Desde la Fundación K-G, Obusero lanza Proyectiles en defensa de Terry. "SEOKLAID" CH. 1, Fic conjunto por las amazonas de élite. >We Love Rock N´Roll<
Fic conjunto en colaboración de Ayame DV- Andreia Letellier, Gissa- Maia Moretti & Elby8a-Marcela Luna.
SEOKLAID CH.1
Por Elby8a
Dream On!
[/color]El ligero temblor de manos se extendía hasta su brazo y recorría todo su cuerpo.
La incesante sensación del nudo en la boca del estómago se extendía hasta su pecho y nublaba de momento su mente amenazando con hacerlo presa del pánico.
“No quiero pensar en eso ahora, no quiero pensar en eso ahora” Ese era su mantra.
“¡YOLO! (solo se vive una vez) Lo demás no importaba”, pensaba al tiempo que daba otro trago a la botella.
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Oscuridad absoluta, el ruido incesante de gritos se escuchaba distorsionado desde donde él se encontraba. Aunque los nervios se hacían presentes jamás intercambiaría ese sentimiento por nada del mundo. “¡Love the rush!” (Amo la adrenalina).
¡Esto era su vida, para esto había nacido!
Las manos le sudaban y no podía sacudir de su pecho esa sensación de estarse lanzando a un precipicio sin paracaídas. Cada presentación era igual, no importaba cuanto tiempo llevaba haciéndolo. La adrenalina se apoderaba de su cuerpo. Esto siempre le pasaba aunque sabía ocultarlo a la perfección. Un talento innato en él. Bien podría haber sido actor, o un excelente jugador de póker, pero su pasión era ésta, la música.
Las notas lo llenaban de vida, le transmitían sentimientos que avivaban la llama que llevaba por dentro y que a momentos sentía que ardería como por combustión espontánea. Si no liberaba esa pasión, esas emociones lo consumirían por dentro. Ya en algún momento intentaron obligarlo a que los reprimiera. ¡No más! Había trazado una línea y no permitiría que nadie nuca más le dijera como vivir su vida.
Los audífonos en sus oídos lo hacían aislarse del mundo en su acostumbrado ritual antes de salir a escena, inspirándose con los grandes; en este momento era el solo de Slash en la icónica “Dirty Diana” de Michael Jackson. Si hubiera alguna manera de eliminar a los medios de la ecuación lo habría hecho ya desde hace mucho tiempo, le gustaba la energía en la interacción con el público, más no la atención que a su persona atraía.
El sombrero tipo outback de piel cubriendo su chocolata cabellera que le llegaba a los omóplatos, los infaltables Ray Ban aviator colgando del cuello en v de la impecable camiseta negra de manga corta, que envolvía sus bien trabajados músculos. Con la chamarra biker de piel al hombro se encontraba recargado en la pared aledaña al túnel que llevaba al escenario. Enfundado de la cintura para abajo en jeans de corte ajustado, y rectos por la pantorrilla (que parecían haber sido puestos con mantequilla) por lo pegados a su anatomía esculpida en mármol, con la rodilla levantada y la bota industrial izquierda apoyada en la pared. El joven de veintitrés años movía sus caderas, compenetrándose con la canción dejando ver porqué arrancaba apasionados gritos y desenfrenadas muestras de cariño por parte de más de una chica.
Tales muestras incluían (pero no estaban limitadas) a prendas íntimas que arrojaban al enigmático y talentoso guitarrista de Seoklaid. Adoraban verlo sudar, ya que su humedecida camiseta siempre con frases irreverentes, (en esta ocasión con la frase “I speak fluent sarcasm”) se le cernía dejando ver las delicias que bajo esta se escondían, probablemente imaginando que era a ellas a quienes les hacía el amor en el escenario al acariciar las cuerdas de su *Gibson Les Paul con sus agiles y poderosos dedos.
Por otra parte los hermanitos Cornwell se movían como peces en el agua aguardando los momentos antes de salir. Cada quien respetando el espacio del otro, era una silenciosa regla entre los integrantes de ese grupo un tanto disfuncional que gracias a su talento habían logrado colarse en el gusto del público.
La vida de Terrence Graham Grandchester, no había sido la misma desde que había decidido aceptar la oferta de su amigo Tony de unirse a la banda. Todavía no lograba entender como era que precisamente él, un autoproclamado lobo solitario (por así convenir a sus intereses), era que se había dejado convencer de ser partícipe de los locos delirios de grandeza de su amigo. Tal vez porque secretamente compartían los mismos sueños. Él solo quería tocar música hasta los últimos días de su vida, en eso coincidían. Para ambos la fama y la fortuna venían en segundo lugar, tan solo era una consecuencia de la pasión que plasmaban en lo que amaban hacer. La música los había unido creando un vínculo de camaradería y silencioso entendimiento entre los dos jóvenes.
Anthony había perdido a su madre desde muy pequeño, y él, bueno, a veces hubiera preferido creer que también era huérfano. Definitivamente era más feliz estando por su cuenta.
Tan solo por hobby era que se había presentado cada día durante un año consecutivo, al caer el atardecer en Central Park. Siempre le había gustado la noche para ocultar su rostro y dejar que su talento hablara por él. Su guitarra y su amplificador, fieles compañeros quienes le ayudaban a entregarse por completo a su música, a veces tocando canciones de alguien más, a veces solo dando rienda suelta a sus dedos improvisando. El estuche de su guitarra nunca terminaba vacío. Los transeúntes siempre lo premiaban con alguna moneda, los más espléndidos con billetes, la gran mayoría con aplausos. Ese era el pago que más le gustaba y le hacía sonreír. Tal vez porque le hacía recordar las palabras de su padre “Óyeme bien, jamás un hijo mío vivirá de los aplausos.”
Ahí era que había conocido a Anthony, quien lo había acompañado por dos semanas a sus presentaciones callejeras. Obviamente al principio había querido golpearlo por invadir su espacio.
Después había terminado por convencerlo de unirse a su banda. El guitarrista anterior se había retirado sin mayor explicación aludiendo a ser mucho mejor que él y los otros integrantes. Ahora se les presentaba la oportunidad que habían estado buscando para tocar ante gente importante de la industria, podría ser su gran momento y le pedía encarecidamente que se presentara con ellos. Le había gustado la actitud franca del rubio. Había apreciado que confiara en un completo extraño lo suficiente como para que le salvara el pellejo. Nadie había confiado en él de esa manera. Seis años habían pasado desde entonces.
Si era honesto, debía admitir que Anthony era la única persona en este mundo a la que sentía que le importaba y por eso era que estaba ahí, exponiéndose al mundo aunque paradójicamente lo que quería era pasar desapercibido. Esa idea resultaba un tanto inverosímil para cualquiera que entrara en contacto con él ya que donde y como quiera que estuviera llamaba la atención, no solo por sus casi 1.87 de estatura, sino por su magnética personalidad sin mencionar su rostro de estrella Hollywoodense y cuerpo de deidad griega.
¡Flash! Sus pensamientos fueron interrumpidos por la luz enceguecedora que lo dejó viendo destellos aún con los ojos cerrados.
— ¡Shit Cornwell! Ya te he dicho que no hagas eso y menos sin mis lentes oscuros. La próxima vez te daré un pretexto para comprarte un móvil nuevo— le dijo furioso haciendo resaltar aún más su acento británico.
— Grandchester ya sabes que a las fans les encanta ver el minuto a minuto, además se los prometí si cumplían el reto de agregar 10,000 seguidores más a mi Instagram. Deberías ya de estar acostumbrado. —
Archie le decía en tono burlón, apenas podía creer que siendo miembro de un reconocido grupo de rock (pues no le importaba lo que la prensa dijera), ellos no eran una boy band, ni una banda tributo. Eran una mezcla ecléctica entre rock alternativo de los 80's y 90's, con algo de glam metal, y toques del grunge underground. Era una muy particular combinación entre Guns N´ Roses, Metallica, Aerosmith, Def Leppard y Nirvana. Su sonido era vintage. Vaya tenía que admitir que entendía porque se confundían a veces al describir su estilo. Lo que si era inconfundible aunque no tuviera nombre, era su muy peculiar visión de lo que querían lograr como grupo “Trascender”. Eso y la inquebrantable voluntad de su primo Anthony era lo que los mantenía unidos a pesar de las diferencias de personalidades. Por todo esto no entendía cómo era posible que Grandchester pretendiera ocultarse de la exposición a los medios. ¿A caso no sabía que lo de hoy era precisamente utilizarlos como aliados?
Stear jugaba con las baquetas haciendo ágiles movimientos en el aire, girándolas entre sus dedos con destreza concentrado en sus ejercicios de calentamiento sin inmutarse por el ya acostumbrado pleito casado entre esos dos. Los observaba a una distancia prudente, ya se sabía de memoria la rutina.
—Si lo estoy o no, es cosa que a ti no te importa, así que quítate de mi cara de una buena vez— advirtió Terry señalándolo con su dedo y dándole golpecitos en el pecho.
—Estúpido inglés, no vuelvas a tocarme o te partiré la cara con todo y tus gafas— dijo indignado, elevando su tono.
“Ok y aquí el mediador hace su aparición en 3, 2, 1” Contaba Stear mentalmente meneando la cabeza con una sonrisa divertida en sus labios. Hasta repetía en su mente uno de los usuales diálogos de conciliación. “Ya, tranquilícense no saldremos así. Debemos tener buena vibra y transmitirla al público así que bájenle de una buena vez”, diría Anthony, poniéndose en medio como siempre. De no ser por él ya se habrían partido la cara en más de una ocasión.
—Me encantaría que lo intentaras— Le decía el guitarrista con tono retador y un brillo especial en sus ojos cobalto. — Sería muy divertido ver cómo le haces para cubrir los golpes que dejaré en tu linda cara para que no se muestren en tu Instagram—Sonrío pendenciero, malicioso, aún más, al ver la duda en los ojos de Archie.
—Atrévete entonces y no habrá gafas que cubran tus moretones— respondió furibundo y amenazante.
Archie y Terry estaban peligrosamente cerca de cruzar el punto sin retorno.
El inglés le dio un fuerte empujón al bajista en el pecho, y este le propinó un manotazo tumbándole el sombrero.
— Ok Anthony en cualquier momento 3, 2, 1— volvió a contar Stear un tanto extrañado, pero ni sus luces del rubio.
En su lugar otro apuesto rubio entrado en sus treintas, más alto, de larga melena y con cara de pocos amigos se acercaba a pasos agigantados.
— ¡Hey ustedes dos ya déjense de tonterías!— les decía Albert su manager, colocándose en medio de los aguerridos compañeros. Estos se separaron a regañadientes sin dejar de lanzarse miradas retadoras.
—Lo que yo quisiera saber es ¿A qué maldita hora vamos a empezar el concierto?, la gente se merece un respeto y ya llevamos veinte minutos de atraso— Reclamaba Grandchester al recién llegado, mientras recogía su sombrero del suelo con un elegante movimiento.
—Es cierto, en eso estoy totalmente de acuerdo con éste. Nunca nos atrasamos tanto — secundaba Archie reacomodando la camisa que se había salido de su pantalón.
— ¿Albert en dónde está Anthony? — Preguntó Stear acomodando la calavera que adornaba sus lentes de aumento en el puente de su nariz, al fin interviniendo en la plática. — La anterior enemistad pareció desvanecerse ante la observación del castaño baterista.
— A eso he venido, necesito que me ayuden a buscar a Tony — Dijo Albert en tono preocupado, este tipo de comportamiento en Anthony era poco común, siempre estaba más que listo para salir a la presentación.
Al contrario, siempre se podía contar con el joven para mediar entre las fuertes personalidades de los otros miembros de la banda. Especialmente con Terry, quien podía resultar algo difícil de lidiar. El joven de rubia cabellera y ojos azul celeste era la roca en la que se cimentaba el frágil equilibrio de emociones que representaba Seoklaid.
— La última vez que lo vi estaba en el vestidor, ya sabes que le encanta cuidar hasta el último detalle — contestó Archie.
— Ahora que lo mencionas, lo vi dirigirse a la azotea, recuerdo haber bromeado con respecto a que no tenía que esconderse de mí para fumarse un cigarrillo. — Agregó Terry pensativo.
Se escucharon unos aplausos provenientes de detrás de los cuatro hombres, y al unísono se voltearon a ver al extraviado vocalista de la banda que con sus converse blancos, sus jeans rasgados y la siempre fiel camisa de franela a cuadros amarrada a la cintura, lucía más joven para su edad, dandole a la banda un toque grunge.
— Bravo, si ya terminaron de holgazanear, ¿Les importaría moverse?, no sé ustedes, pero yo tengo un concierto que dar. — Les dijo dirigiéndoles una sonrisa sarcástica, pasando en medio del cuarteto sin detenerse. Los tres aludidos lo siguieron con paso veloz por el pasillo que dirigía al escenario.
El estruendo de los primeros acordes de la canción no se hizo esperar, seguido por los gritos de la audiencia conformada en su mayoría por las féminas que aplaudían a cada uno de los bellos integrantes de Seoklaid quienes eran conocidos (para su grande pesar) como los “niños bonitos” del rock. Más de una soñaba con colarse a sus camerinos.
— Buenas noches Chicago ¿Cómo se encuentran hoy en la ciudad de los vientos? Espero que estén listos para soñar con nosotros, soñar hasta que sus sueños se vuelvan realidad ya que nunca sabremos cuando nos tocará irnos. — Saludaba Anthony al momento que volteaba a ver a Terry dando la señal.
“Así que estamos en Chicago de nueva cuenta” pensaba Terry sonriendo pícaramente al recordar la última vez que pasó por ahí. En su corto paso por la vida Grandchester reconocía que jamás sería recordado como un santo. No era ajeno a los placeres de la carne, pero sí podía regodearse que hasta ese momento, nunca había abusado de su estatus como rockstar para conseguir los favores de alguna más que dispuesta fanática. Ahora que aprovecharse de sus bien dotados atributos otorgados por la madre naturaleza, bueno, esa era otra historia.
Siendo tan celoso como era de su privacidad, se podría decir que era casi un milagro que no hubiera fotos publicadas de su rostro descubierto circulando por los medios. Disfrutaba esa parte, ya que le brindaba algo de libertad cuando decidía mezclarse con la gente común y corriente, cosa que le gustaba hacer al llegar a una nueva ciudad. Una delicia pecosa llenaba sus pensamientos. Era un pequeño torbellino que le había arrancado la camisa con todo y botones en la primera oportunidad. Ese par de días juntos en verdad había dejado una huella imborrable.
“Dream on” Cantaba Anthony y eso era lo que él hacía. Soñaba despierto con ese momento de arrebatada pasión y entrega absoluta.
Un hermoso brassiere de satín rosa con cintas lilas se desabrochaba al momento que la dama le ofrecía su senos rodeándole el cuello con los brazos. Él deslizo uno ávidamente en su boca y saboreó la sal de su piel. El erecto botón tenía un delicioso sabor, pero más delicioso aún había sido probar la humedad entre sus piernas. La había ayudado a entrar en su vehículo, obviamente no le permitiría manejar en ese estado, así que buscaba en su bolso alguna identificación con su dirección, cuando la envinada damisela había iniciado su avance sentándose a horcajadas sobre él. En cualquier otro momento él se hubiera negado, pero había sido un silencioso testigo de los relatos de esa despechada chica a quien el idiota de su novio había abandonado a su suerte apenas horas antes. Se deleitaba recordando el incesante movimiento de caderas que se unían y se separaban cada vez con mayor desesperación en ese breve espacio que no permitía tener piel sin tocar.
— Sing with me… — Cantaba su amigo Tony, al igual que la belleza sobre sus piernas había cantado junto con él al ser tocada con sus expertos dedos en el punto más sensible de su íntimidad. Esos mismos dedos que en ese momento acariciaban las cuerdas de su instrumento el cual tocaba con pericia pegándolo a su cuerpo, a su bajo vientre, estrujándolo, arrancándole las notas deseadas haciéndolo vibrar a él de nueva cuenta y a su audiencia entera.
El joven entregaba el alma en cada estrofa, sus sueños siempre habían sido estos, darse por completo a su audiencia. Las luces de los reflectores le daban de lleno en su bello rostro, sus azules ojos se entrecerraban, su frente se perlaba de sudor, pero él seguía deleitando a su público con su talento y no tenía ninguna intención de dejar de hacerlo. Estar en el escenario era lo que le daba sentido a su vida.
Hacía algún tiempo que no se sentía como él mismo. Si le preguntaban de qué se trataba no sabría decirlo, excepto que tenía la sensación que ya nada volvería a ser como antes; así que al carajo la represión, algo se había roto dentro de él, lo sabía, el velo de la cordura se desvanecía cada vez más. ¿Qué era lo que decían por ahí? Que las reglas habían sido hechas para romperse. Bien pues estaba más que dispuesto a poner a prueba ese dicho.
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La cabeza le quería explotar, la luz del medio día se filtraba por entre las cortinas de la lujosa habitación. En realidad no quedaba ni sombra de la suite que había recibido el día anterior. Había prendas de vestir tiradas desde la puerta hasta la mesa de centro. Algunas botellas de champagne yacían rotas en el piso, otras de bourbon, volteadas sobre los sillones, un charco derramado en la antes pulcra alfombra blanca, todas vacías. La pantalla estaba a punto de desprenderse de su base en la pared. El celular había atravesado uno de los vidrios de las puertas que daban a la terraza desde donde se podían ver los rascacielos de la isla de Manhattan. Sentía el cuerpo pegajoso, las náuseas eran casi incontrolables.
Entrecerró sus ojos sentándose en la cama y la sábana se deslizó por su pecho desnudo hasta su cintura. Se talló la cara para desperezarse y vio a una pelirroja que se arremolinaba junto a él dejando sus abundantes pechos al descubierto. En ese momento, una preciosa mulata hizo acto de presencia recogiendo algunas prendas y comenzando a ponérselas sin dejar de sonreírle pícara y mas que satisfecha. Él quiso levantarse para ir al baño, ya no soportaba la crema batida seca adherida a todo su cuerpo, pero al abrir bien los ojos se vio atrapado entre la pelirroja y una voluptuosa pelinegra con rastros de labial escarlata en su boca. El portaba el mismo tono en su abdomen y bajo vientre.
La puerta de la otra alcoba de la suite se azotó ruidosamente, provocándole que se cubriera los oídos con sus manos mientras intentaba calmar las ondas de dolor que lo recorrían de pies a cabeza. Escuchó unos fuertes pasos y acto seguido se abrió la puerta de entrada.
—Ya deberías estar listo. La rueda de prensa empieza en media hora. Chicas, lo siento pero ya deben irse— dijo el recién llegado un tanto exasperado. La mulata ya había desaparecido. La pelinegra se levantó como resorte cuando escucho el portazo, pero la pelirroja se había acurrucado pegándose más al joven músico como si fuera una lapa— ¡Y tú hazme el maldito favor de darte una ducha! —
—Es lo que intento, me podrías ayudar a quitármela de encima— dijo suplicante y molesto frotándose las sienes con sus dedos.
—Lo siento, esta vez limpiaras tu desastre tú mismo. Tú y yo hablaremos seriamente después del concierto— Apenas y podía creer que estas escenas de bacanal se hubieran vuelto una constante en su amigo por los pasados 5 meses desde que estuvieran en Chicago. Iba de mal en peor. Honestamente ahora, se arrepentía de no haber puesto un alto desde que todo había empezado.
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Su actitud era la misma durante todas las ruedas de prensa. Apoderarse de la silla más alejada de las cámaras y tocar su guitarra mientras las personas a su alrededor hablaban, haciendo y contestando preguntas. En esta ocasión su cabello estaba atado a su nuca en una cola baja. El sombrero elegido había sido uno tipo fedora, los espesos lentes oscuros y un cigarrillo sin encender entre sus delgados pero muy apetecibles labios.
— ¿Anthony por qué los lentes oscuros, no estarás adoptando las mañas de tu amigo? —
— ¿Por qué no habría de hacerlo? He descubierto que son muy cómodos en especial después de una noche de desvelo contra las luces de sus cámaras—
— ¿Qué dices de la gente que opina que tú eres el alma de la banda?—
—Les diría que nadie es indispensable— contestó con una leve inclinación de cabeza, bajando un poco la mirada, mientras una casi imperceptible sonrisa sarcástica cruzaba por sus labios. —El motivo por el cual Seoklaid ha funcionado, es por el talento que cada uno de sus miembros aporta. Nos alimentamos los unos a los otros de ese talento y a la hora de la toma de decisiones todas las opiniones pesan lo mismo. —
Terry solo asistía por mero trámite, ya que jamás hablaba más de lo estrictamente necesario. Eso no impedía que los reporteros quisieran lanzársele a la yugular en especial con su errático comportamiento de los últimos meses.
— ¿Terry, qué nos puedes decir de las grandes cantidades que se han tenido que pagar para cubrir los daños a los hoteles donde Seoklaid se ha estado hospedando durante la gira? — Terry aparentemente ni siquiera se inmutó ante la pregunta, simplemente siguió en lo suyo ignorando al reportero olímpicamente.
— Con respecto a esas cuentas, también deberían incluir en sus notas que todas y cada una de ellas han sido pagadas en su totalidad, así que no deberían de quejarse ya que no hay falta que perseguir. — intervino Albert al tiempo que Anthony y Terry intercambiaban silenciosas miradas.
— Terry, a pesar de tu fuerte carácter, parecería que no tienes voz ni voto en las decisiones de la banda. ¿No tienes nada que decir con respecto a que los demás tengan que pagar por tus desastres? ¿A caso no te cansas de que siempre tengan que responder y dar la cara por ti? — Preguntó insidiosa una reportera rubia de ojos azules.
Terry dejó de tocar su instrumento, se puso de pie lentamente con una peligrosa media sonrisa. Tomó su guitarra con ambas manos por el brazo y blandiéndola en el aire con un furioso movimiento la estrelló contra la mesa sobre la que estaba el servicio de café rompiéndola en dos. Tazas, platos, azúcar y demás enseres volaron aterrizando por todos lados. La guitarra estalló en mil pedazos que quedaron dispersados por la alfombra. Metió con algo de dificultad su mano dentro del bolsillo de sus apretados jeans y sacó un fajo de billetes de cien dólares que aventó de manera displicente sobre los escombros.
— Ahí tiene, esto deberá cubrir el monto. Yo siempre pago lo que debo. — Dijo dándose la media vuelta con el mástil de su guitarra al hombro arrastrando algunas de las cuerdas y abandonando la habitación en medio de flashes y cámaras que seguían grabando sin perder el más mínimo detalle.
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Una canción tras otra, los minutos se volvieron horas y el aliento le faltaba. Admitía que en esta ocasión se había pasado de la raya y ahora los excesos le estaban pasando la factura. La vista se le nublaba. Sentía las piernas de gelatina, como si fueran cartílago puro y nada de estructura ósea que las detuviera. A momentos pensaba que no lograría terminar el concierto. Intentaba desesperadamente alimentarse de la energía del público para poder continuar.
“Una más, tan solo cantaré una canción más” se repetía Anthony a sí mismo mientras sentía que dejaba más que el alma en cada melodía.
—Gracias New York han sido maravillosos ¡los amamos!— Las palabras que había querido decir toda la noche al fin habían sido pronunciadas. Volteo a ver a Terry quien lo veía de la misma manera que lo había observado ver a Archie en sus intercambios previos a los conciertos. Eso no podía ser una buena señal.
Terrence más tardó en terminar de arrancarle las últimas notas de su solo a la guitarra, que en lo que ya se encontraba saliendo del escenario, no sin antes dirigirle a su amigo una fulminante mirada de intenso cobalto.
Entro intempestivamente al camerino y empezó a dar vueltas como león enjaulado. Ya estaba decidido. Había tomado su resolución después del show en la rueda de prensa. Quería a su amigo, y por lo mismo no estaba dispuesto a seguirlo cubriendo tan solo para verlo estrellarse. Las cosas habían sucedido de una manera que ninguno lo había planeado. Simplemente todos asumieron que él era el culpable y por ayudar a un amigo no le importó no sacar a todos de su error. ¿Qué más daba una raya más al tigre? Pero todo tenía un límite y Anthony parecía no recapacitar. Su comportamiento irresponsable ya estaba afectando su desempeño. Esta noche había sido el colmo, se había equivocado en varias ocasiones entrando a destiempo, casi no alcanzaba el tono de uno de sus exitos y por si fuera poco estuvo a punto de dejar caer el micrófono. Las luces, el humo y la demás parafernalia que utilizaban les habían ayudado a que esos errores no fueran tan notorios por parte del público, pero para él era mas que evidente que su amigo estaba perdiendo el camino que se habían trazado de hacer de Seoklaid una banda relevante, trascendente. Aun así todo eso pasaba a segundo plano, su palidés extrema era evidente al igual que su irritabilidad. Estaba decidido a llegar al fondo de los motivos detras de ese proceder.
Escuchó a Tony como cruzaba lentamente la puerta, arrastrando torpemente los pies a sus espaldas. No le extrañaba, lo había visto tomar unas pastillas antes de empezar el concierto. La puerta se cerró y el cuarto quedó en silencio.
— ¿Quieres ser un maldito cliché “Sexo drogas y Rock n´ Roll”? a eso no te ayudaré. Renuncio— Le gritó molesto, decepcionado.
El rubio se llevó la mano a la naríz manchándosela de sangre. El pulsante dolor de cabeza solo se había intensificado con el transcurso del concierto. Quiso sostenerse del tocador pero no tuvo la fuerza suficiente para lograrlo.
—Terry, espera no me siento b…— No terminó la frase, cayó al piso y empezó a convulsionar.
Hasta aquí por lo pronto, Continurá....
La desesperada Amazona daba vueltas como leona enjaulada o más bien Como gitana a punto de lanzar una espeluznante maldición ante la total desfachatez de las aspirantes.
Las Amazonas Honorarias ya estaban atrasadas para su entrenamiento.
Ella no estaba para jueguitos, ser empática era una cosa. Pero llegar tarde más de 10 min. A un entrenamiento de fuerzas élite como las ADT ya era demasiado.
Para colmo de males, se había tomado su brebaje especial (receta de su abuela) y no podía escuchar a sus espíritus. Ya que había querido enfocarse en las técnicas que enseñaría a las reclutas sin distracciones de las bullies de sus etéreas compañeras que gustaban de hacer apuestas con respecto a quién iría a meter la pata primero y cual dudaría más.
Había cuatro que eran las favoritas por su participación, Las amazonas Letty B, Moon, y Byul Hye. ( ya que Fantasía- Candy pecosa se encontraba por lo pronto encerrada en un ice coffin obsequio de la capitana Letellier, como penitencia por su aporte en lado oscuro). Seguidas por Claudia Ceis, Kamanance, Loly, Drako, Bisa y Caro.
El brebaje ese, le había salido contraproducente, ya que no le podían chismear ups perdón informar en qué andaban las AH. Las prácticas de entrenamiento, siempre se llevaban a cabo en uno de los jardines más alejados de la mansión por obvias razones.
Marcela cerró sus grises ojos y dando tres respiraciones profundas se relajó, fue ahí que percibió la variación en el cosmos de todas las habitantes del cuartel general.
-¿Pero qué…? – Acto seguido salió con rapidez amazónica, hasta el lugar en donde se encontraban congregadas las desaparecidas reclutas.
Desde que se acercó lo escuchó, el sonido fuerte y claro, era el rasgar de las cuerdas de una guitarra eléctrica proveniente del estudio privado de grabación, del marqués de Grandchester, que en esos momentos, no era tan privado, ya que se encontraban las más de 50 Amazonas Honorarias, Rous, Palas A., Caro, Nydiyare, Dulce, Olga, Tometosa, Mercy entre otras. Unas sentadas en el piso, otras de plano acostadas boca abajo, recargando la barbilla entre sus manos, pero todas y cada una de ellas con los ojos brillantes y caras de bobaliconas (igual que les sucedía a las féminas, al admirar a tan hermoso ejemplar)
Entonces lo vio a él, era Liath (nombre código en gaélico escocés, con el que las amazonas llaman a Terry que significa una tonalidad muy peculiar de azúl como la de sus enígmaticos y preciosos ojos que nos hacen suspirar) En medio de su amázonica audiencia, era un portento de macho alfa. Haciendo total derroche de galanura volteando a ver a cada una de las hipnotizadas guerreras, señalándolas con su índice al pronunciar la frase “Loving you” cautivándolas con sus rítmicos movimientos de cadera al restregar su instrumento contra su cuerpo.
La canción había empezado suave, lenta, melodiosa, acariciando la guitarra casi tan delicadamente como si fuera el cuerpo de su amante, sabiéndola llevar con paciencia y sin prisas, construyendo con las notas el momento esperado hasta escalar en rapidez e intensidad para explotar por todo lo alto, al igual que la voz que en este momento la acompañaba. Sus labios acariciaban el micrófono de pedestal y su voz de barítono hacía lo mismo con los sentidos de las ahí presentes. (Esto último era una total sorpresa ya que Terry, no gustaba de demostrar sus dotes de triple threat, aunque en su caso era amenaza cuádruple *Actuar, cantar, tocar y bailar, fuera del escenario).
“Still loving you” de Scorpions reventaba tanto en la guitarra como en la potente voz provocando que su audiencia se pusiera de pie aplaudiendo emocionadas.
Terry les ofreció su patentada sonrisa ladeada – Muchas gracias señoritas, espero que el castigo a recibir haya valido la pena- Les dijo con expresión burlona al ver que su traviesa gitanilla estaba a un tris de mandarles su Lament de infernal (lamento infernal) a las asombradas chicas que voltearon inmediatamente y se cuadraron ante su Tte. 2° recordando la falta en la que habían incurrido.
Aunque ¿Quién las culpaba? El actor convertido en rockstar, estaba a punto de dedicarles unas palabras más cuando de repente y sin aparente explicación el estudio se vació de ipso facto ante la mirada de la amazona de la empatía que en esos momentos aunque entendía perfectamente el porqué del proceder de sus pupilas, no podía pasarlo por alto. Obviamente, ya les había regañado vía cosmos así como mandarlas a practicar combate cuerpo a cuerpo hasta que no pudieran sostenerse en pie, y eso no era nada, comparado con lo que la Capitana Letellier les hubiera asignado como consecuencia por su falta.
-Seguramente ya les habrás lanzado alguno de tus hechizos de gitana. Pero, no puedes negar que se fueron bien incentivadas- Le dijo Terry a La Luna con su aire de arrogancia. Mientras tomaba un pañuelo para secar el sudor de su frente.
-Esa era vuestra intención ¿No es cierto? Permitidme que os ayude con eso- Le dijo coqueta mordiendo su labio. Ahora que se encontraban solos, podía relajarse un momento después de lo acalorado del momento, y no se refería a la reprimenda de las AH necesariamente.
Tomando el pañuelo de entre las manos de su delicioso English muffin procedió a invadir su espacio a lo que este se resignó, no sin antes soltar un bufido exasperado, mientras con muy leves toquecitos que pretendían prolongar indefinidamente la cercanía, Marcela acariciaba su bello rostro.
-Bueno, es que se merecían un premio después de cómo se están llevando a cabo los ataques en el campo de batalla. Aunque ahora que lo recuerdo, no me tienes muy contento con la manera en la que llevas las trincheras del lado oscuro- le dijo tratando de cambiar de tema arrevatándole el pañuelo a la gitana y separándose un poco. Claro, la mejor táctica de defensa era el ataque.
La gitana se quedó sin palabras por el momento pues todavía no entendía de qué se había valido Fantasía (Candy pecosa) para convencerla de verse involucrada en tan oscuro ataque.
-Dime ¿Ya tienes la defensa de hoy o estás esperando a que se materialice como tus espíritus?- acto seguido sintió como si “alguien” de otra dimensión le pellizcara una de sus muy apetecibles posaderas.
-Bueno mi delicioso Terrymisú este… a eso he venido, Ya está listo el aporte de hoy y estoy segura que quedarás muy complacido. Tanto, que querrás premiarme a mí de manera exclusiva con uno de tus conciertos privados- dijo esto, acercándose peligrosamente al inglés lista para utilizar su técnica rascumpare dulce (dulce redención) a manera de persuasión para obtener una función especial por parte de su postre Grandchester.
-¿Querrás decir a las tres no Luna?- Dijeron las capitanas que en ese momento habían hecho acto de presencia sabiendo que si dejaban sola mucho tiempo a la golosa gitana con su amada tentación, podría sucumbir ante los encantos del marqués.
-“Lógico el efecto Liath”- se comunicaron vía cosmos las tres amazonas élite soltando la carcajada ante los ojos de un muy sospechoso Terry cuyo espacio personal fue invadido ahora por su Bruja y su Nerd.
-Vaya por supuesto amazonas a eso me refería, este aporte va por parte de la tres, solo que yo he corrido con el honor de presentarlo- Corrigió la teniente con ojitos de gatito tierno.
Buenas tardes bellas guerreras. Pues habiendo recuperado un poco del estupor ocasionado por la bomba de hormonas que nos representa nuestro suculento protegido, les presento a delicioso… SEOKLAID.
Las Amazonas Honorarias ya estaban atrasadas para su entrenamiento.
Ella no estaba para jueguitos, ser empática era una cosa. Pero llegar tarde más de 10 min. A un entrenamiento de fuerzas élite como las ADT ya era demasiado.
Para colmo de males, se había tomado su brebaje especial (receta de su abuela) y no podía escuchar a sus espíritus. Ya que había querido enfocarse en las técnicas que enseñaría a las reclutas sin distracciones de las bullies de sus etéreas compañeras que gustaban de hacer apuestas con respecto a quién iría a meter la pata primero y cual dudaría más.
Había cuatro que eran las favoritas por su participación, Las amazonas Letty B, Moon, y Byul Hye. ( ya que Fantasía- Candy pecosa se encontraba por lo pronto encerrada en un ice coffin obsequio de la capitana Letellier, como penitencia por su aporte en lado oscuro). Seguidas por Claudia Ceis, Kamanance, Loly, Drako, Bisa y Caro.
El brebaje ese, le había salido contraproducente, ya que no le podían chismear ups perdón informar en qué andaban las AH. Las prácticas de entrenamiento, siempre se llevaban a cabo en uno de los jardines más alejados de la mansión por obvias razones.
Marcela cerró sus grises ojos y dando tres respiraciones profundas se relajó, fue ahí que percibió la variación en el cosmos de todas las habitantes del cuartel general.
-¿Pero qué…? – Acto seguido salió con rapidez amazónica, hasta el lugar en donde se encontraban congregadas las desaparecidas reclutas.
Desde que se acercó lo escuchó, el sonido fuerte y claro, era el rasgar de las cuerdas de una guitarra eléctrica proveniente del estudio privado de grabación, del marqués de Grandchester, que en esos momentos, no era tan privado, ya que se encontraban las más de 50 Amazonas Honorarias, Rous, Palas A., Caro, Nydiyare, Dulce, Olga, Tometosa, Mercy entre otras. Unas sentadas en el piso, otras de plano acostadas boca abajo, recargando la barbilla entre sus manos, pero todas y cada una de ellas con los ojos brillantes y caras de bobaliconas (igual que les sucedía a las féminas, al admirar a tan hermoso ejemplar)
Entonces lo vio a él, era Liath (nombre código en gaélico escocés, con el que las amazonas llaman a Terry que significa una tonalidad muy peculiar de azúl como la de sus enígmaticos y preciosos ojos que nos hacen suspirar) En medio de su amázonica audiencia, era un portento de macho alfa. Haciendo total derroche de galanura volteando a ver a cada una de las hipnotizadas guerreras, señalándolas con su índice al pronunciar la frase “Loving you” cautivándolas con sus rítmicos movimientos de cadera al restregar su instrumento contra su cuerpo.
La canción había empezado suave, lenta, melodiosa, acariciando la guitarra casi tan delicadamente como si fuera el cuerpo de su amante, sabiéndola llevar con paciencia y sin prisas, construyendo con las notas el momento esperado hasta escalar en rapidez e intensidad para explotar por todo lo alto, al igual que la voz que en este momento la acompañaba. Sus labios acariciaban el micrófono de pedestal y su voz de barítono hacía lo mismo con los sentidos de las ahí presentes. (Esto último era una total sorpresa ya que Terry, no gustaba de demostrar sus dotes de triple threat, aunque en su caso era amenaza cuádruple *Actuar, cantar, tocar y bailar, fuera del escenario).
“Still loving you” de Scorpions reventaba tanto en la guitarra como en la potente voz provocando que su audiencia se pusiera de pie aplaudiendo emocionadas.
Terry les ofreció su patentada sonrisa ladeada – Muchas gracias señoritas, espero que el castigo a recibir haya valido la pena- Les dijo con expresión burlona al ver que su traviesa gitanilla estaba a un tris de mandarles su Lament de infernal (lamento infernal) a las asombradas chicas que voltearon inmediatamente y se cuadraron ante su Tte. 2° recordando la falta en la que habían incurrido.
Aunque ¿Quién las culpaba? El actor convertido en rockstar, estaba a punto de dedicarles unas palabras más cuando de repente y sin aparente explicación el estudio se vació de ipso facto ante la mirada de la amazona de la empatía que en esos momentos aunque entendía perfectamente el porqué del proceder de sus pupilas, no podía pasarlo por alto. Obviamente, ya les había regañado vía cosmos así como mandarlas a practicar combate cuerpo a cuerpo hasta que no pudieran sostenerse en pie, y eso no era nada, comparado con lo que la Capitana Letellier les hubiera asignado como consecuencia por su falta.
-Seguramente ya les habrás lanzado alguno de tus hechizos de gitana. Pero, no puedes negar que se fueron bien incentivadas- Le dijo Terry a La Luna con su aire de arrogancia. Mientras tomaba un pañuelo para secar el sudor de su frente.
-Esa era vuestra intención ¿No es cierto? Permitidme que os ayude con eso- Le dijo coqueta mordiendo su labio. Ahora que se encontraban solos, podía relajarse un momento después de lo acalorado del momento, y no se refería a la reprimenda de las AH necesariamente.
Tomando el pañuelo de entre las manos de su delicioso English muffin procedió a invadir su espacio a lo que este se resignó, no sin antes soltar un bufido exasperado, mientras con muy leves toquecitos que pretendían prolongar indefinidamente la cercanía, Marcela acariciaba su bello rostro.
-Bueno, es que se merecían un premio después de cómo se están llevando a cabo los ataques en el campo de batalla. Aunque ahora que lo recuerdo, no me tienes muy contento con la manera en la que llevas las trincheras del lado oscuro- le dijo tratando de cambiar de tema arrevatándole el pañuelo a la gitana y separándose un poco. Claro, la mejor táctica de defensa era el ataque.
La gitana se quedó sin palabras por el momento pues todavía no entendía de qué se había valido Fantasía (Candy pecosa) para convencerla de verse involucrada en tan oscuro ataque.
-Dime ¿Ya tienes la defensa de hoy o estás esperando a que se materialice como tus espíritus?- acto seguido sintió como si “alguien” de otra dimensión le pellizcara una de sus muy apetecibles posaderas.
-Bueno mi delicioso Terrymisú este… a eso he venido, Ya está listo el aporte de hoy y estoy segura que quedarás muy complacido. Tanto, que querrás premiarme a mí de manera exclusiva con uno de tus conciertos privados- dijo esto, acercándose peligrosamente al inglés lista para utilizar su técnica rascumpare dulce (dulce redención) a manera de persuasión para obtener una función especial por parte de su postre Grandchester.
-¿Querrás decir a las tres no Luna?- Dijeron las capitanas que en ese momento habían hecho acto de presencia sabiendo que si dejaban sola mucho tiempo a la golosa gitana con su amada tentación, podría sucumbir ante los encantos del marqués.
-“Lógico el efecto Liath”- se comunicaron vía cosmos las tres amazonas élite soltando la carcajada ante los ojos de un muy sospechoso Terry cuyo espacio personal fue invadido ahora por su Bruja y su Nerd.
-Vaya por supuesto amazonas a eso me refería, este aporte va por parte de la tres, solo que yo he corrido con el honor de presentarlo- Corrigió la teniente con ojitos de gatito tierno.
Buenas tardes bellas guerreras. Pues habiendo recuperado un poco del estupor ocasionado por la bomba de hormonas que nos representa nuestro suculento protegido, les presento a delicioso… SEOKLAID.
Fic conjunto en colaboración de Ayame DV- Andreia Letellier, Gissa- Maia Moretti & Elby8a-Marcela Luna.
SEOKLAID CH.1
Por Elby8a
Dream On!
[/color]El ligero temblor de manos se extendía hasta su brazo y recorría todo su cuerpo.
La incesante sensación del nudo en la boca del estómago se extendía hasta su pecho y nublaba de momento su mente amenazando con hacerlo presa del pánico.
“No quiero pensar en eso ahora, no quiero pensar en eso ahora” Ese era su mantra.
“¡YOLO! (solo se vive una vez) Lo demás no importaba”, pensaba al tiempo que daba otro trago a la botella.
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...
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Oscuridad absoluta, el ruido incesante de gritos se escuchaba distorsionado desde donde él se encontraba. Aunque los nervios se hacían presentes jamás intercambiaría ese sentimiento por nada del mundo. “¡Love the rush!” (Amo la adrenalina).
¡Esto era su vida, para esto había nacido!
Las manos le sudaban y no podía sacudir de su pecho esa sensación de estarse lanzando a un precipicio sin paracaídas. Cada presentación era igual, no importaba cuanto tiempo llevaba haciéndolo. La adrenalina se apoderaba de su cuerpo. Esto siempre le pasaba aunque sabía ocultarlo a la perfección. Un talento innato en él. Bien podría haber sido actor, o un excelente jugador de póker, pero su pasión era ésta, la música.
Las notas lo llenaban de vida, le transmitían sentimientos que avivaban la llama que llevaba por dentro y que a momentos sentía que ardería como por combustión espontánea. Si no liberaba esa pasión, esas emociones lo consumirían por dentro. Ya en algún momento intentaron obligarlo a que los reprimiera. ¡No más! Había trazado una línea y no permitiría que nadie nuca más le dijera como vivir su vida.
Los audífonos en sus oídos lo hacían aislarse del mundo en su acostumbrado ritual antes de salir a escena, inspirándose con los grandes; en este momento era el solo de Slash en la icónica “Dirty Diana” de Michael Jackson. Si hubiera alguna manera de eliminar a los medios de la ecuación lo habría hecho ya desde hace mucho tiempo, le gustaba la energía en la interacción con el público, más no la atención que a su persona atraía.
El sombrero tipo outback de piel cubriendo su chocolata cabellera que le llegaba a los omóplatos, los infaltables Ray Ban aviator colgando del cuello en v de la impecable camiseta negra de manga corta, que envolvía sus bien trabajados músculos. Con la chamarra biker de piel al hombro se encontraba recargado en la pared aledaña al túnel que llevaba al escenario. Enfundado de la cintura para abajo en jeans de corte ajustado, y rectos por la pantorrilla (que parecían haber sido puestos con mantequilla) por lo pegados a su anatomía esculpida en mármol, con la rodilla levantada y la bota industrial izquierda apoyada en la pared. El joven de veintitrés años movía sus caderas, compenetrándose con la canción dejando ver porqué arrancaba apasionados gritos y desenfrenadas muestras de cariño por parte de más de una chica.
Tales muestras incluían (pero no estaban limitadas) a prendas íntimas que arrojaban al enigmático y talentoso guitarrista de Seoklaid. Adoraban verlo sudar, ya que su humedecida camiseta siempre con frases irreverentes, (en esta ocasión con la frase “I speak fluent sarcasm”) se le cernía dejando ver las delicias que bajo esta se escondían, probablemente imaginando que era a ellas a quienes les hacía el amor en el escenario al acariciar las cuerdas de su *Gibson Les Paul con sus agiles y poderosos dedos.
Por otra parte los hermanitos Cornwell se movían como peces en el agua aguardando los momentos antes de salir. Cada quien respetando el espacio del otro, era una silenciosa regla entre los integrantes de ese grupo un tanto disfuncional que gracias a su talento habían logrado colarse en el gusto del público.
La vida de Terrence Graham Grandchester, no había sido la misma desde que había decidido aceptar la oferta de su amigo Tony de unirse a la banda. Todavía no lograba entender como era que precisamente él, un autoproclamado lobo solitario (por así convenir a sus intereses), era que se había dejado convencer de ser partícipe de los locos delirios de grandeza de su amigo. Tal vez porque secretamente compartían los mismos sueños. Él solo quería tocar música hasta los últimos días de su vida, en eso coincidían. Para ambos la fama y la fortuna venían en segundo lugar, tan solo era una consecuencia de la pasión que plasmaban en lo que amaban hacer. La música los había unido creando un vínculo de camaradería y silencioso entendimiento entre los dos jóvenes.
Anthony había perdido a su madre desde muy pequeño, y él, bueno, a veces hubiera preferido creer que también era huérfano. Definitivamente era más feliz estando por su cuenta.
Tan solo por hobby era que se había presentado cada día durante un año consecutivo, al caer el atardecer en Central Park. Siempre le había gustado la noche para ocultar su rostro y dejar que su talento hablara por él. Su guitarra y su amplificador, fieles compañeros quienes le ayudaban a entregarse por completo a su música, a veces tocando canciones de alguien más, a veces solo dando rienda suelta a sus dedos improvisando. El estuche de su guitarra nunca terminaba vacío. Los transeúntes siempre lo premiaban con alguna moneda, los más espléndidos con billetes, la gran mayoría con aplausos. Ese era el pago que más le gustaba y le hacía sonreír. Tal vez porque le hacía recordar las palabras de su padre “Óyeme bien, jamás un hijo mío vivirá de los aplausos.”
Ahí era que había conocido a Anthony, quien lo había acompañado por dos semanas a sus presentaciones callejeras. Obviamente al principio había querido golpearlo por invadir su espacio.
Después había terminado por convencerlo de unirse a su banda. El guitarrista anterior se había retirado sin mayor explicación aludiendo a ser mucho mejor que él y los otros integrantes. Ahora se les presentaba la oportunidad que habían estado buscando para tocar ante gente importante de la industria, podría ser su gran momento y le pedía encarecidamente que se presentara con ellos. Le había gustado la actitud franca del rubio. Había apreciado que confiara en un completo extraño lo suficiente como para que le salvara el pellejo. Nadie había confiado en él de esa manera. Seis años habían pasado desde entonces.
Si era honesto, debía admitir que Anthony era la única persona en este mundo a la que sentía que le importaba y por eso era que estaba ahí, exponiéndose al mundo aunque paradójicamente lo que quería era pasar desapercibido. Esa idea resultaba un tanto inverosímil para cualquiera que entrara en contacto con él ya que donde y como quiera que estuviera llamaba la atención, no solo por sus casi 1.87 de estatura, sino por su magnética personalidad sin mencionar su rostro de estrella Hollywoodense y cuerpo de deidad griega.
¡Flash! Sus pensamientos fueron interrumpidos por la luz enceguecedora que lo dejó viendo destellos aún con los ojos cerrados.
— ¡Shit Cornwell! Ya te he dicho que no hagas eso y menos sin mis lentes oscuros. La próxima vez te daré un pretexto para comprarte un móvil nuevo— le dijo furioso haciendo resaltar aún más su acento británico.
— Grandchester ya sabes que a las fans les encanta ver el minuto a minuto, además se los prometí si cumplían el reto de agregar 10,000 seguidores más a mi Instagram. Deberías ya de estar acostumbrado. —
Archie le decía en tono burlón, apenas podía creer que siendo miembro de un reconocido grupo de rock (pues no le importaba lo que la prensa dijera), ellos no eran una boy band, ni una banda tributo. Eran una mezcla ecléctica entre rock alternativo de los 80's y 90's, con algo de glam metal, y toques del grunge underground. Era una muy particular combinación entre Guns N´ Roses, Metallica, Aerosmith, Def Leppard y Nirvana. Su sonido era vintage. Vaya tenía que admitir que entendía porque se confundían a veces al describir su estilo. Lo que si era inconfundible aunque no tuviera nombre, era su muy peculiar visión de lo que querían lograr como grupo “Trascender”. Eso y la inquebrantable voluntad de su primo Anthony era lo que los mantenía unidos a pesar de las diferencias de personalidades. Por todo esto no entendía cómo era posible que Grandchester pretendiera ocultarse de la exposición a los medios. ¿A caso no sabía que lo de hoy era precisamente utilizarlos como aliados?
Stear jugaba con las baquetas haciendo ágiles movimientos en el aire, girándolas entre sus dedos con destreza concentrado en sus ejercicios de calentamiento sin inmutarse por el ya acostumbrado pleito casado entre esos dos. Los observaba a una distancia prudente, ya se sabía de memoria la rutina.
—Si lo estoy o no, es cosa que a ti no te importa, así que quítate de mi cara de una buena vez— advirtió Terry señalándolo con su dedo y dándole golpecitos en el pecho.
—Estúpido inglés, no vuelvas a tocarme o te partiré la cara con todo y tus gafas— dijo indignado, elevando su tono.
“Ok y aquí el mediador hace su aparición en 3, 2, 1” Contaba Stear mentalmente meneando la cabeza con una sonrisa divertida en sus labios. Hasta repetía en su mente uno de los usuales diálogos de conciliación. “Ya, tranquilícense no saldremos así. Debemos tener buena vibra y transmitirla al público así que bájenle de una buena vez”, diría Anthony, poniéndose en medio como siempre. De no ser por él ya se habrían partido la cara en más de una ocasión.
—Me encantaría que lo intentaras— Le decía el guitarrista con tono retador y un brillo especial en sus ojos cobalto. — Sería muy divertido ver cómo le haces para cubrir los golpes que dejaré en tu linda cara para que no se muestren en tu Instagram—Sonrío pendenciero, malicioso, aún más, al ver la duda en los ojos de Archie.
—Atrévete entonces y no habrá gafas que cubran tus moretones— respondió furibundo y amenazante.
Archie y Terry estaban peligrosamente cerca de cruzar el punto sin retorno.
El inglés le dio un fuerte empujón al bajista en el pecho, y este le propinó un manotazo tumbándole el sombrero.
— Ok Anthony en cualquier momento 3, 2, 1— volvió a contar Stear un tanto extrañado, pero ni sus luces del rubio.
En su lugar otro apuesto rubio entrado en sus treintas, más alto, de larga melena y con cara de pocos amigos se acercaba a pasos agigantados.
— ¡Hey ustedes dos ya déjense de tonterías!— les decía Albert su manager, colocándose en medio de los aguerridos compañeros. Estos se separaron a regañadientes sin dejar de lanzarse miradas retadoras.
—Lo que yo quisiera saber es ¿A qué maldita hora vamos a empezar el concierto?, la gente se merece un respeto y ya llevamos veinte minutos de atraso— Reclamaba Grandchester al recién llegado, mientras recogía su sombrero del suelo con un elegante movimiento.
—Es cierto, en eso estoy totalmente de acuerdo con éste. Nunca nos atrasamos tanto — secundaba Archie reacomodando la camisa que se había salido de su pantalón.
— ¿Albert en dónde está Anthony? — Preguntó Stear acomodando la calavera que adornaba sus lentes de aumento en el puente de su nariz, al fin interviniendo en la plática. — La anterior enemistad pareció desvanecerse ante la observación del castaño baterista.
— A eso he venido, necesito que me ayuden a buscar a Tony — Dijo Albert en tono preocupado, este tipo de comportamiento en Anthony era poco común, siempre estaba más que listo para salir a la presentación.
Al contrario, siempre se podía contar con el joven para mediar entre las fuertes personalidades de los otros miembros de la banda. Especialmente con Terry, quien podía resultar algo difícil de lidiar. El joven de rubia cabellera y ojos azul celeste era la roca en la que se cimentaba el frágil equilibrio de emociones que representaba Seoklaid.
— La última vez que lo vi estaba en el vestidor, ya sabes que le encanta cuidar hasta el último detalle — contestó Archie.
— Ahora que lo mencionas, lo vi dirigirse a la azotea, recuerdo haber bromeado con respecto a que no tenía que esconderse de mí para fumarse un cigarrillo. — Agregó Terry pensativo.
Se escucharon unos aplausos provenientes de detrás de los cuatro hombres, y al unísono se voltearon a ver al extraviado vocalista de la banda que con sus converse blancos, sus jeans rasgados y la siempre fiel camisa de franela a cuadros amarrada a la cintura, lucía más joven para su edad, dandole a la banda un toque grunge.
— Bravo, si ya terminaron de holgazanear, ¿Les importaría moverse?, no sé ustedes, pero yo tengo un concierto que dar. — Les dijo dirigiéndoles una sonrisa sarcástica, pasando en medio del cuarteto sin detenerse. Los tres aludidos lo siguieron con paso veloz por el pasillo que dirigía al escenario.
El estruendo de los primeros acordes de la canción no se hizo esperar, seguido por los gritos de la audiencia conformada en su mayoría por las féminas que aplaudían a cada uno de los bellos integrantes de Seoklaid quienes eran conocidos (para su grande pesar) como los “niños bonitos” del rock. Más de una soñaba con colarse a sus camerinos.
— Buenas noches Chicago ¿Cómo se encuentran hoy en la ciudad de los vientos? Espero que estén listos para soñar con nosotros, soñar hasta que sus sueños se vuelvan realidad ya que nunca sabremos cuando nos tocará irnos. — Saludaba Anthony al momento que volteaba a ver a Terry dando la señal.
“Así que estamos en Chicago de nueva cuenta” pensaba Terry sonriendo pícaramente al recordar la última vez que pasó por ahí. En su corto paso por la vida Grandchester reconocía que jamás sería recordado como un santo. No era ajeno a los placeres de la carne, pero sí podía regodearse que hasta ese momento, nunca había abusado de su estatus como rockstar para conseguir los favores de alguna más que dispuesta fanática. Ahora que aprovecharse de sus bien dotados atributos otorgados por la madre naturaleza, bueno, esa era otra historia.
Siendo tan celoso como era de su privacidad, se podría decir que era casi un milagro que no hubiera fotos publicadas de su rostro descubierto circulando por los medios. Disfrutaba esa parte, ya que le brindaba algo de libertad cuando decidía mezclarse con la gente común y corriente, cosa que le gustaba hacer al llegar a una nueva ciudad. Una delicia pecosa llenaba sus pensamientos. Era un pequeño torbellino que le había arrancado la camisa con todo y botones en la primera oportunidad. Ese par de días juntos en verdad había dejado una huella imborrable.
“Dream on” Cantaba Anthony y eso era lo que él hacía. Soñaba despierto con ese momento de arrebatada pasión y entrega absoluta.
Un hermoso brassiere de satín rosa con cintas lilas se desabrochaba al momento que la dama le ofrecía su senos rodeándole el cuello con los brazos. Él deslizo uno ávidamente en su boca y saboreó la sal de su piel. El erecto botón tenía un delicioso sabor, pero más delicioso aún había sido probar la humedad entre sus piernas. La había ayudado a entrar en su vehículo, obviamente no le permitiría manejar en ese estado, así que buscaba en su bolso alguna identificación con su dirección, cuando la envinada damisela había iniciado su avance sentándose a horcajadas sobre él. En cualquier otro momento él se hubiera negado, pero había sido un silencioso testigo de los relatos de esa despechada chica a quien el idiota de su novio había abandonado a su suerte apenas horas antes. Se deleitaba recordando el incesante movimiento de caderas que se unían y se separaban cada vez con mayor desesperación en ese breve espacio que no permitía tener piel sin tocar.
— Sing with me… — Cantaba su amigo Tony, al igual que la belleza sobre sus piernas había cantado junto con él al ser tocada con sus expertos dedos en el punto más sensible de su íntimidad. Esos mismos dedos que en ese momento acariciaban las cuerdas de su instrumento el cual tocaba con pericia pegándolo a su cuerpo, a su bajo vientre, estrujándolo, arrancándole las notas deseadas haciéndolo vibrar a él de nueva cuenta y a su audiencia entera.
El joven entregaba el alma en cada estrofa, sus sueños siempre habían sido estos, darse por completo a su audiencia. Las luces de los reflectores le daban de lleno en su bello rostro, sus azules ojos se entrecerraban, su frente se perlaba de sudor, pero él seguía deleitando a su público con su talento y no tenía ninguna intención de dejar de hacerlo. Estar en el escenario era lo que le daba sentido a su vida.
Hacía algún tiempo que no se sentía como él mismo. Si le preguntaban de qué se trataba no sabría decirlo, excepto que tenía la sensación que ya nada volvería a ser como antes; así que al carajo la represión, algo se había roto dentro de él, lo sabía, el velo de la cordura se desvanecía cada vez más. ¿Qué era lo que decían por ahí? Que las reglas habían sido hechas para romperse. Bien pues estaba más que dispuesto a poner a prueba ese dicho.
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La cabeza le quería explotar, la luz del medio día se filtraba por entre las cortinas de la lujosa habitación. En realidad no quedaba ni sombra de la suite que había recibido el día anterior. Había prendas de vestir tiradas desde la puerta hasta la mesa de centro. Algunas botellas de champagne yacían rotas en el piso, otras de bourbon, volteadas sobre los sillones, un charco derramado en la antes pulcra alfombra blanca, todas vacías. La pantalla estaba a punto de desprenderse de su base en la pared. El celular había atravesado uno de los vidrios de las puertas que daban a la terraza desde donde se podían ver los rascacielos de la isla de Manhattan. Sentía el cuerpo pegajoso, las náuseas eran casi incontrolables.
Entrecerró sus ojos sentándose en la cama y la sábana se deslizó por su pecho desnudo hasta su cintura. Se talló la cara para desperezarse y vio a una pelirroja que se arremolinaba junto a él dejando sus abundantes pechos al descubierto. En ese momento, una preciosa mulata hizo acto de presencia recogiendo algunas prendas y comenzando a ponérselas sin dejar de sonreírle pícara y mas que satisfecha. Él quiso levantarse para ir al baño, ya no soportaba la crema batida seca adherida a todo su cuerpo, pero al abrir bien los ojos se vio atrapado entre la pelirroja y una voluptuosa pelinegra con rastros de labial escarlata en su boca. El portaba el mismo tono en su abdomen y bajo vientre.
La puerta de la otra alcoba de la suite se azotó ruidosamente, provocándole que se cubriera los oídos con sus manos mientras intentaba calmar las ondas de dolor que lo recorrían de pies a cabeza. Escuchó unos fuertes pasos y acto seguido se abrió la puerta de entrada.
—Ya deberías estar listo. La rueda de prensa empieza en media hora. Chicas, lo siento pero ya deben irse— dijo el recién llegado un tanto exasperado. La mulata ya había desaparecido. La pelinegra se levantó como resorte cuando escucho el portazo, pero la pelirroja se había acurrucado pegándose más al joven músico como si fuera una lapa— ¡Y tú hazme el maldito favor de darte una ducha! —
—Es lo que intento, me podrías ayudar a quitármela de encima— dijo suplicante y molesto frotándose las sienes con sus dedos.
—Lo siento, esta vez limpiaras tu desastre tú mismo. Tú y yo hablaremos seriamente después del concierto— Apenas y podía creer que estas escenas de bacanal se hubieran vuelto una constante en su amigo por los pasados 5 meses desde que estuvieran en Chicago. Iba de mal en peor. Honestamente ahora, se arrepentía de no haber puesto un alto desde que todo había empezado.
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Su actitud era la misma durante todas las ruedas de prensa. Apoderarse de la silla más alejada de las cámaras y tocar su guitarra mientras las personas a su alrededor hablaban, haciendo y contestando preguntas. En esta ocasión su cabello estaba atado a su nuca en una cola baja. El sombrero elegido había sido uno tipo fedora, los espesos lentes oscuros y un cigarrillo sin encender entre sus delgados pero muy apetecibles labios.
— ¿Anthony por qué los lentes oscuros, no estarás adoptando las mañas de tu amigo? —
— ¿Por qué no habría de hacerlo? He descubierto que son muy cómodos en especial después de una noche de desvelo contra las luces de sus cámaras—
— ¿Qué dices de la gente que opina que tú eres el alma de la banda?—
—Les diría que nadie es indispensable— contestó con una leve inclinación de cabeza, bajando un poco la mirada, mientras una casi imperceptible sonrisa sarcástica cruzaba por sus labios. —El motivo por el cual Seoklaid ha funcionado, es por el talento que cada uno de sus miembros aporta. Nos alimentamos los unos a los otros de ese talento y a la hora de la toma de decisiones todas las opiniones pesan lo mismo. —
Terry solo asistía por mero trámite, ya que jamás hablaba más de lo estrictamente necesario. Eso no impedía que los reporteros quisieran lanzársele a la yugular en especial con su errático comportamiento de los últimos meses.
— ¿Terry, qué nos puedes decir de las grandes cantidades que se han tenido que pagar para cubrir los daños a los hoteles donde Seoklaid se ha estado hospedando durante la gira? — Terry aparentemente ni siquiera se inmutó ante la pregunta, simplemente siguió en lo suyo ignorando al reportero olímpicamente.
— Con respecto a esas cuentas, también deberían incluir en sus notas que todas y cada una de ellas han sido pagadas en su totalidad, así que no deberían de quejarse ya que no hay falta que perseguir. — intervino Albert al tiempo que Anthony y Terry intercambiaban silenciosas miradas.
— Terry, a pesar de tu fuerte carácter, parecería que no tienes voz ni voto en las decisiones de la banda. ¿No tienes nada que decir con respecto a que los demás tengan que pagar por tus desastres? ¿A caso no te cansas de que siempre tengan que responder y dar la cara por ti? — Preguntó insidiosa una reportera rubia de ojos azules.
Terry dejó de tocar su instrumento, se puso de pie lentamente con una peligrosa media sonrisa. Tomó su guitarra con ambas manos por el brazo y blandiéndola en el aire con un furioso movimiento la estrelló contra la mesa sobre la que estaba el servicio de café rompiéndola en dos. Tazas, platos, azúcar y demás enseres volaron aterrizando por todos lados. La guitarra estalló en mil pedazos que quedaron dispersados por la alfombra. Metió con algo de dificultad su mano dentro del bolsillo de sus apretados jeans y sacó un fajo de billetes de cien dólares que aventó de manera displicente sobre los escombros.
— Ahí tiene, esto deberá cubrir el monto. Yo siempre pago lo que debo. — Dijo dándose la media vuelta con el mástil de su guitarra al hombro arrastrando algunas de las cuerdas y abandonando la habitación en medio de flashes y cámaras que seguían grabando sin perder el más mínimo detalle.
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Una canción tras otra, los minutos se volvieron horas y el aliento le faltaba. Admitía que en esta ocasión se había pasado de la raya y ahora los excesos le estaban pasando la factura. La vista se le nublaba. Sentía las piernas de gelatina, como si fueran cartílago puro y nada de estructura ósea que las detuviera. A momentos pensaba que no lograría terminar el concierto. Intentaba desesperadamente alimentarse de la energía del público para poder continuar.
“Una más, tan solo cantaré una canción más” se repetía Anthony a sí mismo mientras sentía que dejaba más que el alma en cada melodía.
—Gracias New York han sido maravillosos ¡los amamos!— Las palabras que había querido decir toda la noche al fin habían sido pronunciadas. Volteo a ver a Terry quien lo veía de la misma manera que lo había observado ver a Archie en sus intercambios previos a los conciertos. Eso no podía ser una buena señal.
Terrence más tardó en terminar de arrancarle las últimas notas de su solo a la guitarra, que en lo que ya se encontraba saliendo del escenario, no sin antes dirigirle a su amigo una fulminante mirada de intenso cobalto.
Entro intempestivamente al camerino y empezó a dar vueltas como león enjaulado. Ya estaba decidido. Había tomado su resolución después del show en la rueda de prensa. Quería a su amigo, y por lo mismo no estaba dispuesto a seguirlo cubriendo tan solo para verlo estrellarse. Las cosas habían sucedido de una manera que ninguno lo había planeado. Simplemente todos asumieron que él era el culpable y por ayudar a un amigo no le importó no sacar a todos de su error. ¿Qué más daba una raya más al tigre? Pero todo tenía un límite y Anthony parecía no recapacitar. Su comportamiento irresponsable ya estaba afectando su desempeño. Esta noche había sido el colmo, se había equivocado en varias ocasiones entrando a destiempo, casi no alcanzaba el tono de uno de sus exitos y por si fuera poco estuvo a punto de dejar caer el micrófono. Las luces, el humo y la demás parafernalia que utilizaban les habían ayudado a que esos errores no fueran tan notorios por parte del público, pero para él era mas que evidente que su amigo estaba perdiendo el camino que se habían trazado de hacer de Seoklaid una banda relevante, trascendente. Aun así todo eso pasaba a segundo plano, su palidés extrema era evidente al igual que su irritabilidad. Estaba decidido a llegar al fondo de los motivos detras de ese proceder.
Escuchó a Tony como cruzaba lentamente la puerta, arrastrando torpemente los pies a sus espaldas. No le extrañaba, lo había visto tomar unas pastillas antes de empezar el concierto. La puerta se cerró y el cuarto quedó en silencio.
— ¿Quieres ser un maldito cliché “Sexo drogas y Rock n´ Roll”? a eso no te ayudaré. Renuncio— Le gritó molesto, decepcionado.
El rubio se llevó la mano a la naríz manchándosela de sangre. El pulsante dolor de cabeza solo se había intensificado con el transcurso del concierto. Quiso sostenerse del tocador pero no tuvo la fuerza suficiente para lograrlo.
—Terry, espera no me siento b…— No terminó la frase, cayó al piso y empezó a convulsionar.
Hasta aquí por lo pronto, Continurá....