CAPÍTULO 21
Cuando finalmente se despierta siente que la cabeza le va a estallar, había sido una mala idea haber bebido tanto alcohol, tiene la garganta reseca y el cuerpo adolorido. Se gira de lado para cambiar de posición, es cuando descubre a Terry durmiendo plácidamente, ella abre los ojos de par en par por el susto que se acaba de dar; mira hacia abajo y se percata que está completamente desnuda al igual que él.
Rápidamente se levanta intentando no despertarle, se viste y sale de la habitación. Cuando entra a la suya va directamente a la ducha y encuentra algunas marcas rosáceas por su cuello y pechos; la cara le arde por la vergüenza, no podía creer lo que había terminado haciendo con Terry, nunca se lo hubiese imaginado. Termina de vestirse y baja al restaurante del hotel para desayunar algo que le quite la resaca y esperar a Archy.
En su asiento intenta recordar lo que había pasado la noche anterior, cuál fue el detonante por el cual terminó en la misma habitación que él y sin ropa, cuando repentinamente se sienta en su misma mesa sin previo aviso.
-Buenos días Candy.
-Bue… buenos días señor Grandchester.
-Oh… ¿Volvemos a los formalismos? No puedo creer que de repente decida ser tan fría después de lo que pasó anoche.
-Yo… este…
-Debo decir que me encuentro muy decepcionado.
-¿Y eso por qué?
-Porque después de abusar de mí, de mi suculento cuerpo, en una noche intensa de placer me despierto solo y ni siquiera dejó una nota o un besito de despedida.
-Por favor… señor Grandchester ¡Qué cosas dice!
-Oh vamos, no me diga que porque estaba tan borracha no recuerda las cosas que me hizo.
-Shhh… Podría bajar un poco la voz, alguien le puede oír.
-No estará evadiendo su responsabilidad y obligación que tiene para conmigo.
-¿De qué habla?
-Pues que debe hacerse responsable de mí, porque en una noche de borrachera se robó mi virtud.
-Ha, ha, ha… ¿No estará hablando en serio?
-Bueno, al menos de alguna manera debe compensarme por haberle brindado tanto placer y por haberse ido sin avisar.
-Cielos, no me esperaba que fuese tan descarado.
-Con una cena me conformo.
Candy abre más los ojos por la sorpresa, se está dando cuenta que él le está coqueteando y no sabe muy bien cómo actuar por lo que se decide a aclarar.
-Señor Grandchester… quiero disculparme por mi comportamiento de ayer. Creo que no pude actuar correctamente porque no estoy acostumbrada a beber, pero quiero decirle que no estoy… no podría tener una relación con usted.
-Lamento tal confusión mi estimada señora, pero creo que debo aclararle ciertas cosas.
-Lo escucho.
-Ayer creo que tuvo la conversación más honesta de toda su vida con usted misma y a mí como testigo. Sé perfectamente que ha terminado una relación larga por cosas que le han dejado unas grandes heridas en su corazón y es normal que no pueda en un hombre volver a confiar. Dijo que no entendía por qué había pasado todo eso que destruyó su vida, que se sentía perdida sin saber muy bien cuál es su lugar. Incluso teme quedarse sola para siempre, no sentía la seguridad de poder atraer a un hombre o si podría ser capaz de intentarlo otra vez, se sentía muerta en vida.
Le acaba de resumir la conversación de la noche anterior.
Ella agacha la mirada, en verdad sentía eso, aunque no se había atrevido a confesarlo en voz alta. Ese hombre frente de sí conocía los pensamientos más lúgubres, su etapa más desastrosa y triste; sin embargo, no la juzgaba, le animaba a seguir.
-… aún eres una mujer joven y muy atractiva capaz de atraer a un hombre…
Recordó las palabras que le había dicho. Y pese a la embriagues su cuerpo se sintió más vivo que nunca, ella vuelve a mirarle a los ojos.
-Muchas gracias por lo de ayer.
-Lo dice por la noche salvaje de sexo o por haber tenido la conversación más honesta de su vida.
-Bueno… ambas cosas.
-Candy, sabes perfectamente que conmigo siempre podrás encontrar a un amigo para lo que necesites… no debes preocuparte porque no hay otra mujer en vida, por si quieres tener ese derecho de visitar mi alcoba estaría dispuesto a servirte de la manera que prefieras.
-Es muy considerable, pero creo que sólo podré aceptar su amistad. No sé si podría ser ese tipo de mujer, además no voy a estar pendiente de su regreso para disfrutar de esa intimidad. Mañana mismo me marcho de éste país, no creo que nos volvamos a ver.
-Entiendo, sé que por los negocios voy y vengo a ésta ciudad, y pensaba que su persona era una buena razón para prolongar mi estadía, pero también debo volver a mis asuntos. Si la vida nos vuelve a reunir espero que podamos compartir gratos momentos.
-Eso espero.
Le agradece por todo y se levanta de la mesa, él se despide dándole un beso en la mejilla, gesto que estremeció cada fibra de su ser y luego lo ve marchar. Suelta un suspiro y va a la entrada del recibidor donde está Archy preguntando al recepcionista por ella, lo saluda y marcha con él a su despacho.
Ya ahí le muestra la sentencia del divorcio que había salido hace varios meses, eso indicaba que era una mujer libre. También las propiedades que pasaban a su poder y que su herencia seguía intacta.
-Muchas gracias por tu trabajo Archy, ha sido de gran ayuda.
-No tienes que decirlo, ha sido un enorme placer poder desplumar a mi primo. Ahora bien, temo decirte que en la próxima junta de socios debes de estar presente para…
-Oh no, no, no ¡No! ¡Absolutamente no! No pienso permanecer en ésta ciudad, no pienso involucrarme en el negocio de los Andrew, ya no formo parte de la familia.
-No digas eso, sabes que siempre lo serás, aunque no estés casada con Anthony, eres de la familia.
-Te agradezco la intención. Ustedes siempre serán importantes para mí, y me encantará compartir tiempo contigo, la tía, Stear y Albert, pero de ahí a involucrarme en los negocios está fuera de discusión, te dejo a ti como mi representante ante la junta y haz como mejor veas. Confío en ti.
-Está bien, comprendo tu decisión. ¿Y qué harás ahora? ¿Dónde te establecerás?
-Bueno, todavía tengo que ir con Albert pues me pidió que fuera a verlo, aprovecharé para que me recomiende a un administrador para que me ayude a gestionar mis bienes y luego buscaré un lugar donde residir. Cuando lo tenga os mandaré una invitación para que pasemos las vacaciones juntos.
-Muy bien, esperaré tu carta con ansias. Nos vemos mañana antes de que marches.
-Sí, hasta luego.
Se despide la joven y va al encuentro de la tía Elroy para pasar el día con ella, procura mantener el porte pues se siente cansada y todo el cuerpo adolorido por los excesos de la noche anterior.
Finalmente se llega el momento de partir, Candy presiente que tal vez esa sea la última vez que esté en esa ciudad, ahora debe pensar muy bien lo que va a hacer con su vida. Emprende su camino con la esperanza de dejar atrás todo ese dolor que ha sufrido del lugar que una vez le brindó cobijo y una familia.
Durante esos meses que estuvo de viaje Albert había estado muy al pendiente de su estado, manteniendo correspondencia constante. Aunque ella le hiciera saber que estaba bien, él creía que no era así, las heridas que tiene no se borran de la noche a la mañana; más no quería presionarla por lo que le pide que en cuanto le sea posible vaya a verlo a Londres. Ese par de días que estuvo en Chicago comprobó que le es difícil ver a Anthony con otra mujer, más todavía que ella este por darle un hijo... No puede evitar que su mente divague en suposiciones de cómo habrían sido las cosas si no hubiese perdido a su bebé ¿Habría estado tan pendiente de sus cuidados? ¿Lograrían ser ellos buenos padres? ¿Le había agradado la noticia en algún momento? No, eso seguro que no pues nunca creyó en sus palabras.
Sí, duele... Todavía le duele su historia con ese hombre... Pero... Ahora también había otro pensamiento que la visitaba de vez en cuando. Era esa noche que había pasado con Terry. La sola pronunciación de su nombre hacia que los colores le subieran al rostro, las sensaciones de su mano acariciando su cuerpo le aceleran el corazón y sus besos indiscretos le palpitaban en la entrepierna.
Es cierto que ha sido una experiencia inolvidable, pero claramente un enorme desliz, pues ella no es así. Sus valores morales le torturan recordándole que una señora de respeto no se anda dando a la bebida y entregando a cualquier hombre los placeres íntimos que sólo corresponde disfrutar con su esposo. Por esa razón estaba más que descartada la loca propuesta de ser "amigos con ciertos beneficios”, eso era más que humillante, nunca se había considerado una mujer libertina. Eso no se volvería a repetir y nunca nadie lo llegaría a saber.
-Sí, eso será lo mejor.
Se repetía así misma para intentar convencerse y borrar esos recuerdos bochornosos.
Finalmente se presenta ante el tío William y charlan seriamente sobre la situación legal de ella y sus intenciones, es entonces que él le propone que al menos se establezca por un tiempo en esa ciudad, tal vez se termine de acostumbrar y si no le puede sugerir otro lugar. Tras el encuentro él comprueba que se ve mejor, aunque aún se esfuerza en ocultarlo.
-Además, me vendría bien un poco de tu compañía en las fiestas...
-No creo que eso sea lo más correcto tío, ya no formo parte de la familia.
-No digas tonterías... Aunque ya no estés casada con Anthony te recuerdo que fuiste acogida legalmente por los Andrew, así que todavía sigues siendo parte de nosotros. No tienes que sentirte sola porque no lo estás.
-Ya... Pero es que... Realmente creo que yo no podría... Sería muy difícil para mí permanecer y participar de las actividades como una Andrew mientras veo al hombre que amo en brazos de otra mujer formando su hogar.
-Está bien, comprendo lo que dices... Lo acepto, pero por favor permíteme que te eche una mano.
-De acuerdo, aún tengo que aprender a valerme sola, me encantará escuchar tus consejos.
Le dice mientras le hace un guiño de complicidad para recordarle aquellos días en los que se dedicaba a merodear sin rumbo fijo casi como un vagabundo.
Le ayuda en lo que le ha pedido; Stewart empieza a trabajar como el administrador y le pide que busque un lugar donde ella pueda residir en esa ciudad, así el tío podrá estar pendiente de cualquier imprevisto y no estará sola, pero sí se sentirá independiente. Candy empieza vivir por su cuenta, William le consigue una casa adecuada no muy lejos del centro de la ciudad, ella le promete que quedarán seguido para comer y que le acompañará a esas tediosas fiestas sociales. Luego le escribe a su amiga Patty para darle la noticia sobre dónde viviría, la cual se presentó al día siguiente para darle la bienvenida y ayudarle a instalarse. El detalle por el que a Albert no le fue difícil convencerla fue porque sus amigas O´Bryan están en Londres.
Las jóvenes estaban muy contentas de poder mantener la relación como cuando estuvieron en el barco. Patricia había abordado por obligación, pues tiene una abuela, Martha, muy inquieta y vivaz. Últimamente se le ocurrían cada cosa que se le antojaba hacer porque cuando fue joven no lo hizo, y no quería pisar la tumba sin haber experimentado, sin haber vivido. Cosa que alarmaba en gran manera a su hijo y nieta, por eso es que ella siempre andaba tras sus pasos vigilando que no le pasara nada grave.
De esa manera fue como las conoció y su compañía se volvió reconfortante, ese bálsamo que necesitaba su dolorido corazón que la distrajo evitando que cayera en la desesperación. Así pues, que para celebrar la buena nueva de su amiga deciden ir a cenar al restaurante favorito de la abuela. Cuando llegan al lugar se desarrolla la velada sin mayor novedad hasta que el camarero lleva una botella de champán y les dice que es una cortesía del caballero que se encuentra en la barra.
Ellas se giran para saber de quién se trataba y la primera que siente que la imperiosa necesidad que se la trague la tierra es Candy al verlo ahí de pie.
-¡Terry!
Pronuncia casi en un hilo de voz, no se esperaba ni imaginaba que lo vería tan pronto. Él está apoyado con su antebrazo en la barra y eleva su vaso para lanzar un brindis al aire por haber atraído su atención, esa sonrisa sensual que le dedica a Candy le indica claramente que es muy feliz de verla; ella se levanta y se acerca a la barra.
-Se-señor Grandchester ¿Qué hace usted aquí? ¿A caso me está siguiendo?
-¿No será usted quién me persigue señora Wright? Debo admitir que es usted una acosadora adorable.
-Pero ¡Qué dice!
-Ha, ha, ha. Por supuesto que no tenía idea que se encontraba aquí, ésta es una linda casualidad. Me alegro mucho de verla y por lo visto muy bien acompañada.
Ambos vuelven a mirar a la mesa donde están las otras mujeres observándolos curiosamente, entonces ella sabe que inevitablemente debe hacer las presentaciones; se acercan pues hasta ahí.
-Abuela Martha, Patty, quiero presentarles al señor Terrence Grandchester… un… un amigo.
Dice nerviosa, no estaba segura si ese era el calificativo adecuado, más aún cuando él tiene esa sonrisa adorable adornándole el rostro, mientras que su diestra le acaricia la espalda. Terry se muestra aterradoramente educado y amable a la vez que le hace saber a ella sutilmente que se ve hermosa y que le atrae mucho.
Rápidamente se levanta intentando no despertarle, se viste y sale de la habitación. Cuando entra a la suya va directamente a la ducha y encuentra algunas marcas rosáceas por su cuello y pechos; la cara le arde por la vergüenza, no podía creer lo que había terminado haciendo con Terry, nunca se lo hubiese imaginado. Termina de vestirse y baja al restaurante del hotel para desayunar algo que le quite la resaca y esperar a Archy.
En su asiento intenta recordar lo que había pasado la noche anterior, cuál fue el detonante por el cual terminó en la misma habitación que él y sin ropa, cuando repentinamente se sienta en su misma mesa sin previo aviso.
-Buenos días Candy.
-Bue… buenos días señor Grandchester.
-Oh… ¿Volvemos a los formalismos? No puedo creer que de repente decida ser tan fría después de lo que pasó anoche.
-Yo… este…
-Debo decir que me encuentro muy decepcionado.
-¿Y eso por qué?
-Porque después de abusar de mí, de mi suculento cuerpo, en una noche intensa de placer me despierto solo y ni siquiera dejó una nota o un besito de despedida.
-Por favor… señor Grandchester ¡Qué cosas dice!
-Oh vamos, no me diga que porque estaba tan borracha no recuerda las cosas que me hizo.
-Shhh… Podría bajar un poco la voz, alguien le puede oír.
-No estará evadiendo su responsabilidad y obligación que tiene para conmigo.
-¿De qué habla?
-Pues que debe hacerse responsable de mí, porque en una noche de borrachera se robó mi virtud.
-Ha, ha, ha… ¿No estará hablando en serio?
-Bueno, al menos de alguna manera debe compensarme por haberle brindado tanto placer y por haberse ido sin avisar.
-Cielos, no me esperaba que fuese tan descarado.
-Con una cena me conformo.
Candy abre más los ojos por la sorpresa, se está dando cuenta que él le está coqueteando y no sabe muy bien cómo actuar por lo que se decide a aclarar.
-Señor Grandchester… quiero disculparme por mi comportamiento de ayer. Creo que no pude actuar correctamente porque no estoy acostumbrada a beber, pero quiero decirle que no estoy… no podría tener una relación con usted.
-Lamento tal confusión mi estimada señora, pero creo que debo aclararle ciertas cosas.
-Lo escucho.
-Ayer creo que tuvo la conversación más honesta de toda su vida con usted misma y a mí como testigo. Sé perfectamente que ha terminado una relación larga por cosas que le han dejado unas grandes heridas en su corazón y es normal que no pueda en un hombre volver a confiar. Dijo que no entendía por qué había pasado todo eso que destruyó su vida, que se sentía perdida sin saber muy bien cuál es su lugar. Incluso teme quedarse sola para siempre, no sentía la seguridad de poder atraer a un hombre o si podría ser capaz de intentarlo otra vez, se sentía muerta en vida.
Le acaba de resumir la conversación de la noche anterior.
Ella agacha la mirada, en verdad sentía eso, aunque no se había atrevido a confesarlo en voz alta. Ese hombre frente de sí conocía los pensamientos más lúgubres, su etapa más desastrosa y triste; sin embargo, no la juzgaba, le animaba a seguir.
-… aún eres una mujer joven y muy atractiva capaz de atraer a un hombre…
Recordó las palabras que le había dicho. Y pese a la embriagues su cuerpo se sintió más vivo que nunca, ella vuelve a mirarle a los ojos.
-Muchas gracias por lo de ayer.
-Lo dice por la noche salvaje de sexo o por haber tenido la conversación más honesta de su vida.
-Bueno… ambas cosas.
-Candy, sabes perfectamente que conmigo siempre podrás encontrar a un amigo para lo que necesites… no debes preocuparte porque no hay otra mujer en vida, por si quieres tener ese derecho de visitar mi alcoba estaría dispuesto a servirte de la manera que prefieras.
-Es muy considerable, pero creo que sólo podré aceptar su amistad. No sé si podría ser ese tipo de mujer, además no voy a estar pendiente de su regreso para disfrutar de esa intimidad. Mañana mismo me marcho de éste país, no creo que nos volvamos a ver.
-Entiendo, sé que por los negocios voy y vengo a ésta ciudad, y pensaba que su persona era una buena razón para prolongar mi estadía, pero también debo volver a mis asuntos. Si la vida nos vuelve a reunir espero que podamos compartir gratos momentos.
-Eso espero.
Le agradece por todo y se levanta de la mesa, él se despide dándole un beso en la mejilla, gesto que estremeció cada fibra de su ser y luego lo ve marchar. Suelta un suspiro y va a la entrada del recibidor donde está Archy preguntando al recepcionista por ella, lo saluda y marcha con él a su despacho.
Ya ahí le muestra la sentencia del divorcio que había salido hace varios meses, eso indicaba que era una mujer libre. También las propiedades que pasaban a su poder y que su herencia seguía intacta.
-Muchas gracias por tu trabajo Archy, ha sido de gran ayuda.
-No tienes que decirlo, ha sido un enorme placer poder desplumar a mi primo. Ahora bien, temo decirte que en la próxima junta de socios debes de estar presente para…
-Oh no, no, no ¡No! ¡Absolutamente no! No pienso permanecer en ésta ciudad, no pienso involucrarme en el negocio de los Andrew, ya no formo parte de la familia.
-No digas eso, sabes que siempre lo serás, aunque no estés casada con Anthony, eres de la familia.
-Te agradezco la intención. Ustedes siempre serán importantes para mí, y me encantará compartir tiempo contigo, la tía, Stear y Albert, pero de ahí a involucrarme en los negocios está fuera de discusión, te dejo a ti como mi representante ante la junta y haz como mejor veas. Confío en ti.
-Está bien, comprendo tu decisión. ¿Y qué harás ahora? ¿Dónde te establecerás?
-Bueno, todavía tengo que ir con Albert pues me pidió que fuera a verlo, aprovecharé para que me recomiende a un administrador para que me ayude a gestionar mis bienes y luego buscaré un lugar donde residir. Cuando lo tenga os mandaré una invitación para que pasemos las vacaciones juntos.
-Muy bien, esperaré tu carta con ansias. Nos vemos mañana antes de que marches.
-Sí, hasta luego.
Se despide la joven y va al encuentro de la tía Elroy para pasar el día con ella, procura mantener el porte pues se siente cansada y todo el cuerpo adolorido por los excesos de la noche anterior.
Finalmente se llega el momento de partir, Candy presiente que tal vez esa sea la última vez que esté en esa ciudad, ahora debe pensar muy bien lo que va a hacer con su vida. Emprende su camino con la esperanza de dejar atrás todo ese dolor que ha sufrido del lugar que una vez le brindó cobijo y una familia.
Durante esos meses que estuvo de viaje Albert había estado muy al pendiente de su estado, manteniendo correspondencia constante. Aunque ella le hiciera saber que estaba bien, él creía que no era así, las heridas que tiene no se borran de la noche a la mañana; más no quería presionarla por lo que le pide que en cuanto le sea posible vaya a verlo a Londres. Ese par de días que estuvo en Chicago comprobó que le es difícil ver a Anthony con otra mujer, más todavía que ella este por darle un hijo... No puede evitar que su mente divague en suposiciones de cómo habrían sido las cosas si no hubiese perdido a su bebé ¿Habría estado tan pendiente de sus cuidados? ¿Lograrían ser ellos buenos padres? ¿Le había agradado la noticia en algún momento? No, eso seguro que no pues nunca creyó en sus palabras.
Sí, duele... Todavía le duele su historia con ese hombre... Pero... Ahora también había otro pensamiento que la visitaba de vez en cuando. Era esa noche que había pasado con Terry. La sola pronunciación de su nombre hacia que los colores le subieran al rostro, las sensaciones de su mano acariciando su cuerpo le aceleran el corazón y sus besos indiscretos le palpitaban en la entrepierna.
Es cierto que ha sido una experiencia inolvidable, pero claramente un enorme desliz, pues ella no es así. Sus valores morales le torturan recordándole que una señora de respeto no se anda dando a la bebida y entregando a cualquier hombre los placeres íntimos que sólo corresponde disfrutar con su esposo. Por esa razón estaba más que descartada la loca propuesta de ser "amigos con ciertos beneficios”, eso era más que humillante, nunca se había considerado una mujer libertina. Eso no se volvería a repetir y nunca nadie lo llegaría a saber.
-Sí, eso será lo mejor.
Se repetía así misma para intentar convencerse y borrar esos recuerdos bochornosos.
Finalmente se presenta ante el tío William y charlan seriamente sobre la situación legal de ella y sus intenciones, es entonces que él le propone que al menos se establezca por un tiempo en esa ciudad, tal vez se termine de acostumbrar y si no le puede sugerir otro lugar. Tras el encuentro él comprueba que se ve mejor, aunque aún se esfuerza en ocultarlo.
-Además, me vendría bien un poco de tu compañía en las fiestas...
-No creo que eso sea lo más correcto tío, ya no formo parte de la familia.
-No digas tonterías... Aunque ya no estés casada con Anthony te recuerdo que fuiste acogida legalmente por los Andrew, así que todavía sigues siendo parte de nosotros. No tienes que sentirte sola porque no lo estás.
-Ya... Pero es que... Realmente creo que yo no podría... Sería muy difícil para mí permanecer y participar de las actividades como una Andrew mientras veo al hombre que amo en brazos de otra mujer formando su hogar.
-Está bien, comprendo lo que dices... Lo acepto, pero por favor permíteme que te eche una mano.
-De acuerdo, aún tengo que aprender a valerme sola, me encantará escuchar tus consejos.
Le dice mientras le hace un guiño de complicidad para recordarle aquellos días en los que se dedicaba a merodear sin rumbo fijo casi como un vagabundo.
Le ayuda en lo que le ha pedido; Stewart empieza a trabajar como el administrador y le pide que busque un lugar donde ella pueda residir en esa ciudad, así el tío podrá estar pendiente de cualquier imprevisto y no estará sola, pero sí se sentirá independiente. Candy empieza vivir por su cuenta, William le consigue una casa adecuada no muy lejos del centro de la ciudad, ella le promete que quedarán seguido para comer y que le acompañará a esas tediosas fiestas sociales. Luego le escribe a su amiga Patty para darle la noticia sobre dónde viviría, la cual se presentó al día siguiente para darle la bienvenida y ayudarle a instalarse. El detalle por el que a Albert no le fue difícil convencerla fue porque sus amigas O´Bryan están en Londres.
Las jóvenes estaban muy contentas de poder mantener la relación como cuando estuvieron en el barco. Patricia había abordado por obligación, pues tiene una abuela, Martha, muy inquieta y vivaz. Últimamente se le ocurrían cada cosa que se le antojaba hacer porque cuando fue joven no lo hizo, y no quería pisar la tumba sin haber experimentado, sin haber vivido. Cosa que alarmaba en gran manera a su hijo y nieta, por eso es que ella siempre andaba tras sus pasos vigilando que no le pasara nada grave.
De esa manera fue como las conoció y su compañía se volvió reconfortante, ese bálsamo que necesitaba su dolorido corazón que la distrajo evitando que cayera en la desesperación. Así pues, que para celebrar la buena nueva de su amiga deciden ir a cenar al restaurante favorito de la abuela. Cuando llegan al lugar se desarrolla la velada sin mayor novedad hasta que el camarero lleva una botella de champán y les dice que es una cortesía del caballero que se encuentra en la barra.
Ellas se giran para saber de quién se trataba y la primera que siente que la imperiosa necesidad que se la trague la tierra es Candy al verlo ahí de pie.
-¡Terry!
Pronuncia casi en un hilo de voz, no se esperaba ni imaginaba que lo vería tan pronto. Él está apoyado con su antebrazo en la barra y eleva su vaso para lanzar un brindis al aire por haber atraído su atención, esa sonrisa sensual que le dedica a Candy le indica claramente que es muy feliz de verla; ella se levanta y se acerca a la barra.
-Se-señor Grandchester ¿Qué hace usted aquí? ¿A caso me está siguiendo?
-¿No será usted quién me persigue señora Wright? Debo admitir que es usted una acosadora adorable.
-Pero ¡Qué dice!
-Ha, ha, ha. Por supuesto que no tenía idea que se encontraba aquí, ésta es una linda casualidad. Me alegro mucho de verla y por lo visto muy bien acompañada.
Ambos vuelven a mirar a la mesa donde están las otras mujeres observándolos curiosamente, entonces ella sabe que inevitablemente debe hacer las presentaciones; se acercan pues hasta ahí.
-Abuela Martha, Patty, quiero presentarles al señor Terrence Grandchester… un… un amigo.
Dice nerviosa, no estaba segura si ese era el calificativo adecuado, más aún cuando él tiene esa sonrisa adorable adornándole el rostro, mientras que su diestra le acaricia la espalda. Terry se muestra aterradoramente educado y amable a la vez que le hace saber a ella sutilmente que se ve hermosa y que le atrae mucho.