Mon Dieu!! Vengo corriendísimo a cumplir el reto que la belle Milser me pasó...
Un fic de Archie y Eliza
Heureusement, me dio carta libre y permitió que moi, decidiera color, estilo etc. Y bon, honestamente esta parejita me metió en un buen lío ¡ja, ja!
Traigo mi reto, que espero ma jolie Milser considere cumplido...
Ah oui... tiene TODO mi estilo de escritura
By Andreia Letellier (Ayame DV)
Ahí estaba Archibald Cornwell, el elegante y atractivo primo de Candy; sofisticado y refinado, pero no por ello delicado o aburrido… Metido en un buen lío gracias a la ridícula apuesta que se puso a hacer con su primo político, el insoportable (a su parecer claro), Terrence Grandchester.
Solamente a él le podían pasar estas cosas, se decía… ¿Pero cómo iba él a saber que el arrogante ese era campeón de natación desde los tiempos del San Pablo? Digo, sabía que podía pelear muy bien, que era excelente en esgrima y bla bla bla, pero nunca se le ocurrió que también fuese experto nadador y le ganara en esa competencia… Si Archie la había aceptado (gracias a la insistencia de Stear y Albert, que por cierto, los tenía ya anotados en su lista negra) era porque se sabía magnífico tritón, y juraba que no había quién lo pudiera derrotar; si lo peor es que tan seguro estaba de ganar, que se dio el lujo de solicitar decir el pago de la apuesta hasta después, pues pretendía obligar al aristócrata engreído ese a ser su sirviente una semana (y eso que no sabía que justamente esa había sido la apuesta de alguna ocasión entre Terry y su gatita).
Pues nada, que perdió por un cuerpo entero y ahí estaba ahora, pagando la apuesta; pues era deuda de honor y Archibald Cornwell es un caballero que cumple su palabra, por muy bizarro que fuese este pago. No si a veces ese orgullo que tenía sí que se las hacía buenas… ¿Y cuál fue el castigo a cumplir? Pues…
- ¡Archie querido! Ya estoy aquí – la chillona voz de Eliza Leagan se dejó escuchar - ¿Hiciste la reservación en el mejor restaurante de la ciudad cierto? Sabes que una dama de mi alcurnia no se conforma ni merece menos – E iba acomodándose el cabello todavía y caminando cual modelo en entrenamiento, (es decir, con pasos exagerados. Pero bueno, ella se sentía toda una diva, dejémosla ser feliz por esta ocasión).
Efectivamente, Terry gozó de lo lindo al ver la cara que puso el de ojos color miel al saber qué pedía como pago. ¡Debía tener una cita con Eliza! Su “adorada primita”. Al pobre elegante casi se le cayó la quijada al saberlo, y el británico con su sonrisa ladeada y los ojos cerrados no dio tregua ni aceptó cambios; que al final Archie no lo intentó demasiado, era un Cornwell Andley y ante todo, un hombre de honor; ni modo.
Por supuesto que el inglés pedía pruebas, no es que desconfiara de su primo político, porque si había algo que Terry sabía hacer, era reconocer que Archie era un caballero y, sobre todo, su valor… pero no iba a desperdiciar la oportunidad de tener pruebas para burlarse de él de vez en cuando ¿cierto?
“Además” le había dicho Terrence, “Desde que la tímida decidió que no iba a seguir esperando que correspondieras su devoto amor y se fue a Europa a estudiar, has estado metido en los negocios de tu familia, necesitas distraerte” fue la “desinteresada” excusa que le puso.
En cambio, su hermano y Albert, orquestadores de la competencia; vaya uno a saber por qué lo hicieron por cierto; lo “consolaron” diciéndole que al menos no le había pedido algo más difícil, como hacer que la pelirroja se enamorara de él por ejemplo. La sola idea le hizo estremecer de terror.
- Archie… - lo llamaba la chica con insistencia, pues el joven estaba perdido en sus pensamientos, planeando alguna revancha tal vez, y no se dignaba a abrirle la puerta del coche. - ¡Archibald! – finalmente levantó la voz.
- ¿Qué sucede Eliza? – fue la cansada pregunta del chico.
- No has abierto la puerta para que yo pueda subir al auto – e irguió la cabeza, altiva.
- Ah es verdad, disculpa – Y dando un segundo toque al control de la alarma de su BMW serie 7 azul marino, se fue al lado del conductor; dejando que la chica abriera la puerta por sí misma.
Ella se quedó pasmada, ¡es que no concebía que la hubiese dejado ahí parada! Como no se moviera, él bajó el vidrio estando ya en su sitio frente al volante.
- ¿Es que no piensas subir acaso? No quisiera llegar tarde. –
Y a la señorita Leagan no le quedó de otra más que atenderse personalmente.
Archie pensó que tendría que soportar los reproches de la estirada chica, pero para su sorpresa, o tal vez no tanta, ella decidió guardar silencio y retocarse el maquillaje; al menos durante los primeros minutos del trayecto todo estuvo tranquilo. Hasta que ella, acostumbrada a recibir toda la atención que sentía merecer, empezó a preguntarle a su primo a dónde la llevaría y si le llevaba algún obsequio para agradecerle por haber aceptado su invitación.
Cornwell la miró con cara de incredulidad, antes de soltarse a reír.
- ¡Vaya Eliza! No sabía que fueras tan bromista – y acto seguido puso algo de música, evitando de ese modo la segura réplica.
Una vez arribaron al sitio, el valet parking recibió el coche y fue él quien tuvo que ayudar a Leagan a salir del vehículo, pues nuevamente su primo omitió deliberadamente sus elegantes modales y salió solo encaminándose a la entrada luego de recibir su respectivo ticket. Eliza, refunfuñando y poniendo cara de angustia, pues sus amistades podrían verla en tan bochornosa situación, se apresuró a alcanzar a su cita y se le colgó del brazo.
El lugar era eso sí, acorde al exigente gusto de Archie; el Masa los recibió previa reservación, para la cual el simpático administrador tuvo que pagar un montón de dólares extra, pues es bien sabido que dicho restaurante tiene una larga lista de espera, pues solamente tiene capacidad para 27 comensales.
Claro está, él desconocía que Eliza era alérgica a los mariscos y que el exquisito sushi del chef Masayoshi Takayama le provocaría una severa hinchazón del rostro y extremidades… A decir verdad, la misma muchacha estuvo feliz de ir a tan exclusivo sitio, además del brazo del codiciado Archibald Cornwell. Si hasta se tomó algunas fotografías y las subió a su cuenta de Instagram, para gran fastidio de su primo, e inmensa diversión de Terry.
Así que o bien de verdad no sabía que era alérgica, o quiso pensar que sus padecimientos debían obedecerla y no molestarla, o creyó que podía simplemente ignorar las consecuencias de que le valiera un soberano pepino la reacción que tendría si insistía en ingerir dichos alimentos.
Y así estaban ahora, en el hospital; atendiendo de urgencia a Eliza Leagan, que tenía el rostro tan inflamado y rojo que parecía una manzana madura.
Archie, quien por supuesto quería morir de la risa al principio, luego se asustó porque lo sacaron de la sala de urgencias para proceder a colocarle un tubo a la chica y ayudarla a respirar, pues su garganta estaba prácticamente cerrada y le impedía aspirar el vital oxígeno.
Después de un rato, le permitieron pasar a ver a la chica, que estaba lo suficientemente sedada como para mantener a raya su altanero carácter, pero no tanto como para estar profundamente dormida todavía… De hecho…
- Eliza ¿cómo te sientes? – preguntó él en genuina preocupación.
- ¡Horrible! – ella habló, con la voz rasposa, pues ya le habían sacado el tubo cuando vieron que la inflamación cedía.
– ¡Me duele todo! – chilló, pero luego lo pensó mejor porque realmente le escocía la garganta.
- Lo siento, ¿por qué no me dijiste que eras alérgica? Hubiéramos ido a otro sitio. –
- ¿De verdad no lo sabías? – Y efectivamente, aunque estaba dopada, insistía que el mundo debía estar exclusivamente al pendiente de su persona, y que era obligación de todos, el saber de sus padecimientos.
- ¿Por qué habría yo de saberlo? El mundo no gira a tu alrededor ¿Sabes? – Fue la escueta y directa respuesta del castaño.
La reacción lógica de Eliza debió ser un airado reclamo, exigiendo que mínimo su familia supiera; pero en vez de ello, fue unos ojos llorosos y un puchero, cosa que desconcertó al elegante joven.
- Lo sé… el mundo gira alrededor de Candice – y sus palabras denotaban algo de tristeza, no el odio irracional que se empeñaba en mostrar siempre.
Archie, en su habitual impulso protector para con su gatita, iba a darle una cátedra a la chica; pero sensible y empático como era (incluso con la insoportable de Eliza Legan), notó el toque de dolor escondido tras la expresión de los ojos ámbar de ella. Bueno, es que la tipa era odiosa sí, nada más “per se”, pero él tampoco era tan desalmado.
- También te equivocas Eliza. – La miró con ojos neutros – El mundo gira y punto, depende de nosotros mismos el ser felices o desgraciados. Tú has decidido lo segundo, mientras que Candy decidió lo primero. Y sabes que el amor es lo único que mientras más se reparte, más crece… Por eso ella tiene a raudales -
Eliza, que por efecto del cóctel de medicamentos que traía encima estaba en una especie de sopor, cual si se hubiese bebido la mitad del alcohol que había en la bien provista cava Andley; lo miró con ojos grandes, sin comprender del todo lo que su primo decía.
- ¡Ja, ja, ja! Qué gracioso – soltó ella la carcajada, para desconcierto de su acompañante.
- No entiendo ¿Qué es lo gracioso? – le preguntó el de ojos miel, mirándola desconfiado.
- Pues – Eliza ahora hablaba arrastrando las palabras y haciendo muecas graciosas. – Es gracioso que… - su mirada era vidriosa, llorosa – me gustaría ser como Candy… pero sshhh… no se lo digas a nadie – susurró ella, cómplice.
Definitivamente parecía haber bebido demasiado, ¡tenía todos los efectos!
Archie, si ya estaba impresionado, quedó ahora sí de a cuatro.
- ¿En serio? ¡Ja! Eso sí que no me lo esperaba – concedió él, entrecerrando los ojos.
- ¿Por qué no? ¿Acaso crees… “hip” que no tengo sentimientos? – ella empezó a gimotear - ¿Qué clase, “hip” de bruja insensible crees que soy? “Hip” – y moqueaba, limpiándose la nariz con la sábana, perdiendo de paso todo el glamour del que se creía poseedora.
Archie tomó un pañuelo desechable de la caja que había en la mesa de al lado, pasándoselo con algo de repelús a la muchacha y con una maldad en mente.
- Gdaziaz… - sí, ella estaba congestionándose por el llanto. Él la miró conteniendo la carcajada.
- Bueno prima, no es que yo crea que eres una “bruja insensible”, es lo que has demostrado ser, nada más – se encogió de hombros, logrando que Eliza lloriqueara con más ímpetu.
- ¡¡Ezo dho e’ zietoooo!! – más lágrimas y sollozos compungidos – Yo zólo quedía…”hip” quedía que Adhthodhy y Tedhy me “hip” quiziedadh azí poquito “hip” au’que fueda… -
Para esas alturas Cornwell casi no aguantaba la risa, malévolamente ya había sacado su celular y empezado a grabar un vídeo, obvio no lo haría público; pero semejante escena valía el peso de Albert en oro molido. Imposible resistir la tentación…
- Explícame Eliza, ¿Tú querías que ellos te quisieran, haciéndole toda clase de maldades a Candy? ¿Cómo era que eso funcionaría? –
- Ezo fue dhadha bhá po’ divedziódh… -
- Ajá… y yo soy un marciano, permíteme que lo dude “querida” – sí, algo del sarcasmo de su gran “amigo” Terry se le estaba contagiando.
- Ay eztá biedh, ez que ella ez toda hedmoza y adodabde, y todoz la quiededh busho… y a bí dhooo… -
El castaño hacía esfuerzos enormes por no soltarse a reír a gusto, y entenderle bien por supuesto…
- ¿Y por qué en lugar de arruinarle la existencia no mejor intentas ser más como ella? Acabas de decir que eso te gustaría. Ya no conseguirás que Terry te quiera, pero bueno, tal vez encuentres a alguien para ti –
- Buedho zí… pe’o ez que ez bhá divetidho dho sé’h ta’ buedha ¡je, je! –
- Pues yo jamás he visto aburrida a mi gatita – advirtió Cornwell…
- Zieto… cdeo que tiedhez dazódh… - iba a agregar algo, pero entonces cerró los ojos, pues los antihistamínicos tienen la particularidad de provocar sueño también, así que luego de ayudar a que la garganta de la pelirroja funcionara correctamente, ya estaban haciendo su efecto secundario; logrando que ella se quedara profundamente dormida instantes después. Es que la dosis de emergencia que usaron fue alta, porque llegó casi sin respirar.
Archie, que había grabado la escena prácticamente completa, moría de risa y no tardó en enviársela a su grupo de WhatsApp, en el cual estaban por supuesto, Stear, Albert, Candy y el arrogante (fue la pecosa quién lo agregó, y los otros dos estuvieron de acuerdo, así que le tocó aguantarse). Obvio todos morían de risa, y de paso tenían una poderosa arma, en caso de ser necesaria.
Por supuesto el joven había avisado que estaban en el hospital y que tardarían un rato; los Leagan no estaban en la ciudad, si no en Florida, atendiendo sus negocios de hotelería; pero Eliza claro, no se interesaba en eso. Ella únicamente deseaba disfrutar de los frutos del trabajo de sus padres y hermano, así que se quedaba alegremente en NY a darse la gran vida.
Un par de horas después, una muy mejorada señorita Leagan despertó, aturdida y mirando con recelo a la enfermera que revisaba sus signos vitales en ese instante.
- ¿Dónde está Archibald? ¡Tráigalo de inmediato! – ordenó la mujer, como si estuviera en su casa.
La señorita que la atendía la miró con ironía antes de salir de ahí sin responderle; para volver un par de minutos después con unos medicamentos que le administró a la insufrible paciente.
Mientras, Archie ya estaba invitando a su primo político a algún bar, como agradecimiento por haberlo obligado a ir a esa cita, en la cual admitió que se había divertido bastante
…
Días después, en una reunión de esas a las que Eliza llegaba sin ser invitada, empezó, como era su fiel costumbre, a molestar a todo mundo…
- No sé por qué insisten en invitar a esta a nuestra casa… - dijo, refiriéndose a la dulce rubia; y todo mundo rodó los ojos, ya nadie le creía. Porque que dicen por ahí, que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad… - ¿Qué? ¿Por qué me miran así todos? – exigió saber la Leagan.
- No es nada primita… - la dulce voz de Archie se dejó escuchar.
- Por cierto… ¿Supieron que mi querido primo Archibald me invitó a salir el otro día? – fue y se le pegó cual tábano al mencionado joven. – Cuéntales querido, la maravillosa cita que tuvimos… por cierto, nunca me dijiste la razón de tan repentina invitación…
- Perdí una apuesta – fue la llana y sincera respuesta que obtuvo.
Eliza como que no procesaba lo escuchado, parpadeó perpleja y ya estaba respirando agitadamente, cuando el de ojos color miel la interrumpió.
- Pero tienes razón querida, fue una cita maravillosa… - se sinceró Cornwell menor, escondiendo una sonrisa divertida.
Y nadie dijo nada más, permitieron que la chica levantara el rostro altiva y mirara con burla a todos, sonriendo triunfal… Pero en cuanto ella se retiró, todos soltaron la más alegre de las carcajadas.
Algunos minutos después, un alarido resonó por toda la mansión… sí… el elegante y educado Archibald le había enviado el vídeo a su prima…
Bon chére Milser... aquí lo tienes, espero te diviertas leyendo tanto como yo escribiendo, y ojalá no te decepciones mucho con este shot, los fines de semana para mí son caóticos y este me lo tuve que escribir en ratos en el trabajo ¡jaja! Excuzes- moi... des salutations!!
Un fic de Archie y Eliza
Heureusement, me dio carta libre y permitió que moi, decidiera color, estilo etc. Y bon, honestamente esta parejita me metió en un buen lío ¡ja, ja!
Traigo mi reto, que espero ma jolie Milser considere cumplido...
Ah oui... tiene TODO mi estilo de escritura
La Apuesta de Archie
By Andreia Letellier (Ayame DV)
Ahí estaba Archibald Cornwell, el elegante y atractivo primo de Candy; sofisticado y refinado, pero no por ello delicado o aburrido… Metido en un buen lío gracias a la ridícula apuesta que se puso a hacer con su primo político, el insoportable (a su parecer claro), Terrence Grandchester.
Solamente a él le podían pasar estas cosas, se decía… ¿Pero cómo iba él a saber que el arrogante ese era campeón de natación desde los tiempos del San Pablo? Digo, sabía que podía pelear muy bien, que era excelente en esgrima y bla bla bla, pero nunca se le ocurrió que también fuese experto nadador y le ganara en esa competencia… Si Archie la había aceptado (gracias a la insistencia de Stear y Albert, que por cierto, los tenía ya anotados en su lista negra) era porque se sabía magnífico tritón, y juraba que no había quién lo pudiera derrotar; si lo peor es que tan seguro estaba de ganar, que se dio el lujo de solicitar decir el pago de la apuesta hasta después, pues pretendía obligar al aristócrata engreído ese a ser su sirviente una semana (y eso que no sabía que justamente esa había sido la apuesta de alguna ocasión entre Terry y su gatita).
Pues nada, que perdió por un cuerpo entero y ahí estaba ahora, pagando la apuesta; pues era deuda de honor y Archibald Cornwell es un caballero que cumple su palabra, por muy bizarro que fuese este pago. No si a veces ese orgullo que tenía sí que se las hacía buenas… ¿Y cuál fue el castigo a cumplir? Pues…
- ¡Archie querido! Ya estoy aquí – la chillona voz de Eliza Leagan se dejó escuchar - ¿Hiciste la reservación en el mejor restaurante de la ciudad cierto? Sabes que una dama de mi alcurnia no se conforma ni merece menos – E iba acomodándose el cabello todavía y caminando cual modelo en entrenamiento, (es decir, con pasos exagerados. Pero bueno, ella se sentía toda una diva, dejémosla ser feliz por esta ocasión).
Efectivamente, Terry gozó de lo lindo al ver la cara que puso el de ojos color miel al saber qué pedía como pago. ¡Debía tener una cita con Eliza! Su “adorada primita”. Al pobre elegante casi se le cayó la quijada al saberlo, y el británico con su sonrisa ladeada y los ojos cerrados no dio tregua ni aceptó cambios; que al final Archie no lo intentó demasiado, era un Cornwell Andley y ante todo, un hombre de honor; ni modo.
Por supuesto que el inglés pedía pruebas, no es que desconfiara de su primo político, porque si había algo que Terry sabía hacer, era reconocer que Archie era un caballero y, sobre todo, su valor… pero no iba a desperdiciar la oportunidad de tener pruebas para burlarse de él de vez en cuando ¿cierto?
“Además” le había dicho Terrence, “Desde que la tímida decidió que no iba a seguir esperando que correspondieras su devoto amor y se fue a Europa a estudiar, has estado metido en los negocios de tu familia, necesitas distraerte” fue la “desinteresada” excusa que le puso.
En cambio, su hermano y Albert, orquestadores de la competencia; vaya uno a saber por qué lo hicieron por cierto; lo “consolaron” diciéndole que al menos no le había pedido algo más difícil, como hacer que la pelirroja se enamorara de él por ejemplo. La sola idea le hizo estremecer de terror.
- Archie… - lo llamaba la chica con insistencia, pues el joven estaba perdido en sus pensamientos, planeando alguna revancha tal vez, y no se dignaba a abrirle la puerta del coche. - ¡Archibald! – finalmente levantó la voz.
- ¿Qué sucede Eliza? – fue la cansada pregunta del chico.
- No has abierto la puerta para que yo pueda subir al auto – e irguió la cabeza, altiva.
- Ah es verdad, disculpa – Y dando un segundo toque al control de la alarma de su BMW serie 7 azul marino, se fue al lado del conductor; dejando que la chica abriera la puerta por sí misma.
Ella se quedó pasmada, ¡es que no concebía que la hubiese dejado ahí parada! Como no se moviera, él bajó el vidrio estando ya en su sitio frente al volante.
- ¿Es que no piensas subir acaso? No quisiera llegar tarde. –
Y a la señorita Leagan no le quedó de otra más que atenderse personalmente.
Archie pensó que tendría que soportar los reproches de la estirada chica, pero para su sorpresa, o tal vez no tanta, ella decidió guardar silencio y retocarse el maquillaje; al menos durante los primeros minutos del trayecto todo estuvo tranquilo. Hasta que ella, acostumbrada a recibir toda la atención que sentía merecer, empezó a preguntarle a su primo a dónde la llevaría y si le llevaba algún obsequio para agradecerle por haber aceptado su invitación.
Cornwell la miró con cara de incredulidad, antes de soltarse a reír.
- ¡Vaya Eliza! No sabía que fueras tan bromista – y acto seguido puso algo de música, evitando de ese modo la segura réplica.
Una vez arribaron al sitio, el valet parking recibió el coche y fue él quien tuvo que ayudar a Leagan a salir del vehículo, pues nuevamente su primo omitió deliberadamente sus elegantes modales y salió solo encaminándose a la entrada luego de recibir su respectivo ticket. Eliza, refunfuñando y poniendo cara de angustia, pues sus amistades podrían verla en tan bochornosa situación, se apresuró a alcanzar a su cita y se le colgó del brazo.
El lugar era eso sí, acorde al exigente gusto de Archie; el Masa los recibió previa reservación, para la cual el simpático administrador tuvo que pagar un montón de dólares extra, pues es bien sabido que dicho restaurante tiene una larga lista de espera, pues solamente tiene capacidad para 27 comensales.
Claro está, él desconocía que Eliza era alérgica a los mariscos y que el exquisito sushi del chef Masayoshi Takayama le provocaría una severa hinchazón del rostro y extremidades… A decir verdad, la misma muchacha estuvo feliz de ir a tan exclusivo sitio, además del brazo del codiciado Archibald Cornwell. Si hasta se tomó algunas fotografías y las subió a su cuenta de Instagram, para gran fastidio de su primo, e inmensa diversión de Terry.
Así que o bien de verdad no sabía que era alérgica, o quiso pensar que sus padecimientos debían obedecerla y no molestarla, o creyó que podía simplemente ignorar las consecuencias de que le valiera un soberano pepino la reacción que tendría si insistía en ingerir dichos alimentos.
Y así estaban ahora, en el hospital; atendiendo de urgencia a Eliza Leagan, que tenía el rostro tan inflamado y rojo que parecía una manzana madura.
Archie, quien por supuesto quería morir de la risa al principio, luego se asustó porque lo sacaron de la sala de urgencias para proceder a colocarle un tubo a la chica y ayudarla a respirar, pues su garganta estaba prácticamente cerrada y le impedía aspirar el vital oxígeno.
Después de un rato, le permitieron pasar a ver a la chica, que estaba lo suficientemente sedada como para mantener a raya su altanero carácter, pero no tanto como para estar profundamente dormida todavía… De hecho…
- Eliza ¿cómo te sientes? – preguntó él en genuina preocupación.
- ¡Horrible! – ella habló, con la voz rasposa, pues ya le habían sacado el tubo cuando vieron que la inflamación cedía.
– ¡Me duele todo! – chilló, pero luego lo pensó mejor porque realmente le escocía la garganta.
- Lo siento, ¿por qué no me dijiste que eras alérgica? Hubiéramos ido a otro sitio. –
- ¿De verdad no lo sabías? – Y efectivamente, aunque estaba dopada, insistía que el mundo debía estar exclusivamente al pendiente de su persona, y que era obligación de todos, el saber de sus padecimientos.
- ¿Por qué habría yo de saberlo? El mundo no gira a tu alrededor ¿Sabes? – Fue la escueta y directa respuesta del castaño.
La reacción lógica de Eliza debió ser un airado reclamo, exigiendo que mínimo su familia supiera; pero en vez de ello, fue unos ojos llorosos y un puchero, cosa que desconcertó al elegante joven.
- Lo sé… el mundo gira alrededor de Candice – y sus palabras denotaban algo de tristeza, no el odio irracional que se empeñaba en mostrar siempre.
Archie, en su habitual impulso protector para con su gatita, iba a darle una cátedra a la chica; pero sensible y empático como era (incluso con la insoportable de Eliza Legan), notó el toque de dolor escondido tras la expresión de los ojos ámbar de ella. Bueno, es que la tipa era odiosa sí, nada más “per se”, pero él tampoco era tan desalmado.
- También te equivocas Eliza. – La miró con ojos neutros – El mundo gira y punto, depende de nosotros mismos el ser felices o desgraciados. Tú has decidido lo segundo, mientras que Candy decidió lo primero. Y sabes que el amor es lo único que mientras más se reparte, más crece… Por eso ella tiene a raudales -
Eliza, que por efecto del cóctel de medicamentos que traía encima estaba en una especie de sopor, cual si se hubiese bebido la mitad del alcohol que había en la bien provista cava Andley; lo miró con ojos grandes, sin comprender del todo lo que su primo decía.
- ¡Ja, ja, ja! Qué gracioso – soltó ella la carcajada, para desconcierto de su acompañante.
- No entiendo ¿Qué es lo gracioso? – le preguntó el de ojos miel, mirándola desconfiado.
- Pues – Eliza ahora hablaba arrastrando las palabras y haciendo muecas graciosas. – Es gracioso que… - su mirada era vidriosa, llorosa – me gustaría ser como Candy… pero sshhh… no se lo digas a nadie – susurró ella, cómplice.
Definitivamente parecía haber bebido demasiado, ¡tenía todos los efectos!
Archie, si ya estaba impresionado, quedó ahora sí de a cuatro.
- ¿En serio? ¡Ja! Eso sí que no me lo esperaba – concedió él, entrecerrando los ojos.
- ¿Por qué no? ¿Acaso crees… “hip” que no tengo sentimientos? – ella empezó a gimotear - ¿Qué clase, “hip” de bruja insensible crees que soy? “Hip” – y moqueaba, limpiándose la nariz con la sábana, perdiendo de paso todo el glamour del que se creía poseedora.
Archie tomó un pañuelo desechable de la caja que había en la mesa de al lado, pasándoselo con algo de repelús a la muchacha y con una maldad en mente.
- Gdaziaz… - sí, ella estaba congestionándose por el llanto. Él la miró conteniendo la carcajada.
- Bueno prima, no es que yo crea que eres una “bruja insensible”, es lo que has demostrado ser, nada más – se encogió de hombros, logrando que Eliza lloriqueara con más ímpetu.
- ¡¡Ezo dho e’ zietoooo!! – más lágrimas y sollozos compungidos – Yo zólo quedía…”hip” quedía que Adhthodhy y Tedhy me “hip” quiziedadh azí poquito “hip” au’que fueda… -
Para esas alturas Cornwell casi no aguantaba la risa, malévolamente ya había sacado su celular y empezado a grabar un vídeo, obvio no lo haría público; pero semejante escena valía el peso de Albert en oro molido. Imposible resistir la tentación…
- Explícame Eliza, ¿Tú querías que ellos te quisieran, haciéndole toda clase de maldades a Candy? ¿Cómo era que eso funcionaría? –
- Ezo fue dhadha bhá po’ divedziódh… -
- Ajá… y yo soy un marciano, permíteme que lo dude “querida” – sí, algo del sarcasmo de su gran “amigo” Terry se le estaba contagiando.
- Ay eztá biedh, ez que ella ez toda hedmoza y adodabde, y todoz la quiededh busho… y a bí dhooo… -
El castaño hacía esfuerzos enormes por no soltarse a reír a gusto, y entenderle bien por supuesto…
- ¿Y por qué en lugar de arruinarle la existencia no mejor intentas ser más como ella? Acabas de decir que eso te gustaría. Ya no conseguirás que Terry te quiera, pero bueno, tal vez encuentres a alguien para ti –
- Buedho zí… pe’o ez que ez bhá divetidho dho sé’h ta’ buedha ¡je, je! –
- Pues yo jamás he visto aburrida a mi gatita – advirtió Cornwell…
- Zieto… cdeo que tiedhez dazódh… - iba a agregar algo, pero entonces cerró los ojos, pues los antihistamínicos tienen la particularidad de provocar sueño también, así que luego de ayudar a que la garganta de la pelirroja funcionara correctamente, ya estaban haciendo su efecto secundario; logrando que ella se quedara profundamente dormida instantes después. Es que la dosis de emergencia que usaron fue alta, porque llegó casi sin respirar.
Archie, que había grabado la escena prácticamente completa, moría de risa y no tardó en enviársela a su grupo de WhatsApp, en el cual estaban por supuesto, Stear, Albert, Candy y el arrogante (fue la pecosa quién lo agregó, y los otros dos estuvieron de acuerdo, así que le tocó aguantarse). Obvio todos morían de risa, y de paso tenían una poderosa arma, en caso de ser necesaria.
Por supuesto el joven había avisado que estaban en el hospital y que tardarían un rato; los Leagan no estaban en la ciudad, si no en Florida, atendiendo sus negocios de hotelería; pero Eliza claro, no se interesaba en eso. Ella únicamente deseaba disfrutar de los frutos del trabajo de sus padres y hermano, así que se quedaba alegremente en NY a darse la gran vida.
Un par de horas después, una muy mejorada señorita Leagan despertó, aturdida y mirando con recelo a la enfermera que revisaba sus signos vitales en ese instante.
- ¿Dónde está Archibald? ¡Tráigalo de inmediato! – ordenó la mujer, como si estuviera en su casa.
La señorita que la atendía la miró con ironía antes de salir de ahí sin responderle; para volver un par de minutos después con unos medicamentos que le administró a la insufrible paciente.
Mientras, Archie ya estaba invitando a su primo político a algún bar, como agradecimiento por haberlo obligado a ir a esa cita, en la cual admitió que se había divertido bastante
…
Días después, en una reunión de esas a las que Eliza llegaba sin ser invitada, empezó, como era su fiel costumbre, a molestar a todo mundo…
- No sé por qué insisten en invitar a esta a nuestra casa… - dijo, refiriéndose a la dulce rubia; y todo mundo rodó los ojos, ya nadie le creía. Porque que dicen por ahí, que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad… - ¿Qué? ¿Por qué me miran así todos? – exigió saber la Leagan.
- No es nada primita… - la dulce voz de Archie se dejó escuchar.
- Por cierto… ¿Supieron que mi querido primo Archibald me invitó a salir el otro día? – fue y se le pegó cual tábano al mencionado joven. – Cuéntales querido, la maravillosa cita que tuvimos… por cierto, nunca me dijiste la razón de tan repentina invitación…
- Perdí una apuesta – fue la llana y sincera respuesta que obtuvo.
Eliza como que no procesaba lo escuchado, parpadeó perpleja y ya estaba respirando agitadamente, cuando el de ojos color miel la interrumpió.
- Pero tienes razón querida, fue una cita maravillosa… - se sinceró Cornwell menor, escondiendo una sonrisa divertida.
Y nadie dijo nada más, permitieron que la chica levantara el rostro altiva y mirara con burla a todos, sonriendo triunfal… Pero en cuanto ella se retiró, todos soltaron la más alegre de las carcajadas.
Algunos minutos después, un alarido resonó por toda la mansión… sí… el elegante y educado Archibald le había enviado el vídeo a su prima…
Bon chére Milser... aquí lo tienes, espero te diviertas leyendo tanto como yo escribiendo, y ojalá no te decepciones mucho con este shot, los fines de semana para mí son caóticos y este me lo tuve que escribir en ratos en el trabajo ¡jaja! Excuzes- moi... des salutations!!