Hola chicas. Inicio mi participación en la GF con una historia para mi güero adorado. Espero la disfruten
Lo apabullante de tu llegada
“A los veinte años, viví una bella historia con él.
Y esa belleza conlleva a que la historia se haya terminado.
Es lo que hay”.
Amélie Nothomb. La nostalgia feliz
Y esa belleza conlleva a que la historia se haya terminado.
Es lo que hay”.
Amélie Nothomb. La nostalgia feliz
CAPÍTULO 1. Los dos amores
En mi vida, había habido un Anthony, un Terry y algunas salidas esporádicas con otros chicos de quien no llegué a enamorarme. A eso se reducía mi vida amorosa.
Anthony, había sido mi primer amor. Mi mejor amigo en la adolescencia, el primer chico con quien salí. El primero con el que fuí al cine, comí palomitas y nos besamos en la oscuridad tomados de la mano. Compartimos cientos de cartitas y chucherías. Nos regañaron muchas veces por llegar tarde a casa, cuando empezaba a oscurecer y sus padres nos consideraban unos críos, pues lo éramos aún.
Anthony y yo, hacíamos travesuras juntos, nos divertíamos y charlabamos horas por teléfono. Ambos sabíamos que lo nuestro no iba a durar para siempre. Éramos demasiado jóvenes y con muchos sueños por delante, quizá por ello, disfrutábamos mucho el tiempo juntos. Y cuando cada uno debíó tomar su camino, seguimos siendo los mejores amigos. Con el tiempo, nos dimos cuenta cuan diferentes somos, incompatibles, incluso. Pero el gran cariño y la amistad que nos une, no va a cambiar por eso.
Creo que el no habernos involucrado de forma sexual, ayudó a que nuestra relación de amistad siguiera adelante después de romper. Él, siendo mi amigo por sobre todo, siempre me cuidó y respetó. Confiábamos el uno en el otro. Incluso nos contábamos si otro chico o chica nos gustaba. Pasábamos mucho tiempo en casa, cocinábamos juntos, tenemos una canción….
Cuando aún era novia de Anthony, conocí a Terry. Era un buen chico, pero a algunos les costaba darse cuenta. Estudiábamos en la misma escuela y jamás le cayó bien Anthony, de hecho, creo que el disgusto era mutuo. Sin embargo, yo me hice su amiga. Teníamos muchos temas de conversación en común. Opiniones distintas en diversos casos, lo cual era refrescante. Debatíamos y ¿por qué no reconocerlo?
Discutíamos acaloradamente pero al final, nos interesaba charlar sobre los mismos temas.
Anthony debió tomar un rumbo diferente y lejano al mío. Lo cambiarían de escuela a una donde estudiarían sus primos ¡En otra ciudad! Supimos que no podíamos seguir juntos como pareja y ni siquiera habíamos intimado a pesar de llevar tanto tiempo juntos. Éramos muy jóvenes, casi unos niños. Fue difícil al inicio, porque extrañábamos la presencia del otro, pero nunca perdimos contacto. Poco a poco nuestra amistad se fortaleció y pudimos seguir adelante. Conocí a todas sus novias y todas me odiaron, sin excepción.
Mientras tanto, yo seguía pasando mucho tiempo con Terry. Era un tanto rebelde, y su familia era algo disfuncional, pero me entendía y yo a él.
Verán, en el colegio yo era un tanto distinta. Mis gustos no eran acordes a mi edad, y me aburrían los tópicos de moda. Crecí en un orfanato, salí de allí cuando tenía la edad suficiente para ser considerada demasiado mayor e incluso ayudar a cuidar de los demás niños.
No me malentiendan, siempre fui sociable y era buena escuchando a mis amigos, pero me interesaban más los temas sociales y la ayuda al prójimo. Terry comprendía eso. Quizá porque a él le gustaba ser diferente al resto, quizá porque él también debía cuidar de sí mismo desde temprana edad. Y me impulsaba a seguir siendo diferente, a seguir siendo yo misma. Y lo amé por ello.
No salíamos mucho, aunque una vez me invitó a desayunar y hasta cocinó él. Pasábamos tiempo en su casa que estaba vacía todo el día. Él era apasionado en todo lo que hacía, pero yo seguía sin sentirme lista para ir más allá. No era que valorara mucho la castidad, pues siempre he pensado que el ámbito sexual no va a cambiar a una persona. Algunos de mis hermanos de crianza habían sido abandonados por madres solteras, y tenía un poco de pavor en el fondo por quedar embarazada tan joven.
En realidad, no fue tanto el tiempo que compartimos, pero nos quisimos mucho. Su vida personal llegó a un punto insostenible. Y decidió que lo mejor era alejarse de su familia, y con ello, de mí. Pasé bastante tiempo sola pensando en el camino que yo deseaba tomar. Las citas, en ese momento, no eran para mí.
Terry partió lejos a encontrar su destino. No volvimos a hablar hasta años después. Me felicitó porque encontró un artículo mío en el diario, donde yo invitaba afanosamente a donar para la restauración del Hogar de Pony. Me envió un e-mail y nos pusimos al día. Ahora tiene un hijo, al que ama por sobre todo, según me contó. Y es feliz siendo dueño de su vida y de su destino. Se convirtió en un actor de teatro exitoso. Por supuesto, realizó una generosa donación. Tenía razón, al final demostró al mundo, lo gran hombre que siempre ha sido.
Cuando realicé mi formación universitaria, salí con algunos chicos, y con amigos, pero me hallaba concentrada en lograr mi objetivo. El Hogar de Pony requería de apoyo, y si yo podía contribuir, lo haría. La enfermería neonatal y pediátrica, es mi vocación.
Empecé mis prácticas profesionales en el Hospital Santa Juana, ahí me reencontré con un viejo compañero del colegio, quien hacía prácticas médicas también: Michael. Él había estudiado conmigo y conocía a Anthony de las veces que mi amigo me llegó a visitar en la universidad.
También conocía a Terry, de la época en que estuvimos juntos y nos carteábamos. Yo hablaba de él con todo el mundo, hasta que dejamos de ser una pareja y salí con un par de chicos. En aquel entonces, Michael era un compañero amable que siempre me invitaba a bailar aunque nunca pudiera, que me invitaba un café en las mañanas aunque yo me negara a que lo pagara, que insistía en cargar mis libros cuando me veía por los pasillos, en fin, un buen amigo y ya. Fue una verdadera sorpresa encontrarlo en el hospital, pues él, al ser médico, tenía la opción de realizar sus prácticas en otro país, la escuela tenía acuerdos con Francia y Reino Unido, al ser de ascendencia francesa, la mayoría pensamos que elegiría ir allá, incluso tiene familia en esos lares pero por alguna causa, decidió quedarse. Teníamos una relación bastante cordial y bromeábamos de vez en cuando.
El día de su cumpleaños, su hermana me llamó por teléfono. No supe cómo lo consiguió, pero me invitó a una fiesta sorpresa para su hermano. Cuando llegué, la chica, muy simpática, me preguntó si yo era Candy. Supuse que Michael había hablado un poco de mí, que me reconocieron por mis pecas o quizá era la única de sus invitados que faltaba por llegar. Grande fue mi sorpresa cuando su mamá y una fila de personas tras ella, salieron disparados hacia mí, preguntándome:
-¿Tú eres Candy? ¡Mucho gusto! Michael nos ha hablado un poco de ti.
Posteriormente, su hermana, su cuñado, su otra hermana, sus amigos, y en general todo humano que se hallaba en la casa, salieron y me cuestionaron
-¿Tú eres Candy? ¡Hasta que te conocemos!
Demasiado extraño.
Incluso, después del “¡Sorpresa!”, Michael se aseguró que hubiese conocido a todos. Recibí tanta atención que era incómodo. Su papá, que llegó más tarde, en medio de una conversación, escuchó mi nombre, volteó de inmediato y con emoción casi me gritó
-¿En serio? ¿Tú eres Candy?
¡Oh, mi Dios! La fiesta más rara en la que había estado nunca.
Michael supo que debía darme una explicación, y cuando insistió en irme a dejar al hospital en medio de su fiesta, me confesó que había estado enamorado de mí desde el colegio, había sido testigo silencioso de mis historias con Anthony, que me iba a buscar constantemente y lo odiaba, pues pensaba que entre nosotros sucedía algo más que una amistad; también me había visto con Terry, a quien también odiaba, pues yo hablaba todo el tiempo de él; y no es que yo sea una arpía sin corazón, pero hasta entonces, Michael nunca me había dicho ni insinuado nada. Ni siquiera éramos tan cercanos en el colegio ¿Cómo se enamoró de mí? No lo entendía. Dudo que me conociera bien. Era un tipo muy caballeroso, correcto y con un futuro brillante, pero sobre todo, parecía amarme en serio. Decidí darle una oportunidad aunque en el fondo me sentía sobrepasada con la situación.
Su familia era muy amable conmigo, él era dulce a pesar de que no teníamos otro tema de conversación fuera del hospital y luego de un tiempo, me dí cuenta que él esperaba que nuestra relación avanzara. Teníamos la edad suficiente, pero yo seguía con mi obsesión sobre no estar segura de dar otro paso. Ni qué decir sobre una relación formal. No es que fuera una mojigata, ni mucho menos, pero me dí cuenta que entre él más insistía en pasar la noche conmigo, más me rehusaba. Finalmente le dije que sí, pero se avecinaba un gran evento en el Hogar de Pony y le pedí postergar para después nuestro encuentro íntimo. Todas mis amigas de la edad, tenían una vida sexual activa.
Quizá había llegado el momento. ¿Quién mejor que un chico que parecía quererme tanto? Y ambos trabajábamos en el área de la salud, así que sabríamos protegernos perfectamente. Ambos, para menor riesgo.
Era una mujer adulta e independiente. Michael parecía quererme en serio, no tenía razón alguna para posponer lo inevitable. Quizá algún día viviéramos juntos aunque no sentía esa conexión que tuve a pesar de ser casi una niña, con Anthony. Ni tampoco ese ferviente ardor por querer saber todo de él y estar juntos el mayor tiempo posible como me había pasado con Terry. Sin embargo, creía que si continuábamos juntos, o incluso, si podía vencer mi pudor y estar íntimamente con él, quizá algún día podría vencer esa ligera incomodidad que sentía al estar a su lado…
CONTINUARÁ...
índice de Lo apabullante de tu llegada
Anthony, había sido mi primer amor. Mi mejor amigo en la adolescencia, el primer chico con quien salí. El primero con el que fuí al cine, comí palomitas y nos besamos en la oscuridad tomados de la mano. Compartimos cientos de cartitas y chucherías. Nos regañaron muchas veces por llegar tarde a casa, cuando empezaba a oscurecer y sus padres nos consideraban unos críos, pues lo éramos aún.
Anthony y yo, hacíamos travesuras juntos, nos divertíamos y charlabamos horas por teléfono. Ambos sabíamos que lo nuestro no iba a durar para siempre. Éramos demasiado jóvenes y con muchos sueños por delante, quizá por ello, disfrutábamos mucho el tiempo juntos. Y cuando cada uno debíó tomar su camino, seguimos siendo los mejores amigos. Con el tiempo, nos dimos cuenta cuan diferentes somos, incompatibles, incluso. Pero el gran cariño y la amistad que nos une, no va a cambiar por eso.
Creo que el no habernos involucrado de forma sexual, ayudó a que nuestra relación de amistad siguiera adelante después de romper. Él, siendo mi amigo por sobre todo, siempre me cuidó y respetó. Confiábamos el uno en el otro. Incluso nos contábamos si otro chico o chica nos gustaba. Pasábamos mucho tiempo en casa, cocinábamos juntos, tenemos una canción….
Cuando aún era novia de Anthony, conocí a Terry. Era un buen chico, pero a algunos les costaba darse cuenta. Estudiábamos en la misma escuela y jamás le cayó bien Anthony, de hecho, creo que el disgusto era mutuo. Sin embargo, yo me hice su amiga. Teníamos muchos temas de conversación en común. Opiniones distintas en diversos casos, lo cual era refrescante. Debatíamos y ¿por qué no reconocerlo?
Discutíamos acaloradamente pero al final, nos interesaba charlar sobre los mismos temas.
Anthony debió tomar un rumbo diferente y lejano al mío. Lo cambiarían de escuela a una donde estudiarían sus primos ¡En otra ciudad! Supimos que no podíamos seguir juntos como pareja y ni siquiera habíamos intimado a pesar de llevar tanto tiempo juntos. Éramos muy jóvenes, casi unos niños. Fue difícil al inicio, porque extrañábamos la presencia del otro, pero nunca perdimos contacto. Poco a poco nuestra amistad se fortaleció y pudimos seguir adelante. Conocí a todas sus novias y todas me odiaron, sin excepción.
Mientras tanto, yo seguía pasando mucho tiempo con Terry. Era un tanto rebelde, y su familia era algo disfuncional, pero me entendía y yo a él.
Verán, en el colegio yo era un tanto distinta. Mis gustos no eran acordes a mi edad, y me aburrían los tópicos de moda. Crecí en un orfanato, salí de allí cuando tenía la edad suficiente para ser considerada demasiado mayor e incluso ayudar a cuidar de los demás niños.
No me malentiendan, siempre fui sociable y era buena escuchando a mis amigos, pero me interesaban más los temas sociales y la ayuda al prójimo. Terry comprendía eso. Quizá porque a él le gustaba ser diferente al resto, quizá porque él también debía cuidar de sí mismo desde temprana edad. Y me impulsaba a seguir siendo diferente, a seguir siendo yo misma. Y lo amé por ello.
No salíamos mucho, aunque una vez me invitó a desayunar y hasta cocinó él. Pasábamos tiempo en su casa que estaba vacía todo el día. Él era apasionado en todo lo que hacía, pero yo seguía sin sentirme lista para ir más allá. No era que valorara mucho la castidad, pues siempre he pensado que el ámbito sexual no va a cambiar a una persona. Algunos de mis hermanos de crianza habían sido abandonados por madres solteras, y tenía un poco de pavor en el fondo por quedar embarazada tan joven.
En realidad, no fue tanto el tiempo que compartimos, pero nos quisimos mucho. Su vida personal llegó a un punto insostenible. Y decidió que lo mejor era alejarse de su familia, y con ello, de mí. Pasé bastante tiempo sola pensando en el camino que yo deseaba tomar. Las citas, en ese momento, no eran para mí.
Terry partió lejos a encontrar su destino. No volvimos a hablar hasta años después. Me felicitó porque encontró un artículo mío en el diario, donde yo invitaba afanosamente a donar para la restauración del Hogar de Pony. Me envió un e-mail y nos pusimos al día. Ahora tiene un hijo, al que ama por sobre todo, según me contó. Y es feliz siendo dueño de su vida y de su destino. Se convirtió en un actor de teatro exitoso. Por supuesto, realizó una generosa donación. Tenía razón, al final demostró al mundo, lo gran hombre que siempre ha sido.
Cuando realicé mi formación universitaria, salí con algunos chicos, y con amigos, pero me hallaba concentrada en lograr mi objetivo. El Hogar de Pony requería de apoyo, y si yo podía contribuir, lo haría. La enfermería neonatal y pediátrica, es mi vocación.
Empecé mis prácticas profesionales en el Hospital Santa Juana, ahí me reencontré con un viejo compañero del colegio, quien hacía prácticas médicas también: Michael. Él había estudiado conmigo y conocía a Anthony de las veces que mi amigo me llegó a visitar en la universidad.
También conocía a Terry, de la época en que estuvimos juntos y nos carteábamos. Yo hablaba de él con todo el mundo, hasta que dejamos de ser una pareja y salí con un par de chicos. En aquel entonces, Michael era un compañero amable que siempre me invitaba a bailar aunque nunca pudiera, que me invitaba un café en las mañanas aunque yo me negara a que lo pagara, que insistía en cargar mis libros cuando me veía por los pasillos, en fin, un buen amigo y ya. Fue una verdadera sorpresa encontrarlo en el hospital, pues él, al ser médico, tenía la opción de realizar sus prácticas en otro país, la escuela tenía acuerdos con Francia y Reino Unido, al ser de ascendencia francesa, la mayoría pensamos que elegiría ir allá, incluso tiene familia en esos lares pero por alguna causa, decidió quedarse. Teníamos una relación bastante cordial y bromeábamos de vez en cuando.
El día de su cumpleaños, su hermana me llamó por teléfono. No supe cómo lo consiguió, pero me invitó a una fiesta sorpresa para su hermano. Cuando llegué, la chica, muy simpática, me preguntó si yo era Candy. Supuse que Michael había hablado un poco de mí, que me reconocieron por mis pecas o quizá era la única de sus invitados que faltaba por llegar. Grande fue mi sorpresa cuando su mamá y una fila de personas tras ella, salieron disparados hacia mí, preguntándome:
-¿Tú eres Candy? ¡Mucho gusto! Michael nos ha hablado un poco de ti.
Posteriormente, su hermana, su cuñado, su otra hermana, sus amigos, y en general todo humano que se hallaba en la casa, salieron y me cuestionaron
-¿Tú eres Candy? ¡Hasta que te conocemos!
Demasiado extraño.
Incluso, después del “¡Sorpresa!”, Michael se aseguró que hubiese conocido a todos. Recibí tanta atención que era incómodo. Su papá, que llegó más tarde, en medio de una conversación, escuchó mi nombre, volteó de inmediato y con emoción casi me gritó
-¿En serio? ¿Tú eres Candy?
¡Oh, mi Dios! La fiesta más rara en la que había estado nunca.
Michael supo que debía darme una explicación, y cuando insistió en irme a dejar al hospital en medio de su fiesta, me confesó que había estado enamorado de mí desde el colegio, había sido testigo silencioso de mis historias con Anthony, que me iba a buscar constantemente y lo odiaba, pues pensaba que entre nosotros sucedía algo más que una amistad; también me había visto con Terry, a quien también odiaba, pues yo hablaba todo el tiempo de él; y no es que yo sea una arpía sin corazón, pero hasta entonces, Michael nunca me había dicho ni insinuado nada. Ni siquiera éramos tan cercanos en el colegio ¿Cómo se enamoró de mí? No lo entendía. Dudo que me conociera bien. Era un tipo muy caballeroso, correcto y con un futuro brillante, pero sobre todo, parecía amarme en serio. Decidí darle una oportunidad aunque en el fondo me sentía sobrepasada con la situación.
Su familia era muy amable conmigo, él era dulce a pesar de que no teníamos otro tema de conversación fuera del hospital y luego de un tiempo, me dí cuenta que él esperaba que nuestra relación avanzara. Teníamos la edad suficiente, pero yo seguía con mi obsesión sobre no estar segura de dar otro paso. Ni qué decir sobre una relación formal. No es que fuera una mojigata, ni mucho menos, pero me dí cuenta que entre él más insistía en pasar la noche conmigo, más me rehusaba. Finalmente le dije que sí, pero se avecinaba un gran evento en el Hogar de Pony y le pedí postergar para después nuestro encuentro íntimo. Todas mis amigas de la edad, tenían una vida sexual activa.
Quizá había llegado el momento. ¿Quién mejor que un chico que parecía quererme tanto? Y ambos trabajábamos en el área de la salud, así que sabríamos protegernos perfectamente. Ambos, para menor riesgo.
Era una mujer adulta e independiente. Michael parecía quererme en serio, no tenía razón alguna para posponer lo inevitable. Quizá algún día viviéramos juntos aunque no sentía esa conexión que tuve a pesar de ser casi una niña, con Anthony. Ni tampoco ese ferviente ardor por querer saber todo de él y estar juntos el mayor tiempo posible como me había pasado con Terry. Sin embargo, creía que si continuábamos juntos, o incluso, si podía vencer mi pudor y estar íntimamente con él, quizá algún día podría vencer esa ligera incomodidad que sentía al estar a su lado…
CONTINUARÁ...
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