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** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair ** Apología No. 6 para Stear y Patty ** Twilight/Candy Candy **
¡Hola! Soy Lady Lyuva Sol. Les dejo el segundo capítulo, esperando lo disfruten. Gracias por leer!
CAPÍTULO II
Valle de Somme, Francia; 1916
Pelear como voluntario con uno de los países aliados: Francia… “soy un soldado en el cumplimiento de su deber…”
–Patty… Patty… –murmuró el soldado, aprisionado entre los retorcidos y humeantes restos del avión.
Había permanecido “a salvo” durante poco más de un año, escribiendo a casa largas cartas y evocando el hermoso rostro de su amada en las frías y solitarias noches. Y ahora La Muerte le llamaba con coquetería y él podía escuchar claramente ese llamado en su interior. Débilmente, intentó salir de su prisión de metal, no con la idea de sobrevivir, sino por el contrario, deseaba acudir a los brazos de La Muerte y dejarse besar y llevar por ella; pero el dolor le hizo gemir y trató de localizar el punto exacto para buscar alivio al mismo. No fue posible, pues ese dolor le iba consumiendo todo su ser poco a poco. Dejó de luchar, después de todo, La Muerte vendría por él, ya que él no podía acudir a su encuentro por su propio pie.
Se encontraba completamente desorientado, ya que había perdido los anteojos en la caída y el posterior estrellamiento de su avión en las aguas y la sangre que manaba de su cráneo y su rostro, le cubría y no le permitía ver más allá de su nariz. Rezó una serie de oraciones inconexas, mientras perdía el conocimiento y pidió perdón a Dios por sus pecados, y a su amada por abandonarla en el frío mundo posterior a su muerte.
El chirrido que escuchó no fue lo suficiente para sacarlo de su aturdimiento, pensando que la marea le arrastraba al fondo del mar, junto con su aeronave. ¿Qué sería peor? ¿Morir por el shock de los golpes, los cuales incluso le costaron la fractura de varios de sus huesos? ¿o perecer ahogado en el fondo del mar? De pronto, sintió un par de manos que le sostenían y los jaloneaban para sacarlo de entre los restos del avión, lo cual lograron a merced de un débil gemido de Stear, que no pudo acallarlo debido al dolor que sintió al rasgarse su piel y continuar sangrando. Algo (o alguien) lo levantó en vilo y pudo sentir cómo lo transportaban a través del agua, hasta llegar a tierra.
Sin embargo, su consciencia se perdía a pasos agigantados, presa de la próxima muerte.
–No hay de otra –escuchó una voz.
Esa voz pertenecía a Liam, un vampiro irlandés que deambulaba por la zona. Se había alejado de los otros dos miembros de su clan, Siobhan y Maggie, para contemplar la batalla aérea. Ellas se habían quedado por otro lado conversando y planeando sus próximos movimientos. A él le maravillaban esas máquinas modernas que volaban, en su ya largo caminar por este mundo pocas cosas lo habían asombrado tanto. Pensaba que debía ser maravilloso volar grandes distancias, lo más que lograban ellos con su superioridad física era dar grandes saltos, muy parecido a volar pero no lo mismo. En cambio esos frágiles humanos lo habían logrado, ¿y para qué lo usaban?, para matarse unos a otros. En esta guerra había podido observar ya un par de batallas aéreas, de las cuales obtenía un par de víctimas, aunque no le interesaban demasiado: por lo regular eran franceses o alemanes.
Ese día observó a ambos escuadrones luchar con pericia, le llamó la atención uno de los pilotos franceses, en más de una ocasión pudo acribillar a aviones enemigos y no lo hizo, cosa rara en esa guerra. Siguió con atención ese avión, pronto su compasión le costó cara, un alemán le disparó y lo hizo caer a las aguas del Somme. Liam pensó que sería una buena idea ayudar a ese soldado a no sufrir, si es que había sobrevivido a las balas y a la caída. ¡Quedaban tan pocos humanos bondadosos! Conforme se internaba en las aguas ya impregnadas con la sangre del aviador, que por cierto olía muy bien, otra idea lo asaltó, ¿y si este chico fuera el compañero que Siobhan y él tanto deseaban para Maggie? Recordó como había estado reacio a aceptar a la chiquilla en ese mundito en el que Siobhan y él eran felices. Maggie con su agudeza y dulzura se lo había ganado pronto y se convirtieron en una familia. Sin embargo él deseaba que la chica conociera el amor de la misma forma que Siobhan y él, pero Maggie jamás mostraba interés en los vampiros con los que se topaban. Quizá esta vez fuera distinto. Se apresuró a llegar hasta los despojos deseando que fuera un jovencito no muy alejado de la edad de la joven vampira.
En cuanto lo vio supo que era ideal, no parecía tener más de veinte años, veintiuno si acaso, bien parecido, no era tan alto como él pero Maggie era muy bajita así que estarían bien. Con dificultad halló su placa de identificación, un americano de apellido escocés sirviendo en el ejército francés, vaya que era pequeño el mundo. Por fortuna Liam estaba bien alimentado, por eso pudo ayudar al que deseaba que se convirtiera en el cuarto miembro de su clan. Lo liberó de la prisión de metal y lo llevó a la orilla.
Le depositaron en la playa y de pronto, sintió un aguijonazo doloroso en el cuello, y a los pocos instantes, en sus muñecas y sus tobillos. Ni siquiera había sentido cuando le descubrían el cuerpo, tan mal se encontraba. El frío que había padecido desde su caída en el mar empezó a desaparecer, y comenzó a sentir la fiebre que lo invadía, así como el ardor que los aguijonazos le produjeron, despacio al principio, comenzó a revolverse, tratando de escapar el infierno que poco a poco, se desataba en su interior y que parecía irle abrasando cada vez más.
–No te resistas –escuchó la voz.
La única transformación que él había presenciado era la de Maggie y tanto él como Siobhan la habían acompañado. Muy diferente de la suya propia, en la que no había tenido ni idea de lo que sucedía. Bueno, este chico tampoco la tenía, pero al menos esperaba que sus palabras lo guiaran y confortaran; y él estaría ahí cuando se despertara para explicarle todo, a diferencia de él que no había tenido ni idea los primeros días hasta que se topó con Siobhan. Debía dirigirse a la vieja cabaña que usaban como centro de reunión, con suerte las chicas llegarían hasta después de terminada la transformación. Que el piloto se moviera era buena señal, el veneno estaba llegando a todos los puntos importantes.
A pesar de su debilidad y la ordalía que comenzaba a vivir, pudo sentir como le transportaban nuevamente, aunque su desorientación no le ayudó en nada. De pronto, se vio depositado en un lugar oscuro (aunque él no pudo darse cuenta al principio de ello). El entorno era borroso, y él se encontraba totalmente confundido, el viaje ¿en brazos de un alto ser? Había sido… no podía encontrar la palabra adecuada que lo describiera. Ahora se encontraba recostado en un lecho más o menos suave y Stear esperaba descansar al fin. Se había rendido a La Muerte y aquí estaba esperándola; por un momento, creyó que el alto ser era quien le llevaría a su descanso eterno, por lo que se preparó para recibir este. Pero de pronto, el ardor y el dolor que comenzaron a irradiarse desde su cuello, sus muñecas y sus tobillos, comenzó a crecer. Entonces… ¿La Muerte dolía como el demonio? Se asustó, ya que su educación le había enseñado a relacionar el sufrimiento con el infierno. ¿Acaso había sido tan malo que estaría condenado sin remedio?
No lo pudo evitar, un grito de dolor y miedo surgió de su garganta.
–Tranquilo –la voz calmada del ser le llegó con suavidad.
¿Tranquilidad? Stear no podía articular una palabra coherente, pues el dolor le llenaba segundo tras segundo. No había nada más en su realidad; era como si lo partieran por la mitad, lo atropellaran, lo golpearan con puños de acero, lo sumergieran en ácido y lo quemaran en la hoguera. El dolor que experimentó en la última batalla, cuando las balas le alcanzaron y penetraron su carne, cuando el consiguiente estrellamiento le fracturó varios de sus huesos, era vuelo de campanas comparado con lo que sentía en esos momentos. No pudo evitarlo, grito tras grito, trató de alejarse de él y temió volverse loco ante lo que sentía. ¡Dios no podía ser tan cruel! Pero el Diablo sí; ese sujeto que lo había inducido a este sufrimiento ¿sería Satanás? ¿Su tortura duraría por toda la eternidad? Se retorció tratando de escapar, pero el dolor era tan apabullante que no podía huir de él. Una mano helada le tomó del brazo.
–Pasará –prometió la voz–. Pasará.
Stear intentó calmarse; el calor que sentía parecía concentrarse en su pecho, donde estaba su corazón, aumentando y sintió que irradiaba a todo su ser. Sí, era como si sus venas irrigaran ácido y fuego en lugar de sangre por todo su cuerpo. Cada vez sentía más calor, seguramente estaría sudando por todos sus poros; volvió a retorcerse y sintió como las manos heladas lo mantenían en el lecho.
–No te desesperes.
–Por favor… ya… no… más… –alcanzó a suplicar.
Al fin había encontrado su voz, pero al mismo tiempo, el fuego comenzó a consumirlo desde su interior.
–Pasará, lo prometo –dijo la voz con un tenue terciopelo.
–Por favor… ¡Mátame! –suplicó Stear desesperado.
–Tienes la fuerza suficiente para soportarlo –le aseguró la voz.
En realidad Alistair, así decía la placa de identificación, lo estaba haciendo muy bien. El agitarse tanto hacía que su corazón bombeara el veneno con más fuerza, lo que ayudaría a sanar pronto sus heridas y ese dolor desaparecería. Todo desaparecería sin dejar cicatriz alguna y solo quedaría… la sed.
Stear volvió a gritar, no daba crédito a las palabras de la voz. Sólo quería morir, o mejor, no haber nacido nunca para soportar la ordalía que vivía. Como lo voz no cumplía sus deseos, comenzó a rezar, a veces en voz alta y a veces mentalmente, intentando escapar, o dar fin a la hoguera en la que estaba inmerso. Las manos frías procuraron calmarle en diversas ocasiones. Stear no tenía control alguno sobre su voz, sus pensamientos y su cuerpo. El dolor se dejó sentir en toda su potencia en sus brazos y piernas, cuando las astillas se reacomodaron y las fracturas se curaron, el joven pelinegro no pudo evitar un profundo grito. Para esas horas, ya debería de tener la garganta desgarrada.
Liam se alegró de haber hallado ese lugar cómodo y apartado, ni siquiera cercano a la zona de la batalla. Los gritos de Alistair eran en verdad potentes, si alguien se aproximaba tendría que matarlos. O bien dejarlos inconscientes para que se alimentara al despertar. Debía hacer un buen trabajo instruyéndolo, para que las chicas se sintieran orgullosas de él. También debía encontrarle ropa de su talla, el uniforme había quedado hecho andrajos y estaba tirado por ahí. Si lo vestía con su ropa, de talla mucho mayor, el pobre parecería un menesteroso y no ayudaría a que Maggie se sintiera atraída. Tampoco pretendía vestirlo como a un dandy, pero al menos algo más aceptable.
Mucho tiempo después, que para él pareció una eternidad, sucedieron dos cosas de forma simultánea: se sintió más fuerte y comenzó a recuperar el control sobre sí mismo; los dedos de sus manos respondieron a las órdenes de su cerebro y él pudo moverlos y empuñar las manos; sin embargo, el incendio en el que se consumía no acababa; un potente grito habló de la nueva sensibilidad de Stear ante el tormento y nuevamente la mano fría lo sujetó.
–Tranquilo –pidió–. Te aseguro que pasará.
Stear se agitó, no comprendía cómo no se había vuelto loco por el dolor o, por lo menos, se había desmayado, pues cada llama que recorría una a una sus venas le quemaba con la peor de las durezas; manoteó todavía a ciegas, y sintió como le tomaban la mano; Stear apretó la mano que le sujetaba con todas sus fuerzas. Algo más sucedió: su sentido del oído se aguzó y contar los latidos de su propio corazón; igualmente, su vista se aclaró como nunca; percibiendo el rostro del ser que le miraba con seriedad y ¿estudiándolo? No mostraba preocupación alguna por su dolor, por lo que él podía percibir, ni aun siendo el causante de lo que le sucedía. El ambiente se llenó de ligeros sonidos que le hablaban de que la noche había caído con toda magnificencia y pudo percibir que se encontraban en una casa, al parecer abandonada.
–Tu corazón late con fuerza, estarás muy bien –aseguró la voz.
Su nuevo oído le escuchó con claridad y pudo discernir los demás ruidos que le rodeaban. El hombre, porque ya había descubierto que era un hombre, se mantenía quieto a su lado; como una perfecta estatua. Aunque de vez en cuando se inclinaba sobre él y parecía olfatearlo. En un momento dado, Stear también pudo percibir un aroma diferente y atrayente. Conforme pasaba el tiempo, el joven soldado pudo identificar la llegada del nuevo día, con un sinfín de trinos que pudo distinguir de la brisa que soplaba y que le trajo la fragancia del césped. Por lo visto, se encontraban en pleno campo, aunque distinguía el techo medio derruido de una choza, o una casita campestre, según sacó en conclusión. También comenzó a sentir cómo las palmas de sus manos comenzaron a refrescarse y el dolor empezó a remitir, pero el ardor se instaló en su corazón y Stear gritó nuevamente, sorprendido por el hecho de que subiera todavía más la intensidad de lo que hasta ese momento había soportado. Su corazón comenzó a latir desaforado y el joven cerró los ojos, escuchando como el hombre que estaba sentado a su lado se levantó y se colocó muy cerca de él.
–Ya casi termina –avisó.
Stear oró porque las palabras fueran verdad. El fuego desgarró su pecho, inundándolo del dolor que todo su cuerpo había sentido hasta ese momento; no lo pudo evitar, lanzó un trémulo grito más, inquietando al hombre que le acompañaba, el corazón se disparó una última vez, por un momento, Stear creyó que le explotaría, desgarrando su torso y perdió la noción del tiempo y del lugar, inmerso en el doloroso tomento; volvió a sacudirse convulsivo, creyó derramar lágrimas por lo que sufría. Lo único que podía pensar, era en que en esa pira, su cuerpo se consumiría para siempre en un ara de sacrificio. De pronto, ese fuego comenzó a disminuir, al mismo tiempo que su corazón perdía velocidad, latió arrítmicamente por un par de segundos… y una sola vez más… y se detuvo…
Al mismo tiempo, el fuego y el dolor terminaron de golpe. Stear se quedó tan aliviado, que no supo qué hacer. Después de revolverse por horas, se quedó tan quieto como una estatua, sin respirar y aún con los ojos cerrados.
–¿Cómo te sientes? –preguntó la voz, esta vez, anhelante.
Ya estaba hecho, había creado un vampiro.
Y Stear, al fin, abrió los ojos de un rojo oscuro…
Continuará…
Sabrina Cornwell/Lady Lyuva Sol
PRESENTACION
CAPITULO 1
Última edición por Lady Lyuva el Miér Abr 22, 2015 2:14 pm, editado 2 veces
