No sé qué decirles, sólo que me salió del corazón.
Su último día.
Ella sabía a lo que venía.
Las cartas lo decían.
Ella sabía, aquella noche de tormenta,
que aquel día, sería su último día.
Recorrió los espacios que él recorría.
Acarició los objetos que él quería.
Observó lo que él veía.
Se sentó a su lado y lo adoró, como cada día.
Las gotas de lluvia deslizándose por la ventana,
dibujaban caminos de caricias sobre su espalda
y ella trazaba con sus níveos dedos
sus bucles dorados como una áurea guirnalda.
Vio al mensajero rodeado de sombras
y ella sintió su corazón temblar.
Él la vio sin ver,
dispuesto a aquel dulce corazón robar.
Ella rogó sin hablar,
rodeando a su amor con sus alas,
su vida y su alma, tenía que cobijar.
El oscuro mensajero rió sin piedad,
acechándola, frío y voraz.
Esa presa era suya, ¡suya y de nadie más!
Ningún ser se interpondría,
a truncar ese alma él venía.
¡Ningún insignificante ángel
su sed abatiría!
El etéreo pecho de ella, él vio relumbrar,
sus alas, alzar.
Su voz inaudible él no pudo escuchar
y una luz en los ojos de ella, él vio brillar.
¡No! ¡No habría moneda de cambio!
¡Ni un ángel ni un demonio
nadie tomaría el lugar
de aquellos ojos azules,
del alma que él había venido a segar!
Ella sonrió triunfal,
cuando el cielo su ser aceptó.
Él rugió impotente,
viendo su plan fracasar.
El aroma de rosas
se esparció por el lugar
y mientras ella se desvanecía,
adorándolo como cada día,
ella supo que aquel día, ya no sería su último día.
Última edición por Anjou el Vie Abr 21, 2017 11:30 am, editado 6 veces