Como es habitual entre nosotros, nos sentamos uno frente del otro en nuestro pequeño desayunador, son de los momentos más gratos de nuestra convivencia obligada -¿Obligada? ¡No, no es así! ¡Vamos Candy, no digas estupideces!- Me recrimino, porque realmente cuidar de él, me resulta muy grato y mi mirada, se desborda amorosa sobre él.
Y sin embargo, hoy lo noto distinto, contrario a su costumbre guarda silencio, se muestra meditabundo y taciturno. Mi corazón se constriñe, intuyo que algo anda mal, pero trato de ahuyentar esos malos presentimientos.
Trato de llamar su atención, sacarlo de su ensimismamiento, pero mi viejo truco de sorber un poco de mi bebida y salpicarle, no ha funcionado, apenas logro obtener una sonrisa forzada.
-¡Dios, es rabiosamente hermoso!- Me pensamientos fluyen sin contención, desvergonzados, espontáneos, honestos- ¡Candy, compórtate, no debes mirarle de otra forma que no sean con sentimientos fraterno!- Me auto-regaño y sé que también, me auto-engaño. -¿A quién quieres mentirle Candy? ¿Sentimiento fraterno? hace bastante tiempo que ese sentir ha mudado a cariño de mujer enamorada.
El continúa en su silencio sepulcral, observado únicamente la humeante taza de café que tiene entre sus manos, parece como si temiera verme de frente. Y yo, con fingido recato, le recorro con la mirada…
¡Cielos, qué no daría por entrelazar mi manos pequeñas entre sus manos grandes fuertes, elegantes!- Y con este pensamiento, tengo que reprimir mi deseo por tomarle las manos -¡Qué castigo es tener su cercanía física y tenerla vedada, fuera de mi alcance! Calma, Candy qué él, no sospeche que lo amas- Muero de ansía por un beso tierno de su boca, entretejer mis dedos entre sus largos y rubios cabellos, hundirme por una eternidad en lo profundo de su mirar…con sólo un beso, me conformaría….
-¡Maldita sea, Albert –rujo y le levantó de golpe de la mesa y regando todo lo que se encuentra a mi alrededor-quita esa cara de borrego a medio-morir! ¿Quieres decirme que te ocurre, qué está sucediendo contigo?- Lo confronto para darle sosiego a mi atribulado corazón.
Él se encuentra atónito ante mi reacción e imagino, que también por la fineza de mi vocabulario.
-Candy- Me mira fijamente, con esa mirada que me vulnera-No sé cómo decirte esto- Y vuelve a su actitud anterior, con la cabeza gacha.
-¡Habla, te lo exijo!- Amedrentándole con darle un par de zapes en su cabezota… ¡Ah, su testa adorada de mi amado!
-¡CANDY-respirando profundamente, suelta la sopa-ES QUE SE TE QUEMÓ EL CAFÉ!- No esperaba esa respuesta y mi rojo-furia muda a rojo-vergüenza.
-¡Oh, Albert, qué malo eres!- Haciendo un pucherito dramático, pero dentro de mí, reventando de felicidad al observar que el hombre que amo, ha vuelto a su habitual ánimo.