El nombre de algunos personajes corresponden a sus debidos autores. Yo lo soy de la idea que leerán a continuación.
Luego de despedirse y para no ser visto por alguien más, Terry buscó la puerta trasera al estar siendo ya cruzada la principal por el contingente vestido de blanco. No obstante al doblar la esquina se topó con dos de ellos. Dos enfermeras que hablaban con un elegante transeúnte.
Sabiendo lo que hacían, para esquivarlas, el guapo actor se dispuso a cruzar la calle; sin embargo…
– ¿Señor? – fue rápidamente llamado. Y un tanto malhumorado se giró para decir…
– No doy autógrafos en este momento
– Oh, lo siento; pero no era eso lo que iba a solicitarle sino unos segundos de su tiempo.
– Tiempo. Está bien – dijo él; – pero que sean solamente eso: unos segundos, ¿eh?
– Le prometo que así será – la enfermera en su clásico uniforme blanco y sobre los hombros una capa, se volvió a su compañera que despedía al humano que le prestara atención. Una que Terry concentró en su interlocutora, y a la cual le preguntaría:
– ¿La conozco?
– Lo dudo. Es la primera vez que…
– No; usted es… – lo pensaría para sí haciendo gala de su buena memoria – la incomprensiva histérica y solterona del hospital Santa Juana –, aquella de anteojos que le negara la estancia en la espera de Candy y que le diría:
– … una voluntaria de la Cruz Roja y para la cual estamos solicitamos su generosa ayuda.
– ¿Ah sí? – expresó él poniendo su mirada alternadamente y conforme lo informaban:
– Tanto la guerra como la pandemia han dejado muy afectados a muchos ciudadanos
– Niños principalmente que han quedado huérfanos, sin hogar y carentes de muchas necesidades.
– De salud primordialmente. Por eso y en brigadas, médicos y enfermeras nos formamos para salir y pedir la colaboración de la ciudadanía y que ésta, con lo que pueda, nos auxilie a construirles un centro de atención.
– Bueno, lamentablemente en este momento yo… – Terry metió la mano en uno de sus bolsillos; y de ahí sacó lo que tenía y representaba… – es todo lo que poseo, dudando que alcance ni para el salario de un trabajador.
Su comentario irónico causó la risita de una enfermera. Por su parte la otra…
– Puedo asegurar que será suficiente, señor.
– ¿Lo dice en serio? – él la miró ciertamente burlón.
– ¡Claro! – contestó Flamy; y extendió una cajita hacia el actor para que depositara su donativo. Aunque ese no iba a ser el único y todo porque…
– ¿Cómo está Candy?
– ¿Me pregunta a mí? – el castaño se contrarió un poco a causa de la cuestión. Interrogante que sería respondida por:
– Yo… hace mucho que no la veo.
– Entonces ya somos dos.
– ¿De verdad? – el ceño de la morena se frunció.
– Así es
– Lo que significa que aquella vez en Chicago, ¿no la vio?
– Oh sí; pero nada más.
– Yo... cuánto lo siento – dijo Flamy e increíblemente su cabeza agachó.
– Está bien. Ahora si me disculpa…
– ¿Señor? – volvieron a detenerlo; y él mostrándose paciente se giró para atender… – ¿Puedo hacer algo por usted?
– Como ¿qué?
– Candy y yo nunca fuimos amigas debido a…. bueno, diferencias en nuestros caracteres; y reconozco que aquella noche fui muy descortés con usted.
– Eso ya no tiene importancia.
– Sin embargo… la entrometida aquella
– ¿Candy?
– ¿O negará que no lo era?
– Hacerlo sería negar que la conociera
– También la alegría que poseía. La felicidad que la rodeaba y… la estupidez de querer ir en mi lugar a la guerra.
– ¿Cómo dijo? – el cuerpo de Terry se tensó; y frunció el entrecejo.
– Yo fui una de las muchas enfermeras que estuvieron en el frente; y allá, a pesar del constante peligro y estar rodeada de sangre, la recordaba. Nunca me gustó debe saber; sin embargo… el campo de batalla cambia a las gentes.
– Eso parece ser cierto – al estarla viendo inclusive mostrando una sonrisa.
– He regresado con vida y quiero seguir contribuyendo al auxilio de los demás.
– Pues... enhorabuena. Yo…
– Debe irse, lo sé.
– Sin embargo…
– ¿Sí?
– No, nada. Hasta luego, señorita enfermera –; humanidad que lo vio emprender un camino hacia el recinto artístico más cercano.
Allá, él recordó su propósito de volver. Hablaría con Hathaway, en su oficina, para informarle de los días que se ausentaría.
– ¿No te parecen muchos?
– Si corro con suerte, serán pocos. Pero le prometo volver a tiempo. Además… me gustaría que le diera la oportunidad a Karen de audicionar.
– ¿Es decir…?
– Según me dijeron, Zelma no quiere trabajar conmigo.
– No; lo que no quiere es que la ignores
– Pero si le presto atención, ella…
– ¿A qué vas a chicago?
– No…
– Piensa que si me lo dices yo podría ayudarte con mi hija. A no ser que…
– ¿Me quite el papel?
– No, por supuesto que no. Me refería a… esto – un documento sacado de un cajón, se puso frente al actor que indagaría:
– ¿Qué es?
– Una invitación para hacer una prueba cinematográfica
– Yo no estoy interesado
– Ella quizá sí.
– ¿Qué lo asegura?
– ¿Mi inversión?
– No entiendo
– Quiero empezar a probar suerte en esta rama
– ¿Y qué será del teatro?
– De ello… te encargarás tú y Karen.
– ¿Es decir…?
– Sean mis socios. Creo que el momento ha llegado.
– Suena interesante pero…
– Piénsalo. Ve a donde tengas que ir y cuando vuelvas trae también una respuesta.
Con un asentamiento de cabeza, la plática se acabó; y Terry buscó una salida para ir de nueva cuenta a su camerino, reservado que mientras tomaba lo necesario, era visitado por Karen para cuestionarle una vez más:
– ¿Y bien?
– Ya hablé con él
– ¿Y qué dijo?
– Francamente un “sí” no me dio, pero tampoco un “no”
– Eso no me basta
– Pues es lo único que puedo hacer por ti hoy.
– ¿Por qué? – la castaña actriz cuestionó; y a lo obviamente divisado… – ¿te vas?
– Sí; pero vuelvo en unos días –. Terry con sus pertenencias en la mano se paró frente a su compañera para decirle – Y ya que te hice un favor, yo quiero otro de ti.
– ¿De qué se trata?
– De que de vez en cuando… visites a la señora Marlowe por mí.
– ¡¿Qué?! – gritaron fuertemente. – ¡¿Acaso estás loco?!
– No, pero me falta un poquito
– ¡¿Te falta?! Yo más diría…
– Que ¡sí! me harás ese favor
– Terry, no. Pídeme lo que quieras pero eso… ¡no!
– Karen, no seas mala. Desde la muerte de Susana quedó muy mal.
– ¿Y ha sido mi culpa?
– No, claro que no. Fue mía, pero pensé que eras amiga y…
– Es que… ayudar a Susana, a pesar de que ya está muerta, va en contra de mis principios. Tú más que nadie sabe lo mucho que la odié.
– Yo también lo hice en un determinado momento, pero por el amor de una mujer…
– Está bien – dijeron resignadamente –. Sólo porque la conocí te apoyaré. Pero promete que en cuanto la veas, le darás mis saludos.
– Tienes mi palabra.
– Entonces, únicamente me resta desearte buen viaje y buena suerte.
– Gracias, porque efectivamente la necesitaré.
Sin embargo Terry, yendo Karen a su lado, cuando llegó a una oficina para informar que se retiraba…
– Le aseguramos, señorita, que no es ninguna molestia. Tanto a mi prometido como a mí nos gusta ayudar a la gente.
– ¿El señor lo es?
Él dijo ‘No’ inmediatamente; y ella:
– Sí, por supuesto. El famoso actor Terry Grandchester; y él será el encargado de que pronto tenga esos hospitales infantiles.
– ¡Zelma! – pronunció el comprometido; no obstante la mencionada raudamente se acercó a él para posar frente a una cámara fotográfica. Aunque por el gesto molesto del castaño le pidieron otra más. Él también a su compañera unas palabras en privado para cuestionarle furioso…
– ¿De dónde piensas que sacaré ese dinero?
– ¡Fácil! Actuando.
– Aún así… es mucho.
– No te preocupes, querido. Le aumentaremos un cinco por ciento al boleto para asistir a la función y eso irá a la beneficencia.
– Tu padre podría no estar de acuerdo.
– Lo estará; porque tú y yo seremos la sensación en la nueva puesta de escena. Además, necesitamos promocionarnos; y continuar diciendo que estamos comprometidos haremos que muchos asistan.
– No, no lo creo. Así que tienes cinco días para desmentir todo esto. Y de no hacerlo… lo haré yo –; bueno, eso dependía de lo que encontrara en Chicago.
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 4
. . .
Frente a frente una vez más
Capítulo 4
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Luego de despedirse y para no ser visto por alguien más, Terry buscó la puerta trasera al estar siendo ya cruzada la principal por el contingente vestido de blanco. No obstante al doblar la esquina se topó con dos de ellos. Dos enfermeras que hablaban con un elegante transeúnte.
Sabiendo lo que hacían, para esquivarlas, el guapo actor se dispuso a cruzar la calle; sin embargo…
– ¿Señor? – fue rápidamente llamado. Y un tanto malhumorado se giró para decir…
– No doy autógrafos en este momento
– Oh, lo siento; pero no era eso lo que iba a solicitarle sino unos segundos de su tiempo.
– Tiempo. Está bien – dijo él; – pero que sean solamente eso: unos segundos, ¿eh?
– Le prometo que así será – la enfermera en su clásico uniforme blanco y sobre los hombros una capa, se volvió a su compañera que despedía al humano que le prestara atención. Una que Terry concentró en su interlocutora, y a la cual le preguntaría:
– ¿La conozco?
– Lo dudo. Es la primera vez que…
– No; usted es… – lo pensaría para sí haciendo gala de su buena memoria – la incomprensiva histérica y solterona del hospital Santa Juana –, aquella de anteojos que le negara la estancia en la espera de Candy y que le diría:
– … una voluntaria de la Cruz Roja y para la cual estamos solicitamos su generosa ayuda.
– ¿Ah sí? – expresó él poniendo su mirada alternadamente y conforme lo informaban:
– Tanto la guerra como la pandemia han dejado muy afectados a muchos ciudadanos
– Niños principalmente que han quedado huérfanos, sin hogar y carentes de muchas necesidades.
– De salud primordialmente. Por eso y en brigadas, médicos y enfermeras nos formamos para salir y pedir la colaboración de la ciudadanía y que ésta, con lo que pueda, nos auxilie a construirles un centro de atención.
– Bueno, lamentablemente en este momento yo… – Terry metió la mano en uno de sus bolsillos; y de ahí sacó lo que tenía y representaba… – es todo lo que poseo, dudando que alcance ni para el salario de un trabajador.
Su comentario irónico causó la risita de una enfermera. Por su parte la otra…
– Puedo asegurar que será suficiente, señor.
– ¿Lo dice en serio? – él la miró ciertamente burlón.
– ¡Claro! – contestó Flamy; y extendió una cajita hacia el actor para que depositara su donativo. Aunque ese no iba a ser el único y todo porque…
– ¿Cómo está Candy?
– ¿Me pregunta a mí? – el castaño se contrarió un poco a causa de la cuestión. Interrogante que sería respondida por:
– Yo… hace mucho que no la veo.
– Entonces ya somos dos.
– ¿De verdad? – el ceño de la morena se frunció.
– Así es
– Lo que significa que aquella vez en Chicago, ¿no la vio?
– Oh sí; pero nada más.
– Yo... cuánto lo siento – dijo Flamy e increíblemente su cabeza agachó.
– Está bien. Ahora si me disculpa…
– ¿Señor? – volvieron a detenerlo; y él mostrándose paciente se giró para atender… – ¿Puedo hacer algo por usted?
– Como ¿qué?
– Candy y yo nunca fuimos amigas debido a…. bueno, diferencias en nuestros caracteres; y reconozco que aquella noche fui muy descortés con usted.
– Eso ya no tiene importancia.
– Sin embargo… la entrometida aquella
– ¿Candy?
– ¿O negará que no lo era?
– Hacerlo sería negar que la conociera
– También la alegría que poseía. La felicidad que la rodeaba y… la estupidez de querer ir en mi lugar a la guerra.
– ¿Cómo dijo? – el cuerpo de Terry se tensó; y frunció el entrecejo.
– Yo fui una de las muchas enfermeras que estuvieron en el frente; y allá, a pesar del constante peligro y estar rodeada de sangre, la recordaba. Nunca me gustó debe saber; sin embargo… el campo de batalla cambia a las gentes.
– Eso parece ser cierto – al estarla viendo inclusive mostrando una sonrisa.
– He regresado con vida y quiero seguir contribuyendo al auxilio de los demás.
– Pues... enhorabuena. Yo…
– Debe irse, lo sé.
– Sin embargo…
– ¿Sí?
– No, nada. Hasta luego, señorita enfermera –; humanidad que lo vio emprender un camino hacia el recinto artístico más cercano.
Allá, él recordó su propósito de volver. Hablaría con Hathaway, en su oficina, para informarle de los días que se ausentaría.
– ¿No te parecen muchos?
– Si corro con suerte, serán pocos. Pero le prometo volver a tiempo. Además… me gustaría que le diera la oportunidad a Karen de audicionar.
– ¿Es decir…?
– Según me dijeron, Zelma no quiere trabajar conmigo.
– No; lo que no quiere es que la ignores
– Pero si le presto atención, ella…
– ¿A qué vas a chicago?
– No…
– Piensa que si me lo dices yo podría ayudarte con mi hija. A no ser que…
– ¿Me quite el papel?
– No, por supuesto que no. Me refería a… esto – un documento sacado de un cajón, se puso frente al actor que indagaría:
– ¿Qué es?
– Una invitación para hacer una prueba cinematográfica
– Yo no estoy interesado
– Ella quizá sí.
– ¿Qué lo asegura?
– ¿Mi inversión?
– No entiendo
– Quiero empezar a probar suerte en esta rama
– ¿Y qué será del teatro?
– De ello… te encargarás tú y Karen.
– ¿Es decir…?
– Sean mis socios. Creo que el momento ha llegado.
– Suena interesante pero…
– Piénsalo. Ve a donde tengas que ir y cuando vuelvas trae también una respuesta.
Con un asentamiento de cabeza, la plática se acabó; y Terry buscó una salida para ir de nueva cuenta a su camerino, reservado que mientras tomaba lo necesario, era visitado por Karen para cuestionarle una vez más:
– ¿Y bien?
– Ya hablé con él
– ¿Y qué dijo?
– Francamente un “sí” no me dio, pero tampoco un “no”
– Eso no me basta
– Pues es lo único que puedo hacer por ti hoy.
– ¿Por qué? – la castaña actriz cuestionó; y a lo obviamente divisado… – ¿te vas?
– Sí; pero vuelvo en unos días –. Terry con sus pertenencias en la mano se paró frente a su compañera para decirle – Y ya que te hice un favor, yo quiero otro de ti.
– ¿De qué se trata?
– De que de vez en cuando… visites a la señora Marlowe por mí.
– ¡¿Qué?! – gritaron fuertemente. – ¡¿Acaso estás loco?!
– No, pero me falta un poquito
– ¡¿Te falta?! Yo más diría…
– Que ¡sí! me harás ese favor
– Terry, no. Pídeme lo que quieras pero eso… ¡no!
– Karen, no seas mala. Desde la muerte de Susana quedó muy mal.
– ¿Y ha sido mi culpa?
– No, claro que no. Fue mía, pero pensé que eras amiga y…
– Es que… ayudar a Susana, a pesar de que ya está muerta, va en contra de mis principios. Tú más que nadie sabe lo mucho que la odié.
– Yo también lo hice en un determinado momento, pero por el amor de una mujer…
– Está bien – dijeron resignadamente –. Sólo porque la conocí te apoyaré. Pero promete que en cuanto la veas, le darás mis saludos.
– Tienes mi palabra.
– Entonces, únicamente me resta desearte buen viaje y buena suerte.
– Gracias, porque efectivamente la necesitaré.
Sin embargo Terry, yendo Karen a su lado, cuando llegó a una oficina para informar que se retiraba…
– Le aseguramos, señorita, que no es ninguna molestia. Tanto a mi prometido como a mí nos gusta ayudar a la gente.
– ¿El señor lo es?
Él dijo ‘No’ inmediatamente; y ella:
– Sí, por supuesto. El famoso actor Terry Grandchester; y él será el encargado de que pronto tenga esos hospitales infantiles.
– ¡Zelma! – pronunció el comprometido; no obstante la mencionada raudamente se acercó a él para posar frente a una cámara fotográfica. Aunque por el gesto molesto del castaño le pidieron otra más. Él también a su compañera unas palabras en privado para cuestionarle furioso…
– ¿De dónde piensas que sacaré ese dinero?
– ¡Fácil! Actuando.
– Aún así… es mucho.
– No te preocupes, querido. Le aumentaremos un cinco por ciento al boleto para asistir a la función y eso irá a la beneficencia.
– Tu padre podría no estar de acuerdo.
– Lo estará; porque tú y yo seremos la sensación en la nueva puesta de escena. Además, necesitamos promocionarnos; y continuar diciendo que estamos comprometidos haremos que muchos asistan.
– No, no lo creo. Así que tienes cinco días para desmentir todo esto. Y de no hacerlo… lo haré yo –; bueno, eso dependía de lo que encontrara en Chicago.
Audiencia, gracias y saludos