No me aguante................con cariño para esta Guerra Florida que ya termina..... La música es parte de la historia.....
Ha nevado todo el día y se espera que continúe así toda la noche, es Enero. Los niños desde hace un rato ya están en sus camas y por primera vez en aquella jornada, María, la Hermana María, podía tomar un real descanso.
Sacó su delantal y preparó para sí misma un tazón de té, sin meter ruido atizó el fuego y se sentó en el viejo sillón frente a la ventana, entonces, como le ocurría, a veces, en los días de nieve, volvió atrás y allí estaba, Regina.
Regina quien había estado en el claustro mucho antes de que ella llegara, era la gatita de las novicias, alegre, desenfadada, cariñosa y resuelta. La joven y solitaria María rápidamente encontró en ella a una amiga y como la Abadesa la puso a trabajar en el huerto, llenó su soledad viéndola jugar entre la albahaca y el tomillo.
Regina, que era el nombre que las novicias le habían dado y al que respondía, no vivía propiamente allí, cada mañana saltaba la gran pared que separaba la Abadía del mundo, esperaba fuera del refectorio a que todas salieran a sus labores y compartía durante el día. En las tardes, volvía a cruzar la pared hasta la siguiente jornada.
La vida claustral fue monótona hasta que Regina apareció preñada a principios de noviembre y todas las novicias, incluyendo a la joven María, se alegraban imaginando a las pequeñas crías llenando el huerto, estaban seguras que la gatita sería una abnegada madre.
Luego llegó Diciembre y el frío, aún hoy María, la Hermana María, le teme al frío, porque fue durante los días más fríos en que Regina no llegó más y cuando la nieve vistió la Abadía de blanco, Regina no dio señales, hasta esa mañana que ella misma la encontró tendida en la nieve, inerte, congelada y sin sus crías.
María sufrió extrañándola y pensando quien cuidaría de los gatitos de su querida Regina al otro lado del muro.
-Regina- se le escapa a María, mientras ve la nieve por la ventana
Ahora piensa que seguramente la soledad de esas crías, el frío de ese invierno y el amor de esa gatita influyeron en ella cuando, después de unos años, tomó la decisión de dejar la Abadía y entregar su vida a esto, a los niños que quedaron solos, huérfanos o abandonados, y darles amor.
María termina su té y antes de irse a dormir da la última ronda por los dormitorios para arropar al que lo necesite, María sabe que esta es su felicidad.
gracias por leer!!!
Regina
Ha nevado todo el día y se espera que continúe así toda la noche, es Enero. Los niños desde hace un rato ya están en sus camas y por primera vez en aquella jornada, María, la Hermana María, podía tomar un real descanso.
Sacó su delantal y preparó para sí misma un tazón de té, sin meter ruido atizó el fuego y se sentó en el viejo sillón frente a la ventana, entonces, como le ocurría, a veces, en los días de nieve, volvió atrás y allí estaba, Regina.
Regina quien había estado en el claustro mucho antes de que ella llegara, era la gatita de las novicias, alegre, desenfadada, cariñosa y resuelta. La joven y solitaria María rápidamente encontró en ella a una amiga y como la Abadesa la puso a trabajar en el huerto, llenó su soledad viéndola jugar entre la albahaca y el tomillo.
Regina, que era el nombre que las novicias le habían dado y al que respondía, no vivía propiamente allí, cada mañana saltaba la gran pared que separaba la Abadía del mundo, esperaba fuera del refectorio a que todas salieran a sus labores y compartía durante el día. En las tardes, volvía a cruzar la pared hasta la siguiente jornada.
La vida claustral fue monótona hasta que Regina apareció preñada a principios de noviembre y todas las novicias, incluyendo a la joven María, se alegraban imaginando a las pequeñas crías llenando el huerto, estaban seguras que la gatita sería una abnegada madre.
Luego llegó Diciembre y el frío, aún hoy María, la Hermana María, le teme al frío, porque fue durante los días más fríos en que Regina no llegó más y cuando la nieve vistió la Abadía de blanco, Regina no dio señales, hasta esa mañana que ella misma la encontró tendida en la nieve, inerte, congelada y sin sus crías.
María sufrió extrañándola y pensando quien cuidaría de los gatitos de su querida Regina al otro lado del muro.
-Regina- se le escapa a María, mientras ve la nieve por la ventana
Ahora piensa que seguramente la soledad de esas crías, el frío de ese invierno y el amor de esa gatita influyeron en ella cuando, después de unos años, tomó la decisión de dejar la Abadía y entregar su vida a esto, a los niños que quedaron solos, huérfanos o abandonados, y darles amor.
María termina su té y antes de irse a dormir da la última ronda por los dormitorios para arropar al que lo necesite, María sabe que esta es su felicidad.
gracias por leer!!!