Hola a todas, nuevamente les agradezco la oportunidad que me brindar para presentar mis aportes y sobre todo el tiempo que me regalan para leerlos. Soy principiante y apenas estoy aprendiendo, tengo mucho por mejorar y sus comentarios me ayudan a seguir creciendo.
Bueno, ¡Menos rollo y mas historia!
Como ya saben, los personajes son creados por Mizuki e ilustrados por Igarashi.
♥Musas Ardley♥ "Azul de Luna" ♥Apología No. 4 Para Albert y Candy♥Fic♥
Previamente...
-Albert, siempre seré tu pequeña- Candy separó su cuerpo y apoyó las manos en el pecho de Albert buscando el azul de luna en sus ojos -¡Pero también quiero ser tu mujer!
Capítulo 4
Elroy los vio alejarse a caballo desde la ventana de su habitación y sonrió, si eso hubiera ocurrido un año atrás habría visto la manera de impedirlo a toda costa, aunque ello significara una discusión con William. No creyó que Candice volvería a ser de su agrado, hacía tanto tiempo que se coló en su interior por unos instantes, que ese recuerdo era tan lejano como un sueño. Aquella vez le preparó una torta especialmente a ella, a pesar que tenía años sin cocinar, lo hizo por que empezó a aceptarla y luego casi de inmediato ocurrió la tragedia, eso ocasionó que la culpara de cada perdida familiar, de cada suceso lamentable, descargando en ella toda la frustración que sentía.
Los Leagan influyeron como la cizaña estrangulando cada oportunidad que Candy tenía para florecer ante ella, llegó al punto de odiarla, de no tolerar su presencia, de creerla una maldición para el clan, sin embargo, ahora ella era la única que podía preservar a los Andrew.
La temporada que pasó en Florida le pareció muy larga, la mayor parte del tiempo estuvo sola, Sara y Eliza fueron indiferentes con ella, ¿Para que hacerle reverencia? ¿Para que desvivirse por ella? Si a fin de cuentas nadie tenía mayor jerarquía que William. Las palabras que siempre escucharon de Ellroy eran verídicas, no solo un embuste para asustarlos y mantener a la familia bajo control, no, lo vivieron en carne propia al ser desacreditados en la fiesta de compromiso, peor aún, al ser aislados en ese confín caluroso llamado Florida.
Neal ni siquiera daba indicios de haber aprendido la lección, seguía igual de caprichoso y mimado, Elroy fue testigo de los berrinches y chantajes con que conseguía sus absurdas peticiones. Sara y su marido parecían más alejados, si ya de por si nunca fueron amorosos ahora estaban por demás distantes, entre los despilfarros de Eliza y los arranques de Neal la situación que se vivía era insostenible, Elroy se volvió una simple espectadora del derrumbe familiar de los Leagan.
Fue en esas soleadas tardes de soledad que empezó a asimilar la credibilidad de Eliza y Neal, rememoró cada chisme, cada queja que llegaba a sus oídos acerca de Candice, ¿Sería verdad todo lo que los Leagan argumentaban? O ¿Serían sus propios errores achacados a la chica? Porque…si ella fuera tan mala como decían, entonces, ¿A qué se debía el cariño y la devoción de sus sobrinos para con ella? No solo de sus sobrinos, una gran parte de la gente que convivía con Candice le profesaba afecto y sincera a mistad.
En la fiesta de compromiso entre Annie Britter y su querido Archibald Cornwell, Elroy observó con detenimiento a la chica recordando la carta que le envió, si bien algunas veces era torpe y atrabancada también debía reconocer que tenía una sonrisa franca, ese aire alegre y optimista refrescaba con alegría cada lugar por donde pasaba. Su mirada noble era una clara muestra de la bondad con que fue educada, miró también a sus madres, como Candice solía llamar a las religiosas del orfanato donde creció, entonces comprendió que la humildad no refleja la clase social, más bien reside en el corazón de las personas, no había diferencia entre el corazón de Candice y el de William, ellos eran tan afines que no le sorprendió que se buscaran con la mirada y que al verse sus ojos brillaran.
Elroy estuvo en soledad la mayor parte de su vida, ¿Amó? ¡No lo sabía! El vacío en su corazón lo fue llenando con el cariño de sus sobrinos, por supuesto que era estricta, pero no malvada, si los reprendía era por necesidad, no resulta nada fácil la formación de los jóvenes, menos aún si nunca se ha sido madre, volvió la vista hacia la señorita Ponny y la hermana María, y las admiró genuinamente, y encontró similitud en su labor con la de ellas.
La boda de Annie y Archie llegó en tiempo record, la salud de Elroy se vio afectada por la presión del festejo, Candy se ofreció a cuidarla y asistirla como dama de compañía, supuso que si pronunciaba la palabra “Enfermera” La tía Elroy se opondría a sus cuidados, la recia anciana no aceptaba fácilmente sentirse débil, pero Candy se las ingeniaría para cuidarla, desde el compromiso de Annie la percibió diferente y eso le preocupaba.
Las risas que escuchó Elroy en la planta baja le sacudieron los recuerdos y las lágrimas llenaron sus ojos, parecía que todo había salido bien, ojalá esos muchachos se decidieran a formalizar pronto, ¡Que va! ¡A casarse pronto! Quería vivir para escuchar la mansión llena de risas infantiles otra vez, quería conocer la descendencia Andrew, otro William, como su padre, como su hermano y como su sobrino que no aceptaría a otra mujer por esposa que no fuera Candy, él se casaría solo por amor y tenía derecho a hacerlo, ella podía ayudarle, no lo condenaría a vivir en soledad, él no, ya bastante había padecido, él iba a ser feliz y ella contribuiría a lograrlo con la ayuda de la chica que una vez repudió.
Salió de su habitación y caminó hasta la escalera, bajaba despacio, cuando llegó justo a la mitad las risas hicieron eco en el vestíbulo, Candy y Albert entraban gustosos por el pasillo de la cocina.
-¿Tienen algo que decirme?- la voz ronca de Elroy silenció al par de rubios sonrientes.
-Tía, ¿Cómo amaneció?
-Bien William gracias, pero vamos, ¿Qué es lo que pasa?
Candy contuvo la risa, nunca imaginó ver a la tía Elroy impaciente por escuchar que entre ella y Albert existía un romance.
-¿Le parece bien si pasamos a la biblioteca?- Albert señalo con la mano extendida hacia esa parte de la mansión y guio a las mujeres para que pasaran antes de él.
Elroy eligió un sillón individual, Albert y Candy se sentaron juntos, con timidez Candy permitió que Albert tomara su mano, gesto que Elroy vio con agrado.
-Como ya se imagina, desde esta mañana Candy y yo somos novios.
-Me alegro, ya era hora de que se dejaran de juegos.
-Me da gusto que esté complacida tía.
-Y tu Candice ¿Qué tienes que decir?- cuestionó Elroy.
-Gracias por todo tía, estoy muy contenta de que apruebe nuestro noviazgo.
-¿Ya pensaron en formalizar? ¿Cuándo se comprometen?
-Tía eso es muy pronto, ¡Es nuestro primer día de novios!
-William, ¡Por Dios hijo! Ustedes han vivido juntos, se conocen bien, ¡Todo este tiempo ha sido una especie de noviazgo!
-Así parece tía, pero créame, ahora es diferente- Candy recordó los besos de esa mañana y bajo la vista, tenía miedo de que la Elroy hablara de lo sobre entendido de sus palabras.
-Bueno, bueno, pasemos al comedor seguramente tienen hambre- Elroy se puso de pie invitando a los jóvenes a seguirla.
Iba unos pasos delante de ellos, y en voz alta dijo unas palabras que los enamorados no supieron cómo interpretar.
-¡Espero que el noviazgo dure muy poco!
Y así fue, en menos de cuatro meses Candy y Albert comenzaron los preparativos para su boda, todo a causa de las escapadas que Candy hacía por las noches, en cuanto Albert cruzaba el portal ella encontraba la manera de salir tras él, algunas veces bajaba en silencio las escaleras y salía cautelosa de la mansión, otras tantas saltaba por el balcón colgando de una rudimentaria soga hecha a base de sabanas, Dorothy se hizo la desentendida cuando la muchacha encargada de lavar la ropa de cama se quejó de que faltaban piezas y que esperaba que eso no le ocasionara la pérdida de su empleo.
En una ocasión, Candy calculó mal la distancia y azotó su trasero en el piso, al querer levantarse de prisa para evitar la vergüenza cayó de rodillas, sendos raspones fueron la señal de alarma para que Albert pusiera fin a las fugas nocturnas, ya lo estaba considerando, sobre todo cuando cruzaban el límite de las caricias, desde la mañana en que confesaron su amor las palabras de Candy hicieron eco en su cabeza “Quiero ser tu mujer”, no sabía si Candy midió la magnitud de la frase, pero se sintió culpable desde el primer momento que la escuchó, aunque la mortificación venía de antaño, cuando compartían el apartamento magnolia Albert ya perdía la cordura con la imaginación, solo que ahora daba rienda suelta a los hechos, ya que Candy lo fascinaba con una audacia a la par de la suya.
La cabaña también fue testigo de los momentos apasionados de la pareja, las cabalgatas al amanecer terminaban la mayoría de las veces en ese lugar, la pequeña cintura de Candy, sus piernas esbeltas y firmes, su busto circular y perfecto, todo en ella incitaba a la tentación, hasta el intenso de sus ojos fue comparado con el exuberante verde de la Amazonia.
Decidió pues que ya era tiempo de parar los encuentros furtivos, le advirtió a Candy por medio de una nota bajo la puerta de su habitación que esa sería el último encuentro en la oscuridad del bosque, y le pidió que lo encontrara esa noche, en el roble de siempre. Candy escuchó resoplidos de caballos y encontró a César y Cleopatra junto a Albert, él sonreía gustoso de ver a Candy feliz con la sorpresa.
-¡Los traje de Chicago! ¡Y se quedaran aquí!
Candy acarició a sus amigos hablándoles al mismo tiempo, ellos respondían dóciles,
dejándose tocar.
-¡Albert que hermosa sorpresa!
-Y todavía no acaba preciosa, es nuestra última salida, ¡Y cerraremos a lo grande!
Cabalgar en la noche era emocionante, la luz plateada de la luna llena alumbraba el prado parcialmente seco y el ambiente parecía estar envuelto por el halo del satélite, Albert se dirigió a la zona rocosa del lago y Candy comprendió la especial despedida de sus trasnochadas, ¡Estaban en el lugar donde declararon su amor!
Albert la ayudó a desmontar pero no la bajo al suelo, la sostuvo en brazos y la besó con pasión, luego de una sesión de besos la puso en tierra firme, caminaron y corretearon entre risas, Albert recolectó algunas piedras que arrojaron al lago haciendo círculos en el agua.
El ruido de los animales nocturnos era un concierto relajante, las grandes rocas fungieron como área de descanso y ahí sentados en ellas Albert hablaba en el oído de Candy, susurrando apenas, rozando con los labios su oreja entre vocablos de amor, ella respondía con el mismo lenguaje, por momentos se veían a los ojos, sincronizando risas y charla, la silueta de ambos se puso de pie, Candy se encaminó a los caballos pero Albert la detuvo tomando su mano y haciendo con esto que Candy quedara frente a él, la luna llena de Octubre fue testigo de la propuesta, Albert deslizó la simbólica argolla que prometía un futuro juntos, mientras Candy se reflejaba en la perfecta mezcla del lago y el azul de luna en los ojos de Albert.
Continuará....
Nota final.
Y si la escena nocturna del lago les pareció vaga, les adelanto que la próxima entrega será el primer song fic que se desprende de ésta historia, con dicha escena mas detallada.
Aquí el songfic.
Make it with you(Songfic que se desprende del capítulo 4)
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Última edición por Nadia M Andrew el Jue Abr 23, 2015 6:07 pm, editado 3 veces