Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 3
En el consultorio del pueblo, la señorita Pony estaba de pie, platicando con otra de las pacientes mientras tomaba una fresca limonada; todo ante la atónita mirada de Jimmy. El muchacho iba blanco de la preocupación y cuando la iba a cargar para bajarla de la carreta, esta preguntó si Candy venía tras ellos. Al darle una respuesta negativa, la anciana se bajó sola, cual quinceañera sin achaques, y se metió al consultorio. Ni pizca de sofoco ni nada.
Los minutos pasaron y Candy no llegaba, entonces él externó su preocupación por ella y viendo que la anciana se encontraba mejor, decidió ir a buscarla.
—Señorita Pony, iré a ver porqué tarda tanto Candy.
La anciana accedió y él se dio la vuelta para ir a cumplir su cometido, no obstante, no había dado tres pasos cuando el revuelo ocasionado por la interlocutora de Pony lo hizo volverse. Asustado corrió a socorrer a la anciana, que era abanicada en el rostro con la mano de la otra mujer.
A su pesar, Jimmy concluyó que no podía dejar sola a la buena señora.
Los minutos pasaron y Candy no llegaba, entonces él externó su preocupación por ella y viendo que la anciana se encontraba mejor, decidió ir a buscarla.
—Señorita Pony, iré a ver porqué tarda tanto Candy.
La anciana accedió y él se dio la vuelta para ir a cumplir su cometido, no obstante, no había dado tres pasos cuando el revuelo ocasionado por la interlocutora de Pony lo hizo volverse. Asustado corrió a socorrer a la anciana, que era abanicada en el rostro con la mano de la otra mujer.
A su pesar, Jimmy concluyó que no podía dejar sola a la buena señora.
***
Terry iba en silencio, sin dedicarle una sola mirada; ni siquiera de soslayo. En cambio, ella no podía dejar de mirarlo. Esta sería, quizás, la última vez y quería guardarlo en su memoria con todo detalle.
No obstante, Terrence sí que la miraba. Solo que él era mejor disimulando. Gracias a eso pudo ser testigo del amor con que ella lo veía. Renovando con eso sus esperanzas.
Estaban llegando a la clínica cuando Jimmy iba saliendo con Pony del brazo.
Candice corrió a alcanzarlos, experimentando la mordida de la culpa. ¡Se había olvidado de ella!
—¿Señorita Pony, está bien? Perdón por retrasarme. —Candice la tomó de las manos, mostrando en su rostro lo afligida que se sentía.
—Estoy bien, hija.
Terrence miraba a la señorita Pony. Hasta ese momento la reconoció como la mujer que lo recibió durante una nevada, años atrás.
—¿Qué ha dicho el doctor? —Preguntó Candice.
Jimmy iba a contestar a la pregunta de su “jefe”, pero Pony se le adelantó.
—Reposo. Necesito mucho reposo por algunos días.
El muchacho pelirrojo frunció el ceño mas no dijo nada. Candice asintió en silencio, pensando en que no podía irse, y dejarla con la responsabilidad del hogar, cuando estaba visto que necesitaba descanso.
—Volveré con ustedes
—Pero, hija, no es necesario. Yo estoy bien, te lo prometo. —Mientras decía esas palabras, tosió un par de veces.
Convencida de que la mujer que la crio como una madre la necesita, Candice abandonó por completo su idea de volver a Chicago.
Terrence continuaba junto a ellos, observando en silencio el intercambio verbal de las mujeres, atento a la decisión de Candy; de eso dependía su siguiente paso.
—Me quedaré y me haré cargo de todo —afirmó, haciendo a un lado sus intereses.
Jimmy asintió, conforme con la decisión de la joven. Ayudó a Pony a subir a la carreta, pero antes de que pudiera agradecer al extraño la ayuda brindada, la anciana se le adelantó.
—Señor Grandchester, no baje su equipaje. —Terrence se quedó con las manos en su maleta, sorprendido de que la mujer recordara ese apellido—. Me ha prestado usted un servicio muy grande, lo menos que puedo hacer es brindarle un poco de hospitalidad —continuó la anciana, con esa sonrisa amable y ojos pequeños que le caracteriza.
—Yo… no quisiera importunar…
«Acepta, idiota, es tu oportunidad», apretó el agarre en la maleta, indeciso.
—De ninguna manera será una molestia. Los amigos de mi querida niña, siempre son bienvenidos en nuestro humilde hogar.
Candice miraba de Terrence a la anciana y viceversa. El ofrecimiento de Pony le causó tanta sorpresa que ni siquiera tuvo tiempo de hilvanar una excusa para evitar ese desastre.
Antes de dar una respuesta, Terry miró a Candy. Ella estaba igual de sorprendida que él. Y eso era bueno y malo. Bueno, porque podía aprovechar la circunstancia para un acercamiento. Y malo, porque eso le daba indicios de que ella no pensaba en un reencuentro más allá de este breve intercambio. Sin embargo, no iba a amilanarse. Vino con un objetivo y no se iría hasta no haber agotado todas las posibilidades.
—Agradezco su amable ofrecimiento, y puesto que no es de caballeros desairar a una dama, acepto su invitación.
Candy ahogó un gemido de angustia.
¿Cómo iba a poder cumplir con su palabra, teniendo a Terry bajo su mismo techo?
¿Qué iba a hacer ahora?
continuará...No obstante, Terrence sí que la miraba. Solo que él era mejor disimulando. Gracias a eso pudo ser testigo del amor con que ella lo veía. Renovando con eso sus esperanzas.
Estaban llegando a la clínica cuando Jimmy iba saliendo con Pony del brazo.
Candice corrió a alcanzarlos, experimentando la mordida de la culpa. ¡Se había olvidado de ella!
—¿Señorita Pony, está bien? Perdón por retrasarme. —Candice la tomó de las manos, mostrando en su rostro lo afligida que se sentía.
—Estoy bien, hija.
Terrence miraba a la señorita Pony. Hasta ese momento la reconoció como la mujer que lo recibió durante una nevada, años atrás.
—¿Qué ha dicho el doctor? —Preguntó Candice.
Jimmy iba a contestar a la pregunta de su “jefe”, pero Pony se le adelantó.
—Reposo. Necesito mucho reposo por algunos días.
El muchacho pelirrojo frunció el ceño mas no dijo nada. Candice asintió en silencio, pensando en que no podía irse, y dejarla con la responsabilidad del hogar, cuando estaba visto que necesitaba descanso.
—Volveré con ustedes
—Pero, hija, no es necesario. Yo estoy bien, te lo prometo. —Mientras decía esas palabras, tosió un par de veces.
Convencida de que la mujer que la crio como una madre la necesita, Candice abandonó por completo su idea de volver a Chicago.
Terrence continuaba junto a ellos, observando en silencio el intercambio verbal de las mujeres, atento a la decisión de Candy; de eso dependía su siguiente paso.
—Me quedaré y me haré cargo de todo —afirmó, haciendo a un lado sus intereses.
Jimmy asintió, conforme con la decisión de la joven. Ayudó a Pony a subir a la carreta, pero antes de que pudiera agradecer al extraño la ayuda brindada, la anciana se le adelantó.
—Señor Grandchester, no baje su equipaje. —Terrence se quedó con las manos en su maleta, sorprendido de que la mujer recordara ese apellido—. Me ha prestado usted un servicio muy grande, lo menos que puedo hacer es brindarle un poco de hospitalidad —continuó la anciana, con esa sonrisa amable y ojos pequeños que le caracteriza.
—Yo… no quisiera importunar…
«Acepta, idiota, es tu oportunidad», apretó el agarre en la maleta, indeciso.
—De ninguna manera será una molestia. Los amigos de mi querida niña, siempre son bienvenidos en nuestro humilde hogar.
Candice miraba de Terrence a la anciana y viceversa. El ofrecimiento de Pony le causó tanta sorpresa que ni siquiera tuvo tiempo de hilvanar una excusa para evitar ese desastre.
Antes de dar una respuesta, Terry miró a Candy. Ella estaba igual de sorprendida que él. Y eso era bueno y malo. Bueno, porque podía aprovechar la circunstancia para un acercamiento. Y malo, porque eso le daba indicios de que ella no pensaba en un reencuentro más allá de este breve intercambio. Sin embargo, no iba a amilanarse. Vino con un objetivo y no se iría hasta no haber agotado todas las posibilidades.
—Agradezco su amable ofrecimiento, y puesto que no es de caballeros desairar a una dama, acepto su invitación.
Candy ahogó un gemido de angustia.
¿Cómo iba a poder cumplir con su palabra, teniendo a Terry bajo su mismo techo?
¿Qué iba a hacer ahora?
Capítulo 4
Última edición por Jari el Lun Abr 23, 2018 10:13 pm, editado 2 veces