Introducción
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 1
Capítulo 2
La señorita Pony se ajustó los lentes y con disimulo limpió sus lagrimales. Estaban en la estación, esperando a que el tren con destino a Chicago arribara. Su querida niña le había comunicado la noche anterior que regresaba a la ciudad. Todavía faltaban algunos días para que sus vacaciones terminaran, pero, según ella, tenía varios pendientes antes de retomar su trabajo en la clínica del doctor Martin.
No obstante, ella sabía que el verdadero motivo de su precipitada partida, tenía nombre y apellido.
Terrence Grandchester.
Ese era el causante.
Y también era el nombre del pasajero que miraba por la ventana el emborronado paisaje. El silbato de tren volvió a sonar, anunciando otra estación. Y esta era la suya. La misma que pisó hace años, recién llegado a América. Con las manos húmedas por la tensión que experimentaba, tomó su maleta, dispuesto a ser el primero en descender.
Mientras Terrence buscaba la salida, nuestra rubia pecosa se despedía de la señorita Pony y Jimmy en el andén contrario. El tren ya no tardaba, no obstante, su madre no podía desatender por más tiempo a los niños del hogar.
La señorita Pony, tomada del brazo de Jimmy, abandonó la estación. Su andar era lento, acorde los años que ya tenía encima, no obstante, el joven era paciente, ajustando su paso al de la mujer que lo acogió de pequeño.
Casi llegaban a la carreta cuando el joven Jimmy percibió que la buena mujer se desvanecía. Asustado la tomó en brazos y comenzó a pedir un médico a gritos.
Terrence estaba a unos metros, buscando con la mirada algún cochero que pudiera llevarlo hasta el hogar de Pony. Al escuchar los gritos de ayuda, dudó en aproximarse. No quería perder más tiempo, sin embargo, su noble corazón no le permitió irse como si nada.
—No soy médico, pero puedo darle los primeros auxilios —ofreció, acercándose a la carreta donde depositaban a la mujer.
No, no era médico, pero tras la enfermedad de Susana, aprendió lo esencial para asistirla en lo que su doctor llegaba a atenderla.
—Por favor, vaya por mi hermana. Está en la estación esperando el tren a Chicago. Ella es enfermera, sabrá que hacer.
—De acuerdo. —Terrence se alejó unos pasos en dirección a la estación y luego se detuvo para preguntar—: ¿Cómo se llama su hermana?
—Candice, Candice White.
Y ahí, su mundo casi colapsó.
En el andén, la joven rubia mantenía la mirada baja. Las palabras de la carta que lleva en el bolsito, no se apartan de su mente. Por más que intenta desecharlas, estas insisten en bajar a su dolorido corazón.
«¿Por qué, Terry? ¿Por qué tardaste tanto?».
En la distancia, mientras caminaba hacia ella, Terrence la miró limpiar sus mejillas y supo que estaba llorando. El dolor en su pecho se apretó, adjudicándose la culpa por esas lágrimas.
Desearía poder disfrutar de su imagen, reencontrarse con los suaves rasgos de la joven, sin embargo, la salud de la mujer que yace inconsciente en la carreta es más importante, y no debe demorarse más.
Se situó a su lado, dándose la licencia de absorber su aroma.
Candice percibió una presencia junto a ella y, aunque sabía que era imposible que fuera él, su corazón se aceleró. Latiendo tan fuerte que casi creyó que la persona a su lado lo escucharía.
—Candy…
Su nombre, pronunciado por esa voz que tantas noches añoró, sonó tan hermoso que las benditas lágrimas volvieron a aparecer. Giró la cabeza y ahí estaba él. Más alto de lo que lo recordaba. Más robusto, más guapo, más hombre. Quiso arrojarse a sus brazos y dio un paso adelante, no obstante, las siguientes palabras de él tuvieron el efecto de jarro de agua helada.
—Tu hermano me ha enviado por ti, una mujer mayor se ha desmayado afuera y necesita tu ayuda.
La joven corrió a la salida, olvidando su vieja maleta en el andén. Eso y el bolsito que cayó a sus pies segundos antes de que dejara a Terry solo.
Terrence se agachó a recoger la pieza de tela y el crujir de un sobre le robó el aliento. Tuvo el impulso de abrirlo para comprobar si era su carta, pero lo desechó de inmediato. No podía violar la privacidad de ella de esa manera. Con los nervios correteando por todo su cuerpo, tomó la maleta de Candice y volvió sobre sus pasos hacia la salida.
En la carreta, la pecosa enfermera auscultaba a la señorita Pony con manos temblorosas. Le midió el pulso y para su alivio este era estable. Cuando Terrence llegó, ya estaba abriendo una botella de alcohol, la cual luego pasó bajo la nariz de la anciana.
El efecto del destilado fue casi inmediato. La buena señora se removió y abrió pesadamente los ojos, acostumbrándose a la hiriente potencia del sol.
—Gracias —musitó Candice y enseguida abrazó a la mujer, rompiendo en sollozos.
—Hey, estoy bien, estoy bien. —Pony acarició los rubios cabellos, consolándola, sabiendo que el llanto de su querida niña no se debía a ella.
—Lo siento.
Como pudo suprimió el llanto y deshizo el abrazo. Se concentró en cerrar la botella de alcohol que todavía conservaba en la mano y que sobrevivió a su impulsivo abrazo.
—Lamento haberte preocupado. Debió ser el sol, a esta hora pega muy fuerte y mi vitalidad merma cada día.
Terrence miró al cielo, donde el astro brillaba con debilidad, oculto tras gruesas capas de nubes. Alzó una ceja, sospechando de inmediato de las palabras de la anciana. Mas sus cavilaciones se vieron interrumpidas por la silbante llegada del ferrocarril.
El silbato volvió a sonar, anunciando su llegada y próxima salida a Chicago. En ese momento, Terrence fue más consciente que nunca del peso de la maleta de Candice en su mano.
Ella se iba y, de no ser por el incidente con la mujer, no la habría alcanzado. La conciencia le remordió por alegrarse del infortunio de la anciana, pero le dio una patada. Estaba ahí, con Candice, y aprovecharía cada segundo.
—El tren está llegando. —Jimmy miró a su “jefe” y esta solo pudo asentir con un movimiento de cabeza.
La señorita Pony vio la indecisión en el rostro de su hija y luego miró al joven Grandchester. Este ya no era ese muchachito que tomó una taza de té con ellas. Quien estaba detrás de Candy era un hombre. Un hombre hecho y derecho que, a juzgar por su mirada, venía decidido a recuperarla.
—Ve, hija, yo… estoy bien. —Pony intentó levantarse, mas las fuerzas le fallaron. La respiración se le agitó un poco y tuvo que cerrar los ojos un momento, concentrándose en normalizarla.
—Quizá debamos llevarla a una clínica —intervino Terrence, sintiéndose un poco culpable por sacar provecho de la situación.
—Sí, estoy de acuerdo. —Jimmy se subió por el otro lado de la carreta y tomó las riendas.
Candice miró el transporte para subirse, pero Pony ocupaba casi todo el espacio.
El silbato del tren volvió a sonar.
Candice miró volteó hacia la estación, Chicago la esperaba, no obstante, no podía irse y dejar a la señorita Pony enferma. Tampoco quería irse y dejar a Terry. Ahora que le había visto, le aterraba la idea de no verlo otra vez, sin embargo, debía ser fuerte.
—Nosotros los alcanzamos —aseguró Terrence, y la señorita Pony dio su consentimiento.
La carreta comenzó a moverse y Candice no fue consciente del hecho hasta que el actor se dirigió a ella.
—¿Está muy lejos la clínica? —Ella negó con la cabeza—. Me gustaría caminar, si estás de acuerdo.
Candy volvió a responder con un gesto de la cabeza, tenía la garganta demasiado seca para pronunciar siquiera un sí o un no.
Antes de ir hacia el consultorio, recordó su equipaje. Preocupada por haberlo extraviado dio la vuelta para regresar a la estación.
—¿A dónde vas? —Terrence la miró confuso. ¿Acaso pensaba subirse a ese tren y dejar a la anciana a su suerte? ¿Tan detestable le era su presencia?
Candice tragó saliva, buscando eliminar la aridez de su boca, antes de responderle.
—Mi equipaje, lo dejé en el andén.
Terrence sonrió, nostálgico.
—No has cambiado, sigues siendo una atolondrada.
«Para mí nada ha cambiado». Un espasmo de dolor asoló a Candice al recordar la otra frase.
Quiso decir algo, lo que fuera, pero las palabras se negaban a salir.
Terrence observó la mirada vidriosa de ella y contuvo el impulso de atraerla haca sí. Estaba interpretando el mejor papel de su carrera actoral. Desde que la vio en el andén lo único que ha querido es abrazarla. Pegar su cálido y suave cuerpo al de él. Quería… quería tantas cosas… y todas debían esperar.
—Tu maleta está en la carreta. Yo la traje y la subí antes de que se fueran.
—Gra… —carraspeó para aclararse la garganta, avergonzada por su falta de voz bajó la mirada y luego dijo—: gracias.
—También rescaté esto. —Elevó el brazo, mostrándole la bolsita de tela.
Candice agrandó los ojos y se apresuró a quitárselo, trastabillando en el intento. Terrence la salvo de caerse sosteniéndola de la cintura. La respiración de ambos se agitó. Ella tenía las manos en el pecho masculino, podía sentir bajo sus palmas el alocado galopar del corazón de él.
—Yo… perdón. —Avergonzada, quitó las manos. Lo hizo con tanta lentitud que se convirtió en una efímera caricia que envío oleadas de calor al cuerpo de ambos.
«No, no dejes de tocarme», la súplica casi abandonó los labios de Terrence.
—A tu servicio. —Estiró los labios, formando esa sonrisa que ella tanto ama.
—Debemos irnos, la señorita Pony…
—Sí. —Terrence estuvo de acuerdo mas no hizo amago de soltarla, sus manos continuaron adheridas a la cintura de la chica.
Candice elevó el rostro y sus miradas se fundieron, sintiendo que también sus corazones se reencontraban.
Y Terrence se extravió en ella.
Mirar tan de cerca esas pintitas marrones, que fueron víctimas de su obsesión adolescente, lo transportaron a ese mundo de sueños perdidos. Casi pudo escuchar las suaves notas del piano y el fragante aroma de los narcisos en flor.
—Pecosa… —Arrastrado por las emociones bajó la cabeza, solo un poco.
Candice giró la cabeza y dio un paso atrás.
—Por favor —rogó sin mirarlo.
Entonces él comprendió que no era bienvenido. Soltó la cintura de la joven, sintiéndose tonto y fuera de lugar. Pero él era actor, uno de los mejores según la crítica. Bien, porque a partir de ese instante daría la actuación de su vida, empezando por entregarle el bolso de tela que suscitó el incómodo momento.
Ella lo aceptó y lo apretó contra su estómago, resguardándolo.
—Adelante. —Terrence extendió la mano, indicándole que caminara primero, mas no le ofreció su brazo.
Candice no dijo nada. Tan solo inició la marcha, recriminándose en silencio el haberlo herido con su rechazo.
Continuará...
No obstante, ella sabía que el verdadero motivo de su precipitada partida, tenía nombre y apellido.
Terrence Grandchester.
Ese era el causante.
Y también era el nombre del pasajero que miraba por la ventana el emborronado paisaje. El silbato de tren volvió a sonar, anunciando otra estación. Y esta era la suya. La misma que pisó hace años, recién llegado a América. Con las manos húmedas por la tensión que experimentaba, tomó su maleta, dispuesto a ser el primero en descender.
Mientras Terrence buscaba la salida, nuestra rubia pecosa se despedía de la señorita Pony y Jimmy en el andén contrario. El tren ya no tardaba, no obstante, su madre no podía desatender por más tiempo a los niños del hogar.
La señorita Pony, tomada del brazo de Jimmy, abandonó la estación. Su andar era lento, acorde los años que ya tenía encima, no obstante, el joven era paciente, ajustando su paso al de la mujer que lo acogió de pequeño.
Casi llegaban a la carreta cuando el joven Jimmy percibió que la buena mujer se desvanecía. Asustado la tomó en brazos y comenzó a pedir un médico a gritos.
Terrence estaba a unos metros, buscando con la mirada algún cochero que pudiera llevarlo hasta el hogar de Pony. Al escuchar los gritos de ayuda, dudó en aproximarse. No quería perder más tiempo, sin embargo, su noble corazón no le permitió irse como si nada.
—No soy médico, pero puedo darle los primeros auxilios —ofreció, acercándose a la carreta donde depositaban a la mujer.
No, no era médico, pero tras la enfermedad de Susana, aprendió lo esencial para asistirla en lo que su doctor llegaba a atenderla.
—Por favor, vaya por mi hermana. Está en la estación esperando el tren a Chicago. Ella es enfermera, sabrá que hacer.
—De acuerdo. —Terrence se alejó unos pasos en dirección a la estación y luego se detuvo para preguntar—: ¿Cómo se llama su hermana?
—Candice, Candice White.
Y ahí, su mundo casi colapsó.
En el andén, la joven rubia mantenía la mirada baja. Las palabras de la carta que lleva en el bolsito, no se apartan de su mente. Por más que intenta desecharlas, estas insisten en bajar a su dolorido corazón.
«¿Por qué, Terry? ¿Por qué tardaste tanto?».
En la distancia, mientras caminaba hacia ella, Terrence la miró limpiar sus mejillas y supo que estaba llorando. El dolor en su pecho se apretó, adjudicándose la culpa por esas lágrimas.
Desearía poder disfrutar de su imagen, reencontrarse con los suaves rasgos de la joven, sin embargo, la salud de la mujer que yace inconsciente en la carreta es más importante, y no debe demorarse más.
Se situó a su lado, dándose la licencia de absorber su aroma.
Candice percibió una presencia junto a ella y, aunque sabía que era imposible que fuera él, su corazón se aceleró. Latiendo tan fuerte que casi creyó que la persona a su lado lo escucharía.
—Candy…
Su nombre, pronunciado por esa voz que tantas noches añoró, sonó tan hermoso que las benditas lágrimas volvieron a aparecer. Giró la cabeza y ahí estaba él. Más alto de lo que lo recordaba. Más robusto, más guapo, más hombre. Quiso arrojarse a sus brazos y dio un paso adelante, no obstante, las siguientes palabras de él tuvieron el efecto de jarro de agua helada.
—Tu hermano me ha enviado por ti, una mujer mayor se ha desmayado afuera y necesita tu ayuda.
La joven corrió a la salida, olvidando su vieja maleta en el andén. Eso y el bolsito que cayó a sus pies segundos antes de que dejara a Terry solo.
Terrence se agachó a recoger la pieza de tela y el crujir de un sobre le robó el aliento. Tuvo el impulso de abrirlo para comprobar si era su carta, pero lo desechó de inmediato. No podía violar la privacidad de ella de esa manera. Con los nervios correteando por todo su cuerpo, tomó la maleta de Candice y volvió sobre sus pasos hacia la salida.
En la carreta, la pecosa enfermera auscultaba a la señorita Pony con manos temblorosas. Le midió el pulso y para su alivio este era estable. Cuando Terrence llegó, ya estaba abriendo una botella de alcohol, la cual luego pasó bajo la nariz de la anciana.
El efecto del destilado fue casi inmediato. La buena señora se removió y abrió pesadamente los ojos, acostumbrándose a la hiriente potencia del sol.
—Gracias —musitó Candice y enseguida abrazó a la mujer, rompiendo en sollozos.
—Hey, estoy bien, estoy bien. —Pony acarició los rubios cabellos, consolándola, sabiendo que el llanto de su querida niña no se debía a ella.
—Lo siento.
Como pudo suprimió el llanto y deshizo el abrazo. Se concentró en cerrar la botella de alcohol que todavía conservaba en la mano y que sobrevivió a su impulsivo abrazo.
—Lamento haberte preocupado. Debió ser el sol, a esta hora pega muy fuerte y mi vitalidad merma cada día.
Terrence miró al cielo, donde el astro brillaba con debilidad, oculto tras gruesas capas de nubes. Alzó una ceja, sospechando de inmediato de las palabras de la anciana. Mas sus cavilaciones se vieron interrumpidas por la silbante llegada del ferrocarril.
El silbato volvió a sonar, anunciando su llegada y próxima salida a Chicago. En ese momento, Terrence fue más consciente que nunca del peso de la maleta de Candice en su mano.
Ella se iba y, de no ser por el incidente con la mujer, no la habría alcanzado. La conciencia le remordió por alegrarse del infortunio de la anciana, pero le dio una patada. Estaba ahí, con Candice, y aprovecharía cada segundo.
—El tren está llegando. —Jimmy miró a su “jefe” y esta solo pudo asentir con un movimiento de cabeza.
La señorita Pony vio la indecisión en el rostro de su hija y luego miró al joven Grandchester. Este ya no era ese muchachito que tomó una taza de té con ellas. Quien estaba detrás de Candy era un hombre. Un hombre hecho y derecho que, a juzgar por su mirada, venía decidido a recuperarla.
—Ve, hija, yo… estoy bien. —Pony intentó levantarse, mas las fuerzas le fallaron. La respiración se le agitó un poco y tuvo que cerrar los ojos un momento, concentrándose en normalizarla.
—Quizá debamos llevarla a una clínica —intervino Terrence, sintiéndose un poco culpable por sacar provecho de la situación.
—Sí, estoy de acuerdo. —Jimmy se subió por el otro lado de la carreta y tomó las riendas.
Candice miró el transporte para subirse, pero Pony ocupaba casi todo el espacio.
El silbato del tren volvió a sonar.
Candice miró volteó hacia la estación, Chicago la esperaba, no obstante, no podía irse y dejar a la señorita Pony enferma. Tampoco quería irse y dejar a Terry. Ahora que le había visto, le aterraba la idea de no verlo otra vez, sin embargo, debía ser fuerte.
—Nosotros los alcanzamos —aseguró Terrence, y la señorita Pony dio su consentimiento.
La carreta comenzó a moverse y Candice no fue consciente del hecho hasta que el actor se dirigió a ella.
—¿Está muy lejos la clínica? —Ella negó con la cabeza—. Me gustaría caminar, si estás de acuerdo.
Candy volvió a responder con un gesto de la cabeza, tenía la garganta demasiado seca para pronunciar siquiera un sí o un no.
Antes de ir hacia el consultorio, recordó su equipaje. Preocupada por haberlo extraviado dio la vuelta para regresar a la estación.
—¿A dónde vas? —Terrence la miró confuso. ¿Acaso pensaba subirse a ese tren y dejar a la anciana a su suerte? ¿Tan detestable le era su presencia?
Candice tragó saliva, buscando eliminar la aridez de su boca, antes de responderle.
—Mi equipaje, lo dejé en el andén.
Terrence sonrió, nostálgico.
—No has cambiado, sigues siendo una atolondrada.
«Para mí nada ha cambiado». Un espasmo de dolor asoló a Candice al recordar la otra frase.
Quiso decir algo, lo que fuera, pero las palabras se negaban a salir.
Terrence observó la mirada vidriosa de ella y contuvo el impulso de atraerla haca sí. Estaba interpretando el mejor papel de su carrera actoral. Desde que la vio en el andén lo único que ha querido es abrazarla. Pegar su cálido y suave cuerpo al de él. Quería… quería tantas cosas… y todas debían esperar.
—Tu maleta está en la carreta. Yo la traje y la subí antes de que se fueran.
—Gra… —carraspeó para aclararse la garganta, avergonzada por su falta de voz bajó la mirada y luego dijo—: gracias.
—También rescaté esto. —Elevó el brazo, mostrándole la bolsita de tela.
Candice agrandó los ojos y se apresuró a quitárselo, trastabillando en el intento. Terrence la salvo de caerse sosteniéndola de la cintura. La respiración de ambos se agitó. Ella tenía las manos en el pecho masculino, podía sentir bajo sus palmas el alocado galopar del corazón de él.
—Yo… perdón. —Avergonzada, quitó las manos. Lo hizo con tanta lentitud que se convirtió en una efímera caricia que envío oleadas de calor al cuerpo de ambos.
«No, no dejes de tocarme», la súplica casi abandonó los labios de Terrence.
—A tu servicio. —Estiró los labios, formando esa sonrisa que ella tanto ama.
—Debemos irnos, la señorita Pony…
—Sí. —Terrence estuvo de acuerdo mas no hizo amago de soltarla, sus manos continuaron adheridas a la cintura de la chica.
Candice elevó el rostro y sus miradas se fundieron, sintiendo que también sus corazones se reencontraban.
Y Terrence se extravió en ella.
Mirar tan de cerca esas pintitas marrones, que fueron víctimas de su obsesión adolescente, lo transportaron a ese mundo de sueños perdidos. Casi pudo escuchar las suaves notas del piano y el fragante aroma de los narcisos en flor.
—Pecosa… —Arrastrado por las emociones bajó la cabeza, solo un poco.
Candice giró la cabeza y dio un paso atrás.
—Por favor —rogó sin mirarlo.
Entonces él comprendió que no era bienvenido. Soltó la cintura de la joven, sintiéndose tonto y fuera de lugar. Pero él era actor, uno de los mejores según la crítica. Bien, porque a partir de ese instante daría la actuación de su vida, empezando por entregarle el bolso de tela que suscitó el incómodo momento.
Ella lo aceptó y lo apretó contra su estómago, resguardándolo.
—Adelante. —Terrence extendió la mano, indicándole que caminara primero, mas no le ofreció su brazo.
Candice no dijo nada. Tan solo inició la marcha, recriminándose en silencio el haberlo herido con su rechazo.
Continuará...
Capítulo 3
Última edición por Jari el Dom Abr 22, 2018 12:42 pm, editado 1 vez