- ¡Qué estúpido que fui, no debí dejarte ir!, ¡Debí aferrarme a ti, aunque te resistieras, hasta convencerte! – Me reprochó una y mil veces.
- ¿Y ahora qué hago con tanto amor que tengo en mi corazón para ti? – Me pregunto y subo a la azotea del hospital.
Siento una presión en mi pecho, que no me deja respirar. Camino hacia el balcón y me inclinó, observando la altura, en la que me encuentro en esos momentos.
Un pensamiento cruza por mi mente: Hubiera deseado que Candy no evitara tu caída, ¡Susana Marlow! Sacudo mi cabeza, ante esos crueles pensamientos y levantó mi cara al cielo.
Los copos de nieve caen en mi rostro y el viento helado, tal y como se encuentra mi corazón en estos momentos, me golpea la cara.
Me viene a la mente tu imagen de hace apenas unas horas, cuando pasé a tu lado, cargando en mis brazos a la mujer que se interpuso entre nosotros.
Verte ahí parada, mirándome con esos ojos llorosos, llenos de desilusión, me desgarraron el alma. Mis pies, parecían que arrastraban unas cadenas, y sentía que mis brazos pesaban como plomo.
- ¡No debiste rendirte Candy! ¡Tenías que quedarte a mi lado para luchar juntos por lo nuestro! – Lanzó un grito desgarrador al cielo y mis puños golpean una y otra vez, el acero que protege al balcón.
Me dejo caer lentamente al piso frio, recargando mi espalda en la pared y dejo que mis lágrimas corran sin control.
Desearía que tu corrieras detrás de mi
Y me dijeras mentiras y cosas así
Ojalá besaras a alguien que conozca
E hicieras algo imperdonable
Tal vez odiarte es la única manera de que no duela
Así que voy a odiarte
Voy a odiarte
Te pintaré como la villana que nunca fuiste
Te voy a culpar
De cosas que no haces
Odiarte es la única manera de que no duela
- ¿Por qué Candy? – Gritó una y otra vez, con mi voz temblando por el llanto.
No éramos perfectos
Pero estuvimos cerca de serlo
Cierro mis ojos y revivo los bellos momentos que compartimos - ¿Recuerdas Candy, nuestros días felices en el Colegio San Pablo? ¿Nuestro primer baile y el beso que ese día te robé? Ese y único beso, que aun siento en mis labios.
- ¡Esta separación me está matando! – No sé si pueda soportar estar sin ti, ¡mi amor!
Hasta que puse todo nuestro dolor
Bajo un microscopio
- ¡No puedo aceptarlo Candy! ¡Te amo! ¡Perdón por no haberme atrevido a decírtelo nunca!
Y todavía no puedo afrontarlo
Todavía sigo enamorado
Si es que sirve de algo
Tal vez odiarte es la única manera de que no duela
Así que voy a odiarte
Voy a odiarte
Te pintaré como la villana que nunca fuiste
Te voy a culpar
De cosas que no haces
Odiarte es la única manera de que no duela
- Limpio mis lágrimas y respiro hondo. Y me aferro a un pensamiento: Tal vez algún día volvamos a estar juntos pecosa. ¡Mientras haya vida, hay esperanza!
No es la verdad
No es la cura
Pero odiarte es la única manera de que no duela.
- Me levanto y voy de regreso a esa habitación a encontrarme con Susana. Quedarme con ella es mi única forma de agradecerle por haber salvado mi vida, porque amarla, ¡jamás podría!
- Tenemos que preparar la boda, Terrence. – Me ordena la madre de Susana, cuando me ve entrar.
- Le lanzo una fría mirada y sin importarme la cara afligida de Susana respondo firmemente: ¡Estaré al lado de Susana, solo para ayudarle económicamente y apoyarla en su rehabilitación, nada más que eso! - Mi voz suena firme y decidida.
- Vendré a verte mañana Susana, ¡adiós! – Pronuncio sin mirarla a la cara y dándole la espalda.
- Me coloco de nuevo mi abrigo y abandono el hospital, sin importarme los reclamos de la madre de Susana, quien no deja de gritar palabras sin sentido, mientras Susana no hace más que llorar.
- Salgo del hospital y me dirijo a mi auto. Manejo velozmente sin rumbo fijo, sin dejar de pensar en Candy, ¡Mi tarzán con pecas!
- ¡No me olvides Pecosa! ¡Te amaré por siempre! – Y me pierdo en la niebla, que cubre la carretera.