Capítulo 4
Capítulo 5
La petición de Terrence los sorprendió a ambos. Sin embargo, una vez externado su deseo, el actor no perdió tiempo. Elevó los brazos y tomó la cara de la chica en sus manos; las de ella continuaban sobre el suyo.
—Sé mía para siempre, cásate conmigo.
—Terry… —Candice quiso decir algo más, pero la voz le falló. Los ojos se le anegaron y el dolor de la pérdida se acentuó en su corazón.
—Aquí está el agua. —Jasmine apareció por un costado y extendió el vaso, ofreciéndolo a la rubia.
Terrence salió de su trance y miró a la niña con ganas de pegarle una tunda. Ella pareció advertir que se encontraba en peligro porque, apenas entregó el vaso con agua, huyó de la estancia.
—Bebe un poco. —Con una mano, Candy lo tomó de la cabeza y con la otra acercó el vaso a los labios masculinos. El cuerpo le latía por todas partes, la propuesta de Terry se le había clavado en lo más profundo del alma.
Terry nunca fue enfermizo y en las contadas ocasiones que sufrió una gripe, no dejó que nadie lo tratara como a un moribundo. Sin embargo, estaba disfrutando cada segundo de las atenciones de la enfermera. La impresión había pasado y se sentía casi normal, no obstante, no sería él quien se lo dijera.
Bebió el agua, fingiendo que le costaba tragar el líquido. Simulando cansancio se recostó en el respaldo del sillón y cerró los ojos. Tomándose unos minutos para decidir el paso a seguir.
Candice lo observó con el ceño fruncido. El color estaba regresando a las mejillas de Terry, pero al parecer él seguía sintiéndose mal. Preocupada, se preguntó si padecería algún tipo de dolencia. Entonces recordó la enfermedad que llevó a la muerte a la actriz.
«¿Y si era contagiosa? ¿Y si ahora Terry también la tiene?».
El pensamiento le heló la sangre, haciendo que hasta olvidara su nerviosismo por la declaración anterior. La conciencia de que él pudiera estar padeciendo en silencio, algún tipo de enfermedad mortal, le robó las fuerzas, ocasionando que casi cayera sobre él con todo y vaso de agua.
Terrence la atrapó por el diafragma, evitando con eso que quedara tumbada sobre él, aunque no impidió que un poco de agua mojara su chaqueta.
—¿Puedo asumir que esto es un sí? —Atrevido, Terry deslizó los pulgares sobre las costillas de la joven. Una, dos, tres veces, continuaron deslizándose por la tela del vestido. Acariciando.
Candice no dijo nada, solo atinó a parpadear, como si con eso fuera a ser capaz de alejar el cúmulo de emociones que las palabras y el tacto de este hombre le están provocando.
Observó su rostro, tenía los ojos cerrados, negándole el placer de contemplar su mirada zafiro. Sin embargo, sus labios exhibían esa sonrisa que tantas veces le aceleró los latidos en el pasado.
Terry mantuvo los ojos cerrados, y las manos quietas, a pura fuerza de voluntad. La inoportuna interrupción de la niña le hizo aterrizar de golpe. No era esa la manera en que pretendía hacer la declaración, pero el impacto sufrido le había privado de todo razonamiento.
Los segundos pasaban y ninguno de los dos hacía nada por disolver la situación. Ambos querían seguir disfrutando de la cercanía del otro. Sin embargo, el corretear de los niños en el patio terminó con la romántica atmósfera. A regañadientes, Terry permitió que ella se enderezara.
Con los pies bien puestos en el piso, Candy dio un paso atrás. El golpeteo de su corazón era tan fuerte que llegó a ser doloroso.
Terry se levantó también y el paso ganado por ella, fue recuperado por él. Frente a frente, con apenas unos centímetros entre ellos, Candy estuvo a punto de olvidar su palabra empeñada.
—¿Tienes sed? ¿Quieres… quieres más agua? —preguntó, y miró al vaso medio lleno, tratando de escapar del embrujo de los ojos zafiros.
—De ti, tengo sed de ti —murmuró él en un tono tan bajo y profundo que Candy quiso saciarla.
Él le miraba la boca y ella se humedeció los labios.
Terry estaba a punto de probar aquél sabor que, en un baile de mayo, se adhiriera a su ser; faltaba tan poco. Sus cuerpos no se tocaban, solo su rostro estaba bajando, acercándose con lentitud al de ella, dándole la oportunidad de apartarse. Se estaba comportando con la caballerosidad que le faltó aquella primera vez; y le estaba costando media vida.
Desde el umbral, bien pegadita a la pared, Pony observaba toda la escena. Constatando que el muchacho no precisaba ayuda, dio vuelta para regresar a la cama. Ella no había visto ni oído nada. Mientras caminaba por el pasillo, escuchó el crujido del cristal al romperse.
«Muy bien, joven Grandchester», pensó antes de cerrar la puerta de su habitación.
Continuará...
Capítulo 6—Sé mía para siempre, cásate conmigo.
—Terry… —Candice quiso decir algo más, pero la voz le falló. Los ojos se le anegaron y el dolor de la pérdida se acentuó en su corazón.
—Aquí está el agua. —Jasmine apareció por un costado y extendió el vaso, ofreciéndolo a la rubia.
Terrence salió de su trance y miró a la niña con ganas de pegarle una tunda. Ella pareció advertir que se encontraba en peligro porque, apenas entregó el vaso con agua, huyó de la estancia.
—Bebe un poco. —Con una mano, Candy lo tomó de la cabeza y con la otra acercó el vaso a los labios masculinos. El cuerpo le latía por todas partes, la propuesta de Terry se le había clavado en lo más profundo del alma.
Terry nunca fue enfermizo y en las contadas ocasiones que sufrió una gripe, no dejó que nadie lo tratara como a un moribundo. Sin embargo, estaba disfrutando cada segundo de las atenciones de la enfermera. La impresión había pasado y se sentía casi normal, no obstante, no sería él quien se lo dijera.
Bebió el agua, fingiendo que le costaba tragar el líquido. Simulando cansancio se recostó en el respaldo del sillón y cerró los ojos. Tomándose unos minutos para decidir el paso a seguir.
Candice lo observó con el ceño fruncido. El color estaba regresando a las mejillas de Terry, pero al parecer él seguía sintiéndose mal. Preocupada, se preguntó si padecería algún tipo de dolencia. Entonces recordó la enfermedad que llevó a la muerte a la actriz.
«¿Y si era contagiosa? ¿Y si ahora Terry también la tiene?».
El pensamiento le heló la sangre, haciendo que hasta olvidara su nerviosismo por la declaración anterior. La conciencia de que él pudiera estar padeciendo en silencio, algún tipo de enfermedad mortal, le robó las fuerzas, ocasionando que casi cayera sobre él con todo y vaso de agua.
Terrence la atrapó por el diafragma, evitando con eso que quedara tumbada sobre él, aunque no impidió que un poco de agua mojara su chaqueta.
—¿Puedo asumir que esto es un sí? —Atrevido, Terry deslizó los pulgares sobre las costillas de la joven. Una, dos, tres veces, continuaron deslizándose por la tela del vestido. Acariciando.
Candice no dijo nada, solo atinó a parpadear, como si con eso fuera a ser capaz de alejar el cúmulo de emociones que las palabras y el tacto de este hombre le están provocando.
Observó su rostro, tenía los ojos cerrados, negándole el placer de contemplar su mirada zafiro. Sin embargo, sus labios exhibían esa sonrisa que tantas veces le aceleró los latidos en el pasado.
Terry mantuvo los ojos cerrados, y las manos quietas, a pura fuerza de voluntad. La inoportuna interrupción de la niña le hizo aterrizar de golpe. No era esa la manera en que pretendía hacer la declaración, pero el impacto sufrido le había privado de todo razonamiento.
Los segundos pasaban y ninguno de los dos hacía nada por disolver la situación. Ambos querían seguir disfrutando de la cercanía del otro. Sin embargo, el corretear de los niños en el patio terminó con la romántica atmósfera. A regañadientes, Terry permitió que ella se enderezara.
Con los pies bien puestos en el piso, Candy dio un paso atrás. El golpeteo de su corazón era tan fuerte que llegó a ser doloroso.
Terry se levantó también y el paso ganado por ella, fue recuperado por él. Frente a frente, con apenas unos centímetros entre ellos, Candy estuvo a punto de olvidar su palabra empeñada.
—¿Tienes sed? ¿Quieres… quieres más agua? —preguntó, y miró al vaso medio lleno, tratando de escapar del embrujo de los ojos zafiros.
—De ti, tengo sed de ti —murmuró él en un tono tan bajo y profundo que Candy quiso saciarla.
Él le miraba la boca y ella se humedeció los labios.
Terry estaba a punto de probar aquél sabor que, en un baile de mayo, se adhiriera a su ser; faltaba tan poco. Sus cuerpos no se tocaban, solo su rostro estaba bajando, acercándose con lentitud al de ella, dándole la oportunidad de apartarse. Se estaba comportando con la caballerosidad que le faltó aquella primera vez; y le estaba costando media vida.
Desde el umbral, bien pegadita a la pared, Pony observaba toda la escena. Constatando que el muchacho no precisaba ayuda, dio vuelta para regresar a la cama. Ella no había visto ni oído nada. Mientras caminaba por el pasillo, escuchó el crujido del cristal al romperse.
«Muy bien, joven Grandchester», pensó antes de cerrar la puerta de su habitación.
Continuará...
Última edición por Jari el Miér Abr 25, 2018 1:48 pm, editado 2 veces