Ciao belle, oggi me toca atacar y nada más ni nada menos que con el capítulo 3 de Seoklaid.
—Ahora que locura se te ocurrió mi querida Nerd –Terry, como de costumbre interrumpe.
—Mio cuore, ninguna locura, sólo te describo con el duro mástil de la guitarra bien agarrado entre tus bellos dedos –la chica italiana le explica de inmediato.
—Eso me pasa por preguntar.
—Amore?
—¿Qué sucede? Ahora con que me saldrás –Liath se cruza de brazos.
—¿Vuelves a tocar la guitarra para mí? –sin embargo Maia está ya abrazándolo cuando pregunta aquello.
—Si no mal recuerdo la última vez que lo hice te caíste y te dislocaste el tobillo.
—Prometo quedarme sentadita.
—Y Milo –Terry mira hacia todos lados.
—Yo tengo postre griego, Andreia su postre francés. Marcela quería a su japonés, su postre, así que los chicos fueron por él.
—Traidores. Mejor sigue con tu presentación.
Bellissime, aquí el capítulo de Seoklaid.
By Elby 8a, Ayame DV y Gissa Graham
Capítulo 3 : Run, run away; I want every other freckle.
(Corre, huye; quiero cada otra peca)
By Gissa Graham
Todo estaba en penumbras, el escenario era una mancha negra y el público comenzaba a impacientarse, llevaban veinte minutos de retraso cuando el grupo jamás había tardado más de diez en dar inicio al show. Así que los rumores sobre que Anthony, el vocalista, había ido a parar al hospital se hacían más crecientes en el lugar, entre periodistas y fans que ya comenzaban a creer que realmente todo iba mal.
Chiflidos y rechiflados no se hicieron esperar, también un par de gritos, mucho más porque la oscuridad ahí arriba seguía igual que diez minutos atrás, pero todo quedó en silencio cuando un sonido muy peculiar se dejó escuchar por los amplificadores.
El increíble sonido del bajo de Archivald fue con lo que dio inicio el concierto, sólo ese sonido que inundaba todo haciendo retumbar los corazones, seguía y seguía en la oscuridad casi absoluta del lugar. No querían revelar de inmediato que Tony no actuaría ese día, mucho menos después del largo retraso ocasionado en parte por el mismo vocalista y una discusión muy peculiar entre él y Terry.
Al finalizar el concierto ya tenían planeada una rueda de prensa; sin embargo ahora sólo era Archie en el escenario por varios minutos, pero al público parecía no molestarle eso, al contrario, las palmas ya habían empezado a acompañar al ritmo de aquel constante bajo. De repente lo siguió la batería, ahí estaba Stear, con esas manos mágicas que de vez en cuando reparaban cosas por puro gusto. Por fin, después de otro par de minutos la guitarra se unió, y casi de inmediato una segunda guitarra, provocando que quien se diera cuenta se sorprendiera gratamente.
Y entonces... la voz...
Una deliciosa voz aterciopelada, con grave e increíblemente sexy, se dejó escuchar llenando cada recoveco del sitio, cada cavidad auditiva, cada alma del estadio.
I can't seem to face up to the facts
I'm tense and nervous and I can't relax
I can't sleep 'cause my bed's on fire
Don't touch me I'm a real live wire
El público se encontraba casi en silencio al percatarse de ese cambio, de que ese no era Anthony, pero increíblemente no se inquietaron, sino que se dejaron cautivar por aquella sensual voz, recibiendo las notas de aquella tonada, sintiendo las vibraciones, moviendo la cabeza y dispuestos a seguir la letra de ese cover que el 90 por ciento del estadio conocía, “Pshyco Killer”* de Talking Heads, una canción que pocas veces incluían en sus conciertos, pero ahora estaba ahí, y estaba interpretada como nunca antes.
Esta voz era ligeramente más grave, un experto la catalogaría como de barítono, mientras la de Anthony pertenecía a un tenor, pero el público no era experto, sólo sabía que esa voz era diferente y que, incluso en contra de su lealtad a Tony, les estaba fascinando.
El primer coro ya había pasado y Terry ni siquiera notó que el público estaba en silencio, él sólo sentía la guitarra sujeta a la altura de su cadera, acariciado las cuerdas y el duro mástil por donde su mano izquierda se deslizaba rítmicamente, mientras sus dedos presionaban cada traste que permitía que el instrumento emitiera determinada nota. Él se dejaba llevar por aquel éxtasis que tocar y cantar le producía. El segundo coro llegó y fue cuando lo notó, escuchó por todo lo alto como le seguían justo después de ese “Yeah yeah yeah yeah!” que surgió casi como un grito de su garganta al terminar con ese agudo alto, lo que elimino toda duda del público para permitir que explotara en un grito para comenzar a corear el famoso “Fa fa fa fa fa fa fa fa far better” “Run run run run run run run away oh oh”
Entonces la luces se encendieron al completo en el escenario, descubriendo a un Terry de lo más desenfadado, justo en el momento en el que él comenzaba a interpretar impecablemente la parte en francés de la canción.
La prensa expectante ya tenía listas las cámaras, únicamente podían grabar la primera canción y luego eran retiradas todas. Así que ninguno desaprovechó, todos contemplaron la figura del chico malo del grupo, en esta ocasión vestido como cantante de los 70, muy ad-hoc a la canción de inicio, con pantalones de cuero negros, una sencilla camisa blanca de cuello redondo, en esta ocasión sin ninguna frase, ya con la letra de esa primera canción era suficiente; para completar su atuendo llevaba botas militares y sus inseparables lentes negros y sombrero, nuevamente fue un fedora, su modelo favorito, pero ahora gris.
Otra vez el famoso coro, que ahora ponía la piel de gallina a todos los presentes, ya que el público al completo se unió a la voz de Terry. Así, cerca del final, y sin más letra que cantar, el músico se dio gusto como guitarra principal, intercambiando con su amigo Charly, quien ya sabía esa costumbre en el inglés, por los últimos instantes que duró la canción.
Si las chicas ya babeaban por lo que veían en cada concierto con sólo tener a Terry en una esquina con su guitarra, ahora verlo al frente, en todo su esplendor, y escuchándolo, fue como para ocasionarles un orgasmo inmediato. El último rasgueo se dejó escuchar, obviamente los aplausos y los gritos frenéticos no se hicieron esperar, aquella primera interpretación había sido una bomba.
Al parecer el chico malo era el paquete completo. Si no fuera por esa nefasta reputación que llevaba como un lastre sería el partido perfecto.
...
Desde la orilla del escenario, Albert, el manager, no sabía si reír o gritar. Terry había roto el escenario, y de seguro la prensa lo destrozaría por ello. Ya imaginaba los encabezados de mañana “‘Pshyco Killer’ Psycho ¿una pista de lo que paso en Seoklaid?”
La elección de la canción había sido por Terrence, en primer lugar para que Archie se luciera, no es que se preocupara por él, pero tenía que ser inteligente, en esta ocasión no necesitaba de ningún inconveniente por parte de su elegante compañero, así que mejor hacerlo lucir desde un inicio.
Como punto número dos, la canción permitía una buena introducción, con ese bajo y batería de inicio daba pie a la expectativa. Y para finalizar, adoraba la letra y cantarla ante una prensa que de por sí ya creía lo peor de él y especulaba mil tonterías sobre porqué Anthony, al parecer, había entrado al hospital, lo hacía poner su mejor sonrisa cínica, esa que era un poco más y malévola.
“Pshyco killer” les daría más tela de donde cortar; él, Grandchester, el malo del grupo, en el micrófono, y el buen Anthony perdido, que supusieran lo que les diera su real y jodida gana.
Así que para rematar, con su patentada sonrisa ladeada, ya casi al terminar esa primera interpretación, cambió un estribillo de la canción, el que decía “I hate people when they're not polite” (Odio a las personas cuando no son educadas) por un “I hate people when they're meddlesome” (Odio a las personas cuando son entrometidas).
Ahí estaba, que dijeran misa de él, incluso Anthony.
.
...
.
La cirugía había sido todo un éxito, el mentado implante de “stent” fue colocado sin problema alguno dentro del corazón de Anthony dos días atrás. Ahora restaba descansar y no preocuparse de que lo que la prensa dijese.
No obstante, cuando unas horas atrás le confesaron, al fin, que Terry lo remplazaría en la voz, ya que hasta ese momento le habían dicho que sería un desconocido, se exaltó, gritó y perdió la compostura al grado de que los médicos tuvieron que ponerle un tranquilizante. No es que él fuera un niño mimado, o que no confiara en la voz de su amigo. Por el contrario, él conocía la voz de su amigo. Era el único del grupo que le había escuchado alguna vez. Y eso le molestó, le exaltó, eso y su estúpida enfermedad que quien sabe cuánto maldito tiempo le tendría fuera de juego, mientas Terry, él se llevaría la gloria, si ya de por sí era un punto focal importante de la banda, aún cuando no hablaba y prácticamente no se movía de su esquina cuando tocaban en vivo. Con un carajo, pensar aquello lo sobre exaltó.
Le había costado aceptarlo pero estaba celoso y temeroso. Y por eso dijo lo que dijo, que Terry ere un bastardo irresponsable, y no se merecía representar a Seoklaid ni por tres minutos. Entonces su amigo, quien había intentado razonar, en ese momento se limitó a quitarse sus inseparables gafas negras, le miró muy serio, y movió la cabeza negando muy despacio; se dio media vuelta para salir de la habitación. Ya afuera dijo. “Ya es tarde, que no se diga que esta vez fue mi irresponsabilidad la que no nos hizo llegar a tiempo.”
Tony se sintió como perro apaleado. Como niño berrinchudo. Terrence le había cubierto la espalda los últimos meses y él le pagaba tirándole más tierra encima y por estúpidos celos. Celos injustificados, pues de sobra sabía que Grandchester lo que menos quería era la presencia mediática; adoraba su intento de bajo perfil y poder pasear por las calles sin ser realmente reconocido. Por eso sus inseparables gafas y sombreros, para ser una persona más y poder vivir su vida con el influjo de la fama lo más alejada posible.
Anthony sólo podía pensar que le había fallado a su amigo por sus miedos e inseguridades que surgieron a partir de que comenzó a sentirse mal; pero eso debía de parar en ese mismo instante.
Por esos meses había dejado de ser el perfecto chico bueno, había sido un total desastre y mejor aún, sin consecuencias, al menos no en cuanto a su reputación de chico centrado, vamos, que con o sin excesos la “Coartación de la aorta” ya estaba ahí. Tal vez sí produjo que las cosas se adelantaran un poco, y que su amigo Terry cargara con toda la culpa, pero esa nunca había sido su intención, sólo que así se dieron las cosas. La habitación del hotel había sido medio destruida en un ataque de furia por no saber qué demonios le sucedía. Siendo Terry el chico malo y raro del grupo, con sus siempre omnipresentes gafas oscuras y sombreros que ocultaban su rostro. ¿A quién culparían sino a él? Claro, tampoco ayudó que ni Anthony ni Terrence corrigiera aquella aseveración.
Como fuese, ahora eso había pasado, y parte de que al final aceptara dejar a Terrence de voz, había sido precisamente alentado por su sentimiento de culpa hacia su amigo. Así que el que el chico malo ganara un poco de atención podría ser más positivo que negativo, al menos Tony ya había decidido apostar por ello.
Con todo ese caldero de emociones hirviendo en su pecho, Tony fue interrumpido por unos breves toquidos en la puerta, del tipo que la gente que sabe que no es propio molestar daba, y él quiso gritar a ese alguien que estaba en lo cierto, él no quería ser molestado; de hecho ya quería regresar a su casa, que no sería precisamente a Escocia, como se había acordado se anunciaría a la prensa. Se suponía que tenía un problema familiar y había viajado a Escocia por los próximos dos meses, al menos esa sería la excusa que se les daría a los reporteros al terminar el concierto, cuando en realidad regresaría a Chicago, donde otra parte de su familia residía. Pasado un tiempo, intentaría volver a los escenarios sin los cuales sabía no podía vivir, pero si quería hacerlo necesitaba descansar y no sólo descansar físicamente si no también mental y espiritualmente. Dejar de lado los últimos meses de locura, que para ser sincero con él mismo, le había traído una especie de consuelo. Él era un gran tipo, noble y con el corazón de niño, pero, para ser sincero consigo mismo, había necesitado sacar todo lo que no comprendía de algún modo. Ok, no fue el mejor, pero dejar de ser el niño bueno por ese breve período de tiempo también significa un descanso.
De nuevo los toquidos lo sacaron de sus cavilaciones. Sin más que asimilar por el momento dio paso a quien fuese.
Y “quien fuese” resultó ser una pequeña y bella criatura rubia de increíbles ojos verdes como el jade. Si el amor a primera vista existía esa debería de ser la prueba, porque Tony se quedó sin habla. No hacía más que mirarla, su rostro, sus ojos, su cabello, que llevaba sujeto en una moño alto, y luego estaban sus pecas y por último vio su blanco uniforme. Fue cuando se percató que la belleza rubia había dicho algo que él, por supuesto, ni siquiera se enteró. Cosa que ella notó, por lo que volvió a hablar.
—Señor Anthony Brower, soy Candice White, me han contratado como su enfermera particular. Su manager fue quien firmó el contrato junto conmigo, mismo que resalta la discreción absoluta. He venido porque hoy será dado de alta para poder recuperarse en casa.
.
...
.
Ya había transcurrido un mes desde que Seoklaid anunciara el retiro temporal de Tony por problemas familiares, y a Terrence como vocalista, igualmente, temporal. Pero el muy cretino seguía haciendo su actuación de chico malo, aunque ya sólo frente a la prensa, y únicamente porque le fascinaba incordiarlos. Porque en los hoteles y lugares que pisaba la banda, él simplemente se hacia el desaparecido encerrándose por completo en las cuatro paredes de su habitación. Sólo saliendo para actuar y de regreso. A eso lo habían orillado los paparazzi, quienes no habían parado de acosarlo en cada rincón y momento en el que se descuidaba. Así que se dijo que unos meses de encierro tal vez le ayudarían a meditar e incluso a escribir unas cuantas canciones.
Y vaya que le habían servido, ahora tenía todo un repertorio para escoger, además de que, de a poco, la amistad con Tony fue regresando, esto gracias a las llamadas telefónicas y al whatsapp. Anthony se disculpó y Terry aceptó las disculpas diciéndole que la próxima más que actuará como un maldito niño mimado él se encargaría en persona de operarlo. Fue su manera de restarle hierro al asunto. En un mes el rubio regresaría y eso le ponía feliz, esperaba que con ello la prensa lo dejara en paz y con eso él podría regresar a su rutina.
Como voz principal durante la gira su éxito estaba siendo mucho mejor de lo que siquiera imaginó, al grado de que en alguna ocasión la entrometida reportera rubia de siempre, le había sugerido que se quedara de voz y se olvidaran de Brower. Terry respondió sencillamente poniéndose de pie y saliendo del lugar mientras decía en voz muy alta que no contestaría preguntas estúpidas.
Lo que realmente le inquietaba un poco era Candy, aquella enfermera de la que su amigo no paraba de hablar, y que incluso por video llamada quiso presentarle. Pero gracias al cielo aquello no ocurrió. A él no le interesaba saber nada de la mentada Candy. La chica llegó como su enfermera y ahora era su novia. Si claro, como si a dos semanas de conocer a alguien pudiese iniciar una relación tan formal como la que su amigo aseguraba; formal en el sentido de que la consideraba su novia y no sólo una conquista. Y mucho menos lo creía después de todos los excesos en los que Tony cayó, incluyendo aquel alegre cuarteto en el que participara y que él descubrió cuando fue en busca de Anthony. Con molestia recordó como el muy descarado de Brower todavía le pidió que sacara a las tres chicas.
El guapo castaño sonrió, su amigo sentando cabeza, por más que hubiese regresado a ser el chico tranquilo y bien portado de siempre no se creía eso de que la joven lo quisiera tanto.
De repente unos ojos verdes, seguida por una naricita cubierta por una constelación de pecas se acomodaron en su mente para iniciar una función particular, una que incluía banda sonora, una muy increíble banda sonora de gemidos y sonidos de éxtasis. La chica de Chicago. Aquella que nunca le había llamado y que al parecer ni siquiera le dio un número correcto, porque cuando le marcó resulto que pertenecía a otra persona.
Terry se recostó sobre la gran cama king size de su habitación de hotel, boca arriba con un antebrazo a modo de almohada.
—¡Pecosa!
Sus labios susurraron con tal intensidad aquel apodo que él usaba de nombre, pues el verdadero nunca lo supo. La hermosa rubia le dijo que se tenía que ganar que se lo dijera. Por ello sólo le dijo Pecosa el corto tiempo que estuvieron juntos. También por eso ni siquiera podía intentar contactarla en redes sociales, aunque, en contra de toda lógica, tecleó Pecosa en el motor de búsqueda de FB, y de Instagram y deTwiter, total, por teclear unas letras no perdía nada, sólo tiempo, ya que los resultados fueron infructíferos. Lo único que le faltó fue ir a buscarla a donde la llevó aquella noche, pero la ocasión en que estuvo en Chicago, Tony inició con su vida loca y todo se fue al carajo. Irónicamente Tony estaba ahora en “La ciudad de los vientos.”
Pensándolo bien, tal vez no fuese tan de locura aquello de empezar una relación en tan poco tiempo, si él la volviera a ver, y ella le diera una adecuada excusa sobre la falta de llamadas y el cambio de número; no se lo pensaría dos veces. Le pediría iniciar algo entre ellos de inmediato.
De la nada una melodía comenzó a surgir. Las musas iniciaron una plática entre ellas que llegó a sus oídos y cosquilleaba en sus manos. De inmediato se levantó de un salto para tomar una de sus guitarras, la acústica que siempre cargaba junto a él en cada hotel. Luego busco papel y lápiz. La melodía bailaba tan precisa en su cabeza que no pudo hacer nada más que escribirla.
La canción era lenta, lenta y sensual, no, sensual no, era increíblemente sexual. Todo lo que ella le provocó en esos breves días y le seguía provocando, fue plasmado ahí. Y lo que le obsesionaba. Sus pecas. Él quería cada peca.
“Every Other Freckle”** (Cada otra peca) la tituló.
“I want to share your mouthful
I want to do all the things your lungs do so well
I’m gonna bed into you like a cat prance into a beanbag”
Así iniciaba aquella letra, que aún no sabía como pero convencería al grupo que para dentro de dos conciertos la tocaran en vivo. Sí, eso sería más que una locura, pero es que no le interesaba que colocaran la canción dentro de un disco, y mucho menos quería que Anthony la interpretara, y no por egoísmo, bien, sí era por egoísmo, pero uno algo más visceral, Terrence Grandchester no compartía nada que en verdad quisiera, y su pecosa se le había incrustado muy adentro, y esa canción fue escrita por y para ella, si alguien la interpretaría sería él y sólo él, y con un mensaje muy claro para ella.
¿Cómo nuca se le había ocurrido antes?, esa sería otra manera de buscarla. Ella tenía que escuchar la letra en algún momento y lo identificaría. Jajajaja, carcajeó al darse cuenta que su siempre cuidada identidad en esta ocasión no había servido para hallarla. Pero que Seoklaid fuese una de las bandas de rock más famosas del momento de seguro sí que serviría.
“...I want to be every button you press
And all mouths that surround you...
I want every other freckle
I want every other freckle...
...I want every other freckle, freckle.”
(Quiero cada otra peca, peca.)
Era la manera en como la canción terminaba.
.
...
.
Tony no tenía ni una desquiciada idea de cómo interpretar lo que sus oídos habían escuchado hace un rato. Por un lado casi tuvo ganas de estrangular a quien se le pusiera enfrente, y deseaba con toda su alma que ese alguien fuese Terrence.
Luego tomó aire, mucho aire, tanto que no le cabía en los pulmones; alargó la mano y tomó la de Candy, ella siempre le tranquilizaba, y eso era lo que necesitaba con urgencia, tranquilidad.
Albert le había mandado un video con la canción que dos semanas atrás Terry había llevado pidiéndola poner como parte del repertorio de los conciertos, de todos los conciertos. De hecho más que petición había sido una exigencia velada. Quería cantarla y punto. Archie casi le rompe uno de sus bajos en la cabeza si no es por el gran amor que le tenía a esos instrumentos. Mientras que Stear prefirió ser imparcial hasta que escuchara lo que el inglés traía. Y traía una letra que se notaba a millas lo personal que era, pero por la manera en que la cantaba los hermanos Cornwell, así como Albert, supieron que esa canción sería un éxito, cada fémina desearía llenar su cuerpo de pecas en cuanto escucharan a Terrence decir “I want every other freckle.” (Quiero cada otra peca).
Sólo había una petición, Terry no la quería para ningún álbum, la quería únicamente para cantar en vivo. Albert, lo vio como un buen regalo para los fans, mejor dicho LAS fans; y como una posibilidad para un disco en vivo, cosa que también comprendieron los Cornwell, una canción exclusiva para los conciertos era un plus extra.
Sin embargo, Tony lo vio como una traición. Él era el compositor principal del grupo, así como “la voz”. Sí, ya había limado asperezas con Terrence, ya había aceptado que todo habían sido celos, pero... le jodía aquello. Cuando veían las noticias sobre Seoklaid parecía que el mundo entero se había olvidado de él, de Anthony Brower, el creador del grupo, el líder. Todo era Terrence y los intentos por tomarle una foto sin sombrero y gafas. Y ahora una de sus canciones sería exclusiva para concierto. Cierto que su amigo escribía, pero nunca eran sus canciones las seleccionadas como sencillos, lo que equivalía a que por lo general no eran parte de los conciertos.
Maldición, todo aquello estaba tomando un rumbo que le desagradaba, que le hacía sentir dolor de cabeza y de pecho, y el dolor no era precisamente por su corazón o su reciente operación. Necesitaba regresar como para ayer a los escenarios o moriría de asfixia. Temía que el público prefiriese al guitarrista como cantante. ¿Qué sería de él entonces?
—¿Cómo dices que se llama tu amigo el que está cantando ahora? –Candy preguntó casualmente al tiempo que soltaba la mano de Tony.
—Terrence, se llama Terrence, aunque todos le decimos Terry.
Si una bomba hubiese explotado del otro lado de la habitación Candy no hubiera estado tan aturdida como con esa revelación.
Seoklaid, su amiga Annie era fanática de esa banda de rock, sobre todo por Archie, el bajista. Pero Candice nunca le había puesto particular atención, Annie se alocaba con todo, y Archie era como su décimo cruch del año; así que un grupo más le daba igual. Sí, las canciones le agradaban, pero no era de las que se enloquecía con los músicos. Si una canción le agradaba la escuchaba por internet o hacia una compra, y hasta ahí.
Así fue hasta el momento en que conoció a su último paciente. Anthony Brower, quien resultó ser nada más y nada menos que el vocalista del dichoso grupo. Quien por cierto desde hace un mes era su novio. Y quien en dos semanas más dejaría de serlo.
El problema que Candy tenía es que su corazón de pollo no resistía ver a la gente sufrir, y Tony la había estado pasando pésimo. No supo ni en qué momento ocurrió, pero un día se dio cuenta que ese juego en el que él le pedía una cita, o ser su novia se convirtió en una realidad. Así que cuando descubrió que su paciente le hizo una propuesta formal ya era demasiado tarde, al menos eso creyó ella, para retractarse.
Lo positivo es que en dos semanas su contrato expiraba y ella le diría adiós ya que su “novio” se uniría a la gira, con otra enfermera de compañía, pues ella no solía salir de Chicago para no alejarse mucho de su familia y por eso había declinado la oferta de inicio de varios meses, por sólo dos en lo que el paciente se recuperaba en casa. Así que esa sería la excusa perfecta para terminar con esa relación que era más bien platónica, decir que ella “no creía” en eso de las relaciones a distancia. Por ello lamentablemente tendría que terminar. Con eso el asunto estaría solucionado.
No obstante, después de haber visto aquel video del ensayo previo al concierto, pero sobretodo, después de oírlo, todo se tambaleó en ella. No podía dejar de escuchar en su cabeza aquella tonada, y menos aun lo que la canción decía. DEVÓRAME, DEVÓRAME, DEVÓRAME. La palabra retumbaba constante en todo su ser, junto con esa otra frase, “Voy a besarte como el sol te broncea.” Ni siquiera recordaba quien había dicho que, sabía que alguno de los dos lo había hecho, y por supuesto que recordaba a la perfección en que momento fue, pero por dios que no sabía si fueron de sus labios o de los de Terry.
Podía evocar el instante en el que él la recostó sobre la cama, cuando se acodo encima de ella y comenzó a besarla, tan intensa y apasionadamente, tan hambriento, que escuchó muy claro ese “Devórame” que surgió desde algún rincón de la habitación, como una voz que etérea. También estaba el aroma, el increíble aroma de loción, jabón, piel y sexo. Todo eso que era Terry. Lo pudo oler mucho mejor cuando cambiaron de postura y ella estuvo encima de él, lamiendo su pecho, su cuello, su cuadrada mandíbula hasta llegar a los labios, mientras terminaba de desvestirlo. Ahí vino aquella otra frase de besos y sol. Pero en definitiva la frase que se marcó a fuego en su mente, alma y corazón fue la de “I want every other freckle.” Y esa si era seguro que él la había dicho. Fue como una mezcla de susurro y gemido muy cerca de su boca.
Terry le dijo eso, “Quiero cada otra de tus pecas.”
«—¿Cómo que otra? —Candy preguntó sin dejar de gemir por los besos que eran regados desde su boca hasta su cuello.
—Estoy seguro... que en este hermoso cuerpo... hay más pecas de las que puedo ver... o de las que alcanzaré a contar... –entre besos y sonidos guturales se fue respondiendo–. Así que quiero cada una de las otras pecas... esas que apenas voy a descubrir.»
—Es jodidamente bueno, ¿no es cierto? —Anthony la regresó de su viaje al pasado cuando la vio tan concentrada; pero ella no pudo más que pedirle el celular para volver a ver y escuchar el ensayo.
Casi se le sale una lágrima, ahí estaba Terry. Lo veía tan claro, mucho más cuando a mitad de la canción se quitó sus gafas. Era un ensayo así que cuando podía se quitaba su disfraz. Quien grababa con el celular hizo una toma abierta, ojalá hubiese enfocado a Terry para ver su zafírea mirada. Bueno, al menos ya conocía el lugar donde podía encontrarlo. O como localizarlo, después de tantas noches soñando con él y él le había escrito una canción y eso debía significar algo; por la letra casi podía asegurar que significaba mucho.
Cuando pudiese le tomaría el celular a Tony para copiar el número de Terry y en ésta ocasión se aseguraría de guardarlo muy bien. Lógico que no le llamaría de inmediato. Pero un mes, si un mes, bueno dos, con eso sería más que suficiente para poder contactarlo de nuevo. Ya que Anthony se haya olvidado de ella. Sin embargo.
—Candy prepara tus cosas, nos vamos a Atlanta, es hora de incorporarme a la gira –Tony habló fuerte y claro al tiempo que dirigía a su habitación.
—¿Qué dices?, no puedes. Faltan dos semanas para que te de alta el doctor Martin –la enfermera le siguió.
—Lo siento, me tengo que ir ahora, así podré estar presente en el siguiente concierto.
—Supongo que eso significa que…
—Que me acompañaras, por supuesto. Eres mi novia, y en todo caso, tu contrato se acaba en dos semanas. Así que te vas conmigo.
Continuará...
“Grazzie per esserti perso nella mia scrittura”
Gracias por perderse entre mis letras
Notas:
“Pshyco Killer” canción compuesta por Compositores: Chris Frantz / David Byrne / Tina Weymouth, e interpretada por Talking Heads
“Every other freckle” compuesta por Augustus Unger Hamilton / Joe Newman / Thomas Green, interpretada por Alt-J
—Ahora que locura se te ocurrió mi querida Nerd –Terry, como de costumbre interrumpe.
—Mio cuore, ninguna locura, sólo te describo con el duro mástil de la guitarra bien agarrado entre tus bellos dedos –la chica italiana le explica de inmediato.
—Eso me pasa por preguntar.
—Amore?
—¿Qué sucede? Ahora con que me saldrás –Liath se cruza de brazos.
—¿Vuelves a tocar la guitarra para mí? –sin embargo Maia está ya abrazándolo cuando pregunta aquello.
—Si no mal recuerdo la última vez que lo hice te caíste y te dislocaste el tobillo.
—Prometo quedarme sentadita.
—Y Milo –Terry mira hacia todos lados.
—Yo tengo postre griego, Andreia su postre francés. Marcela quería a su japonés, su postre, así que los chicos fueron por él.
—Traidores. Mejor sigue con tu presentación.
Bellissime, aquí el capítulo de Seoklaid.
Seoklaid
By Elby 8a, Ayame DV y Gissa Graham
Capítulo 3 : Run, run away; I want every other freckle.
(Corre, huye; quiero cada otra peca)
By Gissa Graham
Todo estaba en penumbras, el escenario era una mancha negra y el público comenzaba a impacientarse, llevaban veinte minutos de retraso cuando el grupo jamás había tardado más de diez en dar inicio al show. Así que los rumores sobre que Anthony, el vocalista, había ido a parar al hospital se hacían más crecientes en el lugar, entre periodistas y fans que ya comenzaban a creer que realmente todo iba mal.
Chiflidos y rechiflados no se hicieron esperar, también un par de gritos, mucho más porque la oscuridad ahí arriba seguía igual que diez minutos atrás, pero todo quedó en silencio cuando un sonido muy peculiar se dejó escuchar por los amplificadores.
El increíble sonido del bajo de Archivald fue con lo que dio inicio el concierto, sólo ese sonido que inundaba todo haciendo retumbar los corazones, seguía y seguía en la oscuridad casi absoluta del lugar. No querían revelar de inmediato que Tony no actuaría ese día, mucho menos después del largo retraso ocasionado en parte por el mismo vocalista y una discusión muy peculiar entre él y Terry.
Al finalizar el concierto ya tenían planeada una rueda de prensa; sin embargo ahora sólo era Archie en el escenario por varios minutos, pero al público parecía no molestarle eso, al contrario, las palmas ya habían empezado a acompañar al ritmo de aquel constante bajo. De repente lo siguió la batería, ahí estaba Stear, con esas manos mágicas que de vez en cuando reparaban cosas por puro gusto. Por fin, después de otro par de minutos la guitarra se unió, y casi de inmediato una segunda guitarra, provocando que quien se diera cuenta se sorprendiera gratamente.
Y entonces... la voz...
Una deliciosa voz aterciopelada, con grave e increíblemente sexy, se dejó escuchar llenando cada recoveco del sitio, cada cavidad auditiva, cada alma del estadio.
I can't seem to face up to the facts
I'm tense and nervous and I can't relax
I can't sleep 'cause my bed's on fire
Don't touch me I'm a real live wire
El público se encontraba casi en silencio al percatarse de ese cambio, de que ese no era Anthony, pero increíblemente no se inquietaron, sino que se dejaron cautivar por aquella sensual voz, recibiendo las notas de aquella tonada, sintiendo las vibraciones, moviendo la cabeza y dispuestos a seguir la letra de ese cover que el 90 por ciento del estadio conocía, “Pshyco Killer”* de Talking Heads, una canción que pocas veces incluían en sus conciertos, pero ahora estaba ahí, y estaba interpretada como nunca antes.
Esta voz era ligeramente más grave, un experto la catalogaría como de barítono, mientras la de Anthony pertenecía a un tenor, pero el público no era experto, sólo sabía que esa voz era diferente y que, incluso en contra de su lealtad a Tony, les estaba fascinando.
El primer coro ya había pasado y Terry ni siquiera notó que el público estaba en silencio, él sólo sentía la guitarra sujeta a la altura de su cadera, acariciado las cuerdas y el duro mástil por donde su mano izquierda se deslizaba rítmicamente, mientras sus dedos presionaban cada traste que permitía que el instrumento emitiera determinada nota. Él se dejaba llevar por aquel éxtasis que tocar y cantar le producía. El segundo coro llegó y fue cuando lo notó, escuchó por todo lo alto como le seguían justo después de ese “Yeah yeah yeah yeah!” que surgió casi como un grito de su garganta al terminar con ese agudo alto, lo que elimino toda duda del público para permitir que explotara en un grito para comenzar a corear el famoso “Fa fa fa fa fa fa fa fa far better” “Run run run run run run run away oh oh”
Entonces la luces se encendieron al completo en el escenario, descubriendo a un Terry de lo más desenfadado, justo en el momento en el que él comenzaba a interpretar impecablemente la parte en francés de la canción.
La prensa expectante ya tenía listas las cámaras, únicamente podían grabar la primera canción y luego eran retiradas todas. Así que ninguno desaprovechó, todos contemplaron la figura del chico malo del grupo, en esta ocasión vestido como cantante de los 70, muy ad-hoc a la canción de inicio, con pantalones de cuero negros, una sencilla camisa blanca de cuello redondo, en esta ocasión sin ninguna frase, ya con la letra de esa primera canción era suficiente; para completar su atuendo llevaba botas militares y sus inseparables lentes negros y sombrero, nuevamente fue un fedora, su modelo favorito, pero ahora gris.
Otra vez el famoso coro, que ahora ponía la piel de gallina a todos los presentes, ya que el público al completo se unió a la voz de Terry. Así, cerca del final, y sin más letra que cantar, el músico se dio gusto como guitarra principal, intercambiando con su amigo Charly, quien ya sabía esa costumbre en el inglés, por los últimos instantes que duró la canción.
Si las chicas ya babeaban por lo que veían en cada concierto con sólo tener a Terry en una esquina con su guitarra, ahora verlo al frente, en todo su esplendor, y escuchándolo, fue como para ocasionarles un orgasmo inmediato. El último rasgueo se dejó escuchar, obviamente los aplausos y los gritos frenéticos no se hicieron esperar, aquella primera interpretación había sido una bomba.
Al parecer el chico malo era el paquete completo. Si no fuera por esa nefasta reputación que llevaba como un lastre sería el partido perfecto.
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Desde la orilla del escenario, Albert, el manager, no sabía si reír o gritar. Terry había roto el escenario, y de seguro la prensa lo destrozaría por ello. Ya imaginaba los encabezados de mañana “‘Pshyco Killer’ Psycho ¿una pista de lo que paso en Seoklaid?”
La elección de la canción había sido por Terrence, en primer lugar para que Archie se luciera, no es que se preocupara por él, pero tenía que ser inteligente, en esta ocasión no necesitaba de ningún inconveniente por parte de su elegante compañero, así que mejor hacerlo lucir desde un inicio.
Como punto número dos, la canción permitía una buena introducción, con ese bajo y batería de inicio daba pie a la expectativa. Y para finalizar, adoraba la letra y cantarla ante una prensa que de por sí ya creía lo peor de él y especulaba mil tonterías sobre porqué Anthony, al parecer, había entrado al hospital, lo hacía poner su mejor sonrisa cínica, esa que era un poco más y malévola.
“Pshyco killer” les daría más tela de donde cortar; él, Grandchester, el malo del grupo, en el micrófono, y el buen Anthony perdido, que supusieran lo que les diera su real y jodida gana.
Así que para rematar, con su patentada sonrisa ladeada, ya casi al terminar esa primera interpretación, cambió un estribillo de la canción, el que decía “I hate people when they're not polite” (Odio a las personas cuando no son educadas) por un “I hate people when they're meddlesome” (Odio a las personas cuando son entrometidas).
Ahí estaba, que dijeran misa de él, incluso Anthony.
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La cirugía había sido todo un éxito, el mentado implante de “stent” fue colocado sin problema alguno dentro del corazón de Anthony dos días atrás. Ahora restaba descansar y no preocuparse de que lo que la prensa dijese.
No obstante, cuando unas horas atrás le confesaron, al fin, que Terry lo remplazaría en la voz, ya que hasta ese momento le habían dicho que sería un desconocido, se exaltó, gritó y perdió la compostura al grado de que los médicos tuvieron que ponerle un tranquilizante. No es que él fuera un niño mimado, o que no confiara en la voz de su amigo. Por el contrario, él conocía la voz de su amigo. Era el único del grupo que le había escuchado alguna vez. Y eso le molestó, le exaltó, eso y su estúpida enfermedad que quien sabe cuánto maldito tiempo le tendría fuera de juego, mientas Terry, él se llevaría la gloria, si ya de por sí era un punto focal importante de la banda, aún cuando no hablaba y prácticamente no se movía de su esquina cuando tocaban en vivo. Con un carajo, pensar aquello lo sobre exaltó.
Le había costado aceptarlo pero estaba celoso y temeroso. Y por eso dijo lo que dijo, que Terry ere un bastardo irresponsable, y no se merecía representar a Seoklaid ni por tres minutos. Entonces su amigo, quien había intentado razonar, en ese momento se limitó a quitarse sus inseparables gafas negras, le miró muy serio, y movió la cabeza negando muy despacio; se dio media vuelta para salir de la habitación. Ya afuera dijo. “Ya es tarde, que no se diga que esta vez fue mi irresponsabilidad la que no nos hizo llegar a tiempo.”
Tony se sintió como perro apaleado. Como niño berrinchudo. Terrence le había cubierto la espalda los últimos meses y él le pagaba tirándole más tierra encima y por estúpidos celos. Celos injustificados, pues de sobra sabía que Grandchester lo que menos quería era la presencia mediática; adoraba su intento de bajo perfil y poder pasear por las calles sin ser realmente reconocido. Por eso sus inseparables gafas y sombreros, para ser una persona más y poder vivir su vida con el influjo de la fama lo más alejada posible.
Anthony sólo podía pensar que le había fallado a su amigo por sus miedos e inseguridades que surgieron a partir de que comenzó a sentirse mal; pero eso debía de parar en ese mismo instante.
Por esos meses había dejado de ser el perfecto chico bueno, había sido un total desastre y mejor aún, sin consecuencias, al menos no en cuanto a su reputación de chico centrado, vamos, que con o sin excesos la “Coartación de la aorta” ya estaba ahí. Tal vez sí produjo que las cosas se adelantaran un poco, y que su amigo Terry cargara con toda la culpa, pero esa nunca había sido su intención, sólo que así se dieron las cosas. La habitación del hotel había sido medio destruida en un ataque de furia por no saber qué demonios le sucedía. Siendo Terry el chico malo y raro del grupo, con sus siempre omnipresentes gafas oscuras y sombreros que ocultaban su rostro. ¿A quién culparían sino a él? Claro, tampoco ayudó que ni Anthony ni Terrence corrigiera aquella aseveración.
Como fuese, ahora eso había pasado, y parte de que al final aceptara dejar a Terrence de voz, había sido precisamente alentado por su sentimiento de culpa hacia su amigo. Así que el que el chico malo ganara un poco de atención podría ser más positivo que negativo, al menos Tony ya había decidido apostar por ello.
Con todo ese caldero de emociones hirviendo en su pecho, Tony fue interrumpido por unos breves toquidos en la puerta, del tipo que la gente que sabe que no es propio molestar daba, y él quiso gritar a ese alguien que estaba en lo cierto, él no quería ser molestado; de hecho ya quería regresar a su casa, que no sería precisamente a Escocia, como se había acordado se anunciaría a la prensa. Se suponía que tenía un problema familiar y había viajado a Escocia por los próximos dos meses, al menos esa sería la excusa que se les daría a los reporteros al terminar el concierto, cuando en realidad regresaría a Chicago, donde otra parte de su familia residía. Pasado un tiempo, intentaría volver a los escenarios sin los cuales sabía no podía vivir, pero si quería hacerlo necesitaba descansar y no sólo descansar físicamente si no también mental y espiritualmente. Dejar de lado los últimos meses de locura, que para ser sincero con él mismo, le había traído una especie de consuelo. Él era un gran tipo, noble y con el corazón de niño, pero, para ser sincero consigo mismo, había necesitado sacar todo lo que no comprendía de algún modo. Ok, no fue el mejor, pero dejar de ser el niño bueno por ese breve período de tiempo también significa un descanso.
De nuevo los toquidos lo sacaron de sus cavilaciones. Sin más que asimilar por el momento dio paso a quien fuese.
Y “quien fuese” resultó ser una pequeña y bella criatura rubia de increíbles ojos verdes como el jade. Si el amor a primera vista existía esa debería de ser la prueba, porque Tony se quedó sin habla. No hacía más que mirarla, su rostro, sus ojos, su cabello, que llevaba sujeto en una moño alto, y luego estaban sus pecas y por último vio su blanco uniforme. Fue cuando se percató que la belleza rubia había dicho algo que él, por supuesto, ni siquiera se enteró. Cosa que ella notó, por lo que volvió a hablar.
—Señor Anthony Brower, soy Candice White, me han contratado como su enfermera particular. Su manager fue quien firmó el contrato junto conmigo, mismo que resalta la discreción absoluta. He venido porque hoy será dado de alta para poder recuperarse en casa.
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Ya había transcurrido un mes desde que Seoklaid anunciara el retiro temporal de Tony por problemas familiares, y a Terrence como vocalista, igualmente, temporal. Pero el muy cretino seguía haciendo su actuación de chico malo, aunque ya sólo frente a la prensa, y únicamente porque le fascinaba incordiarlos. Porque en los hoteles y lugares que pisaba la banda, él simplemente se hacia el desaparecido encerrándose por completo en las cuatro paredes de su habitación. Sólo saliendo para actuar y de regreso. A eso lo habían orillado los paparazzi, quienes no habían parado de acosarlo en cada rincón y momento en el que se descuidaba. Así que se dijo que unos meses de encierro tal vez le ayudarían a meditar e incluso a escribir unas cuantas canciones.
Y vaya que le habían servido, ahora tenía todo un repertorio para escoger, además de que, de a poco, la amistad con Tony fue regresando, esto gracias a las llamadas telefónicas y al whatsapp. Anthony se disculpó y Terry aceptó las disculpas diciéndole que la próxima más que actuará como un maldito niño mimado él se encargaría en persona de operarlo. Fue su manera de restarle hierro al asunto. En un mes el rubio regresaría y eso le ponía feliz, esperaba que con ello la prensa lo dejara en paz y con eso él podría regresar a su rutina.
Como voz principal durante la gira su éxito estaba siendo mucho mejor de lo que siquiera imaginó, al grado de que en alguna ocasión la entrometida reportera rubia de siempre, le había sugerido que se quedara de voz y se olvidaran de Brower. Terry respondió sencillamente poniéndose de pie y saliendo del lugar mientras decía en voz muy alta que no contestaría preguntas estúpidas.
Lo que realmente le inquietaba un poco era Candy, aquella enfermera de la que su amigo no paraba de hablar, y que incluso por video llamada quiso presentarle. Pero gracias al cielo aquello no ocurrió. A él no le interesaba saber nada de la mentada Candy. La chica llegó como su enfermera y ahora era su novia. Si claro, como si a dos semanas de conocer a alguien pudiese iniciar una relación tan formal como la que su amigo aseguraba; formal en el sentido de que la consideraba su novia y no sólo una conquista. Y mucho menos lo creía después de todos los excesos en los que Tony cayó, incluyendo aquel alegre cuarteto en el que participara y que él descubrió cuando fue en busca de Anthony. Con molestia recordó como el muy descarado de Brower todavía le pidió que sacara a las tres chicas.
El guapo castaño sonrió, su amigo sentando cabeza, por más que hubiese regresado a ser el chico tranquilo y bien portado de siempre no se creía eso de que la joven lo quisiera tanto.
De repente unos ojos verdes, seguida por una naricita cubierta por una constelación de pecas se acomodaron en su mente para iniciar una función particular, una que incluía banda sonora, una muy increíble banda sonora de gemidos y sonidos de éxtasis. La chica de Chicago. Aquella que nunca le había llamado y que al parecer ni siquiera le dio un número correcto, porque cuando le marcó resulto que pertenecía a otra persona.
Terry se recostó sobre la gran cama king size de su habitación de hotel, boca arriba con un antebrazo a modo de almohada.
—¡Pecosa!
Sus labios susurraron con tal intensidad aquel apodo que él usaba de nombre, pues el verdadero nunca lo supo. La hermosa rubia le dijo que se tenía que ganar que se lo dijera. Por ello sólo le dijo Pecosa el corto tiempo que estuvieron juntos. También por eso ni siquiera podía intentar contactarla en redes sociales, aunque, en contra de toda lógica, tecleó Pecosa en el motor de búsqueda de FB, y de Instagram y deTwiter, total, por teclear unas letras no perdía nada, sólo tiempo, ya que los resultados fueron infructíferos. Lo único que le faltó fue ir a buscarla a donde la llevó aquella noche, pero la ocasión en que estuvo en Chicago, Tony inició con su vida loca y todo se fue al carajo. Irónicamente Tony estaba ahora en “La ciudad de los vientos.”
Pensándolo bien, tal vez no fuese tan de locura aquello de empezar una relación en tan poco tiempo, si él la volviera a ver, y ella le diera una adecuada excusa sobre la falta de llamadas y el cambio de número; no se lo pensaría dos veces. Le pediría iniciar algo entre ellos de inmediato.
De la nada una melodía comenzó a surgir. Las musas iniciaron una plática entre ellas que llegó a sus oídos y cosquilleaba en sus manos. De inmediato se levantó de un salto para tomar una de sus guitarras, la acústica que siempre cargaba junto a él en cada hotel. Luego busco papel y lápiz. La melodía bailaba tan precisa en su cabeza que no pudo hacer nada más que escribirla.
La canción era lenta, lenta y sensual, no, sensual no, era increíblemente sexual. Todo lo que ella le provocó en esos breves días y le seguía provocando, fue plasmado ahí. Y lo que le obsesionaba. Sus pecas. Él quería cada peca.
“Every Other Freckle”** (Cada otra peca) la tituló.
“I want to share your mouthful
I want to do all the things your lungs do so well
I’m gonna bed into you like a cat prance into a beanbag”
Así iniciaba aquella letra, que aún no sabía como pero convencería al grupo que para dentro de dos conciertos la tocaran en vivo. Sí, eso sería más que una locura, pero es que no le interesaba que colocaran la canción dentro de un disco, y mucho menos quería que Anthony la interpretara, y no por egoísmo, bien, sí era por egoísmo, pero uno algo más visceral, Terrence Grandchester no compartía nada que en verdad quisiera, y su pecosa se le había incrustado muy adentro, y esa canción fue escrita por y para ella, si alguien la interpretaría sería él y sólo él, y con un mensaje muy claro para ella.
¿Cómo nuca se le había ocurrido antes?, esa sería otra manera de buscarla. Ella tenía que escuchar la letra en algún momento y lo identificaría. Jajajaja, carcajeó al darse cuenta que su siempre cuidada identidad en esta ocasión no había servido para hallarla. Pero que Seoklaid fuese una de las bandas de rock más famosas del momento de seguro sí que serviría.
“...I want to be every button you press
And all mouths that surround you...
I want every other freckle
I want every other freckle...
...I want every other freckle, freckle.”
(Quiero cada otra peca, peca.)
Era la manera en como la canción terminaba.
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Tony no tenía ni una desquiciada idea de cómo interpretar lo que sus oídos habían escuchado hace un rato. Por un lado casi tuvo ganas de estrangular a quien se le pusiera enfrente, y deseaba con toda su alma que ese alguien fuese Terrence.
Luego tomó aire, mucho aire, tanto que no le cabía en los pulmones; alargó la mano y tomó la de Candy, ella siempre le tranquilizaba, y eso era lo que necesitaba con urgencia, tranquilidad.
Albert le había mandado un video con la canción que dos semanas atrás Terry había llevado pidiéndola poner como parte del repertorio de los conciertos, de todos los conciertos. De hecho más que petición había sido una exigencia velada. Quería cantarla y punto. Archie casi le rompe uno de sus bajos en la cabeza si no es por el gran amor que le tenía a esos instrumentos. Mientras que Stear prefirió ser imparcial hasta que escuchara lo que el inglés traía. Y traía una letra que se notaba a millas lo personal que era, pero por la manera en que la cantaba los hermanos Cornwell, así como Albert, supieron que esa canción sería un éxito, cada fémina desearía llenar su cuerpo de pecas en cuanto escucharan a Terrence decir “I want every other freckle.” (Quiero cada otra peca).
Sólo había una petición, Terry no la quería para ningún álbum, la quería únicamente para cantar en vivo. Albert, lo vio como un buen regalo para los fans, mejor dicho LAS fans; y como una posibilidad para un disco en vivo, cosa que también comprendieron los Cornwell, una canción exclusiva para los conciertos era un plus extra.
Sin embargo, Tony lo vio como una traición. Él era el compositor principal del grupo, así como “la voz”. Sí, ya había limado asperezas con Terrence, ya había aceptado que todo habían sido celos, pero... le jodía aquello. Cuando veían las noticias sobre Seoklaid parecía que el mundo entero se había olvidado de él, de Anthony Brower, el creador del grupo, el líder. Todo era Terrence y los intentos por tomarle una foto sin sombrero y gafas. Y ahora una de sus canciones sería exclusiva para concierto. Cierto que su amigo escribía, pero nunca eran sus canciones las seleccionadas como sencillos, lo que equivalía a que por lo general no eran parte de los conciertos.
Maldición, todo aquello estaba tomando un rumbo que le desagradaba, que le hacía sentir dolor de cabeza y de pecho, y el dolor no era precisamente por su corazón o su reciente operación. Necesitaba regresar como para ayer a los escenarios o moriría de asfixia. Temía que el público prefiriese al guitarrista como cantante. ¿Qué sería de él entonces?
—¿Cómo dices que se llama tu amigo el que está cantando ahora? –Candy preguntó casualmente al tiempo que soltaba la mano de Tony.
—Terrence, se llama Terrence, aunque todos le decimos Terry.
Si una bomba hubiese explotado del otro lado de la habitación Candy no hubiera estado tan aturdida como con esa revelación.
Seoklaid, su amiga Annie era fanática de esa banda de rock, sobre todo por Archie, el bajista. Pero Candice nunca le había puesto particular atención, Annie se alocaba con todo, y Archie era como su décimo cruch del año; así que un grupo más le daba igual. Sí, las canciones le agradaban, pero no era de las que se enloquecía con los músicos. Si una canción le agradaba la escuchaba por internet o hacia una compra, y hasta ahí.
Así fue hasta el momento en que conoció a su último paciente. Anthony Brower, quien resultó ser nada más y nada menos que el vocalista del dichoso grupo. Quien por cierto desde hace un mes era su novio. Y quien en dos semanas más dejaría de serlo.
El problema que Candy tenía es que su corazón de pollo no resistía ver a la gente sufrir, y Tony la había estado pasando pésimo. No supo ni en qué momento ocurrió, pero un día se dio cuenta que ese juego en el que él le pedía una cita, o ser su novia se convirtió en una realidad. Así que cuando descubrió que su paciente le hizo una propuesta formal ya era demasiado tarde, al menos eso creyó ella, para retractarse.
Lo positivo es que en dos semanas su contrato expiraba y ella le diría adiós ya que su “novio” se uniría a la gira, con otra enfermera de compañía, pues ella no solía salir de Chicago para no alejarse mucho de su familia y por eso había declinado la oferta de inicio de varios meses, por sólo dos en lo que el paciente se recuperaba en casa. Así que esa sería la excusa perfecta para terminar con esa relación que era más bien platónica, decir que ella “no creía” en eso de las relaciones a distancia. Por ello lamentablemente tendría que terminar. Con eso el asunto estaría solucionado.
No obstante, después de haber visto aquel video del ensayo previo al concierto, pero sobretodo, después de oírlo, todo se tambaleó en ella. No podía dejar de escuchar en su cabeza aquella tonada, y menos aun lo que la canción decía. DEVÓRAME, DEVÓRAME, DEVÓRAME. La palabra retumbaba constante en todo su ser, junto con esa otra frase, “Voy a besarte como el sol te broncea.” Ni siquiera recordaba quien había dicho que, sabía que alguno de los dos lo había hecho, y por supuesto que recordaba a la perfección en que momento fue, pero por dios que no sabía si fueron de sus labios o de los de Terry.
Podía evocar el instante en el que él la recostó sobre la cama, cuando se acodo encima de ella y comenzó a besarla, tan intensa y apasionadamente, tan hambriento, que escuchó muy claro ese “Devórame” que surgió desde algún rincón de la habitación, como una voz que etérea. También estaba el aroma, el increíble aroma de loción, jabón, piel y sexo. Todo eso que era Terry. Lo pudo oler mucho mejor cuando cambiaron de postura y ella estuvo encima de él, lamiendo su pecho, su cuello, su cuadrada mandíbula hasta llegar a los labios, mientras terminaba de desvestirlo. Ahí vino aquella otra frase de besos y sol. Pero en definitiva la frase que se marcó a fuego en su mente, alma y corazón fue la de “I want every other freckle.” Y esa si era seguro que él la había dicho. Fue como una mezcla de susurro y gemido muy cerca de su boca.
Terry le dijo eso, “Quiero cada otra de tus pecas.”
«—¿Cómo que otra? —Candy preguntó sin dejar de gemir por los besos que eran regados desde su boca hasta su cuello.
—Estoy seguro... que en este hermoso cuerpo... hay más pecas de las que puedo ver... o de las que alcanzaré a contar... –entre besos y sonidos guturales se fue respondiendo–. Así que quiero cada una de las otras pecas... esas que apenas voy a descubrir.»
—Es jodidamente bueno, ¿no es cierto? —Anthony la regresó de su viaje al pasado cuando la vio tan concentrada; pero ella no pudo más que pedirle el celular para volver a ver y escuchar el ensayo.
Casi se le sale una lágrima, ahí estaba Terry. Lo veía tan claro, mucho más cuando a mitad de la canción se quitó sus gafas. Era un ensayo así que cuando podía se quitaba su disfraz. Quien grababa con el celular hizo una toma abierta, ojalá hubiese enfocado a Terry para ver su zafírea mirada. Bueno, al menos ya conocía el lugar donde podía encontrarlo. O como localizarlo, después de tantas noches soñando con él y él le había escrito una canción y eso debía significar algo; por la letra casi podía asegurar que significaba mucho.
Cuando pudiese le tomaría el celular a Tony para copiar el número de Terry y en ésta ocasión se aseguraría de guardarlo muy bien. Lógico que no le llamaría de inmediato. Pero un mes, si un mes, bueno dos, con eso sería más que suficiente para poder contactarlo de nuevo. Ya que Anthony se haya olvidado de ella. Sin embargo.
—Candy prepara tus cosas, nos vamos a Atlanta, es hora de incorporarme a la gira –Tony habló fuerte y claro al tiempo que dirigía a su habitación.
—¿Qué dices?, no puedes. Faltan dos semanas para que te de alta el doctor Martin –la enfermera le siguió.
—Lo siento, me tengo que ir ahora, así podré estar presente en el siguiente concierto.
—Supongo que eso significa que…
—Que me acompañaras, por supuesto. Eres mi novia, y en todo caso, tu contrato se acaba en dos semanas. Así que te vas conmigo.
Continuará...
“Grazzie per esserti perso nella mia scrittura”
Gracias por perderse entre mis letras
Notas:
“Pshyco Killer” canción compuesta por Compositores: Chris Frantz / David Byrne / Tina Weymouth, e interpretada por Talking Heads
“Every other freckle” compuesta por Augustus Unger Hamilton / Joe Newman / Thomas Green, interpretada por Alt-J