El bello marqués se reía alegremente en toda la cara de la Amazona del Hielo, quien tenía arqueada la ceja izquierda
- No solamente provocaste un retraso masivo en el entrenamiento de las amazonas honorarias mon amour, también fuiste por el postre griego de ma chére Maia –
Ella, cruzada de brazos, lo miraba suspicaz mientras él simplemente seguía mostrando su endiablada media sonrisa.
- Allez Liath, ya que estás tan generoso “incentivando” a todas y hasta trajiste al bicho, ¿al menos has traído también mi postre francés favorito? – preguntó ella aleteando las pestañas.
- Ah Bruja… yo pensé que a ti no te importaban esas cosas y tu entusiasmo en el combate era por amor a mí –
- Oh trésor évidemment! Pero tú eres un hombre justo n’est ce pas? – sonrió divertida – También quiero mi francés , digo, mi postre francés –
Terry la mira pícaro y le saca de la mano enguantada el texto que llevaba la castaña.
- Vaya, vaya… ¿así que eso es lo que le sucedía a Brower? -
Liath, que a estas alturas ya está acostumbrado a la desfachatez de una de sus dos capitanas y hasta se le anda contagiando un poco, se olvida por el momento del “incentivo” y se acomoda mejor para seguir leyendo el segundo capítulo de Seoklaid.
Salut belles combattants! (¡Hola hermosas combatientes!) es mi turno con esta pequeña historia que las amazonas hemos preparado con mucha emoción para traer a esta Guerra Florida, ¡esperamos que disfruten la lectura!
.
...
.
.
.
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus respectivas autoras y a quienes hayan pagado derechos sobre los mismos. La historia aquí presentada, así como personajes originales que puedan aparecer, pertenecen a nuestra muy activa imaginación. Fanfic hecho sin fines de lucro.
By Gissa Graham, Elby 8a y Ayame DV
Capítulo 2. Nothing Else Matters
By Ayame DV
.
…
.
La puerta del departamento en aquél edificio coqueto nada tirado a la calle, pero tampoco súper lujoso, se abrió dejando entrar a una bella chica vestida de enfermera; quien tan pronto cruzó el umbral, lanzó sus llaves a la mesita de la entrada y fue dejando un reguero de piezas de su impoluto uniforme blanco allá por donde avanzaba.
Iba agotada, pero al menos su última paciente ya estaba lo suficientemente recuperada como para que ya no fuesen necesarios sus servicios de enfermera privada. Así que tenía algunos días de descanso por delante antes de tomar algún otro trabajo.
La joven, una hermosa rubia de ojos verdes como esmeraldas enmarcados por largas, rizadas y espesas pestañas, sonrió alegremente a pesar del cansancio. Siempre agradecía el haber podido ayudar a la recuperación de sus pacientes, así que cuando todo salía bien, invariablemente pintaba una feliz sonrisa en su bello rostro pecoso. Claro, ella siempre era positiva, dulce y alegre, pero en esos momentos lo era más aún. Si alguien a su cargo se recuperaba, Candy resplandecía, radiante.
Justo ahora, la señora Takallou estaba totalmente sana, mucho gracias a la rubia y eso la hacía sentirse bien consigo misma. Hubo una temporada en que estuvo muy deprimida, pensando que había algo de malo con ella, todo a causa del idiota de Roger, su ex novio; que la desechó como si fuese una muñeca vieja que ya no le gustase.
Recordarlo ahora ya no dolía tanto, y, se daba cuenta de que al final, el que el tarado se haya ido había sido lo mejor que hizo por ella. Por supuesto en su momento no pensaba así, fue tal su decepción y despecho que hizo lo que nunca acostumbraba; se fue de parranda y terminó bastante pasada de copas y yéndose a la cama con aquél delicioso y espectacular castaño.
Sonrió sintiendo que los colores se le subían a la cara… imposible no sonrojarse ante el recuerdo; y no solamente por el hecho de que el chico en cuestión era un verdadero ángel caído del cielo que sabía bastante bien cómo pecar y ponerla en órbita. Ese pensamiento le arrancó una risilla bobalicona.
Nop, eso no era lo que la avergonzaba, para nada; de hecho lo que lograba recordar de esa noche era realmente alucinante y ni una pizca de pena le daba, mucho menos arrepentimiento. Pero ella no era del tipo que bebía a lo loco, y mucho menos de las que se iban a las primeras de cambio con algún desconocido, por muy apetecible que este fuera.
Sin embargo aquél ojiazul con profunda y sedosa voz acentuada por su endemoniadamente sexy acento británico, no había sido cualquier fulano. La ayudó a llegar a su coche y no fue un patán a pesar de que ella se le fue encima que, alegremente envinada como estaba, mandó al diablo cualquier inhibición y se le colgó del cuello y se montó a horcajadas en esas potentes piernas y… bien, además de la sesión de sexo ardiente, también despotricó su despecho con él, quien pacientemente la escuchó.
Una vez que amaneció luego de la noche loca, él no se había ido como pensó que haría… obvio ella quería que la tierra se la tragara luego del episodio de novia desechada y dolida; pero él le había mostrado una sensual sonrisa ladeada que la dejó viendo estrellitas.
Pasaron un par de días juntos, conviviendo un poco, sin compromisos. Cuando se despidieron, él, que le dijo que vivía viajando, le prometió que la llamaría de vez en cuando; pero Candy era muy despistada y había perdido su móvil poco después, con lo cual perdió toda oportunidad de mantenerse en contacto con aquél increíble británico. Considerando eso y que con poco tiempo libre contaba, ni siquiera se le ocurrió intentar localizarlo en redes sociales; además no tenía el nombre completo del tipo y buscarlo nada más como “Terry” en Facebook, sería como intentar encontrar una condenada aguja en un pajar gigantesco. Encima ella no era afecta a la tecnología y la encontraba complicadísima, aunque por ese espécimen tan magnífico, bien podría haber hecho una excepción…
Para cuando estaba pensando en el enloquecedor Terry, ya había llegado al cuarto de baño y se metió en la tina para un merecido y relajante baño con agua caliente, recogiendo sus largos rizos dorados y sumergiéndose en el líquido, dejándose llevar por el recuerdo del aroma delicioso del castaño y todo lo que hablaron e hicieron… Curioso, mientras estuvo con él no pensó en el baboso de Roger; y, después, no fue tan duro como pensó el estar sola… claro, luego de estar con Terry, pues nadie se le podía comparar ¿no? Soltó otra risita tonta y cerró los ojos.
.
…
.
“Coartación de la aorta con estenosis de la válvula aortica”. Ese era el diagnóstico de Anthony Brower luego de que tuviera ese terrorífico episodio de convulsiones en el camerino del teatro en su último concierto. El Dr. Martin y su colega y ex alumno Michael Allouard, le estaban explicando al rubio su padecimiento y tratamiento urgente, todo ante la preocupada mirada de Albert Andley su manager.
- Cirugía, de inmediato. Ampliación de aorta con un parche romboidal de Dacron Woven en la zona de la estenosis. Es urgente. – sentenció el Dr. Martin, eminente cardiólogo que había tomado el caso del cantante cuando los médicos de urgencias se lo pasaron; después de hacerle una cantidad insana de estudios. – Luego deberás estar en recuperación y reposo algunos meses antes de volver a tu vida normal. -
Resultó que las convulsiones fueron la manera en que su cuerpo protestó por la falta de atención a ciertas y constantes señales de alerta que estuvo enviando y que fueron olímpicamente ignoradas por el artista; entre ellas dolores de cabeza, sangrado de nariz, calambres en las extremidades, dificultad para respirar, mareos, visión borrosa, náuseas y ansiedad y algunos desmayos; hasta que finalmente terminó en un accidente cerebrovascular que por los pelos y gracias a la rápida reacción de Terrence, no acabó en desenlace fatal y que fue el que lo mandó directo y sin escalas al hospital.
Anthony no tenía la menor idea de que estuviese enfermo del corazón, así que todos esos síntomas los atribuyó al ritmo despiadado de la gira de promoción de su más reciente disco y a sus excesos. Molesto por todo esto y por enterarse de que tenía un padecimiento mortal, su rebeldía de los últimos tiempos se vio acrecentada, las garras de la ansiedad y el miedo lo apresaron, apretándole la garganta al punto de casi hacerle estallar la cabeza.
- ¿Acaso está loco? No puedo dejar tirada la gira y la banda por tanto tiempo –
El rubio se encontraba en una cama en una habitación privada de un prestigioso y discreto nosocomio, conectado a una botella de suero que le pasaba algunos medicamentos para controlarle las constantes vitales; sin embargo esto no le impidió hacer amago de levantarse y sacarse la condenada aguja que tenía clavada en el dorso de su mano izquierda.
- ¿Qué crees que haces Tony? – ladró Albert, furioso y preocupado a partes iguales.
- Me largo ¿Qué no lo ves? Mañana tenemos otro concierto que ofrecer aquí. Así que deja de molestar y mejor ve a liquidar la cuenta – fue la molesta respuesta que Andley obtuvo.
Albert se pasó la mano por el rostro, frustrado. Tenía un tiempo que el normalmente apacible y dulce Tony se comportaba insolente, alocado e intolerante; ahora esa rebelde actitud se veía incrementada y no era sencillo sobrellevarlo.
Los médicos trataban de convencer a su paciente de quedarse quieto, sin mucho éxito.
- Tranquilízate Anthony, lo único que conseguirás alterándote de este modo es empeorar tu situación. – Michael intentaba razonar con él.
- Me importa un carajo, tengo que irme de aquí, YA. – insistía el joven de ojos azules como el cielo.
- Tu padecimiento es muy grave chico, no debes tomarlo a la ligera – el Dr. Martin también trató de razonar con él.
Pero el rubio no escuchaba y poco le interesaba, él solamente quería salir y hacer todo lo que pudiera para alcanzar su sueño, antes de que se le acabara el tiempo de verdad. Se arrancó sin miramientos la canalización de su vena, haciendo una mueca de dolor y siseando el ver el reguero de sangre que su acción provocó.
Esto fue suficiente para el buen manager, que sin miramientos lo tomó por el bíceps con una mano como zarpa de oso e impedirle levantarse. Lo empujó bruscamente contra la cama.
- ¡Deja ya de portarte como un mocoso mimado Anthony Brower! – levantó la voz, consiguiendo con ello sorprender un poco al rubio.
Albert Andley era el manager de Seoklaid, pero también era amigo y mentor de los cuatro miembros; se podría decir que era como el tío o hermano mayor de esos talentosos y nobles jóvenes. Era el que conseguía ponerlos en orden a todos siempre con un sabio consejo y los apreciaba como tal. Así que no podía, simplemente no podía permitir que Tony hiciera su santa voluntad esta vez; con uno en la banda que hiciera lo que le daba su real gana era suficiente, no necesitaban otro Terry Grandchester.
Y hablando del rey de Roma… al parecer lo había atraído con el pensamiento, o eso o los gritos de ambos rubios le habían dado la patada que esperaba para meterse en la habitación, importándole un reverendo pepino que le hubiesen indicado expresamente a él y a los Cornwell que esperaran afuera por noticias de su amigo.
Su pura presencia logró que todos guardaran silencio pues nadie esperaba que irrumpiera de ese modo en el sitio. Alto, de imponente personalidad y potente esencia, se adentró con la mirada acerada clavada en los ojos azules tan claros de Tony. Cerró la puerta despacio, dejando fuera a Alistear y Archie. Dio algunos pasos hasta quedar frente a la cama, apoyando las manos en el soporte para los pies de la misma, apretándolo.
- ¿Qué carajo crees que pasará si te largas de aquí ahora mismo Brower? – empezó a hablar pausadamente, con voz baja y grave y el acento inglés marcado a toda potencia – Por lo que alcancé a escuchar lo que tienes no es un simple resfriado. –
- ¿Y a ti qué te importa Grandchester? – arremetió contra él también el rubio
- Me importa y punto – Terry apretó más el agarre que tenía de la cama hasta que casi le crujieron los nudillos - te quedarás donde estás y dejarás que los doctores hagan su trabajo sin discutir –
Claro, el gallardo guitarrista no le preguntaba, daba la orden y esperaba se cumpliera. No iba a decir en voz alta lo mucho que apreciaba a ese rubio amable que le regaló un poco de fe en la humanidad al aceptarlo tal y como él era, taciturno, silencioso, rebelde y huraño; pero tampoco iba a permitir que mandara su vida al diablo por necedad.
- ¿Tú quién demonios te crees que eres para darme órdenes? – Tony le gruñó con los dientes apretados –
- No me creo, SOY tu amigo. – Respondió, cerrando las manos en puños ahora y con los ojos lanzando miradas furiosas. – Y si es necesario, te ataré a esa jodida cama para que te estés quieto – amenazó, dejando ver todo lo preocupado que en realidad estaba. - ¿Qué no entiendes que te puedes morir imbécil? – siseó el de ojos zafiro.
- Tranquilícense los dos – tronó la voz del Dr. Martin – Anthony, tu amigo tiene razón, tu cirugía no es opcional. – Luego se dirigió al castaño – Pero esos no son modos jovencito – le llamó la atención, a lo cual Terrence solamente rodó los ojos; le importaba dos cacahuates si eran o no modos.
Por supuesto que eso no le gustó ni un poco al enfermo, por lo que se preparó para dar batalla verbal; sin embargo un tremendo mareo acompañado de un profuso sangrado nasal detuvo sus intenciones de pelea. La atención por parte de ambos médicos no se hizo esperar, así como un sedante que le aplicaron para tranquilizarlo y adormecerlo.
Albert entonces se sentó, exhausto física y emocionalmente… se llevó la mano a la frente y sacó su teléfono para hacer algunas llamadas. Había que suspender los siguientes conciertos; al menos hasta nuevo aviso, en lo que decidían qué curso tomar según las recientes circunstancias.
.
…
.
- ¡Ya vaaaaa! – gritó la rubia desde su habitación, cuando un insistente toquido en su puerta no cesaba.
La enfermera llegó apresurada a abrir, llevaba puestos unos jeans azul claro y una camiseta rosa de manga corta, con el cabello levantado, luciendo su cuello fino y blanco como la nieve, salpicado de algunas pecas. Su rostro estaba enmarcado por el coqueto fleco y un par de rizos sueltos de su peinado. Cuando finalmente abrió la puerta, se encontró de frente con el angustiado rostro de su amiga Annie Britter.
- ¡Candy! ¡Es horrible! – gimoteaba la chica de lacio y brillante cabello de ébano.
- ¿Qué sucede Annie? Cálmate por favor – la tomó del brazo para hacerla entrar, cerrando la puerta tras ella.
La recién llegada lloriqueaba como si se hubiese muerto su gato, gimiendo como alma en pena. Esto por supuesto alarmó a la rubia, que la llevó a sentarse, le ofreció un poco de agua y unos pañuelos para secarse las lágrimas. Cuando la vio un poco más tranquila volvió a cuestionarla sobre la gran tragedia que la tenía en tan lamentable estado.
- ¡Ay Candy! ¡Ya no podremos ir a ver a Archie! – se lamentó amargamente la pelinegra.
- ¿Archie? – la ojiverde parpadeó totalmente desconcertada, colocando en su rostro una cómica mueca de absoluta duda - ¿Quién es Archie? – balbuceó, apretada en el abrazo sentido que recibió de su amiga.
La joven de cabello negro como ala de cuervo, la miró con tal gesto ofendido, que Candy casi no lograba contener la risa.
- ¡Candy! ¿Lo olvidaste verdad? – la soltó para limpiarse la nariz con el pañuelo, y luego cruzar los brazos, sumamente molesta.
- ¿Olvidar qué? – el despiste de la enfermera era épico.
- ¡El concierto de Seoklaid al que íbamos a ir pasado mañana! – chilló la chica.
- ¿Conci…? – el ceño delicado de la rubia se juntó, hasta que le cayó el veinte - ¡Oh por Dios es verdad! – sus cejas se elevaron tanto, que casi llegaban al nacimiento de su cabello - Lo siento Annie, se me borró por completo de la cabeza – se encogió de hombros, en genuina disculpa - ¿Pero eso qué tiene qué ver con tu tragedia y el tal Archie? –
Britter puso los ojos en blanco, su amiga era totalmente adorable y hermosa, excelente enfermera, pero distraída y olvidadiza a morir si no se trataba de sus amados pacientes.
- Candice White… Ya te he dicho miles de veces, ¡Archie es el hombre más guapo del mundo! Es tan elegante y sofisticado y talentoso… – soltó un suspiro enamorado - Y es el bajista de Seoklaid, el grupo al que íbamos a ver, ¡pero ya no se va a poder! – sus enormes ojos se volvieron a llenar de lágrimas, amenazando con soltar una catarata nuevamente.
A Candy bien podrían estarle hablando de física cuántica, seguía sin tener la menor idea de quién le hablaban. La realidad era que había accedido a acompañar a su amiga al dichoso concierto porque no tenía más qué hacer, y porque era una mujer solidaria que con todo el cariño por la ojiazul, iría a hacerla fuerte para que pudiese morir feliz luego de ver en vivo al músico, del cual Annie era fan acérrima y a quién ella no conocía ni en foto.
- ¿Pero por qué ya no se podrá? ¿Pasó algo? – Candy ya estaba más tranquila al saber que no era más que otro de los dramas que su amiga se montaba solita.
- Suspendieron los conciertos hasta nuevo aviso, por “causas de fuerza mayor”- anunció la joven con voz aburrida, luego puso un puchero, de verdad.
- Vamos Annie no es para tanto – cuando la otra puso cara de susto por escuchar semejante herejía de labios de la rubia pecosa, Candy le tomó la mano izquierda entre las suyas, dándole una palmadita – Acabas de decir que serán hasta nuevo aviso, eso significa que solamente los van a cambiar de fecha; no que los hayan cancelado ¿no? –
- Bueno sí… - Britter lo meditó un momento - ¡Pero no es justo! Yo ya tenía todo listo para impresionar a mi novio Archie – suspiró totalmente apesadumbrada.
La enfermera, con su habitual dulzura y positivismo, le sonrió tiernamente negando con la cabeza. Esta amiga suya era todo un caso…
- Tranquila Annie, piensa que por alguna buena razón es que sucedió esto; tal vez pasado mañana no era el mejor momento para que tu novio te conociera por fin – y soltó una risita graciosa. – Para cuando se presenten, seguro ya te quedará mucho más lindo el traje que habías elegido para la gran ocasión y por el cual estabas haciendo esa ridícula e innecesaria dieta – le guiñó el ojo.
La pelinegra la miró asombrada, y entonces empezó a sonreír también tímidamente.
- Es cierto… ¡tienes razón Candy muchas gracias! – la abrazó efusivamente, pues siempre que estaban juntas, la pecosa conseguía hacerle ver el mejor lado de la vida. – Pero sí me acompañarás ¿verdad? Cuando hagan el aviso de la nueva fecha. –
La bella enfermera asintió, no le entusiasmaba la idea, pero con tal de ver feliz a Annie iría a reventarse los tímpanos con esos músicos, que ni sabía quiénes eran.
.
…
.
- ¿Y qué vamos a hacer entonces? – preguntaba un medio histérico Archivald Cornwell, cuando él y su hermano Stear supieron las novedades respecto a Anthony.
- Por lo pronto hemos suspendido la gira, necesitamos encontrar un sustituto para Tony, o retirarnos temporalmente, mientras él se recupera – sentenció Albert, nada contento con la situación.
- ¡Pero no podemos dejar colgados a los fans! Con lo que nos ha costado llegar a donde ahora estamos, y sigue costándonos – rebatió Archie.
Estando fuera del escenario, eran jóvenes más bien normales, su imagen de rockstars era muy específica, pero fuera de ahí, al menos dos de los miembros de la banda se veían como cualquier hijo de vecino; excepto claro, Terrence, pues él simplemente se veía devastadoramente hermoso con cualquier cosa que usara; y, sí, excepto también el remilgado Archivald; que siempre estaba impecablemente vestido con ropa de diseñador. Y era justamente el de ojos castaños quien más se preocupaba por los seguidores del grupo, especialmente en términos de imagen y presencia en los medios; por lo que la idea de cancelar la gira no le atraía nada. Pero sustituir a su amigo rubio tampoco.
- Archie, es la vida de Tony la que peligra, no podemos poner la banda como prioridad sobre él. –
El buen Alistear, hermano mayor de Archie, hizo uso de la razón. Y es que realmente eso era lo más importante para todos. Además no era como si fueran a disolver el grupo o algo así, sólo era temporal.
- ¿Entonces lo estamos decidiendo ya? ¿Nos retiramos hasta que Anthony se recupere? –
Albert los cuestionó; acostumbrado a los silencios de Terrence y a que normalmente hacía saber alto y claro cuando algo no le parecía, no le preguntó al respecto a él en específico. Sin embargo, el británico se despegó de la pared donde estaba recargado, todavía con las manos en los bolsillos de sus jeans.
- Aunque me jode admitirlo, el Elegante tiene razón – señaló al mencionado con la barbilla. A Archie casi le flotaron las cejas al techo de lo sorprendido que se sintió al escuchar que el “malcriado” le daba la razón en algo – Le debemos respeto a los seguidores de la banda, no es culpa de ellos que Brower esté enfermo. –
- Tampoco de Tony, ni nuestra; pero no tenemos muchas opciones. Traer un nuevo cantante a la banda supone muchísimo tiempo, en lo que se aprende las canciones y ensaya con ustedes, se le crea la imagen y vestuario, etc. –
Albert acotó esto último, siendo apoyado por el baterista, quien se ajustó sus anteojos, que en esta ocasión mostraban la representación de relámpagos verde fosforescente en las patas de los mismos.
Terrence los miró a todos, recorriéndolos con sus zafiros uno por uno, lentamente. Como ya se sabía, él no gustaba de la exposición mediática que ser miembro de una cada vez más exitosa banda de rock suponía; odiaba realmente el acoso de los y las fans, sobre todo de estas últimas, él prefería pasar desapercibido, por muy incongruente que eso sonara si uno lo veía, imponente y majestuoso; bellísimo y magnético. Pero esto no iba de él ni de su personalidad misteriosa y enigmática, o de su imagen de rebelde sin causa.
No, esto iba de la banda completa, del sueño del mismo Anthony de ser un grupo reconocido y aceptado, de hacer algo grande y que fuese recordado por generaciones enteras.
Tomó aire profundamente antes de hablar.
- No necesitamos un nuevo cantante, sólo otro guitarrista. Conozco uno muy bueno y se sabe todas las canciones – Su firme decisión se vio reflejada en sus increíbles ojos de zafiro al volver a hablar – Yo seré quien cante. –
Por supuesto, las caras de sorpresa y shock no se hicieron esperar. ¿Terry cantar?
- ¡Diablos Grandchester! Ni siquiera quieres hablar ¿y ahora resulta que te ofreces a cantar? No seas ridículo – espetó sin demora Archie, que por supuesto no perdía oportunidad de buscarle camorra al británico.
- Me importa un pito tu opinión Cornwell, ¿no decías que no podemos dejar colgados a los fans? Pues ahí tienes una solución. ¿Tienes otra mejor? ¿Quieres cantar tú? – Terrence obvio no se iba a quedar callado.
La carcajada de Stear pareció fuera de lugar, pero no logró contenerla al imaginar la sola idea de que su hermanito cantara.
- ¡Hey! – se enfadó el elegante con Alistear – Hago muchos coros por si no recuerdas – se defendió, airado.
- Sí claro, igual que yo; pero cielos hermano, cantar solo y las piezas que tenemos… mejor traer una guacamaya – y rompió a reír nuevamente.
Sin poder hacer nada por evitarlo, Albert también sonreía; discretamente eso sí, carraspeando para no soltar una estruendosa risa por los dichos de los Cornwell. Terrence levantó una comisura de sus labios, sabiendo que casi tenía ganada la discusión.
- Terry, - Andley se volvió hacia él, con el rostro muy serio ahora y cruzando los brazos sobre su pecho – sin duda alguna tienes un increíble e irrepetible talento en la guitarra; pero lo que dice Archie es cierto, casi no hablas y nunca te hemos escuchado cantar, el registro de voz de Tony es especial, no todos logran alcanzar esos tonos de las canciones y… -
El bello guitarrista puso los ojos en blanco interrumpiendo la perorata de su manager, y, sin más, empezó a interpretar “Nothing else matters” de Metallica. A capela.
Sonaba sencillamente magnífico. Con esa voz potente, grave y profunda suya, entonaba sin ningún esfuerzo la nada fácil canción… Dejó boquiabiertos a los tres, absolutamente impresionados y con escalofríos recorriéndoles la columna debido a la magistral interpretación del castaño.
Al terminar un par de las estrofas más sentidas de la canción, Grandchester imitó la posición que antes tenía Albert, con los brazos cruzados, mirándolos a los tres con desafío… El carraspeo de Stear hizo que el menor de los Cornwell cerrara la boca y que el rubio sacudiera la cabeza incrédulo, antes de poder hablar.
- ¡Caray Terry, eso fue impresionante! ¿Por qué no nos habías dicho que cantas brother? – Stear puso voz a los pensamientos de los demás.
El ojiazul se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
- Bueno, siendo tú quien puede cantar supongo que Tony no se opondrá al plan – meditó Albert al respecto - ¿Dices que conoces un guitarrista? ¿Tú ya no tocarías entonces? –
- Yo hablaré con Brower, tal vez no le guste, pero tendrá que entender. Y sí conozco uno, su nombre es Charlie Sanders y sí seguiré tocando algunas piezas. Además es temporal, cuando Anthony se recupere volveremos a la normalidad. – Señaló a Andley - Podemos reanudar la gira sin mover fechas, Charlie puede estar aquí mañana mismo. -
Luego de explicar eso, Terry guardó silencio, ya había agotado su cuota semanal de conversación en ese corto rato; antes de que alguien más cuestionara otra cosa, tomó su chaqueta de cuero, sus anteojos de sol y salió de ahí.
Los Cornwell y Albert se quedaron patidifusos unos minutos, hasta que les cayó el veinte y todos siguieron al inglés, pues ya debían estar por terminar la cirugía de Tony, y todos querían estar con él cuando despertara.
.
…
.
Como bien predijo Terrence, el rubio cantante no estaba nada feliz con la idea de estar fuera de circulación, pero no tuvo más remedio que admitir que si quería volver a su vida normal y continuar con su camino al éxito total, debía hacer un alto temporal. Por supuesto, comprenderlo no quería decir que lo aceptara como si nada, así que no dejó de enfadarse y montar un Santo Cristo; sin embargo, al final no pudo hacer más que aceptar las cosas como eran. Era lo que había. Seoklaid reiniciaría su gira y él debía quedarse en la estacada unos cuantos meses.
Sin embargo, no estaría todo ese tiempo metido en un hospital; si lo hacía seguramente la prensa pronto se enteraría de su padecimiento y lo último que necesitaban era a esos chismosos esparciendo rumores amarillistas y maliciosos.
Anthony insistía en que podría alcanzarlos en la gira para apoyar en decisiones y ensayos, aunque no participara en los conciertos. Ni a los demás ni a los médicos les gustaba la idea porque se suponía que debía guardar reposo, así que al final la solución fue que contratarían a una enfermera particular para que le ayudara en su recuperación durante todo ese tiempo. Brower no cantaría ni aparecería en público, pero al menos podría estar relativamente cerca de la banda mientras él podía volver a escena.
Los doctores Martin y Michael consintieron en esto con la condición de que la enfermera estuviera siempre al pendiente del paciente y que a ellos se les mantuviera al tanto de la evolución del mismo. Por supuesto, cualquier detalle anormal debía ser reportado a ellos de inmediato y Anthony debía seguir al pie de la letra sus indicaciones y tratamiento.
Una vez aceptado esto, los médicos les recomendaron a la mejor persona posible para este trabajo. Ellos la conocían y le tenían la más absoluta confianza. El Dr. Martin aparte la consideraba perfecta, por su dulzura y energía positiva, creía que le haría muy bien al joven rubio tener cerca a una persona como esa joven.
Fue así como Candice White, fue llamada para ser la enfermera particular de Anthony Brower, de quien no tenía la menor idea que era el vocalista de una famosa banda de rock. Y también tuvo que decirle a su amiga Annie que no podría ir con ella al concierto dichoso y del que ya se había anunciado sí se llevaría a cabo en la fecha original…
Continuará...
- No solamente provocaste un retraso masivo en el entrenamiento de las amazonas honorarias mon amour, también fuiste por el postre griego de ma chére Maia –
Ella, cruzada de brazos, lo miraba suspicaz mientras él simplemente seguía mostrando su endiablada media sonrisa.
- Allez Liath, ya que estás tan generoso “incentivando” a todas y hasta trajiste al bicho, ¿al menos has traído también mi postre francés favorito? – preguntó ella aleteando las pestañas.
- Ah Bruja… yo pensé que a ti no te importaban esas cosas y tu entusiasmo en el combate era por amor a mí –
- Oh trésor évidemment! Pero tú eres un hombre justo n’est ce pas? – sonrió divertida – También quiero mi francés , digo, mi postre francés –
Terry la mira pícaro y le saca de la mano enguantada el texto que llevaba la castaña.
- Vaya, vaya… ¿así que eso es lo que le sucedía a Brower? -
Liath, que a estas alturas ya está acostumbrado a la desfachatez de una de sus dos capitanas y hasta se le anda contagiando un poco, se olvida por el momento del “incentivo” y se acomoda mejor para seguir leyendo el segundo capítulo de Seoklaid.
Salut belles combattants! (¡Hola hermosas combatientes!) es mi turno con esta pequeña historia que las amazonas hemos preparado con mucha emoción para traer a esta Guerra Florida, ¡esperamos que disfruten la lectura!
.
...
.
SEOKLAID
.
.
Disclaimer: Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus respectivas autoras y a quienes hayan pagado derechos sobre los mismos. La historia aquí presentada, así como personajes originales que puedan aparecer, pertenecen a nuestra muy activa imaginación. Fanfic hecho sin fines de lucro.
By Gissa Graham, Elby 8a y Ayame DV
Capítulo 2. Nothing Else Matters
By Ayame DV
.
…
.
La puerta del departamento en aquél edificio coqueto nada tirado a la calle, pero tampoco súper lujoso, se abrió dejando entrar a una bella chica vestida de enfermera; quien tan pronto cruzó el umbral, lanzó sus llaves a la mesita de la entrada y fue dejando un reguero de piezas de su impoluto uniforme blanco allá por donde avanzaba.
Iba agotada, pero al menos su última paciente ya estaba lo suficientemente recuperada como para que ya no fuesen necesarios sus servicios de enfermera privada. Así que tenía algunos días de descanso por delante antes de tomar algún otro trabajo.
La joven, una hermosa rubia de ojos verdes como esmeraldas enmarcados por largas, rizadas y espesas pestañas, sonrió alegremente a pesar del cansancio. Siempre agradecía el haber podido ayudar a la recuperación de sus pacientes, así que cuando todo salía bien, invariablemente pintaba una feliz sonrisa en su bello rostro pecoso. Claro, ella siempre era positiva, dulce y alegre, pero en esos momentos lo era más aún. Si alguien a su cargo se recuperaba, Candy resplandecía, radiante.
Justo ahora, la señora Takallou estaba totalmente sana, mucho gracias a la rubia y eso la hacía sentirse bien consigo misma. Hubo una temporada en que estuvo muy deprimida, pensando que había algo de malo con ella, todo a causa del idiota de Roger, su ex novio; que la desechó como si fuese una muñeca vieja que ya no le gustase.
Recordarlo ahora ya no dolía tanto, y, se daba cuenta de que al final, el que el tarado se haya ido había sido lo mejor que hizo por ella. Por supuesto en su momento no pensaba así, fue tal su decepción y despecho que hizo lo que nunca acostumbraba; se fue de parranda y terminó bastante pasada de copas y yéndose a la cama con aquél delicioso y espectacular castaño.
Sonrió sintiendo que los colores se le subían a la cara… imposible no sonrojarse ante el recuerdo; y no solamente por el hecho de que el chico en cuestión era un verdadero ángel caído del cielo que sabía bastante bien cómo pecar y ponerla en órbita. Ese pensamiento le arrancó una risilla bobalicona.
Nop, eso no era lo que la avergonzaba, para nada; de hecho lo que lograba recordar de esa noche era realmente alucinante y ni una pizca de pena le daba, mucho menos arrepentimiento. Pero ella no era del tipo que bebía a lo loco, y mucho menos de las que se iban a las primeras de cambio con algún desconocido, por muy apetecible que este fuera.
Sin embargo aquél ojiazul con profunda y sedosa voz acentuada por su endemoniadamente sexy acento británico, no había sido cualquier fulano. La ayudó a llegar a su coche y no fue un patán a pesar de que ella se le fue encima que, alegremente envinada como estaba, mandó al diablo cualquier inhibición y se le colgó del cuello y se montó a horcajadas en esas potentes piernas y… bien, además de la sesión de sexo ardiente, también despotricó su despecho con él, quien pacientemente la escuchó.
Una vez que amaneció luego de la noche loca, él no se había ido como pensó que haría… obvio ella quería que la tierra se la tragara luego del episodio de novia desechada y dolida; pero él le había mostrado una sensual sonrisa ladeada que la dejó viendo estrellitas.
Pasaron un par de días juntos, conviviendo un poco, sin compromisos. Cuando se despidieron, él, que le dijo que vivía viajando, le prometió que la llamaría de vez en cuando; pero Candy era muy despistada y había perdido su móvil poco después, con lo cual perdió toda oportunidad de mantenerse en contacto con aquél increíble británico. Considerando eso y que con poco tiempo libre contaba, ni siquiera se le ocurrió intentar localizarlo en redes sociales; además no tenía el nombre completo del tipo y buscarlo nada más como “Terry” en Facebook, sería como intentar encontrar una condenada aguja en un pajar gigantesco. Encima ella no era afecta a la tecnología y la encontraba complicadísima, aunque por ese espécimen tan magnífico, bien podría haber hecho una excepción…
Para cuando estaba pensando en el enloquecedor Terry, ya había llegado al cuarto de baño y se metió en la tina para un merecido y relajante baño con agua caliente, recogiendo sus largos rizos dorados y sumergiéndose en el líquido, dejándose llevar por el recuerdo del aroma delicioso del castaño y todo lo que hablaron e hicieron… Curioso, mientras estuvo con él no pensó en el baboso de Roger; y, después, no fue tan duro como pensó el estar sola… claro, luego de estar con Terry, pues nadie se le podía comparar ¿no? Soltó otra risita tonta y cerró los ojos.
.
…
.
“Coartación de la aorta con estenosis de la válvula aortica”. Ese era el diagnóstico de Anthony Brower luego de que tuviera ese terrorífico episodio de convulsiones en el camerino del teatro en su último concierto. El Dr. Martin y su colega y ex alumno Michael Allouard, le estaban explicando al rubio su padecimiento y tratamiento urgente, todo ante la preocupada mirada de Albert Andley su manager.
- Cirugía, de inmediato. Ampliación de aorta con un parche romboidal de Dacron Woven en la zona de la estenosis. Es urgente. – sentenció el Dr. Martin, eminente cardiólogo que había tomado el caso del cantante cuando los médicos de urgencias se lo pasaron; después de hacerle una cantidad insana de estudios. – Luego deberás estar en recuperación y reposo algunos meses antes de volver a tu vida normal. -
Resultó que las convulsiones fueron la manera en que su cuerpo protestó por la falta de atención a ciertas y constantes señales de alerta que estuvo enviando y que fueron olímpicamente ignoradas por el artista; entre ellas dolores de cabeza, sangrado de nariz, calambres en las extremidades, dificultad para respirar, mareos, visión borrosa, náuseas y ansiedad y algunos desmayos; hasta que finalmente terminó en un accidente cerebrovascular que por los pelos y gracias a la rápida reacción de Terrence, no acabó en desenlace fatal y que fue el que lo mandó directo y sin escalas al hospital.
Anthony no tenía la menor idea de que estuviese enfermo del corazón, así que todos esos síntomas los atribuyó al ritmo despiadado de la gira de promoción de su más reciente disco y a sus excesos. Molesto por todo esto y por enterarse de que tenía un padecimiento mortal, su rebeldía de los últimos tiempos se vio acrecentada, las garras de la ansiedad y el miedo lo apresaron, apretándole la garganta al punto de casi hacerle estallar la cabeza.
- ¿Acaso está loco? No puedo dejar tirada la gira y la banda por tanto tiempo –
El rubio se encontraba en una cama en una habitación privada de un prestigioso y discreto nosocomio, conectado a una botella de suero que le pasaba algunos medicamentos para controlarle las constantes vitales; sin embargo esto no le impidió hacer amago de levantarse y sacarse la condenada aguja que tenía clavada en el dorso de su mano izquierda.
- ¿Qué crees que haces Tony? – ladró Albert, furioso y preocupado a partes iguales.
- Me largo ¿Qué no lo ves? Mañana tenemos otro concierto que ofrecer aquí. Así que deja de molestar y mejor ve a liquidar la cuenta – fue la molesta respuesta que Andley obtuvo.
Albert se pasó la mano por el rostro, frustrado. Tenía un tiempo que el normalmente apacible y dulce Tony se comportaba insolente, alocado e intolerante; ahora esa rebelde actitud se veía incrementada y no era sencillo sobrellevarlo.
Los médicos trataban de convencer a su paciente de quedarse quieto, sin mucho éxito.
- Tranquilízate Anthony, lo único que conseguirás alterándote de este modo es empeorar tu situación. – Michael intentaba razonar con él.
- Me importa un carajo, tengo que irme de aquí, YA. – insistía el joven de ojos azules como el cielo.
- Tu padecimiento es muy grave chico, no debes tomarlo a la ligera – el Dr. Martin también trató de razonar con él.
Pero el rubio no escuchaba y poco le interesaba, él solamente quería salir y hacer todo lo que pudiera para alcanzar su sueño, antes de que se le acabara el tiempo de verdad. Se arrancó sin miramientos la canalización de su vena, haciendo una mueca de dolor y siseando el ver el reguero de sangre que su acción provocó.
Esto fue suficiente para el buen manager, que sin miramientos lo tomó por el bíceps con una mano como zarpa de oso e impedirle levantarse. Lo empujó bruscamente contra la cama.
- ¡Deja ya de portarte como un mocoso mimado Anthony Brower! – levantó la voz, consiguiendo con ello sorprender un poco al rubio.
Albert Andley era el manager de Seoklaid, pero también era amigo y mentor de los cuatro miembros; se podría decir que era como el tío o hermano mayor de esos talentosos y nobles jóvenes. Era el que conseguía ponerlos en orden a todos siempre con un sabio consejo y los apreciaba como tal. Así que no podía, simplemente no podía permitir que Tony hiciera su santa voluntad esta vez; con uno en la banda que hiciera lo que le daba su real gana era suficiente, no necesitaban otro Terry Grandchester.
Y hablando del rey de Roma… al parecer lo había atraído con el pensamiento, o eso o los gritos de ambos rubios le habían dado la patada que esperaba para meterse en la habitación, importándole un reverendo pepino que le hubiesen indicado expresamente a él y a los Cornwell que esperaran afuera por noticias de su amigo.
Su pura presencia logró que todos guardaran silencio pues nadie esperaba que irrumpiera de ese modo en el sitio. Alto, de imponente personalidad y potente esencia, se adentró con la mirada acerada clavada en los ojos azules tan claros de Tony. Cerró la puerta despacio, dejando fuera a Alistear y Archie. Dio algunos pasos hasta quedar frente a la cama, apoyando las manos en el soporte para los pies de la misma, apretándolo.
- ¿Qué carajo crees que pasará si te largas de aquí ahora mismo Brower? – empezó a hablar pausadamente, con voz baja y grave y el acento inglés marcado a toda potencia – Por lo que alcancé a escuchar lo que tienes no es un simple resfriado. –
- ¿Y a ti qué te importa Grandchester? – arremetió contra él también el rubio
- Me importa y punto – Terry apretó más el agarre que tenía de la cama hasta que casi le crujieron los nudillos - te quedarás donde estás y dejarás que los doctores hagan su trabajo sin discutir –
Claro, el gallardo guitarrista no le preguntaba, daba la orden y esperaba se cumpliera. No iba a decir en voz alta lo mucho que apreciaba a ese rubio amable que le regaló un poco de fe en la humanidad al aceptarlo tal y como él era, taciturno, silencioso, rebelde y huraño; pero tampoco iba a permitir que mandara su vida al diablo por necedad.
- ¿Tú quién demonios te crees que eres para darme órdenes? – Tony le gruñó con los dientes apretados –
- No me creo, SOY tu amigo. – Respondió, cerrando las manos en puños ahora y con los ojos lanzando miradas furiosas. – Y si es necesario, te ataré a esa jodida cama para que te estés quieto – amenazó, dejando ver todo lo preocupado que en realidad estaba. - ¿Qué no entiendes que te puedes morir imbécil? – siseó el de ojos zafiro.
- Tranquilícense los dos – tronó la voz del Dr. Martin – Anthony, tu amigo tiene razón, tu cirugía no es opcional. – Luego se dirigió al castaño – Pero esos no son modos jovencito – le llamó la atención, a lo cual Terrence solamente rodó los ojos; le importaba dos cacahuates si eran o no modos.
Por supuesto que eso no le gustó ni un poco al enfermo, por lo que se preparó para dar batalla verbal; sin embargo un tremendo mareo acompañado de un profuso sangrado nasal detuvo sus intenciones de pelea. La atención por parte de ambos médicos no se hizo esperar, así como un sedante que le aplicaron para tranquilizarlo y adormecerlo.
Albert entonces se sentó, exhausto física y emocionalmente… se llevó la mano a la frente y sacó su teléfono para hacer algunas llamadas. Había que suspender los siguientes conciertos; al menos hasta nuevo aviso, en lo que decidían qué curso tomar según las recientes circunstancias.
.
…
.
- ¡Ya vaaaaa! – gritó la rubia desde su habitación, cuando un insistente toquido en su puerta no cesaba.
La enfermera llegó apresurada a abrir, llevaba puestos unos jeans azul claro y una camiseta rosa de manga corta, con el cabello levantado, luciendo su cuello fino y blanco como la nieve, salpicado de algunas pecas. Su rostro estaba enmarcado por el coqueto fleco y un par de rizos sueltos de su peinado. Cuando finalmente abrió la puerta, se encontró de frente con el angustiado rostro de su amiga Annie Britter.
- ¡Candy! ¡Es horrible! – gimoteaba la chica de lacio y brillante cabello de ébano.
- ¿Qué sucede Annie? Cálmate por favor – la tomó del brazo para hacerla entrar, cerrando la puerta tras ella.
La recién llegada lloriqueaba como si se hubiese muerto su gato, gimiendo como alma en pena. Esto por supuesto alarmó a la rubia, que la llevó a sentarse, le ofreció un poco de agua y unos pañuelos para secarse las lágrimas. Cuando la vio un poco más tranquila volvió a cuestionarla sobre la gran tragedia que la tenía en tan lamentable estado.
- ¡Ay Candy! ¡Ya no podremos ir a ver a Archie! – se lamentó amargamente la pelinegra.
- ¿Archie? – la ojiverde parpadeó totalmente desconcertada, colocando en su rostro una cómica mueca de absoluta duda - ¿Quién es Archie? – balbuceó, apretada en el abrazo sentido que recibió de su amiga.
La joven de cabello negro como ala de cuervo, la miró con tal gesto ofendido, que Candy casi no lograba contener la risa.
- ¡Candy! ¿Lo olvidaste verdad? – la soltó para limpiarse la nariz con el pañuelo, y luego cruzar los brazos, sumamente molesta.
- ¿Olvidar qué? – el despiste de la enfermera era épico.
- ¡El concierto de Seoklaid al que íbamos a ir pasado mañana! – chilló la chica.
- ¿Conci…? – el ceño delicado de la rubia se juntó, hasta que le cayó el veinte - ¡Oh por Dios es verdad! – sus cejas se elevaron tanto, que casi llegaban al nacimiento de su cabello - Lo siento Annie, se me borró por completo de la cabeza – se encogió de hombros, en genuina disculpa - ¿Pero eso qué tiene qué ver con tu tragedia y el tal Archie? –
Britter puso los ojos en blanco, su amiga era totalmente adorable y hermosa, excelente enfermera, pero distraída y olvidadiza a morir si no se trataba de sus amados pacientes.
- Candice White… Ya te he dicho miles de veces, ¡Archie es el hombre más guapo del mundo! Es tan elegante y sofisticado y talentoso… – soltó un suspiro enamorado - Y es el bajista de Seoklaid, el grupo al que íbamos a ver, ¡pero ya no se va a poder! – sus enormes ojos se volvieron a llenar de lágrimas, amenazando con soltar una catarata nuevamente.
A Candy bien podrían estarle hablando de física cuántica, seguía sin tener la menor idea de quién le hablaban. La realidad era que había accedido a acompañar a su amiga al dichoso concierto porque no tenía más qué hacer, y porque era una mujer solidaria que con todo el cariño por la ojiazul, iría a hacerla fuerte para que pudiese morir feliz luego de ver en vivo al músico, del cual Annie era fan acérrima y a quién ella no conocía ni en foto.
- ¿Pero por qué ya no se podrá? ¿Pasó algo? – Candy ya estaba más tranquila al saber que no era más que otro de los dramas que su amiga se montaba solita.
- Suspendieron los conciertos hasta nuevo aviso, por “causas de fuerza mayor”- anunció la joven con voz aburrida, luego puso un puchero, de verdad.
- Vamos Annie no es para tanto – cuando la otra puso cara de susto por escuchar semejante herejía de labios de la rubia pecosa, Candy le tomó la mano izquierda entre las suyas, dándole una palmadita – Acabas de decir que serán hasta nuevo aviso, eso significa que solamente los van a cambiar de fecha; no que los hayan cancelado ¿no? –
- Bueno sí… - Britter lo meditó un momento - ¡Pero no es justo! Yo ya tenía todo listo para impresionar a mi novio Archie – suspiró totalmente apesadumbrada.
La enfermera, con su habitual dulzura y positivismo, le sonrió tiernamente negando con la cabeza. Esta amiga suya era todo un caso…
- Tranquila Annie, piensa que por alguna buena razón es que sucedió esto; tal vez pasado mañana no era el mejor momento para que tu novio te conociera por fin – y soltó una risita graciosa. – Para cuando se presenten, seguro ya te quedará mucho más lindo el traje que habías elegido para la gran ocasión y por el cual estabas haciendo esa ridícula e innecesaria dieta – le guiñó el ojo.
La pelinegra la miró asombrada, y entonces empezó a sonreír también tímidamente.
- Es cierto… ¡tienes razón Candy muchas gracias! – la abrazó efusivamente, pues siempre que estaban juntas, la pecosa conseguía hacerle ver el mejor lado de la vida. – Pero sí me acompañarás ¿verdad? Cuando hagan el aviso de la nueva fecha. –
La bella enfermera asintió, no le entusiasmaba la idea, pero con tal de ver feliz a Annie iría a reventarse los tímpanos con esos músicos, que ni sabía quiénes eran.
.
…
.
- ¿Y qué vamos a hacer entonces? – preguntaba un medio histérico Archivald Cornwell, cuando él y su hermano Stear supieron las novedades respecto a Anthony.
- Por lo pronto hemos suspendido la gira, necesitamos encontrar un sustituto para Tony, o retirarnos temporalmente, mientras él se recupera – sentenció Albert, nada contento con la situación.
- ¡Pero no podemos dejar colgados a los fans! Con lo que nos ha costado llegar a donde ahora estamos, y sigue costándonos – rebatió Archie.
Estando fuera del escenario, eran jóvenes más bien normales, su imagen de rockstars era muy específica, pero fuera de ahí, al menos dos de los miembros de la banda se veían como cualquier hijo de vecino; excepto claro, Terrence, pues él simplemente se veía devastadoramente hermoso con cualquier cosa que usara; y, sí, excepto también el remilgado Archivald; que siempre estaba impecablemente vestido con ropa de diseñador. Y era justamente el de ojos castaños quien más se preocupaba por los seguidores del grupo, especialmente en términos de imagen y presencia en los medios; por lo que la idea de cancelar la gira no le atraía nada. Pero sustituir a su amigo rubio tampoco.
- Archie, es la vida de Tony la que peligra, no podemos poner la banda como prioridad sobre él. –
El buen Alistear, hermano mayor de Archie, hizo uso de la razón. Y es que realmente eso era lo más importante para todos. Además no era como si fueran a disolver el grupo o algo así, sólo era temporal.
- ¿Entonces lo estamos decidiendo ya? ¿Nos retiramos hasta que Anthony se recupere? –
Albert los cuestionó; acostumbrado a los silencios de Terrence y a que normalmente hacía saber alto y claro cuando algo no le parecía, no le preguntó al respecto a él en específico. Sin embargo, el británico se despegó de la pared donde estaba recargado, todavía con las manos en los bolsillos de sus jeans.
- Aunque me jode admitirlo, el Elegante tiene razón – señaló al mencionado con la barbilla. A Archie casi le flotaron las cejas al techo de lo sorprendido que se sintió al escuchar que el “malcriado” le daba la razón en algo – Le debemos respeto a los seguidores de la banda, no es culpa de ellos que Brower esté enfermo. –
- Tampoco de Tony, ni nuestra; pero no tenemos muchas opciones. Traer un nuevo cantante a la banda supone muchísimo tiempo, en lo que se aprende las canciones y ensaya con ustedes, se le crea la imagen y vestuario, etc. –
Albert acotó esto último, siendo apoyado por el baterista, quien se ajustó sus anteojos, que en esta ocasión mostraban la representación de relámpagos verde fosforescente en las patas de los mismos.
Terrence los miró a todos, recorriéndolos con sus zafiros uno por uno, lentamente. Como ya se sabía, él no gustaba de la exposición mediática que ser miembro de una cada vez más exitosa banda de rock suponía; odiaba realmente el acoso de los y las fans, sobre todo de estas últimas, él prefería pasar desapercibido, por muy incongruente que eso sonara si uno lo veía, imponente y majestuoso; bellísimo y magnético. Pero esto no iba de él ni de su personalidad misteriosa y enigmática, o de su imagen de rebelde sin causa.
No, esto iba de la banda completa, del sueño del mismo Anthony de ser un grupo reconocido y aceptado, de hacer algo grande y que fuese recordado por generaciones enteras.
Tomó aire profundamente antes de hablar.
- No necesitamos un nuevo cantante, sólo otro guitarrista. Conozco uno muy bueno y se sabe todas las canciones – Su firme decisión se vio reflejada en sus increíbles ojos de zafiro al volver a hablar – Yo seré quien cante. –
Por supuesto, las caras de sorpresa y shock no se hicieron esperar. ¿Terry cantar?
- ¡Diablos Grandchester! Ni siquiera quieres hablar ¿y ahora resulta que te ofreces a cantar? No seas ridículo – espetó sin demora Archie, que por supuesto no perdía oportunidad de buscarle camorra al británico.
- Me importa un pito tu opinión Cornwell, ¿no decías que no podemos dejar colgados a los fans? Pues ahí tienes una solución. ¿Tienes otra mejor? ¿Quieres cantar tú? – Terrence obvio no se iba a quedar callado.
La carcajada de Stear pareció fuera de lugar, pero no logró contenerla al imaginar la sola idea de que su hermanito cantara.
- ¡Hey! – se enfadó el elegante con Alistear – Hago muchos coros por si no recuerdas – se defendió, airado.
- Sí claro, igual que yo; pero cielos hermano, cantar solo y las piezas que tenemos… mejor traer una guacamaya – y rompió a reír nuevamente.
Sin poder hacer nada por evitarlo, Albert también sonreía; discretamente eso sí, carraspeando para no soltar una estruendosa risa por los dichos de los Cornwell. Terrence levantó una comisura de sus labios, sabiendo que casi tenía ganada la discusión.
- Terry, - Andley se volvió hacia él, con el rostro muy serio ahora y cruzando los brazos sobre su pecho – sin duda alguna tienes un increíble e irrepetible talento en la guitarra; pero lo que dice Archie es cierto, casi no hablas y nunca te hemos escuchado cantar, el registro de voz de Tony es especial, no todos logran alcanzar esos tonos de las canciones y… -
El bello guitarrista puso los ojos en blanco interrumpiendo la perorata de su manager, y, sin más, empezó a interpretar “Nothing else matters” de Metallica. A capela.
Sonaba sencillamente magnífico. Con esa voz potente, grave y profunda suya, entonaba sin ningún esfuerzo la nada fácil canción… Dejó boquiabiertos a los tres, absolutamente impresionados y con escalofríos recorriéndoles la columna debido a la magistral interpretación del castaño.
Al terminar un par de las estrofas más sentidas de la canción, Grandchester imitó la posición que antes tenía Albert, con los brazos cruzados, mirándolos a los tres con desafío… El carraspeo de Stear hizo que el menor de los Cornwell cerrara la boca y que el rubio sacudiera la cabeza incrédulo, antes de poder hablar.
- ¡Caray Terry, eso fue impresionante! ¿Por qué no nos habías dicho que cantas brother? – Stear puso voz a los pensamientos de los demás.
El ojiazul se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
- Bueno, siendo tú quien puede cantar supongo que Tony no se opondrá al plan – meditó Albert al respecto - ¿Dices que conoces un guitarrista? ¿Tú ya no tocarías entonces? –
- Yo hablaré con Brower, tal vez no le guste, pero tendrá que entender. Y sí conozco uno, su nombre es Charlie Sanders y sí seguiré tocando algunas piezas. Además es temporal, cuando Anthony se recupere volveremos a la normalidad. – Señaló a Andley - Podemos reanudar la gira sin mover fechas, Charlie puede estar aquí mañana mismo. -
Luego de explicar eso, Terry guardó silencio, ya había agotado su cuota semanal de conversación en ese corto rato; antes de que alguien más cuestionara otra cosa, tomó su chaqueta de cuero, sus anteojos de sol y salió de ahí.
Los Cornwell y Albert se quedaron patidifusos unos minutos, hasta que les cayó el veinte y todos siguieron al inglés, pues ya debían estar por terminar la cirugía de Tony, y todos querían estar con él cuando despertara.
.
…
.
Como bien predijo Terrence, el rubio cantante no estaba nada feliz con la idea de estar fuera de circulación, pero no tuvo más remedio que admitir que si quería volver a su vida normal y continuar con su camino al éxito total, debía hacer un alto temporal. Por supuesto, comprenderlo no quería decir que lo aceptara como si nada, así que no dejó de enfadarse y montar un Santo Cristo; sin embargo, al final no pudo hacer más que aceptar las cosas como eran. Era lo que había. Seoklaid reiniciaría su gira y él debía quedarse en la estacada unos cuantos meses.
Sin embargo, no estaría todo ese tiempo metido en un hospital; si lo hacía seguramente la prensa pronto se enteraría de su padecimiento y lo último que necesitaban era a esos chismosos esparciendo rumores amarillistas y maliciosos.
Anthony insistía en que podría alcanzarlos en la gira para apoyar en decisiones y ensayos, aunque no participara en los conciertos. Ni a los demás ni a los médicos les gustaba la idea porque se suponía que debía guardar reposo, así que al final la solución fue que contratarían a una enfermera particular para que le ayudara en su recuperación durante todo ese tiempo. Brower no cantaría ni aparecería en público, pero al menos podría estar relativamente cerca de la banda mientras él podía volver a escena.
Los doctores Martin y Michael consintieron en esto con la condición de que la enfermera estuviera siempre al pendiente del paciente y que a ellos se les mantuviera al tanto de la evolución del mismo. Por supuesto, cualquier detalle anormal debía ser reportado a ellos de inmediato y Anthony debía seguir al pie de la letra sus indicaciones y tratamiento.
Una vez aceptado esto, los médicos les recomendaron a la mejor persona posible para este trabajo. Ellos la conocían y le tenían la más absoluta confianza. El Dr. Martin aparte la consideraba perfecta, por su dulzura y energía positiva, creía que le haría muy bien al joven rubio tener cerca a una persona como esa joven.
Fue así como Candice White, fue llamada para ser la enfermera particular de Anthony Brower, de quien no tenía la menor idea que era el vocalista de una famosa banda de rock. Y también tuvo que decirle a su amiga Annie que no podría ir con ella al concierto dichoso y del que ya se había anunciado sí se llevaría a cabo en la fecha original…
Continuará...