El nombre de algunos personajes corresponden a sus debidos autores. Yo lo soy de la idea que leerán a continuación.
Debido a los nervios, en su habitación y todavía en su vestido de gala, Candy nunca pudo ni dejaba de estar en paz. Por horas estuvo practicando lo que iba a decir y de frente a Tiberius. Además, estaba esa bendita fotografía que le tomaron junto a Terry; y de sólo pensar en lo que dirían futuramente las notas periodísticas de ella, de ellos, lo ensayado se le olvidaba y…
De tanto tronarse los dedos de las manos, éstas, en un último apretón, le dolieron. Los pies igual, por seguir en ellos sus lindas zapatillas, las cuales iban acorde a su vestimenta que finalmente decidieron quitar. Actividad que la distraería por segundos, porque llegados los siguientes su angustia sería peor al no aparecer Tiberius, si no Paul con la claridad del día.
Habiéndosele dicho llevar el reporte hasta su habitación, porque nadie le respondiera, se dirigieron a la prometida del fundador Lenard, que desde una puerta…
– ¿Dice… que no está?
– A no ser que siga durmiendo, pero…
– ¿Qué? – Candy se mortificó.
– Yo lo vi salir y partir a lado del señor Grandchester
– ¿Q-quién… dijo? – su voz había temblado, aunque toda ella ya lo hacía; y mayormente al revelársele…
– Al estar aquí hospedado, pues…
– ¿A-aquí?
– Sí.
– ¿Y-y cree…?
– ¿Que pudieran seguir juntos?
– ¡No, por favor! – gritó el interior de la rubia; y debido al temor que se le reflejó en la mirada…
– Candy, ¿pasa algo?
– No, no –; se evadió la consternación; y la que en ella vivía la hizo ordenar: – Paul, ¿por qué no baja a la recepción? Quizá ahí…
– Pudiera haber algún recado, ¿verdad?
– O… saber el paradero de… el señor Grandchester
– Lo más probable. Este mismo día iba a dejar la ciudad y… – con mayor razón, se le diría:
– Entonces, vaya a informarse y vuelva para decirme, por favor
– Claro – dijo el mensajero.
Y mirándolo partir, ella aprovechó para adivinar un número de habitación. Sin embargo, por haberlo hecho, asustada, la rubia ingresó a su pieza y cerró para volver a la histeria y cuestionándose ahora:
– ¿Se atrevería a hablar con él? ¿acaso… se confrontaron y por eso no llega? ¡No, no, no! – la rubia negaba también con la cabeza. – Hace tiempo lo conozco agresivo, pero… Terry, ¿qué has hecho? ¿dónde está Tiberius? – porque el actor por un pasillo se veía ir en dirección a…
– ¿Señor Grandchester?
– Señor Darlington
– Qué bueno que lo alcanzo –. Terry asintió con la cabeza y respondería a los buenos días de su interlocutor.
– Buenos días.
– Tal parece que viene llegando – su vestimenta era otra pero…
– Así es
– ¿Puedo preguntarle… de dónde?
– Puede – dijo un bromista; en cambio a quien tenía un serio semblante le diría: – fui a atender un asunto.
– Y… ¿lo ha atendido bien?
– ¡Perfecto! – exclamó el interrogado que interrogaría: – ¿pasa algo?
– Sí. Tiberius no está; y según sé… después del evento los dos venían acompañándose
– En efecto
– ¿Sabe… dónde está ahora?
– Me imagino que… con su prometida. Habíamos quedado de desayunar juntos y…
– No está en el hotel ni con ella
– ¿No? – se indagó.
– No –; y porque un rostro se desmejoraba: – ¿qué sucedió cuando llegaron aquí?
– Bueno… – Terry no estaba acostumbrado a dar cuenta de sus actos, empero… – él y yo atendimos un asunto muy personal y… después cada uno se condujo a su habitación.
– ¿Y fue todo?
– Todo. Ahora si me disculpa…
– Me gustaría que viniera a donde la señorita Candy. Ha estado muy nerviosa y…
– Está bien – aceptó el actor y también el paso hacia el reservado de la rubia curiosamente ubicado no muy lejos donde se hallaba el de él que arribado a una entrada, fue la mano de Paul quien los anunciaba.
Inmediatamente atendido el llamado, la mirada de White se posó en la de Grandchester que saludaría con…
– Buenos días
– Buenos días – respondió ella volviendo raudamente sus ojos a Darlington para inquirirle: – ¿ya supo algo?
– Únicamente lo que me ha dicho el señor Grandchester – que en todo ese breve tiempo la miraba a ella; opción que no le quedó sino de mirarlo también y... preguntarle:
– ¿Sabe… de… Tiberius?
– Solamente lo que acabo de decir –; información que no volvería a repetir. Entonces y debido a su conocida y rebelde actitud…
– ¿Paul? – sonó una vez más la nerviosa voz de Candy, – vaya y averigüe lo más que pueda. Yo… hablaré con el señor Grandchester
No muy convencido, el mensajero respondería:
– Está bien, señorita Andrew –; fémina que detrás de ella cerraría la puerta para cuestionar en cuanto la persona de Paul se perdiera por el pasillo:
– ¡¿De qué demonios hablaron?!
El enojo de ella, a él pareció no importarle ya que…
– Oye, me estoy muriendo de hambre, ¿por qué no bajamos al comedor y allá platicamos?
– No iré contigo a ninguna parte si al menos me respondes… ¿qué le dijiste? – la súplica empleada en las últimas tres palabras consiguió que Terry indagara:
– ¿Te importa?
– ¡Por supuesto! – ella exclamó altamente. – Además… fui clara al decirte que yo hablaría con él.
– Yo no lo hubiese hecho de no haber sido por… una – las contaría – tu fingido no conocerme y dos… si a tu querida prima Eliza no se le hubiera ocurrido decirle que ella y yo fuimos compañeros de colegio. Lo que llevó, te había advertido que tu novio es muy inteligente, que terminara deduciendo que tú y yo también.
– Y…
– Escucha, Candy
– No, tú hazlo porque no voy a perdonarte si algo malo le sucede.
– ¿Lo estás diciendo en serio?
– Terry… por favor…
– Bien. Entonces, sólo me queda por decirte que salgo a las dos de la tarde y espero que vengas conmigo.
– ¡No puedes condicionarme así!
– Tienes razón. Pero aquí… la decisión es únicamente tuya, Candy. Tiberius…
– ¿Señorita Candy Andrew?
Tanto ella como él se giraron a mirar a un joven empleado del hotel.
– Sí.
– Llegó esta nota para usted
Miedosa, Candy miró a Terry; y éste la instó a recibirla. Aunque…
– Señor Grandchester, esto es para usted – un similar sobre blanco que ya había en la mano de la rubia; lo que provocó una cuestión…
– ¿Qué es?
– Una respuesta
– ¿De quién o de qué?
A su impaciencia, el actor la miraría; y le sonreiría diciéndole disimuladamente…
– Salí temprano para resolver un pequeño percance que tuve con un par de reporteros la anoche anterior. Y al parecer… ha habido éxito.
– Ah – exclamó ella y respiró tranquila debido a la confiada sonrisa que le dedicaban. Consiguientemente se dispuso a atender su misiva. Terry haría lo mismo, no sin antes haber compensado las dos entregas. Aunque la nota de él simplemente decía:
Hágala feliz.
En cambio la de Candy…
Mi querida rubia enfermera:
Por favor, no te extrañe mi ausencia ni tampoco la decisión que he tomado.
Hace algunas horas fui atento a una historia que se me contó. Sin lugar a dudas, aunque frustrada, una hermosa historia de amor. Una como la que yo hubiera deseado para ti y para mí porque te amo, y no sólo porque compartimos nuestros actos humanitarios o la medicina sino… por la mujer tan especial que eres. Sin embargo, he comprendido que no estás destinada para mí. Que en un ayer tu corazón se llenó de otro y por crueles circunstancias tuviste que renunciar.
No niego que tú pudieses haberme llegado a amar. Lo que sí y te pregunto ¿es acaso con la misma intensidad? Tu sencilla respuesta te dará la libertad o a mí la felicidad. Esa que alguien ha venido a reclamar y que por lo visto en sus ojos, está dispuesto a conseguir o en su caso… a no luchar más.
Lo segundo sería benéfico para mí. No obstante… no, no tiene caso ilusionarse porque tú anoche, lo dijiste todo. Te importa. Lo sigues amando, y para que hoy los dos sigan haciéndolo… te devuelvo tu promesa. Te devuelvo tu palabra. Te devuelvo al hombre que te hará feliz por el resto de su vida. Hazlo, Candy. Vive, disfruta; y no te preocupes por mí. Soy también un hombre. Soy fuerte. Soy tu amigo.
Firma… el doctor Lenard
Obviamente, Terry la hubo mirado en su lectura; y debido a las lágrimas que la vio derramar…
– No cabe duda de que es un buen hombre –. A lo dicho por él, ella asintió. – Bueno… – el actor resopló; y posteriormente… – parto a las dos –. Ella volvió a asentir; y Terry quiso saber: – ¿Vendrás?
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 10
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 10
. . .
Debido a los nervios, en su habitación y todavía en su vestido de gala, Candy nunca pudo ni dejaba de estar en paz. Por horas estuvo practicando lo que iba a decir y de frente a Tiberius. Además, estaba esa bendita fotografía que le tomaron junto a Terry; y de sólo pensar en lo que dirían futuramente las notas periodísticas de ella, de ellos, lo ensayado se le olvidaba y…
De tanto tronarse los dedos de las manos, éstas, en un último apretón, le dolieron. Los pies igual, por seguir en ellos sus lindas zapatillas, las cuales iban acorde a su vestimenta que finalmente decidieron quitar. Actividad que la distraería por segundos, porque llegados los siguientes su angustia sería peor al no aparecer Tiberius, si no Paul con la claridad del día.
. . . . .
Habiéndosele dicho llevar el reporte hasta su habitación, porque nadie le respondiera, se dirigieron a la prometida del fundador Lenard, que desde una puerta…
– ¿Dice… que no está?
– A no ser que siga durmiendo, pero…
– ¿Qué? – Candy se mortificó.
– Yo lo vi salir y partir a lado del señor Grandchester
– ¿Q-quién… dijo? – su voz había temblado, aunque toda ella ya lo hacía; y mayormente al revelársele…
– Al estar aquí hospedado, pues…
– ¿A-aquí?
– Sí.
– ¿Y-y cree…?
– ¿Que pudieran seguir juntos?
– ¡No, por favor! – gritó el interior de la rubia; y debido al temor que se le reflejó en la mirada…
– Candy, ¿pasa algo?
– No, no –; se evadió la consternación; y la que en ella vivía la hizo ordenar: – Paul, ¿por qué no baja a la recepción? Quizá ahí…
– Pudiera haber algún recado, ¿verdad?
– O… saber el paradero de… el señor Grandchester
– Lo más probable. Este mismo día iba a dejar la ciudad y… – con mayor razón, se le diría:
– Entonces, vaya a informarse y vuelva para decirme, por favor
– Claro – dijo el mensajero.
Y mirándolo partir, ella aprovechó para adivinar un número de habitación. Sin embargo, por haberlo hecho, asustada, la rubia ingresó a su pieza y cerró para volver a la histeria y cuestionándose ahora:
– ¿Se atrevería a hablar con él? ¿acaso… se confrontaron y por eso no llega? ¡No, no, no! – la rubia negaba también con la cabeza. – Hace tiempo lo conozco agresivo, pero… Terry, ¿qué has hecho? ¿dónde está Tiberius? – porque el actor por un pasillo se veía ir en dirección a…
– ¿Señor Grandchester?
– Señor Darlington
– Qué bueno que lo alcanzo –. Terry asintió con la cabeza y respondería a los buenos días de su interlocutor.
– Buenos días.
– Tal parece que viene llegando – su vestimenta era otra pero…
– Así es
– ¿Puedo preguntarle… de dónde?
– Puede – dijo un bromista; en cambio a quien tenía un serio semblante le diría: – fui a atender un asunto.
– Y… ¿lo ha atendido bien?
– ¡Perfecto! – exclamó el interrogado que interrogaría: – ¿pasa algo?
– Sí. Tiberius no está; y según sé… después del evento los dos venían acompañándose
– En efecto
– ¿Sabe… dónde está ahora?
– Me imagino que… con su prometida. Habíamos quedado de desayunar juntos y…
– No está en el hotel ni con ella
– ¿No? – se indagó.
– No –; y porque un rostro se desmejoraba: – ¿qué sucedió cuando llegaron aquí?
– Bueno… – Terry no estaba acostumbrado a dar cuenta de sus actos, empero… – él y yo atendimos un asunto muy personal y… después cada uno se condujo a su habitación.
– ¿Y fue todo?
– Todo. Ahora si me disculpa…
– Me gustaría que viniera a donde la señorita Candy. Ha estado muy nerviosa y…
– Está bien – aceptó el actor y también el paso hacia el reservado de la rubia curiosamente ubicado no muy lejos donde se hallaba el de él que arribado a una entrada, fue la mano de Paul quien los anunciaba.
Inmediatamente atendido el llamado, la mirada de White se posó en la de Grandchester que saludaría con…
– Buenos días
– Buenos días – respondió ella volviendo raudamente sus ojos a Darlington para inquirirle: – ¿ya supo algo?
– Únicamente lo que me ha dicho el señor Grandchester – que en todo ese breve tiempo la miraba a ella; opción que no le quedó sino de mirarlo también y... preguntarle:
– ¿Sabe… de… Tiberius?
– Solamente lo que acabo de decir –; información que no volvería a repetir. Entonces y debido a su conocida y rebelde actitud…
– ¿Paul? – sonó una vez más la nerviosa voz de Candy, – vaya y averigüe lo más que pueda. Yo… hablaré con el señor Grandchester
No muy convencido, el mensajero respondería:
– Está bien, señorita Andrew –; fémina que detrás de ella cerraría la puerta para cuestionar en cuanto la persona de Paul se perdiera por el pasillo:
– ¡¿De qué demonios hablaron?!
El enojo de ella, a él pareció no importarle ya que…
– Oye, me estoy muriendo de hambre, ¿por qué no bajamos al comedor y allá platicamos?
– No iré contigo a ninguna parte si al menos me respondes… ¿qué le dijiste? – la súplica empleada en las últimas tres palabras consiguió que Terry indagara:
– ¿Te importa?
– ¡Por supuesto! – ella exclamó altamente. – Además… fui clara al decirte que yo hablaría con él.
– Yo no lo hubiese hecho de no haber sido por… una – las contaría – tu fingido no conocerme y dos… si a tu querida prima Eliza no se le hubiera ocurrido decirle que ella y yo fuimos compañeros de colegio. Lo que llevó, te había advertido que tu novio es muy inteligente, que terminara deduciendo que tú y yo también.
– Y…
– Escucha, Candy
– No, tú hazlo porque no voy a perdonarte si algo malo le sucede.
– ¿Lo estás diciendo en serio?
– Terry… por favor…
– Bien. Entonces, sólo me queda por decirte que salgo a las dos de la tarde y espero que vengas conmigo.
– ¡No puedes condicionarme así!
– Tienes razón. Pero aquí… la decisión es únicamente tuya, Candy. Tiberius…
– ¿Señorita Candy Andrew?
Tanto ella como él se giraron a mirar a un joven empleado del hotel.
– Sí.
– Llegó esta nota para usted
Miedosa, Candy miró a Terry; y éste la instó a recibirla. Aunque…
– Señor Grandchester, esto es para usted – un similar sobre blanco que ya había en la mano de la rubia; lo que provocó una cuestión…
– ¿Qué es?
– Una respuesta
– ¿De quién o de qué?
A su impaciencia, el actor la miraría; y le sonreiría diciéndole disimuladamente…
– Salí temprano para resolver un pequeño percance que tuve con un par de reporteros la anoche anterior. Y al parecer… ha habido éxito.
– Ah – exclamó ella y respiró tranquila debido a la confiada sonrisa que le dedicaban. Consiguientemente se dispuso a atender su misiva. Terry haría lo mismo, no sin antes haber compensado las dos entregas. Aunque la nota de él simplemente decía:
Hágala feliz.
En cambio la de Candy…
Mi querida rubia enfermera:
Por favor, no te extrañe mi ausencia ni tampoco la decisión que he tomado.
Hace algunas horas fui atento a una historia que se me contó. Sin lugar a dudas, aunque frustrada, una hermosa historia de amor. Una como la que yo hubiera deseado para ti y para mí porque te amo, y no sólo porque compartimos nuestros actos humanitarios o la medicina sino… por la mujer tan especial que eres. Sin embargo, he comprendido que no estás destinada para mí. Que en un ayer tu corazón se llenó de otro y por crueles circunstancias tuviste que renunciar.
No niego que tú pudieses haberme llegado a amar. Lo que sí y te pregunto ¿es acaso con la misma intensidad? Tu sencilla respuesta te dará la libertad o a mí la felicidad. Esa que alguien ha venido a reclamar y que por lo visto en sus ojos, está dispuesto a conseguir o en su caso… a no luchar más.
Lo segundo sería benéfico para mí. No obstante… no, no tiene caso ilusionarse porque tú anoche, lo dijiste todo. Te importa. Lo sigues amando, y para que hoy los dos sigan haciéndolo… te devuelvo tu promesa. Te devuelvo tu palabra. Te devuelvo al hombre que te hará feliz por el resto de su vida. Hazlo, Candy. Vive, disfruta; y no te preocupes por mí. Soy también un hombre. Soy fuerte. Soy tu amigo.
Firma… el doctor Lenard
Obviamente, Terry la hubo mirado en su lectura; y debido a las lágrimas que la vio derramar…
– No cabe duda de que es un buen hombre –. A lo dicho por él, ella asintió. – Bueno… – el actor resopló; y posteriormente… – parto a las dos –. Ella volvió a asentir; y Terry quiso saber: – ¿Vendrás?
. . .
¿Qué dice la audiencia? Porque la inventora de esta pequeña trama: ¡que no las hará sufrir! ya que el Terry Grandchester de Mizuki merece ser feliz; así que… ladies, amigas, muchísimas gracias por su amable atención y su bello apoyo. Con esto me despido de esta Guerra Florida 2016.