Jarabe. Tranzas
La cura
La cura
por Sad
Song fic Jarabe.
“Venga que me estoy sintiendo mal
estoy que vuelo en fiebre
me duele todo, estoy muy mal”
Los cuatro fornidos hombres no podían controlar al desquiciado hombre, cuanto más querían someterlo, el joven redoblaba esfuerzos para librarse de sus captores.
- Calmate muchacho, no queremos hacerte daño!- gritaba uno de los hombres.
- Tiene la fuerza de un toro y eso que le administramos una fuerte dosis de sedantes- agregaba otro sofocado por el esfuerzo.
- Pero, porque es tan agresivo?- señaló otro más.
Aquel, al que trataban de someter, se debatía como un felino salvaje. Y así era su aspecto "salvaje", cabellera rubia y larga, de constitución atlética, y una mirada celeste, que reflejaba el temor de un animal acorralado.
- Pobre chico, debió experimentar situaciones terribles, ¿y qué es la guerra? Sino dolor y muerte- se compadeció del rubio, el hombre de mayor edad.
- Pero, ¿qué dices James? ¡Él es un espía!- con una expresión de repudio, reprochó a su compañero el momentáneo acto de compasión.
-No importa, también es un ser humano forzado por las circunstancias, la maldita guerra!- se defendió, James.
-Menos charla y sujétenle con más fuerza, Tim ve por ayuda, creo que no vamos a poder solos con él- ordenó el que parecía tener el mando.
El rubio se defendía con toda la fortaleza que podía extraer de su minado cuerpo; en algún momento, durante el forcejeo derribo a dos de los hombres.
“Pero si veo tus ojos y un roce de tus manos
el olor de tu pelo, el sabor de tus labios
y un poco de tu voz,
al instante me siento mejor porque eres mi
Jarabe…”
-¡Albert! No le hagan daño!- Irrumpió una menuda rubia.
- Señorita, usted no puede estar aquí, este sujeto es peligroso. ¡Fuera de aquí!- ordenó el de la voz cantante.
-Esa voz- el rubio joven, cerró sus ojos forzando a su mente a recordar- Ahhh, duele!- no logró más que una insoportable jaqueca. Pero, algo había logrado lo que cuatro rudos hombrones no, tranquilizarlo. La voz femenina.
- ¿Es que no entienden? ¡Yo, le conozco! ¡ Es Albert!- insistía la jovencito.
El rubio ya sujeto con ataduras a la cama- para que no fuera hacerse daño- no luchaba más, de salvaje león se transformó en un gatito doméstico.
-¡No, no me voy a retirar!- seguía discutiendo la rubita- No, no se llama paciente "X", su nombre es Albert, ¡AL-BERT!- deletreándole pausadamente a su interlocutor por si éste, fuera un estúpido.
Conforme la alharaca de la rubia se hacía más feroz, en el otrora incontrolable joven, iba obrando un milagro en su conducta, ahora su semblante denotaba serenidad, el temor en su rostro había desaparecido.
De esta transformación, el hombre que anteriormente se había compadecido del rubio, dióse cuenta.
Y le hizo esta observación al médico de guardia que hasta ese momento se había mantenido expectante sin hacer nada -¡Mire doctor!, creo que la jovencito si le conoce, bastó que ella entrara y armara un escándalo para que el chico se tranquilizara.
-Pero ella, no puede hacerse cargo del enfermo, presenta un agudo cuadro de pérdida de la memoria. Ella sólo es una estudiante de enfermería- Sentenció con talante despectivo el médico.
En los subsecuentes días, la batalla con el paciente del cuarto " cero" se había tornado agotadora; para hacerle las curaciones que requería, se necesitaba de la fuerza de los cuatro hombres para someterlo, y ninguna enfermera quería cuidarle, ya nadie quería ser víctima de la agresividad del hombre "X".
Ante esta situación, el director del hospital tuvo que ceder, autorizando a la enfermera practicante el cuidado del paciente " X", era la única que con su sola voz podía dominar a la bestia.
Y no es que la rubia poseyera una melodiosa voz de sirena, sino todo lo contrario, su voz era muy molesta al oído, estridente y meliflua, incluso para el rubio paciente, quien con frecuencia le solicitaba a la rubia silencio.
Pero todos en el hospital, murmuraban con sarcasmo, que la atolondrada enfermera era la cura para aquel salvaje sin nombre.
“Eres medicina que mata penas del corazon
que me limpia el alma
me mata el odio
y sólo deja tanto amor…