientes por ahí uno que otro.
El tiempo pasaba y lo disfrutaban juntos, yendo a fiestas, o también a reuniones con amigos.
Ella empezó a tener mucho interés en conocer su mundo, el mundo de aquellos que a vista del ojo humano es oscuro, pero en realidad él tenía una luz especial en sus ojos, un brillo, a pesar de no ver.
Para Candy, el castaño miraba con los ojos del alma.
—Terry, me encantaría mucho si me enseñas a leer y a escribir por medio del sistema Braille.
El joven le sonrío de una manera única que hizo darse cuenta a la rubia que se estaba enamorando de él.
—Claro que sí. Esta es mi regleta y el punzón para escribir. Debes saber que en el sistema Braille se escribe de derecha a izquierda y se lee de izquierda a derecha. Estos puntos pequeños se llaman signos generadores, estableciendo en el signo generador las puntuaciones 1, 2, 3, 4, 5, 6.
—¡Vaya! —expresó sorprendida.
—Amigas mías, estoy enamorada, pero tengo miedo de que Terry no sienta lo mismo por mí.
Mientras tanto, al otro lado de la ciudad.
—Madre, estoy enamorado de Candy, pero temo que me rechace.
—Estoy casi segura que ella siente lo mismo por ti, no te desanimes e Inténtalo y declárale tus sentimientos. Ella tiene una luz especial y te mira con amor.
—Candy, si quieres aprender a escribir en Braille debes estar con los ojos cerrados y dejarte guiar por tus dedos, no hagas trampa, no agaches la cabeza.
—Pero, Terry, cómo te has dado cuenta que...
—Porque puedo sentir tu respiración en mi mano.
–Creo que es más fácil pasar el Niágara en bicicleta –las risas no dejaban de parar.
Candy había avanzado mucho en sus clases con Terry, habían quedado que para pasar la prueba tenía que rendir un examen, él le iba a hacer una pregunta y ella debía contestarla.
—Listo, Pecosa, vamos a ver si apruebas o repruebas.
—Ok.
Él le entregó una hoja en donde estaba la bendita pregunta del examen, ella cerró sus ojos y con su dedo índice empezó a leer:
—¿Candy, quieres ser mi novia?
Ante aquella pregunta, la joven se quedó de una sola pieza, tomó la regleta, el punzón y empezó a escribir:
—Sí quiero ser tu novia, Terry.
Gloria divina, de esta suerte del buen tino.
De encontrarte justo ahí, en medio del camino.
Gloria al cielo de encontrarte ahora.
Llevarte mi soledad, y coincidir en mi destino.
En el mismo destino...
Él leyó la respuesta y sonrió feliz, la tomó de las manos entrelazándolas y le pidió dar un paseo por la playa. El vaivén de las olas del mar se convirtió en el testigo de su primer beso de amor.
Terry contó a Candy que siempre quiso aprender a conducir, pero por su discapacidad no pudo, así que ella se empeñó en ser su guía y lo hizo subir a su coche para ahora ella enseñarle a él.
Este par de enamorados daba gracias a Dios por haberlos puesto en el mismo camino.
Terry, emocionado, le empieza a cantar:
Bendita mirada, oh oh
Bendita mirada desde el alma
Tu mirada, oh oh
Bendita bendita bendita mirada
Bendita tu alma y bendita tu luz
Tu mirada oh oh.
Oh oh, te digo es tan bendita
Tu luz amor, amor
Y tu mirada, oh, oh.
Bendito el reloj y bendito el lugar
Benditos tus besos cerquita del mar.
Y tu mirada, oh, oh.
Amor amor, qué bendita tu mirada
Tu mirada, amor.
FIN