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Hola a todas, capítulo 8 listo, espero que les guste, estamos llegando a la recta final. ¡Gracias a todas por su apoyo y sus comentarios!
♥Musas Ardley♥"Azul de Luna" Capítulo 8♥Apología para Albert y Candy♥
Previamente...
-¡Recuperé Lakewood!- Le informó Albert a Candy.
-¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡Albert es maravilloso! ¡Dios ya me imagino la alegría de la tía cuando le demos la noticia!
Capítulo 8
Antes del amanecer Albert y Candy acomodaban las maletas en el porta equipaje del auto, partían rumbo a Folkestone, pasarían la tarde en la oficina de Albert y tomarían el último ferry del día para alcanzar a la familia. Estaban emocionados por las buenas nuevas y ansiosos por compartirlas.
El trayecto fue tranquilo, cruzaron Londres sin detenerse en los mercaditos donde tanto les gustaba curiosear, siempre había algo interesante, como el cuadro de la colina de Ponny que Albert comprara para ella un fin de semana que regresaba a la villa, sin embargo, aunque estar solos lo disfrutaban sobremanera, ya extrañaban a sus hijos. Pasaron por Ashford después del mediodía, habían avanzado unos cuantos kilómetros cuando el auto comenzó a fallar, un ligero golpeteo en el motor seguido de un estallido y humo saliendo del cofre hizo que Albert se orillara y sin más el motor se apagó.
Albert bajó del auto y levantó el cofre, a pesar de ser diestro en algunas reparaciones de emergencia, reconoció que ahora no tenía ni la menor idea de que hacer, Candy se acercó un poco afligida.
-¿Qué hacemos?
-Solo tenemos dos opciones, esperar a que pase alguien o caminar para buscar ayuda- respondió Albert un poco apenado.
Candy miró al rededor y un viejo señalamiento llamó su atención.
-Mira, Brabourne Lees- apuntó hacia una flecha que señalaba una rudimentaria carretera -¿Y si pedimos ayuda en el pueblo?
Iban de la mano a la orilla del camino y de pronto unos chiquillos correteando les dieron alcance.
-¡Hola chicos! –saludó Candy.
-¡Hola señora!- respondió el mayor, Candy calculó que tendría unos doce años.
-¡Hola muchachos!- saludó también Albert -El auto nos ha fallado, ¿Saben si podrán ayudarnos en el pueblo?
-Claro, ¡El mecánico!- señaló el más pequeño.
-¿Podrían llevarnos con él?
-Sí señor- dijo confiado el mayor de los chicos.
Luego de veinte minutos de caminata y amena charla con los chiquillos llegaron a un pintoresco pueblo, Candy y Albert se vieron con curiosidad pues los chicos los guiaron hasta una parroquia con una pequeña clínica al lado como complemento.
-Disculpen chicos, ¡¿Creí que nos llevarían con el mecánico?!- señaló Albert extrañado y divertido a la vez.
-Así es señor, ¡Aquí vive!
-¡Gracias!- les dijo Candy haciendo entrega de varios dulces envueltos en una bolsita de plástico.
-¡Gracias señora!- respondieron alegres por la recompensa y desaparecieron tal como llegaron, corriendo.
Por instinto, Candy se dirigió a la clínica, la pequeña recepción estaba vacía, avanzó unos pasos al modesto consultorio y notó la puerta entreabierta, en su interior se encontraba un hombre mayor, llevaba puesta una bata blanca y estaba sumergido en la lectura de un libro depositado encima del escritorio, Candy dio unos golpecitos a la puerta y el hombre levantó la vista.
-Pase- indicó de forma amistosa.
Candy sintió la mano de Albert en su hombro indicándole que pasaría detrás de ella, el médico hizo con la mano una seña para que se sentaran frente a él, después de la caminata unos minutos de descanso no les caían mal así que no dudaron en hacerlo.
-¿En qué puedo ayudarles?
-Buenas tardes, ¡¿Buscamos al mecánico?!- Albert habló con una mezcla de asombro e interrogación.
-Archie no se encuentra, si gustan pueden esperarlo, no debe tardar.
Candy sonrió por el nombre del mecánico, y preguntó con diversión.
-¿Aquí trabaja?
-¡Es mi hijo! - dijo el doctor -Mi hermano es el párroco y compartimos la casita de atrás.
-Entiendo- Albert intervino a modo de disculpa.
-Es extraño, lo sé, sería más lógico que fuese médico como yo, pero Archie, en realidad no es mi hijo- miró con detenimiento a la pareja de rubios, se veían gente fina y amigable.
-Alan Moore- se puso de pie y extendió su mano presentándose.
-Mi esposa Candice- Albert presentó a su mujer, luego fue su turno -Albert Andrew a sus órdenes.
-Mucho gusto, ¿Y que los trae por aquí?
-Nos dirigimos a Folkeston, solo que el auto falló a las afueras del pueblo, un par de chicos en el camino nos dijeron que podríamos encontrar un mecánico- informó Albert.
-Por suerte para el pueblo Archie es un genio- el doctor sonrió con orgullo -¡Y no lo digo porque es mi hijo!
-¿Es o no su hijo doctor?- Candy temía que el doctor tuviese la debilidad de otro médico muy querido por ella.
-No lo es, pero lo veo como tal, Archie es un caso muy especial- el doctor se dirigió a una mesita al costado del consultorio, encendió una parrilla y puso encima una tetera llena de agua.
-¡Prepararé té! No es solo cortesía, ustedes me agradan- tomó un juego de té dispuesto en una charola y prosiguió con su charla.
-Verán, en tiempos de Napoleón, Lees fue tomada por los militares, esto fue un cuartel y hospital militar, también hubo una pequeña prisión, con la derrota de Napoleón fue demolido, pero aún se le conocía como el Hospital de Fields, la Iglesia se puede dividir en tres partes y mi hermano designó una para reconstruir la clínica- sirvió el té y continuó.
-Una decisión muy acertada y conveniente, sobre todo al final de la Gran Guerra, EL CICR por medio de su agencia especializada “Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra” logró repatriar a los prisioneros de los tres aliados casi de inmediato, en cambio, los prisioneros recluidos en los campos Alemanes tuvieron que esperar más tiempo, a principios de 1920 empezamos a recibir en la clínica repatriados en condiciones deplorables, aunque la agencia supervisaba que fueran tratados dignamente de acuerdo a la Convención de Haya, había cosas que escapaban de sus manos.
Candy y Albert escuchaban atentos, recreando con su imaginación la triste historia que el doctor les narraba, por un impulso Albert vio el contenido de la taza, parecía té normal, sacudió levemente la cabeza desechando la loca idea que le cruzó por un segundo ¿El líquido tendría algún relajante? El poder del relato era tan atrayente que volvió a concentrarse en la voz del doctor.
-Aquí atendimos caravanas de hombres hambrientos, maltrechos y casos especiales como el de mi Archie –el doctor suspiró con la mirada perdida, buscando en sus recuerdos -¡Una enfermera llegó a preguntarme si el chico estaba loco! Era un joven retraído, lo admito, ¡Yo creí que era mudo! Varias veces le revisé la garganta y la lengua, lo peor es que el pobrecillo perdió todo documento en las batallas, hasta ahora no hay nada que pueda identificarlo, pero al ser prisionero en un campo de concentración alemán lo repatriaron a Inglaterra sin saber ni quién es.
Candy conmovida con la historia, tomó la mano de Albert y la apretó con fuerza, tal vez por ser enfermera, quizás porque el protagonista llevaba el nombre de su primo, pero sentía una opresión en el pecho que iba en aumento con las palabras del doctor.
-¿Y por qué lo llama Archie?- preguntó Candy con la voz entrecortada.
-Pasó mucho tiempo para que él interactuara conmigo, al principio estaba siempre detrás de mí, en todo momento y en cada recorrido, parecía torpe, después me di cuenta que no veía bien, logré adaptarle gafas, algo que le favoreció mucho, un día un feligrés de la congregación le regaló a mi hermano un dominó, Archie observó varios días las fichas por lagos minutos, una noche, mientras jugaba con mi hermano, Archie tomó una porción de fichas y se incorporó a la partida, debo admitir que nos ganó con facilidad, aún no hablaba pero aproveché la oportunidad para acercarme más a él y buscar la forma de ayudarlo.
El doctor apoyó las manos con los dedos entrelazados sobre el escritorio, notó el gran interés de sus oyentes, la pareja tenía aire aristócrata, no buscaba ayuda económica para la clínica, más bien, le interesaba poder arreglar el estatus migratorio de Archie y quizás esos jóvenes contaba con amistades que pudieran facilitar el procedimiento, así que continuó.
-Otro de sus pasatiempos era atar y desatar las agujetas de sus zapatos, una mañana subí a su dormitorio para que bajara a desayunar, no sé cuánto tiempo llevaba haciendo esa actividad, lo llamé, soltó las cintas y me miró, luego dijo “Archie” fue todo lo que mencionó en meses. Le gusta construir y reparar cosas, sin más, tomó la caja de herramientas de mi hermano y comenzó a restaurar las bancas de la capilla, él se encarga del mantenimiento de la Iglesia y de la clínica- el médico señaló con una pluma en derredor para que notaran el buen estado del lugar, luego prosiguió.
-Poco a poco dejó de ser huraño, ya habla con normalidad, un día mientras hacíamos limpieza en la troje se encontró un viejo auto arrumbado, nunca olvidaré el brillo en sus ojos cuando levantó la sabana y lo vio, estuvo confinado a ese sitio por tres semanas, ¡¿Podrán creer que ahí dormía?! Mi hermano le llevaba una charola con alimentos, ¡No podía despegarse del lugar! Cuando nos llevó a pasear por el pueblo en el auto, ¡No cabíamos de orgullo! Su fama corrió por el vecindario y todos los habitantes lo buscan con frecuencia para arreglar algún desperfecto, mi Archie no cobra, es muy noble y generoso, siempre dispuesto a ayudar- el doctor hizo una pausa para tomar aire.
-Le ha llevado más de una década recuperarse de los horrores que sufrió y presenció en la guerra, lamentablemente no del todo, padece amnesia y pese a que brotan sus habilidades desconoce su identidad -el doctor exhaló, luego instruyó de forma básica al par de rubios -La causa determina si la amnesia aparece de manera repentina o progresiva, si es permanente o temporal, quisiera tener esperanzas pero después de tanto tiempo…temo que es un padecimiento estable.
Albert regresó a Candy el apretón de mano, tal vez sería porque él pasó por una situación similar, quizá porque perdió un ser querido en la guerra, desconocía la razón, solo sentía el deseo enorme de ayudar y decirle a “Archie” que todo estaría bien.
El ruido escandaloso de un motor se acercaba y el doctor no perdió tiempo para pedir ayuda al hombre rubio con personalidad autoritaria.
-Escuchen, les he contado la historia de Archie porque además de que ustedes me inspiran confianza me gustaría que lo ayuden- el doctor estiró el cuello y miró hacia afuera a través de la ventana del consultorio -Yo quiero a Archie como a un hijo y deseo de corazón que se encuentre a sí mismo, que recupere su pasado, aunque sea lejos de aquí.
El doctor se puso de pie y la pareja lo imitó, salieron de la clínica y vieron un auto aparcado, y a un hombre de espaldas con un viejo overol manchado de grasa, estaba bajando una cesta llena de manzanas, al parecer sintió la presencia del doctor porque dijo sin voltear.
-La señora Carter me pago con fruta, le dije que no era necesario pero ya sabes lo necia que es- al no obtener respuesta dejó la canasta en el césped y volvió la vista.
-¿Papá? ¿Estás ocupado?
-¡Por Dios Albert! ¡Es él!- Candy se sintió desfallecer, Albert logró sostenerla antes de que cayera de rodillas, el hombre corrió hacia ellos, tocó suavemente el hombro de Candy, luego miró a Albert y volvió a ver a Candy antes de preguntar.
-¿Se encuentra bien señora?
Candy sentía caer sus lágrimas pero no intentó detenerlas, con la vista borrosa por el llanto veía con insistencia al mecánico, Albert tenía la lengua trabada, algo inusual en él, recorrió a detalle el rostro del hombre castaño deteniéndose en sus ojos, tragó saliva y logró decir.
-¿Es usted el mecánico?
“Archie” sonrió con gusto, ese par de extraños le transmitían seguridad y confianza, no dudó en ofrecer ayuda.
-Así es señor, ¿Puedo ayudar en algo?
-Archie, el auto de los señores está averiado a las afueras del pueblo- el doctor intervino, no dejaría pasar la oportunidad de ayudar a “Archie” -Con el incidente la señora Andrew no se alimentó bien esta mañana, así que los invité a almorzar con nosotros, después pueden ir por el coche.
El almuerzo fue algo tenso, Candy y Albert intercambiaban miradas todavía sin digerir la increíble sorpresa que la vida les tenía reservada, ¡Bendito auto que falló! Y los condujo hacia “Archie” ¿Y ahora como abordar el tema con él? Afortunadamente contaban con el doctor que estaba en la mejor disposición de ayudarlo. Al final del postre, “Archie” se dirigió al auto para revisar la caja de herramientas, Albert se plantó frente a Candy y le dio instrucciones.
-Candice, quédate con el doctor y cuéntale la historia de “Archie” yo hablaré con él, debo ser cuidadoso, ¡Ojalá pueda convencerlo!
-¡De acuerdo! ¡Oh Albert! ¡Tantos años haciendo este recorrido!- la voz de Candy se entrecortó nuevamente por el llanto -¡Tan cerca de él! ¡Y no lo encontramos antes!
Ya en camino, Albert no dejaba de ver a “Archie”, estaba más bronceado, supuso que sería el resultado del trabajo diario, el cabello lo usaba un poco más corto a como lo recordaba, unas ligeras líneas de expresión en los ojos le hicieron caer en cuentas en su edad actual, a través de las gafas su mirada cristalina seguía siendo la misma, transparente como su alma, que pese a su sonrisa franca, mostraba un dejo de tristeza, “Archie” al sentirse observado rompió el hielo.
-¿Qué le pasó al auto?
-¡No lo sé!- respondió Albert con sinceridad –De pronto el motor se sacudió, hubo un ligero estallido y salió humo por el cofre.
-No quiero dar un diagnóstico prematuro, es mejor revisarlo primero.
Alberto supo que era el momento y tocó el tema esperando fuese la forma adecuada.
-Disculpa si soy entrometido, tu papá… el doctor nos habló sobre tu amnesia- hizo una pausa por si “Archie” quería cambiar la conversación, pero él no dio muestra de molestia.
-¿Recuerdas de donde provienen tus habilidades?- insistió Albert.
-No, me gusta lo que hago, no sé porque o cómo puedo hacerlo, hay veces que quisiera recordar- “Archie” suspiró –Pero luego pienso, ¿Y si al recordar no me gusta quién soy? Aquí estoy tranquilo… ¡Es difícil de entender!
-¡Te comprendo perfectamente!
-¿Cómo es eso?- preguntó “Archie” sorprendido.
-¡Al igual que tú yo perdí la memoria por un tiempo! Si no fuera por mi esposa, no sé qué habría sido de mí.
-Yo tuve la suerte de encontrar al doctor Moore, para ser sincero no, no quiero saber quién fui.
-¡Yo te conozco! Puedo decirte que eres buena persona.
“Archie” se orilló en el camino y apagó el motor del auto, pues justo en ese momento llegaron a la carretera donde estaba el otro coche averiado.
-No juegue conmigo, además ya le dije que no me interesa- “Archie” quiso aparentar tranquilidad, pero la inquietud de conocer su pasado quedó sembrada en su corazón.
-No se puede huir de uno mismo, la identidad no la define un papel, la determina lo que eres, y como puedes ver, se manifiesta de alguna forma, yo puedo ayudarte Stear- Albert miró los ojos castaños del conductor intentando transmitirle su honestidad –Así te llamas; Alistear Cornwell, ¡Eres mi sobrino!
Mientras Stear revisaba el auto Albert se encargó de hablarle de la familia, le contó todo, desde las pocas veces que Albert tenía permitido ver a sus sobrinos de forma oculta, hasta que entablaron su amistad sin saber que eran parientes. Stear fingía no prestar atención y se mostraba más interesado en el auto que en la plática, pero Albert insistía haciéndolo reír de cuando en cuando al hablarle de sus fallidos inventos.
Regresaron a la clínica a media tarde, Candy estaba acompañada del doctor y del párroco en una modesta salita, ya les había explicado todo y ellos estaban gustosos, entraron a la casita y Candy se incorporó para recibir a Albert y a Stear.
-Papá…- Stear remarcó la palabra –Le dije al señor Andrew que pueden llevarse el auto para que no pierdan el último ferry, al amanecer iré caminando a la carretera, creo que puedo reparar su coche y tenerlo listo para cuando regresen, eso si no tienes inconveniente.
Stear salió de la casita y el párroco fue tras él.
Todos se vieron entre sí al no comprender la extraña actitud de Stear, Albert le hizo un gesto a Candy, después miró al doctor y le agradeció.
-Ya perdimos mucho tiempo, no podemos recuperarlo, pero no debemos desperdiciarlo más, regresaremos mañana al atardecer, espero que no le moleste, seguramente vendrá toda la familia, ¡Gracias por todo lo que ha hecho por Stear!
-Todo es muy repentino, aún no recuerda nada y es difícil que alguien venga y le cuente su pasado –Albert le dijo a Candy viéndola a los ojos, luego, tomó sus manos y continuó –Es una noticia fantástica y complicada para él.
Stear revisó el auto rápidamente, todo parecía en orden así que se dirigió al par de rubios cuando se reunieron con él fuera de la casita.
-No creo que tengan problema con el auto, les deseo buen viaje.
-Stear, como comprenderás debo decirle a todos que estás vivo, piensa que harás de hoy en adelante, recuerda que tienes una familia que te ama y a quién le haces falta -Albert le habló con entereza y al no obtener respuesta subió acompañado de Candy al auto.
Stear vio el coche alejarse, dio media vuelta y entró en la troje, el doctor hizo el intento de seguir a Stear pero el párroco lo detuvo.
-Necesita estar solo.
Continuará...
Notas de pie de página.
Brabourne Lees es un pueblo del distrito de Ashford, en el condado de Kent, Inglaterra. Parte de él está ubicado dentro del límite parroquial de Brabourne y otra en Smeeth.
Los datos sobre la posesión en eras Napoleónicas son verídicos al igual que la demolición y su reconstrucción, la iglesia se divide en tres partes pero yo utilicé una para la clínica que es de mi invención.
La Primera Guerra Mundial indujo al CICR a intensificar considerablemente sus actividades, de lo que estaba consciente desde el principio del conflicto. En su circular del 15 de agosto de 1914, solicitó a las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja que participaran en las nuevas actividades que realizaría en beneficio de los millones de víctimas del conflicto.
Además de su tradicional cometido en favor de los soldados heridos o enfermos, el CICR amplió su acción a los prisioneros de guerra, aunque ningún convenio le confería específicamente tal cometido. Para llevar a cabo esta actividad, estableció una entidad especializada, la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra , encargada de recabar y transmitir información sobre los prisioneros.
Los delegados del CICR visitaron también numerosos campamentos de prisioneros para cerciorarse de que los detenidos se beneficiaban de condiciones de detención correctas.
Las disposiciones relativas al trato de los prisioneros de guerra están contenidas en las Reglamentos de La Haya de los años 1899 y 1907. Durante el curso de la Primera Guerra Mundial se revelaron varias deficiencias, así como una falta de precisión. Estos defectos fueron superados, en parte, por los acuerdos especiales firmados entre los beligerantes en Berna en los años 1917 y 1918. En el año 1921, la Conferencia Internacional de la Cruz Roja celebrada en Ginebra expresó el deseo de que se adoptase un convenio especial sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra. El Comité Internacional de la Cruz Roja elaboró un proyecto de convenio que se presentó en la Conferencia Diplomática reunida en Ginebra en el año 1929. La Convención no sustituye, sino que solamente completa las disposiciones del Reglamento de La Haya. Las innovaciones más importantes consistieron en la prohibición de represalias y de castigos colectivos, la organización del trabajo de los reclusos, la designación por los presos de sus representantes y el control ejercido por las Potencias protectoras.
Reitero mi respeto a quienes han escrito sobre el tema de Stear amnésico, esta mi humilde version para el fic
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Make it with you(Songfic que se desprende del capítulo 4)
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Última edición por Nadia M Andrew el Lun Abr 27, 2015 5:42 pm, editado 6 veces
Excelente capítulo. 
