El nombre de algunos personajes corresponden a sus debidos autores. Yo lo soy de la idea que leerán a continuación.
Con su brazo, él hubo rodeado todo lo que era su breve cintura. Asegurada, con gentileza la atrajo a su cuerpo, consiguiendo que ella arqueara un poco la espalda y la mano izquierda la deslizara ascendentemente por su pecho, metiéndola por la nuca y abrazándose de su cuello mientras que su boca, entreabierta, resoplaba con ligereza debido a la cercanía de la de él que sonreía internamente al haber adquirido de ella: su abrazo. Sin embargo era un beso lo que más anhelaba, y por mucho que lo deseara sería cautivadoramente paciente ya que su labio inferior apenas rozaba el tembloroso superior femenino que daba la sensación de estar también ansioso y por ende…
Poco a poco, Terry dio inicio a lo que tanto había soñado… besarla. Besarla ya no tan abruptamente como una vez pasada sino… con su labio acarició primero el de ella. Después, el inferior lo tomó entre los suyos provocando con ello que Candy apretara levemente el superior para sentir los masculinos y éstos invitarla a quedarse así por segundos para acostumbrarse a su suavidad porque llegado el siguiente, con la colación de una mano que se posó de la fina nuca, se viajaría con profundidad para probar la dulzura que de ella emanaba, también…
Sintiéndose invadida y a la vez extasiada, con la disponibilidad que se estaba comportando, un leve gemido ella exclamó; aferrándose más a su cuello y pegando su cuerpo en él que haría grandes esfuerzos para contenerse. No obstante, la boca le había resultado sumamente deliciosa; empero su níveo cuello era otra delicia que deseaba, así que por ello comenzó a descender para recorrer también por su desnudo hombro y…
– No… está bien lo que hacemos – dijo finalmente ella a pesar de estarlo disfrutando.
Terry al oírla se detuvo en su camino; y donde sus labios quedaron respondía:
– Tienes razón –. Un inocente beso dio y se enderezó para besar su mejilla, su frente…
– Debes… darme tiempo – lo pidió Candy con los ojos cerrados.
– ¿Para qué? – contestó Terry; entonces ella abrió los párpados para mirarlo.
– Para…
– Me gustaría hablar con él
– ¿Y qué le dirás? – del susto Candy saltó en su lugar desbaratando con ello todo amarre.
– ¿La verdad?
– No – la rubia negó. – Es mi obligación decírselo.
– Bien – primero se respondió. Consiguientemente y de manera tajante – pero sólo tienes esta noche para hacerlo
– ¡¿Estás loco?! ¡Es muy pronto!
– Candy, yo debo volver a Nueva York. Además ¿cuánto tiempo te parecerá razonable romper con tu relación?
– Porque no es sólo una la que…
– ¡La tengo! – gritó alguien ulteriormente de haberse presionado un botón y flasheado entre la negra oscuridad.
Por supuesto, girados sus rostros en aquella dirección, Terry despotricó fuertemente; y Candy, llenándose de culpa, se echó a correr hacia el interior del hall.
El actor por su parte no sabía qué hacer si ir detrás de ella o de aquellos que únicamente los habían captado juntos y… ¿platicando?
Eso era lo más seguro; no obstante a varios metros de distancia debido a la carrera que también pegaron...
– ¿Los vistes?
– Sí
– ¿Y por qué no los agarraste en ese momento?
– No lo sé – se contestó cuán más. En cambio con molestia se diría:
– ¡Pudimos haber hecho una gran nota con eso!
– Lo sé
– ¡¿Entonces?! – lo expresó quien no lo entendía. El que parecía que sí, sugeriría:
– Tranquilo, Max. Te aseguro que esto… – se mostró la cámara – bastará para hacer un excelente reportaje.
– ¡Lo hubiera sido con lo que presenciaron nuestros ojos!
– Ojos que no te gustará perder, ¿cierto?
– ¡Maldición! – expresaron dos a causa del susto que les pegó quien finalmente decidiera seguirlos.
– Dame eso
– No – se respondió escondiéndose infantilmente y por detrás lo que era una herramienta de trabajo.
– Vamos, amigo. No querrás meterte en problemas.
– ¿Y Terry Grandchester sí? Porque me imagino que sabe quién es la señorita con la que estaba.
– Precisamente porque lo sé… – la mano de Terry se extendió hacia aquellos dos jóvenes reporteros, diciendo uno de ellos y mostrando…
– Si supera esto… – tres monedas de oro ¿procedentes de quién? – lo haré
– ¡Henry! – se le miró con sorpresa; y así se le cuestionaría: – ¡¿de donde salió eso?!
– ¡Cállate, Max! – porque Terry diría:
– Está bien. Ahora dame eso; y también su palabra de que no abrirán la boca
– El dinero – se le exigió. Y las manos del actor fueron a dar a sus bolsillos, compartimentos de su prenda que saldrían sin nada; y por lo mismo…
– No acostumbro a salir con esa cantidad de dinero conmigo. Pero…
– No hay trato; y en este momento iremos a publicarlo –. Dicho, los periodistas retomaron su vereda.
Donde Terry se quedara le sirvió para arrojar su molestia. Malestar que a un curioso le causó risa sin saber el favor que harían ya que…
Sin poder con sus remordimientos de conciencia, Candy salió de aquel lugar en dirección al hotel donde se hospedaba. Obviamente Tiberius y otros alcanzaron a verla, ignorando el anfitrión de aquella fiesta los motivos; unos que serían ponzoñosamente revelados aprovechando “curiosamente” su cercanía.
– Siempre le ha gustado ser la atención de todo aquel que le rodea
– ¿Perdón?
– Hablo de Candy – la señalaron en el camino tomado – tu prometida. Aunque… – Eliza ¿fingió? – ¿has visto a Terry Grandchester? Él y yo fuimos compañeros de colegio y me gustaría…
Con lo oído, fue suficiente. Y no tanto porque le importara el paradero del actor sino… ¿qué había pasado con su novia? ¿qué había pasado como para abandonar y de la manera en que lo hubo hecho el evento que por algún tiempo se estuvo organizando?
Después de haberla puesto en un auto, Paul que aparecía por la entrada principal iba a ser el encargado de informarlo en el instante de estar frente a frente:
– Me pidió la disculparas. No se sentía bien.
– ¿Te dijo algo más?
– No. Bueno sí, que me quedara contigo hasta terminado el evento.
Ese, en el que Tiberius se la pasaría ofreciendo disculpas y dando excusas. Lo bueno que la pronta presencia de Terry Grandchester le ayudaría bastante. Pero en cuanto aquello acabara y ya frente a una entrada de hotel…
– Estoy muy agradecido con usted – el doctor Lenard extendió su mano hacia el actor que, mientras la aceptaba y se soltaban, diría:
– No… no tiene por qué. Fue…
– Sumamente incómodo. Lo noté algunas veces.
– Bueno… – Terry medio sonrió para dar una versión – a pesar de que… así es mi profesión – sonreír y ser forzado a ser amable – me resulta pesado al no estar acostumbrado al trato con la gente.
– ¿De verdad? – un gesto mostró sorpresa al reconocer que el actor, todo él iba acorde con su carrera.
– Sí. Y para serle honesto…
– ¿No le importa que lo deje? – lo interrumpieron para decir: – Verá, me sigue preocupando mi novia y…
– Claro. Sí, por supuesto – se cedió un paso. Empero previo a tomarlo…
– ¿Lo veo temprano? Quizá ella ya esté mejor y podamos desayunar juntos.
– Debe de estarlo – se refirieron a los ánimos. – Fue una gran noche.
– Mejor que las anteriores. Paul se hará cargo de venir a decirnos el monto total de las donaciones.
– Sinceramente deseo que haya tenido el éxito esperado.
– De serlo, estaré más agradecido. El hospital quedará bajo mi cargo y… en fin. Buenos noches, señor Grandchester
– Doctor Lenard – respondió el actor viendo a aquél emprender unos pasos y también detenerse para averiguar:
– ¿Señor Grandchester?
– ¿Sí?
– ¿Usted fue compañero de colegio de los hermanos Legan?
Sin mostrarse sorprendido como lo fue la inesperada pregunta se daría respuesta:
– Así es
– Entonces… también lo fue de la señorita Andrew, ¿cierto?
– Doctor… – Terry lo nombró; y debido a la previa presentación donde se fingió desconocimiento: – hay algo que me gustaría hablar con usted.
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 9
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 9
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Con su brazo, él hubo rodeado todo lo que era su breve cintura. Asegurada, con gentileza la atrajo a su cuerpo, consiguiendo que ella arqueara un poco la espalda y la mano izquierda la deslizara ascendentemente por su pecho, metiéndola por la nuca y abrazándose de su cuello mientras que su boca, entreabierta, resoplaba con ligereza debido a la cercanía de la de él que sonreía internamente al haber adquirido de ella: su abrazo. Sin embargo era un beso lo que más anhelaba, y por mucho que lo deseara sería cautivadoramente paciente ya que su labio inferior apenas rozaba el tembloroso superior femenino que daba la sensación de estar también ansioso y por ende…
Poco a poco, Terry dio inicio a lo que tanto había soñado… besarla. Besarla ya no tan abruptamente como una vez pasada sino… con su labio acarició primero el de ella. Después, el inferior lo tomó entre los suyos provocando con ello que Candy apretara levemente el superior para sentir los masculinos y éstos invitarla a quedarse así por segundos para acostumbrarse a su suavidad porque llegado el siguiente, con la colación de una mano que se posó de la fina nuca, se viajaría con profundidad para probar la dulzura que de ella emanaba, también…
Sintiéndose invadida y a la vez extasiada, con la disponibilidad que se estaba comportando, un leve gemido ella exclamó; aferrándose más a su cuello y pegando su cuerpo en él que haría grandes esfuerzos para contenerse. No obstante, la boca le había resultado sumamente deliciosa; empero su níveo cuello era otra delicia que deseaba, así que por ello comenzó a descender para recorrer también por su desnudo hombro y…
– No… está bien lo que hacemos – dijo finalmente ella a pesar de estarlo disfrutando.
Terry al oírla se detuvo en su camino; y donde sus labios quedaron respondía:
– Tienes razón –. Un inocente beso dio y se enderezó para besar su mejilla, su frente…
– Debes… darme tiempo – lo pidió Candy con los ojos cerrados.
– ¿Para qué? – contestó Terry; entonces ella abrió los párpados para mirarlo.
– Para…
– Me gustaría hablar con él
– ¿Y qué le dirás? – del susto Candy saltó en su lugar desbaratando con ello todo amarre.
– ¿La verdad?
– No – la rubia negó. – Es mi obligación decírselo.
– Bien – primero se respondió. Consiguientemente y de manera tajante – pero sólo tienes esta noche para hacerlo
– ¡¿Estás loco?! ¡Es muy pronto!
– Candy, yo debo volver a Nueva York. Además ¿cuánto tiempo te parecerá razonable romper con tu relación?
– Porque no es sólo una la que…
– ¡La tengo! – gritó alguien ulteriormente de haberse presionado un botón y flasheado entre la negra oscuridad.
Por supuesto, girados sus rostros en aquella dirección, Terry despotricó fuertemente; y Candy, llenándose de culpa, se echó a correr hacia el interior del hall.
El actor por su parte no sabía qué hacer si ir detrás de ella o de aquellos que únicamente los habían captado juntos y… ¿platicando?
Eso era lo más seguro; no obstante a varios metros de distancia debido a la carrera que también pegaron...
– ¿Los vistes?
– Sí
– ¿Y por qué no los agarraste en ese momento?
– No lo sé – se contestó cuán más. En cambio con molestia se diría:
– ¡Pudimos haber hecho una gran nota con eso!
– Lo sé
– ¡¿Entonces?! – lo expresó quien no lo entendía. El que parecía que sí, sugeriría:
– Tranquilo, Max. Te aseguro que esto… – se mostró la cámara – bastará para hacer un excelente reportaje.
– ¡Lo hubiera sido con lo que presenciaron nuestros ojos!
– Ojos que no te gustará perder, ¿cierto?
– ¡Maldición! – expresaron dos a causa del susto que les pegó quien finalmente decidiera seguirlos.
– Dame eso
– No – se respondió escondiéndose infantilmente y por detrás lo que era una herramienta de trabajo.
– Vamos, amigo. No querrás meterte en problemas.
– ¿Y Terry Grandchester sí? Porque me imagino que sabe quién es la señorita con la que estaba.
– Precisamente porque lo sé… – la mano de Terry se extendió hacia aquellos dos jóvenes reporteros, diciendo uno de ellos y mostrando…
– Si supera esto… – tres monedas de oro ¿procedentes de quién? – lo haré
– ¡Henry! – se le miró con sorpresa; y así se le cuestionaría: – ¡¿de donde salió eso?!
– ¡Cállate, Max! – porque Terry diría:
– Está bien. Ahora dame eso; y también su palabra de que no abrirán la boca
– El dinero – se le exigió. Y las manos del actor fueron a dar a sus bolsillos, compartimentos de su prenda que saldrían sin nada; y por lo mismo…
– No acostumbro a salir con esa cantidad de dinero conmigo. Pero…
– No hay trato; y en este momento iremos a publicarlo –. Dicho, los periodistas retomaron su vereda.
Donde Terry se quedara le sirvió para arrojar su molestia. Malestar que a un curioso le causó risa sin saber el favor que harían ya que…
Sin poder con sus remordimientos de conciencia, Candy salió de aquel lugar en dirección al hotel donde se hospedaba. Obviamente Tiberius y otros alcanzaron a verla, ignorando el anfitrión de aquella fiesta los motivos; unos que serían ponzoñosamente revelados aprovechando “curiosamente” su cercanía.
– Siempre le ha gustado ser la atención de todo aquel que le rodea
– ¿Perdón?
– Hablo de Candy – la señalaron en el camino tomado – tu prometida. Aunque… – Eliza ¿fingió? – ¿has visto a Terry Grandchester? Él y yo fuimos compañeros de colegio y me gustaría…
Con lo oído, fue suficiente. Y no tanto porque le importara el paradero del actor sino… ¿qué había pasado con su novia? ¿qué había pasado como para abandonar y de la manera en que lo hubo hecho el evento que por algún tiempo se estuvo organizando?
Después de haberla puesto en un auto, Paul que aparecía por la entrada principal iba a ser el encargado de informarlo en el instante de estar frente a frente:
– Me pidió la disculparas. No se sentía bien.
– ¿Te dijo algo más?
– No. Bueno sí, que me quedara contigo hasta terminado el evento.
Ese, en el que Tiberius se la pasaría ofreciendo disculpas y dando excusas. Lo bueno que la pronta presencia de Terry Grandchester le ayudaría bastante. Pero en cuanto aquello acabara y ya frente a una entrada de hotel…
. . .
– Estoy muy agradecido con usted – el doctor Lenard extendió su mano hacia el actor que, mientras la aceptaba y se soltaban, diría:
– No… no tiene por qué. Fue…
– Sumamente incómodo. Lo noté algunas veces.
– Bueno… – Terry medio sonrió para dar una versión – a pesar de que… así es mi profesión – sonreír y ser forzado a ser amable – me resulta pesado al no estar acostumbrado al trato con la gente.
– ¿De verdad? – un gesto mostró sorpresa al reconocer que el actor, todo él iba acorde con su carrera.
– Sí. Y para serle honesto…
– ¿No le importa que lo deje? – lo interrumpieron para decir: – Verá, me sigue preocupando mi novia y…
– Claro. Sí, por supuesto – se cedió un paso. Empero previo a tomarlo…
– ¿Lo veo temprano? Quizá ella ya esté mejor y podamos desayunar juntos.
– Debe de estarlo – se refirieron a los ánimos. – Fue una gran noche.
– Mejor que las anteriores. Paul se hará cargo de venir a decirnos el monto total de las donaciones.
– Sinceramente deseo que haya tenido el éxito esperado.
– De serlo, estaré más agradecido. El hospital quedará bajo mi cargo y… en fin. Buenos noches, señor Grandchester
– Doctor Lenard – respondió el actor viendo a aquél emprender unos pasos y también detenerse para averiguar:
– ¿Señor Grandchester?
– ¿Sí?
– ¿Usted fue compañero de colegio de los hermanos Legan?
Sin mostrarse sorprendido como lo fue la inesperada pregunta se daría respuesta:
– Así es
– Entonces… también lo fue de la señorita Andrew, ¿cierto?
– Doctor… – Terry lo nombró; y debido a la previa presentación donde se fingió desconocimiento: – hay algo que me gustaría hablar con usted.
Gracias por todo