Continuando con nuestra participación; no sin antes agradecer tanto a mis compañeras por su esfuerzo dado como a quienes nos han estado acompañando en esta divertida travesía.
El camino hacia el jardín oculto, Candy ya lo sabía de memoria; y por ende y sin ser guiados sus pasos la llevaba allá cada vez que lo necesitaba. Sí, era una necesidad llenarse de toda aquella magia para perderse en ella y soñar. ¿En qué? Primero, en que era una flor. La más hermosa y por todos admirada. Después, le daba un color al viento y convertida en ello podía trasladarse hasta el más imposible de los lugares a visitar. Sin embargo, en el elegido siempre lo encontraba ahí, haciéndola fruncir el ceño, desbaratar su ensoñación y preguntarse para sí misma:
– ¿Por qué él tiene que aparecer y desconcentrarme? Apenas unas veces lo he visto y pocas intercambiado palabras para que… no –, Candy se llevó una mano a la cabeza para peinar sus dorados cabellos; – no puedo ser yo quien traiga su recuerdo. Además…
Unos escandalosos y animalescos ruidos no muy lejanos la hicieron callarse y volverse en esa dirección.
Clint, mientras su dueña disfrutaba de su paseo, trepó un árbol; y aprovechándose del nido que estaba construido en el tronco tomó a uno de sus ocupantes y…
– ¡Clint, abre inmediatamente la boca! – ella le hubo ordenado severamente molesta.
Con su presa, el lindo gatito osó a no acatar la orden, entonces…
– No volveré a pedírtelo. Saca lo que tengas dentro y devuélvelo a su lugar –. Porque no – Hazlo, Clint –. Alguien posó en jarras. – Te estoy esperando. Mira que me enojaré seriamente si no… ¡buen muchacho! – dijo la joven, sonriendo al ver a su mascota obedeciéndole. Empero y debido a su gesto… – Lo sé, pero… los pájaros no son para comerse. Y esos... menos –, la muchachita se acercó al árbol para extender sus brazos hacia el minino que la miraba indignadamente y la escuchaba en contra de su voluntad – ¿No te das cuenta que de habértelo comido, hubieras dejado a unos hijos sin padre o madre? Y tú no querías realmente eso, ¿verdad?
Amorosa, Candy abrazó a su mascota; y ésta se lo permitiría, ronroneando al sentir una amigable mano sobre su terso y blanco pelaje. Uno que también sería besado y…
– ¿Quieres ir a casa? Sí, será lo mejor antes de que acabes con ese pobre ruiseñor – que en su nido se sacudía el ensalivado plumaje y decía:
– ¡Otro poco y no la libro! ¡Condenado gato! Me agarró desprevenido.
– Por haber estado mirándola como un hipnotizado.
– Es que… es la criatura más bella que mis ojos hayan visto.
– No lo dudo – le respondió su compañera; – pero recuerda que para ella… tú…
– Sí, no necesitas decírmelo. Sólo estoy aquí para cumplir mi misión y…
– Entonces… ve tras ella y no descanses hasta verlos juntos.
– Verla a mi lado me hubiera gustado más.
– Pero cuando tú vivías, bien recuerdas lo que se te dijo y… vuela ya, porque… – un fuerte estruendo se hubo extendido en los cielos.
En cuestión de minutos, unas negras nubes comenzaron a llegar; y en menos de poco tiempo unas gruesas gotas empezaron a caer, consiguiendo que el sendero por el cual ella iba se tornara lodoso e imposible de transitar ya que… no acababa de levantarse cuando volvió de nuevo al suelo.
Su sencillo calzado no le estaba ayudando mucho. El vestido tampoco al hacérsele muy pesado y la vista… no podía enfocarla al cien debido a la lluvia que golpeaba en su lindo rostro. Pero el nuevo trueno que se hizo del lugar, precisamente la hizo gritar, perder el equilibrio y rodar.
Por suerte, el tronco de un árbol caído la recibió en sus brazos; y ella a pesar de sentirse dolorida, se levantó para volver a intentar su camino. En eso, a lo lejos y entre la espesa cortina de agua, una luz divisó.
De momento la joven sintió miedo. Sin embargo…
– ¡¿Quién anda ahí?! – gritó.
Clint ya había corrido para salvaguardarse y en su camino se topó con el leñador que al reconocer al minino, asustado le preguntó:
– Y Candy, Clint, ¿dónde está Candy?
El camino hacia el jardín oculto, Candy ya lo sabía de memoria; y por ende y sin ser guiados sus pasos la llevaba allá cada vez que lo necesitaba. Sí, era una necesidad llenarse de toda aquella magia para perderse en ella y soñar. ¿En qué? Primero, en que era una flor. La más hermosa y por todos admirada. Después, le daba un color al viento y convertida en ello podía trasladarse hasta el más imposible de los lugares a visitar. Sin embargo, en el elegido siempre lo encontraba ahí, haciéndola fruncir el ceño, desbaratar su ensoñación y preguntarse para sí misma:
– ¿Por qué él tiene que aparecer y desconcentrarme? Apenas unas veces lo he visto y pocas intercambiado palabras para que… no –, Candy se llevó una mano a la cabeza para peinar sus dorados cabellos; – no puedo ser yo quien traiga su recuerdo. Además…
Unos escandalosos y animalescos ruidos no muy lejanos la hicieron callarse y volverse en esa dirección.
Clint, mientras su dueña disfrutaba de su paseo, trepó un árbol; y aprovechándose del nido que estaba construido en el tronco tomó a uno de sus ocupantes y…
– ¡Clint, abre inmediatamente la boca! – ella le hubo ordenado severamente molesta.
Con su presa, el lindo gatito osó a no acatar la orden, entonces…
– No volveré a pedírtelo. Saca lo que tengas dentro y devuélvelo a su lugar –. Porque no – Hazlo, Clint –. Alguien posó en jarras. – Te estoy esperando. Mira que me enojaré seriamente si no… ¡buen muchacho! – dijo la joven, sonriendo al ver a su mascota obedeciéndole. Empero y debido a su gesto… – Lo sé, pero… los pájaros no son para comerse. Y esos... menos –, la muchachita se acercó al árbol para extender sus brazos hacia el minino que la miraba indignadamente y la escuchaba en contra de su voluntad – ¿No te das cuenta que de habértelo comido, hubieras dejado a unos hijos sin padre o madre? Y tú no querías realmente eso, ¿verdad?
Amorosa, Candy abrazó a su mascota; y ésta se lo permitiría, ronroneando al sentir una amigable mano sobre su terso y blanco pelaje. Uno que también sería besado y…
– ¿Quieres ir a casa? Sí, será lo mejor antes de que acabes con ese pobre ruiseñor – que en su nido se sacudía el ensalivado plumaje y decía:
– ¡Otro poco y no la libro! ¡Condenado gato! Me agarró desprevenido.
– Por haber estado mirándola como un hipnotizado.
– Es que… es la criatura más bella que mis ojos hayan visto.
– No lo dudo – le respondió su compañera; – pero recuerda que para ella… tú…
– Sí, no necesitas decírmelo. Sólo estoy aquí para cumplir mi misión y…
– Entonces… ve tras ella y no descanses hasta verlos juntos.
– Verla a mi lado me hubiera gustado más.
– Pero cuando tú vivías, bien recuerdas lo que se te dijo y… vuela ya, porque… – un fuerte estruendo se hubo extendido en los cielos.
En cuestión de minutos, unas negras nubes comenzaron a llegar; y en menos de poco tiempo unas gruesas gotas empezaron a caer, consiguiendo que el sendero por el cual ella iba se tornara lodoso e imposible de transitar ya que… no acababa de levantarse cuando volvió de nuevo al suelo.
Su sencillo calzado no le estaba ayudando mucho. El vestido tampoco al hacérsele muy pesado y la vista… no podía enfocarla al cien debido a la lluvia que golpeaba en su lindo rostro. Pero el nuevo trueno que se hizo del lugar, precisamente la hizo gritar, perder el equilibrio y rodar.
Por suerte, el tronco de un árbol caído la recibió en sus brazos; y ella a pesar de sentirse dolorida, se levantó para volver a intentar su camino. En eso, a lo lejos y entre la espesa cortina de agua, una luz divisó.
De momento la joven sintió miedo. Sin embargo…
– ¡¿Quién anda ahí?! – gritó.
Clint ya había corrido para salvaguardarse y en su camino se topó con el leñador que al reconocer al minino, asustado le preguntó:
– Y Candy, Clint, ¿dónde está Candy?
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