Índice
Portal
Últimas imágenes
Buscar
Conectarse
Hola a todas, nuevamente gracias por el tiempo que me regalan al leer el fic y por sus comentarios que poco a poco me ayudan a holgar los nervios que me tensan al participar en este maravillosos evento. Empiezo a hacer amistad con chicas increibles y afianzando la buena camaradería con otras y pues aquí seguiré dando lata.
Los personajes son creados por Mizuki e ilustrados por Igarashi.
♥Musas Ardley♥ "Azul de Luna" ♥Apología No. 3 Para Albert y Candy♥ ♥Fic♥
Previamente...
Albert le trasmitió con esa mirada la seguridad que también sentía algo por ella, y con honesta imparcialidad se atrevía a pensar que le correspondía con el mismo amor.
Capítulo 3
Albert regresó cansado de Detroit, fue una larga semana con reuniones maratónicas para dejar cerrado el negocio, pero también estaba entusiasmado por que obtuvieron buenos resultados y pudieron llegar a tiempo, eso era lo más importante, estar puntual en la cita con Candy, ¡Porque era una cita! Ya podía aceptar sus sentimientos abiertamente y por consiguiente confesarlos. A petición de Candy, su emancipación del apellido Andrew al cumplir la mayoría de edad se realizó y eso facilitaba las cosas, al igual que haber finalizado la temporada de presentaciones por Sudamérica.
Habían pasado más de dos años y le parecía tiempo suficiente para digerir los misterios que fueron revelados, tiempo suficiente para que ella decidiera dar marcha atrás o para que sanara por completo su corazón, la correspondencia que mantuvieron fue fundamental, ella dio señales favorecedoras, además las contadas ocasiones que se vieron lo alentaron, así mismo la temporada que llevaba en la mansión fortaleció su afinidad. Por fin podía darse el tiempo de enamorarla, lo mejor de todo era que el suceso de la noche anterior le inyectó optimismo, estaba seguro que era correspondido, lo vio en los ojos de ella y no era una señal, era una certeza.
La hora llegó, el relinchar de los caballos anunció el arribo de su amada, inhaló y exhaló profundamente, deslizó los dedos por el grueso crin del caballo y dio media vuelta hacia la entrada del establo, la visión que llenó sus ojos lo dejó maravillado.
Candy vestía un traje campero en verde jade de tono oscuro, la falda pantalón justo a los tobillos y la chaqueta corta remarcaba su estrecha cintura, traía un sombrero sevillano del mismo color en la mano y el cabello sujetado en media cola, un mechón de rizos decoraba su rostro, al ver a Albert se quedó quieta en la puerta corrediza de madera, pensó que al entrar bajaría la vista avergonzada, pero una fuerza interior la impulsó a detenerse erguida y buscar el azul de luna en los ojos del majestuoso hombre que la esperaba junto a los caballos.
La escena se repetía, el corazón de cada uno reconocía al otro, así había sido siempre, los dos estaban conectados, de eso no cabía duda, Albert fue el primero en reaccionar, sus delgados labios se curvaron en una sonrisa, tan dulce como la que Candy estaba acostumbrada a obtener de él, caminó apresurado hacia ella abriendo los brazos, preparándose para recibirla, para cobijarla y protegerla como solo él lo hacía, ella no dudó en ir a su encuentro, a la mitad del establo finalizaron el recorrido estrechados.
La diferencia de altura le favorecía a Candy, apoyó su cara en el pecho de Albert y comprobó la emoción que lo embargaba, su oído percibía los latidos del corazón de él, no existía mejor lugar en el mundo que los fuertes brazos de su Príncipe, el cielo podía caerse, pero ella estaba resguardada por su abrigo, todo a su alrededor carecía de importancia.
Albert recargó la barbilla en la cabeza de Candy y aspiró el aroma a rosas de su cabello, el trabajo duro de los días pasados se compensaban al sentir la calidez de ese cuerpo delicado, las horas extras de esfuerzo mental estaban saldadas con el efusivo abrazo.
-¡Hola pequeña!
“Moría por escuchar esa voz…tu voz Albert”- Candy pensó emocionada.
-¡Te ves hermosa!
Las palabras de Albert cimbraron el corazón de Candy que solo atinó a responder.
-¡Bienvenido!
No quería soltarla, muy su pesar terminó el abrazo, le tomó una mano y dio un paso atrás para observarla de arriba abajo.
-Regalo de la tía Elroy- Candy dijo sonrojada, refiriéndose a su atuendo.
-Muy atinado de su parte- Albert disfrutó el rubor de Candy, para no hacerla padecer preguntó.
-¿Nos vamos?
-Si.
Albert elevó a Candy por la cintura hasta la montura del caballo, sus ojos volvieron a encontrarse, cada vez la complicidad de las miradas era más notable, ella podía montar sola, eso lo sabían ambos, pero su conexión era tal, que cada uno adoptó el rol en la nueva etapa que estaba comenzando. Desde su montura Candy observó cómo Albert guio los caballos a las afueras del establo, todo era igual y al mismo tiempo diferente, de ahora en adelante cada cosa, cada pequeño detalle estaría matizado por la conciencia de su amor.
Albert subió a su caballo y Candy confirmó que no existía hombre sobre la faz de la tierra que pudiera comparársele, no solo físicamente, él era un hombre en todos los sentidos, el hombre que amaba. Albert se sintió observado y con travesura le dijo a Candy.
-¡Soy todo tuyo!
Al ver que ella no respondía perpleja por la respuesta prosiguió.
-Tú decides el recorrido, yo te sigo.
Candy avanzó lento en un principio, giró un poco la cabeza y vio que Albert la contemplaba sonriente, apretó el paso con él tras ella, cuando lo sintió cerca aflojó la rienda del caballo y siguió a todo galope, él la vio alejarse, fuerte y frágil por igual, dulce e irreverente, niña y mujer a la vez, con habilidad le dio alcance, cuando comprendió que ella se dirigía al área rocosa del rio la rebasó con facilidad.
Albert desmontó y dejo el caballo libre para que relajara los músculos, Candy llegó casi al mismo tiempo, esta vez no le dio tiempo de ayudarla, desmontó de un salto y le dio una palmada al caballo en el anca, se quitó la chaqueta y se aproximó a él, que la veía emocionado, admirando la belleza de su rostro enrojecido por el trote del caballo, sus ojos verdes resaltaban al igual que las pecas, el broche que le sujetaba la cabellera se le cayó en el camino y los rizos sueltos hasta la cintura brillaban con el sol de la mañana.
Él la condujo hasta unas rocas planas que servían para sentarse, sin poder evitarlo acarició los rizos dorados desde la nuca hasta la punta, Candy le respondió con una sonrisa y se sentó un una de las rocas mientras Albert contemplaba el lago.
-¿Y cómo te fue?
-Bien, mejor de lo que esperaba.
-No es que no me interesen los negocios, pero quiero hablarte de algo más importante- Candy suspiró, ese hecho hizo que Albert girara la cabeza de inmediato hacia ella.
-Te escucho- le dijo sereno.
-Verás…yo… ¡No sé por dónde empezar!
Albert se aproximó a Candy y le sugirió con cierta diversión.
-Puedes empezar contándome porque me vigilas cada noche.
Candy abrió los ojos con sorpresa, turbada por el comentario le dijo irritada.
-¡Arrogante! No te vigilo, solo tengo curiosidad por saber a dónde vas y que es lo que haces.
-¡Oh bueno! Puedo responderte fácilmente, ¡No es un misterio!- Albert continuaba con su tono divertido- Al final de mi jornada laboral el aire fresco me relaja, además la técnica de “Abrazar un árbol” Que en sí, es apoyar la columna vertebral en el tronco, ayuda a recargar energía.
-Así que… ¿Si haces eso?-la pregunta fue más para ella misma.
-¡¿Me has seguido?!
-¡Solo en sueños!- ese fue un susurro, pero Albert logró escuchar.
-Algunas veces creí que irías a mi encuentro- la frase contenía desilusión.
-¿Me has visto antes de ayer?
-¡Cada noche!
-¿Porque nunca me lo hiciste saber?- Candy no estaba avergonzada, estaba ansiosa.
-Porque no quería asustarte, y porque no quería privarme de…- no iba a dar marcha atrás, la conversación estaba tomando la dirección que él quería y de forma natural, era hora de jugarse el todo por el todo –…De ver tu silueta iluminada por la luz de la luna.
-¡Albert!
Albert se acercó a Candy y se sentó en cuclillas frente a ella, le tomó una mano y la envolvió entre las suyas.
-Candice, sabes que eres lo más importante para mí, que te necesito cerca, conmigo, que eres mi primer pensamiento en el día, y el último- la veía a los ojos, hablando sin rebuscar palabras, simplemente usó la voz del corazón.
-Sabes que no existe cosa en el mundo que no haría por ti, por verte feliz, porque, ¡Te amo Candy! Desde que te vi por primera vez siendo niños, te he amado de muchas formas, te he amado por mucho tiempo, consciente e inconsciente, niño y adulto, perdido y recuperado.
Candy sitió sus ojos llenos de agua, pero guardó silencio porque su corazón quería escuchar todo lo que el hombre que amaba tenia por decir.
-Te ama el príncipe, el vagabundo y el millonario, pero más allá de una etiqueta te ama el hombre, el hombre que solo tú puedes ver y el que solo tú conoces.
Un par de lágrimas se deslizaron entre las pecas de Candy y Albert supo que no se había equivocado, así que le pidió de forma esperanzadora.
-Dime que no estoy loco, que mi corazón no se equivoca, él me grita que me correspondes, ¡Que me amas también!
La mano que Candy tenia libre la acercó temblorosa hacia Albert, suavemente peinó los mechones rubios que caían en su frente.
-¡Siempre Albert! ¡Te he amado siempre! ¡Aún sin saberlo!- la voz de Candy se quebró por la emoción.
Albert no pudo contenerse más y se aproximó despacio apoyándose en una rodilla, Candy sentía que su corazón saldría de su pecho, el cálido aliento de Albert llegó hasta su rostro, tenía miedo de desfallecer por la emoción, los tibios labios del él se posaron en sus mejillas intercambiando con suaves besos el recorrido de sus lágrimas, enjugándolas con ternura, cerró los ojos de Candy con un dulce beso en cada uno y otro más en la respingada naricita, bajó un poco la cabeza para rozar apenas sus labios en los de ella, el delicado tacto fue la caricia más hermosa que Candy recibiera hasta entonces, una caricia de absoluto amor.
Sutilmente Albert presionó más el contacto, despacio abrió la boca y tomó en sus labios el labio inferior de Candy, luego el superior, Candy comprendió la sintonía y correspondió tímidamente, Albert introdujo su lengua apenas hasta los dientes, pero el instinto de Candy se hizo presente y le ofreció una amplia entrada, él hurgó lentamente, tomándose el tiempo para saborear y disfrutar la gloria que residía en ello.
El beso fue largo y poco a poco fue tomando vida propia, Candy y Albert solo tenían conciencia de la delicia del momento, el embeleso llegó al punto de quitarles el aliento, con tiento Albert fue separándose, de pronto volvió a la realidad, estaban en el lago, había besado a Candy, se confesaron su amor y ahora venía la reacción de ella.
Por su parte Candy no cabía de felicidad, si bien no era la primera vez que la besaban, si era el primer beso deseado, el primer beso disfrutado y sobre todo el primer beso de amor consciente. Dada la naturaleza de Albert sabía que no sería agredida, al contrario, la dicha de saberse amada por él le daba la seguridad que de ahora en adelante el trato entre los dos consolidaría su amor.
Sus rostros quedaron unidos por la frente y la punta de la nariz, Albert acunó el rostro de Candy con las manos y le dijo con ojos cerrados sabiendo que ella estaría igual.
-¡Te amo Candy!
-No más que yo Albert, ¡No más que yo!
Candy se acurrucó en los brazos de Albert, pero el movimiento fue un tanto brusco e hizo que Albert perdiera el equilibrio, cayendo de espaldas con ella encima, un pequeño ataque de risas los embargo a ambos aligerando el momento, eso no aminoró la emoción recién vivida pues sentir la cercanía de sus cuerpos culminó con otro largo beso, vivir la experiencia de ese nueva etapa entre los dos resultaba agradable.
Estuvieron unos momentos sobre la hierba, lado a lado, hasta que el estómago de Candy dio notable muestra de hambre con uno de sus gruñidos habituales.
-¡Creo que es hora del desayuno!- le dijo Albert divertido -¿Regresamos?
-¿Qué te parece si desayunamos aquí?
-Bueno, puedo tratar de pescar algo, ¡Quiero estar más tiempo contigo!
-¡Trabaja rápido tu mente de explorador! Pero tengo la solución- Candy se levantó y busco entre las rocas la canasta con los alimentos que dispuso la tía.
Albert la veía divertido y curioso sentado en el verde pasto, trató de levantarse para ayudarla pero Candy se lo impidió con una advertencia.
-¡No te muevas! Es una sorpresa- con una traviesa risita se agachó entre las rocas y se levantó de inmediato, con un gesto de triunfo alzó la mano con la canasta y vio como Albert enarcaba las cejas con asombro.
-Lo tenía preparado- nuevamente el rubor delató a Candy cuando le hizo esa confesión.
Albert se quedó sentado en la hierba, las grandes piedras las utilizó de respaldo, Candy le hizo compañía, no vació la canasta pues el contenido de ésta era limitado, incluía una rebana de pan tostado, un trozo de queso, una porción de jamón y un racimo de uvas, Albert sonrió complacido al ver un termo con café.*
Candy comprendió el motivo y abrió la pestaña de la tapa, luego extendió la mano ofreciéndole el líquido caliente y le dijo orgullosa.
-¡Otra maravilla de Escocia!
-¿Otra? ¿Cuántas conoces?- la pregunta realmente era interesante y una buena oportunidad para Candy de exponer sus conocimientos, esos que la tía Elroy se desvivía por que aprendiera.
-Puedo enumerar algunas, el caleidoscopio, la bicicleta con pedales, el telescopio gregoriano, el neumático, la aguja hipodérmica, que se usa en mi profesión*- aludió, enumerando con los dedos los inventos que mencionaba, Albert la observaba atento y feliz.
-Y eso por mencionar algunas, ¡Pero la maravilla escocesa más grandiosa esta frente a mí!
Antes de que Albert reaccionara Candy introdujo un par de uvas en su boca, luego una sombra de tristeza asomó a sus ojos.
-Ahora sé de dónde provino la vena inventora de nuestro querido Stear- dijo con melancolía.
Albert levanto el rostro de Candy por la barbilla.
-Recuerda que ellos están vivos en nuestro corazón.
-Tienes razón, debemos engrandecer su existencia dignificando la nuestra- Candy siguió alimentándolo en la boca y Albert se dejaba consentir.
Ahora era el turno de él, poco a poco fue llenando la boca de Candy con trozos de pan y queso, seguidos de una uva que resbalaba, Candy la atrapó ágilmente con la boca acompañada del dedo índice de Albert, el contacto fue una chispa que dejó a los dos turbados.
Albert retiró su mano y distrajo a Candy con una pregunta.
-¡Casi lo olvido! ¿De qué quieres hablarme?
-¿Eh?...ya no importa.
-Si me trajiste aquí y tenías el desayuno dispuesto debe ser importante.
-Sí, bueno…es que yo…yo…iba a declararte mi amor.
Albert abrió los ojos como platos y sus labios formaron una espléndida sonrisa.
-Es por eso que la canasta tiene comida solo para una persona- Candy suspiró para tomar valor –Quería pedirte que compartiéramos su contenido, renovar la promesa que hicimos hace tiempo.
Albert seguía sonriendo con los ojos brillantes, la abrazo con amor y la estrechó contra su pecho, Candy volvió a sentir el latido de su corazón apresurado, tanto como el de ella.
-¡Lo estamos haciendo!- la voz de Albert sonó emocionada -¡Nunca dejas de sorprenderme pequeña!
-Albert, siempre seré tu pequeña- Candy separó su cuerpo y apoyó las manos en el pecho de Albert buscando el azul de luna en sus ojos -¡Pero también quiero ser tu mujer!
Continuará...
Notas de pie de página.
*James Dewar fue un químico escocés que diseñó un termo para almacenar sueros y vacunas a temperatura estable, basándose en el principio de que el vacío no conduce el calor ni por conducción ni por convección. Basándose en este invento, desarrolló un termo para uso cotidiano mientras trabajaba como investigador en la Universidad de Oxford, en el año 1892. Pero tan poco le convencía su propio invento que no lo patentó, tal y como explica Gregorio Ugidos en el libro Chiripas de la historia.
*El caleidoscopio moderno fue inventado en 1816 por el físico escocés David Brewster quien tramitó la patente correspondiente en 1817 pero nunca gozó de una remuneración. El ritmo de venta fue enorme, pero la facilidad de fabricación fomentó las imitaciones y réplicas, y en poco tiempo, otros empresarios comenzaron a recibir ganancias vendiendo cientos de miles de ejemplares.
*El telescopio gregoriano es un tipo de telescopio reflector diseñado por el matemático y astrónomo escocés James Gregory en el siglo XVII, y construido por vez primera en 1673 por Robert Hooke. El diseño es anterior al primer telescopio práctico reflector, el telescopio newtoniano construido por sir Isaac Newton en 1668, y no fue construido con éxito hasta cinco años después del primer telescopio reflector de Newton.
*La construcción de la primera bicicleta con pedales se atribuye al escocés Kirkpatrick Macmillan, en el año 1839. Una copia de la bicicleta de Macmillan se exhibe en el Museo de Ciencias en Londres, Inglaterra. Macmillan nunca patentó el invento, que posteriormente fue copiado en 1846 por Gavin Dalzell de Lesmahogow, quien lo difundió tan ampliamente que fue considerado durante cincuenta años el inventor de la bicicleta.
*En 1888, el veterinario e inventor escocés, John Boyd Dunlop, desarrolló el primer neumático con cámara de aire para el triciclo que su hijo de nueve años de edad usaba para ir a la escuela por las calles bacheadas de Belfast. Para resolver el problema del traqueteo, Dunlop infló unos tubos de goma con una bomba de aire para inflar balones. Después envolvió los tubos de goma con una lona para protegerlos y los pegó sobre las llantas de las ruedas del triciclo. Hasta entonces, la mayoría de las ruedas tenían llantas con goma maciza, pero los neumáticos permitían una marcha notablemente más suave. Desarrolló la idea y patentó el neumático con cámara el 7 de diciembre de 1889. Sin embargo, dos años después de que le concedieran la patente, Dunlop fue informado oficialmente de que la patente fue invalidada por el inventor escocés Robert William Thomson, quien había patentado la idea en Francia en 1847 y en Estados Unidos en 1891. Dunlop ganó una batalla legal contra Robert William Thomson y revalidó su patente. El desarrollo del neumático con cámara de Dunlop llegó en un momento crucial durante la expansión del transporte terrestre, con la construcción de nuevas bicicletas y automóviles.
*La aguja hipodérmica fue inventada En 1853 por Alexander Wood, médico escocés de Edimburgo, cuya esposa padecía un cáncer incurable, precisamente para inyectarle morfina. Fue la primera persona en recibir esta droga por esa vía y la primera en adquirir el hábito de la aguja. El invento fue posible gracias a que el irlandés Francis Rynd (1811-1861) había inventado la aguja hueca en 1844. Pero quien verdaderamente popularizó el método fue el médico francés Charles Gabriel Pravaz (1791-1855), quien diseñó una jeringa, precursora de las actuales, pero con pistón el mismo año que Wood.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Make it with you(Songfic que se deriva del capítulo 4)
Última edición por Nadia M Andrew el Jue Abr 23, 2015 4:11 pm, editado 2 veces
pobre?? suertuda de tener un hombre así a su lado, la maravilla escocesa mas grandiosa! 
ya quiero leer mas!! 
muy bien narrado todo ese momento, me encantó 
QUE ENVIDIA !!!!!!
