** Musas Ardley ** Medianoche, Patricia y Alistair ** Apología No. 10 para Stear y Patty ** Twilight/Candy Candy **
¡Hola! Soy Lady Lyuva Sol. Les dejo el cuarto capítulo, esperando lo disfruten. Gracias por leer.
CAPÍTULO IV
Francia; 1916
Stear abrió los ojos de un rojo oscuro…
¿Qué eran esos filamentos fibrosos que alcanzaba a distinguir? Extendió la mano con una rapidez que le impresionó, tratando de tomar lo que le llamaba la atención, no lo logró, puesto que aún se encontraba recostado en el lecho donde había sido transformado. Liam le dejó hacer, mirándole con cierta curiosidad ¿él se había comportado igual? Sí, fue apabullante descubrir sus nuevas habilidades, y lo más desesperante había sido hacerlo en soledad; así que estaba dispuesto a instruir a Alistair en su nueva vida. Extendió la otra mano y se miró ambas como un bebé que estudia su cuerpo, ahora se mostraban pálidas, de dedos largos y los flexionó probándolos. “¿Estoy muerto?”, se preguntó; si no era el infierno donde vivió los últimos tres días, ¿sería el purgatorio donde ahora se encontraba? De un ágil y elástico salto se puso en pie y, en la medida de la posible, estudió su figura. El hombre que permanece a su lado, en absoluta inmovilidad, le arrancó la camisa y la casaca del uniforme francés, dejándole el tórax descubierto, los pantalones le fueron desgarrados cuando Liam le mordió en los tobillos; así que igualmente se encuentra descalzo.
Stear se asombra al mirarse más detenidamente, no muestra rastros de heridas, aunque está sucio y supone que un buen baño no le iría nada mal. Pero lo que más le impacta es la palidez de su piel y eso que aún no se ha dado cuenta que su temperatura ha descendido de manera drástica. Se revisa el tórax, todavía buscando los orificios que la metralla le hizo y no los encuentra, dándose cuenta en cambio, de la suavidad de su piel; acabó por volver la vista, ahora nítida hasta lo inverosímil, descubriendo el rostro gloriosamente hermoso de Liam y preguntó:
–¿Qué… –su voz sonó más pura que nunca–, qué me has hecho? –completó.
–Ante todo –el alto vampiro se puso de pie ante el neófito–, las presentaciones, Alistair. Mi nombre es Liam y soy irlandés.
El olor, la voz, los ojos rojos, la seguridad del ser pálido ante él, atraparon la atención de Stear. Nunca había visto un ser humano tan perfecto. Y ahora paseó sus nuevos ojos sobre Liam, dándose cuenta que contaba con la misma blancura de piel que él, es una palidez sobre natural, instalada en la faz del hombre que le mira con precaución. No respondió a la presentación del vampiro, sino que le miró expectante; algo había sucedido en esas horrorosas horas de dolor, pero, ¿qué había sido?
–Alistair, te he convertido en vampiro.
Liam prefirió no dar más rodeos al asunto, después de todo, aunque poseían la eternidad por delante, era mejor que el nuevo miembro de su clan supiera de una vez qué había pasado y lo que desde ahora se esperaba de él. Claro que no le confesaría de golpe y porrazo que era un regalo para Maggie, en un posible romance no pensaba inmiscuirse, dejaría a las damas de su clan hacerse cargo de esa parte. La nueva mente de Stear se quedó en blanco ante la revelación de Liam, permaneciendo totalmente estático por unos pocos segundos. Liam le dio tiempo para asimilar la información. Stear acabó por inhalar una gran bocanada de aire, probando el sabor de las diminutas partículas de polvo que flotaban en el ambiente. En realidad, como vampiro no necesitaba respirar, pero debía inhalar para hablar; por lo que el neófito poseía en esos momentos una generosa provisión de aire para gritar.
–¡¿QUE TÚ HICISTE QUÉ?!
–Te convertí, yo quiero…
Liam no pudo acabar la frase, pues un rapídisimo Stear se lanzó sobre él derribándole y de paso se llevó una de las paredes de madera de la cabaña donde había comenzado nuevamente su existencia. Lo hizo con un rugido de ira y presa de una furia galvánica. Por más que quisiera creer que era una cruel y oscura broma de Liam, sabía muy en su interior, que era verdad. Se encontraba en el mundo terrenal; después de ser herido de muerte por las balas alemanas y caer en el río Somme ¿cómo había sobrevivido? ¡No había sido un milagro divino! ¡Sino que un diabólico ser lo había enviado a la condenación eterna! Ciego de rabia, cerró las manos alrededor del cuello de Liam, quien se vio sobrepasado por el nuevo vampiro, quien en ese momento, era el más fuerte de los dos. Liam se vio en el piso, con el ex soldado a horcajadas sobre él y tratando de estrangularle. Los siglos de existencia de Liam, las experiencias en el trato con otros clanes (que no siempre eran afables), le permitieron mantener la calma, ya que la fuerza y la rabia de Alistair era en ese momento un peligro de muerte.
–¿POR QUÉ?! ¿¡POR QUÉ?! –le gritó Stear a la cara.
–¡Suéltame y te lo explicaré!
Liam le sujetaba por los brazos; obviamente no podía asfixiarlo, pero si corría el peligro de verse decapitado por el muchacho si continuaba ejerciendo presión sobre su cuello.
–¡Vamos Alistair! Si me matas, no sabrás jamás por qué lo hice –azuzó Liam.
Stear acabó por ceder y lo soltó, dejando que Liam se pusiera en pie, al igual que él. La furia que sentía en esos momentos era tremenda.
–¿Entonces…? –preguntó mirándole atentamente.
Liam se sacudió la tierra de encima y le miró a los ojos.
–Ibas a morir de todas maneras, quiero que formes parte de mi clan –le dijo–. Somos tres: dos hembras, Siobhan y Maggie, y yo.
–¿Así nada más? –indagó Stear.
–Digamos que quiero equilibrar las cosas –continuó Liam.
No podía decirle la razón que le había llevado a morderle; además, era probable que ninguno de los dos se enamorara, y él estuviera sembrando en falso sus esperanzas. Era más bien su deseo de que Maggie fuera tan feliz como él y Siobhan lo que le había llevado a convertir a un nuevo miembro. Aun así, se responsabilizaría por Stear el primer año de vida como vampiro, ya que si se desmandaba, corría el peligro de ser castigo por los Volturi.
–¿Así nada más? ¿Me elegiste porque iba a morir? –continuó punzando Stear.
–Pues sí, además… tengo la sospecha de que eres un buen muchacho.
Stear se quedó cortado, a su mente llegaron nebulosos recuerdos de su infancia. Y un poco más nítidos, los rostros de su hermano, de Candy y… Patty; además de fragmentos de recuerdos de su tía, trató de pensar en sus padres, pero fueron dos de los rostros que no volverían a su mente durante mucho, muchísimo tiempo. Liam alcanzó a ver la angustia en el rostro de Alistair, y supo lo que pensaba.
–Primero lo primero –le distrajo–, tienes que beber, ¿acaso no sientes la quemazón en tu garganta? –preguntó Liam.
Le sonrió para tranquilizarlo; Stear se llevó la mano a su garganta, consciente de la quemazón que le atenazaba. Sí, tenía qué beber y supo muy bien qué era lo que necesitaba para aplacar la terrible sed que le embargaba: sangre.
–Ven conmigo –ordenó Liam y se lanzó a correr, dejando la cabaña tras de sí.
Stear tuvo tiempo de admirarse, la noche no había caído y el sol lanzaba oblicuamente sus rayos, que al incidir en su piel, lanzaban destellos brillantes.
–¡¿Qué es esto?! –preguntó asombrado.
Él no era adicto a lecturas fantasiosas y mucho menos al género de terror, por lo cual no conocía en literatura a los vampiros. Lo poco que sabía, era por los comentarios de su hermano y de sus compañeros de clase que habían leído “Drácula” y leyendas que había escuchado relatar a los sirvientes en la mansión de Lakewood.
–¡Aún hay sol! ¿Qué no se supone que los vampiros mueren al ser alcanzados por los rayos solares?
Liam lanzó una carcajada divertida.
–¡Esas son ideas erróneas! –le contestó, sin disminuir la fantástica velocidad que llevaba–. ¡Ya tendremos tiempo para hablar!
Stear se lanzó tras el vampiro maduro, sintiéndose poderoso. Gracias a Dios, su nueva mente procesaba todo con rapidez, y él había sido un hombre sumamente inteligente desde humano, así que no se sintió tan apabullado cuando se dio cuenta de que llegaban a la frontera con Bélgica, mientras el sol se ocultaba tras el horizonte.
–¿Cómo es posible? –preguntó, cuando se detuvieron.
No jadeaba, por el contrario, supo que podría correr por horas, días tal vez, sin cansarse.
–¡No has visto nada!
Se habían detenido en un bosque, con altos árboles; Liam saltó con prontitud, y se ayudó de manos y pies a trepar uno de los más altos especímenes que encontró. Stear le imitó; por ahora tomaba a Liam como un mentor, y su instinto vampírico le resultaba sumamente útil. Siguió al irlandés, quien se divertía al enseñar a Stear lanzarse de un árbol al otro, en una especie de juego de “corre que te alcanzo”. Al final, acabaron los dos a la entrada del bosque.
–¿Podemos volar? –preguntó un ansioso Stear. Parecía que ya le estaba agarrando el gusto a ser vampiro.
–No, desgraciadamente no –replicó seriamente Liam–. Y tampoco nos convertimos en murciélagos.
Ya era hora de parar, Alistair necesitaba beber sangre, o su sed le volvería peligroso.
–Volvamos –pidió Liam y se lanzó a todo correr.
Stear le imitó y pronto llegaron a los campos de batalla que el neófito reconoció de forma inmediata. Un grupo de soldados franceses pernoctaba en un pequeño campamento, después de haber peleado durante el día, el dulce aroma de la sangre les invadió las fosas nasales y tanto Liam como Stear pudieron sentir que el instinto cazador se apoderaba de ellos. Liam retuvo a Stear, quien estaba dispuesto a brincar sobre los soldados sin más.
Un ligerísimo sonido de hojarasca les avisó que alguien se acercaba, y escondidos entre la maleza, pudieron detectar a dos soldados alemanes que se acercaban a los franceses lo más silenciosos posible, de forma que pudiesen dar cuenta de ellos. El nuevo vampiro no lo pensó más, saltó sobre la pareja de alemanes, quienes sorprendidos apenas atinaron a apuntarle con los largos rifles que llevaban para protegerse. Ni una sola bala salió de ellos, pues las armas salieron despedidas de su manos. Stear se lanzó sobre el que se encontraba más cercano y le mordió con prontitud la garganta, bebiendo con avidez. El hombre no pudo emitir más que un gutural quejido al verse atacado de esa manera, y la vida escapó con prontitud de su cuerpo.
El otro soldado intentó huir, siendo detenido por Liam, quien le propinó un golpe lo suficientemente fuerte para que perdiera la consciencia, esperó a que Stear terminara con el primer soldado, mirándolo con ojo un tanto crítico. El nuevo vampiro se comportaba como todo recién nacido: con una sed voraz que obnubilaba la mente y le hacía beber de cualquier desgraciado humano que se pusiera enfrente.
Y como todo recién convertido, Stear se levantó con gotas de sangre escurriendo por su mentón, permanecía sin camisa, mientras su piel, imposiblemente pálida, parecía refulgir con los rayos de la luna que ya adornaba el firmamento.
–Hay otro más, Alistair –avisó Liam.
–¿Qué estoy haciendo? –reaccionó el chico de cabello negro.
–Alimentándote –replicó con simpleza Liam–. Es lo que eres de ahora en adelante, tu existencia es muy diferente a lo que has vivido hasta hace tres días, Alistair.
Alistair… nadie le llamaba por su nombre completo, ni siquiera la estricta tía abuela Aloy. La inquietud se sobrepuso por unos momentos a la sed que le atenaza la garganta con ardientes garfios; no había más, tenía que seguir bebiendo, o las pinzas que aprisionaban su garganta nunca se verían aplacadas.
–¿Será ahora así de ahora en adelante? –le preguntó a Liam, quien se mantenía en pie al lado del cuerpo desmayado del soldado alemán.
–Poco a poco irás controlando la sed –informa Liam–. Pero eres un recién convertido, un neófito, es lógico que tus instintos estén desbocados. Te ayudaré en todo lo que pueda –Liam miró al hombre a sus pies–. Es alemán –comenta.
Stear fue a la guerra con el objetivo de pelear contra los alemanes, su mente vampírica le da la respuesta lógica: ¿qué más da beber la sangre de este hombre que derribarlo desde su avión? Acaba por ceder y sacia la sed que ha despertado desde el momento en que abrió los ojos. Cuando termina con el segundo hombre, Liam sostiene los pantalones y la camisa del primero.
–Creo que te quedarán, pero primero debemos enterrar estos cuerpos, no podemos dejarlos a la vista.
Quemarlos no es opción, pues llamarían la atención del campamento, por muy rápido que se consuman, llenos como están del veneno de Stear. Los dos vampiros se alejan del campamento, a una espesa área donde el pie humano se posa muy esporádicamente, entre los dos cavaron una fosa lo suficientemente grande para contener dos cadáveres y disimularon el tumba lo mejor que pudieron.
–Creo que te vendrá bien un baño –informó Liam.
Stear no huele nada mal, a pesar de estar cubierto de polvo, de su propia sangre, ya seca desde hace horas por mantenerse a la intemperie, y la de los alemanes.
–¿Y tú, Liam? –preguntó cuando se encaminaban al río–. ¿Por qué no has bebido de esos hombres?
–En primer lugar, porque yo sólo bebo sangre inglesa –un destello cruzó los rojos ojos del vampiro–. Y en segundo lugar, bebí hace unos días, por lo cual mi sed no es tan apremiante como la tuya.
Entre algodones, le llegan a Stear los recuerdos de los paseos en Londres, mientras estudiaba en el colegio, junto con su hermano y sus respectivas novias. Como en sombras, ve el zoológico Blue River, donde alguna vez probaron uno de sus inventos. Ahora que es un vampiro ¿podrá inventar algo? ¿O su vida se volverá totalmente diferente de lo que fue? De entrada, tendrá que ocultarse de los humanos, nadie estará a salvo de él, con esa sed de fuego que siente en el fondo de su garganta. La sangre humana es simplemente deliciosa, y Stear sabe que no podrá sobrevivir sin volver a beber de otro ser humano.
–Alistair –le llama en ese momento Liam–, me di cuenta de que cuando los soldados te apuntaron, las armas saltaron de sus manos ¿tuviste algo qué ver con ello? –preguntó directamente.
Stear meditó un segundo.
–Pensé en quitarle los rifles, pero de pronto, estos fueron lanzados a un lado y yo pude alimentarme –explicó el muchacho.
¡Por Dios! ¿Acaso Liam había encontrado un vampiro con habilidades? De ser así, solamente él sería “normal” en su clan. Además debía tener especial cuidado que no llamara la atención de los Volturi.
–¿Qué no todos los vampiros lo pueden hacer? –preguntó Stear confundido.
–No, Alistair, no todos los vampiros tienen habilidades “especiales” –explicó Liam–. Vístete, es hora de que Siobhan y Maggie te conozcan. Además debemos intentar reparar la cabaña, a Siobhan le agrada con cuatro paredes.
El cambio en el muchacho, saliendo del río después de asearse, es asombroso: alto, musculoso, sin ni una sola cicatriz, a la luz de la luna. Liam conservaba la esperanza de que Maggie realmente se viera atraída por este joven vampiro, e igualmente, que Stear al ver a la pequeña vampira pelirroja, se enamorara de ella. Lejos estaba de saber que eso no sería posible, porque los sentimientos vampíricos, sumamente exacerbados, son definitivos. Y Stear continuaba enamorado de Patricia O’Brien, de quien Liam ni siquiera sospecha su existencia.
Una vez en la cabaña, la repararon lo mejor que pudieron y se sentaron a esperar a las chicas. En realidad solo Liam se sentó, Stear al no sentirse cansado en absoluto permaneció de pie y caminando en círculos mientras hacía mil y un preguntas al irlandés. Ahí descubrió que no necesitaba dormir, así que no necesitaba un ataúd; que podía saber si un vampiro se había alimentado con ver el color de sus ojos, entre más oscuro más hambriento, por tanto más peligroso. Que debía cuidarse de ser decapitado, así como del fuego, y que la inusual fuerza con la que había logrado dominar a Liam menguaría conforme pasara su año de neófito.
–Entonces nos volveremos a enfrentar, Alistair –dijo medio en broma, medio en serio.
De pronto escucharon dos voces femeninas que se aproximaban por el bosque; en cuanto estuvieron a la vista, Stear se quedó sin habla, nunca en su vida había estado en presencia de dos mujeres tan perfectas. Siobhan con su imponente estatura, era la primera mujer más alta que él mismo que veía de cerca, además de sus voluptuosas formas, parecía haber salido directamente de las fantasías de cualquier hombre. La diminuta Maggie, tanto como otra que siempre estaba en sus pensamientos, con una esbelta figura y una hermosa cabellera color rojo brillante. Ambas tenían un aire salvaje y de libertad que pocas veces había visto.
Ellas se detuvieron en seco cuando notaron que Liam no estaba solo. Estudiaron en silencio al extraño y miraron inquisitivamente a su compañero de clan.
–Buenas noches, chicas, les presento a Alistair, me gustaría que se integrará a nuestro clan –intervino el veterano vampiro.
–Buenas noches Alistair, soy Siobhan y ella es Maggie –la chica solo hizo un ademán a manera de saludo–. Cuéntanos, ¿de dónde vienes?, ¿cómo conociste a Liam? –dijo mientras se aproximaba a saludar a su compañero, quien no dio oportunidad a Stear de hablar y empezó a contar como lo había rescatado.
–…y bueno, me pareció que sería un desperdicio dejarlo morir, además que creo que será una buena adición a nuestro clan –concluyó. Maggie sabía que Liam decía la verdad, pero a la vez sabía que había algo más. Por su parte Siobhan, quien conocía a su amado como a la palma de su mano, adivinó de inmediato la verdadera intención.
–Me parece una idea fantástica, bienvenido Alistair.
–Eh… gracias –dijo él sintiéndose algo cohibido–. En realidad prefiero que me llamen Stear.
–¿En serio volabas en uno de esos aparatos? ¿Los “alviones”? –dijo al fin Maggie.
–Sí, aviones –corrigió él.
–Oh, debes contarnos cómo es eso, aquí a Liam lo tienen fascinado esas novedades. Sospecho que te convirtió exclusivamente para que lo lleves a pasear en uno.
–Tendríamos que robarlo, pero podría hacerse, ¿por qué no? –y se enfrascaron en una amena plática acerca de la gran pasión de Stear.
Ellos querían saberlo todo, no solo sobre los aviones sino de muchas otras cosas que habían visto en esos tiempos de guerra, ya que ellos interactuaban poco con la sociedad. Él a su vez les preguntaba sobre la vida de los vampiros. Cuando empezó a salir el sol y sus pieles a centellear, entraron a la cabaña, le explicaron que si bien no los hería, no deseaban llamar la atención. Así pasaron casi todo el día, al caer la noche salieron a seguir probando las habilidades de Stear, pronto descubrieron que podía mover cualquier cosa de metal usando la mente, no solo desplazarla sino también moldear a su gusto.
Pronto, la intensa sed de neófito de Stear se hizo evidente y debió cazar de nuevo y tomaron turnos para acompañarlo, solo cuando fue el turno de los cuatro de alimentarse salieron todos juntos. Decidir la presa causó la primera fricción, Stear pretendía solo alimentarse de alemanes, mientras que Liam insistía con su habitual dieta de soldados ingleses. Por fortuna hallaron los restos de una batalla que había terminado hacía poco y buscaron entre los moribundos, ambos pudieron alimentarse según querían y las chicas no pusieron atención a eso y solo bebieron.
Así pasaron las semanas, que lentamente se fueron convirtiendo en meses, Stear les hablaba un poco de Estados Unidos y de Londres, de vez en cuando dejaba caer algunos nombres: Archie, Anthony, Candy, Patty, Annie. Ellos entendían que no hablara mucho, ya que sabían que los recuerdos humanos muchas veces no eran muy claros, había vampiros que incluso se olvidaban de todo lo vivido cuando humanos. En realidad Stear recordaba cada vez mejor, pero prefería omitir algunas cosas, sobre todo las relacionadas con Patty, algunos recuerdos eran muy íntimos. Ellos a su vez le contaron de un amigo inglés que había emigrado a América hacía uno o dos siglos. “Carlisle Cullen, el único inglés decente que he conocido”, había dicho Liam.
La curiosidad de volar era muy fuerte en todos ellos y la inventiva de Stear no dejó de hacerse notar. Consiguieron primero distintas piezas metálicas y las unieron, primero probó Stear hacerla flotar con él solo arriba, como si fuera una alfombra voladora. Una vez que lo hubo dominado, empezaron a turnarse para volar con él. Después lo intentaron los cuatro juntos, lograron elevarse y recorrer algo de distancia, pero el peso de los cuatro fue demasiado para el material y terminó por romperse, afortunadamente estaban sobre unos árboles y lograron asirse de ellos entre risas.
En una ocasión en la que los cuatro debían alimentarse surgió la polémica de siempre, esta vez Liam ya estaba demasiado hambriento y malhumorado, por lo que la usual discusión con Stear empezó a subir de intensidad. Estaban a punto de irse a los golpes, cuando Siobhan vio la dorada oportunidad y la aprovechó.
–Liam, cariño, tranquilízate. ¿Qué te parece si tú y yo vamos a buscar tu…eh…dieta habitual y Maggie acompaña a Stear a cazar alemanes? –la chica le dirigió una mirada extrañada–. Vamos linda, hace mucho que Liam y yo no pasamos tiempo a solas –acompañó la última frase con una expresión que al parecer Maggie entendió porque se limitó a asentir–. Solo déjenme platicar un momento a solas con Maggie ¿sí?, entonces todos podremos ir de caza.
Ambos vampiros accedieron a regañadientes y sin dirigirse siquiera una mirada. No sabían que en ese momento Siobhan revelaba a Maggie el verdadero objetivo de integrar a Stear al clan y le daba consejos para conquistarlo, ya que había notado que el joven no le era del todo indiferente.
Continuará…
Sabrina Cornwell/Lady Lyuva Sol
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