Hola vengo aquí con la continuación se la serie de los siete pecados Andrew
Los personajes de CC perteneces a Mizuki e Irigashy, este fic es publicado sin fin de lucro
“Avaricia: Un fuerte deseo de obtener, especialmente dinero o poder. Usualmente se refiere a la compactación y el acaparamiento de materiales, recursos u objetos”.
Los siete pecados Andrew: La Avaricia
La ultima cena – by Candy Fann
La ultima cena – by Candy Fann
Hola.
En primer lugar permítanme presentarme brevemente.
No soy una persona como tal. Aunque tenga una presencia física y muy real, podría describirme mejor como una especie de 'entidad' en la familia Ardley.
He estado presente por lo que parecen siglos, testigo sigiloso de numerosos nacimientos, muertes, innumerables lágrimas de alegría así como de tristeza. Muchas personas han cruzado mi umbral… unas se han marchado para siempre y otras siguen aquí; espectros taciturnos atrapados en mi laberinto de pasillos e innumerables escondites secretos.
Detrás de estas paredes de ladrillo, madera y vidrio, he protegido a esta familia contra los elementos naturales y del escrutinio público por generaciones.
En mis días de apogeo, vi el exceso y el estruendo de los años ‘20 esparciéndose a través de mis numerosas habitaciones; las fiestas, el glamor...decenas de personas disfrutando del tipo de felicidad que el dinero le permite a unos afortunados pocos. También he sido testigo silencioso de los tiempos difíciles: la gran guerra mundial, la crisis de las instituciones financieras estadounidenses... Observé imperturbable como, con el trascurso de los últimos años, poco a poco el tintineo de copas de champán ha sido sustituido por el traqueteo de nervios y oraciones silenciosas en mis pasillos vacíos.
Perdónenme. Tengo la tendencia a divagar un poco…
Déjenme volver a explicar quién soy.
Soy la mansión de Lakewood, el gran monumento blanco dedicado al legado de los Ardley .
O por lo menos, eso es lo que fui antes... ahora ya ni sé que es lo que soy. No desde que los tiempos duros comenzaron a tener más importancia en la mente frágil de la señora Elroy. Como pueden apreciar, la crisis bursátil de 1929 le afectó a tal grado que ahora, años después cuando la familia está oficialmente fuera de peligro, Elroy Ardley aún se comporta como si se encontrara al borde del colapso financiero.
Al principio, sus extremas medidas fiscales fueron imprescindibles en ayudar a mantener a flote el imperio familiar. Pero ahora, casi ocho años después de esquivar tal catástrofe y con la mayor parte de la fortuna personal de la familia intacta, ella aún se niega a aliviar el celo con el que se aferra a cada dólar que forra su bolso.
Por lo tanto, muchas cosas han cambiado dramáticamente. Ya no brillo en el paisaje forestal como una moneda recién acuñada. Todavía esto limpia, también tengo que ser justa, pero con una pobreza que era ajena antes para mí. Varios de mis preciosos candelabros de cristal han sido 'temporalmente retirados' por la señora... ya que considera la electricidad un lujo ostentoso y sólo puede estar en uso en circunstancias extremas.
Ahora la oscuridad no tiene rival dentro de mis paredes, con sólo los parpadeos de luz de una vela solitaria visible a través de las ventanas en el cuarto de Elroy. También se han marchado las veinticinco personas que solían cuidar de mí con sumo esmero, puliendo mis ventanas y barandillas hasta lograr un alto destello en preparación para alguna fiesta, recortando los jardines pulcros y manicurados, o cocinando manjares deliciosos en mi cocina enorme. Ya no soy la envidia de las familias de buena cuna… solamente un recuerdo lejano de mejores tiempos.
Bajo la dirección de Elroy, todos los empleados fueron despedidos, excepto por su sufrida criada Maree y Morris, su fiel mayordomo. Estos dos desgraciados tratan en vano de mantener mi belleza... pero después de ocuparse de cada capricho de la señora durante todo el santo día, apenas tienen el tiempo para hacer lo necesario. ¡Es imposible para dos personas hacer el trabajo de un equipo de veinticinco!
Bueno... Realmente yo he tratado de decírselo a Elroy a mi manera. De vez en cuando permito que un par de puertas rechinen en sus bisagras más fuerte que de costumbre o dejo que el frio vaho del invierno se filtre a través de las paredes cada madrugada. Aun así, ella no escucha a nadie... ni siquiera a su sobrino y su esposa pecosa. Solían visitar a menudo cuando mi belleza era más aparente, pero me han olvidado un poco desde que el primero de su manada de hijos nació muchos años atrás.
Hoy día creo que se mantienen alejados porque temen por el bienestar de sus niños... tal vez tiene algo que ver con una conversación que Elroy sostuvo con Maree esta mañana.
La anciana estaba revisando los libros de cuentas domesticas, según su habito diario, cuando Maree cautelosamente llamó a la puerta con la bandeja del desayuno en sus manos.
“Entra...” Elroy refunfuñó distraídamente sin perder la concentración en los números enfrente de ella.
Maree entró silenciosamente, ya que era su costumbre, depositando la bandeja en una pequeña mesa al lado de la silla de la señora Elroy.
“¿Quisiera usted algo más esta mañana, Señora?" se atrevió a preguntar, deseando que por una vez su patrona la dejara escabullirse rápidamente para comenzar la tarea ardua que es mi limpieza diaria. Hoy Maree quería hacer que todas mis ventanas lucieran deslumbrantes... o por lo menos las que se encuentran en la primera planta.
Elroy alzó la vista de su libro de cuentas con una mirada asustada dibujada en su rostro arrugado, como que si se hubiera percatado de repente que Maree seguía de pie y en su presencia. "¿Sabe cuánto gastamos para la comida de cada mes en esta casa? ¡Es absurdo! ¡Es un escándalo que tres personas consuman tanta comida!" declaró con sus ojos grises acerados firmemente incrustados en la figura temblorosa de Maree.
“Pero señora Elroy...” tartamudeó la pobre mujer, tratando de razonar con la anciana suavemente, “a veces tenemos que tirar mucha comida porque ya no nos permiten usar el refrigerador, ¿recuerda? Usted misma dijo que la electricidad era un lujo que apenas nos podríamos permitir. Hace unos años, cuando teníamos más personas que trabajaban aquí, la comida nunca fue a parar a la basura aunque no tuviéramos refrigeración, ya que no sobraba nada. Aun con sólo tres personas aquí... bueno, el desperdicio es inevitable de vez en cuando”.
“¡Nunca he oído semejantes tonterías!” rugió Elroy con ese su rugido tan familiar que frecuentemente hacia que mis ventanas vibraran, “es solamente esa pereza típica de tu parte que no te permite planear una comida que podría ser consumida a lo largo de un día entero. ¿Qué tan difícil puede ser organizar la comida diaria de tres personas con mas economía?”
“Pero señora Elroy... con todo el respeto que usted se merece…” se atrevió a insistir la pobre Maree, evidentemente no tan optimista sobre el efecto que podría tener comida casi podrida en su estomago como su patrona tacaña, “el verano está por llegar. Y el calor en la casa podría hacer que ciertos ingredientes pueden estropearse más rápido. Si quizás permitiera que se use el refrigerador otra vez, yo entonces podría...”
“¡Basta! ¡He tenido suficiente de tus excusas, Maree!” resolló la anciana, rechazando la preocupación de su criada con una movimiento arrogante de su mano, “¡Tu dependencia en la tecnología moderna es vergonzosa! ¡En mis tiempos nunca tuvimos necesidad de tales aparatos y de maquinaria... y déjame asegurarte que nuestra comida siempre fue sana y nunca sufrí ni siquiera de un ataque de diarrea! Creo que te has acostumbrado a una vida rodeada de lujo, Maree”.
“Pero señora Elroy...” insistió la criada con su voz en un hilo, tratando de ocultar el temblor involuntario de sus piernas, “la señora Ardley siempre me ha instruido a no guardar cosas como el pollo y la leche para otro día. Cuando visitaron la vez pasada ella estaba muy alarmada al ver las cosas que guardamos en la despensa”.
“¡Esa muchacha y mi sobrino son un par de padres sobre protectores… unos exagerados!” Elroy espetó, cerrando de golpe el libro de cuentas con una mano. “Ella no tenía razón alguna para andar merodeando en MI propia cocina cuando mi sobrino claramente ha estipulado que esta es y continuara siendo MI casa hasta el día de mi muerte. Si continuas así de inútil creo que será mejor que te marches de aquí inmediatamente… ¡buena suerte si crees que vas a encontrar a otra patrona que aguante tus tonterías y recompense tu trabajo tan bien! ¿Acaso ya se te olvido que eres una solterona y no tienes más prospectos que seguir a mi lado? ¿Adónde irías, dime? ¡Sin mi tú no tienes nada ni a nadie, Maree! Yo pago tu sueldo con mi dinero a cambio de tu lealtad absoluta, por lo tanto harás las cosas como te digo, ¿está claro, Maree?”
"Sí…por supuesto señora Elroy…” contesto la criada dócilmente tragándose un par de lagrimas y haciendo una reverencia rápida antes de salir de la habitación.
“De todas las estupideces que he oído a lo largo de mi vida... ¡arrojar el pollo y la leche a la basura! ¡Como se le ocurre a Candy decir eso!” refunfuñó mientras bebía su té a sorbos. “¡Ya ni que tuviéramos una granja en el jardín!”
Sólo yo fui un testigo silencioso de cómo arrugo su nariz sutilmente al notar el leve gusto rancio de la mantequilla en su tostada. Pero se la comió de todas maneras... afirmando nuevamente en sus adentros que no desperdiciaría bueno dinero en un tarro fresco de mantequilla que sin duda su criada y Morris derrocharían en un santiamén.
En las semanas que siguieron esa conversación y para su mayor crédito Maree trató, usando sus numerosas habilidades domesticas, de obedecer las órdenes de su señora.
Hizo cambios en la cocina para que sólo una pequeña cantidad de pollo fuera cocinada para el almuerzo, logrando que la cena generalmente fuera un plato simple basado en arroz, legumbres y vegetales.
Sin embargo, a pesar de la mejoría en reducir el desperdicio, la señora Elroy se queja a menudo de las comidas, exigiendo saber lo que había sucedido con el resto del pollo que supuestamente serviría para la cena.
Maree… esa pobre criada le trata de explicar, una y otra vez, que ha cambiado el menú para evitar el despilfarro, pero siempre es en vano. Elroy invariablemente desata una diatriba rabiosa y la pobre sirvienta termina buscando refugio en mi cocina con lágrimas rodando por sus mejillas marchitas.
Después de un intercambio particularmente furioso al terminar de servir el almuerzo de la señora Elroy, Maree se sentó sola en la cocina, preguntándose cuándo disminuiría la locura de su patrona y por cuánto más ella podría continuar soportando la tanda de insultos diarios.
Sigilosamente Morris entro en la cocina, y viendo sus mejillas mojadas y marchitas, se compadeció de su colega. El mayordomo sugirió que podrían salir a cenar en la aldea, que salir de mis confines sería un cambio atractivo.
“Vamos Maree...” empujo Morris sutilmente, “será una experiencia agradable para nosotros. Tendremos buena comida sin temor a ser envenenados y tomaremos un respiro. Después de meses sin un solo día de descanso, ¿no crees que merezcamos una breve pausa? Estoy seguro que la señora ni siquiera se enterará de nuestra ausencia”.
Maree sonrió tímidamente y coincidieron en que se merecían un descanso bien atrasado. “Voy a dejar una cena sencilla de arroz y verduras para la señora Elroy” dijo, limpiando sus manos en el delantal de un blanco impecable. "Voy a llevar su cena a su habitación antes de irnos. Generalmente se retira a dormir muy temprano pero le dejaré saber que iremos a la aldea pero no nos quedaremos fuera de la mansión hasta muy tarde”.
Cuando los dos criados dejaron los límites de mis paredes, no tenían modo de saber que un par de ojos acerados grises los siguió hasta que sus siluetas se perdieron en la distancia.
Desde la ventana de su habitación, Elroy Ardley sonrió una pequeña sonrisa traviesa. Con Maree fuera de casa, ella misma entraría en la despensa y revisaría sus contenidos. Estaba segura que Maree estaba robando comida… o tirando cosas a la basura.
Tan rápido como sus piernas tembleques se lo permitieron, madame se dirigió directamente a mi alacena, buscando evidencia del despilfarro de sus criados.
Como era de esperarse, no encontró nada en particular… así que desvió su atención a la cesta de la basura, donde estaba convencida de que encontraría la evidencia que probaría la traición de Maree. En ella encontró un par de trozos de pollo crudo, cubierto en una especie de baba plateada y con un tinte verdoso en algunas partes.
"Esto es absolutamente asqueroso...” la escuche murmurar bajo su aliento, "¡Cómo se atreve a decirme esa idiota que no había nada de pollo para la cena cuando estas piezas perfectamente buenas están aquí en el cesto de basura! ¿Acaso cree que estoy hecha de dinero? ¡Maree va a oírme cuando llegue a casa! ¡El costo de este desperdicio va a salir directamente de su sueldo!”
Elroy resopló con indignación dando vueltas en la cocina y buscando una sartén.
Ahora... en todos mis años de existencia, sólo he visto a Elroy cocinar un par de veces en su vida: una vez cuando su madre exigió que aprendiera ciertas habilidades básicas de cocina en preparación para su matrimonio y la otra cuando murió su esposo y ella exigió que todos los criados la dejaran sola por un día.
El hedor de ese pollo en la sartén caliente comenzó a inundar mi interior mientras Elroy farfullaba todavía, buscando mas sobras para confeccionar una cena ‘decente’. Trate de salvarla de su locura avariciosa apagando la llama de la estufa un par de veces, mas mis esfuerzos fueron en vano.
Con una sonrisa triunfal, madam Elroy Ardley se sentó en la mesa de mi cocina y de dispuso a disfrutar lo que seguramente sería su ultima cena.
“Vinimos tan pronto como nos fue posible, Maree. ¿Cómo se encuentra mi tía?” pregunto Albert, entregando su sombrero en las manos de la criada. Su esposa Candy estaba nuevamente embarazada así que la pobre apenas pudo subir mis escalones balanceando un enorme vientre, aun con la tierna ayuda de su esposo.
“¿Todavía está el doctor con ella, Maree?” pregunto Candy casi al mismo tiempo, escasamente dándole tiempo a la sirvienta para responder a la pregunta de su marido.
“La señora Elroy se encuentra descansando, señor Ardley y el doctor se marcho hace como veinte minutos atrás, señora Ardley. Parece ser que la señora Elroy padece de un caso severo de salmonelosis.”
“¡¿Salmonelosis?!” exclamaron los rubios en unisón. Candy sabía exactamente la seriedad de dicha enfermedad, mientras que Albert simplemente tenía conocimientos básicos de ella.
“¿Cómo es posible esto, Maree? ¿Acaso usted no siguió mis instrucciones?” exigió la rubia sosteniendo su abultado vientre. Cada vez que sus pasos rápidos resuenan en mis vestíbulos siento los vientos sutiles del cambio refrescando mis pasillos. ¡Quién habría creído que la muchacha que una vez se balanceó en las ramas más altas de los árboles de mis alrededores como una mona sería la misma mujer que se encuentra al pie de mi magnífica escalera de mármol con una mirada tan seria y maternal en su rostro!
“Candy... mi amor... no debes esforzarte ni agitarte tanto. Estoy seguro que Maree y Morris han sido muy consciente en sus deberes,” expresó Albert en el tono conciliador que ha poseído desde que era un niño pequeño. “Mi tía es muy anciana, y cualquier cosa puede afectar su salud frágil. Estamos acostumbrados a que siempre sea nuestro dragón... pero es más como una especie de lagarto pacifico estos días.”
“Señor Arldey, señora Ardley...nosotros hemos tratado de advertirle a su tía... pero ella no escucha a nadie” Maree finalmente sollozo, cubriendo su rostro entre sus manos de vergüenza. “Ella no me deja tirar nada a la basura, señora Ardley...ni siquiera cuando el hedor en la despensa es insoportable. Ella insiste en seguir comiendo pollo...ya que es más barato que la carne. Y con este calor que hemos tenido últimamente….bueno... ella tiene que comer pollo en el almuerzo y, después, las sobras son consumidas en la cena. Morris, y yo decidimos saltar las cenas hace días porque tenemos miedo de caer enfermos. A veces sólo comemos fruta o un huevo duro por la noche. Pero la señora Elroy... si ella encuentra los restos de la noche anterior... ¡se los come para el desayuno! Y anoche… anoche sucedió algo peor. Morris y yo salimos a cenar después que la señora se retiro a descansar. Aparentemente ella bajo a la cocina mas tarde y preparo un platillo hecho con los pedazos de pollo podrido que tire a la basura a la hora del almuerzo”.
“¿Quiere decir que ella esta así porque se comió el pollo podrido, Maree? ¿Acaso no gasta nada del dinero que le envío mensualmente para cubrir los gastos domésticos?" preguntó Albert incrédulamente, incapaz de entender cómo la avaricia de su tía había alcanzado un nivel tan grave.
“Nada señor... ni siquiera un penique” divulgo Maree, sorbiendo un poco con su nariz y buscando a la vez un pañuelo en su bolsillo. “La señora guarda todo ese dinero en su cuenta. Sólo gasta su dinero personal... y muy poco, si me permite decírselo. Todavía insiste en mantener la casa impecablemente limpia, pero no gasta nada de dinero en su mantenimiento. ¡Dice que todo es un desperdicio... hasta la electricidad es un lujo según ella!”
"Esto ha ido demasiado lejos Albert... la tía está a punto de morir, porque ha sido demasiado tacaña para comprar comida o usar la refrigeradora. Todo esto es mi culpa...” murmuró Candy, como siempre preocupada por el bienestar de los demás. “Siendo enfermera debería haber sido capaz de reconocer los primeros signos de senilidad desde la última vez que la visitamos y revise su alacena. Pero ¿cómo iba a saber yo que esto podría manifestarse como una intensificación de su avaricia natural?”
“No te enfades Candy, por favor... esto no es su culpa,” refutó Albert suavemente, demostrando una vez más su idoneidad para el papel de patriarca del clan. “Es mas, todo esto es mi culpa por no mantener un ojo más vigilante sobre sus libros de contabilidad doméstica. Si lo hubiera hecho, me habría dado cuenta de lo poco que ha gastado todo este tiempo. Quizás pude haber evitado que esta locura que la atormenta culminara con su envenenamiento y apañar el peligro de que lo mismo ocurriese a las personas a su alrededor”.
“No sé cómo pedir disculpas a ambos, señor y señora Ardley”, Maree susurró detrás de su pañuelo, “siento que les falle por no avisarles semanas atrás del comportamiento tan extraño de la señora Elroy. Ella se puso lívida de rabia cuando le informé que yo había llamado al doctor; todavía tuvo suficiente energía para arrojar una tacita de té a mi cabeza y me dijo que ya no era su empleada y que debía salir de su casa inmediatamente. Por supuesto, no le preste atención... después de todo, había cuidado de ella la noche anterior y sabía lo mal que estaba. El médico solo le dio un vistazo y me dijo que los llamara a ustedes dos inmediatamente. Él no mantiene muchas esperanzas para su recuperación, tomando en cuenta su edad y su nivel de deshidratación. De todas formas, el doctor volverá esta noche para verificar la condición de la señora Elroy y hablar con ustedes. Si quieren subir a su habitación, creo que todavía esta despierta.”
“¿Por qué no lo hizo, Maree?” preguntó Candy con lágrimas rodando sobre sus mejillas. “¿Por qué no nos advirtió de la severidad de la situación?”
“Candy… vamos… tú conoces como es mi tía,” dijo Albert, tomando a su esposa entre sus brazos.
“Señora Ardley… no podía dejar sola a la señora por un segundo antes de este incidente, y aunque deseé llamarlos en muchas ocasiones ella mandó a desconectar los teléfonos meses atrás,” declaró la criada fijando su mirada empañada en el rostro compungido de la joven señora Ardley. “Para llamar al doctor, tuve que dejar a Morris cuidando de ella mientras yo corría a casa de los vecinos para usar su teléfono. Por favor, créanme… yo quería hablar con ustedes, pero la señora me dijo que si no hacia las cosas como ella deseaba, pues que me podía marchar”.
“No es su culpa Maree… comprendo muy bien lo que es enfrentarse a la testarudez de Elroy Ardley” aseguró Albert a la pobre criada, quien toda su vida había demostrado una lealtad inquebrantable hacia su patrona. “Vamos mi amor, sube conmigo a saludar a mi tía. Si este es su final, hagamos que su transición sea tranquila y sin angustia”.
La muerte de Elroy no me encontró totalmente desprevenida. Ella se escabulló silenciosamente al siguiente reino durante la noche con su sobrino y la esposa de este sosteniendo sus frágiles manos mientras susurraban oraciones. Para su funeral, una vez más un pequeño ejército de criados trabajó durante días para asegurarse de que yo luciría preciosa justo a tiempo para el último adiós de la gran dama.
Albert y Candy se horrorizaron al encontraron una enorme suma de dinero en la cuenta de Elroy: no había gastado un céntimo de su asignación en años, y todos sus ahorros había crecido hasta llegar a convertirse en una pequeña fortuna.
Durante el funeral, los detalles de la última cena que llevo a la gran dama hacia su muerte fueron omitidos cuidadosamente, nunca se convertirán en algo público. Aparte de Morris y Maree, sólo la pareja Ardley sabe la verdadera causa de la muerte de Elroy. Bueno... eso no es precisamente la verdad. Yo también conozco ese secreto: murió por su avaricia.
Pero, como vengo haciendo desde hace décadas, permaneceré callada; destinada siempre continuar siendo un testigo silencioso de los diversos pecados y las bendiciones de esta familia.
En primer lugar permítanme presentarme brevemente.
No soy una persona como tal. Aunque tenga una presencia física y muy real, podría describirme mejor como una especie de 'entidad' en la familia Ardley.
He estado presente por lo que parecen siglos, testigo sigiloso de numerosos nacimientos, muertes, innumerables lágrimas de alegría así como de tristeza. Muchas personas han cruzado mi umbral… unas se han marchado para siempre y otras siguen aquí; espectros taciturnos atrapados en mi laberinto de pasillos e innumerables escondites secretos.
Detrás de estas paredes de ladrillo, madera y vidrio, he protegido a esta familia contra los elementos naturales y del escrutinio público por generaciones.
En mis días de apogeo, vi el exceso y el estruendo de los años ‘20 esparciéndose a través de mis numerosas habitaciones; las fiestas, el glamor...decenas de personas disfrutando del tipo de felicidad que el dinero le permite a unos afortunados pocos. También he sido testigo silencioso de los tiempos difíciles: la gran guerra mundial, la crisis de las instituciones financieras estadounidenses... Observé imperturbable como, con el trascurso de los últimos años, poco a poco el tintineo de copas de champán ha sido sustituido por el traqueteo de nervios y oraciones silenciosas en mis pasillos vacíos.
Perdónenme. Tengo la tendencia a divagar un poco…
Déjenme volver a explicar quién soy.
Soy la mansión de Lakewood, el gran monumento blanco dedicado al legado de los Ardley .
O por lo menos, eso es lo que fui antes... ahora ya ni sé que es lo que soy. No desde que los tiempos duros comenzaron a tener más importancia en la mente frágil de la señora Elroy. Como pueden apreciar, la crisis bursátil de 1929 le afectó a tal grado que ahora, años después cuando la familia está oficialmente fuera de peligro, Elroy Ardley aún se comporta como si se encontrara al borde del colapso financiero.
Al principio, sus extremas medidas fiscales fueron imprescindibles en ayudar a mantener a flote el imperio familiar. Pero ahora, casi ocho años después de esquivar tal catástrofe y con la mayor parte de la fortuna personal de la familia intacta, ella aún se niega a aliviar el celo con el que se aferra a cada dólar que forra su bolso.
Por lo tanto, muchas cosas han cambiado dramáticamente. Ya no brillo en el paisaje forestal como una moneda recién acuñada. Todavía esto limpia, también tengo que ser justa, pero con una pobreza que era ajena antes para mí. Varios de mis preciosos candelabros de cristal han sido 'temporalmente retirados' por la señora... ya que considera la electricidad un lujo ostentoso y sólo puede estar en uso en circunstancias extremas.
Ahora la oscuridad no tiene rival dentro de mis paredes, con sólo los parpadeos de luz de una vela solitaria visible a través de las ventanas en el cuarto de Elroy. También se han marchado las veinticinco personas que solían cuidar de mí con sumo esmero, puliendo mis ventanas y barandillas hasta lograr un alto destello en preparación para alguna fiesta, recortando los jardines pulcros y manicurados, o cocinando manjares deliciosos en mi cocina enorme. Ya no soy la envidia de las familias de buena cuna… solamente un recuerdo lejano de mejores tiempos.
Bajo la dirección de Elroy, todos los empleados fueron despedidos, excepto por su sufrida criada Maree y Morris, su fiel mayordomo. Estos dos desgraciados tratan en vano de mantener mi belleza... pero después de ocuparse de cada capricho de la señora durante todo el santo día, apenas tienen el tiempo para hacer lo necesario. ¡Es imposible para dos personas hacer el trabajo de un equipo de veinticinco!
Bueno... Realmente yo he tratado de decírselo a Elroy a mi manera. De vez en cuando permito que un par de puertas rechinen en sus bisagras más fuerte que de costumbre o dejo que el frio vaho del invierno se filtre a través de las paredes cada madrugada. Aun así, ella no escucha a nadie... ni siquiera a su sobrino y su esposa pecosa. Solían visitar a menudo cuando mi belleza era más aparente, pero me han olvidado un poco desde que el primero de su manada de hijos nació muchos años atrás.
Hoy día creo que se mantienen alejados porque temen por el bienestar de sus niños... tal vez tiene algo que ver con una conversación que Elroy sostuvo con Maree esta mañana.
La anciana estaba revisando los libros de cuentas domesticas, según su habito diario, cuando Maree cautelosamente llamó a la puerta con la bandeja del desayuno en sus manos.
“Entra...” Elroy refunfuñó distraídamente sin perder la concentración en los números enfrente de ella.
Maree entró silenciosamente, ya que era su costumbre, depositando la bandeja en una pequeña mesa al lado de la silla de la señora Elroy.
“¿Quisiera usted algo más esta mañana, Señora?" se atrevió a preguntar, deseando que por una vez su patrona la dejara escabullirse rápidamente para comenzar la tarea ardua que es mi limpieza diaria. Hoy Maree quería hacer que todas mis ventanas lucieran deslumbrantes... o por lo menos las que se encuentran en la primera planta.
Elroy alzó la vista de su libro de cuentas con una mirada asustada dibujada en su rostro arrugado, como que si se hubiera percatado de repente que Maree seguía de pie y en su presencia. "¿Sabe cuánto gastamos para la comida de cada mes en esta casa? ¡Es absurdo! ¡Es un escándalo que tres personas consuman tanta comida!" declaró con sus ojos grises acerados firmemente incrustados en la figura temblorosa de Maree.
“Pero señora Elroy...” tartamudeó la pobre mujer, tratando de razonar con la anciana suavemente, “a veces tenemos que tirar mucha comida porque ya no nos permiten usar el refrigerador, ¿recuerda? Usted misma dijo que la electricidad era un lujo que apenas nos podríamos permitir. Hace unos años, cuando teníamos más personas que trabajaban aquí, la comida nunca fue a parar a la basura aunque no tuviéramos refrigeración, ya que no sobraba nada. Aun con sólo tres personas aquí... bueno, el desperdicio es inevitable de vez en cuando”.
“¡Nunca he oído semejantes tonterías!” rugió Elroy con ese su rugido tan familiar que frecuentemente hacia que mis ventanas vibraran, “es solamente esa pereza típica de tu parte que no te permite planear una comida que podría ser consumida a lo largo de un día entero. ¿Qué tan difícil puede ser organizar la comida diaria de tres personas con mas economía?”
“Pero señora Elroy... con todo el respeto que usted se merece…” se atrevió a insistir la pobre Maree, evidentemente no tan optimista sobre el efecto que podría tener comida casi podrida en su estomago como su patrona tacaña, “el verano está por llegar. Y el calor en la casa podría hacer que ciertos ingredientes pueden estropearse más rápido. Si quizás permitiera que se use el refrigerador otra vez, yo entonces podría...”
“¡Basta! ¡He tenido suficiente de tus excusas, Maree!” resolló la anciana, rechazando la preocupación de su criada con una movimiento arrogante de su mano, “¡Tu dependencia en la tecnología moderna es vergonzosa! ¡En mis tiempos nunca tuvimos necesidad de tales aparatos y de maquinaria... y déjame asegurarte que nuestra comida siempre fue sana y nunca sufrí ni siquiera de un ataque de diarrea! Creo que te has acostumbrado a una vida rodeada de lujo, Maree”.
“Pero señora Elroy...” insistió la criada con su voz en un hilo, tratando de ocultar el temblor involuntario de sus piernas, “la señora Ardley siempre me ha instruido a no guardar cosas como el pollo y la leche para otro día. Cuando visitaron la vez pasada ella estaba muy alarmada al ver las cosas que guardamos en la despensa”.
“¡Esa muchacha y mi sobrino son un par de padres sobre protectores… unos exagerados!” Elroy espetó, cerrando de golpe el libro de cuentas con una mano. “Ella no tenía razón alguna para andar merodeando en MI propia cocina cuando mi sobrino claramente ha estipulado que esta es y continuara siendo MI casa hasta el día de mi muerte. Si continuas así de inútil creo que será mejor que te marches de aquí inmediatamente… ¡buena suerte si crees que vas a encontrar a otra patrona que aguante tus tonterías y recompense tu trabajo tan bien! ¿Acaso ya se te olvido que eres una solterona y no tienes más prospectos que seguir a mi lado? ¿Adónde irías, dime? ¡Sin mi tú no tienes nada ni a nadie, Maree! Yo pago tu sueldo con mi dinero a cambio de tu lealtad absoluta, por lo tanto harás las cosas como te digo, ¿está claro, Maree?”
"Sí…por supuesto señora Elroy…” contesto la criada dócilmente tragándose un par de lagrimas y haciendo una reverencia rápida antes de salir de la habitación.
“De todas las estupideces que he oído a lo largo de mi vida... ¡arrojar el pollo y la leche a la basura! ¡Como se le ocurre a Candy decir eso!” refunfuñó mientras bebía su té a sorbos. “¡Ya ni que tuviéramos una granja en el jardín!”
Sólo yo fui un testigo silencioso de cómo arrugo su nariz sutilmente al notar el leve gusto rancio de la mantequilla en su tostada. Pero se la comió de todas maneras... afirmando nuevamente en sus adentros que no desperdiciaría bueno dinero en un tarro fresco de mantequilla que sin duda su criada y Morris derrocharían en un santiamén.
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En las semanas que siguieron esa conversación y para su mayor crédito Maree trató, usando sus numerosas habilidades domesticas, de obedecer las órdenes de su señora.
Hizo cambios en la cocina para que sólo una pequeña cantidad de pollo fuera cocinada para el almuerzo, logrando que la cena generalmente fuera un plato simple basado en arroz, legumbres y vegetales.
Sin embargo, a pesar de la mejoría en reducir el desperdicio, la señora Elroy se queja a menudo de las comidas, exigiendo saber lo que había sucedido con el resto del pollo que supuestamente serviría para la cena.
Maree… esa pobre criada le trata de explicar, una y otra vez, que ha cambiado el menú para evitar el despilfarro, pero siempre es en vano. Elroy invariablemente desata una diatriba rabiosa y la pobre sirvienta termina buscando refugio en mi cocina con lágrimas rodando por sus mejillas marchitas.
Después de un intercambio particularmente furioso al terminar de servir el almuerzo de la señora Elroy, Maree se sentó sola en la cocina, preguntándose cuándo disminuiría la locura de su patrona y por cuánto más ella podría continuar soportando la tanda de insultos diarios.
Sigilosamente Morris entro en la cocina, y viendo sus mejillas mojadas y marchitas, se compadeció de su colega. El mayordomo sugirió que podrían salir a cenar en la aldea, que salir de mis confines sería un cambio atractivo.
“Vamos Maree...” empujo Morris sutilmente, “será una experiencia agradable para nosotros. Tendremos buena comida sin temor a ser envenenados y tomaremos un respiro. Después de meses sin un solo día de descanso, ¿no crees que merezcamos una breve pausa? Estoy seguro que la señora ni siquiera se enterará de nuestra ausencia”.
Maree sonrió tímidamente y coincidieron en que se merecían un descanso bien atrasado. “Voy a dejar una cena sencilla de arroz y verduras para la señora Elroy” dijo, limpiando sus manos en el delantal de un blanco impecable. "Voy a llevar su cena a su habitación antes de irnos. Generalmente se retira a dormir muy temprano pero le dejaré saber que iremos a la aldea pero no nos quedaremos fuera de la mansión hasta muy tarde”.
Cuando los dos criados dejaron los límites de mis paredes, no tenían modo de saber que un par de ojos acerados grises los siguió hasta que sus siluetas se perdieron en la distancia.
Desde la ventana de su habitación, Elroy Ardley sonrió una pequeña sonrisa traviesa. Con Maree fuera de casa, ella misma entraría en la despensa y revisaría sus contenidos. Estaba segura que Maree estaba robando comida… o tirando cosas a la basura.
Tan rápido como sus piernas tembleques se lo permitieron, madame se dirigió directamente a mi alacena, buscando evidencia del despilfarro de sus criados.
Como era de esperarse, no encontró nada en particular… así que desvió su atención a la cesta de la basura, donde estaba convencida de que encontraría la evidencia que probaría la traición de Maree. En ella encontró un par de trozos de pollo crudo, cubierto en una especie de baba plateada y con un tinte verdoso en algunas partes.
"Esto es absolutamente asqueroso...” la escuche murmurar bajo su aliento, "¡Cómo se atreve a decirme esa idiota que no había nada de pollo para la cena cuando estas piezas perfectamente buenas están aquí en el cesto de basura! ¿Acaso cree que estoy hecha de dinero? ¡Maree va a oírme cuando llegue a casa! ¡El costo de este desperdicio va a salir directamente de su sueldo!”
Elroy resopló con indignación dando vueltas en la cocina y buscando una sartén.
Ahora... en todos mis años de existencia, sólo he visto a Elroy cocinar un par de veces en su vida: una vez cuando su madre exigió que aprendiera ciertas habilidades básicas de cocina en preparación para su matrimonio y la otra cuando murió su esposo y ella exigió que todos los criados la dejaran sola por un día.
El hedor de ese pollo en la sartén caliente comenzó a inundar mi interior mientras Elroy farfullaba todavía, buscando mas sobras para confeccionar una cena ‘decente’. Trate de salvarla de su locura avariciosa apagando la llama de la estufa un par de veces, mas mis esfuerzos fueron en vano.
Con una sonrisa triunfal, madam Elroy Ardley se sentó en la mesa de mi cocina y de dispuso a disfrutar lo que seguramente sería su ultima cena.
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“Vinimos tan pronto como nos fue posible, Maree. ¿Cómo se encuentra mi tía?” pregunto Albert, entregando su sombrero en las manos de la criada. Su esposa Candy estaba nuevamente embarazada así que la pobre apenas pudo subir mis escalones balanceando un enorme vientre, aun con la tierna ayuda de su esposo.
“¿Todavía está el doctor con ella, Maree?” pregunto Candy casi al mismo tiempo, escasamente dándole tiempo a la sirvienta para responder a la pregunta de su marido.
“La señora Elroy se encuentra descansando, señor Ardley y el doctor se marcho hace como veinte minutos atrás, señora Ardley. Parece ser que la señora Elroy padece de un caso severo de salmonelosis.”
“¡¿Salmonelosis?!” exclamaron los rubios en unisón. Candy sabía exactamente la seriedad de dicha enfermedad, mientras que Albert simplemente tenía conocimientos básicos de ella.
“¿Cómo es posible esto, Maree? ¿Acaso usted no siguió mis instrucciones?” exigió la rubia sosteniendo su abultado vientre. Cada vez que sus pasos rápidos resuenan en mis vestíbulos siento los vientos sutiles del cambio refrescando mis pasillos. ¡Quién habría creído que la muchacha que una vez se balanceó en las ramas más altas de los árboles de mis alrededores como una mona sería la misma mujer que se encuentra al pie de mi magnífica escalera de mármol con una mirada tan seria y maternal en su rostro!
“Candy... mi amor... no debes esforzarte ni agitarte tanto. Estoy seguro que Maree y Morris han sido muy consciente en sus deberes,” expresó Albert en el tono conciliador que ha poseído desde que era un niño pequeño. “Mi tía es muy anciana, y cualquier cosa puede afectar su salud frágil. Estamos acostumbrados a que siempre sea nuestro dragón... pero es más como una especie de lagarto pacifico estos días.”
“Señor Arldey, señora Ardley...nosotros hemos tratado de advertirle a su tía... pero ella no escucha a nadie” Maree finalmente sollozo, cubriendo su rostro entre sus manos de vergüenza. “Ella no me deja tirar nada a la basura, señora Ardley...ni siquiera cuando el hedor en la despensa es insoportable. Ella insiste en seguir comiendo pollo...ya que es más barato que la carne. Y con este calor que hemos tenido últimamente….bueno... ella tiene que comer pollo en el almuerzo y, después, las sobras son consumidas en la cena. Morris, y yo decidimos saltar las cenas hace días porque tenemos miedo de caer enfermos. A veces sólo comemos fruta o un huevo duro por la noche. Pero la señora Elroy... si ella encuentra los restos de la noche anterior... ¡se los come para el desayuno! Y anoche… anoche sucedió algo peor. Morris y yo salimos a cenar después que la señora se retiro a descansar. Aparentemente ella bajo a la cocina mas tarde y preparo un platillo hecho con los pedazos de pollo podrido que tire a la basura a la hora del almuerzo”.
“¿Quiere decir que ella esta así porque se comió el pollo podrido, Maree? ¿Acaso no gasta nada del dinero que le envío mensualmente para cubrir los gastos domésticos?" preguntó Albert incrédulamente, incapaz de entender cómo la avaricia de su tía había alcanzado un nivel tan grave.
“Nada señor... ni siquiera un penique” divulgo Maree, sorbiendo un poco con su nariz y buscando a la vez un pañuelo en su bolsillo. “La señora guarda todo ese dinero en su cuenta. Sólo gasta su dinero personal... y muy poco, si me permite decírselo. Todavía insiste en mantener la casa impecablemente limpia, pero no gasta nada de dinero en su mantenimiento. ¡Dice que todo es un desperdicio... hasta la electricidad es un lujo según ella!”
"Esto ha ido demasiado lejos Albert... la tía está a punto de morir, porque ha sido demasiado tacaña para comprar comida o usar la refrigeradora. Todo esto es mi culpa...” murmuró Candy, como siempre preocupada por el bienestar de los demás. “Siendo enfermera debería haber sido capaz de reconocer los primeros signos de senilidad desde la última vez que la visitamos y revise su alacena. Pero ¿cómo iba a saber yo que esto podría manifestarse como una intensificación de su avaricia natural?”
“No te enfades Candy, por favor... esto no es su culpa,” refutó Albert suavemente, demostrando una vez más su idoneidad para el papel de patriarca del clan. “Es mas, todo esto es mi culpa por no mantener un ojo más vigilante sobre sus libros de contabilidad doméstica. Si lo hubiera hecho, me habría dado cuenta de lo poco que ha gastado todo este tiempo. Quizás pude haber evitado que esta locura que la atormenta culminara con su envenenamiento y apañar el peligro de que lo mismo ocurriese a las personas a su alrededor”.
“No sé cómo pedir disculpas a ambos, señor y señora Ardley”, Maree susurró detrás de su pañuelo, “siento que les falle por no avisarles semanas atrás del comportamiento tan extraño de la señora Elroy. Ella se puso lívida de rabia cuando le informé que yo había llamado al doctor; todavía tuvo suficiente energía para arrojar una tacita de té a mi cabeza y me dijo que ya no era su empleada y que debía salir de su casa inmediatamente. Por supuesto, no le preste atención... después de todo, había cuidado de ella la noche anterior y sabía lo mal que estaba. El médico solo le dio un vistazo y me dijo que los llamara a ustedes dos inmediatamente. Él no mantiene muchas esperanzas para su recuperación, tomando en cuenta su edad y su nivel de deshidratación. De todas formas, el doctor volverá esta noche para verificar la condición de la señora Elroy y hablar con ustedes. Si quieren subir a su habitación, creo que todavía esta despierta.”
“¿Por qué no lo hizo, Maree?” preguntó Candy con lágrimas rodando sobre sus mejillas. “¿Por qué no nos advirtió de la severidad de la situación?”
“Candy… vamos… tú conoces como es mi tía,” dijo Albert, tomando a su esposa entre sus brazos.
“Señora Ardley… no podía dejar sola a la señora por un segundo antes de este incidente, y aunque deseé llamarlos en muchas ocasiones ella mandó a desconectar los teléfonos meses atrás,” declaró la criada fijando su mirada empañada en el rostro compungido de la joven señora Ardley. “Para llamar al doctor, tuve que dejar a Morris cuidando de ella mientras yo corría a casa de los vecinos para usar su teléfono. Por favor, créanme… yo quería hablar con ustedes, pero la señora me dijo que si no hacia las cosas como ella deseaba, pues que me podía marchar”.
“No es su culpa Maree… comprendo muy bien lo que es enfrentarse a la testarudez de Elroy Ardley” aseguró Albert a la pobre criada, quien toda su vida había demostrado una lealtad inquebrantable hacia su patrona. “Vamos mi amor, sube conmigo a saludar a mi tía. Si este es su final, hagamos que su transición sea tranquila y sin angustia”.
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La muerte de Elroy no me encontró totalmente desprevenida. Ella se escabulló silenciosamente al siguiente reino durante la noche con su sobrino y la esposa de este sosteniendo sus frágiles manos mientras susurraban oraciones. Para su funeral, una vez más un pequeño ejército de criados trabajó durante días para asegurarse de que yo luciría preciosa justo a tiempo para el último adiós de la gran dama.
Albert y Candy se horrorizaron al encontraron una enorme suma de dinero en la cuenta de Elroy: no había gastado un céntimo de su asignación en años, y todos sus ahorros había crecido hasta llegar a convertirse en una pequeña fortuna.
Durante el funeral, los detalles de la última cena que llevo a la gran dama hacia su muerte fueron omitidos cuidadosamente, nunca se convertirán en algo público. Aparte de Morris y Maree, sólo la pareja Ardley sabe la verdadera causa de la muerte de Elroy. Bueno... eso no es precisamente la verdad. Yo también conozco ese secreto: murió por su avaricia.
Pero, como vengo haciendo desde hace décadas, permaneceré callada; destinada siempre continuar siendo un testigo silencioso de los diversos pecados y las bendiciones de esta familia.
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-FIN-