Espero lo disfruten
Saludos.
Escape
Se levanto y encamino hacia la ventana para correr las cortinas que le impedían ver el exterior. Él lo había querido así, quería evitar tener todo tipo de tentaciones al ver la vida sonriéndole desde afuera de esa casa que ahora lo retenía entre sus garras de múltiples responsabilidades.
Observó como el aire afuera jugueteaba con las ramas del gran olmo que se encontraba en el centro del jardín. El sol tímidamente empezaba a dejar salir sus rayos que aunque aun no calentaban si iluminaban todo el paisaje. A lo lejos se podía ver el lago artificial en el cual alguna vez vivieron unos cuantos patos. Recordaba los buenos momentos que paso frente a este disfrutando solamente de ser libre. Esa era su esencia.
Se volvió hacia el interior del estudio donde se encontraba. Era acogedor, no iba a negarlo, muebles de caoba en color oscuro, estantes llenos de libros, alfombras que guarnecían esa habitación y la volvían más cálida. Pero por muy agradable que fuera esa habitación no le causaba la misma sensación que imaginarse afuera disfrutando de la naturaleza.
Suspiro lastimosamente, esa era su vida, para eso había nacido. Se lo debía, no sabia a quien ni porque pero le debía algo a alguien y el precio era renunciar a su libertad, renunciar a quien era él.
Si, estaba consciente de que se había tomado su “tiempo de gracia”. Pero no fue suficiente. Después de todo, ¿quién puede decir cuanta libertad es suficiente para no extrañarla?, él no podía. Para él jamás habría un limite en cuanto a libertad se refería. Amaba eso y quería volver a sentirse libre.
Puso sus manos sobre sus sienes. Ahí estaba nuevamente ese dolor de cabeza, esos pinchazos que le hacían palidecer y que drenaban su energía. Estrés le llamaban algunos, y apareció a los pocos días de verse encerrado en mil compromisos, los sermones de la tía abuela, la eterna letanía de George acerca de quien era y lo que se esperaba de él, el peso de mantener los negocios a flote y de cuidar su comportamiento por el buen nombre de los Ardlay.
Maldijo para si mismo, ¿desde cuando era tan cobarde? Él ya no era un niño al cual podrían mandar a hacer lo que querían los demás. No, él era ya un adulto capaz de decidir por si mismo lo mejor para él. Sintió un pinchazo, esta vez mas profundo que le hizo flaquear las piernas y caer de rodillas al suelo. Empezó a sentir la falta de aire en su pecho y aunque intento gritar, nada salió de su boca.
Abrió los ojos de a poco, sentía que había dormido una eternidad. Una vez que se hubo adaptado a la claridad, se dio cuenta que no sabía dónde estaba. La habitación donde se encontraba estaba llena de luz y con unos ventanales amplios, a través de los cuales se podía ver el enorme jardín lleno de flores, una fuente con peces de piedra de la cual brotaba agua a borbotones. Intento levantarse pero aún se encontraba un poco débil.
La puerta se abrió y apareció la figura de su buen amigo George siempre con su personalidad tan imperturbable.
—Albert, me alegra que hayas despertado.
—¿Qué me paso?
Guardo silencio por un momento y me pareció ver un brillo en sus ojos antes de responder.
—Sufriste un derrame cerebral, te encontré tirado en el suelo. Lo primero que hicimos fue trasladarte al hospital mas cercano hace dos días. Tuvimos miedo de que no despertarás más.
Él sabia muy dentro de si que esos dolores de cabeza no eran normales. Se lamento por no haber tenido especial cuidado con ello. Apenas llevaba un poco más de un año en los negocios y casi le costaban la vida.
—Mañana te darán el alta, vendré por ti para llevarte a la mansión donde la Señora Elroy te espera. —Explico George mirándolo fijamente y dejando un sobre en la mesita al lado de él—. Estaré aquí a las once en punto.
Se dio la vuelta y camino hacia la puerta, estando ahí se volvió a mirarlo y le sonrío levemente para después desaparecer.
Albert tomo el sobre y lo abrió para saber que era lo que ahí había. Encontró un papel con unas líneas y algo más. Sonrío también mientras cerraba los ojos y se disponía a descansar.
Al día siguiente todo era un caos, el paciente de la habitación 312 no se encontraba por ningún lado y en momentos de nada llegarían por él a buscarlo. Él hospital estaba como loco pues se trataba de un miembro de una de las familias mas importantes de Chicago y de toda América.
George hizo su aparición puntual como lo había señalado. Al verlo, la enfermera encargada del paciente sintió que caía en un remolino sin retorno, ¿Cómo le explicaría que su paciente había escapado? Aún así se armo de valor y fue hacia él.
—Señor Villers, ¿puedo hablar con usted un momento?
—Enfermera Sanders, dígame, ¿en qué puedo ayudarle?
—Pues verá, —mencionó mientras sostenía con más fuerza de lo necesario una carpeta— lamento decirle que el Sr. Ardlay ha desaparecido.
La noticia no pareció sorprender al Sr. Villers, aunque realmente siempre le había visto calmo en cualquier situación por lo que asumió que simplemente era de esas personas que no demuestran lo que sienten.
—Bien, deberé informar a la familia. Muchas gracias.
Apenas había dado unos cuantos pasos cuando otra enfermera le alcanzó,
—Sr. Villers, hemos encontrado este documento en la habitación del Sr. Ardlay y tiene su nombre en él.
George agradeció con un asentimiento de cabeza y tomo el papel, se giró y siguió su camino.
Ya en el auto y en total privacidad se permitió abrir el documento:
Gracias por ser siempre la persona más fiel a mi lado y a quien verdaderamente le importo como persona. Me podrás encontrar en esta dirección por el momento, más adelante te iré informando hacia donde me muevo. No me alejaré nuevamente, solo no seré esclavo de mis deberes. Búscame para las cosas que requieran de mi presencia, de lo demás que se encarguen las personas que he designado.
Nuevamente gracias por tu lealtad.
Con cariño, Albert.
George sonrío con una alegría interna que lo invadía. Le gustaba ver a Albert feliz, después de todo lo sentía como un hijo y ¿Qué padre no quiere la felicidad de los suyos?
Volvió a su seriedad característica, encendió el auto y se dirigió a la mansión de las rosas, ya vería como le explicaría la situación a la Señora Elroy, pero eso no importaba, Albert estaba sano y era libre para disfrutar de su vida como lo merecía.
FIN