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♥♥♥MUSAS ARDLEY♥♥♥APOLOGÍA#2: Archie... Encuentros... Última Parte.

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AnaEdith

AnaEdith
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony



Esa semana me di cuenta que Fabiola era una chica muy divertida. Tenía un humor negro que me fascinaba, aunque para muchas cosas era muy inocente.

Charlamos de muchas cosas. Hablé sobre mi familia, sobre mis estudios en la Universidad, pero también sobre algunas aspiraciones que quedaron en el aire. Ella me habló sobre su familia. Eran de raíces griegas, por parte de su abuela materna, pero ella no hablaba ni media palabra, mucho menos lo escribía.

Me dijo que desde los cuatro años comenzó a aprender a tocar el piano, pero que ella prefería los instrumentos de cuerda como el violín.

Hablamos de literatura, desde escritores serios hasta los más artificiosos. Fuimos desde el romanticismo hasta la literatura fantástica, de poesía y de ciencia.

Me sorprendió que tuviera un pensamiento bastante liberal. Su madre al inicio no quería que trabajara, prefería casarla, pero ella se opuso y se mantuvo firme con lo de dar clases. Opinaba que una mujer no sólo debía ser para estar dentro de su casa, que la maternidad no era un motivo para encerrarse entre cuatro paredes y que a los hijos se les debía permitir estudiar lo que a ellos más les gustara y no lo que por tradición familiar se esperara.

Entendí un poco la visión de ella. Habían sido una familia acomodada desde siempre y desde que su hermano se enlistó, habían comenzado sus penurias debido a que desapareció en acción.

Yo le hablé de Stear y de lo mucho que lloramos su pérdida y lo difícil que fue para todos recuperarnos de ello. También tuve que decirle sobre James. Éramos primos, pero no nos soportábamos.

Ella me explicó de qué modo lo había conocido y el por qué no lo soportaba tampoco. Nos reímos al darnos cuenta que opinabamos igual respecto a las mismas cosas. Fue refrescante.

Hablamos también sobre comida. Ahí tuve que aceptar que mis conocimientos en gastronomía debido al curso que llevé hace algunos años no me servían de mucho. Ella aprendió a escondidas de sus padres y sabía de comida internacional. Desde la dificultosa francesa, la italiana y desde luego la mediterránea. Creo que salivé tan sólo de pensarla.

Pero, independientemente de todo lo interesante que cada día se tornaba para mí, Fabiola también me inspiraba bastante ternura.

No quiero que me malinterpreten. Fabiola me seguía atrayendo (si fuese posible, más), pero no sólo era lo que físicamente me hacía sentir. Era algo más.

Un día llegó furiosa, solamente para disculparse por tener que irse y yo sentí como si el aire me hiciera falta. Traté de dialogar con ella, pero no estaba dispuesta a hablar mucho. Al final, se soltó llorando y yo me quedé estupefacto un buen rato.

No le gustaba que la viesen llorar y solía hacerlo como una forma de desahogarse cuando estaba demasiado molesta.

Después de ese lapso de llanto, se avergonzó. Me enterneció completamente e hice lo que no me había atrevido en esos días: la invité a desayunar en el pequeño restaurant que había de camino al Colegio, antes de que diese la primera clase del día siguiente, la cual comenzaba a las 10. Ella negó con bastante pena. Desayunaba demasiado temprano para poder vocalizar y que su voz no fallara. En ese momento anhelé como ninguna otra cosa escucharla cantar.

Como aceptarme a desayunar no podía, entonces le pedí que cenara conmigo. Me ofrecí incluso a pedirle permiso a su madre, pero ella se ruborizó. Era la primera vez que pensaba aceptar la invitación para cenar con un hombre, a solas.

Yo me sentí casi eufórico y la acompañé a su casa para pedirle a su madre el permiso y olvidamos entonces que el plan de vernos esa semana había sido para enfrentar a su madre en su cumpleaños. Eso ya no nos importó.

Desde luego que Lidia (su madre) quería saber de dónde nos conocimos y el hecho de mencionar que yo era primo de James la dejó apenas más tranquila. No quería ni imaginarme las artimañas que él había usado para lograr esos fines.

Nunca me sentí tan nervioso y eso me tomó desprevenido, pero me repuse bastante rápido. Después de eso me relajé bastante e incluso conversamos un buen rato antes de despedirme e ir con rumbo a mi oficina.

Creo que nunca un día fue tan largo para mí como el que pasé el día de esa cena y creo que tampoco me sentí tan complacido por ver la sonrisa y los gestos de nadie como vi los de ella.

Después de esa noche, me di cuenta que no podía dejarla escapar. Fabiola me gustaba de todas las formas que podía gustarme y yo me daba cuenta que no le era indiferente, pero me preguntaba si realmente le atraía lo suficiente.

Yo tenía poco más de tres meses para mudarme, no de ciudad o de estado, sino de país. Iba a ser justo para ella?

Pasando el cumpleaños de su madre (en el que por cierto como mayor celebración hubo una tarta que Fabiola había preparado), nos seguimos viendo y a poco menos de un mes de marcharme le pedí a su madre que me permitiera pretenderla. Fue reservada con eso. Ya había tenido la experiencia de otros muchachos y la forma en que Fabiola había reaccionado, así que quería poner en claro que eso dependía de la chica rubia que me tenía obnubilado.

Le dije la verdad. Yo tenía solo semanas para irme fuera del país, pero no imaginaba mi vida sin volver a verla. Ya no era sólo la atracción que ella me generaba, era mucho más, pero no me atrevía a ponerle un nombre.

Ese mismo día hablé con Fabiola. Ella ya tenía días ruborizándose y poniéndose nerviosa por momentos estando conmigo, así que intuí que mi cercanía la afectaba así como a mí la suya.

Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando le dije que yo tendría que vivir en otro lado y estuvo a punto de salir corriendo, de no ser porque atrapé su brazo.

- Fabiola, por favor...

- Suelteme..

- Vuelves a tratarme de "usted"?

Su carita se desencajó. Le temblaron los labios.

- Vas a.. Vas a irte y ya no te veré..

- Fabiola. Fabiola -repetí y ella me miró a los ojos-, es sólo trabajo. Ya he sido nombrado, pero nada tendría que cambiar entre tú y yo.

Con decirlo apretó los labios en algo que pareció un puchero. La amé por eso.

- Todo va a cambiar. Escribirás, supongo. Cuánto tiempo? El necesario para que te llenes de mil actividades y conozcas más muchachas que.. que serán tus amigas!

Hubo un destello de celos en sus palabras, lo que me alegró el corazón y provocó una sonrisa.

- Querida mía, estás celosa?

Ella se puso roja y se quiso retorcer, pero las lágrimas acumulándose en sus ojos me quitaron la sonrisa.

- Fabiola, controlate muchacha. Deja que hable -y me miró fijamente, respirando alterada tanto por las lágrimas como por su deseo de escapar. Yo la tomé con mi otro brazo de la cintura y ella abrió los ojos como platos-. No hay ninguna muchacha como tú. No tengo interés de conocer a ninguna otra. Me tienes loco desde que te conocí y no paro de pensar en ti.

«Cada aspecto tuyo que conozco me cautiva más y dime si no lo hace si he pedido a tu madre el derecho de cortejarte y que llegues a ser mi novia.»

«No quiero irme sabiendo que hay hordas de tipos tras de ti...»

Ella tragó en seco, mirándome ahora con pesadumbre.

- Yo no puedo, Archie.

Que me dijera eso me sacudió y sentí un terror tan devastador que sentí incluso que el color se me fue de la cara, sin embargo no la solté.

- Por qué me dices eso? No te importo?

Sus ojos comenzaron otra vez a acumular lágrimas, pero se forzó a hablar.

- Yo tuve un hermano. Alguien que estaba dispuesto a dar su vida por mí, pero cuando se fue y nos dejó solos sufrimos demasiado. Yo no creo poder soportar la ausencia de las personas que quiero así como soporté la suya. Vivir rogando por sus cartas, preguntándome si algún día iba a regresar o no. Y solamente era mi hermano. Tú dices que te vas y que vivirás varios años allá. Cómo poder pedirme que te espere todo ese tiempo? Y si no vuelves? Y si te enamoras y yo me quedo esperando por algo que no llegará a pasar nunca?

- Qué es lo que quieres? Quieres que renuncie a todo?

- No, Archie. Quiero que seas feliz y no puedes renunciar a aquello que de verdad te importa. Yo no podría soportar que renunciaras a tus sueños, pero tampoco puedo esperar que una promesa dicha ahora se vuelva una esperanza que quizá nunca se cumpla.

Me dejó callado y ya no pude retenerla con mi abrazo cuando ella se apartó para retirarse. Me quedé de pie, en la sala, sintiendo que todo mi mundo se desmoronaba.

Nunca había sabido lo que era hacer las cosas por inercia sino hasta entonces. Las últimas semanas fueron espantosas. Sin embargo tuve la lucidez de pedirle a la madre de Fabiola que me mantuviera al tanto de ella, aunque entendía que su hija no quería recibir mis cartas.

El viaje a Escocia fue muy beneficioso para las empresas, pero yo me sentía peor día tras día.

Por Lidia supe que ella había recibido una invitación a cantar en un pequeño concierto del colegio y que ahí la había escuchado una persona del teatro de Chicago que se interesó por ella. Me puse tan celoso que casi rompo la carta y cuando la finalicé agradecí no haberlo hecho. Querían que formara parte del Coro de Chicago. Ella accedió.

Mientras tanto, yo no le encontraba sentido a mi vida lejos de ella. Me moría por verla, por oírla, por decirle de mil maneras que estaba sufriendo esa separación como no había sufrido ninguna otra cosa. Tarde caí en cuenta de que me había enamorado y que ahora ella estaba fuera de mi alcance en todos los sentidos.

Lo decidí una tarde, llamé para la casa del Doctor Spencer. Le rogué que me hiciese el favor de informar a Lidia que llamaría para hablar con ella si él me lo permitía. El buen médico aceptó.

La voz de la madre de Fabiola sonaba clara aunque el servicio telefónico a veces dejaba mucho que desear. Le pregunté por Fabiola. Me dijo que estaba como siempre, que vivía solamente para el trabajo y que ahora su rechazo a los muchachos era más fuerte que antes. Me dijo que lloraba mucho y eso me hizo decidirme. Mucho más cuando le pregunté si ella pensaba que todavía se acordaba de mí y me reconoció que con sólo oír mi nombre sus emociones oscilaban entre la ansiedad, la alegría hasta el abatimiento. Me dijo que estaba muy delgada y que estaba bastante preocupada por ella.

Tomé el barco al día siguiente. No lo hice el mismo día porque tuve que llamar a mi tío para informarle y él me dijo que se haría cargo de la situación.

Ese trayecto de varios días me resultó insoportable, pero cuando desembarcamos y pude tomar el tren con rumbo hacia Chicago, por fin sentí que el alma se comenzaba a serenar.

Llegué a Chicago un martes. El traje estaba arrugado y el cabello lo tenía hecho un lío, pero no me podía importar menos. Iban a dar las cuatro y media de la tarde (que era la hora en que ella terminaba sus clases) y yo me fui directo al colegio para esperarla.

Cuando la vi... todo lo que había a mi alrededor dejó de importarme. Vi su expresión de sorpresa que mudó en alegría y de ahí se convirtió en lágrimas.

Yo me apresuré para abrazarla, para sostenerla entre mis brazos, mientras su cuerpo menudo se estremecía.

- Fabiola... cariño mío, ha sido horrible todo este tiempo sin ti.

Ella me apretó más fuerte, musitando mi nombre una y otra vez muy cerca de mi oído, hasta que sentí sus lágrimas mojando mi mejilla.

- Te extrañé tanto... -me dijo entre hipidos-. Oh, Archie... No me importa si solamente por carta tendré que saber de ti. He estado tan angustiada por pensar que te había perdido...

Yo la separé para verla a los ojos. Esos ojos castaños que no se apartaban de mi pensamiento.

- He venido para no separarme de ti. Decide si me quedo o si te marchas conmigo, sólo no me pidas que me aparte jamás.

- No podría -dijo con apenas voz, reprimiendo un sollozo-. Sin ti me estaba muriendo..

En ese momento, ya las lágrimas habían acudido a mis ojos. Era el tercer encuentro entre nosotros, pero iba a ser el definitivo. Ya no habría podido dejarla ir.

*-*-*

Aprovechando que el foro no lo habían cerrado, quise dejar la conclusión de mi aporte sobre Archie. Espero que les haya gustado.

Nos leemos en la próxima..!


Friditas

Friditas
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

El gatito apasionado e impetuoso necesitaba una chica aguerrida y apasionada para enamorarse en serio ¡buenísimo!
Una historia super original, muy distinta a lo que estamos acostumbradas a leer sobre Archie. Muchas felicidades por crear una historia tan refrescante y seguir fiel a la personalidad del personaje.

Ahora que estoy picadísima, solo quiero seguir leyendo y conocer la decisión de Fabiola

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