La lluvia de Lágrimas
a través de la ventana Stear observa la fuerte lluvia , con un incipiente y frío sol, reflejo de la tormenta que se agitaba en su interior.
Él, un joven inventor de alma inquieta, con ideas que volaban tan alto como las nubes, atesoraba en su corazón el amor de Patty, esa chica de gafas y ojos color avellana que había conquistado su espíritu. Ella era dueña de todo lo que él era, su refugio en un mundo que a menudo, a pesar de las apariencias, le resultaba en ocasiones demasiado grande y complejo. Su sonrisa era el sol que brillaba después de la tormenta y su voz la melodía que calmaba sus inquietudes.
Sin embargo, las tinieblas de la guerra se cernían sobre ellos. Amenazando con arrebatarles su felicidad. Ya que, poseído por un patriotismo ardiente, soñaba con unirse a las filas de soldados para luchar por su país con una llama inextinguible.
Patty, en cambio, cuando él le habló de estas ideas, lo miraba con ojos llenos de terror y súplica. No podía soportar la idea de perderlo. ¿Cómo podría seguir? Verlo partir así como así, hacia un destino incierto, era algo que no podía ni quería manejar. Esto desencadenó un ciclo de discusiones entre ellos, con palabras como puñales que herían sus corazones.
Una noche, bajo una tromba de agua, tomó una decisión que cambiaría sus vidas para siempre. Escribió una carta llena de amor, prometiéndole que volvería a ella, que juntos construirían un futuro mejor.
Los ideales se apoderaron de su cuerpo definitivamente. Tan solo dejó el sobre en su mesa de noche y se marchó. El húmedo firmamento, con sus constelaciones, marcaba el camino hacia un mañana mejor en la mente del mozo. Aunque con cada paso que daba hacia lo que suponía gloria y honor, también se alejaba de la parte más dulce y buena de su vida, desprendiendo en su avance una estela repleta de pedazos de su alma.
al tercer día, como la calma tensa que precede a la tormenta, Patty recibió la misiva. Su conexión era tan profunda e inquebrantable que podía sentir la hora exacta en que él se despidió. Lágrimas brotaron de sus ojos como un torrente mientras leía las palabras que la llenaban de dolor y la destrozaban por dentro. La traición la consumía por completo, se sentía abandonada por el amor de su vida. Sus pequeños y delicados puños se aferraron con fuerza, arrugando la carta y lanzándola a las llamas que danzaban en la chimenea de mármol
Los tormentosos días continuaban y el líquido que brotaba de las alturas era como lágrimas que compartían su viva y lacerante herida, sumida en un estado catatónico e incapaz de soportar más la angustia, tomó una decisión desesperada, su último recurso.
Escribió una última misiva a su inventor, plagada de reproches y aflicciones, pero también impregnada de su eterno amor incondicional. Desde la ventana de su habitación, contempló por última vez la lluvia que caía en un día soleado, una paradoja que reflejaba la confusión y el dolor que inundaban su alma. Tomó la decisión final y puso fin a su vida.
Sin saberlo, en otra parte del mundo, su amado, atormentado por la culpa y el miedo, tomaba la decisión de desertar del ejército. La idea de causarle más dolor a ella y a sus seres queridos lo torturaba sin cesar.
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Al regresar con el corazón aun palpitando por la decisión tomada, fue recibido por su hermano Archie, envolviéndose en un fraternal abrazo . La fuerte llovida que había acompañado su huida, ahora era solo un susurro lejano, pensó él.
Archie, pasada la efusividad del encuentro denotaba en su rostro la marcada preocupación, seguido de un silencio que presagiaba noticias aciagas, con manos inestables, le entregó un sobre, Era la última epístola de Patricia.
Stear la tomó con reverencia como si se tratara de un objeto sagrado, la leyó con avidez, la tinta aún parecía húmeda por sus lágrimas. Cada palabra perforaba su alma como una daga afilada, sus piernas flaquearon y solo la pared que lo sostenía evitó que cayera al suelo.
Un grito ahogado escapó de su garganta, un lamento desgarrador que resonó en la habitación.
Se sentía culpable, miserable, ahogado en un mar de dolor, indigno de todo, con el escrito apretado en su pecho, se desplomó. La llovida que creyó cesada por un momento, volvió a caer con fuerza, era el réquiem de su agonía.
El mundo en segundos se había convertido en un lugar gris y vacío, los horrores vividos en el poco tiempo en el campo de batalla no rivalizaban con lo que ahora padecía .
preso de la ansiedad salió sin rumbo , vagó por las calles empapadas por el agua de las nubes, como un alma en pena buscando redención. La imagen de ella lo perseguía en cada esquina, sus ojos llenos de tristeza reprochándole su cobardía, con su deserción no solo había traicionado a su patria, sino que también había arrebatado la vida al amor de su vida, ¿La culpa lo consumiría? ¿Lo condenaba a una eterna aflicción? Quizá era todo eso lo que merecía y mucho más.
Finalmente, llegó a un acantilado que dominaba la ciudad. La precipitación caía a raudales, creando una cortina gris que parecía engullir el mundo. Se acercó al borde que lo seducía, sintiendo el viento gélido azotar su rostro.
En ese instante, una ráfaga de aire le arrebató de las manos la carta de Patricia. La vio volar por el aire, como un pájaro herido luchando contra la tormenta. Y entonces, lo comprendió.
Este manto de agua no era solo un símbolo de su tristeza; era un susurro del cielo, una metáfora de la vida en toda su complejidad. Al igual que la lluvia, la vida era impredecible, una sinfonía compuesta por momentos de alegría y dolor.
Se alejó lentamente del precipicio con una nueva determinación en su mirada. Incluso en los diluvios más torrenciales, siempre brillaba un resquicio de esperanza.
Con el alma hecha pedazos juró honrar la memoria de Patricia dedicando su vida a la paz. Se convertiría en un inventor reconocido, utilizando su talento para crear un mundo donde nadie tuviera que sufrir como él lo hacía.
Ahora, después de mucho tiempo, a pesar de lidiar aún con las pesadillas, ver la lluvia caer era como el día más soleado. En su corazón, sabía que ella siempre estaría con él. En esa agua que caía de la bóveda celestial, encontraba un suave murmullo que le decía: "Nunca olvides que te amo, hasta la eternidad. ¡Será así!"
¿Y tú alguna vez viste la lluvia caer en un día soleado?
FIN
Última edición por ambar graham el Dom Mayo 05, 2024 8:52 pm, editado 5 veces