Salve bel avversari, mi tercer día de combate .
—Preciosa Nerd, te traje Gelato —aparece Terry con tres grandes conos de helado.
—Estoy iniciando el ataque, Terrence —Maia aún molesta le espeta
—Vamos, sólo por un pequeño descuido no te vas a enojar
—Estoy combatiendo por ti y no tuviste la delicadeza de traerme un postre
—Nerd sé que fui desconsiderado, por eso traje tres sabores y todos al estilo italiano: frutti del bosco, tiramisù y cappuccino. Quale ti piace? (¿Cuál prefieres?)
—¿No traes sabor “Bombón inglés”? ese si me lo como completo —con sonrisa traviesa le pregunta
Terry ruede los ojos
—Compartiremos los tres con Luana y Andreia —responde sin hacer mucha caso a la insinuación.
—Va bene, va bene, compartiré mi postre
Nuevamente me interrumpen. Como les decía. En este día el ataque será escrito y en honor a la bellissima amazona del trueno, y hablando de postres, les dejo “Süße Verführung”que es igual a “Dulce seducción”. Aquí tu postre mia cara amica Luana .
—Otra vez contando intimidades
A presto
By Maia Moretti (Gissa)
Un muy característico sonido “Cucú” se dejo escuchar, marcando que una exacta hora había transcurrido. Las dos de la madrugada era lo que anunció aquel antiguo reloj de aquella pared, de aquella casa casi tan antigua como el reloj. Otro día más habitando en esa bella mansión de al menos dos generaciones de Grandchester, y a pesar del esplendor que rodeaba aquel sitio, todo se estaban convirtiendo en un verdadero fastidio para alguien tan inquieta, pero también tan acostumbrada a poder moverse libremente como ella, quien se la vivía viajando de un lado a otro o completamente ocupada en sus entrenamientos.
La chica alemana se encontraba cómodamente recostada en aquel sillón individual, pero tan grande que casi cabía una familia de cuatro todos juntos, y tan mullido que una almohada de plumas le daría pena estar cerca de el. Luana giro su rostro hacia el gran ventanal con vista hacia el perfecto jardín para contemplar la quietud de la noche. Su cosmo se hallaba tranquilo, sabia que ningún ser hostil se encontraba ni siquiera a diez kilómetros a la redonda, pero tampoco sentía los cosmos de su compañeras, a quienes ya extrañaba y sólo era un día sin ellas, al día siguiente ya estarían de regreso, sin embrago tanto tiempo de convivencia las hacia casi como sus hermanas, además las tres se comprendían y compenetraban, pues sabían perfectamente que era forjarse en la, y para la batalla, en pocas palabras eran cómplices. Además esa tranquilidad a la que se veían expuestas no era de su total agrado y sin ellas para entretenerse mientras vigilaba, el sentimiento de encierro le llegaba con mayor fuerza.
Luana regreso su mirada al libro que tenía entre sus manos, de eso no podía quejarse, leer era uno de esos pequeños grades placeres que podía permitirse en aquel lugar, fuera de la Fundación Kido, donde todo era combate, batalla y estar preparadas para la siguiente tarea; tan así, que a pesar de tener asignada una misión especial, en ese momento se encontraba como única guardia de su querido Liath, tanto Andreia como Maia habían tenido que salir a encargos urgentes, una hacia Rusia, la otra a un sitio desconocido donde sus habilidades curativas habían sido requeridas de inmediato.
Fue en ese instante cuando sus sentidos se agudizaron, haciendo que dejara de divagar. Su “hermosa misión” se había despertado. Se le sentía tranquilo en la habitación de arriba de la casa. Cierto era que no necesitaban estar ni a diez metros para sentir el peligro, pero era tan bello y placentero incordiar a aquel guapo hombre, además de tan agradable estar en su presencia, que ¿quien iba a evitar querer estar juntito a él en todo momento? Y si se podía ver un poco más de lo que a diario mostraba, como Andreia había aprovechado; o disfrutar de poder acariciarlo como Maia, ¿por qué negarse ese placer? Luana sonrió amplio, ella también tendría su momento, claro que lo tendría.
La joven castaña cerro lo ojos para sentirlo mejor, para captar mejor el cosmo de su Liath. Casi podía verlo levantarse de su cómoda cama, caminar sobre la esponjada alfombra de lana que cubría su amplia habitación. Moverse con ese felino andar, con su incorregible toque de arrogancia, mezclado con elegancia, que en todas, y algunos todos, quienes lo veían provocaba sentirse atraídos a él, como un niño en una dulcería, sólo que Terrence Grandchester no seria cualquier golosina, no, él sería un postre exclusivo de un tienda de productos gourmet, como la Méert*, en París, establecimiento el cual Andreia halagaba sin cesar y cuyos deliciosos postres se deshacían de sabor en el paladar. Sí, definitivamente así es como Terrence era percibido, como un exquisito manjar imposible de no tentar a quien lo contemple.
Luana lo veía caminando, detenerse, sobarse detrás de los hombros, despejarse el cabello que le cubría parcialmente la cara; claro que eso no lo podía sentir por el cosmo, pero era tan precioso imaginarlo, como imposible evitar hacerlo.
Luego lo vio salir de su habitación, y ahora si dejo de imaginar para escuchar claramente como sus descalzos pies bajaban por los escalones recubiertos de fina madera. La amazona del trueno se hizo pequeña, para no verse cuando él paso a unos metro por detrás del sillón donde ella se encontraba, quería seguir sintiéndolo e imaginándolo a su antojo. “Ira a tomar un poco de agua, o leche.” Pensó la joven, quien intentó regresar a su lectura para parecer menos obvio si era vista en aquel lugar, en cuanto a sus pensamientos se refería.
Sabiendo que no había peligro cerca y que Terry andaba rondando se dejo absorber por lo que su mente seguía reproduciendo, sobre su Liath recorriendo la estancia y sus pies descalzos andando de aquí para allá; eso sí, siempre alerta, las tres se habían jurado jamás volver a bajar la guardia como aquel terrible día donde los cuatro fueron atacados y él terriblemente herido.
Sólo un par de minutos se sucedieron cuando la realidad empezó a ser mejor que su imaginación, ya que suaves y extasiantes notas de un piano comenzaron a inundar toda la residencia, primero como sencillos compases tocados con aparente descuido, luego como jugueteos de dedos inquietos, para terminar con una melodía conocida, muy conocida y pocas veces escuchadas únicamente en piano “Dance of the sugar plum fiare”, del proclamado ballet “El Cascanueces.”
Las elocuentes pero lentas notas iniciaron su danza con los dedos de Terry, esa idea produjo en la amazonas del trueno la inevitable necesidad de levantarse y dirigirse hacia la sala de música. Como si la Méert estuviese abierta y regalando su mejor postre, se encamino decidida hacia donde sabia le encontraría. Sus pasos iban al ritmo que las magistrales manos de Terry marcaban, casi se sentía como la “prima ballerina” que seguía la música de Tchaikovsky, y con delicados pasos se escabullía por el lugar sin apenas tocar el suelo. Para su regocijo, en efecto, las puertas estaban completamente abiertas, pero ella no quería inmiscuirse de repente en ese momento, quería disfrutar de ese preámbulo donde sólo eran ella, la música y el postre, perdón, y Terry. Así que se acerco de apoco para recargar su espalda sobre la fría pared que se encontraba enmarcando un costado de la puerta, dejándose invadir por aquellos bellos sonidos y embelesada por lo que escuchaba. “Si esas manos producen eso en un instrumento musical, ¿qué podrán producir en ciertas zonas del cuerpo?”, fue el inquietante pensamiento de Luana, quien mordiéndose el labio se atrevió por fin a mirar.
Todo lo que su mente había reconstruido sobre bailes, hadas, ballet y postres, se borrara en un santiamén, menos lo último, pues ahora concentrándose en ese latente pensamiento sobre Terry, sus manos, instrumentos y cuerpo, se centraba en la imagen frente a ella: su hermoso Liath iba sin camisa, sin playera, sin camiseta, vamos que su torso se podía completar en todo su esplendor, tan bellamente cincelado que cortaba la respiración y provocaba que cualquiera amazona por más entrenada que estuviese bajara la guardia casi al completo.
No es que Luana no hubiese visto muchos cuerpos masculinos muy bien formados antes, tan sólo su primo Aioria era un ejemplo de ello, amen del resto de los esculturales caballeros que solían rodearla, pero Terry, Terrence “delicioso bombón inglés” Grandchester, era otra cosa, como mademoiselle Letellier decía, ese hombre había sido esculpido por los dioses. “La próxima vez le preguntare a Athena si ella colaboro.” Se dijo como nota mental la alemana.
La visión era sorprendente, Terry ante aquel piano de cola, concentrado en la partitura que su mente le dictaba, seguramente aprendida muchos años atrás durante sus varias lecciones. Las manos desplazándose con esa mezcla de delicadez y fuerza, debido a que el ritmo así lo marcaba, pero con contundencia y energía. Además se le podía apreciar envuelto por la tenue luz del lugar y abrigado por la obscuridad que el ventanal tras de él ofrecía como un marco para aquel bello espectáculo.
Así hubiese seguido Luana por un tiempo indefinido, sencillamente admirándolo, sino es porque se vio descubierta en medio de aquel embeleso, lo cual noto hasta que el sonido del piano se mezclo con la masculina voz de barítono de Terrence.
—Chispita, disculpa si te desperté —fue lo que dijo Terry sin dejar de tocar.
¿Cuánto tiempo estuvo sin hablar?, era una pregunta que seguiría sin respuesta, y que a Luana no le interesaba en lo mínimo responder, pero cuando se dio cuenta del gran silencio que lleno ese espacio incontable de tiempo al fin su voz logró encontrar salida.
—De hecho están despierta leyendo —mostró el libro que aún una de sus manos sostenía.
—¿Te gusta el ballet? —Terry inquirió sólo por hacer conversación— Por un extraña razón estaba soñando con esta canción, ni siquiera recuerdo el sueño, sólo la música. Así que cuando baje por un vaso con agua no pude evitar entrar aquí y comenzar a tocar.
Pero si la pequeña amazona también deseaba tocar, pero no precisamente el piano, no, ella quería tocar otro instrumento que sabia en ese instante el piano cubría.
—Alguna novia, o un affair con alguna bailarina habrás recordado —hablo la chica para liberar sus emociones.
—Jajaja, no, ninguna. Hasta ahora —carcajeo seguido por esa rápida respuesta y sus dedos revoloteado por las teclas, con la misma melodía que ya repetía por tercera ocasión.
—¿Hasta ahora?, eso quiere decir que si te gustaría —la chica alemana expresó aquello con un ligero tono de reproche imperceptible para oídos desconocidos.
—No lo sé. Nunca me había planteado la idea —respondió con honestidad—. ¿A ti te gustaría un bailarín?
—Preferiría un Caballero —la amazona por supuesto que no se inquietaría ante la idea de Terry y una bailarina de ballet, menos porque ella podría tener a un caballero de oro.
—Obvio, y dorado de seguro —con un tono juguetón habló Terry.
—No estaría mal.
Terrence mirándola, y charlando tan plácidamente resultaba un mejor espectáculo todavía. Viéndose sencillamente arrebatador, como una tentación muy difícil a la cual no ceder. “El Méert está abierto y regalando su mejor postre.” Se dijo para su fuero interno la joven. Si sus amigas ya habían cedido a la tentación, ¿por qué ella no? Incordiar y disfrutar un poco, o un mucho, de su Liath seria la cosa mas divertida, sensual y placentera que haría en esos momentos, además, no sabia cuando más volvería a encontrase a solas con él.
Terry comenzó una nueva melodía, en el mismo tono alegre que la anterior, permitiendo que sus dedos se desplazaran a mayor velocidad por aquellas teclas de marfil y ébano. “Alla Turca” de Mozart, fue esta segunda elección que el joven interpretaba con ávida diversión.
Mientras la joven alemana inicio su camino de la puerta hasta el piano, con pasos que le hacían honor a su signo, completamente leoninos, tan decidida iba que como buena cazadora ya se comenzaba a relamer los labios ante la presa que ya creía segura. En cambio el hermoso británico ni cuenta se daba concentrado en seguir aquella alegre pero complicada combinación de sonidos, los cuales iba recordando según avanzaban sus dedos.
—Pero, ¿sabes que me gustaría más? —la amazona del trueno pregunto casual a medio metro de distancia.
—¿No te gusta esta música?, mira que es de mi mejor repertorio —olvidando el contexto de la anterior conversación sobre caballeros dorados, Terry comento.
—Hablaba sobre que es lo que prefiero antes que caballeros dorados.
—Ah, eso. Mejor dime si te gustaría que toque algo en particular.
—Que tal si tocas algo, menos alegre... más lento.
—¿Lento? —Terry levanto la vista para encontrar a su Chispita con una mirada de lobo hambriento, y haciéndolo sentir a él como la ansiada comida que tanto esperaba.
—Sí, algo que encienda los sentidos —Luana dijo aquello prácticamente recostándose sobre aquel maravilloso piano.
—¿Y eso cómo es? —le cuestionó Liath algo intrigado, pues su Chispita no era del tipo acosador como su Bruja, y ni que decir de su Nerd.
—Sería algo así como “Für Elise”.
—Beethoven.
—Por supuesto, un compatriota. Además esa melodía siempre me ha parecido muy sensual.
—¿En serio?
Para este momento, con la Hoffman recostada parcialmente en el piado, mirándolo intensamente, sonriendo y pidiendo música sensual Terry creyó que no había sido nada conveniente bajar sin camisa, pero no era su culpa que hiciese mucho calor, además tampoco se suponía que alguien debería de estar ahí en la estancia a esa hora de la madrugada.
—Creo que ya es hora de ir a dormir —opto por ser cortes y emprender una glacial huida, porque graciosa no seria. Sin embargo, antes de que se levantara de su asiento:
—¿Te niegas a tocar para mí? —de un salto se levanto la amazona.
—“Y ahí está Chispita, entendiéndose a la menor provocación” —pensó con diversión el castaño —. No me niego, sólo no creo que sea la hora adecuada.
—Liath, primero me despiertas, luego me inquietas y ahora no puedes tardar unos minutos más en el piano —Luana frustrada porque sus planes al parecer no se realizarían, y dejaría de ver el torso desnudo de tan bello ejemplar, hablo con evidente molestia.
—Ya estabas despierta, no te desperté —al ver los ojos achicaos de la joven alemana Terry no sabia si estar antojado, divertido o asustado, por lo que opto por seguir con aquel juego—. De acuerdo, “Für Elise” para ti.
La música inicio, tan bella, tan lenta, tan sensual como Luana aseguraba. Pero ella ya no estaba con ánimos para seguir con eso de coquetear, así que simplemente hizo lo que sabia hacer mejor, atacar. El primer crescendo daba inicio cuando Luana aventó el libro sobre en algún sitio insignificante del amplio salón.
—Mein reizvoll, ¿qué no tienes frío sin camisa?
—De hecho no tenía, pero esa es una buena razón para... —la frase jamás fue concluida.
—Para que te abrace. También lo creo.
Así como lo dijo lo ejecuto, a velocidad amazona ya estaba sobre de él en la banca frente al piano, abrazándolo completamente, sin dejar espacio entre ellos. La impulsividad de un león la llevo hasta ese lugar.
—No tengo tanto frío —de inmediato dijo Terry sin estar seguro de en que momento la joven había llegado hasta sus piernas.
—Du bist wunderschön! (eres precioso) —piropeo Luana mirándolo con intensidad.
—Eso han dicho, gracias.
—¿Sabes? “Du hast mir ein Lächeln auf das Gesicht gezaubert”
—Eso sí no lo entendí, y creo que mejor no lo hago.
Terry se removía ligeramente con toda intensión de alejarla un poco, cosa imposible cuando la guapa joven estaba sentada sobre de él y con los brazos envolviendo su torso.
—Dije que: haces que una sonrisa se dibuje en mi cara.
—Gracias de nuevo. Creo —fue la escueta repuesta.
Luana se recargo en Terry, acomodando su cabeza sobre el ancho hombro masculino, repegándose más a él. Mientras el hermoso británico ya comenzaba a temblar ante la idea de tener a su Chispita, ahí, encima suyo y a su disposición, sólo que no estaba seguro el motivo de su ligero temblor, podría ser de ansia, de deseo o de temor por no saber lo que esperar de ese explosiva chica.
Por su parte la amazona no desperdicio la oportunidad, dejo resbalar su mano por todo el costado del británico con increíble lentitud y a toda consciencia sin siquiera tocarlo, y volvió a subirla con una suave caricia de sus uñas por aquella piel bronceada. Con esos toques tan delicados y parsimoniosos que por un instante dejaron sin respiración a Terrence, incapaz de saber como reaccionar en aquel instante, ni a donde colocar sus manos, incluso por su mente paso la idea de seguir tocando el piano, pero no lo creyó lo más apropiado. Además tampoco se concentraría en absoluto con esa dulce tentación en sus piernas.
La chica, con su acostumbrada impulsividad, volvió a pasar la mano por aquel esculpido torso, pero esta vez su toque tuvo un poco más de presión, y más hasta tocar por completo al subir por aquella cálida piel. Y subió más la mano hasta instalarla en la mejilla de Terry. Todo eso lo realizaba la joven mientras respiraba pausadamente sobre su cuello, inhalando su aroma y dejando al hermosos actor en el mismo tono de indescriptible sensualidad. La mano de Luana siguió subiendo hasta alcanzar el largo cabello castaño para juguetear con el.
—Schatz (tesoro), ¿te he dicho que me gustas tu cabello?
—Un par de veces —la voz de Terence se escucho ligeramente ronca.
Con ese último toque, más la respiración siempre pausada de la joven, Terry también ya sentía que el pulso comenzaba a acelerarse, así como su pulmones a necesitar de mayor cantidad de oxigeno. Sus tres chicas iban a terminar por matarlo si continuaban con esos juegos, fue lo que a medias su cerebro le dijo en medio de ese embrujo de sensaciones.
Luana se estrecho más, cosa casi imposible.
—Creo que así podemos entrar en calor los dos.
—Demasiado calor —se dejo oír en un ronco susurro.
Fue cuando la mano derecha de Terry busco la izquierda de ella que seguí entretenida con las hebras castañas. Cuando la alcanzó entre lazo los dedos, ambas manos firmemente agarradas. Con un recorrido igual de lento que el que ella hiciera para recorrerle el torso desnudo un par de veces, el condujo su mano, deslizándola suave por su propio rostro, hasta situarla sobre sus labios y depositar un sutil aleteo de mariposa sobre la blanca y femenina extremidad, con lo que Luana saco el rostro para observarlo y perderse en ese singular par de ojos marinos que la observaban con profundidad, ella perdió el habla, la respiración e incluso el raciocinio por unos segundos. Terry volvió a repetir la acción, otro sutil beso en el dorso, sin dejar de mirarla con los ojos un tanto oscurecidos, como los de ella.
Terrence lo supo, ese tenía que ser el momento adecuado, no tendría otra oportunidad. De un sopetón se levanto apenas evitando la caída estruendosa de la joven por la mano que ya tenía agarrada previamente. Luego, con su mejor sonrisa la soltó y se incorporó tal alto era.
—Lo siento Chispita, pero la función ha terminado por hoy —diciendo aquello levantó una de sus piernas para librar el banco que se había ido hacia atrás al levantarse tan abruptamente.
Luana se incorporó en el acto con los ojos completamente abiertos ante el repentino cambio que había tenido toda la situación.
—Mein reizvoll, estabas dispuesto a tirarme —primero con enojo, luego con diversión continuó hablando—. Pero sabes, yo no estaría tan segura de que esto haya terminado, aún no sabemos cuanto tiempo nos quedaremos contigo.
Diciendo aquello la castaña se acero a él, tomándole por el cuello con ambas manos y depositando un sutil beso muy cerca de la comisura de los apetecibles labios masculinos.
—Te deseó una linda noche, espero sueñes conmigo, reizvoll. Bis bald (hasta pronto).
Luana se encaminó hacia la salida, mientras más que contenta pensaba “Ya quiero que la Méert vuelva a abrir, porque me quede a la mitad de mi postre.”
Por su parte Terrence se quedo completamente sorprendió cuando la vio irse tan campante; coloco sus manos en jarras y negó con la cabeza en repetías ocasiones, mas con la intensión de despejarse que de negar verdaderamente. Lo habían vuelo a hacer, y ahora la pequeña Chispita. de la única que se había sentido a salvo, ahora resultaba que también había entrado en ese modo acosador, bueno su Nerd desde que la conoció había estado en ese modo y su Bruja, también, aunque de manera sutil. Que su Chispita se les uniera no seria nada bueno.
—¿Cómo sobrevive a estas dulces seducciones?— se pregunto el británico— Chispita, Chispita, eras más explosiva de lo que creí. Pero también tú me las pagaras, tarde que temprano, me las pagarás.
Después de aquello miro el reloj, ya eran cerca de las cuatro de la madrugada. Evaluó sus posibilidades. Subir y dormir, quedarse a seguir tocando el piano. Sólo subir por una cómoda playera. Luego recordó que sus otras dos chicas llegarían a primeras horas del amanecer. Una sonrisa muy picara junto con un brillo malicioso apareció en su apuesto rostro. La guerra sería sin tregua y el comenzaría el contraataque en ese preciso instante.
*Méert, es un restaurante y tienda de dulcería y postres finos fundada en 1761 en Paris, Francia, famosa por su gran variedad de postres, galletas y chocolates de fina repostería.
—Preciosa Nerd, te traje Gelato —aparece Terry con tres grandes conos de helado.
—Estoy iniciando el ataque, Terrence —Maia aún molesta le espeta
—Vamos, sólo por un pequeño descuido no te vas a enojar
—Estoy combatiendo por ti y no tuviste la delicadeza de traerme un postre
—Nerd sé que fui desconsiderado, por eso traje tres sabores y todos al estilo italiano: frutti del bosco, tiramisù y cappuccino. Quale ti piace? (¿Cuál prefieres?)
—¿No traes sabor “Bombón inglés”? ese si me lo como completo —con sonrisa traviesa le pregunta
Terry ruede los ojos
—Compartiremos los tres con Luana y Andreia —responde sin hacer mucha caso a la insinuación.
—Va bene, va bene, compartiré mi postre
Nuevamente me interrumpen. Como les decía. En este día el ataque será escrito y en honor a la bellissima amazona del trueno, y hablando de postres, les dejo “Süße Verführung”que es igual a “Dulce seducción”. Aquí tu postre mia cara amica Luana .
—Otra vez contando intimidades
A presto
Süße Verführung (Dulce seducción)
By Maia Moretti (Gissa)
Un muy característico sonido “Cucú” se dejo escuchar, marcando que una exacta hora había transcurrido. Las dos de la madrugada era lo que anunció aquel antiguo reloj de aquella pared, de aquella casa casi tan antigua como el reloj. Otro día más habitando en esa bella mansión de al menos dos generaciones de Grandchester, y a pesar del esplendor que rodeaba aquel sitio, todo se estaban convirtiendo en un verdadero fastidio para alguien tan inquieta, pero también tan acostumbrada a poder moverse libremente como ella, quien se la vivía viajando de un lado a otro o completamente ocupada en sus entrenamientos.
La chica alemana se encontraba cómodamente recostada en aquel sillón individual, pero tan grande que casi cabía una familia de cuatro todos juntos, y tan mullido que una almohada de plumas le daría pena estar cerca de el. Luana giro su rostro hacia el gran ventanal con vista hacia el perfecto jardín para contemplar la quietud de la noche. Su cosmo se hallaba tranquilo, sabia que ningún ser hostil se encontraba ni siquiera a diez kilómetros a la redonda, pero tampoco sentía los cosmos de su compañeras, a quienes ya extrañaba y sólo era un día sin ellas, al día siguiente ya estarían de regreso, sin embrago tanto tiempo de convivencia las hacia casi como sus hermanas, además las tres se comprendían y compenetraban, pues sabían perfectamente que era forjarse en la, y para la batalla, en pocas palabras eran cómplices. Además esa tranquilidad a la que se veían expuestas no era de su total agrado y sin ellas para entretenerse mientras vigilaba, el sentimiento de encierro le llegaba con mayor fuerza.
Luana regreso su mirada al libro que tenía entre sus manos, de eso no podía quejarse, leer era uno de esos pequeños grades placeres que podía permitirse en aquel lugar, fuera de la Fundación Kido, donde todo era combate, batalla y estar preparadas para la siguiente tarea; tan así, que a pesar de tener asignada una misión especial, en ese momento se encontraba como única guardia de su querido Liath, tanto Andreia como Maia habían tenido que salir a encargos urgentes, una hacia Rusia, la otra a un sitio desconocido donde sus habilidades curativas habían sido requeridas de inmediato.
Fue en ese instante cuando sus sentidos se agudizaron, haciendo que dejara de divagar. Su “hermosa misión” se había despertado. Se le sentía tranquilo en la habitación de arriba de la casa. Cierto era que no necesitaban estar ni a diez metros para sentir el peligro, pero era tan bello y placentero incordiar a aquel guapo hombre, además de tan agradable estar en su presencia, que ¿quien iba a evitar querer estar juntito a él en todo momento? Y si se podía ver un poco más de lo que a diario mostraba, como Andreia había aprovechado; o disfrutar de poder acariciarlo como Maia, ¿por qué negarse ese placer? Luana sonrió amplio, ella también tendría su momento, claro que lo tendría.
La joven castaña cerro lo ojos para sentirlo mejor, para captar mejor el cosmo de su Liath. Casi podía verlo levantarse de su cómoda cama, caminar sobre la esponjada alfombra de lana que cubría su amplia habitación. Moverse con ese felino andar, con su incorregible toque de arrogancia, mezclado con elegancia, que en todas, y algunos todos, quienes lo veían provocaba sentirse atraídos a él, como un niño en una dulcería, sólo que Terrence Grandchester no seria cualquier golosina, no, él sería un postre exclusivo de un tienda de productos gourmet, como la Méert*, en París, establecimiento el cual Andreia halagaba sin cesar y cuyos deliciosos postres se deshacían de sabor en el paladar. Sí, definitivamente así es como Terrence era percibido, como un exquisito manjar imposible de no tentar a quien lo contemple.
Luana lo veía caminando, detenerse, sobarse detrás de los hombros, despejarse el cabello que le cubría parcialmente la cara; claro que eso no lo podía sentir por el cosmo, pero era tan precioso imaginarlo, como imposible evitar hacerlo.
Luego lo vio salir de su habitación, y ahora si dejo de imaginar para escuchar claramente como sus descalzos pies bajaban por los escalones recubiertos de fina madera. La amazona del trueno se hizo pequeña, para no verse cuando él paso a unos metro por detrás del sillón donde ella se encontraba, quería seguir sintiéndolo e imaginándolo a su antojo. “Ira a tomar un poco de agua, o leche.” Pensó la joven, quien intentó regresar a su lectura para parecer menos obvio si era vista en aquel lugar, en cuanto a sus pensamientos se refería.
Sabiendo que no había peligro cerca y que Terry andaba rondando se dejo absorber por lo que su mente seguía reproduciendo, sobre su Liath recorriendo la estancia y sus pies descalzos andando de aquí para allá; eso sí, siempre alerta, las tres se habían jurado jamás volver a bajar la guardia como aquel terrible día donde los cuatro fueron atacados y él terriblemente herido.
Sólo un par de minutos se sucedieron cuando la realidad empezó a ser mejor que su imaginación, ya que suaves y extasiantes notas de un piano comenzaron a inundar toda la residencia, primero como sencillos compases tocados con aparente descuido, luego como jugueteos de dedos inquietos, para terminar con una melodía conocida, muy conocida y pocas veces escuchadas únicamente en piano “Dance of the sugar plum fiare”, del proclamado ballet “El Cascanueces.”
Las elocuentes pero lentas notas iniciaron su danza con los dedos de Terry, esa idea produjo en la amazonas del trueno la inevitable necesidad de levantarse y dirigirse hacia la sala de música. Como si la Méert estuviese abierta y regalando su mejor postre, se encamino decidida hacia donde sabia le encontraría. Sus pasos iban al ritmo que las magistrales manos de Terry marcaban, casi se sentía como la “prima ballerina” que seguía la música de Tchaikovsky, y con delicados pasos se escabullía por el lugar sin apenas tocar el suelo. Para su regocijo, en efecto, las puertas estaban completamente abiertas, pero ella no quería inmiscuirse de repente en ese momento, quería disfrutar de ese preámbulo donde sólo eran ella, la música y el postre, perdón, y Terry. Así que se acerco de apoco para recargar su espalda sobre la fría pared que se encontraba enmarcando un costado de la puerta, dejándose invadir por aquellos bellos sonidos y embelesada por lo que escuchaba. “Si esas manos producen eso en un instrumento musical, ¿qué podrán producir en ciertas zonas del cuerpo?”, fue el inquietante pensamiento de Luana, quien mordiéndose el labio se atrevió por fin a mirar.
Todo lo que su mente había reconstruido sobre bailes, hadas, ballet y postres, se borrara en un santiamén, menos lo último, pues ahora concentrándose en ese latente pensamiento sobre Terry, sus manos, instrumentos y cuerpo, se centraba en la imagen frente a ella: su hermoso Liath iba sin camisa, sin playera, sin camiseta, vamos que su torso se podía completar en todo su esplendor, tan bellamente cincelado que cortaba la respiración y provocaba que cualquiera amazona por más entrenada que estuviese bajara la guardia casi al completo.
No es que Luana no hubiese visto muchos cuerpos masculinos muy bien formados antes, tan sólo su primo Aioria era un ejemplo de ello, amen del resto de los esculturales caballeros que solían rodearla, pero Terry, Terrence “delicioso bombón inglés” Grandchester, era otra cosa, como mademoiselle Letellier decía, ese hombre había sido esculpido por los dioses. “La próxima vez le preguntare a Athena si ella colaboro.” Se dijo como nota mental la alemana.
La visión era sorprendente, Terry ante aquel piano de cola, concentrado en la partitura que su mente le dictaba, seguramente aprendida muchos años atrás durante sus varias lecciones. Las manos desplazándose con esa mezcla de delicadez y fuerza, debido a que el ritmo así lo marcaba, pero con contundencia y energía. Además se le podía apreciar envuelto por la tenue luz del lugar y abrigado por la obscuridad que el ventanal tras de él ofrecía como un marco para aquel bello espectáculo.
Así hubiese seguido Luana por un tiempo indefinido, sencillamente admirándolo, sino es porque se vio descubierta en medio de aquel embeleso, lo cual noto hasta que el sonido del piano se mezclo con la masculina voz de barítono de Terrence.
—Chispita, disculpa si te desperté —fue lo que dijo Terry sin dejar de tocar.
¿Cuánto tiempo estuvo sin hablar?, era una pregunta que seguiría sin respuesta, y que a Luana no le interesaba en lo mínimo responder, pero cuando se dio cuenta del gran silencio que lleno ese espacio incontable de tiempo al fin su voz logró encontrar salida.
—De hecho están despierta leyendo —mostró el libro que aún una de sus manos sostenía.
—¿Te gusta el ballet? —Terry inquirió sólo por hacer conversación— Por un extraña razón estaba soñando con esta canción, ni siquiera recuerdo el sueño, sólo la música. Así que cuando baje por un vaso con agua no pude evitar entrar aquí y comenzar a tocar.
Pero si la pequeña amazona también deseaba tocar, pero no precisamente el piano, no, ella quería tocar otro instrumento que sabia en ese instante el piano cubría.
—Alguna novia, o un affair con alguna bailarina habrás recordado —hablo la chica para liberar sus emociones.
—Jajaja, no, ninguna. Hasta ahora —carcajeo seguido por esa rápida respuesta y sus dedos revoloteado por las teclas, con la misma melodía que ya repetía por tercera ocasión.
—¿Hasta ahora?, eso quiere decir que si te gustaría —la chica alemana expresó aquello con un ligero tono de reproche imperceptible para oídos desconocidos.
—No lo sé. Nunca me había planteado la idea —respondió con honestidad—. ¿A ti te gustaría un bailarín?
—Preferiría un Caballero —la amazona por supuesto que no se inquietaría ante la idea de Terry y una bailarina de ballet, menos porque ella podría tener a un caballero de oro.
—Obvio, y dorado de seguro —con un tono juguetón habló Terry.
—No estaría mal.
Terrence mirándola, y charlando tan plácidamente resultaba un mejor espectáculo todavía. Viéndose sencillamente arrebatador, como una tentación muy difícil a la cual no ceder. “El Méert está abierto y regalando su mejor postre.” Se dijo para su fuero interno la joven. Si sus amigas ya habían cedido a la tentación, ¿por qué ella no? Incordiar y disfrutar un poco, o un mucho, de su Liath seria la cosa mas divertida, sensual y placentera que haría en esos momentos, además, no sabia cuando más volvería a encontrase a solas con él.
Terry comenzó una nueva melodía, en el mismo tono alegre que la anterior, permitiendo que sus dedos se desplazaran a mayor velocidad por aquellas teclas de marfil y ébano. “Alla Turca” de Mozart, fue esta segunda elección que el joven interpretaba con ávida diversión.
Mientras la joven alemana inicio su camino de la puerta hasta el piano, con pasos que le hacían honor a su signo, completamente leoninos, tan decidida iba que como buena cazadora ya se comenzaba a relamer los labios ante la presa que ya creía segura. En cambio el hermoso británico ni cuenta se daba concentrado en seguir aquella alegre pero complicada combinación de sonidos, los cuales iba recordando según avanzaban sus dedos.
—Pero, ¿sabes que me gustaría más? —la amazona del trueno pregunto casual a medio metro de distancia.
—¿No te gusta esta música?, mira que es de mi mejor repertorio —olvidando el contexto de la anterior conversación sobre caballeros dorados, Terry comento.
—Hablaba sobre que es lo que prefiero antes que caballeros dorados.
—Ah, eso. Mejor dime si te gustaría que toque algo en particular.
—Que tal si tocas algo, menos alegre... más lento.
—¿Lento? —Terry levanto la vista para encontrar a su Chispita con una mirada de lobo hambriento, y haciéndolo sentir a él como la ansiada comida que tanto esperaba.
—Sí, algo que encienda los sentidos —Luana dijo aquello prácticamente recostándose sobre aquel maravilloso piano.
—¿Y eso cómo es? —le cuestionó Liath algo intrigado, pues su Chispita no era del tipo acosador como su Bruja, y ni que decir de su Nerd.
—Sería algo así como “Für Elise”.
—Beethoven.
—Por supuesto, un compatriota. Además esa melodía siempre me ha parecido muy sensual.
—¿En serio?
Para este momento, con la Hoffman recostada parcialmente en el piado, mirándolo intensamente, sonriendo y pidiendo música sensual Terry creyó que no había sido nada conveniente bajar sin camisa, pero no era su culpa que hiciese mucho calor, además tampoco se suponía que alguien debería de estar ahí en la estancia a esa hora de la madrugada.
—Creo que ya es hora de ir a dormir —opto por ser cortes y emprender una glacial huida, porque graciosa no seria. Sin embargo, antes de que se levantara de su asiento:
—¿Te niegas a tocar para mí? —de un salto se levanto la amazona.
—“Y ahí está Chispita, entendiéndose a la menor provocación” —pensó con diversión el castaño —. No me niego, sólo no creo que sea la hora adecuada.
—Liath, primero me despiertas, luego me inquietas y ahora no puedes tardar unos minutos más en el piano —Luana frustrada porque sus planes al parecer no se realizarían, y dejaría de ver el torso desnudo de tan bello ejemplar, hablo con evidente molestia.
—Ya estabas despierta, no te desperté —al ver los ojos achicaos de la joven alemana Terry no sabia si estar antojado, divertido o asustado, por lo que opto por seguir con aquel juego—. De acuerdo, “Für Elise” para ti.
La música inicio, tan bella, tan lenta, tan sensual como Luana aseguraba. Pero ella ya no estaba con ánimos para seguir con eso de coquetear, así que simplemente hizo lo que sabia hacer mejor, atacar. El primer crescendo daba inicio cuando Luana aventó el libro sobre en algún sitio insignificante del amplio salón.
—Mein reizvoll, ¿qué no tienes frío sin camisa?
—De hecho no tenía, pero esa es una buena razón para... —la frase jamás fue concluida.
—Para que te abrace. También lo creo.
Así como lo dijo lo ejecuto, a velocidad amazona ya estaba sobre de él en la banca frente al piano, abrazándolo completamente, sin dejar espacio entre ellos. La impulsividad de un león la llevo hasta ese lugar.
—No tengo tanto frío —de inmediato dijo Terry sin estar seguro de en que momento la joven había llegado hasta sus piernas.
—Du bist wunderschön! (eres precioso) —piropeo Luana mirándolo con intensidad.
—Eso han dicho, gracias.
—¿Sabes? “Du hast mir ein Lächeln auf das Gesicht gezaubert”
—Eso sí no lo entendí, y creo que mejor no lo hago.
Terry se removía ligeramente con toda intensión de alejarla un poco, cosa imposible cuando la guapa joven estaba sentada sobre de él y con los brazos envolviendo su torso.
—Dije que: haces que una sonrisa se dibuje en mi cara.
—Gracias de nuevo. Creo —fue la escueta repuesta.
Luana se recargo en Terry, acomodando su cabeza sobre el ancho hombro masculino, repegándose más a él. Mientras el hermoso británico ya comenzaba a temblar ante la idea de tener a su Chispita, ahí, encima suyo y a su disposición, sólo que no estaba seguro el motivo de su ligero temblor, podría ser de ansia, de deseo o de temor por no saber lo que esperar de ese explosiva chica.
Por su parte la amazona no desperdicio la oportunidad, dejo resbalar su mano por todo el costado del británico con increíble lentitud y a toda consciencia sin siquiera tocarlo, y volvió a subirla con una suave caricia de sus uñas por aquella piel bronceada. Con esos toques tan delicados y parsimoniosos que por un instante dejaron sin respiración a Terrence, incapaz de saber como reaccionar en aquel instante, ni a donde colocar sus manos, incluso por su mente paso la idea de seguir tocando el piano, pero no lo creyó lo más apropiado. Además tampoco se concentraría en absoluto con esa dulce tentación en sus piernas.
La chica, con su acostumbrada impulsividad, volvió a pasar la mano por aquel esculpido torso, pero esta vez su toque tuvo un poco más de presión, y más hasta tocar por completo al subir por aquella cálida piel. Y subió más la mano hasta instalarla en la mejilla de Terry. Todo eso lo realizaba la joven mientras respiraba pausadamente sobre su cuello, inhalando su aroma y dejando al hermosos actor en el mismo tono de indescriptible sensualidad. La mano de Luana siguió subiendo hasta alcanzar el largo cabello castaño para juguetear con el.
—Schatz (tesoro), ¿te he dicho que me gustas tu cabello?
—Un par de veces —la voz de Terence se escucho ligeramente ronca.
Con ese último toque, más la respiración siempre pausada de la joven, Terry también ya sentía que el pulso comenzaba a acelerarse, así como su pulmones a necesitar de mayor cantidad de oxigeno. Sus tres chicas iban a terminar por matarlo si continuaban con esos juegos, fue lo que a medias su cerebro le dijo en medio de ese embrujo de sensaciones.
Luana se estrecho más, cosa casi imposible.
—Creo que así podemos entrar en calor los dos.
—Demasiado calor —se dejo oír en un ronco susurro.
Fue cuando la mano derecha de Terry busco la izquierda de ella que seguí entretenida con las hebras castañas. Cuando la alcanzó entre lazo los dedos, ambas manos firmemente agarradas. Con un recorrido igual de lento que el que ella hiciera para recorrerle el torso desnudo un par de veces, el condujo su mano, deslizándola suave por su propio rostro, hasta situarla sobre sus labios y depositar un sutil aleteo de mariposa sobre la blanca y femenina extremidad, con lo que Luana saco el rostro para observarlo y perderse en ese singular par de ojos marinos que la observaban con profundidad, ella perdió el habla, la respiración e incluso el raciocinio por unos segundos. Terry volvió a repetir la acción, otro sutil beso en el dorso, sin dejar de mirarla con los ojos un tanto oscurecidos, como los de ella.
Terrence lo supo, ese tenía que ser el momento adecuado, no tendría otra oportunidad. De un sopetón se levanto apenas evitando la caída estruendosa de la joven por la mano que ya tenía agarrada previamente. Luego, con su mejor sonrisa la soltó y se incorporó tal alto era.
—Lo siento Chispita, pero la función ha terminado por hoy —diciendo aquello levantó una de sus piernas para librar el banco que se había ido hacia atrás al levantarse tan abruptamente.
Luana se incorporó en el acto con los ojos completamente abiertos ante el repentino cambio que había tenido toda la situación.
—Mein reizvoll, estabas dispuesto a tirarme —primero con enojo, luego con diversión continuó hablando—. Pero sabes, yo no estaría tan segura de que esto haya terminado, aún no sabemos cuanto tiempo nos quedaremos contigo.
Diciendo aquello la castaña se acero a él, tomándole por el cuello con ambas manos y depositando un sutil beso muy cerca de la comisura de los apetecibles labios masculinos.
—Te deseó una linda noche, espero sueñes conmigo, reizvoll. Bis bald (hasta pronto).
Luana se encaminó hacia la salida, mientras más que contenta pensaba “Ya quiero que la Méert vuelva a abrir, porque me quede a la mitad de mi postre.”
Por su parte Terrence se quedo completamente sorprendió cuando la vio irse tan campante; coloco sus manos en jarras y negó con la cabeza en repetías ocasiones, mas con la intensión de despejarse que de negar verdaderamente. Lo habían vuelo a hacer, y ahora la pequeña Chispita. de la única que se había sentido a salvo, ahora resultaba que también había entrado en ese modo acosador, bueno su Nerd desde que la conoció había estado en ese modo y su Bruja, también, aunque de manera sutil. Que su Chispita se les uniera no seria nada bueno.
—¿Cómo sobrevive a estas dulces seducciones?— se pregunto el británico— Chispita, Chispita, eras más explosiva de lo que creí. Pero también tú me las pagaras, tarde que temprano, me las pagarás.
Después de aquello miro el reloj, ya eran cerca de las cuatro de la madrugada. Evaluó sus posibilidades. Subir y dormir, quedarse a seguir tocando el piano. Sólo subir por una cómoda playera. Luego recordó que sus otras dos chicas llegarían a primeras horas del amanecer. Una sonrisa muy picara junto con un brillo malicioso apareció en su apuesto rostro. La guerra sería sin tregua y el comenzaría el contraataque en ese preciso instante.
¿Fin?
Gracias por perderse entre mis letras.
Gracias por perderse entre mis letras.
*Méert, es un restaurante y tienda de dulcería y postres finos fundada en 1761 en Paris, Francia, famosa por su gran variedad de postres, galletas y chocolates de fina repostería.
Última edición por Gissa Alvarez el Lun Abr 30, 2018 4:40 pm, editado 1 vez