VA POR CANDY... porque esta noche la inspiración me visitó... LA VIDA SIGUE (¿one shot?)

Hola Chicas, este año no tenía pensado participar, pero al venir a hecharle porras a mi querida Marecita, me picó el gusanito, y he aquí. Es un one shot, pero si les gusta, le daré continuidad. Soy Terrytana de corazón, pero Candy me inspira en este momento.

Gracias nenas y espero les guste...  

Más de veinte años han pasado. La dulce joven rubia, que en un día de campo se despidió de los amores que llenaron de ilusión su infancia y adolescencia se ha convertido en una mujer. Pasó la Gran Guerra en la que perdió a su querido Stear, y llegó la Segunda Guerra Mundial, esta vez, ya no contaba con la edad y tenía motivos para que se mantuviera en Chicago. Era madre, de dos pequeños… bueno ya no eran pequeños, porque ya uno tenía 15 años y el segundo retoño pronto cumpliría trece.

Las ilusiones, los sueños que llenaron sus días de juventud, hoy se han transformado. Un buen hogar, educación, estabilidad, son los pensamientos que llenan esa cabecita rizada. Ya es una mujer madura, y las aventuras que la llevaron por el mundo, hoy son solo recuerdos guardados en una cajita de metal, que no abre muy a menudo, porque sabe que sus prioridades han cambiado.

Si, apreciable lectora, ella maduró y creció. También dejo guardados sus anhelos y los cambio por afectos, por esa familia que siempre deseo y que hoy la acompaña.

Pero no todo sin miel sobre hojuelas. El tiempo le ha dejado el tesoro que buscaba, pero también, cruel destino le quitó otros cariños, no menos importantes. El hogar de Pony cerro algunos años después.

Los nobles caballeros que buscaban su afecto, respetuosos de su decisión, se mantuvieron al margen. Terry, por un lado, si bien se dejó apresar por la depresión, un día tocó fondo, pero eso mismo lo impulsó a regresar a su vida, al escenario. No. No regresó a Susana, porque en ese periodo de recuperación, se dio cuenta que el como persona tenía una gran valía también. Mantuvo contacto con Candy, pero ya de forma esporádica, siempre respetuoso.

Albert, recuperada su identidad y el peso de las obligaciones, y sobre todo cuando años después vino la Gran Depresión, hubo de mantenerse al frente de los negocios familiares, y sin perder contacto ocasional con su protegida, ya la amistad no volvió a ser lo mismo que años antes. El la reconoció como una mujer que debía de enfrentar su destino.

Así fue como Candy, conoció a un joven, que no vale la pena mencionar mucho, porque en el momento fue una persona importante para ella, un médico, que la llevó al altar, y juntos procrearon dos hijos que fueron la luz de la vida de la pecosa; pero, el deber y la pasión por su profesión fue mayor que el amor a su familia, y un día simplemente se fue a seguir cumpliendo su deber dejando atrás a Candy y a sus hijos.

Así es como Candy, ha llegado al cuarto piso (40 años). Trabajando, limpiando y cuidando su casa, atendiendo a sus hijos. Con la mirada a veces anhelante, pero con la decisión para sacar adelante a sus hijos como su prioridad.
Sin embargo…