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** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair. Capítulo 6 ** Apología No. 17 para Stear y Patty **

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Sherezada
Sabrina Cornwell
AnaEdith
Lady Lyuva
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Lady Lyuva

Lady Lyuva
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair. Capítulo 6 ** Apología No. 17 para Stear y Patty ** 71igyq

** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair. Capítulo 6 ** Apología No. 17 para Stear y Patty ** Twilight/Candy Candy **
 
Hola, soy Lady Lyuva. Aquí les dejo la continuación de este crossover, esperando lo estén disfrutando.
 
CAPÍTULO VI


Francia, 1917
 
Los dos se encontraban encaramados en una de las ramas más altas de uno de los más altos árboles del bosque donde habitaban desde hacía algún tiempo. Stear observaba la noche atentamente, aunque no necesitaba hacer un gran esfuerzo para detectar los detalles y el aroma a grama que se desprendía del suelo. Desde su conversión, estos momentos le hacían sentirse en la cima del mundo, mirando desde lo alto lo que el universo le ofrecía. Maggie le miraba a él, ya tenían varios días juntos y aún no se había animado a nada con él. A pesar de los consejos que Siobhan le había dado cuando se separaron en parejas. Ya se imaginaba que Liam había convertido a Stear para ella, en un intento por encontrarle un compañero; y bueno, tampoco era que no lo deseara, después de todo, ver lo mucho que Siobhan y Liam se amaban le causaba un poquito de envidia, ¿para qué negarlo? Se entendían tan bien, que muchas veces, ella se sentía como una intrusa. Aunque en realidad, fungía como hija de ambos.
 
Y para ser franca, Stear era una magnífica persona, nunca había conocido a nadie como él, ni cuando era humana, aunque en realidad sus recuerdos de ese lejano periodo eran muy pocos. Lo más nítido que tenía era el sufrimiento que padeció antes de que Liam y Siobhan la encontraran y la incluyeran en su clan. Alistair era muy simpático, amén de guapo. Claro que todos los vampiros eran muy guapos, era algo que venía junto con el veneno y la tentación de la sangre humana. Pero en Stear, al ser recién convertido, aún imperaba el sentido humano. La divertía enormemente todo lo que se le ocurría para continuar trabajando su habilidad, y ya le había confesado que le gustaba inventar y trabajar con máquinas. ¡Y vaya que era bueno! En estos meses que llevaba en el clan, había construido varias cosas, como juguetes de cuerda que eran una maravilla.
 
Por fin tomó valor y decidió lanzarse “al ataque”, estaba segura que Stear sería un magnífico compañero, aun cuando ahora no sintiera una pasión arrebatadora por él. Siobhan le había recomendado se mostrara coqueta y receptiva con Stear, a fin de seducirle, y bueno, tampoco era una niña que no supiera cómo se hacía algo así.
 
–Stear –llamó–, ¿eres feliz?
 
Stear volvió los ojos, de un impresionante color rojo, puesto que estaban recién alimentados, hacia el rostro de la joven pelirroja. Por un momento, le vino a la mente el rostro de su prima Eliza, con sus bucles y su gesto desdeñoso. Maggie no era altiva ni grosera como Eliza, al contrario, era una maravillosa mujer. Su don la hacía generosa, pues sabía que la verdad puede hacer tanto o más daño que una mentira. Por inercia, estuvo a punto de contestar en sentido positivo, pero él sabía muy bien que no era cien por ciento feliz; tal vez la chica podría volverse su confidente, pues les había contado mucho de lo que él recordaba en su reciente vida humana, pero su fallido amor era un dolor que aún guardaba para él. Día con día, se preguntaba qué había pasado con Patty, ¿cómo había reaccionado ante “su muerte”? ¿Reharía su vida con otro hombre? Esta posibilidad le llenaba de celos, pues no quería que otro hombre la tocara y la besara, sino solamente él.
 
–Pues… en realidad no soy totalmente feliz, Maggie.
 
Maggie detectó la sombra de un dolor muy grande, pero no podía saber qué era lo que lo provocaba. Le tocó la mano y le acarició el dorso, en un intento de consolarlo.
 
–Tú sabes que nosotros te queremos mucho.
 
Pensó que extrañaría a su familia, sobre todo a su hermano Archie, de quien les había contado muchas anécdotas de lo que recordaba cuando eran niños. Maggie se acercó aún más a él. Y, de pronto, le besó en la boca; Stear, tomado por sorpresa, primero aceptó el beso, pero sin tratar de abrazar a la vampira ni devolverlo, pero luego, cuando ella intentó enredarle los brazos en el cuello, Stear se removió delicadamente, con tal mal tino, que la rama en la que estaban sentados se partió, precipitándoles al vacío. Ambos cayeron con elegancia y agilidad y Stear aprovechó para justificarse:
 
–Maggie, lo siento, pero no puedo corresponderte. Eres muy hermosa, pero yo…
 
Que cliché sonaba, pero en la mente del neófito refulgía el rostro de una chica morena, de anteojos y enormes ojos color chocolate, así como cabello castaño oscuro y figura algo regordeta.
 
–Tú no me quieres –completó con suavidad Maggie–; bueno, he de confesarte que tampoco te amo con una pasión arrolladora, pero creo que podemos intentarlo –Maggie fijó los hermosos ojos rojos en el rostro de Stear–. Tú me gustas mucho, Stear –confesó.
 
Stear la miró, aunque conocía el don de la chica y sabiendo que detectaría alguna mentira, ella no merecía hacerse ilusiones con un hombre que podría amarla nunca. Porque Stear sabía que el único amor que sentía era por una sola mujer: Patricia O’Brien.
 
–No, Maggie –negó también con suavidad y voz profunda–. Yo amo a otra mujer, y es a la única que amaré por siempre.
 
Maggie le evaluó con detenimiento y se pronto, se sintió invadida por la vergüenza. ¡Se estaba ofreciendo a un hombre que amaba otra!
 
–¡Stear! –exclamó desbordando inquietud–. Lo siento, yo…
 
Si pudiera sonrojarse, estaría totalmente colorada, no sólo el cabello.
 
–No, Maggie –Stear se mostraba calmado y abochornado–, eres una mujer muy hermosa y deseable. Soy yo el que no puedo enamorarme de ti –le sonrió con una sonrisa dulce–. Y tú mereces un hombre que te ame por sobre todas las cosas –suspiró profundamente.
 
Maggie y él se quedaron en un incómodo silencio por unos momentos, los dos al pie del inmenso árbol del cual habían caído. La vampira tenía sentimientos encontrados, pues por un lado agradecía a Stear su sinceridad, por otro, realmente le atraía el vampiro, y además, había hecho caso a los consejos de Siobhan, a quien consideraba su madre. Ya sospechaba ella  el propósito de Liam al convertir a Stear y en verdad agradecía la preocupación del alto vampiro irlandés y su compañera, a pesar de que no había funcionado. Además, Stear merecía conocer la verdad y decidir qué sería de su vida.
 
–Stear –comenzó–. Te voy confesar algo…
 
Le narró toda la historia, hasta el momento en que Siobhan la alejó esa noche de él y de Liam y le aconsejó mostrarse seductora para Stear y enamorarlo. Stear se quedó algo sorprendido de conocer la principal intención de Liam al convertirlo; sin embargo, no se encontraba arrepentido de su nueva existencia. Incluso, se sentía feliz al contar con un don y encontrarse con su esencia, la cual se mantenía en su interior, a pesar de ser un vampiro. Recordaba bastante bien a su familia y sobre todo, su amor por Patty continuaba dentro de él.
 
–Me gustaría que me contaras sobre ella, Stear –pidió Maggie.
 
Acabaron por volver a trepar a otra rama; y esta vez, en buena camaradería, se sentaron a fin de que Stear se deshiciera en alabanzas sobre su amada. Maggie sonrió, al verle sonreír a él y con los ojos brillantes de amor.
 
–La envidio, porque tiene a alguien que la ame tan profundamente –le confesó.
 
Stear le sonrió y acabó por posar los labios sobre la frente de la pequeña vampira.
 
–¿Te molestaría que te considere como mi hermanita pequeña? –preguntó.
 
–No –Maggie sonrió gloriosa–. Me es más importante contar con tu amistad, que otra cosa. Stear –vaciló un poco–. ¿Irás a buscarla?
 
Stear sintió una tristeza infinita, ¿Patty estaría a salvo de él si se le acercaba?
 
–No sé si sea buena idea…
 
–Bueno, creo que por ahora, debemos regresar con Liam y Siobhan, o pensarán que huimos de ellos –cambió Maggie al detectar el sentir de Stear.
 
Los dos vampiros mayores deploraron un poco que la pareja de jóvenes no se atrajera como ellos lo hacían; sin embargo, Liam estaba consciente de que esa era una posibilidad muy plausible desde el momento en que cedió a la conversión de Stear. Siobhan, más práctica, le hizo ver que no estaban ni mejor ni peor que antes de que el muchacho de cabello negro se agregara a su clan. Claro que había sido una adición maravillosa, pues el chico era tan ocurrente y gracioso, que les aligeraba la existencia. Sin embargo, todo apuntaba a que en un momento dado, les dejaría para volver a América.
 
Stear comenzó a mostrarse taciturno, pues ya sincerado con Maggie, la tomó como un compañero de juegos. Salían con frecuencia juntos y solos, dejando a Liam y a Siobhan con el deseo de que la convivencia mutua diera paso al amor, cosa que no sucedería. Stear nunca se confesó con ellos tan a fondo como con la pelirroja Maggie. Sí supieron que había tenido una novia antes de ingresar como voluntario al ejército francés, y claro que sabían que los sentimientos vampíricos tienden a ser profundos. Pero muchos vampiros dejaban correr el tiempo, que arreglaba todo con la muerte de los seres queridos, y continuaban con su existencia enigmática y misteriosa, por eso no era raro que las parejas se formaran al encontrarse dos vampiros ya maduros.
 
*****
 
–¡Eres un tonto, Stear! –reclamó una airada Maggie una noche, más o menos un par de meses después de la confesión del muchacho–. Si tanto amas a Patricia, lo mejor que puedes hacer es buscarla.
 
–Pero… –Stear titubeaba.
 
–¡Claro que es posible que ella decida continuar con su vida humana! –replicó Maggie–. Pero, ¿no es mejor que lo sepas de una vez? Además, siempre puedes encontrar la mejor solución: tal vez convertirla, deshacerte de sus pretendientes…
 
Stear abrió los ojos sorprendido por la fiereza de su amiga, pero se dio cuenta de que en algo tenía razón: él necesitaba saber cómo se encontraba Patty después enterarse de su muerte. Pues de eso estaba totalmente seguro, el ejército francés debió de informar del accidente donde él “perdió la vida” a su familia. Así que se decidió, en cuanto terminara su año como neófito, volvería a América.
 
–¿Volverás? –preguntó Maggie–. Si la conviertes la podrías traer para que la conozcamos… y si no lo haces podrías unirte a nosotros de nuevo.
–Claro que sí –fue la respuesta de Stear. Maggie sonrió, sabiendo que no mentía.
 
*****
 
La despedida fue emotiva, Liam, Siobhan y Maggie habían creado un lazo muy fuerte y, por espacio de un año, ellos fueron su familia. Ahora, mientras se adentraba en el océano Atlántico, a fin de arribar a Nueva York, sabía que los extrañaría profundamente.
 
–Nos volveremos a ver, Stear –le dijo Liam–. Aún me debes una pelea.
 
Todos rieron divertidos.
 
Stear nadó con rapidez, hasta que se topó con un enorme trasatlántico, que le recordó el viaje que efectuó con su hermano cuando llegaron a Londres para estudiar en el San Pablo, y luego el regreso, más el viaje que hizo para llegar a Francia y unirse al ejército. Curioso, y harto de estar mojado, se retrepó al barco y se ocultó en el cuarto de máquinas. Había saciado su sed antes de emprender su viaje, y si se sentía sediento, soportaría lo más posible, a fin de no levantar sospechas en la desaparición de algún miembro de la tripulación.
 
Bronx, Nueva York, 1919
 
Stear avanzaba con total sigilo por los barrios más bajos de Nueva York, buscando alguien de quien beber. La sed le atenazaba, pero era cierto lo que decían Liam y Siobhan, ya le era más fácil controlarse, no brincaría sobre el primer ser humano que se le presentara enfrente. Es más, era lo suficientemente cuidadoso como para hacer de los vagabundos y rufianes su coto de caza. Aún deploraba arrebatar vidas humanas, pero no tenía otro remedio, debía alimentarse.
 
Una pandilla de malvivientes bebía en una callejuela del Bronx, Stear les estudiaba, a fin de armar la mejor estrategia para hacerse de una víctima. Una pelea entre ellos empezó, pues se encontraban bastante alcoholizados, lo previsible pasó y uno de ellos sacó una larga navaja, hiriendo a uno de ellos, el olor de la sangre, aunque estuviera contaminada por el licor, llenó las fosas nasales de Stear y no se resistió más, saltó sobre el moribundo con una rapidez inusitada, que se vio igualada por otro vampiro quien le ganó la presa y la arrastró a otra callejuela, a fin de dar cuenta del pandillero. Stear se quedó de una pieza. No tuvo más remedio que tomar a otro de los hombres, inconsciente por la ebriedad y se lanzó a la misma callejuela donde el otro vampiro bebía del primero.
 
–Lo siento, tenía demasiado sed –escuchó mientras saciaba su sed.
 
Quien le dirigía la palabra era un vampiro alto (¿acaso todos los vampiros eran altos?), de cabello rubio cenizo y los consabidos ojos rojos.
 
–No importa –respondió Stear, terminando a su vez con su presa.
 
–Mi nombre es Garrett –se presentó el alto muchacho.
 
–Yo soy Stear, acabo de regresar de Europa –comentó el muchacho.
 
Por esta vez, decidieron deshacerse de los cuerpos mediante el fuego, entre los dos los colocaron en un tambo de basura y prendieron fuego con cerillas que Garrett portaba.
 
–¿Hacia dónde te diriges? –preguntó el rubio vampiro.
 
–A Chicago –comentó Stear.
 
–Muy bien, me alegra que estés de paso, de momento este es mi territorio. No me importa compartir… por mucho tiempo.
 
Pasó un par de días con Garrett, quien era sumamente curioso, y cuando descubrió la habilidad de Stear con los metales, prácticamente le acribilló a preguntas. Stear le contó sobre su transformación, sobre la guerra, sobre el clan irlandés y acabó por crear un pequeño avión con restos de los basureros, a fin de dejarle un recuerdo a su nuevo amigo, antes de despedirse de él. Garrett a su vez le contó sobre la guerra de independencia y le advirtió que tuviera cuidado, no todos los clanes y los vampiros eran tan civilizados como parecía que eran los irlandeses y él mismo. Aunque había algunos otros que lo eran incluso más, “lo sabrás por los ojos”, le advirtió.
 
Columbus, Ohio; 1919
 
Stear caminaba por las calles, estaba suficientemente nublado para no tener que ocultarse aunque todavía no cayera la noche. Por si acaso, usaba un sombrero bien calado que lo protegiera por si se asomaba el sol y llevaba las manos en los bolsillos. Cosa rara, todavía no detectaba ningún maleante del cual pudiera alimentarse y aunque lo odiara, al caer la noche tendría que tomar a alguna víctima inocente, la sed ya era insoportable. De repente escuchó una voz que no le era familiar.
–¿Alistair Cornwell?
Stear se detuvo por una fracción de segundo, decidió ignorarlo y seguir su camino, ¿quién podría haberlo reconocido?
–Alistair Cornwell, ¿eres tú? –el desconocido apretó el paso y se le emparejó, aunque él caminaba muy a prisa.
–No sé a quién busca amigo, siga su camino –contestó y dio la vuelta en un callejón y se ocultó a toda velocidad. Sorprendido, vio que el desconocido lo había seguido, se quedó parado en medio del callejón.
–Sé que estás ahí, puedo olerte y sé lo que ahora eres. Pon atención y sabrás que soy como tú.
Stear lo observó, era un muchacho de unos diecisiete años cuyo rostro le resultaba vagamente familiar, de cabello castaño rojizo, piel pálida como la suya, un aroma que definitivamente no era humano, pero lo que no encajaba eran los ojos, eran de un extraño tono dorado. Por fin salió de su escondite y se aproximó con cautela.
–Hola, soy Edward Cullen, tú me conociste de niño como Edward Masen en Chicago. Mi madre era amiga de la tuya y de tu tía Rosemary –Stear recordaba apenas, pero asintió–. Fui con mi madre a dar el pésame a tu familia cuando se hizo público lo de tu muerte en la guerra. Ahora veo que en realidad no fue así, ¿acaso lo dijeron para encubrir tu desaparición?, ¿tu transformación?
–No, sí fui a la guerra y dado por muerto, nadie sabe que sobreviví, acabo de regresar a Estados Unidos y voy rumbo a Chicago. Quiero ver cómo están todos. ¿Y tú?, ¿cuál es tu historia? –agregó después de un momento.
–Mis padres murieron en la epidemia de la influenza española, yo también estaba a punto de morir, cuando Carlisle me rescató…
–Perdón que te interrumpa, pero no puedo evitar la curiosidad ¿por qué tus ojos son dorados?
–¡Ah! Es por el estilo de vida que llevamos, ven conmigo a la casa, te explicaré y más tarde cazaremos, se ve que estás sediento.
–¿Tienen una casa?, ¿cómo si fueran humanos?
–Sí, Carlisle incluso trabaja como médico, justo te iba a decir que él era quien nos atendía cuando caímos enfermos de influenza el año pasado, por eso me convirtió. Ha tratado de convencerme que entre a la universidad. Yo aún no me atrevo, no creo que sea seguro, tal vez después. Recién dejé de ser neófito.
–Muy bien, vamos.
 
Los jóvenes emprendieron el camino a la casa de los Cullen; aunque la sed lo apremiaba, Stear se sintió animado, era la primera conversación civilizada que tenía en mucho tiempo, y quien sabe cuándo la volvería a tener. Desde que se había despedido de Liam, Siobhan y Maggie, pasaron semanas hasta que se topó con Garrett y de eso ya tenía también un par de semanas, quizá un mes.
 
Por fin llegaron a la residencia de los Cullen, se ubicaba en un barrio de clase media, limpio y ordenado, la casa se ubicaba al final de una calle y daba hacia un bosque, la casa contigua estaba en venta. Así que en realidad el par de vampiros, que se hacían pasar por hermanos, no tenían muchos vecinos a los cuales despertar sospechas. Una vez que entraron, Stear se sorprendió de lo limpio y normal que todo parecía, en la sala de estar había un piano.
 
–Es mío –dijo Edward al notar que la mirada de Stear se detenía en el instrumento–. He tocado desde que era niño, el maestro de piano se lo recomendó tu madre a la mía.
–Ahora que lo mencionas, puede que recuerde haberlo intentado, pero no me gustaba realmente, a mi hermano Archie sí, y a su novia también.
–Annie Britter, bueno ahora es Annie Cornwell –informó Edward–. Ella y yo estuvimos en la misma clase algún tiempo.
–Me alegra saber que se casaron –dijo un melancólico Stear.
–Vamos toma asiento, sé que no lo necesitas, pero ayuda a sentirse… normal.
 
Stear obedeció y descubrió como ese simple gesto le hacía recordar tantas cosas y lugares: Lakewood, Chicago, Londres. Recorría el lugar con la mirada y el olfato. Al fin, habló.
–Me asombra como tienen este lugar, casi pareciera que alguna señora va a aparecer desde la cocina con té y galletas.
–¿Pensabas que estaría sucio, vacío y deprimente? –Edward sonrió con una sonrisa torcida.
–A decir verdad, sí. Pero si hasta comida tienen –dijo Stear, respirando profundamente.
–Es para guardar las apariencias, la compramos y después la sacamos a escondidas para donarla a algún orfanato o asilo.
–Ahora cuéntame sobre el color de tus ojos.
 
Edward comenzó a explicarle que se alimentaban de animales y no de seres humanos, no negaba que la sangre humana seguía siendo una gran tentación pero al menos tenían sus conciencias tranquilas: ni él ni Carlisle habían probado jamás la sangre humana. Stear le contó su propia historia, él también sentía algo de remordimiento por las víctimas; por lo que durante la guerra se había alimentado exclusivamente de alemanes y ya terminada esta, se dedicaba a buscar malhechores en los barrios peligrosos de los lugares por los que pasaba, más de una vez había evitado un robo o una violación. Hablaron también sobre sus poderes especiales: Edward podía leer la mente de los demás y la habilidad con los metales de Stear.
 
Había pasado cerca de una hora cuando apareció Carlisle Cullen, impecablemente vestido y con su maletín bajo el brazo. Saludó a los muchachos y se unió a la conversación, Edward le resumió la historia de Stear, resultó que el clan irlandés y el médico eran viejos amigos. Stear pensaba que el veterano vampiro le recordaba a ese amigo de Candy que habían conocido en Londres y habían encontrado tiempo después en Chicago sin memoria ¿Albert, se llamaba?, alto, rubio, bien parecido; quizá así habría lucido de haber ido bien vestido. Stear les confió que deseaba ir a Chicago y ver a su familia… y a su novia; pero no estaba seguro de poder controlar su sed o evitar que la melancolía lo hiciese revelarse ante ellos, ¿qué tal si lo despreciaban por lo que era?
 
–En cuanto a la sed, la sugerencia es que vayas bien alimentado y que, ante todo, recuerdes tu amor por ellos. Ya no eres un neófito, así que me parece que te irá bien –decía Carlisle–. Sobre revelarte ante ellos, yo te recomiendo cautela, creo que ya te han hablado sobre los Volturi y su regla principal: la discreción.
–Sí, Liam y Siobhan fueron muy claros en eso.
–Bien –prosiguió el médico–, sin embargo hay maneras. En el mundo humano hay familias que han aceptado bien el vampirismo de alguno de sus miembros y estos permanecen siempre cerca, como una especie de guardianes de la familia. En Italia conocí a uno, Luca si mal no recuerdo. Algunos miembros de su familia estaban al tanto e iban pasando el secreto de generación en generación. Ocasionalmente alguien más decide convertirse para que Luca no esté tan solo. Tal vez podrías revelarte ante el líder de tu familia.
–Su familia es escocesa –intervino Edward–, también se llaman clan, como algunos grupos de vampiros. El ilustre clan Ardley, seguro escuchaste sobre ellos en Chicago.
–¡Claro! –exclamó Carlisle–. ¿Quién no?
–Entonces sabrán que no puedo mostrarme tal cual soy ante los líderes –intervino Stear un poco entristecido–, la tía abuela Elroy sufriría un infarto y me consideraría una abominación, es una mujer muy piadosa. El tío abuelo William, es un anciano y cuando me enlisté estaba gravemente enfermo, tal vez haya muerto ya.
–Te equivocas, William Ardley es un hombre muy joven –aseguró Edward–. Yo mismo estuve en su presentación en sociedad en 1916. Sabíamos que iban a invitar a mis padres a ese evento, mi padre era el abogado que llevaba los asuntos de la familia, pero fue una sorpresa cuando llegó la invitación y me incluía a mí. Una vez en la fiesta vimos que había muchos jóvenes presentes, en cuanto él hizo su aparición entendimos por qué, él mismo es muy joven y la fiesta fue muy animada.
Stear escuchaba todo con mirada perpleja.
–Se casó poco más de un año después, con una chica que había sido su pupila…
–¡Candy! –interrumpió Stear, más anonadado que nunca.
–No recuerdo el nombre, y al poco tiempo se casó tu hermano. Tal vez tu antigua novia sea la amiga de ellas, una chica bajita de anteojos, fue dama de ambas.
–Sí –asintió el inventor–. ¿Sabes si… ella se casó? –la inquietud, el miedo a escuchar un “sí”, tiñeron los pensamientos de Stear.
–No lo sé, esas veces fue sola, y ya ha pasado algo de tiempo. Sí sé que no vivía en Chicago, solo iba para estar presente en los eventos.
–Muy bien muchachos –dijo Carlisle–, creo que ya es hora de cenar. ¿Quieres probar Stear?
 
No muy convencido, pero siempre dispuesto a experimentar cosas nuevas, este accedió y salió de caza con ellos. Descubrió que la sangre de animales lo llenaba y le hacía recuperar fuerzas, no era tan placentero como beber la de los humanos, pero también mantenía su conciencia en paz. Al regresar a la casa se observó en el espejo, sus ojos habían adquirido un color dorado,  y le hacían verse muy parecido a Archie. Ese pensamiento lo llenó de añoranza y lo decidió a ir a Chicago. Se mostraría ante el misterioso tío abuelo William y si las cosas no resultaban simplemente desaparecería, si no había pruebas tal vez tacharan de loco al tío abuelo. Esperaba por lo menos tener noticias de Patty.
 
Permaneció un tiempo más con los Cullen y se marchó con rumbo a Chicago. En el camino intentó alimentarse solo de animales con regulares resultados. Quizá no tenía tanta fuerza de voluntad como los Cullen. Llegando a Chicago no perdió tiempo, se alimentó de unos rufianes que intentaron asaltarlo y buscó la señorial mansión de los Ardley. Se ocultó entre los árboles y observó los movimientos de la casa, pronto vio a Candy, efectivamente conduciéndose como la señora de la misma y cuidando de un bebé que no tenía más que unos meses de edad. En el día recibía la visita de Annie, quien lucía un avanzado embarazo, a veces solo paseaban en los jardines y otras iban a orfanatos y asilos a llevar ropa y comida.
 
No había señales de los esposos de ninguna, hasta que una tarde que las observaba tomar el té en una de las muchas terrazas, dos hombres hicieron su aparición: uno de ellos era Archie y el otro era nada menos que Albert, aquel quien Carlisle le había recordado. Les contaban a las chicas del viaje de negocios del cual recién llegaban. Al cabo de un rato pasaron a cenar y después los Cornwell se despidieron. Durante varios días, Stear observó con paciencia la rutina del patriarca: una vez que Candy se retiraba a su alcoba, él pasaba un momento en el despacho y luego salía a caminar.
 
En una de esas caminatas, Stear decidió a presentarse ante el misterioso patriarca. Primero causó su curiosidad, a fin de que se alejara lo más posible de la mansión, prácticamente llegando al lago donde muchas veces nadó con su hermano y su primo Anthony cuando niños, lo hizo dejándose entrever entre los árboles y William, curioso y preocupado por la seguridad de su familia, se adentró en el bosquecillo.
 
–Si es usted un intruso, he de decirle que voy armado –avisó, cuando la figura humana se detuvo bastante delante de él, oculta entre las sombras de los árboles.
 
Una noche muy oscura, pues la luna no brillaba en el firmamento, por lo que no distinguía al hombre.
 
–No tienes nada que temer de mí –avisó Stear, rogando al cielo que fuera verdad, pues el olor del rubio joven era muy apetecible, tal como Carlisle Cullen le aconsejó, recordó el amor que sentía por su familia.
 
Dio un par de pasos a fin de dejarse ver por su interlocutor y vio la sorpresa en el rostro aristocrático y curtido por el sol de sir William Albert Ardley.
 
–¡Stear, eres tú! –exclamó el patriarca.
 
–Sí, tío –contestó el muchacho.
 
–¡Estás vivo! –Albert se le acercó, poniendo a prueba el autocontrol del vampiro.
 
Cuando estaba a punto de abrazarle, el joven vampiro se alejó de un salto del hombre.
 
–¡Espera! No soy lo que tú crees –comentó, alejado del rubio.
 
Stear acabó por contarle el rescate a manos de Liam y su conversión, Albert se mostró un poco inquieto; sin embargo, al ser un hombre de mundo conocía bien las leyendas sobre lo que Stear aseguraba ser. Además de haberse topado con gente muy extraña en sus viajes, probablemente también habían sido vampiros.
 
–Como sea, eres bienvenido, Stear –acabó por decir Albert, sonriéndole afable.
 
–No puedo mostrarme a la familia, tío –Stear le contó la regla de discreción que imperaba en el mundo en el que ahora se movía–. Pondré en riesgo a la familia si alguien más lo sabe –se envaró ligeramente–. Incluso, todavía creo que he cometido un error muy grande al descubrirme ante ti, pero no soporto más la incertidumbre, necesitaba saber que estaban bien.
 
–Puedo asegurarte que tu secreto estará completamente a salvo conmigo –declaró Albert.
 
Al final, Stear aceptó la promesa del patriarca y juntos llegaron a la conclusión que, al menos por un tiempo, lo mejor sería que solamente él estuviera al tanto de la situación. Como todo un hombre de negocios, Albert supo ver las ventajas de alguien que mantuviera el legado de los Ardley, que se enterara de cosas que ellos tal vez no y que se hiciera cargo de negocios que muchas veces el consejo no admitía.
 
Albert se ocupó de que Stear contara con recursos económicos, incluso dispuso la renta de una casa en las afueras de la inmensa ciudad, a fin de que Stear pudiera estar cerca de la familia. Igualmente, contactó con misteriosos personajes que se dedicaban a crear documentos que proveyeran de una nueva identidad a su sobrino.
 
La noche que Albert entregó parte de esta nueva documentación a su sobrino, Stear no se contuvo más, ya habían pasado un par de semanas desde que se descubriera ante el jefe de clan y le era muy necesario saber qué había sido de su amor.
 
–¿Qué sabes de Patty? ¿Es verdad que ya no vive aquí? –la inquietud se notaba en la voz profunda y firme que ahora le caracterizaba.
–Así es, poco después de tu funeral su abuela la llevó a vivir a Florida y sus padres también se mudaron ahí.
–Pero, dime, ¿se casó?, ¿está comprometida?, ¿es feliz? –la aprensión poblaba las palabras de Stear.
–Creo que la respuesta a todas esas preguntas es no. Aunque pretendientes no le faltan… –Albert se guardó su propia inquietud, ante la del vampiro.
–Gracias. ¿Tienes su dirección allá?
–Sí, mañana la enviaré a este apartado postal –dijo entregándole una tarjeta con un número–. Nadie lo usa ya, me parece que servirá para comunicarnos.
Stear la tomó y se despidieron. Pasó los siguientes días observando la mansión Cornwell, donde ahora vivían Annie y Archie. Era evidente que el bebé que esperaban nacería muy pronto y eran muy felices. Sintiéndose más tranquilo, al saber que su familia estaba en paz y eran felices, partió con rumbo a Florida, en busca de su alma gemela.
 
Continuará




 Sabrina Cornwell/Lady Lyuva Sol




ENLACES A LA SAGA


PRESENTACION



CAPÍTULO 1



CAPÍTULO 2



CAPÍTULO 3



CAPÍTULO 4



CAPÍTULO 5



Última edición por Lady Lyuva el Miér Abr 29, 2015 10:50 am, editado 1 vez

AnaEdith

AnaEdith
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Yo ya andaba mentalizando otras cosas, mira que me imagino a Stear bastante fogozo (mérito sobre todo de Eli y Stearman con sus aportes, jajajajaja), pero me encanta que se haya dado cuenta que no podía estar con alguien sin amarla y esté resuelto a ir por Paty. Así fue como ese encuentro se dio a cabo... A propósito, interesante que se pareciera a Albert.. No será posible que fuese "otra personita"? Mi maquiavelica mente haciendo planes. Espero el que sigue... Urge.

Sabrina Cornwell

Sabrina Cornwell
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Yujuuuu, que emoción, pasen pasen a leer

Lady Lyuva

Lady Lyuva
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

AnaEdith escribió: Yo ya andaba mentalizando otras cosas, mira que me imagino a Stear bastante fogozo (mérito sobre todo de Eli y Stearman con sus aportes, jajajajaja), pero me encanta que se haya dado cuenta que no podía estar con alguien sin amarla y esté resuelto a ir por Paty. Así fue como ese encuentro se dio a cabo... A propósito, interesante que se pareciera a Albert.. No será posible que fuese "otra personita"? Mi maquiavelica mente haciendo planes. Espero el que sigue... Urge.

Que Carlisle se pareciera a Albert? Bueno, Carlisle es rubio y en vida tenía los ojos azules, AnaEdith, por eso Stear se acuerda de Albert. Desgraciadamente, en este fic no aparece Anthony. Tú sigue haciendo planes, todo puede suceder. Qué bueno que te gustó.

Sherezada

Sherezada
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Me gusto mucho como han enlazado las dos historias. Tambien me alegra que Stear no le fuera infiel ni con el pensamiento a su verdadero amor.

Albert sienpre tan maduro y centrado. Es bueno ver que Stear ha contado con mucho apoyo en su nueva vida.

Me encanta la historia y sigo al tanto.

Mando saludos.



Última edición por Sherezada el Miér Abr 29, 2015 1:56 am, editado 1 vez

Friditas

Friditas
Niño/a del Hogar de Pony
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Un capítulo muy revelador. Me ha fascinado el tema de los ojos, parecerá superfluo, pero creo que es muy importante, sobretodo en chicos tan buenos como Stear y Paty, que sigan conservando su humanidad. ¿conseguirán llevar la dieta? Al menos Stear ya tiene una opción.
Valiente el presentarse con Albert, me gusta que al menos él, sepa la verdad "aunque lo tilden de loco" jajajaja, qué cruel se leyó a Stear pensando eso.
Ya me quedo sin uñas por ansiar la continuación

Nadia M Andrew

Nadia M Andrew
Niño/a del Hogar de Pony
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En serio que este fic está súper!

GEZABEL

GEZABEL
Guerrera de Lakewood
Guerrera de Lakewood

AAAY YA QUIERO LEER LO QUE SIGUE...MAS TE VALE TERMINARLO Y NO DEJARME COMO OTRAS HASTA EL PROXIMO AÑO EH :P

Lady Lyuva

Lady Lyuva
Niño/a del Hogar de Pony
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Este.... pareja Sabrina, creo que Gezabel te habla!


** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair. Capítulo 6 ** Apología No. 17 para Stear y Patty ** 895558

Chiquita Andrew

Chiquita Andrew
Niño/a del Hogar de Pony
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Que buen capítulo tia, esteic me encanta espero el proximo capitulo

Sabrina Cornwell

Sabrina Cornwell
Niño/a del Hogar de Pony
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Ya está publicado Gezabel y Chiquita

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