Hola chicas
Seguimos con los siete pecados Andrew. Ahora es el turno de la soberbia, escrito por una servidora y Candy Fann. Este fic tardo un poquito por la diferencia de horarios Candy Fann en Australia y yo en México jejeje pues ya se imaginaran, pero esta escrito con mucho cariño para ustedes, que lo disfruten.
Dedicado a nuestra amiga Kitten Andrew por todas las ganas que le esta echando con esta guerra y mostrándonos sus maravillosos trabajos.
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy son de Mizuki/Igarashi, este fanfic es sin fines de lucro.
Soberbia, orgullo (vanidad, narcisismo) —El deseo de ser más importante o atractivo para otros; no dar crédito a otros, o amor excesivo de sí mismo. La definición de Dante fue "amor de sí mismo, pervertido al odio y el desprecio por el prójimo".
Escocia, Verano de 1914
PONGON.
El golpe sordo de la puerta de roble cerrándose de un solo porrazo resonó por los pasillos de la casa de verano de la familia Andrew con un eco.
Archivald Cornwell, el joven quien fácilmente se distinguía a kilómetros por su elegancia innata, entro a su habitación envuelto en una nube de seda, colonia, sudor y enfado.
-¡Ese engreído insoportable! – exclamó tratando de deshacer el nudo de su pañuelo de cuello con manos temblorosas de la rabia. –Ese inútil… pedante… afeminado…petulante… ¡si escucho una frase más que comience con ‘Terry es tan maravilloso’ creo que voy a vomitar!
Quitándose su camisa de seda blanca a jalones, ya ‘estropeada’ por manchas de sudor, Archie se tumbó en su cama tratando de recuperar la calma.
Todo el maldito verano no había hecho otra cosa que escuchar a su prima hablar del cretino de cabello castaño mas largo que el de su propia Annie. En hombres maduros y varoniles como Albert, ese estilo de pelo se veía bien… pero en un mocoso de manos delicadas que leía poesía como Terry…!Ja! ¡Parecía una chica! Y ahora, para colmo, su novia, su hermano y Patty también habían comenzado a cantar las alabanzas de Terry a diario… ¡Esa clase de tortura debería de ser considerada un crimen, era casi insoportable!
Desde que Terry le ‘permitió’ a Stear arreglar el destartalado avión que su padre mantenía en su villa, la escoria que era el maldito inglés dio paso al ‘maravilloso chico, con bondad rebosando de su corazón’ del que todos hablaban a diario… solo de pensar en las palabras tan elocuentes y sentidas de su hermano se le revolvían las tripas.
-Ese maldito inglés… - masculló Archie, observando el cielo raso de su habitación con un atípico ceño frunciendo su semblante. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, rápidamente relajó su rostro… después de todo no deseaba que, para variar, ese engreído también fuera la causa de arrugas prematuras surcando su tersa frente.
¿Cómo era posible que ahora Terry fuese el nuevo 'querido' de su pequeño grupo de amigos y familia? ¿Qué había hecho ese cretino, realmente, para merecer tanta alabanza?
Bueno... personalmente, Archie había aprendido a aceptar 'la preferencia' de Candy por la compañía de ese engreído arrogante, pero ¿y ahora que hasta su hermano y su novia parecían estar bajo el mismo hechizo del inglés ‘encantador’? ¿Qué iba a hacer?
No. Tenía que encontrar la manera de alejar a Terry del grupo hasta que fuese olvidado… y juró hacer todo lo que estuviera a su alcance para recobrar el estado quō de esa ‘amistad’ y que todo volviese a la normalidad: Terry como un intruso y muy fuera de la intimidad de su pequeño mundo sagrado.
Con sus manos detrás de su cabeza descansando, Archie permaneció recostado en su cama por mucho tiempo, cada vez más frustrado por cada minuto que pasaba sin una sola idea viable cruzando su mente.
¿Qué tan difícil sería formular un plan para deshacerse de una persona tan desagradable en su vida? Después de todo, él también era inteligente, además de guapo, ingenioso y sumamente encantador. ¡Tal vez no es que fuera tan inteligente como su hermano Stear, pero su intelecto ciertamente sobrepasaba al de ese idiota de Grandchester!
De repente, como un rayo de luz rompiendo un cielo despejado, una idea llegó a su mente con tal claridad que todo se hizo evidente a la vez. Sentándose súbitamente en la cama, el joven sonrió con alegría: ¡sería tan sencillo y sin embargo tan brillante!
Todo lo que tenía que hacer era lograr que su pequeño grupo notara su inteligencia superior, no sólo su belleza externa. Él, y sólo él, poseía la lista completa de atributos y en el nivel preciso para ensombrecer todo lo que Terry Grandchester podría intentar hacer para impresionar a sus amigos.
Su hermano Stear era sumamente inteligente pero, por desgracia, no había sido bendecido con una belleza perfecta así como él. Terry podría ser considerada atractivo y encantador por sus amigos, pero no era tan inteligente como ninguno los hermanos de Cromwell.
Caminando hacia un espejo de pie en su habitación, Archie evaluó su reflejo lentamente. Sin su camisa de seda y con su torso desnudo, podía admirar la perfección de su cuerpo ágil; la tez dorada de una piel impecable haciéndole lucir tal como los héroes de las novelas románticas que deleitaban tanto a Annie. Su cabello estilizado según el dicto de la moda, prolijamente peinado y brillante, era el color de la miel salvaje.
Cada musculo en su cuerpo estaba bien marcado, delineado como si fuese tallado en el mejor mármol, tal como la estatua de David.
¡Por supuesto que él era mejor que Terry! Él, Archivald Cornwell había comprobado, una y otra vez que tenía el físico, así como el encanto.
Sabía que muchas chicas en el colegio casi se desvanecían si les hablaba más que un par de palabras... y le gustaban sus miradas admirativas.
Ahora... sólo tenía que recordarles a los demás que también tenía la inteligencia para hacer juego completo a todos sus encantos.
Quedó tan impresionado por su propia brillantez que casi dirigió corriendo hacia su escritorio para comenzar a formular su plan de ataque. Tomando asiento en la antigua silla tapizada de un brocado inglés verde, el joven hurgó durante unos segundos hasta encontrar papel de escribir y una pluma.
Para que todo funcionara tendría que actuar rápidamente... y enlistar la ayuda del enigmático patriarca familiar. Compuso un breve telegrama al tío William, pidiendo un 'favor'; un favor de proporciones épicas para ser preciso mas no imposible.
Iba a pedir que le enviara un avión destartalado… algo que podría arreglar sin la ayuda de alguien.
Le diría a su tío que sería un 'regalo' de cumpleaños para Stear, ya que el avión de Grandchester terminó en el fondo del lago y no podía ser salvado. George Johnson todavía se encontraba en Londres, y sabiendo la eficacia del ayudante de su tío, el avión seguramente llegaría a la villa Andrew antes del final del verano.
Pensando en la reacción de Terry (y de todos) cuando vieran el avión arreglado y en marcha, el humor de Archie, por fin, comenzó a mejorar y con paso ligero se dirigió al pueblo para enviar su mensaje.
El tío abuelo William sonrió al leer la misiva de su sobrino, y George se limitó a rodar los ojos presintiendo que esta petición de Archivald Cornwell sólo era un capricho del adolescente. Sin embargo, George se dispuso simplemente a seguir las órdenes de su jefe sin rechistar.
Para la mayor suerte del eficaz caballero, el avión que pedía el joven Cornwell era muy fácil de conseguir. A la hora de enviarlo, una sonrisa divertida se dibujó en su rostro: conociendo los ‘dones’ de ambos hermanos para la mecánica, su intuición le decía que ese avión terminaría hecho pedazos al igual que todos los inventos del joven Stear. Sólo rogaba que esto no ocurriera en pleno vuelo…
-¡Vaya, el tío abuelo sí que sabe consentirme!- fueron las primeras palabras de Archie al ver a un par de trabajadores descargando el avión en el garaje de la villa de Escocia - Claro, es fácil de entender. Siendo tan buenmozo e inteligente, se podría deducir que ¡soy el sobrino consentido del tío abuelo!
Rápidamente comenzó a inspeccionar el artefacto. El avión era realmente una belleza en bruto y aunque él quería sentir esa emoción que su hermano hubiera demostrado dando gritos de felicidad, simplemente solo veía un montón de fierros y piezas acoplados perfectamente. Después de revisar a detalle dicho artefacto, finalmente encontró el manual de uso y una pila de diagramas del mismo.
-¡Caramba! Pero si este avión es mucho mejor que el del estúpido de Granchester. ¿Y todos estos papeles? No entiendo que son… ¡No sé cómo a Stear le encanta todo esto! Pero bueno, si reparo este avión todos definitivamente me admiraran a mí y se olvidaran completamente de ese maldito Granchester – musitó en sus adentros, y con una sonrisa cínica dibujada en su bello rostro se dedicó a terminar de revisar el aparato.
Pasada la media noche, Archie se retiró a su habitación y, mirándose en su gran espejo, vio su camisa de seda llena de polvo y su bello rostro cubierto bajo una leve capa de sudor y polvo.
-¡Esto es un desastre! ¡Me veo fatal! Mi cutis se pondrá horrible si me quedo cubierto de polvo. ¡Terminare con un ataque de acné! – Inmediatamente se dirigió a tomar un baño de burbujas y se dispuso a dormir… claro, no sin antes ‘reparar’ su cutis con una crema humectante francesa que había comprado por catalogo.
Al siguiente día, Archie decidió ir a la biblioteca local ya quería investigar todo acerca de los aviones de la época. Las instrucciones incluidas con el avión le parecían escritas en chino… ¡no les encontraba ni pies ni cabeza! Y claro… no podía acudir a Stear. Pedir ayuda sería como admitir derrota… ¡y admitir su derrota significaría admitir la superioridad de ese inglés imbécil!
Stear estuvo a punto de descubrirlo escabulléndose cuando salió de la villa sigilosamente esa mañana. El joven inventor lo saludo y le dijo que quería acompañarlo al pueblo, ya que tenía que comprar unas herramientas que necesitaba. Archie, usando su ‘intelecto superior’, logró engañarlo diciendo que iba al pueblo a comprar ropa y, por supuesto, su hermano inmediatamente cambio de opinión. Todos sabían que ir de compras con Archie era un martirio…
En la biblioteca, Archie encontró dos libros de aviación que rápidamente se llevó a casa. A pesar de que fue leyendo todo lentamente, no alcanzó a comprender nada de nada. Revisó la última página del primer libro, ya que estaba seguro de que estaba escrito en otro idioma; había en el muchas palabras que simplemente no entendía.
Pasaron un par de horas y el dolor de cabeza que comenzó como una leve presión en sus sienes, era ya una jaqueca insoportable. Miles de palabras técnicas rondaban sus pensamientos como pequeños pajaritos volando. ¡Estaba harto de la aviación! Él prefería mil veces las revistas de moda y las de cotilleos de sociedad.
Fastidiado y al borde de un colapso, el joven aventó los libros a su cama, se lavó la cara y decidió ir directo al grano. Después de todo ¿qué podría salir tan mal? Él era una persona inteligente y capaz de arreglar cualquier tipo de problema, y si su hermano podía armar un avión, entonces eso significaba que llevaba la mecánica en la sangre.
Saliendo de su cama se dirigió al garaje. Archie abrió las puertas y con toda seguridad tomo los planos del avión, acomodándolos en el piso para revisarlos detalladamente.
-¡Esto parece un rompecabezas! – resopló fastidiado nuevamente. Tomando la primera herramienta que tenía a su alcance, se dirigió a la pila de piezas esparcidas en el piso.
-‘Parte A va con Parte B’… ¡Simple! – exclamó triunfante, tomando otra pieza y acoplándola frenéticamente.
Avivado por su propia brillantez, Archie continuó encontrando piezas y acoplándolas según su entendimiento de los planes. A veces encontraba un tornillo que no encajaba perfectamente, así que lo cambiaba por otro más pequeño o más grande. Algunas partes también le parecieron demasiado grandes y aparatosas para un avión que sería de un diseño tan estilizado como practico.
Poco a poco, el esqueleto del avión comenzó a tomar forma y Archie se felicitó a sí mismo por su excelente trabajo. Gradchester… ese baboso necesitó todo un equipo para arreglar su bendito avión. En cambio él, Archie Cromwell, estaba haciendo todo sin la ayuda de nadie. ¡Si eso no era prueba de su superioridad intelectual, no sabía que lo sería!
Sonriendo complacido, Archie se dispuso a seguir trabajando día y noche, para que al final del verano, todos pudieran ser testigos de su inteligencia y brillantez.
-¡Adiós Grandchester! – se rió mientras reemplazaba otro tornillo mas, fantaseando nuevamente con la expresión incrédula en el rostro del maldito inglés al ver su precioso avión tomando vuelo a través del cielo Escocés.
-¿Qué demonios estamos haciendo aquí? – reclamó Terry, esperando impaciente con el grupo de amigos parados en el césped, justo afuera del garaje en la villa Andrew. - ¡Candy, tengo hambre! Mira… mejor vamos a mi villa a tomar el té… ya casi son las diez. Mi criada ha hecho unos sándwiches y unas tártaras que están de infarto.
-¡Nunca entenderé la obsesión de ustedes lo ingleses con el bendito té! - replicó Candy, dedicándole una mirada de advertencia a su compañero. -Deja de ser un aguafiestas, Terry. Archie nos pidió que estuviéramos aquí exactamente a esta hora porque dijo que tenía una sorpresa para todos.
- A menos que salga vestido de novia y con un par de maracas, nada de lo que tu primo pueda hacer me interesa realmente – se burló éste, haciendo una mueca divertida y agitando en el aire un par de maracas imaginarias en sus manos. Patty tuvo que fingir un ataque de tos para no estallar en carcajadas.
-¡No seas grosero, Terry!- le reprendió la rubia, fulminando al chico con la mirada. - Estoy segura que realmente valdrá la pena lo que Achie nos tiene que mostrar. Todas estas semanas se ha comportado de una manera muy hermética. De hecho, casi no lo hemos visto.
-Para lo poco que lo he extrañado… - murmuró Terry, ganándose un manotazo de la rubia en el brazo. –¡Eh! ¿Que dije? Nada de violencia, Tarzan Pecosa.
-Yo estoy de acuerdo con mi querido amigo, Candy – intervino Stear, mirando su reloj por enésima vez. -Ya casi es hora del té y Archie no aparece. Mejor vamos a comer como Terry sugiere.
Patty sonrió, y cruzando sus brazos sobre el pecho, clavó su mirada sobre su novio.
-No sabía que te gustase el té, Stear, - dijo enigmáticamente, deleitándose en la incomodidad momentánea del joven.- Cada vez que te he ofrecido una taza haces una mueca de asco y te apartas de la mesa.
-Bueno… este…eh… - balbuceó Stear, su rostro más rojo que una remolacha al saberse descubierto tratando de impresionar a su nuevo ‘amigo’. – Es…es que estoy tratando de ampliar mi paladar, Patty. Y he oído que beber té es muy bueno para el cerebro.
-Si hay una clase de gente cuyo cerebro necesita mejorar, sin duda son ustedes los americanos – espetó Terry, carcajeándose de su propio ingenio.
-¡Terry! – siseó Candy entre dientes, ya harta de las groserías y el sarcasmo de su amigo. -Si sigues así de grosero juro que te daré una patada. ¿Acaso no te puedes comportar como se debe por cinco minutos?
- ¡Ya llevamos cinco minutos esperando Candy! – refunfuñó Terry arrugando su ceño. -Y si Archie sale del garaje haciendo un desfile de moda con los nuevos estilos para el otoño, te juro que le daré una bofetada por hacerme perder la hora del té por nada.
-No te preocupes Terry- secundó Stear, haciendo un puño y levantándolo al aire. -Si mi hermano sale haciendo un desfile de modas, yo mismo lo ataré con su bufanda a un árbol mientras nos vamos a tomar el té a tu casa.
-¡Cállense los dos! Ya ni que ambos estuviesen todavía tomando biberón…- gruñó Candy, tratando de no alzar su voz. - En serio, cállense. Puedo escuchar ruidos al otro lado de la puerta.
El pequeño grupo de amigos se detuvo al ver como la puerta del garaje se abría ligeramente con un crujido y Archie surgió para reunirse con ellos.
-¡Hola! Me alegro que pudieran estar aquí esta mañana, - saludó con una sonrisa casi tan deslumbrante que apagaría todo tipo de luz a su alrededor.
-Más te vale... podríamos estar en otro lugar, con té y comida,- Terry dijo entre dientes con una risa burlona.
Archie ignorando su comentario sarcástico y aclarando su garganta, procedió con su breve discurso. -Parece ser que este verano ha habido entre nosotros un debate acerca de la superioridad intelectual de una nacionalidad sobre la otra. Mientras que los ingleses tienen una historia más rica, más antigua que los americanos, lo que nos falta en la tradición lo compensamos con innovación. Y es este don innato de la innovación estadounidense que ha hecho lo que voy a enseñarles posible. He aquí... el perfecto avión americano.
Con aplomo teatral, Archie abrió la gran puerta del garaje de lleno, sonriendo de oreja a oreja al escuchar el gemido ahogado del grupo entero; todos conteniendo la respiración en incredulidad.
Allí, ante sus propios ojos, se encontraba un avión plateado y rojo brillante. Con un propulsor radiante, alas rojas y neumáticos nuevos, la máquina se veía como la utilería reluciente de una revista.
Stear fue el primero en dar un paso adelante, mirando con asombro el vehículo, sus ojos tan grandes como platos detrás de sus gafas. -Es… es… es… ¡es un avión!- exclamó finalmente, mientras caminaba alrededor de el aeroplano, tocando la superficie lisa y pulida.
-¿Acaso es real?- preguntó Terry, sardónico, negándose a permitir que su sorpresa se mostrara debajo de esa coraza de desdén que cuidadosamente mantenía siempre.
-Sí, es un avión, Stear- replicó Archie, cruzando sus brazos sobre su pecho satisfecho, -y es muy real, te lo aseguro Grandchester. He probado el motor esta mañana, y ronronea perfectamente si me lo permiten decir…
-¿Es seguro, Archie?- preguntó Annie tímidamente, un tanto dudosa en cuanto a la habilidad de su novio con herramientas mecánicas.
-Todo es una cuestión de lógica, mi querida Annie- refutó Archie, caminando para detenerse al lado de su novia con un aire de importancia y superioridad. -La estructura del avión es estable, todo está donde se dice que debería estar según las instrucciones. El motor funciona perfectamente... por lo tanto, sólo es lógico que el avión deba funcionar. ¿Ves? ¡Simple!
-Archie...- dijo Candy, caminando hacia un montón de piezas y herramientas tiradas en una esquina del garaje, -¿estás seguro de que todas estas piezas no pertenecen en alguna parte del avión?
-Candy... mi querida prima,- respondió Archie esbozando una tensa sonrisa. -Estas son las piezas de repuesto. ¡Siempre ponen piezas de repuesto en caso de que una se pierda!
-Si… ¿pero no te parece que hay muchas, Archie?
Al notar que la admiración poco a poco daba paso a la crítica, Archie resoplo molesto. -¡Mira! Los he llamado aquí para que al final podamos demostrar la veracidad de mi hipótesis: la ingeniosidad estadounidense es muy superior a la ‘experiencia’ inglesa. ¡Yo no les pedí que vinieran aquí a critican mi proceso de construcción de este maldito avión!
-¿Tú? ¿Tú solito construiste esto, Archie? - preguntó Stear, de repente preocupado y poniendo su atención en la gran pila de piezas de metal que Candy había señalado.
-¡Por supuesto que sí! ¿Quién más, dime? ¡YO soy su hermano! Compartimos los mismos genes inteligentes, ¿no? Al principio tengo que confesar que fue difícil, ya que no es una de mis grandes aficiones y pues prefiero otras cosas... pero una vez me dispuse a hacerlo, todo sucedió como en un sueño: sin esfuerzo.
-Stear… ¡que ni se te ocurra subirte en esa cosa!- trató de susurrar Patty, mas su voz cobró un tono que todos pudieron escuchar.
-Pero ¿qué les pasa a todos ustedes? No los vi actuar así cuando se trataba del avión destartalado de Grandchester.
-Porque se trataba de un avión construido por los ingleses en primer lugar – espetó Terry, tratando de enfurecer al joven. – Es un hecho bien conocido que la buena maquinaria pasa la prueba del tiempo. Todo lo que el motor necesitaba era una buena limpieza, eso fue todo. Ustedes los americanos... no pueden ni siquiera construir una escalera para bajar de su burro media vez se montan en su lomo.
-¿Burro? ¿A quién llamas burro, idiota? ¡El único burro que yo conozco por estos lugares se llama Grandchester! – gruñó Archie, enfadándose mucho mas al ver como Terry estallaba en carcajadas.
-¡Ya es suficiente!- gritó Candy, tratando de establecer la calma nuevamente. –Terry, ¡deja de molestar a Archie! Y tu Archie, ¡estás loco si crees que vamos a permitir que salgas a volar en ese avión! Estamos hablando de una maquina, Archie, no del nudo en un pañuelo de seda. ¡Con esto te puedes matar!
-No te preocupes pecosa. Archie no irá a ningún lado, – declaró Terry, limpiándose un par de lagrimas de risa que aparecieron en sus ojos. – Si en verdad tu primo construyó este aparato él solo, te apuesto que el avión jamás dejara el suelo.
-¡Como te atreves!- rugió el joven ‘aviador’, tratando de abalizarse sobre el ‘maldito inglés’a la vez que todos sus amigos se lanzaban de lleno sobre él para detenerlo; Archie terminando siendo acarreado lejos de Terry en medio de las carcajadas del susodicho.
-¡Basta Terry! – dijo Stear firmemente, todavía sujetando a su hermano por los hombros mientras éste trataba de zafarse de agarre. –Archie… tal vez si dejaras que yo revise el avión… por lo menos solo para estar seguros de su integridad mecánica y estructural.
-¿Tu tampoco me crees, Stear? ¿Prefieres fiarte de las cosas que dice ese engreído que del trabajo de tu propio hermano?
-Archie… por favor, se razonable… - rogó Annie, aun sujetando la cintura de su novio con ambos brazos. –Stear ya lo hizo una vez. Sería una buena idea permitir que lo revise. Es una cuestión de sentido común, nada más.
-Por supuesto… sentido común siendo la cosa que más abunda en los ingleses y es más escasa en los americanos - proclamó Terry triunfante, desde una esquina del garaje.
-¡Si no cierras la boca en este instante, Terry, juro que te la cerraré permanentemente! No estás ayudando para nada con tus estúpidos comentarios a remediar esta situación – gritó la rubia, sintiendo como la pierna de Archie que estaba sujetando casi se libra de su abrazo. Patty, sujetando la otra pierna, estaba ya con su rostro un rojo carmesí vibrante; la pobre jamás había hecho tanto esfuerzo físico en su vida.
- Si cierro la boca no podre decirte que tengo la solución perfecta para este dilema.
-¡Terry, juro que el vaso de mi paciencia está a punto de rebalsar! ¿Cuál es tu solución? – pregunto Candy, rogando que Terry no saliera con otra respuesta estúpida.
-Si Archie logra que el motor funcione y ponga el avión en marcha, le pediré disculpas por todos mis comentarios fuera de lugar- sugirió Terry, cruzando los brazos sobre su pecho. –PERO… si, como yo creo, el avión no funciona para nada, Archie tendrá que vestirse como una mucama francesa y servirnos el té mañana mismo – añadió arqueando una ceja y esbozando una sonrisa maquiavélica.
-¡Tengo una proposición mejor, Grandchester! – respondió Archie, dejando de forcejear para que sus amigos lo soltaran. – Si mi avión no funciona, seré tu mucama francesa a la hora del té por el resto de esta semana. Sin embargo, si mi avión funciona (y va a funcionar), dejaras que YO te corte el pelo y me ayudaras a ir de compras al pueblo por todo el resto del verano. ¿Qué dices?
- Pienso que tengo un uniforme que te quedara perfectamente… ¡así que trato hecho, vanidoso!
-¡Trato hecho, imbécil! – contestó Archie, disponiéndose a subirse al avión.
Stear, notando el orgullo cegador de su hermano, se acercó a él disimuladamente, tratando una vez mas de hacerle entrar en razón. –Archie… no tienes que hacer esto. Tú no tienes que demostrarnos nada. Tú sabes que te queremos y respetamos tal como eres, ¿no es así?
-Y sigues dudando, Stear. Bueno… no te culpo. Hasta el mismo Cristo redentor tuvo que lidiar con aquellos que dudaron de él.
-¿En serio, Arhie? ¿Ahora te comparas con Dios?
-No con Dios, Stear… solo estoy señalando que Jesús y yo tenemos algo en común – dijo Archie, tomando su lugar en el asiento de piloto. –A propósito Stear, ¿me podrías decir cómo se conduce este armatoste?
- ¡ARCHIE! ¿Me estás diciendo que ni siquiera sabes cómo controlar el avión? ¿Y como se supone es que ibas a volar?- masculló Stear entre dientes, tratando de no estrangular a su hermano y llamar la atención de los otros.
-¿Que tan difícil puede ser, Stear? Tu lo haces… y hasta el padre de ese idiota lo pudo hacer – refutó Archie, señalando despectivamente a un Terry sonriente con su mentón.
-Mira… no tengo tiempo para explicarte todo, pero lo único que tienes que hacer es encender el motor y sacarlo del garaje, ese es el trato, ¿no? Para hacer eso, simplemente presiona este pedal y empuja un poco el timón hacia adelante. Si quieres parar, presiona el freno y no toques el timón para nada. Este botón enciende y apaga el motor, ¿comprendes?
-Vale, vale… adelante para ponerlo en marcha, el freno para parar. ¡Listo! ¡Ya lo tengo! Lárgate antes de Terry comiencen a hablar mal de mí.
-¿Terry? Es un chico maravilloso, Archie. No sé por qué lo encuentras tan antipático.
Al escuchar las alabanzas para Terry de su hermano, Archie le dio un empujón tirándolo del ala del avión. Stear se levantó rápidamente, y sacudiéndose la ropa, se dispuso a ayudarle a su hermano con el propulsor.
Con su orgullo desbordando, Archie sonrió al escuchar el motor escupiendo y comenzando a vivir con fuerza una vez que Stear giró la hélice del avión para hacer contacto.
Los amigos se apartaron fuera del camino, dejando que Archie poco a poco sacara el aeroplano del garaje.
Archie sonrió aun más al ver como la quijada de Terry casi le tocaba el pecho: ¡ese engreído iba a acarrear las cajas y bolsas con todas sus compras por mucho tiempo!
Annie, Candy y Patty lo miraban abrazadas, con una expresión de admiración mezclada con miedo dibujada en los tres rostros.
Stear era el único que lo miraba sin expresión alguna. El chico estaba a la expectativa, tratando de escuchar algún ruido y ver un detalle que podría indicar problemas para su hermano.
Archie, sintiendo su orgullo ensanchado por su pequeño pero significativo triunfo, gritó para ser oído por encima del ruido del motor. - ¡Oye, Grandchester! ¡Doble o nada! ¡Si el avión se apaga seré tu criado por el resto del verano! ¡Pero si logro hacerlo volar, vendrás conmigo de compras a París!
-¡Vale elegante! Así que ya sabes, ¡te espero mañana hasta con las piernas afeitadas!
-¡NO!- gritó Stear, corriendo detrás del avión y tratando en vano de subirse a una de las alas. -¡Archie! ¡Ya es suficiente! ¡Has demostrado tu punto, así que puedes parar!
-No, Stear. ¡Esto terminará cuando ese degenerado admita su estupidez!
-¡ARCHIE! ¡Estas siendo ridículo! gritó Stear, incapaz de continuar corriendo tras el avión.
El aparato comenzó lentamente a acelerar hacia un campo vacío, y como lo hizo, un ruido discordante comenzó a emerger del motor. Archie, pensando que el ruido era completamente normal, impulsó los controles, a la vez que el motor tronaba más fuerte y con una nube de humo en uno de sus lados. Incapaz de ver exactamente dónde iba, Archie giró el control, desviando la maquina hacia el lago. Los amigos empezados a correr, persiguiendo el avión y mirando impotentes cuando el aparato se adentro en la orilla fangosa del agua.
Bueno... casi todo el mundo. Terry estaba demasiado ocupado rodando por el césped en ataques de risa, tratando de no orinarse en sus pantalones e incapaz de recuperar la compostura. Con las ruedas atascada en el lodo, Archie no tuvo otra opción sino para apagar el motor, y al hacerlo las alas del avión cayeron en el fango; el armatoste luciendo como el cuerpo desconchabado de una mota sin alas. Archie, con el rostro manchado de hollín, se encaramó fuera del avión y equivocándose garrafalmente de la altura en la que se encontraba, cayó de bruces en el barro pegajoso y maloliente. Pareciendo más como un gato callejero y menos como una chico sexy, Archie se levantó lentamente, y con su orgullo por los suelos, se paro al lado de los restos del avión.
-Parece que la maldición de los Cornwell ataca de nuevo, Archie... No importa cuán inteligente somos, nuestras máquinas siempre terminan en una nube de humo.
-Por favor Stear... Cállate. No soy de humor para escuchar tus intentos de consolarme.
-¡Archivald Cornwell, Eres un idiota más grande que tu hermano! -dijo Annie, con lágrimas rodando por sus mejillas y dándole un abrazo. – ¡Jamás vas a hacer otra cosa como esta!
- No te preocupes, Annie. Mis días de aviador terminan aquí. A propósito, ¿dónde está Terry? -preguntó Archie hoscamente. -Tengo que preguntarle a qué hora le gusta tomar el té.
-No te preocupes, Archie, - dijo Patty riendo. - ¡Creo que Candy ya regreso a donde está y en estos momentos está ocupada dándole patadas en su estómago mientras hablamos!
Al terminar de decir esa última frase, todos se dieron la vuelta hacia el garaje. En la distancia, pudieron ver a una chica rubia, pateando con gusto a un joven inglés tumbado en la hierba, una y otra vez. Mientras todos se carcajeaban al ver tal cosa, Stear se dirigió a su hermano y lo abrazó tímidamente. -Siento que el orgullo te gano la partida esta vez, Archie. Pero nosotros los Cornwell somos hombres de palabra: te prometo que no me reiré mañana a la hora del té.
-Gracias Stear,- dijo Archie, posando un brazo sobre el hombro de su hermano. – Agradezco tus buenas intenciones. Pero el recuerdo de Candy pateando Terry como un balón de fútbol es justo lo que necesito para sonreír cada vez que le sirva el té a ese inútil.
El aviador – por Chiquita Andrew y Candy Fann
Escocia, Verano de 1914
PONGON.
El golpe sordo de la puerta de roble cerrándose de un solo porrazo resonó por los pasillos de la casa de verano de la familia Andrew con un eco.
Archivald Cornwell, el joven quien fácilmente se distinguía a kilómetros por su elegancia innata, entro a su habitación envuelto en una nube de seda, colonia, sudor y enfado.
-¡Ese engreído insoportable! – exclamó tratando de deshacer el nudo de su pañuelo de cuello con manos temblorosas de la rabia. –Ese inútil… pedante… afeminado…petulante… ¡si escucho una frase más que comience con ‘Terry es tan maravilloso’ creo que voy a vomitar!
Quitándose su camisa de seda blanca a jalones, ya ‘estropeada’ por manchas de sudor, Archie se tumbó en su cama tratando de recuperar la calma.
Todo el maldito verano no había hecho otra cosa que escuchar a su prima hablar del cretino de cabello castaño mas largo que el de su propia Annie. En hombres maduros y varoniles como Albert, ese estilo de pelo se veía bien… pero en un mocoso de manos delicadas que leía poesía como Terry…!Ja! ¡Parecía una chica! Y ahora, para colmo, su novia, su hermano y Patty también habían comenzado a cantar las alabanzas de Terry a diario… ¡Esa clase de tortura debería de ser considerada un crimen, era casi insoportable!
Desde que Terry le ‘permitió’ a Stear arreglar el destartalado avión que su padre mantenía en su villa, la escoria que era el maldito inglés dio paso al ‘maravilloso chico, con bondad rebosando de su corazón’ del que todos hablaban a diario… solo de pensar en las palabras tan elocuentes y sentidas de su hermano se le revolvían las tripas.
-Ese maldito inglés… - masculló Archie, observando el cielo raso de su habitación con un atípico ceño frunciendo su semblante. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, rápidamente relajó su rostro… después de todo no deseaba que, para variar, ese engreído también fuera la causa de arrugas prematuras surcando su tersa frente.
¿Cómo era posible que ahora Terry fuese el nuevo 'querido' de su pequeño grupo de amigos y familia? ¿Qué había hecho ese cretino, realmente, para merecer tanta alabanza?
Bueno... personalmente, Archie había aprendido a aceptar 'la preferencia' de Candy por la compañía de ese engreído arrogante, pero ¿y ahora que hasta su hermano y su novia parecían estar bajo el mismo hechizo del inglés ‘encantador’? ¿Qué iba a hacer?
No. Tenía que encontrar la manera de alejar a Terry del grupo hasta que fuese olvidado… y juró hacer todo lo que estuviera a su alcance para recobrar el estado quō de esa ‘amistad’ y que todo volviese a la normalidad: Terry como un intruso y muy fuera de la intimidad de su pequeño mundo sagrado.
Con sus manos detrás de su cabeza descansando, Archie permaneció recostado en su cama por mucho tiempo, cada vez más frustrado por cada minuto que pasaba sin una sola idea viable cruzando su mente.
¿Qué tan difícil sería formular un plan para deshacerse de una persona tan desagradable en su vida? Después de todo, él también era inteligente, además de guapo, ingenioso y sumamente encantador. ¡Tal vez no es que fuera tan inteligente como su hermano Stear, pero su intelecto ciertamente sobrepasaba al de ese idiota de Grandchester!
De repente, como un rayo de luz rompiendo un cielo despejado, una idea llegó a su mente con tal claridad que todo se hizo evidente a la vez. Sentándose súbitamente en la cama, el joven sonrió con alegría: ¡sería tan sencillo y sin embargo tan brillante!
Todo lo que tenía que hacer era lograr que su pequeño grupo notara su inteligencia superior, no sólo su belleza externa. Él, y sólo él, poseía la lista completa de atributos y en el nivel preciso para ensombrecer todo lo que Terry Grandchester podría intentar hacer para impresionar a sus amigos.
Su hermano Stear era sumamente inteligente pero, por desgracia, no había sido bendecido con una belleza perfecta así como él. Terry podría ser considerada atractivo y encantador por sus amigos, pero no era tan inteligente como ninguno los hermanos de Cromwell.
Caminando hacia un espejo de pie en su habitación, Archie evaluó su reflejo lentamente. Sin su camisa de seda y con su torso desnudo, podía admirar la perfección de su cuerpo ágil; la tez dorada de una piel impecable haciéndole lucir tal como los héroes de las novelas románticas que deleitaban tanto a Annie. Su cabello estilizado según el dicto de la moda, prolijamente peinado y brillante, era el color de la miel salvaje.
Cada musculo en su cuerpo estaba bien marcado, delineado como si fuese tallado en el mejor mármol, tal como la estatua de David.
¡Por supuesto que él era mejor que Terry! Él, Archivald Cornwell había comprobado, una y otra vez que tenía el físico, así como el encanto.
Sabía que muchas chicas en el colegio casi se desvanecían si les hablaba más que un par de palabras... y le gustaban sus miradas admirativas.
Ahora... sólo tenía que recordarles a los demás que también tenía la inteligencia para hacer juego completo a todos sus encantos.
Quedó tan impresionado por su propia brillantez que casi dirigió corriendo hacia su escritorio para comenzar a formular su plan de ataque. Tomando asiento en la antigua silla tapizada de un brocado inglés verde, el joven hurgó durante unos segundos hasta encontrar papel de escribir y una pluma.
Para que todo funcionara tendría que actuar rápidamente... y enlistar la ayuda del enigmático patriarca familiar. Compuso un breve telegrama al tío William, pidiendo un 'favor'; un favor de proporciones épicas para ser preciso mas no imposible.
Iba a pedir que le enviara un avión destartalado… algo que podría arreglar sin la ayuda de alguien.
Le diría a su tío que sería un 'regalo' de cumpleaños para Stear, ya que el avión de Grandchester terminó en el fondo del lago y no podía ser salvado. George Johnson todavía se encontraba en Londres, y sabiendo la eficacia del ayudante de su tío, el avión seguramente llegaría a la villa Andrew antes del final del verano.
Pensando en la reacción de Terry (y de todos) cuando vieran el avión arreglado y en marcha, el humor de Archie, por fin, comenzó a mejorar y con paso ligero se dirigió al pueblo para enviar su mensaje.
0o0o0o0
El tío abuelo William sonrió al leer la misiva de su sobrino, y George se limitó a rodar los ojos presintiendo que esta petición de Archivald Cornwell sólo era un capricho del adolescente. Sin embargo, George se dispuso simplemente a seguir las órdenes de su jefe sin rechistar.
Para la mayor suerte del eficaz caballero, el avión que pedía el joven Cornwell era muy fácil de conseguir. A la hora de enviarlo, una sonrisa divertida se dibujó en su rostro: conociendo los ‘dones’ de ambos hermanos para la mecánica, su intuición le decía que ese avión terminaría hecho pedazos al igual que todos los inventos del joven Stear. Sólo rogaba que esto no ocurriera en pleno vuelo…
0o0o0o0
-¡Vaya, el tío abuelo sí que sabe consentirme!- fueron las primeras palabras de Archie al ver a un par de trabajadores descargando el avión en el garaje de la villa de Escocia - Claro, es fácil de entender. Siendo tan buenmozo e inteligente, se podría deducir que ¡soy el sobrino consentido del tío abuelo!
Rápidamente comenzó a inspeccionar el artefacto. El avión era realmente una belleza en bruto y aunque él quería sentir esa emoción que su hermano hubiera demostrado dando gritos de felicidad, simplemente solo veía un montón de fierros y piezas acoplados perfectamente. Después de revisar a detalle dicho artefacto, finalmente encontró el manual de uso y una pila de diagramas del mismo.
-¡Caramba! Pero si este avión es mucho mejor que el del estúpido de Granchester. ¿Y todos estos papeles? No entiendo que son… ¡No sé cómo a Stear le encanta todo esto! Pero bueno, si reparo este avión todos definitivamente me admiraran a mí y se olvidaran completamente de ese maldito Granchester – musitó en sus adentros, y con una sonrisa cínica dibujada en su bello rostro se dedicó a terminar de revisar el aparato.
Pasada la media noche, Archie se retiró a su habitación y, mirándose en su gran espejo, vio su camisa de seda llena de polvo y su bello rostro cubierto bajo una leve capa de sudor y polvo.
-¡Esto es un desastre! ¡Me veo fatal! Mi cutis se pondrá horrible si me quedo cubierto de polvo. ¡Terminare con un ataque de acné! – Inmediatamente se dirigió a tomar un baño de burbujas y se dispuso a dormir… claro, no sin antes ‘reparar’ su cutis con una crema humectante francesa que había comprado por catalogo.
Al siguiente día, Archie decidió ir a la biblioteca local ya quería investigar todo acerca de los aviones de la época. Las instrucciones incluidas con el avión le parecían escritas en chino… ¡no les encontraba ni pies ni cabeza! Y claro… no podía acudir a Stear. Pedir ayuda sería como admitir derrota… ¡y admitir su derrota significaría admitir la superioridad de ese inglés imbécil!
Stear estuvo a punto de descubrirlo escabulléndose cuando salió de la villa sigilosamente esa mañana. El joven inventor lo saludo y le dijo que quería acompañarlo al pueblo, ya que tenía que comprar unas herramientas que necesitaba. Archie, usando su ‘intelecto superior’, logró engañarlo diciendo que iba al pueblo a comprar ropa y, por supuesto, su hermano inmediatamente cambio de opinión. Todos sabían que ir de compras con Archie era un martirio…
En la biblioteca, Archie encontró dos libros de aviación que rápidamente se llevó a casa. A pesar de que fue leyendo todo lentamente, no alcanzó a comprender nada de nada. Revisó la última página del primer libro, ya que estaba seguro de que estaba escrito en otro idioma; había en el muchas palabras que simplemente no entendía.
Pasaron un par de horas y el dolor de cabeza que comenzó como una leve presión en sus sienes, era ya una jaqueca insoportable. Miles de palabras técnicas rondaban sus pensamientos como pequeños pajaritos volando. ¡Estaba harto de la aviación! Él prefería mil veces las revistas de moda y las de cotilleos de sociedad.
Fastidiado y al borde de un colapso, el joven aventó los libros a su cama, se lavó la cara y decidió ir directo al grano. Después de todo ¿qué podría salir tan mal? Él era una persona inteligente y capaz de arreglar cualquier tipo de problema, y si su hermano podía armar un avión, entonces eso significaba que llevaba la mecánica en la sangre.
Saliendo de su cama se dirigió al garaje. Archie abrió las puertas y con toda seguridad tomo los planos del avión, acomodándolos en el piso para revisarlos detalladamente.
-¡Esto parece un rompecabezas! – resopló fastidiado nuevamente. Tomando la primera herramienta que tenía a su alcance, se dirigió a la pila de piezas esparcidas en el piso.
-‘Parte A va con Parte B’… ¡Simple! – exclamó triunfante, tomando otra pieza y acoplándola frenéticamente.
Avivado por su propia brillantez, Archie continuó encontrando piezas y acoplándolas según su entendimiento de los planes. A veces encontraba un tornillo que no encajaba perfectamente, así que lo cambiaba por otro más pequeño o más grande. Algunas partes también le parecieron demasiado grandes y aparatosas para un avión que sería de un diseño tan estilizado como practico.
Poco a poco, el esqueleto del avión comenzó a tomar forma y Archie se felicitó a sí mismo por su excelente trabajo. Gradchester… ese baboso necesitó todo un equipo para arreglar su bendito avión. En cambio él, Archie Cromwell, estaba haciendo todo sin la ayuda de nadie. ¡Si eso no era prueba de su superioridad intelectual, no sabía que lo sería!
Sonriendo complacido, Archie se dispuso a seguir trabajando día y noche, para que al final del verano, todos pudieran ser testigos de su inteligencia y brillantez.
-¡Adiós Grandchester! – se rió mientras reemplazaba otro tornillo mas, fantaseando nuevamente con la expresión incrédula en el rostro del maldito inglés al ver su precioso avión tomando vuelo a través del cielo Escocés.
0o0o0o0
-¿Qué demonios estamos haciendo aquí? – reclamó Terry, esperando impaciente con el grupo de amigos parados en el césped, justo afuera del garaje en la villa Andrew. - ¡Candy, tengo hambre! Mira… mejor vamos a mi villa a tomar el té… ya casi son las diez. Mi criada ha hecho unos sándwiches y unas tártaras que están de infarto.
-¡Nunca entenderé la obsesión de ustedes lo ingleses con el bendito té! - replicó Candy, dedicándole una mirada de advertencia a su compañero. -Deja de ser un aguafiestas, Terry. Archie nos pidió que estuviéramos aquí exactamente a esta hora porque dijo que tenía una sorpresa para todos.
- A menos que salga vestido de novia y con un par de maracas, nada de lo que tu primo pueda hacer me interesa realmente – se burló éste, haciendo una mueca divertida y agitando en el aire un par de maracas imaginarias en sus manos. Patty tuvo que fingir un ataque de tos para no estallar en carcajadas.
-¡No seas grosero, Terry!- le reprendió la rubia, fulminando al chico con la mirada. - Estoy segura que realmente valdrá la pena lo que Achie nos tiene que mostrar. Todas estas semanas se ha comportado de una manera muy hermética. De hecho, casi no lo hemos visto.
-Para lo poco que lo he extrañado… - murmuró Terry, ganándose un manotazo de la rubia en el brazo. –¡Eh! ¿Que dije? Nada de violencia, Tarzan Pecosa.
-Yo estoy de acuerdo con mi querido amigo, Candy – intervino Stear, mirando su reloj por enésima vez. -Ya casi es hora del té y Archie no aparece. Mejor vamos a comer como Terry sugiere.
Patty sonrió, y cruzando sus brazos sobre el pecho, clavó su mirada sobre su novio.
-No sabía que te gustase el té, Stear, - dijo enigmáticamente, deleitándose en la incomodidad momentánea del joven.- Cada vez que te he ofrecido una taza haces una mueca de asco y te apartas de la mesa.
-Bueno… este…eh… - balbuceó Stear, su rostro más rojo que una remolacha al saberse descubierto tratando de impresionar a su nuevo ‘amigo’. – Es…es que estoy tratando de ampliar mi paladar, Patty. Y he oído que beber té es muy bueno para el cerebro.
-Si hay una clase de gente cuyo cerebro necesita mejorar, sin duda son ustedes los americanos – espetó Terry, carcajeándose de su propio ingenio.
-¡Terry! – siseó Candy entre dientes, ya harta de las groserías y el sarcasmo de su amigo. -Si sigues así de grosero juro que te daré una patada. ¿Acaso no te puedes comportar como se debe por cinco minutos?
- ¡Ya llevamos cinco minutos esperando Candy! – refunfuñó Terry arrugando su ceño. -Y si Archie sale del garaje haciendo un desfile de moda con los nuevos estilos para el otoño, te juro que le daré una bofetada por hacerme perder la hora del té por nada.
-No te preocupes Terry- secundó Stear, haciendo un puño y levantándolo al aire. -Si mi hermano sale haciendo un desfile de modas, yo mismo lo ataré con su bufanda a un árbol mientras nos vamos a tomar el té a tu casa.
-¡Cállense los dos! Ya ni que ambos estuviesen todavía tomando biberón…- gruñó Candy, tratando de no alzar su voz. - En serio, cállense. Puedo escuchar ruidos al otro lado de la puerta.
El pequeño grupo de amigos se detuvo al ver como la puerta del garaje se abría ligeramente con un crujido y Archie surgió para reunirse con ellos.
-¡Hola! Me alegro que pudieran estar aquí esta mañana, - saludó con una sonrisa casi tan deslumbrante que apagaría todo tipo de luz a su alrededor.
-Más te vale... podríamos estar en otro lugar, con té y comida,- Terry dijo entre dientes con una risa burlona.
Archie ignorando su comentario sarcástico y aclarando su garganta, procedió con su breve discurso. -Parece ser que este verano ha habido entre nosotros un debate acerca de la superioridad intelectual de una nacionalidad sobre la otra. Mientras que los ingleses tienen una historia más rica, más antigua que los americanos, lo que nos falta en la tradición lo compensamos con innovación. Y es este don innato de la innovación estadounidense que ha hecho lo que voy a enseñarles posible. He aquí... el perfecto avión americano.
Con aplomo teatral, Archie abrió la gran puerta del garaje de lleno, sonriendo de oreja a oreja al escuchar el gemido ahogado del grupo entero; todos conteniendo la respiración en incredulidad.
Allí, ante sus propios ojos, se encontraba un avión plateado y rojo brillante. Con un propulsor radiante, alas rojas y neumáticos nuevos, la máquina se veía como la utilería reluciente de una revista.
Stear fue el primero en dar un paso adelante, mirando con asombro el vehículo, sus ojos tan grandes como platos detrás de sus gafas. -Es… es… es… ¡es un avión!- exclamó finalmente, mientras caminaba alrededor de el aeroplano, tocando la superficie lisa y pulida.
-¿Acaso es real?- preguntó Terry, sardónico, negándose a permitir que su sorpresa se mostrara debajo de esa coraza de desdén que cuidadosamente mantenía siempre.
-Sí, es un avión, Stear- replicó Archie, cruzando sus brazos sobre su pecho satisfecho, -y es muy real, te lo aseguro Grandchester. He probado el motor esta mañana, y ronronea perfectamente si me lo permiten decir…
-¿Es seguro, Archie?- preguntó Annie tímidamente, un tanto dudosa en cuanto a la habilidad de su novio con herramientas mecánicas.
-Todo es una cuestión de lógica, mi querida Annie- refutó Archie, caminando para detenerse al lado de su novia con un aire de importancia y superioridad. -La estructura del avión es estable, todo está donde se dice que debería estar según las instrucciones. El motor funciona perfectamente... por lo tanto, sólo es lógico que el avión deba funcionar. ¿Ves? ¡Simple!
-Archie...- dijo Candy, caminando hacia un montón de piezas y herramientas tiradas en una esquina del garaje, -¿estás seguro de que todas estas piezas no pertenecen en alguna parte del avión?
-Candy... mi querida prima,- respondió Archie esbozando una tensa sonrisa. -Estas son las piezas de repuesto. ¡Siempre ponen piezas de repuesto en caso de que una se pierda!
-Si… ¿pero no te parece que hay muchas, Archie?
Al notar que la admiración poco a poco daba paso a la crítica, Archie resoplo molesto. -¡Mira! Los he llamado aquí para que al final podamos demostrar la veracidad de mi hipótesis: la ingeniosidad estadounidense es muy superior a la ‘experiencia’ inglesa. ¡Yo no les pedí que vinieran aquí a critican mi proceso de construcción de este maldito avión!
-¿Tú? ¿Tú solito construiste esto, Archie? - preguntó Stear, de repente preocupado y poniendo su atención en la gran pila de piezas de metal que Candy había señalado.
-¡Por supuesto que sí! ¿Quién más, dime? ¡YO soy su hermano! Compartimos los mismos genes inteligentes, ¿no? Al principio tengo que confesar que fue difícil, ya que no es una de mis grandes aficiones y pues prefiero otras cosas... pero una vez me dispuse a hacerlo, todo sucedió como en un sueño: sin esfuerzo.
-Stear… ¡que ni se te ocurra subirte en esa cosa!- trató de susurrar Patty, mas su voz cobró un tono que todos pudieron escuchar.
-Pero ¿qué les pasa a todos ustedes? No los vi actuar así cuando se trataba del avión destartalado de Grandchester.
-Porque se trataba de un avión construido por los ingleses en primer lugar – espetó Terry, tratando de enfurecer al joven. – Es un hecho bien conocido que la buena maquinaria pasa la prueba del tiempo. Todo lo que el motor necesitaba era una buena limpieza, eso fue todo. Ustedes los americanos... no pueden ni siquiera construir una escalera para bajar de su burro media vez se montan en su lomo.
-¿Burro? ¿A quién llamas burro, idiota? ¡El único burro que yo conozco por estos lugares se llama Grandchester! – gruñó Archie, enfadándose mucho mas al ver como Terry estallaba en carcajadas.
-¡Ya es suficiente!- gritó Candy, tratando de establecer la calma nuevamente. –Terry, ¡deja de molestar a Archie! Y tu Archie, ¡estás loco si crees que vamos a permitir que salgas a volar en ese avión! Estamos hablando de una maquina, Archie, no del nudo en un pañuelo de seda. ¡Con esto te puedes matar!
-No te preocupes pecosa. Archie no irá a ningún lado, – declaró Terry, limpiándose un par de lagrimas de risa que aparecieron en sus ojos. – Si en verdad tu primo construyó este aparato él solo, te apuesto que el avión jamás dejara el suelo.
-¡Como te atreves!- rugió el joven ‘aviador’, tratando de abalizarse sobre el ‘maldito inglés’a la vez que todos sus amigos se lanzaban de lleno sobre él para detenerlo; Archie terminando siendo acarreado lejos de Terry en medio de las carcajadas del susodicho.
-¡Basta Terry! – dijo Stear firmemente, todavía sujetando a su hermano por los hombros mientras éste trataba de zafarse de agarre. –Archie… tal vez si dejaras que yo revise el avión… por lo menos solo para estar seguros de su integridad mecánica y estructural.
-¿Tu tampoco me crees, Stear? ¿Prefieres fiarte de las cosas que dice ese engreído que del trabajo de tu propio hermano?
-Archie… por favor, se razonable… - rogó Annie, aun sujetando la cintura de su novio con ambos brazos. –Stear ya lo hizo una vez. Sería una buena idea permitir que lo revise. Es una cuestión de sentido común, nada más.
-Por supuesto… sentido común siendo la cosa que más abunda en los ingleses y es más escasa en los americanos - proclamó Terry triunfante, desde una esquina del garaje.
-¡Si no cierras la boca en este instante, Terry, juro que te la cerraré permanentemente! No estás ayudando para nada con tus estúpidos comentarios a remediar esta situación – gritó la rubia, sintiendo como la pierna de Archie que estaba sujetando casi se libra de su abrazo. Patty, sujetando la otra pierna, estaba ya con su rostro un rojo carmesí vibrante; la pobre jamás había hecho tanto esfuerzo físico en su vida.
- Si cierro la boca no podre decirte que tengo la solución perfecta para este dilema.
-¡Terry, juro que el vaso de mi paciencia está a punto de rebalsar! ¿Cuál es tu solución? – pregunto Candy, rogando que Terry no saliera con otra respuesta estúpida.
-Si Archie logra que el motor funcione y ponga el avión en marcha, le pediré disculpas por todos mis comentarios fuera de lugar- sugirió Terry, cruzando los brazos sobre su pecho. –PERO… si, como yo creo, el avión no funciona para nada, Archie tendrá que vestirse como una mucama francesa y servirnos el té mañana mismo – añadió arqueando una ceja y esbozando una sonrisa maquiavélica.
-¡Tengo una proposición mejor, Grandchester! – respondió Archie, dejando de forcejear para que sus amigos lo soltaran. – Si mi avión no funciona, seré tu mucama francesa a la hora del té por el resto de esta semana. Sin embargo, si mi avión funciona (y va a funcionar), dejaras que YO te corte el pelo y me ayudaras a ir de compras al pueblo por todo el resto del verano. ¿Qué dices?
- Pienso que tengo un uniforme que te quedara perfectamente… ¡así que trato hecho, vanidoso!
-¡Trato hecho, imbécil! – contestó Archie, disponiéndose a subirse al avión.
Stear, notando el orgullo cegador de su hermano, se acercó a él disimuladamente, tratando una vez mas de hacerle entrar en razón. –Archie… no tienes que hacer esto. Tú no tienes que demostrarnos nada. Tú sabes que te queremos y respetamos tal como eres, ¿no es así?
-Y sigues dudando, Stear. Bueno… no te culpo. Hasta el mismo Cristo redentor tuvo que lidiar con aquellos que dudaron de él.
-¿En serio, Arhie? ¿Ahora te comparas con Dios?
-No con Dios, Stear… solo estoy señalando que Jesús y yo tenemos algo en común – dijo Archie, tomando su lugar en el asiento de piloto. –A propósito Stear, ¿me podrías decir cómo se conduce este armatoste?
- ¡ARCHIE! ¿Me estás diciendo que ni siquiera sabes cómo controlar el avión? ¿Y como se supone es que ibas a volar?- masculló Stear entre dientes, tratando de no estrangular a su hermano y llamar la atención de los otros.
-¿Que tan difícil puede ser, Stear? Tu lo haces… y hasta el padre de ese idiota lo pudo hacer – refutó Archie, señalando despectivamente a un Terry sonriente con su mentón.
-Mira… no tengo tiempo para explicarte todo, pero lo único que tienes que hacer es encender el motor y sacarlo del garaje, ese es el trato, ¿no? Para hacer eso, simplemente presiona este pedal y empuja un poco el timón hacia adelante. Si quieres parar, presiona el freno y no toques el timón para nada. Este botón enciende y apaga el motor, ¿comprendes?
-Vale, vale… adelante para ponerlo en marcha, el freno para parar. ¡Listo! ¡Ya lo tengo! Lárgate antes de Terry comiencen a hablar mal de mí.
-¿Terry? Es un chico maravilloso, Archie. No sé por qué lo encuentras tan antipático.
Al escuchar las alabanzas para Terry de su hermano, Archie le dio un empujón tirándolo del ala del avión. Stear se levantó rápidamente, y sacudiéndose la ropa, se dispuso a ayudarle a su hermano con el propulsor.
Con su orgullo desbordando, Archie sonrió al escuchar el motor escupiendo y comenzando a vivir con fuerza una vez que Stear giró la hélice del avión para hacer contacto.
Los amigos se apartaron fuera del camino, dejando que Archie poco a poco sacara el aeroplano del garaje.
Archie sonrió aun más al ver como la quijada de Terry casi le tocaba el pecho: ¡ese engreído iba a acarrear las cajas y bolsas con todas sus compras por mucho tiempo!
Annie, Candy y Patty lo miraban abrazadas, con una expresión de admiración mezclada con miedo dibujada en los tres rostros.
Stear era el único que lo miraba sin expresión alguna. El chico estaba a la expectativa, tratando de escuchar algún ruido y ver un detalle que podría indicar problemas para su hermano.
Archie, sintiendo su orgullo ensanchado por su pequeño pero significativo triunfo, gritó para ser oído por encima del ruido del motor. - ¡Oye, Grandchester! ¡Doble o nada! ¡Si el avión se apaga seré tu criado por el resto del verano! ¡Pero si logro hacerlo volar, vendrás conmigo de compras a París!
-¡Vale elegante! Así que ya sabes, ¡te espero mañana hasta con las piernas afeitadas!
-¡NO!- gritó Stear, corriendo detrás del avión y tratando en vano de subirse a una de las alas. -¡Archie! ¡Ya es suficiente! ¡Has demostrado tu punto, así que puedes parar!
-No, Stear. ¡Esto terminará cuando ese degenerado admita su estupidez!
-¡ARCHIE! ¡Estas siendo ridículo! gritó Stear, incapaz de continuar corriendo tras el avión.
El aparato comenzó lentamente a acelerar hacia un campo vacío, y como lo hizo, un ruido discordante comenzó a emerger del motor. Archie, pensando que el ruido era completamente normal, impulsó los controles, a la vez que el motor tronaba más fuerte y con una nube de humo en uno de sus lados. Incapaz de ver exactamente dónde iba, Archie giró el control, desviando la maquina hacia el lago. Los amigos empezados a correr, persiguiendo el avión y mirando impotentes cuando el aparato se adentro en la orilla fangosa del agua.
Bueno... casi todo el mundo. Terry estaba demasiado ocupado rodando por el césped en ataques de risa, tratando de no orinarse en sus pantalones e incapaz de recuperar la compostura. Con las ruedas atascada en el lodo, Archie no tuvo otra opción sino para apagar el motor, y al hacerlo las alas del avión cayeron en el fango; el armatoste luciendo como el cuerpo desconchabado de una mota sin alas. Archie, con el rostro manchado de hollín, se encaramó fuera del avión y equivocándose garrafalmente de la altura en la que se encontraba, cayó de bruces en el barro pegajoso y maloliente. Pareciendo más como un gato callejero y menos como una chico sexy, Archie se levantó lentamente, y con su orgullo por los suelos, se paro al lado de los restos del avión.
-Parece que la maldición de los Cornwell ataca de nuevo, Archie... No importa cuán inteligente somos, nuestras máquinas siempre terminan en una nube de humo.
-Por favor Stear... Cállate. No soy de humor para escuchar tus intentos de consolarme.
-¡Archivald Cornwell, Eres un idiota más grande que tu hermano! -dijo Annie, con lágrimas rodando por sus mejillas y dándole un abrazo. – ¡Jamás vas a hacer otra cosa como esta!
- No te preocupes, Annie. Mis días de aviador terminan aquí. A propósito, ¿dónde está Terry? -preguntó Archie hoscamente. -Tengo que preguntarle a qué hora le gusta tomar el té.
-No te preocupes, Archie, - dijo Patty riendo. - ¡Creo que Candy ya regreso a donde está y en estos momentos está ocupada dándole patadas en su estómago mientras hablamos!
Al terminar de decir esa última frase, todos se dieron la vuelta hacia el garaje. En la distancia, pudieron ver a una chica rubia, pateando con gusto a un joven inglés tumbado en la hierba, una y otra vez. Mientras todos se carcajeaban al ver tal cosa, Stear se dirigió a su hermano y lo abrazó tímidamente. -Siento que el orgullo te gano la partida esta vez, Archie. Pero nosotros los Cornwell somos hombres de palabra: te prometo que no me reiré mañana a la hora del té.
-Gracias Stear,- dijo Archie, posando un brazo sobre el hombro de su hermano. – Agradezco tus buenas intenciones. Pero el recuerdo de Candy pateando Terry como un balón de fútbol es justo lo que necesito para sonreír cada vez que le sirva el té a ese inútil.
0o0o0o0
FIN
FIN
Última edición por Chiquita Andrew el Dom Abr 19, 2015 6:02 pm, editado 1 vez