-Candy ¿Me harías el honor de aceptar ser mi esposa?
El hombre frente a ella había pronunciado con palabras los sentimientos que lo desbordaban, que había estado queriendo ignorar, opacar e incluso hacer desaparecer. Terry estaba muy seguro que su decisión de alejarse de Candy había sido la peor que había tomado en su vida; el haber estado al borde de la muerte le hizo darse cuenta que había cosas que merecían más valor que su propio orgullo, y una de ellas es la joven de ojos verdes y cabellera dorada que lo observa atónita por su confesión. Ésta estaba a punto de decir algo parecido a una respuesta cuando en eso alguien da dos toques a la puerta para hacerse notar.
-Buenos días… veo que llego en buen momento. Me da gusto ver que mi hermano se encuentra muy bien acompañado, casi podría decirse que todo esto del accidente sólo ha sido un burdo intento de llamar la atención.
Expresó intentando ocultar ese tono sarcástico. Ante ellos ha aparecido un hombre joven de cabellos castaños y mirada oscura, aspecto muy similar a la del paciente. Candy no hizo más que alejarse un poco de Terry pues su sentido común se lo pedía. Él sin embargo lo que hizo fue tomar una posición protectora queriendo ocultar con su cuerpo el de la joven ante la mirada curiosa del extraño, sin amilanarse le contesta:
-Si realmente te hubieses preocupado por mi bienestar no habrías tardado tanto en presentarte. Cualquiera diría que tienes en gran estima a tu hermano mayor cuando ni siquiera has pasado un día velando su sueño.
-Oh por favor. ¿No irás a estar ofendido por ello? Debo presentar mis más sinceras disculpas de ser así. Pero resulta que me encontraba fuera del país atendiendo ciertos asuntos de vital importancia que hizo imposible que mi retorno fuese pronto.
-¿Por un mes? Pues sí que era muy especial esa fulana con la que estabas.
-Lo siento ¿Satisfecho?
-No me hacen falta tus absurdas excusas. Gracias a ello he podido descansar en paz.
-Y de seguro muchas cosas más… disfrutaste de la compañía de unas hermosas enfermeras que muy seguramente se peleaban por darte tu bañito de esponja y refrotar muy bien ciertas partes de tu anatomía. Estoy seguro que incluso ese corderito que intentas esconder a tus espaldas.
-A ella no la metas en tus cosas, no consentiré que contamines su mente con tus mentiras y patrañas.
-Terry, hermanito. Sólo estoy siendo educado, es muy descortés de tu parte no hacer las presentaciones.
Se mofa con grandes aires de indignación, cualquiera que lo viera podría creer que es una persona que sufre las hostilidades de Terry. El hombre hace una reverencia y extiende su mano para presentarse.
-Mucho gusto señorita, yo soy Richard Ayers Grandchester. El hermano menor de Terrence. ¿Usted es?
-¡Nadie!
Responde molesto el joven para impedir que él supiese el nombre de su amada, su hermano sólo hace una risa burlona discreta; vuelve a guardar su mano ya que Terry no permite que se saluden.
-Un gusto en conocerla señorita “Nadie”. Me pregunto si sería tan amable en dejarme un momento a solas con Terry, es que tengo algo importante que hablar con él.
-Sí, por supuesto. Perdone las molestias.
Se excusa en tono dulce y amable para darle a entender que no le ha afectado en lo más mínimo ese reencuentro espinoso entre los hermanos. Candy decide ir un momento a la cafetería a beber algo mientras intenta procesar la confesión de Terry, pues aún no sale de su asombro el saber que tienen los mismos sentimientos, aunque no está segura si hace bien en tener una relación con él.
Una vez que los hombres se encuentran solos Richard toma asiento y observa plácidamente a su hermano, en su pecho revolotean mariposas enormes al verlo con ese pijama azul de hospital, el aspecto un poco demacrado y, sobre todo, perdiendo su puesto como heredero de los Grandchester.
-Anda, dime ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme?
-Verás… he tenido que venir corriendo desde la India, por una carta que recibí de la cámara de los lores.
-¿Y?
-Pues… debido a que has estado ingresado por tanto tiempo has descuidado tus labores que te fueron encomendadas como heredero del ducado Grandchester. Creen que no serás capaz de una responsabilidad de gran envergadura por lo que has sido destituido de la línea de sucesión. Y ¿A que no adivinas quién ocupará tu lugar?
-Ilumíname, figura.
-Pues tu querido y amado hermanito Richard Ayers, o sea, yo.
Terry no emite palabra alguna pues está seguro que si salen serían los insultos más grotescos que se le puedan ocurrir o recuerde. Eso era algo que ya se lo veía venir desde hace mucho tiempo.
Como el hijo mayor, era lógico que fuese considerado el heredero principal de su padre, por lo que recibió los estudios necesarios para cumplir con su deber. Luego nacieron su hermano Richard y Estela; en un principio la relación había sido normal entre ellos, aunque empezó a notar que había cierto favoritismo con su hermano. Quería creer que se debía al hecho de ser pequeño, pero pronto éste lo hacía culpable de cada desgracia que le pasaba o lo inculpaba de sus errores; ahí comenzó a marcar más distancia con la familia y a permanecer en el internado. Hasta que un día que estaba de permiso y decide visitar su casa escucha como esa mujer que había creído que era su madre se estaba quejando con su padre de que no podía considerarlo como su heredero, pues había sido fruto de una aventura.
Su verdadera madre había fallecido cuando dio a luz, y esa mujer había accedido a casarse con su padre y reconocerlo ante la sociedad como su hijo, pero el legítimo heredero era Ayers, por lo que se oponía rotundamente en aceptar que fuese Terry quien tuviese ese puesto que no le pertenecía. Cuando escuchó ello hizo todo por enterarse quién era su verdadera madre.
Estaba tan triste y decepcionado con su suerte que en varias ocasiones deseaba no existir, desaparecer de la faz de la tierra. Aunque le era imposible volver el tiempo atrás, decidió que debía forjarse su propio camino para cuando llegase ese día en que fuese destituido como heredero. Su madrastra había estado esforzándose todo ese tiempo para entorpecer sus labores, por lo que antes de culminar su carrera decidió mudarse a vivir por cuenta propia y emprender sus propios negocios, los cuales lograron consolidarse y salir adelante gracias a la ayuda y apoyo de William Albert Andrew.
Había dejado de escuchar la cháchara sin sentido que tenía su hermano hasta que una pregunta llamó su atención.
-Tengo curiosidad por saber qué dirá tu querida prometida Susana cuando se entere de que estabas tan cercano a esa mujer. Seguro estallará en celos.
-Y tú estarás muy dispuesto en consolarla ¿No es así?
-Oh, ya sabes lo sensible que soy cuando veo a una mujer llorar, más si esas lágrimas son derramadas por tu culpa.
Él rueda los ojos ante tal absurdo. Ayers prosigue.
-Estoy seguro que no querrá seguir siendo tu prometida cuando se entere que ya no eres el heredero de los Grandchester.
-Y tú estarás ahí para consolarla y cumplirle su deseo. ¿Verdad?
-Es una mujer joven y hermosa, la cual fue dada en compromiso con el heredero de los Grandchester, y como ahora soy yo, debo decir entonces que ahora ella es mi prometida. Oh pobrecito hermano mío, te has quedado sin novia, sin título y dinero. Susana vendrá corriendo a mis brazos y no querrá soltarme nunca más. Sólo yo puedo ofrecerle un futuro decente. Lo siento tanto por ti. Espero y no me odies por ello.
-He, he… ¿Yo? ¡Qué va! Si eres mi hermano querido. Es una pena que consideres en hacer tu vida con ella, cuando tú mismo estás viendo que sólo quiere el prestigio que conlleva el apellido de los Grandchester.
-Susana es el gran amor de tu vida, yo sólo me veo en la obligación de cumplir con tu deber que hasta ahora no has podido hacer. Pero no te preocupes, que haré mi mayor esfuerzo por complacerla carnalmente hasta que olvide tu nombre y pondré en alto el honor de la familia ante la cámara de los lores. Pierde cuidado.
-Oh, no veas qué peso me quitas de encima, debo de estar muy agradecido por tener un hermano tan considerado. Ahora si me disculpas quisiera descansar un poco.
-Está bien, también tengo muchas cosas que hacer, que te mejores pronto.
Termina diciendo Ayers como despedida mientras le dedica una sonrisa burlona antes de abandonar la habitación. Terry tiene un sabor agridulce en la boca, finalmente se había llegado ese día donde su hermano usurpa su puesto, pero a la vez le despeja el camino para poder estar con Candy.
Cuando ella regresa se encuentra en la estancia a los doctores revisando los signos de Grandchester para luego darle la noticia que al día siguiente podría seguir con su recuperación desde su casa. Candy celebra que él esté tan restablecido que no sea necesaria su permanencia en ese lugar. En eso llega su asistente personal el cual trae noticias importantes por lo que decide retirarse prometiendo que al día siguiente estaría ahí para acompañarlo hasta su casa una vez le den el alta.
Ya en su residencia, la joven se siente en una nube. Su amiga Patty llega para hacerle compañía y charlar un rato, pues también se preocupa del estado de Grandchester; ella no tarda en darse cuenta que algo tiene muy sonriente a su amiga, quien se confiesa ante la pregunta que le hizo y también sus inquietudes.
-Ay Patty, no estoy muy segura de lo que debo hacer.
-¿Por qué lo dices?
-Temo por el qué dirán cuando todos se enteren que él y yo estamos juntos, puede que su familia se oponga a nuestro compromiso si se llegase a dar; no creo que vaya a ser plato de buen gusto cuando se enteren que soy una mujer divorciada.
-Candy, de ser así ellos se merecen toda la verdad. Tú nunca hiciste nada malo, tu matrimonio fracasó, pero no fue por tu culpa, tienes derecho en rehacer tu vida. No tienes nada que te ate a tu pasado.
-¿En verdad lo crees?
-Por supuesto, además; una vez que ellos te conozcan estoy segura que apreciarán la gran y maravillosa persona que eres que no podrán estar más felices de que seas tú la esposa de su hijo.
-Ufff… no sé… no estoy tan segura de ello.
-Bueno, siempre lo puedes consultar con tu tío William, puede que te eche una mano con todo, como cabeza de los Andrew sabrá lo que debe hacer.
-¿Estás loca? Ni siquiera le he comentado que siento algo por Terry como para pedirle semejante favor.
-Pues ya estás tardando querida. Es hora de que seas feliz, y qué mejor que al lado de ese bombonazo de Terry.
-Mmmm… no sé… no estoy muy segura.
-Ay ya deja los miedos de una vez y se feliz.
Le pide a la vez que la abraza para animarla, estaba segura que podría hacerlo al lado de ese hombre, pues todo ese tiempo había sido testigo silencioso del trato entre ellos y tenía claro que Grandchester la adoraba, por su forma de hablar y cuidarla.
Cuando regresaron a Chicago la familia Andrew y McGregor continuaron con los preparativos para la boda. Para Anthony en un principio le fue fácil seguirle la corriente a su esposa pues en verdad deseaba poder criar a su hija en un matrimonio estable y feliz, pero muy pronto empezó a sentirse asfixiado por ella. Annie quería saber a dónde iba, con quién y para qué, cosa que sacaba de quicio al hombre el tener que estar dando tantas explicaciones, no soportaba que ella le estuviese diciendo con quien debía relacionarse y evitar a todas las mujeres.
Su obsesión había llegado a tal punto en que se atrevía a seguirle los pasos para corroborar que realmente hacía lo que le había dicho. Las discusiones empezaron a ser constantes ante los reproches por parte de él por sus inoportunas apariciones.
-Eso lo dices porque no quieres que descubra con quién te estás viendo, la fulana con la que te estás acostando.
-Mira Annie, no tengo tiempo para tus absurdos celos. Ya te dije que no te estoy engañando con nadie, estoy en un almuerzo de negocios.
-Entonces no te importará que me quede para hacerles compañía.
-¿Estás loca? No tienes nada que hacer aquí. Será mejor que te vayas.
-Eso sólo lo dices porque no quieres que descubra quién es esa furcia con la que te encuentras, pero créeme cuando te digo que lo voy a descubrir tarde o temprano y le voy hacer pagar con sangre el haberse entrometido en mi matrimonio.
-Haz lo que te dé la gana, ya estoy harto de toda esta tontería.
Espeta furioso a la vez que se suelta del agarre para volver al interior del restaurante y tomar asiento. Ella decide seguirlo para cerciorarse de saber quién es su acompañante, por lo que le pide al metre que le dé una mesa. Annie no aparta la mirada ni un solo instante de su esposo, al rato ve llegar a un caballero que lo saluda y le compaña a comer; ellos hablan entre plato y plato. Al darse cuenta que lo que le había dicho de que era un almuerzo de negocios era cierto decide retirarse, aunque no puede negar que sospecha que simplemente es una tapadera para su aventura.
Anthony despide al hombre y acuerdan al día siguiente verse en la oficina para firmar los documentos con las modificaciones de los acuerdos que habían alcanzado esa tarde. Luego se acerca a la barra para pedirse un vaso de whisky para opacar el amargo sabor que tiene en la boca debido a la discusión con su esposa, es entonces que una dama de cabellos dorados atrae su atención, siente que la conoce de algún lado, pero simplemente es el hecho que le recuerda a su exesposa. Rápidamente despliega sus encantos de caballero y le roba una que otra sonrisa tímida, por lo que sin darse cuenta le nace del corazón querer pasar más tiempo con esa mujer.
Finalmente, Anthony decide llevar a cabo la propuesta que le hizo a Annie de separarse, por lo que una tarde le ordena a Lucia que prepare su equipaje y el de su hija para irse a vivir a la mansión donde había sido feliz con Candy. Procura hacer todo con la mayor discreción que puede para no opacar la felicidad de su primo con algo tan trivial como su separación; la tía Elroy estaba de acuerdo con la decisión de su sobrino y le acompaña para poder ayudar con los cuidados de su nieta Rosmary a la vez que procura detener los arrebatos de locura de su madre para que no interfieran con los últimos preparativos de la boda, si por ella fuera le encantaría hacer ver como que nunca ha existido Annie en la familia.